
𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙤𝙡𝙤 𝙊𝙩𝙩𝙤
𝘼𝙣𝙩𝙚𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙩𝙤𝙙𝙤, 𝙢𝙚 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙖𝙧𝙞́𝙖 𝙙𝙞𝙨𝙘𝙪𝙡𝙥𝙖𝙧𝙢𝙚. 𝘿𝙚𝙨𝙖𝙥𝙖𝙧𝙚𝙘𝙞́ 𝙥𝙤𝙧 𝙗𝙖𝙨𝙩𝙖𝙣𝙩𝙚 𝙩𝙞𝙚𝙢𝙥𝙤, 𝙥𝙚𝙧𝙤 𝙚𝙨𝙩𝙪𝙫𝙚 𝙘𝙤𝙢𝙥𝙡𝙞𝙘𝙖𝙙𝙖 𝙮 𝙢𝙚 𝙘𝙤𝙨𝙩𝙤́ 𝙤𝙧𝙜𝙖𝙣𝙞𝙯𝙖𝙧𝙢𝙚 𝙥𝙤𝙧 𝙡𝙤 𝙦𝙪𝙚 𝙖 𝙥𝙚𝙣𝙖𝙨 𝙮 𝙥𝙤𝙙𝙞́𝙖 𝙚𝙨𝙘𝙧𝙞𝙗𝙞𝙧. 𝙇𝙖 𝙩𝙚𝙨𝙞𝙨, 𝙡𝙖 𝙥𝙧𝙖́𝙘𝙩𝙞𝙘𝙖 𝙮 la universidad en general me tenían bastante ocupada. Pero ahora puedo decir que soy una mujer egresada y libre. Y desempleada JAJAJAJ.
Pero ya tengo mi título de periodista y, en definitiva, tengo más tiempo mientras consigo trabajo.
𝙍𝙚𝙨𝙥𝙚𝙘𝙩𝙤 𝙖 𝙡𝙖 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖, 𝙫𝙤𝙮 𝙖 𝙧𝙤𝙢𝙥𝙚𝙧 𝙪𝙣 𝙥𝙤𝙘𝙤 𝙡𝙖 𝙡𝙞́𝙣𝙚𝙖 𝙩𝙚𝙢𝙥𝙤𝙧𝙖𝙡 𝙚𝙣𝙩𝙧𝙚 𝙚𝙡 𝙘𝙖𝙢𝙗𝙞𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙝𝙚𝙧𝙢𝙖𝙣𝙤𝙨 𝘾𝙡𝙚𝙖𝙧𝙬𝙖𝙩𝙚𝙧 𝙮 𝙡𝙖 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙩𝙚 𝙙𝙚 𝙃𝙖𝙧𝙧𝙮. 𝙋𝙧𝙞𝙢𝙚𝙧𝙤, 𝙨𝙚 𝙧𝙚𝙖𝙡𝙞𝙯𝙖 𝙡𝙖 𝙩𝙧𝙖𝙣𝙨𝙛𝙤𝙧𝙢𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚 𝙇𝙚𝙖𝙝, 𝙡𝙪𝙚𝙜𝙤 𝙡𝙖 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙩𝙚 𝙙𝙚 𝙃𝙖𝙧𝙧𝙮 𝙮 𝙩𝙧𝙖𝙨 𝙚𝙨𝙤 𝙤𝙘𝙪𝙧𝙧𝙚 𝙡𝙖 𝙩𝙧𝙖𝙣𝙨𝙛𝙤𝙧𝙢𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚 𝙎𝙚𝙩𝙝. 𝙋𝙤𝙧 𝙨𝙞 𝙡𝙚𝙚𝙣 𝙖𝙡𝙜𝙤 𝙦𝙪𝙚 𝙣𝙤 𝙡𝙚𝙨 𝙘𝙪𝙖𝙙𝙧𝙖.
Volví con un capítulo medianamente largo y varias ideas en proceso. Y esta vez no los abandonaré.
𝘼𝙝𝙤𝙧𝙖, 𝙣𝙤 𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧𝙧𝙪𝙢𝙥𝙤 𝙢𝙖́𝙨.
Comenzar a salir con Paul fue difícil, pero no por lo que pudieran creer. La manada más de una vez creyó necesario advertirme sobre las improntas y cómo podían afectar la vida de un lobo. Leah, tras unirse a la manada, era quien mayor preocupación mostraba por mi. Me contó toda la historia del triángulo entre ella, Sam y Emily. La vi quebrarse y activó un instinto protector dentro de mi.
Ese día, Sam recibió la paliza más dura que jamás recibirá en su vida. Luego conversamos como personas civilizadas y logró entender que la forma en la que actuó no fue la correcta. Y que seguía sin serlo, pues Leah era quien tenía que ver constantemente sus pensamientos sobre Emily y vivir con las burlas que el resto hacía sobre ella y su temperamento.
Su actitud tenía justificación, y me daba rabia que los chicos no pudieran ser un poco más empáticos y menos machistas al respecto. Ellos jamás podrían entender realmente lo que la única loba de la manada sentía porque nunca lo habían vivido. Aún si compartían mentes, jamás se pondrían en el lugar de ella. Y, de todo corazón, esperaba que no tuvieran que atravesar esas instancias.
Con Paul conversamos las cosas y él constantemente me reiteró que jamás pondría su impronta sobre mí. Pero viendo a Sam y Emily o a Jared y Kim, podía cuestionármelo. No me ponía el parche sobre la curita, pero estaba segura de que llegado el momento, quizá me tocaría despedirme de Paul, aún si no es lo que mi corazón desea.
Supongo que, de una u otra forma, tras todas las decepciones que he vivido, no me permito amar con total libertad. Y está mal, porque todos deberíamos poder recibir el mismo amor que sabemos que podemos y queremos entregar. Todos merecemos un amor desinteresado y capaz de atravesar las dificultades y altibajos que se puedan presentar. Todos deberíamos poder tener a ese alguien que nos complemente y que nos haga querer superarnos para ser alguien mejor.
Pero cuando llega el punto en el que estás tan decepcionado y tan dañado, por más que el corazón desee entregarse a amar a puertas abiertas, nuestra mente y subconsciente comienzan a poner trabas. Se cierran las puertas y las ventanas con llave. No queda un mínimo de posibilidades en las que se pueda filtrar ese sentimiento. No a menos que alguien realmente se gane ese derecho y le entreguemos las llaves, una a una, por nuestra propia voluntad.
Jasper lo había logrado. Pero tras su marcha, todas las cerraduras se convirtieron en unas con doble llave y cubiertas de cortinas metálicas, como la de las tiendas.
Paul está cada vez más cerca de lograrlo. Las cortinas se levantan poco a poco, pero con reticencia, dudosas de lo que podría ocurrir en un futuro.
Comienzo a barrer la tienda, pues cada vez estamos más cerca del horario de salida. Pronto escucho que la puerta de entrada es abierta y me dispongo a dar la bienvenida al cliente cuando siento a alguien dándome un abrazo apretado. No me lo esperaba y por poco hago una maniobra para soltarme. El calor distintivo de los metamorfos y el olor característico de mi única amiga loba me hacen desistir de la idea. Pero me asusta. Leah no es mucho de mostrar afecto físico, por lo que me preocupa que, repentinamente, haya entrado a la tienda sólo para abrazarme. Y esa preocupación se profundiza cuando siento mi hombro húmedo a la vez que la escucho sollozar suavemente.
La guío a uno de los sillones y con un sutil movimiento de mis dedos hago que el letrero de "abierto" se volteé hacia el lado de "cerrado".
— Se fue, Lía —dijo entre lágrimas mi amiga a los minutos de habernos sentado y estando un poco más calmada. No entendí a qué se refería, pero no quise interrumpirla— . Papá se fue, ya no está más —se quebró de nuevo.
Y yo no pude creerlo. ¿Harry Clearwater había muerto? ¿Cómo? Tenía entendido que hoy iría a pescar con Charlie y me preocupé por él también.
— Estábamos cazando a una vampira pelirroja que estuvo acechando el pueblo. No sabemos qué quiere o qué busca, pero en mitad de la cacería, mientras la perseguíamos, apareció frente a papá y le dió un infarto. Cuando el jefe Swan lo encontró, papá ya no reaccionaba.
Aprovechando que el local estaba vacío, hice un movimiento de dedos y todas las persianas se cerraron, brindándome privacidad con la loba. Después de unos cuantos minutos en los que simplemente estuvimos abrazadas mientras ella se desahogaba, la dejé en un sillón y le busqué un chocolate caliente junto a unos pañuelos.
Me contó que ese mismo día harían el funeral, que apenas se enteró vino donde yo estaba, sabiendo que podría llorar y expresar su tristeza sin sofocar a los chicos de la manada, evitando comentarios o miradas de lástima. Y Leah no necesitaba eso, necesitaba comprensión y apoyo.
— Leah, cariño, tenemos que ir a tu casa, ¿sí? Hay que ver a tu madre y a Seth. Trataré de ayudar en lo que pueda.
La loba solo asintió y se tomó el chocolate caliente mientras su mente estaba en otra parte. Por mi parte, le envié un mensaje de texto a Paul para avisarle que Leah estaba en la cafetería conmigo y que pronto iríamos a la casa Clearwater.
Cuando llegamos a la casa de Leah aparqué la moto lo más cerca que pude de la casa. Cuando entramos, ella se dirigió directo con su hermano y yo me acerqué a su madre que estaba con los ancianos del consejo.
— Sue...—la abracé—, lamento tu pérdida. Cualquier cosa puedes contar conmigo—. La mujer me dio un leve apretón de manos y se sentó nuevamente después de agradecerme.
Minutos más tarde vi a los chicos de la manada entrar y, al mismo tiempo, noté cómo el menor de los Clearwater salía corriendo con Leah detrás. Atiné a seguirlos hacia la parte trasera de la casa, la más cercana al bosque y la que se encontraba más lejos de toda la multitud.
Sentí a Paul y Sam tras mi. Los hermanos Clearwater se encontraban gritándose el uno al otro. Seth le recriminaba a Leah el nunca estar en casa y dejarlo solo para irse con los "chicos de la secta". Vimos cómo el cuerpo del muchacho comenzó a temblar, siendo aún más fuerte después de que Leah le pidiera que respirara. De la nada, y de no ser porque tengo mis instintos y sentidos aumentados, vi a Seth transformándose en un precioso y pequeño lobo arenoso.
Seth se vio medio alterado. Sam intentó ayudarlo con su poder de alfa, Leah trató de hablar con él y Paul... Bueno, él solo se quedó parado ahí. El lobezno no paraba de lloriquear y cuando le hablaban era como si no los escuchara.
Me acerqué despacio y, con la mano estirada, llegué hasta su lado. Le di suaves caricias en la frente y en el cuello mientras que mi frente la pegué a la suya.
— Seth, respira. Siente y escucha mi respiración y trata de seguirme —lo calmé—. Vamos, cachorro, poco a poco relájate. Sé que puedes. No estás solo, Leah, Sam, Paul y yo estamos aquí para ti —el lobo poco a poco fue calmando su respiración—. Eso, pequeño. Ahora, Sam se va a acercar y te va a explicar cómo transformarte, ¿está claro? —me alejé un poco mientras el alfa se acercaba a él y le explicaba lo que tenía que hacer para volver a ser humano.
Cuando el pequeño se transformó Leah inmediatamente corrió hacia él y lo abrazó. Paul me acercó un short que rápidamente le entregamos al menor. Cuando vimos que los hermanos se abrazaron y comenzaron a llorar fue cuando el resto decidimos alejarnos. Era muy probable que Seth, al estar recién transformado, con las emociones a flor de piel y siendo el menor, pudiese transformarse en cualquier momento. Pero Leah era una de las mejores en combate de la manada así que nos quedamos tranquilos al respecto.
— Sam, quiero ayudar —le dije mientras caminábamos—. Puedo ayudarlos a entrenar y a atrapar a la vampira.
— Lo sé, cachorra. Pero ahora mismo hay algo más que debo decirte —me puso las manos en los hombros y Paul se acomodó tras de mi—. Bella saltó del acantilado y, de no ser por Jacob, probablemente este sería un funeral doble. Charlie no lo sabe, está dentro con Sue y Billy. Jake llevó a Bella a su casa, deberían estar por llegar.
— Iré a verla. No le digan a Charlie, ¿okey? Quizá debería saberlo, pero ya está en una situación difícil y saber lo de Bella solo lo pondrá más nervioso.
— ¿Qué harás tú?
Caminé hacia mi moto y me tomé el casco. Me monté y calculé cuánto me demoraría hasta la casa de Bella si manejaba a máxima velocidad.
— Veré cómo está, le prepararé un té para que entre en calor, aunque dudo que lo necesite si Jake está con ella, y luego le preguntaré amablemente qué pasaba por su cabeza para lanzarse de un acantilado y estando sola.
Paul sabe que no puede detenerme, así que simplemente me da un beso en la frente y me ayudó a colocarme el casco.
— Llama cualquier cosa. Si ves a la vampira no la enfrentes sola, primero llámanos y estaremos ahí en menos de cinco minutos —me dijo Sam.
— Lo sé, no te preocupes. Nos vemos pronto.
Arranqué. En diez minutos llegué a la casa Swan y vi la camioneta de Bella fuera y, un poco más lejos, un Audi que conocía muy bien. Corrí hasta la puerta de la casa y entré sin tocar antes. Bella estaba parada junto al sofá. A su lado estaba Alice y Jacob estaba un par de pasos delante de mí, cerca de la puerta de entrada.
Ignoré a la pequeña pixie y al lobo y me acerqué a la adolescente, dándole un abrazo y un golpe en la cabeza.
— ¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurre lanzarte desde un acantilado, SOLA, y sin tomar las medidas necesarias?
— No fue nada... Estaba haciendo clavados. Los chicos lo hacen todo el tiempo.
— Sí, pero los chicos son lobos que sanan inmediatamente con una temperatura que jamás los dejaría llegar a la hipotermia. Tú, por otro lado, eres una humana. Y una muy estúpida. ¿Acaso no pensaste en Charlie?
— Yo, eh, lo siento. Estoy bien y no lo volveré a hacer.
La vampiresa se acercó despacio a donde estaba y me dio un abrazo que respondí muy brevemente. Nunca fuimos muy cercanas, no como Bella y ella, pero si teníamos una buena relación al yo estar con su hermano.
— Hola, Alice.
— Hola, Lía. Me alegro de verte.
Jake, que hasta entonces se había mantenido callado, habló con un tono de voz apretado. Su mandíbula estaba fuertemente marcada y sus puños cerrados al costado.
— No podemos decir lo mismo.
— Nadie te hablo, perro.
— No juegues con mi paciencia.
— ¡Jake! ¡Alice! —Les dijo Bella—. Alice, Lía, ¿pueden dejarme a solas con Jake?
— Está bien. Cualquier cosa estaré pendiente —le dije.
— ¿Alice?
— Bien. Estaremos fuera.
— Alice, no volverás a irte, ¿verdad?
— No, pero volveré cuando saques al perro.
Debía admitir que me causaba un poco de gracia la rencilla entre ambas especies. Vi muchas similares en el pasado.
Con la duendecilla nos acomodamos en la escalera de entrada en absoluto silencio. Le mencioné a Paul que una Cullen había vuelto y que Bella, Jake y yo estábamos bien.
— Jasper está distinto —la oí decir. Mi corazón dio un latido extra—. Desde que nos fuimos sólo habla con Esme. Se pelea por todo con Rose y Emmett. De alguna forma, al irse y dejarte aquí, también dejó gran parte de lo que era él.
— Sí, bueno, supongo que el remordimiento te cambia. Después de dejarme plantada en una cita, irse sin avisar y luego enterarme por terceros que ya no estaban en Forks, supongo que el karma llegué de incontables veces.
— Jasper no tuvo la culpa, fue Ed... —Alice se quedó en blanco. Me acerqué rápido a ella y, sin que pudiese preguntar qué ocurría, salió corriendo dirección a la cocina.
La seguí sin entender mucho y alcancé a escuchar que Edward iría Italia porque pensaba que Bella estaba muerta. La adolescente, tras reclamarle a Jake el no dejarle responder el teléfono, agarró sus cosas y a paso veloz fue a la puerta de entrada. Sabiendo lo que haría caminé con ella.
Cuando Alice y Bella estuvieron en el auto, Jake se acercó a la ventana de Bella y le rogó que no fuera.
Al no resultar, abrí la puerta trasera y, antes de subir también, le entregué mis llaves al moreno.
— Dile a Charlie que estoy con Bella y que la cuidaré. Y dile a Paul que lo quiero y que no se moleste mucho. En un par de días estaré de vuelta.
— ¿Tú también...?
— Sí, Jake. Yo iré.
— Cuídala.
— Lo haré —le di un beso en la mejilla y subí al auto—. Maneja, Alice.
— ¿Lía? No deberías venir, será peligroso —me dijo Bella.
— No tienes que preocuparte, Bella. Todo saldrá bien.
La adolescente me miró brevemente antes de acomodarse en el asiento y conversar con la vampira.
Yo, por mi lado, le dejé un mensaje a Paul, disculpándome por irme sin avisar y pidiéndole que se cuide, que se pase por la cafetería y riegue mis plantas. A su vez, me dediqué a prepararme mentalmente.
Dentro de unas horas me encontraría nuevamente con los Vulturi y, esta vez, nadie saldría lastimado si podía evitarlo.
🔸🔸🔸🔸🔸
Ya estoy escribiendo el noveno capítulo, así que espero estarlo trayendo pronto.
Por mientras, agradecería si van dejando comentarios en la historia. Saber si les gusta y que opinan sobre ella me motiva a escribir mejores cositas.
Los quiero mucho y prometo no desaparecer nuevamente.
Un abrazo,
Poppy.
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