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45. Algo tendré que hacer

📆 POR LA TARDE

- Buenas tardes. Soy el doctor Garrido, ¿Marco y Olivia, verdad?

Asiento ante la pregunta del ginecólogo que nos va a atender. Desde el club gestionaron la cita con uno de los mejores médicos en ginecología que hay en Madrid y a casa segundo que estoy en ésta consulta, mis nervios aumentan cada vez más.

-Pues contadme que os trae aquí -nos pide él, siendo yo la que le relato todo lo que sufrí desde que me quedé embarazada.

No puedo evitar en algunos momentos que se me escapen las lágrimas, pero ahí está Marco tranquilizándome y dándome toda esa calma que tanto necesito. El doctor está muy atento a cada una de mis palabras, haciéndome preguntas de vez en cuando. 

- ¿Estás asustada, verdad? -me pregunta en un tono de voz bastante cariñoso. 

- Mucho. Muchísimo. Tengo miedo de que vuelva a ocurrirme lo de mi anterior embarazo.

- Olivia. Lo primero es que te tranquilices. Por ti, y por el bebe. Vamos a hacerte ahora mismo todas las pruebas que tengo a mi alcance. Vamos a empezar por análisis de sangre, un urocultivo, varios test, la curva del azúcar...todo. Y por último, una ecografía. De todas maneras, ya te dirían que la osteogénesis es hereditaria, así que lo que quiero comprobar primero, es que tú, no seas la portadora, ¿de acuerdo?

- De acuerdo -le respondo con un hilillo de voz pues ahora mismo estoy en sus manos. 

- Bien, pues vamos a empezar ahora mismo con todo. No me pienso ir de aquí esta tarde hasta que sepamos cien por cien como estás tú y como está el bebe. Así tengamos que estar hasta mañana. ¿te parece bien?

- Me parece perfecto -es lo único que me atrevo a responder pues aún sigo muy intranquila. 

- Bueno, pues vamos a empezar, Olivia. Y paciencia, te pido mucha paciencia porque quiero también pedir tu historial médico y espero poder tener acceso a él lo antes posible. 

Una enfermera aparece en la consulta y me pide que la acompañe para empezar todo el proceso, el cual, sé que será muy largo. 

- ¿Puedo ir con ella? -le pregunta Marco. 

- Claro que si. Además así también te hacemos a ti algunos análisis para las pruebas genéticas. Y tranquilos, que estáis en buenas manos -nos cuenta la enfermera de la misma forma amable que el doctor. 

Y si, eso es algo que ni dudo.

📆 Mucho más tarde

Son casi las once de la noche. Estoy muy cansada. Me han sacado sangre, me he hecho la prueba del azúcar y más pruebas que no recuerdo. Tuvimos un descanso para merendar, pero ahora no puedo tirar de mi alma. Y tengo que estar espabilada, porque ahora es cuando nos dirán los resultados de todo lo que me han hecho Y eso si que me asusta. 

Marco y yo estamos ya en la consulta. El doctor Garrido está mirando todo en su ordenador y en los folios que tiene delante. Su cara de concentración me tiene nerviosa, pues no nos dice nada de lo que ve. 

- Bueno, Marco, Olivia. Tengo que deciros que estoy muy contento con los resultados -nos cuenta al fin produciéndome cierto alivio sus palabras. 

- Oh, dios mío -no puedo evitar jadear de la sorpresa y sentir un escalofrío por todo mi cuerpo por lo que él nos cuenta. 

-Todo ha salido perfecto, el cribado muestra que no hay trastornos cromosómicos ni defectos del tubo neural. La curva del azúcar está por debajo de los límites, los análisis de sangre perfectos. Mira, Olivia, lo que está claro, según las pruebas genéticas, es que la osteogénesis no la heredaste tú ni nadie de tu familia, así que seguramente el gen lo tiene el padre de tu primer bebe.

No puedo evitarlo y me pongo a llorar tras sus palabras. Al momento, siento las manos de Marco coger las mías y llevárselas a los labios para besarlas. Me seco las lágrimas como puedo y miro al médico resoplando con fuerza.

- Tengo una duda -le digo más tranquila pero sin que todavía no se me haya quitado la preocupación de encima- me dijeron que no podría tener hijos. Así que no entiendo como he podido quedarme embarazada.

- Eso es algo que tiene fácil explicación. Te he hecho una ecografía vaginal y también he estado leyendo tu historia médica. Tenías las trompas de Falopio bloqueadas por un fibroma. Por eso el esperma no podía llegar al óvulo.

- ¿Y ya no lo tengo? -le pregunto sin tener ni idea de lo que ha podido pasar.

- No, ya no lo tienes. Seguro que has tenido reglas muy abundante, ¿verdad? -me pregunta él siendo mi respuesta afirmativa. 

- Pues si. Unos meses antes de Navidad empecé a sangrar más de lo normal. Y las reglas me duraban casi 8 ó 9 días -le cuento recordando como tenía que ponerme compresas y tampones de lo mucho que sangraba. 

- Pues ese era el fibroma disminuyendo de tamaño. Lo que no sé es como te dieron ese diagnóstico con tanta seguridad, Olivia. No lo entiendo.

- Pues yo tampoco -le confieso algo molesta pues si de verdad alguien hubiera visto lo que el doctor me dice, nada de esto habría sucedido. 

- Eso sí, estás baja de hierro y hay que vigilarte la tensión por el episodio de preclampsia. Pero nada que un régimen rico en hierro y bajo en sal no pueda solucionar. Olivia, quiero que me hagas caso en lo que te voy a decir -el doctor Garrido me mira bastante serio dejándome algo intranquila porque no sé que quiere decirme- quiero que disfrutéis los dos de vuestro embarazo. Que estéis tranquilos y que lo viváis cada día. Olivia, tómate las cosas con calma, sin preocupaciones, porque te aseguro de que todo va a ir bien. Ya me encargaré yo de que así sea. Por lo pronto, te doy cita para verte de nuevo dentro de un mes. Eso sí, volveré a hacerte análisis y la curva del azúcar porque quiero tenerte muy controlada

- Lo que usted diga va a misa -le digo sonriendo muchísimo más tranquila.

- Bueno, y ahora, supongo que querréis ver al pequeñín. Aunque os advierto que no se verá formado, eso por lo menos no sucederá hasta las 12 semanas de embarazo, pero creo que os quedaréis más tranquilos si vosotros mismos veis que está ahí.

Marco vuelve a apretar mi mano, antes de que me levante para ir a la habitación contigua y hacerme la ecografía. Cuando me levanto, su rostro muestra una maravillosa expresión de felicidad que hace que yo también lo sea. 

La enfermera me da indicaciones y en pocos minutos, estoy tumbada en la camilla con el ecógrafo en mi vientre desnudo. La mano de Marco sujeta la mía pendiente de lo que va sucediendo en la pantalla. 

- Aquí está la placenta, y esto de aquí más sombreado es el saco gestacional. El bebé aún es pequeño. Mide 10mm, es como un garbanzo, pero si observáis este punto de aquí -nos dice señalando un pequeño punto que parpadea- este es su corazón, y ...está latiendo.

📆 MÁS TARDE

Marco paró de camino a su casa en un restaurante de comida para llevar. Era bastante tarde y él mañana tiene entrenamiento a primera hora. El domingo juega en casa, y me ha pedido que vaya a verle. Aún no le he dicho a mi madre que estoy aquí, y en algún momento tendré que decírselo. Sé que no se va a creer, sobre todo cuando se entere de que va a ser abuela. Marco y yo decidimos que vamos a decírselo a las dos familias a la vez. Y que mejor que sea en casa. En casa. 

Marco me ha pedido formalmente que me vaya a vivir con él, y no lo he dudado ni un sólo segundo. Aunque le he protestado porque seguramente el ginecólogo le tiene que estar costando mucho dinero. Como siempre, me ha dicho que eso no importa, que el dinero que gana está para estás cosas, para que me atienda el mejor ginecólogo de Madrid.

- Si quieres mañana podemos ir a comprar cuando venga de entrenar -me dice Marco terminando de comer- tienes que comer más legumbres y verdura.

- Vale. Lo que tú quieras -le sonrió a Marco y dejo que él me agarre de la mano. Sentir otra vez el calor de su piel contra la mía es algo que he deseado tanto que ahora parece un bello sueño el tenerlo a mi lado otra vez. 

- Me voy a encargar personalmente de que comas bien, ¿de acuerdo? y te voy a mimar mucho.

- Uy, creo que eso me va a encantar, los mimitos... -le saco la lengua a Marco y sigo comiéndome mi yogur de melocotón sin poder quitar la sonrisa de felicidad que luzco en mi rostro. 

- Creo que voy a ir a darme una ducha y luego voy a acostarme. Estoy reventado -Marco se levanta y empieza a recoger las cosas de la mesa. 

- Déjalo Marco, ya lo hago yo -le pido para que se vaya a ducharse y descanse. 

- ¿Porqué estás seria? -me pregunta poniendo sus manos encima de la mesa pues creo que se ha dado cuenta de como me ha cambiado la expresión del rostro. 

- Pues, porque me siento culpable del viaje que te has pegado. No has descansado nada, Marco. 

- A ver. He ido a buscar a mi novia y a mi bebé para que se vengan a vivir conmigo. Ayer estaba solo, y hoy somos tres. No veo donde está el problema. No te sientas culpable, Oli. Volvería a hacerlo mil veces más con tal de esta contigo -Marco se acerca a mi y me da un suave beso en los labios- voy a darme esa ducha.

Marco me sonríe antes de salir del comedor. Dejo que un suspiro roto salga de mi garganta antes de levantarme y recoger la mesa. Cuando termino, apago las luces del comedor y subo las escaleras hacia el dormitorio. Yo también estoy cansada. Ha sido un día agotador, desde que me levanté. Me apetece ducharme, ponerme una camiseta de Marco y acostarme. 

Entro al dormitorio y no puedo evitar sentirme mal. La última vez que estuve aquí hui de Marco. Y ahora que estoy de nuevo, casi ni me lo creo. Lo escucho ducharse y mi mente empieza a imaginarlo desnudo debajo de la ducha, y no puedo evitar desearlo. Desear estar con él y perderme en sus brazos. 

Me quito la camiseta, los pantalones y los calcetines con las zapatillas. Respiro con fuerza y abro la puerta del baño. Al entrar y cerrar tras de mi, observo a Marco, quien tiene las manos apoyadas en los azulejos. El agua le cae por todo su cuerpo desnudo. Alza su cabeza cuando me escucha entrar. Ambos compartimos la misma mirada de deseo. Algo que entre nosotros no se ha apagado. 

- ¿Puedo ducharme contigo? -le pregunto mordiendo mi labio inferior y pidiendo que no me rechace. 

Marco se pone erguido y abre la mampara sin dejar de mirarme. Llevo mis manos hacia el broche de mi sujetador y me lo quito dejando mis pechos al aire. Me bajo con lentitud las braguitas y las dejo a un lado. Ando despacio y entro en la ducha. Marco cierra la mampara y me hace un sitio. Llevo mi mano a su cintura acariciando su espalda con lentitud. El agua le cae por el pelo y por la cara. Está terriblemente atractivo. Lo veo más guapo que la última vez que estuvimos juntos. Es mi dios del surf. 

Estoy nerviosa por estar tan cerca de él. Trago saliva cuando siento sus labios en mi cuello. Mis pezones se ponen muy duros cuando una de sus manos los acaricia. Jadeo excitada cuando su mano viaja a través de mi piel hasta llegar a mi clítoris.

- He echado de menos tus gemidos -me dice Marco hablándome al oído.

Su mano se mueve entre mis pliegues de arriba a abajo. Sus dedos son suaves. Marco me conoce, sabe donde tocarme, sabe lo que me gusta. Mis manos aprietan su cintura y dejo que mi cabeza repose en su pecho sintiendo cada caricia, cada roce de sus dedos. Los mueve en círculos haciendo que jadee más deprisa. Sus exquisitas caricias me tienen al borde, pues llevo tanto tiempo sin estar con él, que el deseo ha dado paso al placer más lujurioso. Muevo mis caderas, llevándolas hacia su mano, para que aumente el ritmo.

-Más -le ruego dejándole una marca en su cuello.

Él aumenta el ritmo, penetrándome con uno de sus dedos. Siento cada parte de mi cuerpo como quiere estallar y mis piernas se vuelven de mantequilla cuando un temblor recorre todo mi cuerpo . Las aprieto sintiendo sus dedos moverse más deprisa y me abandono al tempranero orgasmo. Estallo en mil pedazos y cuando él quita mis dedos de mi clítoris, yo aún estoy temblando.

 Alzo mi cabeza y sus labios están sobre los míos besándome con desesperación. Dejo que su lengua roce la mía una y otra vez y me permito atrapar su labio inferior entre mis dientes provocando un fuerte gemido en él. Marco se separa de mi y agarra mi cintura. Nos miramos a los ojos respirando los dos de forma más agitada. Sus ojos marrones están oscurecidos y me mira con mucho deseo. Como el que yo tengo por él.

Marco me da la vuelta y coge mis manos para que las apoye en los azulejos. Se pone detrás de mi y puedo sentir su cuerpo húmedo por el agua como se pega al mío. Me agarra de la cintura y puedo sentir como su pene busca mi abertura.

- Un puto mes y medio sin estar dentro de ti, sin sentirte, sin abrazarte. Debería estar enfadado pero lo que estoy es ansioso por poseerte -Marco me embiste de una sola estocada. Echo mi cabeza hacia atrás al sentir como todo mi cuerpo reacciona a su invasión

- Marco...yo... -le digo al borde de las lágrimas pues no puedo evitar sentirme tan culpable. 

- Shh. Ya te he perdonado amor, ya te he perdonado -sus labios rozan mi espalda y siento ligeros temblores por todo mi cuerpo. 

Marco se mueve entrando y saliendo de mi al principio con lentitud para después moverse con más prisa, con más ansías. Nuestros jadeos llenan el baño. El roce de nuestras pieles, sus besos en mi espalda y en mi cuello son demenciales. No hace falta que me roce para que me venga.

 Sus embestidas profundas hacen que me tense, que vuelva a sentir ese cosquilleo y esas ganas de no querer correrme porque no quiero que termine y de hacerlo porque estoy demasiado excitada. Marco sube sus manos hasta agarrar mis pechos. Echo mi cabeza hacia atrás apoyándola en la suya. Y entonces lo hago. Jadeo con más fuerza y me dejo llevar por el orgasmo. Él se mueve de forma más frenética, su cuerpo chocando con el mío una y otra vez.

 Un gruñido y un grito más alto salen de su garganta cuando se corre. Sus manos aprietan mis pechos con fuerza y yo jadeo al sentir los últimos espasmos del orgasmo. Marco apoya su cabeza en mi hombro y permanecemos así unos segundos mientras recuperamos el aliento. Sale de dentro de mi y me da la vuelta. Me deja apoyada en la pared de los azulejos y pone sus manos a ambos lados de mi cabeza. Me mira con los ojos brillantes, con las mejillas sonrosadas por el calor y cayéndole el agua por todo su cuerpo.

- Algo tendré que hacer para que no vuelvas a irte nunca más - me dice mirándome con una intensidad que no le había visto nunca en él. 

- Te he prometido que no lo haría -le recuerdo sintiendo de nuevo ganas de llorar. 

- Ya, pero eso no es suficiente -mi corazón palpita con fuerza en mi pecho. Es que tengo la sensación de que todo lo que vaya a hacer para demostrarle que lo siento, no va a ser suficiente para él. Y eso me está matando.

- ¿Y qué quieres que haga entonces? -le pregunto con la voz entristecida y sintiendo el corazón que parece querer salirse de mi pecho. 

- Que te cases conmigo.

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