
𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙤𝙡𝙤 𝙎𝙚𝙩𝙩𝙚
𝙈𝙖𝙧𝙖𝙩𝙤́𝙣 𝟯/𝟯
Los días en Forks seguían desplegando una maraña de experiencias y emociones, cada una más sorprendente que la anterior. A medida que el tiempo avanzaba, mis poderes se tornaban aún más intrigantes. Poco a poco, y de manera juguetona, comencé a manifestar psicoquinesis, guiando pequeños objetos en danzas invisibles mientras realizaba mis actividades cotidianas. Lo fui controlando con paciencia, y se volvió parte de mi. Era como si pudiera tocar el mundo de una manera que nunca había imaginado.
Los sueños premonitorios, sin embargo, eran un viaje hacia lo desconocido. Comenzaron a aparecer de forma más frecuente y siempre era los mismo: una mujer pelirroja llenaba mis visiones, su presencia irradiando una energía misteriosa y desconcertante. Aunque su rostro permanecía velado en sombras, su mirada parecía atravesar mi alma con una intensidad que erizaba mi piel. Tenía unos ojos carmesí que transmitían una sensación de peligro y anticipación, anudando mi pecho y logrando despertarme en medio de la noche con el corazón desbocado y el aliento agitado.
Afortunadamente, en medio de la oscuridad, conté con el apoyo incondicional de la manada de metamorfos.
Paul, Sam, Jared y Quil se habían convertido en una familia, envolviéndome con su amor y cuidado. Nuestros paseos por los bosques se habían convertido en una tradición sagrada, como si estuviéramos tejiendo un vínculo inquebrantable con cada paso que dábamos. Todas las tardes iba uno de ellos, casi siempre Paul, a buscarme a la librería, ayudándome con el cierre y luego corriendo hacia el bosque.
Cada uno de ellos era como un hermano para mí, pero había uno en especial que movía mi corazón y revolvía mis entrañas en confusión: Paul. Destacaba por sus gestos cariñosos, llevándome en su lomo con una sonrisa lobuna que me arrancaba risas sinceras.
Un día soleado, meses después de la ida de los Cullen del pueblo, la invitación de Bella Swan llegó como un rayo de luz. Sabiendo mi interés por las motos, me propuso acompañarla a la residencia de los Black mientras reparaban un par de ellas.
No era una desconocida en el mundo de las motos, y acepté emocionada, feliz de que Bella estuviera olvidando al chico Cullen, saliendo de su depresión. Me alegraba por ella y también con Charlie, pues sabía lo mucho que el hombre sufrió viendo a su hija en esa situación y sin saber cómo ayudarla.
— Oralia, Jake aceptó ayudarnos ¿Estás lista? —preguntó Bella con una sonrisa.
— ¡Claro, estoy emocionada por unirme! —Dije con entusiasmo. Y era cierto. Me gustaban mucho las motos y sabía lo suficiente de mecánica como para ayudar a Jake sin problema.
La tarde se desplegó en un ballet mecánico de herramientas y piezas de motos. Junto a Jacob, me sumergí en el mundo de engranajes y motores, sintiéndome afortunada de compartir esta experiencia. Aunque no era una experta, no me sentía perdida. Y era entretenido. Jake no era capaz de disimular sus sentimientos hacia Bella, pero ella o no los notaba o simplemente los ignoraba. Aún así, me alegraba. Jacob le hacía bien, se notaba en la forma en que sonreía y la comodidad que su cuerpo desprendía.
A medida que la tarde avanzaba, el sol se ocultaba en el horizonte, y la conversación fluía tan libremente como las piezas de la moto y las herramientas que Bella nos entregaba. Nos reímos y compartimos historias, creando un puente entre mundos que parecían distintos. Les conté un poco sobre mi vida en Italia. No indagué en detalles, pero les di la suficiente información de mi como para que se sintieran satisfechos en su curiosidad.
No obstante, no todo era viento en popa. Fue en una de esas noches cuando mis sueños se tornaron oscuros y enigmáticos. La figura de la mujer pelirroja emergió de la niebla de mis visiones, su cabello brillando como llamas salvajes. Sus ojos, profundos y penetrantes, parecían anclarse en mi alma, dejándome con una sensación de intriga y desconcierto. Una inquietante sensación de peligro se arraigó en mí, y me desperté con el corazón acelerado y la piel cubierta de sudor.
Por otro lado, estaban los sueños sobre Jasper, una sombra de lo que una vez fue. En mi mente, lo veía apagado, luchando contra la oscuridad que amenazaba con consumirlo. Sus ojos no transmitían emoción alguna y estaban negros, dejando ver la falta de alimentación por su parte. Despertaba con lágrimas en los ojos, deseando poder alcanzarlo y ofrecerle consuelo, a pesar de la vasta distancia que nos separaba y sabiendo que, de todas formas, él era el causante de mi sufrimiento y del suyo propio.
Para enfrentar las emociones abrumadoras y negativas, me refugié en el entrenamiento de boxeo. Era algo que hacía constantemente en Italia, pero que abandoné casi en su totalidad cuando llegué a Forks. La mayor parte del tiempo sólo me dedicaba a la arquería. Sin embargo, cada golpe que lanzaba era un grito silencioso de liberación, una forma de enfrentar las emociones que parecían querer ahogarme. El sonido de los guantes chocando con la bolsa resonaba en el aire, y en cada movimiento encontraba un atisbo de control sobre mi mundo interior.
Un día, después de una sesión particularmente intensa, surgió una idea en mi mente. ¿Por qué no compartir lo que había aprendido con los chicos de la reserva?
Esa misma tarde fui a la casa de Emily y, hablando con Sam, les propuse un entrenamiento conjunto, una oportunidad para fortalecer aún más nuestros lazos y compartir nuestras habilidades.
— ¿Qué te parece, Lia? ¿Nos enseñarás cómo dar un buen golpe? —preguntó Sam con una sonrisa.
— Claro, sería una buena forma de que aprendan a defenderse en su forma humana, no teniendo que depender sólo de la parte animal.
— Te advierto, cachorra, que no seremos suaves contigo sólo porque eres nuestra amiga —dijo Jared de forma burlesca.
— Créeme, amigo, no lo necesitas con ella —dijo Paul, probablemente recordando la vez en que se quiso hacer el listo conmigo y trató de asustarme una noche que salí tarde de la librería.
Pronto nos encontramos en el claro, moviéndonos al ritmo del boxeo mientras la risa y la camaradería llenaban el aire. Cada golpe era como un lazo invisible entre nosotros, una forma de comunicarnos sin palabras y fortalecer nuestros lazos. Y claro, no pude evitar darle una paliza a Jared, logrando que retirara sus palabras de ser suave conmigo cuando notó que no tenía forma de vencerme.
Los chicos le recordarían constantemente la forma en que perdió, quedando tirado en el piso, comiendo tierra y sin fuerza en las extremidades, una de mis rodillas sobre su espalda y mis manos retorciendo su brazo tras sus omóplatos con la fuerza necesaria pero sin llegar a dislocarlo.
En medio de todas estas experiencias, Paul seguía siendo mi roca constante. Cada día, encontraba flores de papel hechas a mano en lugares inesperados, recordándome su cariño de una manera tierna y única. Siempre estaban sobre mi cama, en el escritorio o sobre el mostrador de la librería. También dejaba notas.
La primera de ellas estaba dentro de mi lectura actual, libro que Paul me regaló, y decía:
"Cada página de este libro guarda un pensamiento, una sonrisa y un deseo. Espero que disfrutes de su compañía tanto como la mía.
-Paul"
Era refrescante. Y me confundía.
A veces, en momentos de soledad y nostalgia, me encontraba perdida en pensamientos profundos. Reflexionaba sobre la distancia que me separaba de mis hermanos, sobre las emociones que aún mantenía por Jasper, las nuevas sensaciones causadas por Paul, los constantes sueños con la pelirroja y sobre los secretos que ocultaba. Pero, a pesar de las dificultades, me negaba a permitir que la tristeza me consumiera. Recordaba las enseñanzas de mi abuela sobre la fortaleza y la determinación, y me aferraba a la idea de ser una versión mejor de mí misma.
Continuaba tejiendo los hilos de mi realidad en Forks, enfrentando mis miedos y desafíos con valentía y encontrando consuelo en las amistades que me rodeaban. A pesar de la incertidumbre que flotaba en el aire, me recordaba a mí misma que tenía la fuerza necesaria para superar cualquier obstáculo, con la esperanza ardiendo en mi corazón y la determinación guiándome en cada paso que daba.
Los chicos de la manada nos dejaron a mi y a Paul solos, recostados en la arena y escuchando el sonido del mar rompiendo en la orilla.. No hablábamos mucho y no era necesario, las palabras sobraban cuando estábamos juntos. Me agradaba eso de mi relación con Paul, que no era una necesidad el rellenar los silencios, sino que podíamos disfrutarlos libremente. Aún así, eso no me libraba de mis pensamientos, lo que me llevó a un flashback con Jasper.
Nos encontrábamos en el claro, el sol filtrándose entre las hojas de los árboles. Jasper me miraba con una sonrisa tímida mientras sostenía las amapolas en su mano extendida. Eran de un azul intenso y vibrante, como si hubieran sido pintadas por el mismo cielo.
— Espero que le gusten, Oralia —dijo en voz baja, sus ojos dorados brillando con un toque de nerviosismo.
Tomé las flores con cuidado, maravillándome por su belleza única.
— Son increíbles, Jasper. Gracias.
Él asintió y luego sacó un libro envuelto en papel. Al desenvolverlo, descubrí una edición hermosa de una novela de Jane Austen.
— Pensé que disfrutarías de esto. Jane Austen es una de mis autoras favoritas.
Mi corazón latía con emoción mientras sostenía el libro en mis manos.
—¡Es perfecto! Gracias, Jasper, realmente lo aprecio.
Sus ojos se encontraron con los míos, y en ese momento, hubo un entendimiento silencioso entre nosotros. Era como si las palabras fueran innecesarias, como si nuestras almas hablaran un idioma secreto que solo nosotros entendíamos.
Regresando al presente, una sonrisa triste se posó en mis labios mientras recordaba aquel momento. Pero entonces, una voz cálida rompió mis pensamientos, trayéndome de vuelta a la realidad.
— Lia, ¿estás soñando despierta de nuevo? —preguntó Paul con una risa suave, su mirada llena de complicidad.
Reí, apenada por haberme perdido en mis pensamientos. Es algo que solía pasar casi siempre, pero que últimamente disminuyó su frecuencia.
— Lo siento, Paul. A veces mi mente tiende a divagar.
Él sacudió la cabeza con una sonrisa cariñosa—. No tienes que disculparte por eso, Lia. Siempre has tenido esa chispa en tus ojos, como si estuvieras explorando un mundo más allá de lo que podemos ver. Aún si no sé qué es lo que atraviesa esa pequeña cabecita tuya, aunque puedo hacerme una idea por la mirada en tus ojos, el que puedas permitirte explorarla cuando estás conmigo me da la certeza de que te sientes lo suficientemente cómoda y segura como para bajar la guardia por un instante.
Sus palabras resonaron en mi interior, y me di cuenta de cuánto me entendía. Paul siempre había estado ahí, observando, comprendiendo y apoyándome en silencio.
— Gracias, Paul. Tu comprensión y apoyo significan mucho para mí —admití sinceramente.
Nos levantamos y caminamos juntos en silencio por un momento, sintiendo la conexión que había entre nosotros. Era como si nuestras almas estuvieran sintonizadas en una frecuencia única, capaces de comunicarse sin palabras.
Finalmente, Paul habló de nuevo—. Oralia, he estado pensando en algo. ¿Te gustaría pasar un día en La Push este fin de semana? Podríamos explorar la playa y disfrutar del mar.
Una oleada de emoción me recorrió—. ¡Eso suena increíble, Paul! Me encantaría.
Su sonrisa se ensanchó, y su mano rozó la mía en un gesto cariñoso.
— Genial, entonces será una cita.
Mis mejillas se tiñeron de un ligero rubor, y aunque no dijo más, sus ojos brillaban con una ternura que no pasó desapercibida.
Los días pasaron, y cada encuentro con Paul era como una pieza de rompecabezas que encajaba perfectamente en mi vida. En cada gesto cariñoso y detalle, sentía su amor y admiración. Flores de papel hechas a mano seguían apareciendo en lugares inesperados, una prueba constante de su cariño por mí.
Un día, mientras compartíamos un paseo por el bosque, la brisa llevó consigo un aroma dulce y fresco. Paul me miró con una sonrisa traviesa y me entregó una flor.
— Para ti, Lia.
Mis ojos se iluminaron al reconocer la flor. Era un tulipán naranja.
— Probablemente ya lo sabes, pero los tulipanes naranja son símbolo de aprecio y comprensión, que es lo que espero que sientas conmigo. Te quiero demasiado, y sé que sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, que siempre te comprenderé y apoyaré sin importar lo que ocurra.
— No tengo palabras, Paul. De verdad, muchas gracias —dije mientras me lanzaba a abrazarlo.
Paul se está metiendo dentro de mi corazón con una fuerza sorprendente. Jasper aún tiene un lugar ahí y siento que siempre estará, pero Paul ha logrado demostrarme que a pesar de todo, quiere estar conmigo. Y me confunde, porque no sé si estoy lista para corresponderle sin dañarlo.
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𝙀𝙡 𝙥𝙧𝙤́𝙭𝙞𝙢𝙤 𝙘𝙖𝙥𝙞́𝙩𝙪𝙡𝙤 𝙚𝙨𝙩𝙖𝙧𝙖́ 𝙞𝙣𝙩𝙚𝙣𝙨𝙤. 𝙋𝙤𝙧 𝙚𝙡 𝙢𝙤𝙢𝙚𝙣𝙩𝙤, 𝙢𝙚 𝙦𝙪𝙚𝙧𝙞́𝙖 𝙘𝙚𝙣𝙩𝙧𝙖𝙧 𝙚𝙣 𝙊𝙧𝙖𝙡𝙞𝙖 𝙮 𝙘𝙤́𝙢𝙤 𝙚𝙨𝙩𝙖́ 𝙖𝙛𝙧𝙤𝙣𝙩𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙡𝙖𝙨 𝙨𝙞𝙩𝙪𝙖𝙘𝙞𝙤𝙣𝙚𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙫𝙞𝙫𝙚 𝙮 𝙡𝙤𝙨 𝙡𝙖𝙯𝙤𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙖́ 𝙘𝙧𝙚𝙖𝙣𝙙𝙤.
𝙔𝙖 𝙥𝙧𝙤𝙣𝙩𝙤 𝙝𝙖𝙗𝙧𝙖́ 𝙙𝙧𝙖𝙢𝙖 𝙮 𝙘𝙤𝙢𝙥𝙡𝙞𝙘𝙖𝙘𝙞𝙤𝙣𝙚𝙨, 𝙣𝙤 𝙨𝙚 𝙥𝙧𝙚𝙤𝙘𝙪𝙥𝙚𝙣.
𝙀𝙨𝙥𝙚𝙧𝙤 𝙦𝙪𝙚 𝙡𝙚𝙨 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙚 𝙮 𝙖𝙥𝙧𝙚𝙘𝙞𝙖𝙧𝙞́𝙖 𝙨𝙞 𝙙𝙚𝙟𝙖𝙣 𝙨𝙪 𝙖𝙥𝙤𝙮𝙤 𝙘𝙤𝙣 𝙪𝙣 𝙫𝙤𝙩𝙤 𝙤 𝙪𝙣 𝙘𝙤𝙢𝙚𝙣𝙩𝙖𝙧𝙞𝙤. 𝙎𝙞 𝙣𝙤 𝙨𝙖𝙗𝙚𝙣 𝙦𝙪𝙚 𝙘𝙤𝙢𝙚𝙣𝙩𝙖𝙧, 𝙪𝙣 𝙘𝙤𝙧𝙖𝙯𝙤́𝙣 𝙖𝙯𝙪𝙡 𝙨𝙚𝙧𝙖́ 𝙨𝙪𝙛𝙞𝙘𝙞𝙚𝙣𝙩𝙚 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙙𝙚𝙟𝙖𝙧𝙢𝙚 𝙨𝙖𝙗𝙚𝙧 𝙦𝙪𝙚 𝙡𝙚𝙨 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙖 𝙡𝙖 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖.
𝘾𝙤𝙣 𝙘𝙖𝙧𝙞𝙣̃𝙤,
𝙋𝙤𝙥𝙥𝙮.
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