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🕸️𝙑:𝘽𝙖𝙟𝙤 𝙥𝙧𝙚𝙨𝙞𝙤́𝙣

📅27 de agosto, 2023

🌍 Países Bajos.

OSCAR CASI SALTÓ DEL SUSTO CUANDO VIO A LA RUBIA PARADA AFUERA DE SU HABITACIÓN, su expresión era tan neutral que le revolvía el estómago y le hacía sentir inseguro. El australiano se aferró a los tirantes de su mochila para sentirse más seguro.

—Buenos días, señor Piastri— le saludó amablemente

—Buenos días, Felicia— él sabía que solo estaba haciendo su trabajo y que realmente no importaba mucho que él percibiera cierta vibra extraña de ella —Creí que te vería en el circuito.

—Oficialmente ya comencé a trabajar y el señor Webber fue muy específico en eso de que me volviera tu sombra— dijo simplemente sonriéndole.

—Ya veo— murmuró inseguro, pero asintió suavemente antes de forzar una sonrisa.

En realidad, estaba intentando ser amable, porque dentro de sí sabía que no era la primera vez que desconfiaba de alguien a quien recién conocía, lo había hecho casi con todas las personas que ahora formaban parte de su círculo cercano; incluso Lando había batallado mucho para que Oscar le tuviera confianza.

Oscar se aclaró la garganta mientras caminaban por el pasillo del hotel, él realmente no quería hacer las cosas incómodas.

—Tu trabajo no será muy demandante— dijo de pronto, la rubia lo miró con curiosidad —Bueno, todos las cosas que tengo por hacer ya están pactadas por mi agente... O sea, Mark.... Tengo muchas cosas planeadas para los próximos seis meses y dudo que puedas encontrar más que agendar así que... solo tienes que asegurarte de que asista, supongo. No suelo olvidarme de ellos aun así...

—Estoy segura que no los olvidará, pero no estoy aquí solo para sus asuntos laborales, también voy a administrar su agenda personal.

Eso no le gustó y es que era esa la principal razón por la que no quería una nueva asistente personal; entendía bien que alguien debía hacerse cargo de su agenda laboral, pero el hecho de que se inmiscuyeran en sus asuntos personales le causaba dolor de cabeza.

—Quizás podríamos discutir eso después ¿sí? Tengo algunas condiciones— no quería perder la amabilidad, pero tampoco quería dejarle creer que estaba dispuesto a aceptar que hiciera lo que quisiera con su tiempo

—Por supuesto, de hecho, tenemos una junta programada después de la carrera.

Oscar sonrió y suspiró audiblemente. Era el primer día de Felicia y ya estaba llenándolo de cosas por hacer. Esperaba que aquello no fuera contraproducente, ya tenía demasiadas coas por las cuales preocuparse.

📅25 de agosto, 2023

🌍 Países Bajos.

📍Circuito de Zandvoort.

DECIR QUE ESTABA INCONFORME CON SU POSICIÓN DE SALIDA ERA QUEDARSE CORTO. Un octavo lugar era, para él, un mal lugar en la parrilla de arranque; sin embargo, sabía que no podía quejarse pues sus resultados en las carreras anteriores, a excepción de la de Gran Bretaña, habían sido mucho peores, al menos desde ahí podría pelear una mejor posición si su auto trabajaba como debía durante toda la carrera.

Se masajeó el cuello mientras caminaba de vuelta a su motorhome a prepararse para la carrera; si bien no había habido ningún otro incidente que involucrara sus nuevas habilidades, aún se sentía pésimo pues ya había sido anunciado que Daniel se perdería el resto de la temporada debido a la fractura de su mano. Oscar sabía con certeza que aquello era algo terriblemente riesgoso para la carrera de Ricciardo en el automovilismo, especialmente porque su situación había estado pendiendo de un hilo desde hacía ya un tiempo.

Firmó algunos autógrafos, se tomó fotos con un par de fanáticos y respondió algunas preguntas que los creadores de contenido de McLaren le hicieron, finalmente pudo llegar a su habitación para cambiarse y soltó un suspiro pesado. Necesitaba controlarse y relajarse lo más posible pues si no lo hacía todo terminaría de la misma manera en la que había culminado durante las practicas, excepto porque esta vez alguien podría terminar con algo más que una mano rota y Oscar no estaba dispuesto a dejar que eso ocurriera.

Quizás...

Negó con la cabeza suavemente, no podía simplemente jugar a la segura ¿verdad? No podía reprimirse y no hacer adelantamientos para no provocar un choque. Al equipo no le gustaría.

Quizás no importaba mucho lo que el equipo quisiera, quizás en otro momento lo haría y quizás, después de descubrir lo que sucedía con él podía volver a preocuparse por su carrera y por las decisiones del equipo. Pero en ese momento sabía que lo mejor era no arriesgarse a nada.

Terminó de ajustarse el traje, haciendo una nota mental de pedir que volvieran a tomarle las medidas porque todo el fin de semana lo había sentido ligeramente ajustado en la parte de los hombros. Estaba por salir de vuelta para reunirse con el equipo cuando dos toques en su puerta llamaron su atención.

Abrió casi de inmediato, topándose con Logan que también iba a medio vestir pues llevaba el mono hasta la cintura y se estaba poniendo una de las botas con una sola mano mientras con la otra sostenía una tableta.

—¿Qué haces? — preguntó Oscar mirándolo completamente confundido

—Dame un segundo— terminó de acomodarse la bota y sin más entro a la habitación, al australiano no le quedó más remedio que hacerse a un lado y dejarlo pasar —¿Recuerdas que estábamos hablando acerca de investigar a alguien que pudiera ayudarte con tu cosa esa de araña?

—Ajá...

—Bueno, encontré a una de las mejores genetistas del mundo— Logan le pasó la tableta donde una página de información —Se llama Helen Cho y ha trabajado en la modificación genética básicamente toda su vida... la cuestión es que es casi imposible localizarla si no se tienen los contactos necesarios... tampoco es que no lo podamos hacer con algo de dinero y...

La voz de su amigo pareció desvanecerse en el aire mientras Oscar paseaba sus ojos por la información frente a él, su mirada se detuvo en una fotografía de hacía un par de años; era un laboratorio y la doctora Cho posaba altivamente con algún premio en su mano, sin embargo, eso no fue lo que llamó la atención de Oscar sino el grupo de mujeres que trabajaban al fondo, especialmente porque reconoció uno de los rostros retratados tan pronto como sus ojos lo miraron.

Era Christine Palmer.

OSCAR CAMINÓ CON RAPIDEZ HASTA EL GARAJE DE MCLAREN, claro que le había contado sus descubrimientos a Logan, pero necesitaba saber qué era lo que la doctora Palmer hacía trabajando para una escudería de Formula 1 cuando tenía antecedentes de haber participado en una investigación junto a una de las mejores genetistas del mundo.

Aquello no podía ser una casualidad y necesitaba descubrirlo antes de que pusiera en riesgo su integridad.

—¡Oscar! — lo saludó Zak con una enorme sonrisa.

—Hola— dijo forzando una sonrisa y ocultando el nerviosismo que lo embargaba.

—¿Cómo estás, muchacho? ¿Te sientes listo para la carrera? — lo tomó de los hombros y le dio unas palmadas

—Bien... Estoy listo— le respondió asintiendo suavemente, entonces decidió que traería el tema a la mesa —Solo... Me he estado adaptando a todos los cambios que ha habido por aquí, ya sabes... La nueva doctora, mi nueva asistente personal...

—¿Ya las conociste a ambas? — Oscar asintió —Son mujeres extraordinarias, estoy seguro que te ayudaran en tu desarrollo como piloto.

—Si, estoy seguro de eso... ¿Hay alguna razón por la que él doctor anterior ya no trabaje con nosotros? — preguntó sin poder refrenar sus impulsos de curiosidad

—Algo como que se iba a mudar a Roma.... o sobre su esposa... No recuerdo muy bien ¿quién lo hace? — preguntó con una risita burlona y Oscar se forzó a sonreír nuevamente —¿Por qué preguntas?

—Ah... solo me pareció extraño que no estuviera más.

—¿Ha sucedido algo con la doctora Palmer?

—No.... Nada, solamente tenía curiosidad, es todo.

Aún no pasaba nada, pero el hecho de que estuviera trabajando ahí indicaba que sabía algo sobre él o que quería saber algo. Insistía en que aquello no podía ser una coincidencia que si Christine estaba ahí él estaba en peligro directo de ser descubierto o de algo peor.

—Os, te esperan en el auto— le dijo uno de los mecánicos.

—Si, ya voy.

Con una última sonrisa se despidió de Zak y caminó hasta su auto para comenzar a alistarse y por mucho que quería mantener su mente en la carrera y en todo lo que tenía que hacer para obtener un buen resultado no podía evitar que sus pensamientos se desviaran hacia lo que más preocupado lo tenía.

Las cosas se habían complicado más de lo que hubiera querido alguna vez y no tenía idea de por donde comenzar a arreglarlo. Un suspiro se le escapó de los labios al tiempo que se ponía el casco y lo ajustaba.

De todas formas, no era como que pudiera resolver nada en ese momento, todo lo que podía hacer por el momento era enfocarse en la carrera.

—Una cosa a la vez, Jack— se dijo a sí mismo, acomodándose en el asiento del monoplaza.

—¿Listo?

—Listo.

Se bajó el visor y puso las manos al volante. Todo lo que importaba era la carrera.

Y mantener a salvo a todos en la pista.

POR SUPUESTO NO HABÍA SIDO UNA CARRERA PARA RECORDAR, entre su constante miedo a arruinarlo todo y la sobrecarga sensorial que implicaba estar en el auto, había cruzado la línea de meta un lugar debajo de donde había comenzado, siendo superado por el Williams de Albon.

Definitivamente aquello le iba a costar al menos una hora y media de su vida de una sesión "informativa" donde lo cuestionarían hasta el cansancio acerca de todos los errores que había cometido y, por primera vez en su vida, tendría que asumir la responsabilidad y no señalar los mil y un defectos que tenía el auto.

Al menos había logrado no perder el control y los tres retiros que habían ocurrido no habían sido su culpa.

Se quitó la balaclava para después lanzarla con el resto de sus cosas, de desabrochó el traje y luego se tiró en una de las sillas para beber un poco de agua, luego de unos momentos Lando se tiró a su lado también; el británico tampoco estaba muy contento con su resultado, aún si había quedado dos lugares por delante de su compañero, había caído desde la segunda posición y aquello no le causaba nada de gracia.

—¿Estás bien? — le preguntó después de unos segundos.

—He tenido mejores días, sin duda— respondió encogiéndose de hombros.

—Al menos no perdiste la oportunidad de pelear por una victoria.

—Nadie esperaba la lluvia— le tranquilizó Oscar —Y que el equipo tomara decisiones... cuestionables.

—Supongo que si— murmuró encogiéndose de hombros —Pero... ¿Qué hay de ti? Parecía que estabas corriendo a la segura el día de hoy.

Era difícil que no lo notara, especialmente porque él y Lando conocían a la perfección el estilo de manejo del otro: Norris sabía cuándo era más probable que atacara y estuvo esperando toda la carrera porque sabía que Oscar estaba a punto de hacerlo y nunca sucedió.

—Hoy no me sentía con la confianza de hacerlo, supongo— se excusó, bajando la mirada hasta sus manos y jugueteando con la botella de agua.

—Si... Todos tenemos esos días— asintió con suavidad antes de darle un par de palmadas en la espalda —Bueno, solo tomemos lo positivo de esa charla y dejemos lo negativo irse.

—¿Y cómo se supone que mejoremos si no lo escuchamos?

—No digo que ignores los errores, genio. Solo que no dejes que te consuman.

—Supongo que tienes razón...

—Por supuesto que la tengo— respondió Lando con su típica confianza —Además, no eres tú el que perdió la oportunidad de ganar hoy, así que deja de estar tan serio.

—Siempre encuentras la forma de hacer esto sobre ti, ¿verdad? — preguntó soltando una risita y negando con la cabeza

—Es un talento natural— bromeó Norris, poniéndose de pie y estirándose —Pero antes hay que comer algo, vi que llevaron hamburguesitas al garaje de Red Bull, si le rogamos a Max lo suficiente quizás nos regale una.

—Lando tenemos comida aquí

—Si, pero... hamburguesitas ¿sabes?

Oscar en verdad agradecía tener a Lando como compañero de equipo, especialmente en esos momentos cuando sentía que su mente corría en todas direcciones, no era que fuera increíble dando apoyo moral, pero lograba distraerlo lo suficiente como para que el nudo en su estómago desapareciera por unos momentos.

Sin embargo, cuando caminaban hacia su destino, una mujer se le acercó demasiado rápido para su gusto, sosteniendo un pequeño micrófono hacia él.

—¿Te consideras directamente culpable de que Ricciardo se vaya a perder el resto de la temporada? — preguntó casi a los gritos.

Aquello lo tomó por sorpresa y se quedó pasmado un momento antes de reaccionar y echarse hacia atrás hasta pegarse con la pared, pasaron un par de segundos antes de que la seguridad del lugar lo alcanzara y apartara a la reportera con firmeza, pero sin violencia, interponiéndose entre ella y los dos pilotos. Oscar permaneció inmóvil, con la espalda aún contra la pared y los ojos muy abiertos, como si intentara procesar lo que acababa de pasar.

Y es que no se suponía que aquello pasara, se suponía que la seguridad era la mejor en esos lugares, no podían permitir que eso pasara. Lando se puso en alerta de inmediato, pues sabía cuánto lo perturbaban aquellos acercamientos tan intrusivos.

—Os ¿estás bien? — preguntó de inmediato

—Si...si, estoy bien.

¿Era culpable? ¿Daniel lo odiaría? ¿Por qué no advirtió la presencia de aquella mujer antes de que se acercara?

—Si, claro— farfulló el británico, alguien de seguridad se intentó acercar a ellos y recibió de inmediato una mala mirada por parte del piloto —Hagan su puto trabajo.

—Lando— murmuró Oscar con un hilo de voz, casi como si quisiera calmarlo, aunque en el fondo agradecía su reacción. Sentía la garganta seca y el corazón golpeando fuerte contra su pecho, todo ese asunto lo había descolocado.

Y de pronto se sentía... muy vulnerable. No le gustaba.

—¿ESTÁS SEGURO QUE LO TIENE? — PREGUNTÓ LA RUBIA, MORDIÉNDOSE UNA UÑA.

—Por supuesto que lo tiene— le respondió Maximilien frunciendo el ceño —¿Por qué lo dudas?

—Porque se veía como un cordero asustado hace rato que aquella pseudoperiodista se le acercó en el paddock ¿no tendría que haber reaccionado diferente? — ladeó la cabeza, recordando claramente la escena que había presenciado unas horas atrás

—La fórmula que corre en sus venas es probablemente inestable, no sabemos si sus efectos sean constantes o si están mutando con cada segundo que pasa dentro de su organismo. Ahora mismo debe estar hipersensible a todos las cambios en su interior.

—Seguramente también está asustado ¿no crees que sea mejor apelar a ese lado y simplemente explicarle la situación?

—Él sabe dónde obtuvo esto, no es un completo estúpido. Si estuviera tan asustado habría vuelto aquí de inmediato para arreglar su problema.

Draven tenía un punto, pero no era lo suficientemente razonable para ella, quien, a pesar de todo, sentía algo extraño en todo aquello. Confiaba en él, por supuesto, era como de su familia, pero también sabía que podía ser radical cuando las cosas se le salían de control y esa situación definitivamente estaba lejos de su control.

—¿Qué harás con él, Max? — preguntó queriendo sonar simplemente curiosa y no completamente llena de miedo

—Cuando confirmes que hay una alteración en él, lo traerás de inmediato al laboratorio, descubriremos por qué funcionó en él y luego lo curaremos— le explicó y sonaba en realidad sincero, luego soltó un suspiro y se frotó el rostro —Esto es muy importante para mí, Fe, tú lo sabes mejor que nadie. Esto puede cambiar el mundo como lo conocemos y ayudar a cientos de personas más.

Si lo pensaba a fondo, eso era cierto, pero seguía sintiendo algo extraño en su interior cada vez que Maximilien tocaba el tema. Él pareció notarlo y en lugar de perder la paciencia, le sonrió con ternura a través de la pantalla, apelando a eso que la mantenía tan consternada.

—Él no puede controlar el poder que probablemente tiene ahora, es inestable y es mejor que lo deje en manos de expertos antes de se lastime a sí mismo o a alguien más.

Felicia bajó la mirada.

—Seguiré atenta, entonces —murmuró y aunque no sonaba completamente convencida, aquello puso una sonrisa en el rostro de Draven.

—Gracias, Fe. Con tu ayuda, haremos historia.

La llamada terminó y ella se quedó ahí, la habitación sucumbiendo a un silencio lo suficientemente abrumador como para dejarla escuchar sus propios pensamientos. No entendía esa sensación de duda que parecía crecer dentro de ella, nunca se había sentido de esa forma con algo que tuviera que ver con Maximilien. No sabía a qué se debía y tampoco sabía si deseaba averiguarlo de inmediato.

Pero si algo sabía con seguridad era que ese sexto sentido que parecía latente en ella, nunca la había traicionado y esa no iba a ser la primera vez que decidiera ignorarlo. Tal como en las otras ocasiones, decidió que seguiría aquel instinto y vería a donde la llevaba.

📅29 de agosto, 2023

🌍 Milán, Italia.

VIAJAR DE VUELTA A LAS INSTALACIONES DE MCLAREN NO ESTABA EN LOS PLANES, siendo que el Gran Prix de Italia estaba a tan solo unos días de distancia, era impensable tener que hacer una parada extra antes de ello. Aquella decisión le costó, por supuesto, la oportunidad de hablar con la doctora Palmer y es que Oscar no pensaba en hacerlo ni por llamada ni por mensaje por miedo a que su teléfono y todos los del equipo estuvieran siendo intervenidos.

Tendría que esperar una bendita semana más hasta que fuera posible volver al centro; sin embargo, aquello no le aseguraba que las cosas se solucionarían de inmediato, pues antes de siquiera pensar en pedirle ayuda, necesitaba saber quién la había enviado y para qué. Había una pequeña posibilidad de que ella estuviera ahí buscando ayudarlo, pero otra muy grande de que estuviera buscándolo con intenciones más hostiles.

Honestamente Oscar no tenía ni la más mínima idea de que haría si la doctora Palmer resultaba no ser tan buena como aparentaba ni a quien más recurrir; básicamente ella era, por el momento, la única solución a sus problemas.

Soltó un suspiro cargado de pesadez al tiempo que se dejaba caer contra el asiento del auto, la multitud se arremolinaba alrededor de los vehículos que apenas arribaban al hotel y Oscar estaba realmente sorprendido por aquello; no que no se hubiera acostumbrado a eso, pero eran las siete de la mañana así que era sorprendente como los fanáticos estaban dispuestos a sacrificar sus horas de sueño para darle un buen recibimiento al país.

Clamaban su nombre y el de Lando también, le pedían fotos y autógrafos y aunque no podía detenerse por mucho tiempo, hizo lo posible por responder a la mayoría de las peticiones. Finalmente pudo pasar de la entrada hasta el lobby y suspiró una vez más, afianzando su agarre alrededor del asa de su maleta.

—Es una locura allá afuera— murmuró su compañero de equipo, negando con la cabeza —¿Irás a dormir ahora?

—Supongo que solo descansaré un momento antes de salir; iré a comer con Logan— asintió —¿Y tú?

—Estoy muy cansado así que me daré un día de spa en el hotel, pediré algunas hamburguesitas a mi habitación.

Oscar soltó una risita y negó con la cabeza.

—Eso suena a un gran plan.

—Lo es... aunque ¿quisieras venir a jugar videojuegos cuando regreses?

La verdad era que Lando no solía hacer planes con él con frecuencia, él tenía muchos más amigos en la parrilla que Oscar, así que aquello era bastante inusual; sin embargo, el hecho de que fuera una invitación tan particular fue justamente lo que logró emocionarlo lo suficiente.

—¿De verdad? — preguntó arqueando una ceja.

—Si, nos vendría bien una noche de compañeros ¿no crees?

—Si... Si, eso estaría bien— asintió sin poder evitar la sonrisa que se dibujó en su rostro.

—Bien, entonces llámame cuando termines— dijo señalándolo con su dedo índice antes de caminar directo al elevador.

Lando sabía que había algo extraño sucediendo con su compañero de equipo, no estaba seguro de que era ese algo, pero estaba seguro que Oscar estaba bastante fuera de sí desde que terminó el parón de verano y aunque usualmente lo hubiera dejado pasar, esta vez estaba en realidad preocupado pues el equipo también lo había notado, lo suficiente como para tenerlo en la mira.

Oscar era, además de un buen compañero, un gran amigo también y Lando aún sufría por la separación con Carlos, no podía dejar que le quitaran a otra persona, no cuando estaba encontrando en él a alguien que le ofrecía una amistad genuina.

Así que pensó que sería mejor indagar en lo que sea que estaba perturbando al australiano antes de que el equipo decidiera darle un ultimátum y lo pusiera bajo más estrés.

Quizás podría ayudar con algo.

Había aprovechado parte de la mañana para hacer un poco de ejercicio, descansar y darse un baño relajante, a medio día llamó a su madre e intentó llamar a Lily también, pero ella no respondió pues era de madrugada en Australia así que lo entendió completamente. El incidente de la reportera no se había hecho publico a petición de él para no preocupar a su madre, pero sabía que no tardarían en salir los rumores así que al menos tendría tiempo de prepararse mentalmente para eso.

La comida con Logan había salido bien, aunque el estadounidense intentó convencerlo todo el tiempo de llamar a la doctora Palmer de inmediato, Oscar le dejó saber sus razones para no hacerlo y al final logró hacerlo entender, pero insistió en que le hiciera una llamada cuando hablara con ella solamente para estar enterado de todo, petición que el australiano aceptó.

Para cuando se despidió de él y decidió regresar al hotel el sol ya se estaba poniendo y, siendo que no quedaba tan lejos, quiso caminar en lugar de llamar un chofer o tomar un taxi. Casi cinco minutos habían pasado cuando Lando lo llamó y le pidió, o mejor dicho le rogó, que fuera a recoger comida de un restaurante en específico.

—¿Por qué no ordenas algo del hotel? — preguntó frunciendo al ceño al ver en su celular que la ubicación que Lando le había enviado estaba bastante más lejos de donde se encontraba.

—Porque es mi restaurante favorito y la lasaña es espectacular, cuando la pruebes sabrás de lo que estoy hablando.

—Pero acabo de comer, Lando.

—Si vas caminando te dará la suficiente hambre para cenar.

Oscar rodó los ojos, pero no pudo evitar soltar una risa baja. Miró nuevamente la ubicación, no era lo suficientemente lejos como para negarse, pero si lo suficiente como para mermar su motivación de caminar; de todas formas, pensó que Lando estaba siendo lo bastante amable invitándolo a pasar tiempo con él así que ir a recoger la comida era como devolver su acto de amabilidad.

—Bien, iré a recogerlo.

—Eres el mejor. El pedido está a nombre Felipe Lotas. Adiós.

Le tomó un segundo entender el nombre tan ridículo que había dado, pero cuando fue consciente de ello y quiso reclamar, Lando ya había cortado la llamada y Oscar no pudo evitar soltar una carcajada antes de guardar su teléfono y comenzar a caminar en dirección al restaurante.

Conforme más caminaba, se dio cuenta que el lugar al que se acercaba estaba bastante más oscuro y solitario que en donde antes se encontraba, cosa que le hizo maldecir en voz baja al británico e hizo una nota mental para decírselo a la cara también. No le costó mucho encontrar el restaurante, a pesar de que tuvo que negarse tres veces a comprar drogas que le ofrecían en la calle.

Obtuvo el pedido de Lando una vez reunió el coraje suficiente para pronunciar el nombre bajo el que se encontraba, aquello le ganó unas cuantas risas por parte del personal, pero finalmente pudo salir de ahí. Cuando lo hizo, el cielo ya se encontraba completamente oscurecido y las luces de la calle ya comenzaban a encenderse.

Sentía la mirada curiosa de las personas que antes se habían acercado a ofrecerle comprar sustancias ilícitas, así que apretó el paso por un par de cuadras, pensando en que lo mejor sería salir de ahí de inmediato; sin embargo, cuando pasaba por uno de los callejones antes de cruzar a una zona más transitada, observó una escena que desató esa sensación de peligro inminente en su interior.

Era claramente un asalto.

Aguzó el oído y escuchó los llantos de la chica que suplicaba que no le robaran además de las palabras amenazantes del hombre que forcejeaba con ella.

Oscar no sabía qué hacer, algo en su interior le gritaba que tenía que hacer algo porque tenía los medios necesarios, pero su lógica (que aún no se acoplaba del todo a las nuevas habilidades de su cuerpo) le decía que saliera corriendo porque si intentaba algo solamente empeoraría las cosas.

Estuvo a punto de darse la vuelta y llamar a la policía antes de alejarse de ahí. Dio un par de pasos hacia atrás Dio un par de pasos hacia atrás dispuesto a seguir con su camino; sin embargo, se detuvo cuando escuchó el llanto de la mujer.

Quizás podría hacer algo... Pero ¿Cómo sin ser descubierto? Frunció el ceño y metió la mano en su chaqueta, sorprendiendose de encontrar una de sus balaclavas ahí, seguramente era una de las que se había olvidado devolver a su lugar luego de las prácticas.

Volvió a considerarlo y soltó un suspiró cargado de resignación, la verdad era que no se sentía bien yéndose así nada más.

Miró de reojo la pared del callejón y luego se las ingenió para pegar con sus telarañas el paquete a la pared. Luego se colocó la balaclava, aún se veían sus ojos, pero dudaba que alguien pudiera reconocerlo así, por lo que se sintió mucho más confiado.

Entró al callejón sin hacer ruido y con un movimiento ágil y preciso, lanzó una telaraña directamente a la muñeca del hombre, haciendo que soltara el arma que momentos antes estaba apuntando hacia su víctima. La navaja cayó al suelo con un tintineo metálico, y el sujeto se giró confundido justo cuando otra telaraña lo impactó en el pecho, empujándolo contra la pared opuesta del callejón.

No iba a golpearlo, por supuesto que no, lo ultimo que quería era hacerle daño a alguien, así que solamente se aprovechó del factor sorpresa para dejarlo lo suficientemente confundido y pegarlo a la pared para evitar que se moviera.

—¿Estás bien? — le preguntó a la mujer, haciendo su voz ligeramente más grave de lo que era pues quería evitar, a toda costa, que hubiera algo reconocible sobre él.

Ella asintió, su rostro bañado en lágrimas y su expresión completamente aterrorizada.

—Vete, no dejes de correr hasta que estés en un lugar seguro.

La mujer volvió a asentir e hizo caso a lo que él decía, tomó su bolsa del suelo y salió corriendo por el callejón. Oscar la vio alejarse en silencio, con el pecho agitado por la adrenalina. Su corazón latía con fuerza y, por un instante, todo a su alrededor pareció ralentizarse. Podía escuchar el retumbar de sus propios pasos en el concreto, la respiración agitada del asaltante aun intentando zafarse inútilmente de las telarañas, y el murmullo lejano del tráfico de la ciudad.

No había planeado hacer algo así. Nunca.

Y mientras recogía rápidamente el paquete que había dejado adherido a la pared —aún intacto, gracias al pegamento— pensó que esa sería la primera y ultima vez que haría algo como eso.

Él no era un superhéroe como los que veía en las noticias. Él solo era Oscar.

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