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20. Una Mirada, Un Roce, Un Suspiro


Estoy nerviosa. Y mucho. Me tiemblan las manos mientras ayudo en el puesto de comida de Poli. Menos mal que no me toca repartir sopa o algo así, porque estoy segura de que más de la mitad no llegaba a los cuencos.

Marco es quien me tiene así de nerviosa. Con su actitud y sus preguntas que me han dejado en evidencia. Decirle que pienso en él mientras me masturbo, es declararle que me gusta. 

Él ha querido acompañarme a la plaza donde se está sirviendo la comida. Ahora está sentado en uno de los bancos, y al fin está solo, pues hace un rato, Bernardo y los demás chicos estaban a su lado. Preparo un plato con comida y me voy hacia él muy decidida. Intento contener los temblores de mi cuerpo, algo difícil si desde que me ha visto, no ha dejado de mirarme.

Me acerco hacia donde estoy, y es su intensa mirada chocolate la que me recibe. 

- Prueba -pincho un trozo de carne y lo llevo a su boca. Marco la abre y se come el contenido gimiendo de gusto. Me encanta cuando hace eso. Me excita muchísimo.

- ¡Joder, que bueno! ¿Lo has hecho tú? 

- Si -le contestó comiendo yo también la carne. Pues si que me ha salido buena, si. Marco me mira y yo vuelvo a darle con el tenedor. Estoy entre sus piernas, y pasan pocos segundos cuando sus manos están sobre mi cintura. 

- Quiero una cena -me pide Marco abriendo la boca para que le dé más comida. Cada vez que lo hace reprimo un jadeo porque sus labios siguen tentándome- tú y yo solos.

- Cuando quieras -le digo comiendo yo también sin dejar de mirarlo. Disimulo todo lo que puedo comiendo para que no note lo nerviosa que estoy.

- Mañana por la noche -afirma él con rotundidad, a algo que no me voy a oponer. 

- Mañana.

Nos miramos a los ojos durante unos segundos y acabo sonrojándome. Esa mirada suya me provoca un vaivén de sensaciones que son muy difíciles de sobrellevar ahora mismo. Marco me aparta el pelo de la cara y se demora en acariciar mi mejilla. La voz de su abuela llamándome rompe el momento. 

- Bernardo me ha dicho que van a bajar a la playa, que han hecho una especie de fiesta allí, ¿quieres que vayamos? -Marco ha agarrado mi mano impidiéndome que me gire. Siento la calidez de sus dedos sobre mi palma y como su mirada me aún la siento sobre mi cuerpo, ese que sus ojos han recorrido esta noche más de una vez. 

- Claro -le contesto sin soltar su mano.

- Pues en un rato nos vamos -me sugiere con un tono de voz bastante más dulce de lo que acostumbra conmigo.

- Vale -es lo único que soy capaz de contestarle, mientras por fin le suelto la mano. 

A regañadientes dejo a Marco y vuelvo al puesto de Poli. Está hablando con una señora y cuando me ven, las dos me sonríen. El puesto ya no está tan lleno de gente, y todo es porque apenas queda comida. 

- Oli, cariño -me llama Poli- ella es Julia, tiene una panadería aquí en el pueblo al lado de la farmacia del Parque del Sol.

- Encantada de conocerla, Julia -le digo sonriéndole.

- Me alegro de conocerte yo a ti, Olivia -me dice ella dándome dos besos- venía a darte la enhorabuena por tus postres, está todo buenísimo.

- Pues muchas gracias -le digo algo azorada ya que sigo sin acostumbrarme a los halagos. 

- Mira, me gustaría que si te apetece y tienes ganas, que hicieras rollos de canela para mi panadería. Puedes hacer unos pocos y si vemos que se venden bien...pues ya lo que tú veas -me propone, dejándome bastante sorprendida, pues no sabía yo que mis dulces estuvieran como para venderse. 

- Pues, la verdad es que no sé...no creo que estén tan buenos como para que usted los tenga en su panadería -le contesto contándole mis inquietudes por su propuesta.

- Créeme, cariño -me dice Julia cogiendo mi mano- merecen la pena. Tú piénsalo y me dices. Puedes venir si quieres y hacerlos en mi horno, no hace falta que los hagas en tu casa.

-De acuerdo, si le parece bien, lo pensaré entonces. 

-Tienes mucho talento Olivia y te aseguro que tus dulces tendrían mucho éxito en el pueblo

Me quedo bastante alucinada con la propuesta de Julia, y tengo que admitir que ha despertado mi curiosidad. Me hace hasta algo de ilusión hacer dulces para su panadería. Seguimos hablando un rato más de las cosas que hago y ella parece entusiasmada. 

De pronto, siento unas manos sobre mi cuerpo, y ya sé que es él. Su olor, la forma tan familiar con la que él me toca, es algo que reconocería en cualquier parte del mundo. 

- Nosotros nos vamos abuela que hemos quedado en la playa -Marco le da un beso a su abuela antes de despedirse de ella y de Julia. 

- Vale, cariño. Pasadlo bien -nos desea Poli mientras me guiña un ojo, haciendo que de nuevo me sonroje pues pienso que me lo ha hecho por su nieto. 

Por fin nos despedimos de ellas, y al abandonar la plaza, Marco aparta su mano de mi cintura, para agarrar mis dedos y caminar juntos hacia la playa. Por el camino, le voy contando la propuesta de Julia, y él es el primero en animarme a aceptarla. 

- Es una gran idea, Oli -opina Marco- yo que tú me lo pensaría.

- Eso voy a hacer. Es que me ha hecho hasta ilusión y todo. Seguramente te use de conejillo de indias para que me des tu opinión de lo que haga.

-A mi puedes usarme todo lo que quieras, que me voy a dejar.

Un pequeño jadeo sale de mi boca tras sus palabras. Y si, ese presentimiento que tengo desde que me desperté esta mañana, cobra más fuerza a medida que pasan los minutos a su lado.

- Deberíais liaros ya -me dice Aída mientras ambas miramos como los chicos están en la barra pidiendo nuestras bebidas- esta tensión sexual que hay entre vosotros va a acabar explotando en cualquier momento. 

- Pues yo espero que explote pronto -le digo hablando sólo para nosotras dos- porque yo estoy que no vivo con este hombre

- Pues lánzate tú, Oli. Bésalo y después llévatelo a la cama y no lo dejes salir hasta que sea de día.

-¿Eso hiciste tú con Bernardo?

-Algo así. Le dije que se me había desabrochado el sujetador y que por favor me ayudara. Y no llevaba...

Acabo riéndome a carcajadas por la audacia de mi amiga. Mi cabeza se gira para buscar a Marco. Y si, Aída tiene razón. Yo ya me muero por besarlo. No aguanto más. También lo deseo y las ganas me consumen, aunque sé que estas no desaparecerán una vez que esté con él.

Y benditas las ganas. 

Los chicos se acercan a nosotros con las bebidas. Al darme Marco la mía, roza mis dedos de una forma muy sutil y suave. Nuestras miradas vuelven a encontrarse, estableciéndose entre nosotros un cómodo silencio que sé que en algún momento uno tendrá de los dos tendrá que romper.

A través de los altavoces suena una canción lenta. Casi me he bebido la mitad de mi refresco cuando Marco me lo quita de las manos para ponerlo en una de las mesas que hay justo detrás nuestra.

-¿Bailamos?

El rojo susurrante de su pregunta. La forma como sus ojos se demoran en mis labios, me hacen aceptar sin dudar ni un solo segundo.

Él agarra una de mis manos, dirigiéndonos hacía la improvisada pista de baile, poniéndonos uno frente al otro. Contengo la respiración cuando sus manos están en mi cintura, presionando sus dedos algo más arriba de esta. Pongo mis manos en el cuello de Marco mientras ambos nos movemos con lentitud. Separarme ahora de él no es un opción, sobre todo cuando su cuerpo está tan cerca del mío y todas mis terminaciones nerviosas enloquecen.

Marco empieza a acariciar mi brazo derecho con una de sus manos. Es una caricia lenta y suave que hace que todo mi cuerpo temblequee. Sus caricias llegan hasta una de mis manos, la cuál agarra llevándosela hasta su corazón. La deja allí para que pueda sentir lo deprisa que le late. Lo miro sin saber que decirle, pues las palabras se han quedado atascadas en mi garganta. Sólo nos movemos despacio. Sin hablar. Atesorando este momento como si fuera el último que vamos a vivir.

Marco pone su frente contra la mía y lo siento suspirar contra mis mejillas. Nuestros labios están a centímetros. Una eternidad parece haber pasado sin habernos besado aún.

- Ven conmigo -él coge mi mano sin encontrar oposición por mi parte.

Marco me saca de la pista de baile, llevándome hacia la orilla. Caminamos alejándonos en silencio de la fiesta,  hasta casi llegar a las rocas del paseo. Marco se detiene hasta estar frente a mí, acortando la poca distancia que nos separa.

Alza una de sus manos hasta ponerla en mi mejilla. Sus dedos se deslizan por ella acariciandome tan despacio que tengo que cerrar mis ojos perdida por lo que estoy sintiendo.y empieza a acariciarme despacio.  

- Abre los ojos, Olivia -hago lo que pide y en cuanto los abro, siento sus dedos acariciando mi labio superior- tengo ganas de besarte prácticamente desde la primera vez que te vi.

- ¿Y porque no lo has hecho? -le pregunto bastante emocionada y a la vez sorprendida por sus palabras.

- Porque estaba esperando a este momento.

Marco quita sus dedos de mis labios bajando sus manos hasta mi cuello. Acerca su boca a la mía y posa sus labios encima de los míos. Al principio es un beso lento y suave, como si quisiera solamente probar mi sabor. Me agarro a su cintura para no caerme. Porque sé como deje de besarme ahora, las piernas no me tendrán en pie. Sus labios acarician los míos con mucha extrema delicadeza. La lengua de Marco lame mi labio superior , entrando poco a poco en mi boca. La mía busca la suya y cuando la encuentra, siento una descarga en todo mi cuerpo. Los besos de este hombre son adictivos. Besa demasiado bien.

Nuestras lenguas exploran la boca del otro, mientras nuestros labios siguen besándose. Es una delicia ser besada así. Tenemos que separarnos porque yo no puedo ni respirar.

-Joder, eres tan deliciosa, Olivia.

Rozo sus labios solo unos segundos para terminar abrazándolo. Su corazón está casi tan agitado como el mío, pues sus besos si que son deliciosos.

-Quiero más besos como este, Marco -le pido ya, consumida por el placer y las ganas que él me provoca

-Ya te he dicho antes que tú puedes hacer conmigo, todo lo que quieras.

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