07. Colapso
Guadalajara, 10 de abril del 2006.
Las lágrimas aún brotan de manera caprichosa por los ojos de Guillermo quién las borra con cuidado, su cuerpo se siente exhausto al haberlo forzado a correr en medio de un ataque pleno de ansiedad, y le dolían los pies ya que puede fijarse que tiene un poco de sangre en las plantas de estos. Correr descalzo no es una de sus ideas más brillantes.
Así como dejar a Lionel solo después de una discusión.
Desvía su cabeza a un lado ante el pensamiento acusatorio, bufa molesto consigo mismo, definitivamente debía hablar con Lionel seriamente una vez regrese, aunque eso le lleva a preguntarse, "¿De qué le voy a hablar?" piensa con pesimismo. Era obvio que Lionel no quería escucharlo repetir que lo perdonará y comprendiera que había cosas que le diría a su debido tiempo, porque Ochoa sabe desde el fondo de su corazón, de forma recelosa, que no está dispuesto a contarle a Lionel todo lo que ha vivido.
Fiestas, alcohol y mujeres.
Era en definitiva un hombre sucio y maltratado por la vida, una vida que había elegido y abandonado una vez que sus amigos Guardado y Javier le hicieron abrir los ojos, de lo destrozado que estaba y del colapso que tendría si seguía con ese estilo de vida cotidiana que llevaba.
"Dios dame fuerzas, que siento que yo ya perdí" piensa triste.
Quería llorar y lamentarse más pero es interrumpido de forma súbita.
—¡Oye! ¡Deja de chillar que ya no estás chamaco para eso!—exclama una voz femenina.
Guillermo levanta la cabeza bruscamente ante la voz familiar. Ahí estaba, su hermana Ana Laura, era una joven que lo veía con una ligera sonrisa, usando aquella ropa tan propia de ella, como siempre estando a la tendencia de la última moda.
—Nuestros papás te andan buscando bien preocupados y tú acá achicopalado como pordiosero en el suelo—regañó la chica.
Pero Guillermo sabe que no lo está regañando en serio, más bien busca animarlo.
—¿No te parece raro que me vea como un adulto?—pregunta aún sorprendido.
—Cuando mamá y papá me lo dijeron, no pensé que fuera verdad, ahorita que te veo...—murmura con una postura pensativa—Me doy cuenta que te ves bien viejo y acabado—bromea mientras suelta una sonora carcajada.
Olvidaba que su hermana era muy llevada con él.
—Escuincla, como si tú no te vieras vieja también—rezonga con una leve sonrisa.
—Al menos me tranquiliza saber que no te fuiste tan lejos de casa.—dice Laura con una sonrisa—Vámonos Paco, que mamá está que trae el Jesús en la boca—habla la chica tendiendo su mano.
Francisco ve la mano ofrecida frente a él y con timidez acerca la suya para luego tomarla con firmeza, se levanta con ayuda de su hermana pero al instante en que se endereza suelta un quejido de dolor.
—¿Ora qué traes tu?—le pregunta Laura preocupada.
—Solo te diré que nunca corras descalza por la calle, está bien pinche mugrosa—responde mientras camina con cuidado.
—Ay Paco... vente pa' acá que te ayudo—ordenó Ana.
Guillermo le hizo caso y se apoyó del hombro de su hermana para empezar a caminar hacia la casa de sus padres, durante el trayecto ninguno habla, sienten que no es necesario y algo le decía a Laura que su hermano no estaba tan alegre como para hablar y bromear con ella.
Había algo raro en él que lo hacía distinto del Guillermo que ella conoce, pero decide guardarse aquello para su mamá. Los chismes con ella eran los mejores si los acompañaba con café y pan.
Al aproximarse a la casa de los Ochoa, notan a un pelirrojo exigiendo entrar en esta desde el otro lado de la reja, del otro lado ahí estaba el señor Ochoa disgustado tratando de hablar con el joven, pero se veía que no rendía frutos. Algo que hizo poner una mueca en Memo, no sabía que Saúl era así con su papá.
—Ash... ese wey todavía sigue ahí—murmura la joven con fastidio.
—¿Qué...?—iba a cuestionar lo que ocurre pero no le fue necesario.
—Tu amiguito vino acá a la casa para hablar contigo porque disque fuiste grosero con él, ya sabes, típico de Canelo venir a armarla de pedo—explica Laura con un puchero.
—No sabía que te caía mal Saúl...—comenta el de rizos impactado.
—¿Por qué no te cae mal a ti? Se cree solo por ser boxeador, si es solo un chamaco miado—se queja Ana con enojo.
Ochoa solo se queda callado ante las palabras furiosas de su hermana, sencillamente no puede defender a Saúl ya que igual se peleó con él, pero no puede ignorar el malestar que le provoca escuchar que hablen mal de Saúl, solo estaba más chico y había que explicarle las cosas para que entendiera.
Esperaron tranquilamente hasta que el pelirrojo pareciera que decide irse de ahí no sin antes decirle algo al señor Ochoa que parece enojarlo bastante que le grita algo, los dos hermanos deducen que le mento la madre ante el gesto que hizo con el brazo. Fue que lo sucedido les dió luz verde para acercarse a la casa, una vez que el peligro rojo ya no estaba cerca.
—Mire apa, recogí a un vagabundo—dice la chica sonriente.
—¿¡Me-Memo!?—exclama la señora Magaña aliviada.
—Ana Laura, no le digas así—reprende el señor Guillermo.
Francisco está mudo, no sabe que decir porque sus papás lo tratan normal, como si fuese el mismo jovencito que es, le ganan un poco las lágrimas pero respira profundo.
—Tiene sus pies lastimados—avisa Laura cuando ve a sus padres acercarse a ellos.
—¡Guillermo! ¡Ayuda a tu hijo a entrar a la casa! Yo ahorita voy por una cubeta de agua y unos paños—ordena la mujer para entrar corriendo a la casa.
El señor hace caso y le da soporte a su hijo para que caminen hacia el interior de la casa, en todo ese rato no hablan, porque esperan a la mujer de la casa llegue para comenzar con su interrogatorio de lo que pasaba. Les daba curiosidad saber de la vida de su hijo cuando fuese un adulto, esperaban con ansias que le esté yendo bien, no por nada vendían tortas para pagar lo que necesitará y le rezaban su rosario a la Virgen cada mañana.
En cuestión de minutos llegó la señora Ochoa con la cubeta de agua y los paños, moja estos primero y le indica a Memo que sumerja sus pies en la cubeta. En silencio lo hace y observa como el agua se vuelve gris por la suciedad hasta sale un poco de basurita, unos minutos más vuelve a sacar sus pies y su mamá con suavidad empieza a tratar la heridas que hay. Ver a su madre más joven le da una calidez en su pecho. En general, ver a su familia más jóvenes le obliga a sonreír con calidez, extrañaba el tiempo en el que estaban juntos antes de que él se fuera a cumplir su sueño de ser portero.
—Entonces... ¿Si eres mi Paco Memo que conozco?—pregunta su madre con una ligera sonrisa.
Esa misma pregunta le sienta mal, porque su mamá le había dicho en su última visita que ya no era el Memo que conocía, pero con el corazón apachurrado decide contestar.
—...Si mamá...—contesta en un murmullo.
—¿Cuántos años tienes?—pregunta Laura interesada.
—Tengo 37 años—responde apenado.
—No chingues... nos cuelgas en la edad mijo—menciona el señor sorprendido.
"Lo sé" piensa con una risa nasal, le sienta mal estar con sus padres una vez más porque en su última visita casi lloraba ante las palabras de su madre, no lo trató mal, solo estaba preocupada y fue él quien trató mal a sus padres, cosa que le reprochó Messi porque apreciaba a sus suegros y desconocía la razón del actuar de su pareja.
—¿Cómo llegaste aquí?—pregunta su mamá. Ya terminando de curar la planta de los pies de su hijo.
—No lo sé... solo desperté en mi cuarto otra vez...—responde vago.
No era mentira, se durmió estando en Italia y despertó en Guadalajara, eso ya era aterradoramente sorprendente, sin agregar de que pasó del 2023 al 2006 en un pestañeo.
—Ya veo... ¿Qué fue lo que te pasó hace rato?—pregunta la mujer con preocupación.
—Solo fue un colapso...—responde con una sonrisa vacía.
Su madre no muy convencida solo asiente para dejar el paño a un lado y empezar a ponerle unas curitas en las cortaduras que alcanza a observar, una vez que las trata sonríe con pesar para mirar a su hijo. Sabe que hay algo raro en él, algo que no quiere decir.
O aceptar.
—Vente hijo, te ayudo a llevarte a tu cuarto, necesitas descansar tus pies—dice el señor Ochoa acercándose a su hijo.
—Está bien papá, puedo yo solo—dice apenado.
—No me discutas chamaco, tas' bien madreado de los pies, que le haces—regaña el señor para tomarlo de los hombros.
Guillermo con una sonrisa apenada se despide de las mujeres de la casa y camina a las escaleras con ayuda de su papá. Están en silencio porque Memo se encuentra disfrutando de la cercanía de su papá, en su infancia no pudo estar con él ya que al inicio trabajaba en la Ciudad de México con su tío Polo.
Llegan a su cuarto y lo deja sentado con cuidado en su cama, se va a la puerta para retirarse pero se queda quieto y eso le provoca curiosidad a Memo.
—Ya no pienses tanto... claro que ella te amo—dice su papá con una sonrisa.
Guillermo está confundido, quiere preguntar a qué se refiere pero su padre sale de su cuarto. Hasta que recuerda en que fecha están.
La noche anterior había roto con Dulce.
Se pregunta exactamente como se ha enterado su padre, su mente recuerda el momento en que observó a su padre discutir con Saúl, tal vez ahí se enteró.
No quiere pensar en ello, en Saúl, por lo que suspira y mira por la ventana, la tarde se cierne en el cielo con un viento calmo. Aquella sensación de paz le recuerda lo que le provoca su querido Lionel cuando están abrazados bajo las mantas de la cama, disfrutando de la compañía mutua.
Ante escenario se deprime un poco, pensar en que Lionel no sabe dónde está él, no quiere que se preocupe o se sienta mal por su culpa, quiere que sea feliz. Aún si implica que no terminen juntos como piensan.
"Pero... Yo también quiero ser feliz" piensa con tristeza, es un deseo egoísta porque sabe que Lionel es mucho para él, no puede estar encadenado al vacío con él cuando merecía brillar. Porque brilla todos los días y sus tristes ojos lo miran con mucha ilusión.
—Mira mi amor yo sigo aquí
Recuerda las bonitas palabras de Lionel cuando leyó los comentarios que hacían de él después del partido contra Argentina, en los vestidores estaba abatido, sus compañeros y amigos no querían que entrara Messi ya que temían una mala reacción de Memo, pero él no puede enojarse con Messi, solo con él mismo. Al lograr entrar Lionel, Memo solo lo abraza y se aferró a él con fuerza.
—Lo sigo estando para ti...
Esa afirmación es lo que le da fuerza para vencer aquella situación y poder volver con él para tratar de salvar su relación, si es que había salvación aún cuando regresará a casa. Con Lionel.
Anotaciones:
✅ Ana Laura Ochoa Magaña es la hermana menor de Memo, quien actualmente tiene 35 años.
✅ Memo en su infancia no fue tan cercano a su padre ya que este trabajaba en la CDMX ayudando en el negocio de su tío Polo.
✅ El famoso negocio de tortas que hay en la CDMX se llama "Tortas Don Polo" y era originalmente del tío de Memo que se llamaba Polo.
✅ Los padres de Memo viven el CDMX, pero yo establecí que ellos aún viven en Guadalajara, pero se van a trabajar a la CDMX entre semana y los fines de semana regresan a Guadalajara.
Aprovecho a publicar el capítulo antes de quedarme sin pila.
Disfrutenlo y nos vemos la próxima semana ;)
—Newi
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