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4. El Voleibol

Me he acostumbrado a la temperatura del agua del Cantábrico y ya no me parece tan fría. Hoy no hay tantas olas pero por lo menos he cogido unas cuantas. Salgo del agua con mi tabla en la mano y la clavo en la arena. Hay poca gente a estas horas de la mañana. Un señor con su perro y una chica corriendo. Me giro para flexionar mis brazos y veo a la chica mirándome. Nuestros ojos se miran durante un instante y ella aparta su mirada girando su cabeza mientras estira sus brazos.

Sonrío y aprovecho para mirarla. Lleva el pelo recogido en una coleta, creo que es medio pelirroja, por como el sol naranjea su pelo. Lleva una camiseta de tirantes y un pantalón corto. Tiene un cuerpo muy bonito. No está excesivamente delgada. Tiene curvas, algo que me encanta. Se da la vuelta y me mira disimuladamente mientras yo me bajo la cremallera del mono y me lo bajo hasta la cintura. La miró por el rabillo del ojo y suelto una maldición. Tiene una cara preciosa. Muy linda. Es blanquita de piel y tiene unos labios gruesos. Desde aquí puedo ver que tiene los ojos claros. Es muy guapa.

La veo estirar brazos y piernas y me quedo embobado viéndola. Sacudo mi cabeza para espabilarme y me voy hacia la ducha para quitarme la sal del cuerpo. Paso cerca de ella y vuelvo a mirarla. Dios, es preciosa. Nunca la había visto por aquí. Debe estar de vacaciones o vivir al otro lado del pueblo. Abeya tampoco es tan grande.

-Tranquilo, Asensio, que te emocionas -me digo a mi mismo mientras abro el grifo de la ducha.

Dejo que el agua me caiga por el cuerpo. Estoy nervioso pensando en que me está mirando. Me doy la vuelta y la miro de reojo. Sus ojos recorren mi cuerpo y lejos de sentirme incómodo me hace sentirme excitado. La miró y me imagino que está aquí en la ducha conmigo.
Joder, esto es increíble. Nunca una mirada había hecho que me pusiera duro como una piedra. El traje me la aprieta y me doy la vuelta pensando en abejitas, mariposas...

Cuando termino de ducharme me giro y ella ya no está. Me siento algo decepcionado. Miro a mi alrededor y la veo correr hacia el paseo y no puedo evitar sonreír. Y desear verla otro día. Camino de vuelta a casa y por el camino me cruzó con Bernardo, uno de los amigos de Rosa, que sorprendentemente me caen mejor que ella. Algunos saben quien soy y les da exactamente igual. A los que no les da, los trato menos. 

- ¿Qué tal las olas Marco? - me pregunta Bernardo chocando su mano con la mía, señalándome  el mar.

- Pocas, pero algunas he cogido -le cuento pues a él también le gusta surfear como a mi. 

- Esta tarde hemos quedado aquí para echar un ratillo al voley, si te apetece, pásate -me propone, siendo algo que si que me apetece hacer. 

- Me apunto. ¿A que hora? -le pregunto deseando que no sea muy temprano pues mis siestas de tarde son sagradas.

- A partir de las 18.30 o así, ya sabes, después de la merienda. 

- Pues luego nos vemos entonces.

Chocamos de nuevo nuestras manos y enfilo los escalones de regreso a casa. Aún no he visto a la vecina. Mi abuela dice que es un encanto y que no cotillee. Tampoco es que me interese mucho la vida de esta señora. Seguro que está separada o divorciada y ha venido aquí para olvidarse de un marido opresor.
Si, creo que estoy viendo demasiada telenovela turca. La culpa es de mi abuela que me está enganchando a ellas.

📅 POR LA TARDE

Estoy acostumbrado al bullicio de las playas de Mallorca, por eso estas me parecen gloria bendita. Aparte de que son playas totalmente diferentes. Pero me gusta la tranquilidad que hay aquí. Llegué hace un rato solo con mi toalla y mi mochila con mis cosas. Me senté con los chicos y después de hablar de todo un poco, nos dimos un baño. 

Es un grupo de tíos de mi edad, más o menos. Algunos están aquí de vacaciones, otros porque terminó el curso en la universidad, y hay algunos que trabajan en el pueblo o en la capital. Son buena gente. Gente sana. Sin maldad. Pero bueno, en la vida hay de todo. Me lo paso bien con ellos, es bueno conocer gente nueva.

Rosa está pululando por aquí pavoneándose con un bikini que no deja nada a la imaginación. Está hasta ordinaria con él. Resoplo hastiado. Este tipo de tías las veo venir a la legua. Ser futbolista de élite te hace estar resabiado de estos temas. No es la primera ni la última tía que se me acerca por ser quien soy. Y yo es que paso de ella, la verdad. Y después de la preciosa pelirroja que he visto esta mañana...Que bonita era por dios.

Decidimos jugar a vóleibol. Somos 5 para 5, incluyendo a la hermana de Bernardo, la cual con 15 años juega mejor que alguno de nosotros. Lo que queremos es echar un rato divertido. Y eso hacemos.

Un rato después estoy con los brazos cruzados esperando que vayan a por la pelota cuando mi corazón empieza a latir deprisa. La chica de esta mañana acaba de aparecer. Me quedo mirándola embobado. Lleva puestas unas gafas de sol y una bolsa de playa. El pelo se lo ha dejado suelto, y sí, definitivamente es medio pelirroja, medio castaña. Esta tarde lleva una camisola larga. Y ahora que la veo, es más guapa todavía.

Vuelven con la pelota y yo me coloco para jugar, eso sí, sin perder de vista donde se sienta. La veo poner su toalla en una esquina de nuestro campo. No pierdo detalle de cómo deja su bolsa en el suelo y se quita la camisola. Joder, y ahora si que no puedo dejar de mirarla. Me pasan la pelota y yo hago punto. Mientras nosotros nos preparamos para sacar, veo que lleva puesto un bikini rojo que realza sus pechos y la parte de abajo le hace un culo respingón.

Joder, está muy buena.

Sigo jugando como puedo y cambiamos de campo. Ahora la tengo justo al lado. Ella no se ha quitado las gafas de sol y estira sus piernas mirando al cielo. No puedo evitar observarla,  dándome igual que me esté mirando detrás de esas gafas. Confirmo que todavía de cerca, es más bonita.

Creo que ella nos está mirando jugar por la forma que ladea su cabeza. Nos peleamos en una jugada porque el balón ha dado en la raya y sería punto para nosotros, pero los de enfrente dicen que ha salido. No nos ponemos de acuerdo, hasta que yo me giro y me dirijo a la chica.

- Perdona -le digo poniéndome un poco cerca de ella- ¿tú te has fijado si el balón ha dado en la raya?

- Si, si me he fijado -me dice alzando su barbilla y sonriendo. Dios, tiene una sonrisa preciosa. 

Pero bueno Marco, ¿hay algo que no te guste de ella? No, definitivamente no. Y si encima es simpática y agradable, pues ya te digo.

Se quita las gafas de sol y se las pone en la cabeza. Me acabo de quedar hipnotizado. Tiene unos preciosos ojos verdes súper-clarísimos. Sus pestañas son muy largas y hacen que sus ojos sean todavía más bonitos. Puedo ver desde aquí que en su nariz hay algunas pecas. Mirándola, creo que tiene que tener mi edad más o menos. Intento que no se me note lo nervioso que estoy de hablar con ella. Es la primera vez que me pasa, que una chica me ponga tan nervioso.

- ¿Y bien? -le pregunta Amancio, otro de los chicos del equipo de enfrente- ¿ha entrado o no?

- Ha dado en la raya -contesta ella esbozando una ligera sonrisa a la vez que se moja sus labios uno contra el otro- no ha salido por completo.

- ¡Os lo dije! ¡Punto para nosotros! -grita Bernardo a mi lado chocando su puño con el mío.

- Gracias -le digo sin dejar de mirarla- me has hecho ganar un punto.

- De nada -contesta ella sonriéndome- pero el partido aún no lo has ganado.

Ella me da una mirada burlona y acaba poniéndose en pie. Le sonrío sin poder creerme el pedazo de zasca que me acaba de dar. Pues sí, creo que todavía me gusta más. Seguimos con el partido y la veo meterse en el agua. Suspiro fuerte y sigo jugando. Aunque ya no estoy tan concentrado en el juego. Esto me pasa en el Bernabeú y me silba hasta el apuntador. Al rato la veo salir del agua completamente mojada. Intento no mirarla mucho para que ella no se de cuenta de que lo hago, pues sería bastante incómodo. Cuando pasa a mi lado, su boca se ladea en una sonrisa. 

- ¿Quién va ganando? -me pregunta acercándose hacia donde están sus cosas, aunque, sin apartar su mirada de la mía.

- Nosotros, por un punto -le contesto pendiente de cada uno de sus movimientos. 

La veo coger su camisola y ponérsela. Se echa la toalla al hombro y recoge su bolsa para irse. Seguimos jugando y yo hago como si no le prestara atención, cuando por dentro estoy otra vez decepcionado de que se vaya. La veo pasar por detrás de mí. Me toca a mí sacar, y antes de hacerlo, ella levanta su mano derecha a modo de despedida.  

- Suerte -me dice diciéndome adiós con la mano.

Le devuelvo el saludo intentando que no se me noten los nervios que ella me ha producido. Seguimos jugando un rato más hasta que por fin terminamos el partido con victoria nuestra. Lo que conlleva que los perdedores tienen que invitar a los ganadores. Nos dirigimos a uno de los chiringuitos de la playa, y nos sentamos junto a la barra. 

No pasan ni cinco minutos, cuando Rosa se acerca hasta mi, invadiendo tanto mi espacio personal, que casi me pone las tetas en la boca. 

- Oye, Marco, ¿te gustaría que saliéramos esta noche a tomarnos algo? -me pregunta ella luciendo una sonrisa que quiere parecer seductora, cuando a mi me produce todo lo contrario. s

- Lo siento, Rosa, pero le prometí a mi abuela ayudarla en no sé que cosa que quiere hacer -le digo lo primero que se me ocurre, para darle después un sorbo a mi bebida. 

- Oh, si quieres voy y te ayudo. Así terminas antes y nos vamos -sigue insistiendo ella, pero, vuelvo a negarle lo que me propone. 

- Gracias, de verdad, pero no creo que pueda -le contesto frunciendo mis labios y deseando que se vaya de una vez. 

- Como quieras. Tú te lo pierdes, Marco -Rosa se va y yo ruedo mis ojos algo cansado de su acoso. Bernardo y Amancio me miran divertidos.

- Va a saco a por ti, Marco -me dice Bernardo pues él también se ha dado cuenta de lo pesada que se pone Rosa conmigo. 

- Lo sé -le contesto algo molesto por su presencia siempre alrededor mía- lo que pasa es que a mi no me gusta.

- Ten cuidado con ella, esta es de las que hasta que no consigue que la embaraces, no para -me advierte Bernardo dándome una pequeña palmada en el hombro. 

- Pues conmigo las lleva clara. Además, yo me voy a finales de Agosto, como que los amores de verano no los veo.

A no ser que sea la hechicera pelirroja de hace un rato. No me importaría pasar todo el verano con ella. La próxima vez que la vea, me prometo a mi mismo que pienso hablarle más. Por lo menos hasta que me diga su nombre.

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