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29. Decirte que te quiero

📆Sábado 29 de julio

📆 Al día siguiente

Su lado de la cama está vacío. Se ha levantado temprano y se ha marchado, creo que a correr, que es lo que hace todas las mañanas. Anoche me hice la dormida cuando volvió. No me apetecía hablar con él y tener que enfrentarme a algo que duele. Fui una ilusa al pensar que este día no llegaría nunca y que Marco y yo podríamos seguir sin hacer planes de futuro, de uno, que no será a su lado. 

Me revuelvo en la cama pensando en lo que hacer cuando él vuelva. Es una pena tener que irnos de aquí, con lo que me gustaba este sitio, pero, evidentemente, ya no podemos quedarnos. No cuando lo que hay entre nosotros ya se ha roto por mi culpa. 

Quizás también debería volver a Madrid. Ya no tiene sentido seguir aquí. Le diré a mi madre que lo he intentado y no he podido. No quiero estar aquí y tener que ver a Marco todos los días viendo la decepción en sus ojos. O que me mire con pena. Odio cuando me miran así. Llevo muchos meses viendo como la gente me trata de esa manera y no puedo aguantar que Marco también lo haga. 

La puerta de la habitación se abre y me doy la vuelta para no tener que verlo. Me muerdo los labios reprimiendo las lágrimas. Lo escucho caminar por ella, abriendo cajones y después de unos minutos, él se mete en el baño. 

Me incorporo en la cama tomando aire con toda la calma que puedo, algo bastante imposible. Tengo que decirle que no quiero seguir aquí ni un minuto más. No puedo. Me siento tan triste y tan rota que lo único que quiero es estar sola.

Minutos después, Marco sale de la ducha ya vestido, con un pantalón corto y una camiseta gris marengo. Me mira a los ojos y yo los bajo avergonzada porque no soy capaz ni de mirarlo a la cara de lo mal que me siento.

- ¿Cómo estas? - me pregunta acercándose hasta donde estoy pero sin querer invadir mi espacio. 

- Bien - le respondo todo lo seca que puedo, pues tengo que hacerlo así o sé que no podré mantener por más tiempo mi postura y todo lo que he planeado que suceda. 

- Tenemos que hablar -me dice él con el rostro lo suficientemente serio como intuir que lo de ayer, también le ha afectado.

- No me apetece -le contesto manteniéndole la mirada. 

- Oli...

Un golpe en la puerta nos interrumpe. Marco chasquea su lengua, dándole la vuelta para ir a abrir. Escucho como habla con alguien y como se despide de esa persona. A los pocos segundos, aparece con una bandeja, la cual pone encima de la mesa intentando sonreírme. 

- He pedido el desayuno -Marco se rasca el cuello esperando mi respuesta, una que le dé esperanza porque es algo que sé que él espera y que no va a poder obtener de mi. 

- No tengo hambre -le digo muy cortante. Sé que me estoy comportando como una imbécil. Pero necesito salir de aquí cuanto antes. Me estoy ahogando y me cuesta respirar.

- Entonces, ¿Qué es lo que quieres, Oli? -me pregunta sin perder la paciencia, algo que ahora mismo admiro en él. 

- Quiero irme de aquí. Quiero volver a casa -Marco me mira desilusionado y yo permanezco impasible desviando mi mirada de la suya. 

- Bien. Pues si eso es lo que quieres, eso haremos.

Marco se da la vuelta y va hacia el armario para coger su maleta. La abre y lo veo resoplar mientras saca su ropa sin mirarme siquiera. Tengo ahora mismo el corazón encogido de la pena. Porque sé que todo esto que está pasando es culpa mía. Y me duele muchísimo. Me tiembla todo el cuerpo de verlo hacer en la maleta. Y una parte de mi, la parte más racional, me avisa de que seguramente me he pasado con él y que he exagerado las cosas. Y esa parte me pregunta si estoy dispuesta a arreglarlo todo. Si todo esto, merece la pena.

- Tuve un bebé a principio de año... -empiezo a contarle a Marco, aún sabiendo que me va a doler. Él deja lo que está haciendo y se gira para mirarme muy sorprendido. Y yo, llegados a este punto no puedo dejar de hablar y se lo cuento todo- me quedé embarazada el año pasado. A los tres meses...

La expresión del rostro de Marco va cambiando conforme avanzo en mi relato. Llevaba un pantalón en la mano, el cual arroja a una de las sillas y se va acercando poco a poco a mi, hasta que acaba sentado en la cama. Le cuento como el padre del bebé me abandonó al enterarse de su enfermedad, como tuve que pasar el embarazo sin su ayuda pero que tenía a mi familia al lado. Le digo como decidí no abortar y tener a mi bebé a los 7 meses, y también el nacimiento de Miguel y todo lo que vino detrás. Que estuve a punto de morir desangrada, que no podían parar la hemorragia y que estuve tan dañada por dentro, que los médicos me dijeron que era prácticamente imposible que yo volviera a quedarme embarazada. 

Mientras se lo cuento no he llorado. Supongo que anoche ya derramé muchas lágrimas. Cuando termino, un gran suspiro sale de mi boca haciéndome sentir que me he quitado un gran peso de encima.

Siento una de sus manos agarrar la mía y como sus dedos se entrelazan con los míos. Apenas soy capaz de mirarlo, por la tristeza y por la pena tan grande que siento ahora mismo. Y si, porque temo que él me mire de la misma manera, y no lo voy a soportar. 

- Oli, mírame -me pide Marco hablándome muy suavemente. Hago lo que me pide, y al levantar mis ojos me sorprende lo que veo en su mirada. No me mira con pena, sus ojos me miran ¿con amor? y de una manera que me hace sentir especial- siento muchísimo todo lo que te ha pasado. De verdad que lo siento.

- ¿Pero? -le pregunto con mucha tristeza. Siento como algunas lágrimas se escapan por mis mejillas con mucha facilidad, pues estas ya no puedo controlarlas más. 

- No hay peros, Oli. Me alegro mucho de que me lo hayas contado, de que lo hayas compartido conmigo. Tu bebe...¡dios! es que no quiero ni imaginármelo. Has debido de haberlo pasado muy mal, tú, sola. Haciendo frente a todo.

- La noche de la avispa era con él, con Miguel con quien soñaba -le explico para que de una vez él deje de pensar cosas raras y sepa toda la verdad. 

- Ahora lo entiendo todo, mi niña. Eres muy valiente, Oli, mucho, y por eso te admiro -Marco se lleva mi mano a sus labios y me da un dulce beso que hace que me estremezca- y si, si hay un pero. Todo lo que me has contado no cambia nada. Al contrario, hace que te quiera todavía más, porque sí, te quiero. Y te quiero tal y como eres.

- Pero, Marco yo -él me calla haciéndome un gesto con su mano. Su bonita sonrisa aparece de nuevo para darme esa calma que tanto necesito en este momento. 

- Sin peros, Olivia Savannah. El hecho de que no puedas tener hijos no es un problema. No quiero que vuelvas a decirme que eres una mujer incompleta o que no sirves, porque no es verdad. Tú te mereces ser feliz, enamorarte y que te quieran...y maldita sea si no soy yo esa persona.

- Marco - le protesto sin mucho éxito, porque joder, si es que no puedo oponerme a nada de lo que me diga.

-Escúchame. Estoy enamorado de ti desde el primer momento que tus ojos me miraron. Y esa es la pura verdad. Eres todo lo que he buscado en una mujer. Estoy enamorado de ti como nunca lo he estado de nadie en mi vida. Y quiero tenerte cerca a todas horas. Y es en lo único que pienso. Ni tú ni yo sabemos que va a pasar en el futuro. Lo que sí sé, es que ahora mismo yo quiero que estés en ese futuro...y si llega la hora de que queramos hijos, ya lo hablaremos Oli. Ahora hay que vivir el día a día, y ese día es hoy.

- Oh, dios, Marco -me llevo las manos a la cara porque me acaba de desarmar totalmente. No me esperaba para nada sus palabras. Sus bonitas palabras. Me han llegado tanto al corazón que no puedo evitar llorar emocionada.

- Mi tercera pregunta, Oli -me quito las manos de la cara y lo miro sorprendida de que piense en nuestro juego en este momento- aún tengo mi tercera pregunta. Tienes que responderla, y tienes que decir la verdad.

- De acuerdo. Es cierto. Te la debo -le digo sin dejar de mirarlo.

- ¿Tú me quieres? -Marco me mira a los ojos. Sus preciosos ojos marrones me miran con calma y tranquilidad. No puedo mentirle, no puedo engañarle, sobre todo no puedo esconder mi corazón de él.

- Si que te quiero, Marco. Te quiero tanto que a veces me arrepiento de no habértelo dicho antes -le confieso y por fin, me permito sonreírle, una sonrisa cargada de todo ese amor que siento por él. 

- Pues no hay más que hablar. Se acabaron las dudas y el pensar que no eres suficiente para mí. Porque eres más de lo que yo pensaba que tendría nunca.

Quiero reír y dejar de llorar. Pero lo que más deseo, es abrazarlo. Me acerco hasta él poniéndome de rodillas y paso mis brazos por detrás de su cuello. Siento sus manos en mi cintura y como nuestras miradas están la una sobre la otra. Le sonrío. Una sincera y tierna sonrisa con la que decirle todo lo que siento. 

- Y ahora, dime, mi amor, ¿quieres desayunar o prefieres que te haga el amor?

Lo miro y sin dudarlo quito mis manos de su cuello. Las bajo hasta el borde de mi camiseta de tirantes y me la quito dejando mis pechos al aire. Marco se relame los labios mientras los mira. Él me tumba en la cama buscando mi boca para darme un beso que no tiene nada de tierno, al contrario es desesperación lo que hay en su boca. La misma que tengo yo por él.

-Te necesito, rápido, no quiero que seas delicado conmigo -le pido mientras lo ayuda a quitarse la camiseta. Recibo en respuesta una mirada lobuna, de esas que te da un cazador cuando ya tiene a su presa a su merced.

Bajo mis manos y tiro de sus pantalones para dejar su pene libre, el cual agarro y acaricio lentamente, sintiendo como este crece entre mis manos. Marco baja su cabeza y muerde mi cuello mientras su lengua se pasea por este, dándome salvajes besos que solo hacen acrecentar aún más mi deseo por él.  Su boca desciende hasta posarse en mis pechos, los cuales son succionados y mordidos por esta de una forma muy placentera. Me arqueo hacia atrás mientras él aprovecha y me quita las bragas. Se coloca entre mis piernas y se introduce suavemente dentro de mí. Me agarro a sus hombros y dejo que bese mi cuello haciendo que miles de cosquillas se instalen en todo mi cuerpo. Antes de moverse, antes de llevarme a esa locura que es él, Marco me mira. Su boca esbozando una sonrisa que juro que podría derretir cualquier polo. 

- Te amo, Olivia Savannah -Marco me besa y siento como mi cuerpo ya no me pertenece, que ya es suyo. Porque yo soy suya. 

- Te quiero, Marco.

Nuestros cuerpos se mueven a su antojo. Su cadera choca con la mía de forma frenética y rotunda. Una de sus manos me alza el trasero para poder penetrarme hasta el fondo mientras nuestras lenguas bailan una con la otra. Sus erráticos movimientos acarician mis paredes deslizándose una y otra vez dentro de mi. Mis dedos se hunden en su espalda mientras mi boca le pide más.

Siento como la parte de abajo de mi vientre grita enloquecida y como un cosquilleo lo atraviesa mientras abro más mis piernas y dejo que el orgasmo se apodere de mi cuerpo y me consuma.

-Marco -balbuceo su nombre cuando la explosión de placer me somete a él.

Su sonrisa lobuna no hace sino acrecentar sus movimientos, alargando un orgasmo que coincide con el principio del suyo. Mis piernas lo rodean y lo abrazan para poder sentirlo más cerca de mí. Un gruñido sale de su garganta cuando siento como su esencia, todo lo que él es, me llena por completo para quedarse conmigo. Los latidos locos de mi corazón, se acrecientan cuando él me mira. No he podido evitar dejar escapar algunas lágrimas que él me limpia con sus dedos.

- ¿Porqué lloras, preciosa? -me pregunta besando mis labios para cortar el camino de lágrimas. 

- Porque tú, eres increíble.

- Eso es porque te quiero mucho -abrazo a Marco. Soy feliz, muy feliz. Por primera vez en mucho tiempo lo soy, y por primera vez no tengo miedo. Porque él está a mi lado.

📆 Más tarde

Desayunar en la cama es delicioso, aunque sea un desayuno frío. Y lo es más cuando lo haces al lado de la persona que amas quien acaricia tu estómago mientras miráis como el día ha amanecido soleado y precioso.

- Oli, ¿Cuándo nació tu hijo? -trago saliva al mirarlo y suspiro fuerte. Con él, hablar de todo esto no me produce tanto dolor como pensaba y quiero contestarle a cada una de sus preguntas. 

- El 2 de enero -Marco me mira muy sorprendido y hasta detiene sus caricias en mi vientre. 

- Oh. Vaya...ese es el día que me lesioné -por la expresión de su rostro, veo que mi respuesta le ha afectado, algo que también me pasa a mi a juzgar por el pequeño escalofrío que recorre mi cuerpo. 

- Vaya casualidad, ¿no? -le respondo intentando disimular la desazón que se ha instalado en mi pecho, pensando precisamente en eso, en esa causalidad. 

- Supongo que sí...es un puto día que no vamos a olvidar nunca, Oli -me dice él como queriendo quitarle importancia a algo que si que la tiene. 

- Miguel nació a las 19,15 de la tarde. Y sí, fue un puto mal día -cierro mis ojos y los abro lentamente intentando despejar de mi mente los recuerdos de ese día. Unos recuerdos que aún me hacen llorar. 

- Oli... -Marco que me mira muy nervioso mientras pronuncia mi nombre- a esa hora fue cuando me lesioné.

Ahora si que tiemblo al pensar en todo lo que estamos hablando. Ambos nos miramos sin querer ir más allá, pero creo que pensando casi lo mismo. Trago saliva pensando en las casualidades de la vida.

¿Qué probabilidades hay de que dos personas sufrieran el mismo día y a la misma hora?

- ¿Es raro, no? -le pregunto medio sonriendo e intentando que el ambiente tan distendido que teníamos antes, vuelva de nuevo. 

- Sí que lo es. Pero bueno, no sé...míralo por el otro lado...estábamos destinados a conocernos y a estar juntos.

Miro a Marco y le sonrió con algo de timidez. No le cuento que nunca olvido que mientras daba a luz a Miguel hubo un momento que me perdí. Que mi corazón sufrió pensando en otra persona y que casi me da un ataque de ansiedad pensando que por ahí había alguien sufriendo lo mismo que yo y que yo quería ir y estar con ella.

Y no se lo cuento, porque ahora mismo estoy convencida, de que esta persona que me necesitaba era Marco.

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