
Tᴡᴏ.
I 02. I
Horns and Swords
❝Insult a god ❞
UNA VEZ QUE ARIADNA SE CAMBIÓ DE ROPA, SE ENCONTRO CON PERCY Y ANNABETH, LA GENTE TRATANDO DE PREGUNTARLE QUÉ PASÓ CON TODO EL INODORO. Por su puesto, ella no dijo nada. Se le pediría que explicará, se le harían preguntas y estaria rodeada, lo que resultaría en una Ariadna Phoenix molesta. Y eso nunca era bueno.
Aunque su cabello todavía estaba mojado, vestía ropa abrigada, Annabeth no tuvo tanta suerte. "Gracias por dejarme aquí con él". La rubia hizo un gesto hacia el chico, a quien señalaban mientras caminaban.
Percy le dio una mirada ofendida, "¿Qué se supone que significa eso?".
Ariadna arqueó una ceja, "Lo siento. Me dio un respiro, lo cual fue agradable".
"Una vez más, ¿qué significa eso?"
Las dos chicas se rieron entre dientes, el chico parecía despistado y desesperado por una respuesta mientras tiraba de su cabello color azabache. Le mostraron los alrededores del campamento, hablando del campamento. Mayormente solo Annabeth soltando hechos interesantes, Ariadna le hace comentarios sarcásticos a Percy, quien le responde.
Una vez que llagaron a la pared de roca, Percy miró hacia arriba, el sol brillaba en sus ojos.
Tragó saliva al ver la lava debajo, burbujeando con un calor inmenso.
"¿Alguna vez alguien ha llegado a la cima?"
Ariadna levantó la vista de sus uñas, "Si. Lo he hecho", puso una sonrisa arrogante en su rostro mientras sacaba la cadera, "Varias veces".
El puso los ojos en blanco ante su expresión arrogante, "Lo tengo. Eres arrogante, lo entiendo". Él refunfuñó, su sonrisa se borró, un ceño lo reemplazó. Abrió la boca antes de que Annabeth la interrumpiera, enviando a la chica una mirada mientras se cruzaba de brazos, haciendo un puchero a la chica de detuvo la discusión.
"Tenemos entrenamiento. La cena es a las siete y media. Solo sigue a tu cabaña hasta el comedor".
Percy miró hacia abajo, un cambio repentino en su estado de ánimo. "Ariadna, Annabeth, lamento mucho lo de los baños".
Ariadna niega con la cabeza, cruzando sus brazos mientras su cabello húmedo deja huellas en su camisa. "Esta bien". Annabeth simplemente se encoge de hombros.
"No fue mi culpa". Explicó, la morena le le dirige una mirada estupefacta. ¿Quién mas hubiera sido?
Miró hacia Annabeth, esta vez, Ariadna estaba pensanso. "Necesitas hablar con el oráculo". Su amiga rubia la miró como si estubiera loca, pero la morena la tranquilizó.
"¿Quién?"
Ariadna se burló, "No 'quien'. Sino 'Que'. El Oráculo. Le preguntaremos a Quirón."
Sus ojos se desviaron hacia el lago junto al que estaban, dos náyades saludaron al chico, que no pudo resistir a su encanto y les devolvió el saludo. Ariadna pone los ojos en blanco, conteniendo un gemido.
"No las animes". Annabeth lo regaño, "Las Náyades son unas novias terribles".
Ariadna se rió, con una leve sonrisa en su rostro ante el comentario. Ambas Nátades la miraron, frunciendo el ceño a la chica que disfrutó del insulto.
Para Percy, esa fue la gota que colmó el vaso. "Náyades. Eso es todo. Quiero irme a casa."
Ariadna ignoró la conversación y sacó la lengua a las enojadas Ninfas. "¿No lo entiendes, Percy?" Pregunto Annabeth, con un tono defensivo en su voz. Ariadna se acercó más a la orilla del agua, atormentando a las ninfas que intentaron agarrarla. "Este es el único lugar en la tierra para niños como nosotros".
"¿Te refieres a niños con problemas mentales?"
Ariadna mira al chico, sus ojos morados sin notar las manos de la ninfa acercándose a su cabello. "No humano, Jackson. Bueno, no totalmente humano, es decir. Medio humano."
Percy levanta una ceja, "Mitad humano y mitad ¿qué?"
Annabeth ladeó la cabeza, "Ya lo sabes".
"Dios" dijo, "Mitad dios".
"Tu padre no esta muerto, Percy. Es uno de los Olímpicos".
Sacudió la cabeza, "Eso es... una locura".
Ariadna miró a las Náyades que sonreían tímidamente, hizo un movimiento de 'Te estoy mirando' antes de hablar. "¿Lo es? ¿Qué es lo más común que hacían los dioses en las historias antiguas?" Ella arqueó una ceja, "Corrieron por ahí enamorandose de los humanos y teniendo niños con ellos. ¿De verdad crees que han cambiado sus hábitos, incluso después de algunos milenios?"
"Pero esos son sólo...
Pero si todos los niños aquí son mitad dioses..."
Annabeth lo interrumpió, "Semidioses. Ese es el término oficial. O Mestizos, en el lenguaje coloquial".
"Entonces, ¿Quién es tu padre?" Dirigió la pregunta a Annabeth, viendo que Ariadna estaba ocupada abofeteando a las ninfas que estaban pellizcando su cabello.
Annabeth apretó los puños, su mandíbula se apretó ligeramente. Ariadna sabía que su padre era una conversación que preferiría no tener, "Mi padre es un profesor en West Point. No lo he visto desde que soy pequeña. Él enseña histora Estadounidense".
Percy parecía confundido, "¿Es humano?"
"¿Que? ¿Asumes que tuvo que ser un dios masculino el que encuentra atractiva a una mujer humana? ¿Cuán sexista es eso?"
Percy suspiró, "¿Entonces quién es tu madre?"
"Cabaña seis"
"¿Significa...?
"Atenea". Ariadna puso los ojos en blanco mientras levantaba la barbilla, "Diosa de la sabiduría y la estrategia de batalla"
Percy asintió, asimilando la información antes de volverse hacia la morena junto la orilla del agua. Observando como se volvía rapidamente hacia las náyades que sonrieron y se metieron de nuevo en el agua, con los ojos asomándose.
"¿Quién es tu padre?" Preguntó, inclinando la cabeza mientras veía cómo su expresión molesta se suavizaba.
Ariadna abrió la boca, pero se detuvo cuando sintió un tirón en su cabello. La chica giró la cabeza, finalmente terminó con las ninfas que pensaban que era divertido molestarla.
Lanzó su anillo al aire, dejando que se transformara en su espada de oro antes de apuntar con la hoja a las gargantas de las Náyades. "Dejame". Amenazó, las ninfas chillaron, sumergiéndose en el agua antes de prestar atención a su amenaza.
Percy se quedo allí, abriendo y cerrando la boca como un pez. Annabeth sonrió, alzando una ceja ante su indiferente amiga. La chica de ojos morados se dio la vuelta, colocando su anillo de nuevo mientras le daba al chico una sonrisa brillante.
"¿Q...qué?"
Ariadna se rió, "Oye, es exactamente como tu bolígrafo. Solo que en una forma diferente". El chico sintió aturdido, con los ojos aún muy abiertos ante la escena. "De todos modos, ya lo conociste".
"¿Quirón?" Él miró detrás de ella, "No te ves exactamente como un Centauro".
Annabeth soltó una carcajada, doblándose cuando su amiga se sonrojó. Tartamudeó Ariadna, entrecerrando los ojos ante el chico claramente despistado que le dio una sonrisa descarada.
"ÉL NO ES--" Respiro hondo, poniendo una sonrisa forzada en su rostro. "Él no es mi padre".
La sonrisa de Percy se desvaneció, "¿Sr.D?"
Ariadna asintió, con las manos en las caderas mientras sonreía. "Dionisio. Dios del vino, locura ritual, teatro y el éxtasis religioso".
"¿Eso significa que no crees en los dioses griegos? ¿O eso significa que crees tanto en un Dios como en los Olímpicos?"
Ella lo miro boquiabierta, Annabeth se encogió de hombros ante su mirada impotente. "El éxtasis religioso significa que estas mental y espiritualmente consciente. Y además, ese es mi padre, no yo".
Percy asiente, comprendiendo lentamente. Recibe otra pregunta que hace que la niña suspire. "¿Por qué tienes una espada?"
"Batalla, obvio".
"No puedes ser tan buena, ¿verdad? Comparada con los hijos de Ares". Annabeth se dio cuenta de que a Percy le gustaba cómo sus preguntas la molestaban, y sabía que él estaba tratando de enojarla. Su funeral, pensó.
Ariadna apretó los dientes ante el pinchazo, ¿Como se atreve?.
"Cuidado, Percy." Annabeth habló con una advertencia en su tono. "Ella es la mejor luchadora con espada, No. La mejor luchadora que hemos tenido en años".
Percy se rió, con una sonrisa de sorpresa en su rostro. "¿Qué?" Se rió aún más fuerte, "¡El sol la cegó y tropezó!"
Ariadna especto: "¿¡Y tu lo dices!? ¡Tu también te tropezaste! No una, sino dos veces".
"¡Esos fueron tu culpa!"
Se puso de pié a centímetros de su cara, toda la diversión salió de sus caras. "Callate. Podría derribarte en menos de un segundo."
"Hazlo."
La morena se movió, solo para ser apartada por Annabeth, quien había detenido la pelea. Ariadna jadeó, una mirada dura en su rostro. Los ojos oceánicos de Percy le devolvieron la mirada, con tanta ira como los de ella.
Los océanos crecientes lucharon contra una ola de color púrpura, luchando por quien ganaba la discusión. Los ojos de Percy parpadearon, dejando que una sonrisa se posaran en los labios de la chica. Su boca se curvó en una mueca, no queriendo estar mas en su presencia. El sentimiento era mutuo.
Miro hacia Annabeth, que los miraba a los dos con una expresión cansada. Lista para saltar sobre Ariadna si lo necesitaba, "¿Y mi padre?"
"Eres indeterminado. Nadie lo sabe"
"Excepto mi madre. Ella lo sabía"
Annabeth se estaba volviendo mas vacilante, "Tal vez, Percy. Los dioses no siempre revelan sus identidades".
Percy parecía seguro de su esperanzadora idea: "Mi papá lo habría hecho. La amaba".
Ariadna tragó saliva, se cruzó de brazos y dejó que sus uñas se clavaran en la piel de sus brazos. No quería herir al chico mas de lo que ya estaba, había perdido a su madre, es herida duele, lo sabía por experiencia.
"Tal vez tengas razón", comenzó la rubia. "Tal vez te envíe una señal. Esa es la unica forma de saberlo con certeza; tu padre tiene que enviarte una señal que te reclame como su hijo. A veces sucede".
"¿Quieres decir que a veces no es así?"
La morena miró sus pies, el suelo, el cielo. En cualquier lugar menos sus ojos, no queria que la viera con una mirada triste. Había hecho muchos amigos en la cabaña de Hermes, muchos de los cuales siempre le preguntaban cómo era ser reclamada. Y cuando lo hizo, mostraron una apariencia de asombro, y lo estaban. Pero dentro de sus ojos, estaba la tristreza de nunca poder experimentar eso. Nunca sentir la emoción de que su padre piadoso los reclame como suyos, atrapados dentro de una cabaña abarrotada sin saber la verdad.
Ariadna suspiró, "Los dioses estan ocupados". Sus ojos se encontraron con los de él en el tenso silencio, Annabeth nunca abrió la boca. Percy la miro a los ojos, notando la tristeza en ellos. Por alguna razón, sintió un ligero tirón, que culpó a la idea de no ser reclamado nunca. "Tienen muchos hijos y no siempre... bueno, a veces no se preocupan ppr nosotros, Percy. Nos ignoran".
Miró a la rubia, que se quedó callada. "Somos los afortunados. Annabeth y yo. Junto con todos los demas que saben, nunca seremos maldecidos por el conocimiento. Nunca entenderemos cómo es, nunca entenderemos no tener el cierre, nunca entenderemos la idea de quien es nuentro padre. El que siempre esta en el fondo de sus mentes. Tenemos suerte, mucha suerte."
Su mirada baja, un ceño fruncido abriéndose camino en sus labios.
"Así que estoy atrapado aquí, ¿eso es todo? Por el resto de mi vida".
Annabeth le dio una mirada sombría, "Depende. Algunos campistas solo se quedan durante el verano. Si eres hijo de Afrodita o Demeter, probablemente no seas una fuerza realmente poderosa. Los monstruos pueden ignorarte, así que puedes arreglartelas con unos meses de entrenamiento de verano y vivir en el mundo mortal el resto del año."
Ariadna se aclara la garganta, tratando de quitar toda la tristeza de sus ojos, pero Percy vio todo el acto. "Pero, para algunos de nosotros, es demaciado peligroso irse. Somos todo el año, en el mundo de los mortales atraemos a los monstruos. Nos sienten, vienen a desafiarnos. La mayoria de las veces nos ignoran hasta que tengamos la edad suficiente para causar problemas, alrededor de los diez o once años. Pero después de eso, la mayoria de los semidioses o se abren camino hasta aquí o los matan. Algunos logran sobrevivir en el mundo exterior y hacerse famosos. Yo, si te dijera los nombres, los reconocerias. Algunos ni siquiera se dan cuenta de que son semidioses. Pero muy, muy pocos son así".
Se rascó la parte posterior de la cabeza, "Para ser honesta, no recuerdo haber viajado en automovil. No recuerdo cómo son los centros comerciales, que es un teléfono celular. He estado aquí desde que era muy joven, aprendiendo todo aquí. Es demasiado peligroso para mi salir".
Percy le dio una mirada de simpatía, "¿Entonces los monstruos no pueden llevar aquí?".
"No, a menos que estén intencionalmente almacenados en el bosque o convocados específicamente por alguien en el interior".
El chico estaba confundido por la ultima parte, "¿Por qué alguien querría convocar a un monstruo?"
Annabeth se encogió de hombros con indiferencia, "Practica de peleas. Bromas prácticas".
"¿Bromas prácticas?" El niño miro el campamento con recelo, buscando cualquier cosa.
Ariadna descruzó los brazos, deleitándose con el calor que le secaba el cabello. "Las fronteras están selladas para mantener alejados a los mortales y los monstruos. Desde el exterior, los mortales miran hacia el valle y no ven nada habitual, solo una granja de fresas".
"Entonces", comenzó, "Ustedes son campistas todo el año".
Las chicas sacan sus collares de cuentas, Annabeth tenía uno menos que Ariadna. Técnicamente, Ariadna había estado allí dos años mas que la rubia, pero Annabeth consideraba el anillo universitario de su padre como una cuenta.
"He estado aquí desde que tenía siete años, Ariadna ha estado aquí desde que tenia cinco". Percy miro a la morena, que estaba ocupada tratando de no mirarlo a los ojos, sabiendo que ya había una pregunta lista para surgir de su boca. "Cada agosto, el ultimo día de la sesión de verano, te dan una cuenta por sobevivir un año más."
Ariadna se mudó al lado de Annabeth, "La mayoria de los consejeros no han estado aquí tanto tiempo como nosotras, y todos están en la universidad."
"¿Por qué vinieron tan jovenes?"
Annabeth siguió jugando con el anillo, pero esta vez mucho más duro. "No es asunto tuyo".
Ariadna miro al chico que la miraba, rogandole a la chica algo de información. Así que le dio un pequeño trozo para tranquilizarlo un poco. "¿A mí?" Él asintió con la cabeza, "Problemas con mamá"
Un momento de silencio pasó por el aire, Percy parado frente a ellas con torpeza antes de que el, afortunadamente, lo llenara. "Entonces... ¿Podría salir de aquí ahora mismo si quisiera?"
"Técnicamente" comenzó Ariadna, "Si. Pero sería un suicidio, podrías, con el permiso de mi padre o de Quirón. Pero no te lo darían hasta el final de sesión de verano a menos que..."
Percy la miro, queriendo saber qué iba a decir antes de que se interrumpiera. "¿A no ser que?"
"Se te conseda una misión. Eso casi nunca sucede. La ultima vez que lo hizo..." Su mente voló de regreso al incidente con Luke, su búsqueda na había salido según lo planeado.
El chico miro a Annabeth, "De vuelta a la enfermería, cuando me estabas dando de comer esas cosas..."
"Ambrosía." Annabeth respondió, Ariadna mirando al lago, sonriendo suavemente al ver a una tortuga arrastrandose sobre una roca.
"Si, me preguntaste algo sobre el solsticio de verano".
La morena giró la cabeza hacia Annabeth, queriendo saber más. "Entonces... ¿Sabes algo?"
Percy le dio una mirada, "Bueno... no"
Ariadna apretó los ojos con desilusión. "Pero en mi vieja escuela, escuche a Grover y Quirón hablando de eso. Grover mencionó el solsticio de verano. Dijo algo como que no teníamos mucho tiempo, debido a la fecha limite. ¿Qué significa eso?"
Ariadna dejo escapar un suspiro agravado, "Ojala lo supiéramos. Quirón y los Sátiros, no nos diran a ninguno de nosotros. Pensé que lo habrían hecho despues de mencionar como escuche truenos y el sonido de las olas cuando no hay". Ella apreto su puño, "Algo está mal en el Olimpo, realmente mal. La ultima vez que estubimos allí todo era normal".
"¿Has estado en el Olimpo?"
Annabeth asintió con la cabeza, "Algunos de nosotros durante todo el año - Luke, Clarisse, Ariadna y yo y algunos otros - hicimos un viaje de campo durante el solsticio de invierno. Ahí es cuando los dioses tienen su gran consejo anual".
Otra pregunta salio de su lengua, "Pero, ¿Cómo llegas ahí?"
"El ferrocarril de Long Island, obviamente. Bájese en Penn Station, Empire State Building, ascensor especial hasta el piso seiscientos". Dijo Ariadna, "Eres Neoyorquino, ¿Verdad?".
"Oh, por supuesto." Respondió, el sarcasmo evidente en esas palabras. Una sonrisa se posó en su rostro, "No es como si mi madre trabajara en la estación Grand Central y yo viviera cerca de allí".
Gruño levemente, dando un paso adelante de nuevo cuando Percy no retrocedió. "Voy a romper todos lo huesos de tu cuerpo".
"Seguro que lo harás, Curly Fry."
Annabeth se interpuso entre los dos, "Justo despues de la visita, el clima se puso extraño, como si los dioses estuvieran peleando. Un par de veces desde entonces, Ariadna y yo hemos escuchado a alguien hablando. Lo mejor que puedo imaginar es que algo fue robado. Y si no se devuelve antes del solsticio de verano, habrá problemas".
Ariadna terminó lo que iba a decir la rubia, notando la mirada que le dieron.
"Cuando viniste, esperábamos... quiero decir, Dionisio no es el problema, ni Atenea. Ella puede llevarse bien con casi cualquier persona, excepto Ares. Y, por supuesto, tiene la rivalidad con Poseidón. Dionisio se lleva bien con todos, soy la unica que no favorece a Ares, tampoco soy fan de Poseidón despues de enterarme de todo el asunto de Teseo. Pero, quiero decir, aparte de eso, pensabamos que podiamos trabajar juntos. Pensabamos que podrias saber algo."
El agua lamió sus pies, la arena empujo sus pies ligeramente hacia el suelo mientras su cuerpo se congeló. "¡Niños! Poseidón, niños." Pero la arena se hundió, lo que provocó que la chica saltara cerca de Percy, quien estaba mas lejos del agua.
El niño estabilizó a la niña que temblaba levemente, ella trago saliva. "¿Que paso?"
"Lo que siempre sucede cuano insultas a un dios o alguien de quien estan orgullosos. Poseidón ya no es un fan mío". El agua se calmó, las Náyades de antes sacaron la lengua y le soplaron frambuesas mientras reian.
Si pudiera nadar, entraría allí y las buscaría. Pero como acababa de cabrear a Poseidón y ese era territorio de las Náyades, no se arriesgaría.
Se dio cuenta de que su mano estaba envuelta alrededor de la de Percy, lo que provocó que ambos semidioses se separaran rápidamente, Ariadna se alejó poco a poco de él mientras se sonrojaba ligeramente. Percy se aclaró la garganta, rascándose la nuca antes de mirar al lago.
Annabeth ignoro la interacción, "Tengo que conseguir una misión. No soy una niña. Si pudiera decirme el problema..."
Ariadna no pudo evitar mirar al chico de cabello azabache que se suponía que debía ayudarla a ella y a Annabeth, bueno, se suponía que debía ayudarla en dos cosas. Uno, la capasidad de conseguir una misión. El segundo, ayudarla a descubrir porque soñaba con polvo rosa todo el tiempo. Una razón estúpida, pero necesitaba saberlo.
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ARIADNA SE SENTÓ EN LA MESA 12 DEL PABELLÓN COMEDOR, CON SUS HERMANOS, UN GRUPO DE SATIROS Y SU PADRE. Se quedó mirando la Coca-cola en su copa, por primera vez, sin sentir la necesidad de tomarla como solía hacerlo.
Sus hermanos se tragaron lo que sea que estuvieran bebiendo, sacándose los labios mientras goteaba en la parte delantera de sus camisas. Los satiros charlaban en voz alta, su padre se unía de vez en cuando, pero en su mayoria se lamentaba por verse obligado a beber bebidas no alcohólicas y estar rodeado de héroes. Dato curioso sobre él; despreciaba a los héroes.
Sus ojos miraron hacía arriba, encontrándose con los de Annabeth que mostraban diversión. La rubia señalo en dirección a la mesa de Hermes, Ariadna miró, mordiendose el labio para contener la risa.
Percy se sentó medio en el asiento, su rostro mostraba pánico mientras miraba a su alrededor. El chico aplastado en la mesa no tenía intención de contener a tantos campistas, encontró sus ojos morados, tomando nota de la expresión divertida en su rostro.
Ariadna le envió una pequeña sonrisa, diciendo: "Aguanta". Haciendo una pequeña broma sobre como colgaba del asiento. Sus ojos se entrecerraron levemente, paro una sonrisa apareció en su rostro.
Percy no lo admitiria pero su humor era similar, lo que hizo que él quisiera reírse de cualquier broma que ella hiciera. La morena no se parecía en nada a su padre, además del hecho de que tenia algún tipo de enojo hacia él por nada.
Ella arqueó una ceja, tomando un sorbo de su Coca-Cola. El niño miró su bebida, llevandosela a la boca mientras la bebía con una pequeña sonrisa. Un codo chocó con su brazo, la bebida chapoteando mientras salpicaba su camisa. Con una cara de pánico cubriendo la sonrisa que una vez estuvo allí, Ariadna resopló en su bebida, haciendo que el líquido saliera de su boca y nariz.
Percy se rió de la chica que parpadeó, el ardor en sus fosas nasales gracias a la Coca-Cola saliendo de ellas.
Observando mientras ella miraba su camiseta anaranjada del campamento, la sustancia pegajosa ta se estaba secando sobre ella. Sus ojos se dispararon, el miró a todos lados menos a ella, actuando como si no hubiera visto nada.
Annabeth, que estaba tomando muestras de los dos, puso los ojos en blanco. Excelente, ahora tenemos dos idiotas. La chica se rió de si misma, Ariadna era inteligente, pero no en los momentos adecuados.
Si la morena y el pelinegro se hicieran amigos, entonces su estupidez infectaria a todos, menos a ella, por supuesto.
Ariadna y Percy solo se apartaron el uno del otro una vez que el sonido de un casco llenó el pabellón de charlas, creando silencio cuando Quirón levantó su copa. "¡Por lo dioses!"
Los campistas levantaron sus copas, siguiendo el ejemplo del Centauro. "¡Por los dioses!" Todos aplaudieron mientras las ninfas servían comida, listos para devorar lo que se hubiera hecho.
Una Ninfa colocó un plato frente a ella, Ariadna inmediatamente la reconoció como una de las Ninfas del lago. Se disparó, lo que provocó que Ariadna agarrara su plato antes de que cayera. Resopló levemente, pero se puso feliz al ver el bistec y el queso. También contenía fresas, uvas y un panecillo.
La cabaña de Hermes fue llamada antes que la de ella, Percy observaba a todos confusamente mientra imitaba sus acciones. Ofreciendo un poco de comida en el fuego que ardía en el centro del pabellón, caminando junto al resto de sus compañeros de cabaña.
Ariadna se puso de pié, plato en mano, mientras echaba algunas fresas y uvas al fuego, como hacía normalmente. La mayoria de los campistas solian dar ofrendas a sus padres, pero si ella quería hacerlo, solo tenía que entregarle algo a su padre. Lo hizo, pero cuando estaba junto al fuego, se lo ofrecía a cualquier dios que sintiera.
"Hestia, recibe mi ofrenda." La niña había conocido a la diosa cuando hicieron el viaje al Olimpo, encontrando una sensación serca de la diosa. Hestia era probablemente la persona mas amable que Ariadna había conocido, su compasión siempre derretía los corazones de los demas, no literalmente, por supuesto. Las mujeres habían prometido cuidarla, encontrando amor por la morena quien expresó su gratitud por lo que había hecho.
Ayudame por favor. Quiero ayudar, pero necesitó una señal. Necesito una forma de conseguir una misión.
Ariadna se sentó en su mesa y le entrego a su padre algunas de sus uvas. El dios le dio una breve sonrisa antes de continuar comiendo y mirando fijamente lo que estaba bebiendo.
Sus ojos se encontraron con los de Percy, quien estaba incómodo en la mesa llena de campistas de Hermes riendo y siendo agresivos. Sus ojos se movieron hacia Annabeth, que estaba sentada hablando con sus hermanos.
La morena miró hacia Cástor y Pólux, solo para encontrar a los gemelos en una conversación con los Sátiros que estaban sentados en la mesa. Una suave sonrisa apareció en su rostro, mordiendo el cálido rollo, suspirando por el sabor a mantequilla que la siguió.
Algo voló hacía su cabeza, agachándose cundo se dio cuenta de donde venía. Percy tenía una uva en la mano, queriendo su atención. Inclinó la cabeza, el chico sonrió levemente porque parecía un cachorro.
"¿De verdad puedes usar una espada?" Él articuló, ella lo fulmino con la mirada. Sus ojos verde mar mostraban diversión mientras ella apretaba los dientes, metiéndose más pan a la boca mientras rodaba los ojos.
Ariadna se centró de nuevo en él, "Obvio". Al comer su comida, estaba planeando tirar una uva hacia atrás, pero estaba extremadamente hambrienta, así que solo le sonrió.
La chica hizo visible su anillo, girándolo ligeramente, pero no lo suficiente para que se transformara en la espada de oro que tanto adoraba.
Percy y Ariadna compartieron miradas de cejas levantadas, sonrisas, ladeando la cabeza y sonrisas por el resto de la cena. Solo apartando sus ojos el uno del otro cuando Quirón golpeó con su casco contra el suelo de mármol una vez más.
Todos los ojos se volvieron hacia su padre, la niña envió una sonrisa a Percy antes de mirar al dios. Dionisio exhaló un gran suspiro y se levantó lentamente de la mesa. Cástor y Pólux le sonrieron a su hermana, quien les devolvió la sonrisa.
Cástor y Pólux se parecían a su padre, excepto que tenian el pelo rubio en lugar de negro. Ariadna era la unica hija con el pelo cerca del suyo, pero el de ella era mas castaño que cualquier otra cosa.
Dionisio dio una expresión aburrida y cansada hacia todos, "Si, supongo que sera mejor que saludé a todos ustedes, mocosos. Bueno, hola. Nuestro director de actividades, Quirón, dice que la próxima captura la bandera es el viernes, actualmente la cabaña cinco tienen los laureles".
Esto inclinó a la cabaña de Ares a soltar vítores, para consternación de todos, aparte de sus hermanos, que tenían muchos amigos en esa cabaña. A Ariadna nunca le había gustado sus amigos, que constantemente la intimidaban.
Su padre ignoró los víctores, "Personalmente, no me importa nada. Pero felicitaciones. Además, debo decirles que tememos un nuevo campista hoy. Peter Johnson".
Los ojos de Ariadna se agrandaron, enviando una sonrisa burlona a Percy que se sonrojó. El niño inmediatamente vio la mirada en sus ojos y nego con la cabeza rápidamente, "No". Murmuró, sabiendo que el nombre se mantendría. No solo por el dios del vino, sino también por su hija. Ella lo torturaria con él todo el tiempo que pudiera.
Quirón se acercó y murmuró algo al oído de Dionisio. "Eh, Percy Jackson. Eso es. Hurra y todo eso. Ahora corran a su tonta fogata, vamos".
La multitud vitorió, saltando de sus asientos mientras se mezclaban rápidamente con las diferentes cabañas, dirigiéndose en dirección al anfiteatro. Cástor y Pólux corrieron, dejando a su hermana en el polvo mientras caminaba a su propio ritmo.
Annabeth siempre se sentaba con sus hermanos, a la morena no le importaba. Entonces encontró a Percy, quien escaneo a la multitud en busca de un lugar para sentarse. La chica le pasó un brazo por el hombro, alcanzándolo de alguna manera a pesar de su baja estatura.
Percy la miró con sus ojos verde mar llenos de alarma, "Vamos, Jackson. Toma algunos malvaviscos". Ella lo condujo hacia un asiento, lo suficiente lejos de todos los demás pero lo sufisientemente serca del fuego sin quemarse.
Ella le entrego un palo, permitiendo que el niño le pusiera un malvavisco. Los dos tostaron la golosina azucarada antes de colocarla sobre las galletas Graham y el chocolate.
Una risa burbujeó en su garganta cuando vio caer el malvavisco en su mano, el chico murmurando algo incoherente. "¿Necesitas ayuda?"
Percy nego con la cabeza, aclarandose la garganta mientras tomaba un poco del bocadillo. Se quedo en silencio, observando a los otros campistas mientras la cabaña de Apolo dirigía las canciones. "Cuéntame sobre ti".
Ariadna lo miró fijamente, ya no estaba. Percy apenas se dio cuenta de que color eran sus ojos, bueno, de que tono. No era tan ajeno a no notar el color púrpura, pero nunca miró la sombra.
Sus ojos eran de un violeta intenso, con motas de oro y un tono brillante de púrpura. Eran como contemplar gemas de una cueva, amatista. Por alguna extraña razón, sintió como si pudiera ver las estrellas en sus ojos, o fuego. Hubo un destello se interés en el púrpura, y ese interés resulto ser para él.
El chico parpadeó, sonrojarse levemente porque la había estado mirando durante demasiado tiempo. Ella no se había dado cuenta, solo pensaba que estaba tratando de responder a su pregunta.
"Um..." comenzó, "solia ir a la Academia Yancy. Odiaba a una chica llamada Nancy allí, ella constantemente molestaba a Grover. Me gusta el color azul". Ariadna arqueó las cejas, una leve sonrisa en su rostro.
"Puede que tengamos que visitar a esta chica Nancy, me gustaria hablar con ella".
Percy se sorprendió, "¿Quieres hablar con un matón?"
"Hablar". Todavía estaba confundido, "Preferiblemente con mis puños". El chico asintió con la cabeza, una sonrisa en su rostro ante la sugerencia.
"Eso suena bien. Tal vez le muestre la vieja espada".
Ariadna negó con la cabeza, "Ella no podría ver a través de la Niebla, probablemente sólo vería una barra de metal o algo".
Percy suspiró, echándose hacía atras para descansar sonbre sus manos. Ariadna colocó un brazo sobre su rodilla apoyada, dejando que su pierna izquierda colgara. Sus ojos verde mar miraron el fuego, "¿Alguna vez extrañaste el mundo real?"
Ariadna lo miró y volvió a mirar el fuego con él. "A veces. Pero realmenre no lo recuerdo, solo recuerdo a mi madre".
"¿Cómo era ella?" El noto como su rostro se hundía, "Lo siento, pregunta estúpida".
Ella negó con la cabeza, "Esta bien, ella era hermosa". Una leve sonrisa descansando en sus labios, "Cabello rizado como el mío. Su juego favorito para jugar conmigo era el escondite, siempre fui buena en eso". La niña dejó escapar un suspiro de dolor, "Eso fue antes de que me dejara".
"¿Por qué?" Percy tenía curiosidad, ella era un misterio para él y quería saber más.
Ariadna sintió que su mandíbula se apretaba, "Nunca se lo he dicho a nadie, no se si puedo. Siempre siento que fue mi culpa, así que decidí esconderlo".
Él asintió con la cabeza, mirándola una vez más mientras ella miraba hacia él. Una sonrisa se poso en ambos rostros, genuinas.
Sin que ellos lo supieran, Afrodita se sentó arriba, observando como su mayor trabajo comenzaba a desarrollarse.
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