Chapter Twenty: The End of the Beginning...
[The truth of Lilith]
Lilith se encontraba preocupada ese día era la última prueba y tal vez (solo tal vez) era la más complicada de todas, tal vez alguno de los cuatro jugadores podría resultar gravemente heridos o peor a un muertos. Lilith se negaba a que su hermano muriera o que le pasara algo menos grave.
Sus amigos trataron de tranquilizarla, pero fue imposible Lilith insistía que algo malo iba a pasar, se encontraba en su habitación terminado de arreglarse para la última prueba, Una blusa básica negra, un vaqueros y su clásica chaqueta de cuero solo que está vez era roja fuego como sus ojos, está vez su cabello pelirroja se encontraba por completo suelto, sus cientos de mechones pelirrojos se ondulaban un poco.
La pelirroja volteo a ver a su cama encontrándose una pequeña caja de terciopelo roja reposando sobre su cama, se acercó cuidadosamente a ella, abriendola lentamente con temor de lo que pudiera pasar encontrándose un anillo color oro con un rubí en en centro de este, la Potter volteo a todos lados tratando de encontrar algún intruso que la hubiera dejado ahí. Lo tomo entre su dedos cuidadosamente como si con tan solo un toque pudiera quebrarse, lo examinó durante varios minutos, le parecía conociendo ese anillo sentía que ya lo había visto de algún lado luego le preguntaría a Sirius.
La Potter después de algún tiempo lo coloco en si dedo índice dónde el anillo que era más grande que la talla de anillo que usualmente utilizaba la Potter, mágicamente se ajusto a su dedo haciendo que la Potter lo viera curiosamente, luego investigaria sobre eso.
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—¡Eh! —Liloth iba ingresando al gran comedor para desayunar— ¡Tenemos el examen de Historia de la Magia dentro de diez minutos! Vaya —la pelirroja se sento junto a su hermano con expresión tranquilas, peor al oír al Weasley decir eso su cara se contrajo en miedo absoluto, no se acordaba del examen y esperaba que le fuera bien ya que no había estudiado— tiene que odiar mucho a esa Skeeter para arriesgarse a llegar tarde al examen. ¿Qué vas a hacer en clase de Binns, leer otra vez?
Lilith dejo de escuchar esa conversación en cuanto su hermano se retiró con los otros tres campeones y se fue a sentar junto a Lavender, la cual no dejaba de ver a Ronald Weasley con los ojos dilatados. Lavender se encontraba perdida en sus pensamientos viendo al pelirrojo.
—Tierra llamando a Lavender —la pelirroja pasa su mano por delante de los ojos de su amiga varias veces —Laviiiiii —la pelirroja sacudía en cuerpo de su amiga tratando de que saliera del su trance, lo cual logro con éxito cuando la castaña clara la volteo a ver con una sonrisa de loca enamorada.
—Oh, hola Elle —la castaña clara comenzó a servirle a su amiga una montaña de waffles con frutos rojos repletos de miel y un vaso de leche — tu desayuno —le tendió el plato a la pelirroja la cual lo acepto gustosa.
-Gravuas Lavi —la Potter comenzó a comer gustosamente, mientras que Lavender comía una rebanada de pastel de frutas.
Era raro ver a la pelirroja así de feliz, bailaba ligeramente mientras comía, estaba feliz por comer su desayuno favorito, y aún más porque después de semanas de no mandarle alguna nota a Theo, por fin le volvería a mandar una después del examen de Historia de la magia, obviamente.
—Elle, tenemos que irnos —lavender se levantó ofreciendole una mano a su amiga pelirroja, la cual la acepto después de haber acabado de tomarse su vaso de leche y haber guardado una manzana en su bolsillo.
—Examen de Historia de la magia hay vamos.
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El examen se había terminado hace algunos pocos minutos y la pelirroja ya se encontraba llendo a su habitación.
Al llegar a esta tomo un pergamino pequeño de su escritorio, una pluma y tinta, rápidamente se puso a escribir.
"Querido Theo (te pudo llamar así?, Para que pregunto si no contestaras)
,estuve semanas perdidas pero han sido unos meses (si son meses los que han pasado desde mi última nota?) bastante estrés y problemas, los problemas me persiguen.
Te daré una pista de mi nombre y apellido en cada nota, para eso tendrás que analizar bien las notas y por fin sabrás mi nombre, si eres bueno lo sabrás enseguida.
La primera letra de mi nombre es la "doceaba letra del alfabeto", esa es la fácil. La siguiente nota tendrá otra letra.
Pista: ya me conoces Theo"
Atte: Canis manior
(alguien a la cual conoces)
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La prueba había comenzado Harry y Cedric habían entrado de primeros por ser los que más puntos tenían, después Victor Krum, y por último Fleur Delacur, les habían dado algunas vegalas (al parecer de Lilith).
Fleur había activado la cosa que les habían dado en caso de peligro, después Victor Krum salió estando hechizado con un Imperio. Lilith estaba preocupada por su hermano sus manos temblaban de miedo, y el anillo de rubí que había encontrado se encontraba dando vueltas en su dedo índice, no por magia si no que la Potter le daba vueltas en su tick nervioso. Respiraba profundamente de vez en cuando, se estaba muriendo de nervios, su hermano probablemente se estuviera muriendo o siendo atacado por algo, ella no sabía lo que su hermano podría estar viviendo, el y Cedric eran los únicos que habían quedado en el laberinto.
Lavender y luna tomar las manos de su amiga haciendo que dejara de hacer su tick nervioso, ambas les dieron un apretón suave en cada mano en forma de apoyo hacia ella, la pelirroja las vio a ambas tratando de formar una sonrisa, la cual salió como una mueca de terror puro. Un moreno Slytherin y un castaño la veían desde lo lejos, Blaise tenía un semblante preocupado por su hermana, parecía que tendría una crisis de nervios ahí mismo, Theo la veía preocupado igual que el moreno, la Potter pelirroja siento dos miradas clavadas en su nuca, así que volteo a verlos con la mueca que tenía cuando trato de darle una sonrisa a sus amigas, Blaise le hizo unas señas con sus manos, diciéndole que inhale y exhale.
Había pasado bastante tiempo y ni Harry y Cedric salían, ya se había soltada de las manos de sus amigas, para frotarlas entre sus vaqueros secando su sudor, hasta que sintió una sacudida en el estómago. Sus pies despegaron del suelo. Cuando se dúo cuánta ya no estaban en las gradas, estaba en un...
Cementerio.
Lavender y luna voltearon a ver a Blaise y Theo un tanto preocupadas y confundidas, Lilith estaba con ellas, en medio de ellas y derrepente desapareció, Theo, Blaise, Lavender y luna, habían visto como la pelirroja desparecida como si fuera un tornado, los cuatro empezaron a gritar pero nadie los oía, estaban más ocupados viendo si alguien lograba salir del laberinto.
—A la de tres, ¿vale? — había propuesto Harry a Cedric antes de que desparecieran— Uno... dos... tres...
Cedric y él agarraron las asas de la Copa. Al instante, Harry sintió una sacudida en el estómago. Sus pies despegaron del suelo. No podía aflojar la mano que sostenía la Copa de los tres magos: lo llevaba hacia delante, en un torbellino de viento y colores, y Cedric iba a su lado. Harry no sabía que su hermana también estaba sintiendo lo mismos que el en ese instante
Harry y Lilith sintieron que sus pies daban contra el suelo.
La pierna herida flaqueó, y cayó de bruces. La mano, por fin, soltó la Copa de los tres magos.
—¿Dónde estamos? —preguntó.
Cedric sacudió la cabeza. Se levantó, ayudó a Harry a ponerse en pie, y los dos miraron el entorno dándose cuánta que Lilith estaba tirada en el aula justo a un lado de ellos, Harry corrio a ayudar a su hermana, ella le lanzó una mirada confundida pidiéndole que le digiera que estaba pasando.
Habían abandonado los terrenos de Hogwarts. Era evidente que habían viajado muchos kilómetros, porque ni siquiera se veían las montañas que rodeaban el castillo.
Se hallaban en un cementerio oscuro y descuidado de una pequeña iglesia, cuya silueta se podía ver tras un tejo grande que tenían a la derecha. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera de aquella colina se distinguía apenas la silueta de una casa antigua y magnífica. Cedric y la pelirroja miraron a la Copa y luego a Harry.
—¿Te dijo alguien que la Copa fuera un traslador? —preguntaron ambos a la vez.
—Nadie —respondió Harry, mirando el cementerio, el silencio era total y algo inquietante.
—¿Será esto parte de su prueba? —pregunto Lilith inquietante a los chicos que estaban junto a ella.
—Ni idea —dijo Cedric, al parecer de Lilith el chico parecía nervioso, hasta puede jurar que lo vio ponerse pálido.
—¿No deberíamos empezar a sacar nuestras malditas varitas chicos? —la pelirroja pregunto, su voz temblaban, su frente se estaba cubriendo de sudor frío, su expresión se están contrayendo en terror puro.
—Sí —asintió Harry, Lilith había dicho algo que les podría salvar la vida.
Los tres sacaron sus varitas lentamente, temerosos a lo que les pudiera pasar o salir de entre las sombras, los mellizos seguían observando a su alrededor. Tenían otra vez la extraña sensación de que los vigilaban.
—Alguien viene chicos, lo puedo sentir —dijo de pronto la pelirroja.
Escudriñando en la oscuridad, vislumbraron una figura que se acercaba caminando derecho hacia ellos por entre las tumbas, eso aterró aún más a Lilith la caul tembló lentamente en su lugar, afirmando su agarre en la varita.,
Harry, ni Cedric, y mucho menos Lilith lograban distinguirle la cara; pero, por la forma en que andaba y la postura de los brazos, pensó que llevaba algo en ellos.
Quien quiera que fuera, era de pequeña estatura (mucho más pequeño que Lilith, y eso ya era mucho que decir, la Potter era muy bajá) y llevaba sobre la cabeza una capa con capucha que le ocultaba el rostro.
La distancia entre ellos se acortaba a cada paso haciendo que Lilith temblará cada vez más y permitiéndoles ver que lo que llevaba el encapuchado parecía un bebé... ¿o era simplemente una túnica arremangada?
Harry bajó un poco la varita y echó una ojeada a Cedric y a su melliza, la cual estaba hecha un manojo de nervios.
Estos le devolvieron una mirada de desconcierto. Uno y otro y otra volvieron a observar al que se acercaba, que al fin se detuvo junto a una enorme lápida vertical de mármol, a dos metros de ellos.
Durante un segundo, Harry, Lilith, Cedric y el hombrecillo no hicieron otra cosa que mirarse.
Y entonces, sin previo aviso, la cicatriz empezó a dolerle a Harry y a Lilith la cabeza pareciera que le quería estallar de dolor. Fue un dolor más fuerte que ningún otro que hubiera sentido en toda sus vidas.
Al llevarse las manos a la cara la varita se le resbaló de los dedos al azabache, se le doblaron las rodillas. Cayó al suelo y se quedó sin poder ver nada, pensando que la cabeza le iba a estallar. Desde lo lejos, por encima de su cabeza, oyó una voz fría y aguda.
Que dijo.
—Mata al otro, y deja a la pelirroja viva.
Entonces escuchó un silbido y una segunda voz, que gritó.
—¡Avada Kedavra!
A través de los párpados cerrados, Harry percibió el destello de un rayo de luz verde, su hermana veía la luz verde anonadada, teniendo un pequeño recuerdo de la noche en que su madre y padre murieron, y oyeron que algo pesado caía al suelo, justo a su lado.
El dolor de la cicatriz de Harry y el de la cabeza de Lilith, alcanzaron tal intensidad que sintieron arcadas, y luego empezó a disminuir.
Aterrorizados por lo que vería, abrió los ojos escocidos. Cedric yacía a su lado, sobre la hierba, con las piernas y los brazos extendidos.
Estaba muerto...
Muerto...
Muerto.
Durante un segundo que contuvo toda una eternidad, Harry miró la cara de Cedric, mientras su hermana se tapaba los ojos fuertemente, sus ojos abiertos, inexpresivos como las ventanas de una casa abandonada, su boca medio abierta, que parecía expresar sorpresa.
Y entonces, antes de que sus mentes hubiera aceptado lo que veían, antes de que pudieran sentir otra cosa que aturdimiento e incredulidad, alguien levantó a Harry.
El hombrecillo de la capa había posado su lío de ropa y, con la varita encendida, arrastraba a Harry hacia la lápida de mármol. A la luz de la varita, Harry vio el nombre inscrito en la lápida antes de ser arrojado contra ella:
TOM RYDDLE
El hombre de la capa hizo aparecer por arte de magia unas cuerdas que sujetaron firmemente a Harry, atándolo a la lápida desde el cuello a los tobillos, a Lilith la tenían inmovilizada con un hechizo desconocido para ella.
Los mellizos podían oír el sonido de una respiración rápida y superficial que provenía de dentro de la capucha. Harry forcejeó, y el hombre lo golpeó: lo golpeó con una mano a la que le faltaba un dedo, y entonces Harry comprendió quién se ocultaba bajo la capucha, y trato de prevenir a su hermana con la mirada.
Era Colagusano.
—¡Tú! —dijo jadeando Harry.
Pero Colagusano, que había terminado de sujetarlo, no contestó: estaba demasiado ocupado comprobando la firmeza de las cuerdas, y sus dedos temblaban incontrolablemente hurgando en los nudos.
Cuando estuvo seguro de que Harry había quedado tan firmemente atado a la lápida que no podía moverse ni un centímetro, Colagusano sacó de la capa una tira larga de tela negra y se la metió a Harry en la boca. Luego, sin decir una palabra, le dio la espalda y se marchó a toda prisa.
Ni Lilith ni Harry no podía decir nada, ni podía ver adónde había ido Colagusano. No podía mover la cabeza para mirar al otro lado de la lápida: sólo podía ver lo que había justo delante de él.
El cuerpo de Cedric yacía a unos seis metros de distancia. Un poco más allá, brillando a la luz de las estrellas, estaba la Copa de los tres magos. La varita de Harry se encontraba en el suelo, a sus pies. El lío de ropa que Harry había pensado que sería un bebé se hallaba cerca de él, junto a la sepultura. Se agitaba de manera inquietante. Harry lo miró, y la cicatriz le volvió a doler, la cabeza de su melliza volvía a doler... y de pronto comprendieron que no quería ver lo que había dentro de aquella ropa... no quería que el lío se abriera... Oyó un ruido a sus pies.
Bajó la mirada, y vio una serpiente gigante que se deslizaba por la hierba, rodeando la lápida a la que estaba atado. Volvió a oír, cada vez más fuerte, la respiración rápida y dificultosa de Colagusano, que sonaba como si estuviera acarreando algo pesado.
Entonces entró en el campo de visión de Harry y Lilith que lo vio empujando hasta la sepultura algo que parecía un caldero de piedra, aparentemente lleno de agua. Oyó que salpicaba al suelo, y era más grande que ningún caldero que ellos hubiera utilizado nunca: era una especie de pila de piedra capaz de contener a un hombre adulto sentado.
La cosa que había dentro del lío de ropa, en el suelo, se agitaba con más persistencia, como si tratara de liberarse, eso hizo que a Lilith se le revolviera el estómago.
En aquel momento, Colagusano hacía algo en el fondo del caldero con la varita. De repente brotaron bajo él unas llamas crepitantes. La serpiente se alejó reptando hasta adentrarse en la oscuridad. El líquido que contenía el caldero parecía calentarse muy rápidamente, lo cual sorprendió a la pelirroja ligeramente.
La superficie comenzó no sólo a burbujear si no que también lanzaba chispas abrasadoras, como si estuviera ardiendo ha decir verdad Lilith se están empezo asustar aún más de lo que ya estaba si eso era posiblemente.
El vapor se espesaba entorrnando la silueta de Colagusano, que atendía el fuego. El lío de ropa empezó a agitarse más fuerte, y los mellizos volvieron a oír la voz fría y aguda.
—¡Date prisa!
La entera superficie del agua relucía por las chispas. Parecía incrustada de brillantes diamantes.
—Ya está listo, amo —dijo colagusano.
—Ahora... —dijo la voz fría.
Colagusano abrió el lío de ropa, que parecía una túnica, revelando lo que había dentro, y los mellizos Potter soltaron un grito, solamente ajd el de Harry fue ahogado por lo que Colagusano le había metido en la boca, dejando a Lilith atónita.
Era como si Colagusano hubiera levantado una piedra y dejado a la vista algo oculto, horrendo y viscoso... pero cien veces peor de lo que se pueda decir, Lilith vomito a un lado de la tumba en la que estaba movilizada.
Lo que Colagusano había llevado con él tenía la forma de un niño agachado, pero ni Harry ni Lilith lo había visto nunca nada menos parecido a un niño: no tenía pelo, y la piel era de aspecto escamoso, de un negro rojizo oscuro, como carne viva; los brazos y las piernas eran muy delgados y débiles; y la cara, a la pelirroja un escalofrío le recorrió la columna...
Ningún niño vivo tendría nunca una cara parecida a aquélla: era plana y como de serpiente, con ojos rojos brillantes. Parecía incapaz de valerse por sí mismo: levantó los brazos delgados, se los echó al cuello a Colagusano, y éste lo levantó. Al hacerlo se le cayó la capucha, y Harry percibió, a la luz de la fogata, una expresión de asco en el pálido rostro de Colagusano, la pelirroja no lo culpaba ella habla puesto la misma cara, mientras lo llevaba hasta el borde del caldero.
Luego vio, por un momento, el rostro plano y malvado iluminado por las chispas que saltaban de la superficie de la poción, y oyó el golpe sordo del frágil cuerpo contra el fondo del caldero. «Que se ahogue —pensaron Harry y Lilith, mientras la cicatriz y la cabeza les dolía casi más de lo que podían resistir.
Por favor... que se ahogue...» Colagusano habló. La voz le salió temblorosa, y parecía aterrorizado. Levantó la varita, cerró los ojos y habló a la noche.
—¡Hueso del padre, otorgado sin saberlo, renovarás a tu hijo! La superficie de la sepultura se resquebrajó a los pies de Harry. Horrorizado, vio que salía de debajo un fino chorro de polvo y caía suavemente en el caldero. La superficie diamantina del agua se agitó y lanzó un chisporroteo; arrojó chispas en todas direcciones, y se volvió de un azul vivido de aspecto ponzoñoso.
En aquel momento, Colagusano estaba lloriqueando. Sacó del interior de su túnica una daga plateada, brillante, larga y de hoja delgada. La voz se le quebraba en sollozos de espanto.
—¡Carne... del vasallo... voluntariamente ofrecida... revivirás a tu señor! —Extendió su mano derecha, la mano a la que le faltaba un dedo. Agarró la daga muy fuerte con la mano izquierda, y la levantó.
Los mellizos comprendieron lo que iba a hacer tan sólo un segundo antes de que ocurriera. Ambos cerraron los ojos con todas sus fuerzas, pero no pudieron taparse los oídos para evitar oír el grito que perforó la noche y que los atraveso tanto a Harry como a Lilith como si ellos también hubieran sido acuchillado con la daga.
La pelirroja soltó un grito ahogado y volvía a vomitar, eso era demasiado para ella y el dolor de cabeza la sobrepasaba, la mareaba y la hacía tener náuseas.
Oyeron un golpe contra el suelo, oyeron los jadeos de angustia, y luego el ruido de una salpicadura que les dio asco, como de algo que caía dentro del caldero. Harry no se atrevía a mirar, pero la poción se había vuelto de un rojo ardiente, y producía una luz que traspasaba los párpados de Harry.
Colagusano sollozaba y gemía de dolor. Hasta que notó en la cara su agitada respiración, Harry no se dio cuenta de que se encontraba justo delante de él, Lilith temía por su hermano aún más que de lo que staba temiendo por su vida en ese momento.
—Sa... sangre del enemigo... tomada por la fuerza... resucitarás al que odias —en ese momento la pelirroja comenzó a sentir un odio enorme, su irá empezaba a presentarse.
Harry no pudo hacer nada para evitarlo, tan firmemente estaba atado. Mirando hacia abajo de soslayo, forcejeando inútilmente con las cuerdas que lo sujetaban a la lápida, vio la brillante daga plateada, temblando en la mano que le quedaba a Colagusano. Sintió la punta penetrar en el pliegue del codo del brazo derecho, y la sangre escurriendo por la manga de la rasgada túnica. Colagusano, sin dejar de jadear de dolor, se hurgó en el bolsillo en busca de una redoma de cristal y la colocó bajo el corte que le había hecho a Harry de forma que entrara dentro un hilillo de sangre.
Tambaleándose, llevó la sangre de Harry hasta el caldero y la vertió en su interior. Al instante el liquido adquirió un color blanco cegador, Lilith tuvo que cerrar los ojos fuertemente, sentía sus ojos picar y no solo por el color blanco cegador, si no porque se estaban volviendo de un color naranja-rojizo.
Habiendo concluido el trabajo, Colagusano cayó de rodillas al lado del caldero; luego se desplomó de lado y quedó tendido en la hierba, agarrándose el muñón ensangrentado, sollozando y dando gritos ahogados... El caldero hervía a borbotones, salpicando en todas direcciones chispas de un brillo tan cegador que todo lo demás parecía de una negrura aterciopelada. Nada sucedió...
«Que se haya ahogado —pensó esta vez solo Harry...que haya salido mal...» Y entonces, de repente, se extinguieron las chispas que saltaban del caldero. Una enorme cantidad de vapor blanco surgió formando nubes espesas y lo envolvió todo, de forma que no pudo ver ni a Colagusano ni a Cedric ni mucho menos a su melliza, ninguna otra cosa aparte del vapor suspendido en el aire.
«Ha ido mal —pensó—. Se ha ahogado... Por favor... por favor, que esté muerto...» Pero entonces, a través de la niebla, vieron aterrorizados, que del interior del caldero se levantaba lentamente la oscura silueta de un hombre, alto y delgado como un esqueleto.
—Vísteme —dijo por entre el vapor la voz fría y aguda, y Colagusano, sollozando y gimiendo, sin dejar de agarrarse el brazo mutilado, alcanzó con dificultad la túnica negra del suelo, se puso en pie, se acercó a su señor y se la colocó por encima con una sola mano.
El hombre delgado salió del caldero, mirando a Harry fijamente, para después voltear a ver a Lilith con una sonrisa traviesa en sus labios de serpiente... y Harry contempló el rostro que había nutrido sus pesadillas durante los últimos tres años. Más blanco que una calavera, con ojos de un rojo amoratado, y la nariz tan aplastada como la de una serpiente, con pequeñas rajas en ella en vez de orificios.
Lord Voldemort había vuelto.
Voldemort apartó la vista de Harry y empezó a examinar su propio cuerpo, para después examinar los ojos ahora naranjas-rojizos de la Potter.
Las manos eran como grandes arañas blancas; con los largos dedos se acarició el pecho, los brazos, la cara. Los rojos ojos, cuyas pupilas eran alargadas como las de un gato, destacaron en la oscuridad.
Levantó las manos y flexionó los dedos con expresión embelesada y exultante. No hizo el menor caso de Colagusano, que se retorcía sangrando por el suelo, ni de la enorme serpiente, que otra vez había aparecido y daba vueltas alrededor de Harry, emitiendo sutiles silbidos.
Voldemort deslizó una de aquellas manos de dedos anormalmente largos en un bolsillo de la túnica, y sacó una varita mágica. También la acarició suavemente, y luego la levantó y apuntó con ella a Colagusano, que se elevó en el aire y fue a estrellarse contra la tumba a la que Harry estaba atado. Cayó a sus pies y quedó allí, desmadejado y llorando. Voldemort volvió hacia Harry sus rojos ojos, y soltó una risa sin alegría, fría, aguda. La túnica de Colagusano tenía manchas sanguinolentas, pues éste se había envuelto con ella el muñón del brazo.
—Señor... —rogó con voz ahogada—, señor... me prometisteis... me prometisteis...
—Levanta el brazo —dijo Voldemort con desgana.
—¡Ah, señor... gracias, señor...!
Alargó el muñón ensangrentado, pero Voldemort volvió a reírse.
—¡El otro brazo, Colagusano!
—Amo, por favor... por favor... Voldemort se inclinó hacia él y tiró de su brazo izquierdo. Le retiró la manga por encima del codo, y Harry y Lilith vio algo en la piel, algo como un tatuaje de color rojo intenso: una calavera con una serpiente que le salía de la boca, la misma imagen que había aparecido en el cielo en los Mundiales de quidditch: la Marca Tenebrosa. Voldemort la examinó cuidadosamente, sin hacer caso del llanto incontrolable de Colagusano.
—Ha retornado —dijo con voz suave—. Todos se habrán dado cuenta... y ahora veremos... ahora sabremos... Apretó con su largo índice blanco la marca del brazo de Colagusano. La cicatriz volvió a dolerle, y Colagusano dejó escapar un nuevo alarido. Voldemort retiró los dedos de la marca de Colagusano, y Harry vio que se había vuelto de un negro azabache.
Con expresión de cruel satisfacción, Voldemort se irguió, echó atrás la cabeza y contempló el oscuro cementerio.
—Al notarlo, ¿cuántos tendrán el valor de regresar? —susurró, fijando en las estrellas sus brillantes ojos rojos—. ¿Y cuántos serán lo bastante locos para no hacerlo?
—Todos tus malditos seguidores están locos estúpido —se oyó la voz tras Voldemort, Lilith se había liberado, su enojo había hecho que su fuego se liberará, y en el proceso a ella, Voldemort la miraba expectante y Harry confuso.
Comenzó a pasear de un lado a otro ante Harry y Colagusano, barriendo el cementerio con los ojos sin cesar. Después de un minuto volvió a mirar a Harry, y una cruel sonrisa torció su rostro de serpiente.
—Estás sobre los restos de mi difunto padre, Harry —dijo con un suave siseo—. Era muggle y además idiota... como su querida madre. Pero los dos han tenido su
utilidad, ¿no? Su madre murió para defenderlos cuando eras niño... A mi padre lo maté yo, y ya ves lo útil que me ha sido después de muerto.
Voldemort volvió a reírse. Seguía paseando, observándolo todo mientras andaba, en tanto la serpiente describía círculos en la hierba.
—¿Ves la casa de la colina, Potter? En ella vivió mi padre. Mi madre, una bruja que vivía en la aldea, se enamoró de él. Pero mi padre la abandonó cuando supo lo que era ella: no le gustaba la magia.
»La abandonó y se marchó con sus padres muggles antes incluso de que yo naciera, Potter, y ella murió dándome a luz, así que me crié en un orfanato muggle... pero juré encontrarlo... Me vengué de él, de este loco que me dio su nombre, Tom Ryddle.
Siguió paseando, dirigiendo sus rojos ojos de una tumba a otra.
—Lo que son las cosas: yo reviviendo mi historia familiar... —dijo en voz baja—. Vaya, me estoy volviendo sentimental... ¡Pero mira, Harry! Ahí vuelve mi verdadera familia...
Lilith volvió a sentir temor y sus ojos volvieron a su color natural.
El aire se llenó repentinamente de ruido de capas. Por entre las tumbas, detrás del tejo, en cada rincón umbrío, se aparecían magos, todos encapuchados y con máscara. Y uno a uno se iban acercando lenta, cautelosamenteamente z como si apenas pudieran dar crédito a sus ojos.
Voldemort permaneció en silencio, aguardando a que llegaran junto a él. Entonces uno de los mortífagos cayó de rodillas, se arrastró hacia Voldemort y le besó el bajo de la negra túnica.
—Señor... señor... —susurró. Los mortífagos que estaban tras él hicieron lo mismo. Todos se le fueron acercando de rodillas, y le besaron la túnica antes de retroceder y levantarse para formar un círculo silencioso en torno a la tumba de Tom Ryddle, de forma que Harry, Lilith, Voldemort y Colagusano, que yacía en el suelo sollozando y retorciéndose, quedaron en el centro. Dejaban huecos en el círculo, como si esperaran que apareciera más gente. Voldemort, sin embargo, no parecía aguardar a nadie más. Miró a su alrededor los rostros encapuchados y, aunque no había viento, un ligero temblor recorrió el círculo, haciendo crujir las túnicas.
—Bienvenidos, mortífagos —dijo Voldemort en voz baja—. Trece años... trece años han pasado desde la última vez que nos encontramos. Pero seguís acudiendo a mi llamada como si fuera ayer... ¡Eso quiere decir que seguimos unidos por la Marca Tenebrosa!, ¿no es así? —Echó atrás su terrible cabeza y aspiró, abriendo los agujeros de la nariz, que tenían forma de rendijas.
—Huelo a culpa —dijo—. Hay un hedor a culpa en el ambiente. Un segundo temblor recorrió el círculo, como si cada uno de sus integrantes sintiera la tentación de retroceder pero no se atreviera. —Os veo a todos sanos y salvos, con nuestros poderes intactos... ¡qué apariciones tan rápidas!... y me pregunto: ¿por qué este grupo de magos no vino en ayuda de su señor, al que juraron lealtad eterna?
Nadie habló. Nadie se movió salvo Colagusano, que no dejaba de sollozar por su brazo sangrante.
—Y me respondo —susurró Voldemort—: debieron de pensar que yo estaría acabado, que me había ido. Volvieron ante mis enemigos, adujeron que habían actuado por inocencia, por ignorancia, por encantamiento...
»Y entonces me pregunto a mí mismo: ¿cómo pudieron creer que no volvería? ¿Cómo pudieron creerlo ellos, que sabían las precauciones que yo había tomado, tiempo atrás, para preservarme de la muerte? ¿Cómo pudieron creerlo ellos, que habían sido testigos de mi poder, en los tiempos en que era más poderoso que ningún otro mago vivo?
»Y me respondo: quizá creyeron que existía alguien aún más fuerte, alguien capaz de derrotar incluso a lord Voldemort. Tal vez ahora son fieles a ese alguien... ¿tal vez a ese paladín de la gente común, de los sangre sucia y de los muggles, Albus Dumbledore?
A la mención del nombre de Dumbledore, los integrantes del círculo se agitaron, y algunos negaron con la cabeza o murmuraron algo. Voldemort no les hizo caso.
—Me resulta decepcionante. Lo confieso, me siento decepcionado...
Uno de los hombres avanzó hacia Voldemort, rompiendo el círculo. Temblando de pies a cabeza, cayó a sus pies.
—¡Amo! —gritó—. ¡Perdonadme, señor! ¡Perdonadnos a todos!
Voldemort rompió a reír. Levantó la varita.
—¡Crucio! —El mortífago que estaba en el suelo se retorció y gritó. Harry pensó que los aullidos llegarían a las casas vecinas. «Que venga la policía —pensó desesperado
cualquiera, quien sea...»
Voldemort levantó la varita. El mortífago torturado yacía en el suelo, jadeando.
—Levántate, Avery —dijo Voldemort con suavidad—. Levántate. ¿Ruegas clemencia? Yo no tengo clemencia. Yo no olvido. Trece largos años... Te exigiré que me pagues por estos trece años antes de perdonarte. Colagusano ya ha pagado parte de su deuda, ¿no es así, Colagusano? —Bajó la vista hacia éste, que seguía sollozando —No volviste a mí por lealtad sino por miedo a tus antiguos amigos. Mereces el dolor, Colagusano. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí, señor —gimió Colagusano—. Por favor, señor, por favor...
—Aun así, me ayudaste a recuperar mi cuerpo —dijo fríamente Voldemort, mirándolo sollozar en la hierba—. Aunque eres inútil y traicionero, me ayudaste... y lord Voldemort recompensa a los que lo ayudan.
Volvió a levantar la varita e hizo con ella una floritura en el aire. Un rayo de lo que parecía plata derretida salió brillando de ella. Sin forma durante un momento, adquirió luego la de una brillante mano humana, de color semejante a la luz de la luna, que descendió y se adhirió a la muñeca sangrante de Colagusano.
Los sollozos de éste se detuvieron de pronto. Respirando irregular y entrecortadamente, levantó la cabeza y contempló la mano de plata como si no pudiera creerlo. Se había unido al brazo limpiamente, sin señales, como si se hubiera puesto un guante resplandeciente. Flexionó los brillantes dedos y luego, temblando, cogió del suelo una pequeña ramita seca y la estrujó hasta convertirla en polvo.
—Señor —susurró—. Señor... es hermosa... Gracias... mil gracias. Avanzó de rodillas y besó el bajo de la túnica de Voldemort.
—Que tu lealtad no vuelva a flaquear, Colagusano —le advirtió Voldemort, la pelirroja solamente todo los ojos enojada por la traición del ex amigo de su padre.
—No, mi señor... nunca. Colagusano se levantó y ocupó su lugar en el círculo, sin dejar de mirarse la mano nueva. En la cara aún le brillaban las lágrimas. Voldemort se acercó entonces al hombre que estaba a la derecha de Colagusano.
—Lucius, mi escurridizo amigo —susurró, deteniéndose ante él, Lilith comprendió rápidamente que era de padre de Draco Malfoy— Me han dicho que no has renunciado a los viejos modos, aunque ante el mundo presentas un rostro respetable. Tengo entendido que sigues dispuesto a tomar la iniciativa en una sesión de tortura de muggles. Sin embargo, nunca intentaste encontrarme, Lucius. Tu demostración en los Mundiales de quidditch estuvo bien, divertida, me atrevería adecir... pero ¿no hubieras hecho mejor en emplear tus energías en encontrar y ayudar a tu señor? —la pelirroja rio cínicamente, recibiendo miradas de odio por parte de los mortifagos, haciendo que está encogiera los hombros.
—Señor, estuve en constante alerta —dijo con rapidez la voz de Malfoy, desde debajo de la capucha—. Si hubiera visto cualquier señal vuestra, una pista sobre vuestro paradero, habría acudido inmediatamente a vuestro lado. Nada me lo habría impedido...
—Y aun así escapaste de la Marca Tenebrosa cuando un fiel mortífago la proyectó en el aire el verano pasado —lo interrumpió Voldemort con suavidad, y el señor Malfoy dejó bruscamente de hablar—. Sí, lo sé todo, Lucius. Me has decepcionado... Espero un servicio más leal en el futuro.
—Espirio un servicio mis lial in el fitiro —la peliryhablo con un deje de burla, recibiendo un crucio de un mortifago cualquiera, cosa que hizo que sus ojos volvieran a ese color naranja-rojizo, haciendo que el mortifago temblará ligeramente, la Potter anterior mente había sido paralizada en el mismo lugar que antes, ahora se volvía a liberar, sus pulmones comenzaron a arder haciendo que tratase de calmarse por su bien.
—Por supuesto, señor, por supuesto... Sois misericordioso, gracias.
Voldemort se movió, y se detuvo mirando fijamente al hueco que separaba a Malfoy del siguiente hombre, en el que hubieran cabido bien dos personas.
—Aquí deberían encontrarse los Lestrange —dijo Voldemort en voz baja—. Pero están en Azkaban, sepultados en vida. Fueron fieles, prefirieron Azkaban a renunciar a mí... Cuando asaltemos Azkaban, los Lestrange recibirán más honores de los que puedan imaginarse. Los dementores se unirán a nosotros: son nuestros aliados naturales. Y llamaremos a los gigantes desterrados. Todos mis vasallos devotos volverán a mí, y un ejército de criaturas a quienes todos temen...
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L
ilith no recordaba muy bien lo que los había llevado a ese momento, ambos luchaban contra los mortifagos, los ojos de Lilith habían vuelto a su estado naranja -rojizo, la pelirroja sintió sus pulmones quemar, su manos empezaban a picar, sus ojos le ardían y sentía como si se estuviera quedado sin aire, el humo la rodeaba.
—hola hermosa —un mortifago se le acerco con su varita en mano —crucio! —la pelirroja cayó retorciéndose de dolor en el suelo, el mortifago no tenían ganas de parar, por lo cual le lazo algunos más, la chica era fuerte pero sentía un agudo dolor presente y sin saberlo ella y su hermano aparecieron en Hogwarts.
Harry y Lilith cayeron de bruces, y el olor del césped los penetró por la nariz. Habían cerrado los ojos mientras el traslador lo transportaba, y seguían sin abrirlos. No se movieron. Parecía que les hubieran cortado el aire.
Mientras (casi) todos miraban a Harry, todos los Slytherin (y una gryffindor y una ravenclaw), miraban a la Potter la cual gateaba, tratando de respirara, sentía que sus pulmones se habían quemado, tosia fuertemente gateando a duras penas, su cuerpo entero dolía, provocar fuego era agotador, Y cuerpo aún no se acostumbra a ello.
La Potter se para mientras oía al padre de Cedric gritar desgarradoramente, le dolía eso pero, estaba más concentrada en lo que le estaba pasando a ella, se paró con dificultad, mientras seguía tosiendo y tratando de respirar, sus emociones la estaban abrumando y sabrían que si no las controlaba todos sabrían su verdad.
El cuerpo de la Potter comenzaba a emanar humo y los que la veían se dieron cuenta de ello, Lavender, Luna, Blaise y Theo corrieron al ver eso, querían asegurarse de que estuviera bien.
A Blaise ya no le importaba las putas apariencias, al principio había hecho eso por Lilith z ya que no quería que la pintaran como la por juntarse con el. Eso ya no le importaba, su hermana estaba mal.
—Estás bien Lilith —Hermione se acercó a ala pelirroja.
—Si, porque no lo estaría? —lilith no están al tanto que sus ojos ahora estaba de un color rojo sangre.
—Tus ojos.
Un chico se trató de acercar a ella, tomandola bruscamente de la mano.
—Suéltame! —la pelirroja se soltó del firme agarre del chico, abriendo una de las palmas de sus manos de la cual salía ahora una gran llama, pero pronto la pelirroja la hizo desaparecer, cuando se tomó la cabeza fuertemente, todo daba vueltas al rededor suyo —Zaza —murmuro la chica al ver a su amigo moreno tras ella.
—Te tengo rojita —el moreno atrapo a la chica en brazos antes de que cayera desmayada.
Todos los presentes ahí miraban a la chica, algunos con miedo, otros con asombro y otros simplemente veía a Harry, el cual miraba a su hermana preocupado.
Hello.
Buenas madrugadas (para los que están leyendo esto en este momento)
Cómo están, este es mi capitulo más largo de My Redhead.
6344 palabras, wow.
Básicamente están leyendo como 5 capitulos y medio de los que escribo normalmente.
Ya desayunaron/comieron/cenaron?
Tomaron awuita?
Espero que estén bien.
Cómo les está llendo en clases?
Este capítulo es el que más se parece al libro, literalmente esta una parte copada del libro.
Y con este último capítulo le decimos adios a El acto uno.
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