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🕸️𝙑𝙄𝙄. 𝙋𝙚𝙧𝙢𝙖𝙣𝙚𝙣𝙩𝙚.

📆6 de Septiembre 2023

🌍Woking, Inglaterra

LA DOCTORA PALMER SEGUÍA TRABAJANDO EN ESTUDIARLO, tanto como podía en una facilidad tan publica como lo era el centro tecnológico de McLaren, ambos habían tenido que ser muy cuidadosos, pero ella realmente parecía en la mejor disposición de ayudarlo. Aquella tarde, Oscar había querido seguir con las pruebas, pero ella lo mandó a casa, dijo que también debería descansar y enfocarse en otras cosas que no fueran simplemente eso.

A Oscar no le encantó la idea, especialmente porque él creía que mientras más empeño pusieran en analizar lo que le estaba sucediendo, más rápido podrían resolverlo; sin embargo, no pudo discutir con ella, no cuando hizo que su entrenador se pusiera de su lado y básicamente le ordenara ir a casa y tomarse un día de descanso.

Así que lo hizo, pero decidió que trabajaría en algo más por su cuenta y ese algo era en enfocar sus sentidos de manera un poco más natural, sin que tuviera que volverse el caos que había sido en Zandvoort. Le había costado un poco de trabajo, pero al menos durante la mañana había logrado hacer que sus oídos captaran únicamente los sonidos en los que decidía enfocarse lo cual era un avance gigante siendo que, de sus cinco sentidos mejorados, era el que más problemas le causaba.

Fue hasta después del almuerzo que decidió darse el descanso del que todo mundo hablaba y cuando decidió tirarse en el sofá a hacer nada, hubo un par de toquidos en su puerta, cosa que lo hizo fruncir el ceño. Se suponía que el hotel donde se hospedaba cuando estaba en Woking tenía estrictas instrucciones de no dejar a nadie pasar a menos que fuera alguien autorizado por la empresa, esto para garantizar su privacidad.

Así que, confiando en eso, se levantó y fue a abrir la puerta esperando encontrarse con alguno de los rostros conocidos de McLaren, temiendo que este rostro conocido fuera el de su nueva asistente personal. Sin embargo, la persona que encontró al otro lado, no hizo nada más que mejorar su día.

Lily se veía extremadamente cansada, llevaba una bolsa al hombro e iba vestida con ropa que Oscar reconoció como propia al instante. La chica sonrió ampliamente en el momento en que Piastri apareció en su campo de visión y tuvo que controlarse para no saltar a abrazarlo.

—¿Lily? — preguntó como si no creyera lo que veía —¿Qué haces aquí? Creí que me avisarías cuando vinieras hacia acá.

—Quería darte una sorpresa— se encogió de hombros —Ya sabrías que vendría así intenté con el día de mi llegada ¿estás sorprendido?

—Mucho— dijo con una sonrisa que se suavizó de inmediato y él dio un paso hacia ella para luego envolverla en un abrazo cálido —Hola.

Lily se fundió en el abrazo, sintiendo como este desaparecía momentáneamente todo el cansancio acumulado en su cuerpo. Apoyó su frente contra el hombro de Oscar e inhaló profundamente, llenándose los pulmones con ese aroma familiar que tanto había extrañado.

—Hola —susurró, cerrando los ojos —Te extrañé.

Oscar sonrió contra su cabello, con un nudo inesperado apretándole la garganta. No sabía cuánta falta le hacía verla hasta que la tuvo frente a él.

—Yo también te extrañé —dijo en voz baja, separándose apenas para mirarla —¿Quieres sentarte? ¿Comer algo? ¿Dormir? ¿Todas las anteriores?

Habló tan rápido que le causó una risita, Oscar se rio también al tiempo que tomaba su mano con suavidad para hacerla pasar a la habitación.

—No voy a mentirte, estoy muriéndome de hambre— dijo haciendo una mueca —Estaré contenta solo con un sándwich de Vegemite.

—No, no— le advirtió, ganándose una mala mirada por parte de ella —No comerás un sándwich de Vegemite por dos razones; una, necesitas algo mucho más sustancioso y dos, me acabo de terminar el ultimo frasco.

—Traición nacional, sabías que vendría.

—Iba a pedirte más, de hecho— dijo riendo —Pero podemos salir a comer si quieres, te dejaré elegir lo que se te antoje y...

Solo en ese momento, Oscar se dio cuenta que aún estaba tomando la mano de Lily y la soltó de inmediato, no tanto por querer hacerlo sino por impulso, porque si bien ellos eran bastante cercanos, había ciertas acciones que se sentían demasiado intimas y que le hacían cuestionarse si era que estaba cruzando cierta línea imaginaría que lo ayudaba a quedarse más del lado de amistad y que reforzaba sus ganas de mantenerse en silencio respecto a sus emociones.

El rostro se le pintó de rojo y desvió la mirada con torpeza, como si de pronto no supiera que hacer con sus manos. Lily lo notó, por supuesto que lo notó, pero no quería hacer algo que lo pusiera más nervioso, especialmente porque ella también lo estaba. Así que solo se limitó a sonreír, bajando un poco la mirada mientras se recogía el cabello detrás de la oreja, fingiendo que no había sentido nada extraño en aquel gesto que, en realidad, la había dejado con el corazón latiendo más fuerte de lo que le gustaba admitir.

—Entonces... ¿comida china? — preguntó, tratando de desviar la atención de lo que acababa de suceder —Espero que haya buena comida china aquí.

—Por supuesto que hay buena comida china— dijo frunciendo el ceño, tratando de disipar la incomodidad —Ninguna como la de ese lugar en Melbourne, pero... decente.

—Ese lugar dejó la vara muy alta— murmuró asintiendo —Y me enteré que tienen una sucursal en Nueva York, muy cerca de nuestro futuro nuevo apartamento.

El corazón de Oscar volvió a acelerarse, porque durante todo ese tiempo había estado tan centrado en sus asuntos que había olvidado que unos cuantos meses, él y Lily se irían a vivir juntos a una ciudad completamente nueva para ellos, la idea simplemente lo hizo sonreír de nuevo, tan brillantemente que puso nerviosa a la chica frente a él.

—Te compraré toda la comida de ese lugar que quieras— dijo asintiendo.

—Muy amable de tu parte, Oscar Piastri— soltó una risita y negó con la cabeza —Bien, entonces ¿me das un momento para bañarme? Necesito quitarme todo el cansancio que pueda y el aroma a avión y tren.

—Si, obvio— le sonrió —Tu haz eso y te veré en el lobby en rato, tengo que cambiarme también.

—Bien, te veo en veinte.

Luego de veintiocho minutos—porque Lily siempre decía "veinte" pero nunca estaba lista en menos de veinticinco— ella apareció en el lobby, con una enorme sonrisa y el cabello todavía húmedo; había cambiado su cómoda ropa de viaje por un atuendo que, aunque relajado, daba la impresión de haber sido escogido minuciosamente y que hizo a Oscar sonreír por lo bonita que se veía. Estaba seguro que se había sonrojado ligeramente también, pero decidió no prestarle mucha atención a ese hecho y en su lugar decidió soltar uno de esos comentarios que los mejores amigos siempre hacían para disipar la tensión.

—Mira, te arreglaste— dijo como si fuera algo completamente nuevo.

Lily rodó los ojos y negó con la cabeza.

—Eres muy gracioso— dijo con una sonrisa completamente fingida, arrancándole una risita al piloto —Solo... Bueno ya sé que seguramente haya cámaras siguiéndote por todos lados y tú sabes que la gente siempre habla de lo que ve... Ya de por sí saldrán cien mil artículos hablando de nosotros, no quería que encima hablaran de lo desaliñada que me veo.

Ella hablaba del tema como si no fuera importante, incluso parecía divertida diciendo aquello, pero Oscar no pudo evitar que un pinchazo de culpa se extendiera por su pecho y es que bien sabía que su amiga no era una fanática de la atención pública; ella era una de esas personas extrovertidas pero tímidas que no tenían problema en ir y hablar con extraños, pero que odiaban sentirse observadas por demasiado tiempo y, sobre todo, que protegía su privacidad de manera recelosa.

Era una contradicción que Oscar siempre había encontrado encantadora. Pero, así como Lily haría de todo por proteger su privacidad, él también haría de todo por protegerla a ella y salir, así como si nada siempre causaba que la atención estuviera en ella por al menos un par de semanas antes de que la dejaran en paz. No podía evitar sentir que la estaba arrastrando a un mundo que ella no había pedido, aunque nunca se quejara y siempre tuviera una sonrisa lista para calmarlo.

—Si no quieres salir no tengo problema, Lils, ordenaré la comida a domicilio y...

—Ozzy, no. — le advirtió señalándolo con su dedo índice —No vamos a privarnos de hacer nuestras vidas solamente porque el mundo está mirándonos de cerca. No te voy a mentir, no me agradan las cámaras, pero me gusta salir con mi mejor amigo y desafortunadamente mi mejor amigo es un famoso piloto de Fórmula uno... Es un precio que estoy dispuesta a pagar. Además, no habría venido hasta acá si no supiera en lo que estoy metiéndome.

Lily tenía esa forma de hablar que era firme sin perder dulzura, que se plantaba con determinación sin necesidad de levantar la voz. Y aunque él sabía que, en el fondo, ella seguía sintiendo un poco de vértigo con todo lo que implicaba estar cerca de su mundo, también entendía que era lo suficientemente valiente como para no esconderse y enfrentar el asunto con la frente en alto. Esa era una de las cosas que él más admiraba de ella.

—Eres la mejor, Lils— murmuró, sintiendo un extraño nudo formarse en su garganta.

—Lo sé, ahora vamos porque muero de hambre.

El lugar que Oscar había encontrado para comer aquella tarde no quedaba lejos de ahí, por lo que decidieron ir caminando, además el clima era perfecto para disfrutarlo, ni muy caluroso ni muy frío. En el trayecto se encontraron con algunos fans de Oscar que se atrevieron a pedirle fotografías a las que él tuvo que negarse amablemente como siempre hacía cuando salía con ella. Siempre explicaba con una sonrisa que era su tiempo libre y que esperaba que lo entendieran. La mayoría lo hacía, aunque no faltaba quien los mirara con desdén o sacara el teléfono a escondidas.

—Lo siento— se disculpó cuando hubo hablado con la última persona.

Lily le sonrió tranquilizándolo y negó con la cabeza al tiempo que comenzaba a caminar otra vez, esta vez enganchando su brazo con el de Oscar, haciendo que un escalofrío le recorriera por completo.

—No tienes que disculparte— le dijo con firmeza —Ya te lo dije, si vine hasta acá es porque estaba consciente de todo lo que tendría que enfrentar. Es el tipo de cosas que te metes a la bolsa cuando decides ser amiga de un piloto famoso ¿sabes?

—En primera, es mejor amiga y segunda ¿cómo podrías saber que me volvería un piloto famoso?

—Eres demasiado testarudo y talentoso como para no llegar lejos— se encogió de hombros, regalándole una sonrisa —Tuviste que escoger entre ser el mejor ingeniero del mundo o ser el mejor piloto del mundo, cualquier cosa que hagas seguramente será tan fácil como respirar.

—Lo dudo, hay algunas cosas que no creo que se me den.

—Nombra una.

—Ser un superhéroe.

Había dicho aquello sin pensarlo, en realidad su respuesta principal iba más orientada hacia algo de lo que Lily hacía; pensaba decir algo como ballet o patinaje, pero la frase simplemente salió de sus labios sin que pudiera detenerla o siquiera frenarla y cambiarla a mitad de camino.

La risita de la chica relajó mínimamente la tensión que se posó sobre sus hombros en ese momento y sintió un ligero apretón en su brazo.

—Eso es porque no tienes los medios para ser un superhéroe— señaló con obviedad —Si los tuvieras, estoy segura que serías el mejor.

Se le revolvió el estómago cuando escuchó aquello, era como un voto de confianza que Lily no sabía que estaba haciendo; si tuviera conocimiento de todo lo que estaba sucediendo con él, seguramente le pediría una cosa completamente diferente, le pediría que no se metiera en problemas, que mantuviera un perfil bajo y que, por nada del mundo, se atreviera a luchar contra los villanos.

Oscar apartó la mirada por un segundo, fingiendo observar algo al otro lado de la calle, aunque en realidad solo intentaba ganar tiempo para contener el huracán que le provocaban las palabras de Lily. Ella lo decía con tanta naturalidad, con una sonrisa genuina y una confianza desbordante, sin saber que esa frase —"si los tuvieras"— ya no era una hipótesis. Porque los tenía.

Estuvo a punto de decir algo más, pero se dio cuenta que habían llegado al lugar y la oportunidad de confesar cualquier cosa relacionada con su nueva naturaleza se esfumó con el vapor que salía de la cocina de aquel restaurante y que impregnaba de aromas la calle que transitaban.

Tomaron una mesa junto a la ventana, Oscar ni siquiera tuvo que preguntar, sabía que a Lily le gustaba observar hacia afuera mientras comían; les entregaron el menú y se escondió inmediatamente detrás de este, evitando que la chica viera a través de sus emociones no nervioso que se encontraba por la pequeña charla que acababan de tener.

La castaña, por su parte, dejó el menú de inmediato sobre la mesa y lo miró a él con cierto brillo en los ojos, el mismo que siempre tenía cuando estaba haciendo algo que elevaba sus niveles de adrenalina.

—Hablando de superhéroes —comenzó la australiana, haciendo que a Oscar se le congelara la sangre—, hay algo que tengo que decirte.

—¿Qué cosa? —preguntó frunciendo el ceño, tratando de actuar con naturalidad.

—Tú sabes que sigo las noticias locales de cualquier lugar en el que tú estés...

Oh, no le gustaba la dirección que aquello estaba tomando.

—Si, lo sé —murmuró, sintiendo su estómago revolverse con cada palabra que salía de los labios de su amiga.

Ella apoyó los codos sobre la mesa, inclinándose un poco hacia adelante, como si quisiera asegurarse de que nadie más los escuchara. Oscar, muy a su pesar, también se inclinó hacia enfrente para escucharla mejor.

—Resulta que la semana que estuviste en Italia, apareció este... sujeto que frustró un robo.

No. No. No.

—Dicen que fue muy rápido —continuó Lily, manteniendo el tono tranquilo, pero con ese brillo inquisitivo en los ojos que usaba cuando resolvía un rompecabezas—. Nadie lo vio llegar. Solo lo vieron después, con la cara cubierta. Detuvo a los ladrones, y luego... desapareció. Así, como si nada.

—Quizás fue un policía encubierto o algo así...

—Hay videos, de muy mala calidad, por cierto —Lily sacó su teléfono con rapidez y buscó entre su galería todo el material que había recopilado al respecto —. No son oficiales, claro y me costó una eternidad encontrarlos en algunos blogs italianos, pero ¡míralo! Saltó sobre el edificio, Ozzy.

No quería verlo, en realidad no quería hacerlo, pero sabía que debía hacerlo para confirmar lo que estaba claro desde el momento en el que Lily comenzó a hablar. Era él, esa figura apenas distinguible en el vídeo era él.

—Es una locura, ¿verdad? —susurró Lily mirando con una enorme sonrisa la pantalla de su celular

—Si. Es... una completa locura.

Oscar realmente estaba luchando contra el nerviosismo que de pronto se había apoderado de él. Estaba sudando y no sabía si también temblaba, pero no quiso mirar sus manos para comprobarlo. No se suponía que Lily siquiera tuviera que enterarse de eso y si lo hacía por cualquier motivo, quería ser él quien se lo dijera y le explicara la situación.

—Es increíble lo mucho que ha aumentado el número de super personas —comentó la castaña, guardando su celular y tomando el menú nuevamente para esta vez leerlo—. Me gustaría saber quién es.

—¿Uh?

—El trepa muros —dijo simplemente, encogiéndose de hombros—. Haberse detenido a ayudar de esa forma es bastante heroico, ¿no crees?

—Yo creo que es idiota.

Habló antes de detenerse a pensar en sus palabras y simplemente lo dijo porque él sabía que se trataba de sí mismo, pero Lily pareció tomarlo casi como una ofensa pues su ceño se frunció de inmediato.

—Me refiero a ¿qué hubiera pasado si el asaltante hubiese llevado un arma? ¿y si lo hubieran herido? —preguntó, tratando de justificar su reacción con preguntas válidas que se había hecho inmediatamente después de frustrar el robo—, pudo haber muerto.

—El crimen va en aumento día con día y me parece admirable que haya gente que se atreva a hacer algo al respecto —dijo asintiendo con suavidad—. Además, mira cómo se mueve por las paredes, claramente tiene superpoderes.

—Tenes superpoderes no lo vuelve automáticamente invencible, Lils.

—Lo sé, lo sé —lo pensó por un momento, como si estuviera buscando las palabras más adecuadas para decir en ese momento—. Es solo que, creo que, si uno tiene los medios para ayudar debería hacerlo, es una obligación moral.

Las palabras de Lily calaron hondo en su interior; era algo que bien sabía que era cierto, pero que no se había atrevido a aceptar con facilidad porque él ni siquiera sabía que estaba ocurriendo, porque no tenía madera para ser un superhéroe y porque esperaba que todo eso fuera temporal, una anomalía pasajera que un día desaparecería sin dejar rastro.

Y aunque duraran para toda la vida, Oscar no quería ser un superhéroe. Tampoco estaba seguro de que, si lo fuera, sabría exactamente qué hacer.

—Ese robó pudo haber terminado muy mal —habló Lily al ver que no contestaba—, pero él o ella decidió intervenir e hizo que una persona llegara a salvo a su casa, ¿no agradecerías bastante si alguien allá afuera hubiera arriesgado su vida para salvarme?

—No digas eso —pidió en voz baja, con los ojos clavados en los de ella—. No me gusta imaginarte en una situación así.

—Lo sé —dijo suavemente, extendiendo su mano sobre la mesa para tomar la de él—. Pero si pasara, ¿no te tranquilizaría pensar que allá afuera hay alguien que no lo pensó dos veces antes de ayudar?

—Sí.

No estaba mintiendo, en realidad si se sentiría mucho más tranquilo si alguien le garantizara que ella estaría a salvo sin importar qué. Sin embargo, este no era el caso. Paragon lo estaba buscando y sabía que eso significaba que no solo él, sino las personas a su alrededor, estaban en peligro.

Y después de su madre y sus hermanas, Lily era su punto débil más evidente.

—Ozzy —murmuró ella, con una ternura que casi lo desarmó—. ¿Estás bien?

Él parpadeó un par de veces, como si regresara de un lugar lejano.

—Sí —dijo en voz baja, forzando una pequeña sonrisa—. Solo... tengo muchas cosas en la cabeza.

Pero por dentro, su mente era un campo de batalla. Si lo que Lily había dicho era cierto, si tener los medios para ayudar te obligaba moralmente a hacerlo, entonces quizá ya no podía seguir ignorando lo que era.

Y tal vez, aunque no lo quisiera, estaba destinado a convertirse en aquello que más temía ser.

📆7 de Septiembre, 2023

🌍Woking, Inglaterra.

—Necesito respuestas— fue lo primero que dijo cuando entró a su consultorio—. Necesito saber qué es lo que me está pasando y resolverlo ya.

—¿Te sientes bien Oscar? — preguntó la pelirroja mirándolo con curiosidad.

—Estoy bien... es solo que... Tengo la presión de Paragon encima y no quiero pensar que en cualquier momento se pueden aparecer en mi puerta y tomar lo que les pertenece sin importar nada.

—Ellos no van a hacerte daño, Oscar —le recordó con paciencia al tiempo que tomaba de su escritorio una tableta—. Además, no tienes que preocuparte de más, ¿de acuerdo? Tengo tus análisis listos, los importantes al menos.

Aquello fue suficiente para llamar la atención del australiano, quien tomó asiendo casi al mismo tiempo que la doctora Palmer lo dijo, aún se veía alterado y sumamente nervioso, pero parecía dispuesto a escucharla.

La doctora deslizó con calma por la pantalla de su tableta, buscando el archivo correspondiente mientras Oscar tamborileaba sus dedos sobre el escritorio tratando de brindarse algo más de calma.

—Tus niveles de dopamina, adrenalina y cortisol están por encima del promedio —empezó a decir sin levantar la vista—, pero no al punto de ser peligrosos. Lo que sí me parece relevante es esto —giró la pantalla para que él pudiera ver un escaneo más profundo—. Tu sistema nervioso está funcionando... a una velocidad significativamente mayor de lo normal. Como si tu cuerpo hubiera recibido una optimización biológica.

—¿Optimización? ¿Cómo un monoplaza? —preguntó con el ejemplo más burdo que se le vino a la cabeza en el momento en que la escuchó

—Más o menos —respondió ella con un tono paciente—. Como si hubieran mejorado cada componente de tu cuerpo para que funcione más rápido, más eficiente, más preciso. Tus reflejos están muy por encima del estándar humano. Tus capacidades musculares y la forma en que procesas información visual y espacial también. Es como si fueras... un piloto diseñado para sobrevivir a una carrera imposible.

—Pero, entonces ¿no estoy muriendo? —su voz sonaba casi desesperada.

—Eso era justamente lo que me preocupaba —comenzó, haciendo que Oscar la mirara con detenimiento, esperando a que siguiera hablando—. Los registros de Paragon anteriores a esta situación demostraban que sus intentos por fusionar el material genético animal con el humano no estaban teniendo buenos resultados y había terminado en mutaciones inestables, deterioro celular y muerte acelerada. Pero en tu caso, eso no está sucediendo.

Aquellas últimas palabras hicieron que el alivio floreciera en su pecho, Oscar ni siquiera sabía que esa confirmación era tan necesaria hasta que llegó a sus oídos; en ese momento soltó un suspiro que sentía que había estado conteniendo desde hacía semanas.

—No hay indicios de que tu cuerpo esté rechazando la modificación —continuó la doctora Palmer con una ligera sonrisa.

—¿Entonces no estoy en peligro?

—No lo creo, el material genético ha estado en tu interior hace bastante tiempo y no hay señales de ningún tipo de deterioro.

—¿Y cuál es el "pero"?

Aquello sonaba casi demasiado bueno para ser verdad; las probabilidades de que la araña lo mordiera eran bajas, las probabilidades de que un experimento biomédico de millones de dólares que había fallado tantas veces antes funcionara en él eran todavía más bajas. Pero de alguna manera, Oscar había corrido con la suerte de que ambas cosas sucedieran y sabía que no todo podía ser perfecto. Nada nunca lo era.

La doctora Palmer apretó los labios en una línea y se aclaró la garganta antes de acomodarse en su silla, dejando la tableta sobre el escritorio y cruzando sus manos sobre este.

—La adaptación de tus células al ADN de la araña parece no tener una manera de revertirse. Hice muchas simulaciones, consideré todas las variables, pero ninguna dio resultado.

Un nudo se formó en el estómago del australiano, todo el alivio que antes había sentido se desvaneció de inmediato cuando le dijo aquello. Había esperado pacientemente porque creía que habría una solución a sus problemas; pensó, ingenuamente, que habría una manera de entregarle a Paragon lo que necesitaban y deshacerse de ello, volver a su vida normal.

—¿Qué? —preguntó en voz baja, no porque no la hubiera oído, sino porque pensó por una fracción de segundo que quizás lo que había dicho no significaba exactamente lo que había entendido.

—No hay manera de revertirlo. Es permanente, Oscar.

—No... —murmuró, sacudiendo apenas la cabeza—. Tiene que haber algo, algún tratamiento, un procedimiento experimental, algo...

—Lo intenté todo —respondió ella con sinceridad, sin apartar la mirada—. No estoy diciéndotelo a la ligera. Tus células no solo aceptaron el ADN, lo integraron. Lo reprodujeron. Eres biológicamente distinto ahora, y esa diferencia está en cada fibra de tu cuerpo.

Era una sentencia. No podía hacer nada para volver a la normalidad porque ahora esa era su normalidad, la realidad en la que estaba condenado a vivir. Su respiración se agitó y aunque hizo lo mejor que pudo para mostrarse calmado, sus manos temblaron, haciendo evidente para la pelirroja que aquello lo había alterado.

No podía vivir así. ¿Qué se suponía haría de ahí en adelante? Ni siquiera pensaba que podría lograr controlarlo e incluso si lo hiciera, no sabía de qué serviría.

Y entonces las palabras de Lily resonaron en su mente, como un eco que intentaba guiarlo, suave pero firme, como una brújula que se negaba a dejarlo perderse del todo.

"Si uno tiene los medios para ayudar, debería hacerlo. Es una obligación moral."

Oscar cerró los ojos por un momento, la desesperación aún latente en su pecho, pero comenzaba a mezclarse con algo más, un atisbo de algo, apenas perceptible que parecía un faro encendido en medio la neblina; propósito. Si era un hecho que no podía deshacerse de aquello, si para él era imposible volver atrás, como en la pista, entonces el único camino era hacia adelante.

Abrió los ojos y miró a la doctora Palmer, todavía alterado, pero con una nueva determinación en la mirada que ella reconoció casi de inmediato.

—¿Y si aprendo a vivir con esto? —preguntó, más para sí que para ella—. ¿Y si en lugar de esperar a que Paragon venga por mí, aprendo a usarlo antes de que lo hagan?

—Entonces necesitarás entrenamiento. Disciplina. Control. Porque si vas a seguir este camino no hay espacio para errores.

Oscar asintió, aún con las manos temblando, pero sabiendo que no podía seguir escondiéndose.

—Bien, entonces ayúdame.

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