―¡Jisung!

Habían pasado otras dos semanas desde que Jisung vio a Minho, pero esta vez esperó afuera del hospital, a varios metros de la entrada.

Jisung había levantado la vista de su teléfono y lo había metido en el bolsillo de su chaqueta mientras el enérgico paciente del hospital cruzaba el estacionamiento. En poco tiempo, Minho estaba parado frente a Jisung, ansioso por llegar al salon de practica.

―No he puesto un pie afuera en semanas

Miró a su alrededor. El día era extrañamente frío, con una brisa ocasional de vez en cuando, haciendo que las hojas doradas susurraran en los árboles de arriba. Esos ojos azabache examinaron todo, inflexibles en asimilarlo todo por completo.

Minho metió las manos en los bolsillos de su capucha, sus hombros se encorvaron. Una bocanada de humo salió de él mientras exhalaba. Estaba más pálido que antes, y las bolsas debajo de sus ojos eran más oscuras. Minho parecía exhausto más allá de lo creíble, pero allí estaba, emocionado de dirigirse al salon de baile.

Jisung ni siquiera había pronunciado su primera palabra antes de que Minho volviera la cabeza hacia un lado para prestarle toda su atención.

―El aula de baile está a unos diez minutos por allí ―Jisung señaló el camino.

―¡Entonces vamos! ―la energia de Minho se adelantó, lo que obligó a Jisung a alcanzarlo con un ritmo acelerado, lo quisiera o no.