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𝐵𝑙𝑜𝑜𝑑 𝑜𝑛 𝑡𝘩𝑒 𝑝𝑎𝑝𝑒𝑟...

Home miro a sus vecinos, moviendo sus ventanas en insinuante invitación a adentrarse en sus puertas, Wally había salido hace un rato, ella no sabía por qué, así que solo esperaba, y los segundos se le hacían eternos.

Miro a Eddie salir de la estación de correos, con una bolsa llena de cartas con más brillantina que palabras en su interior, sus puertas traquetearon, expectantes, no sabía que haría el, pero le parecía interesante verlo tan animado.

Eddie camino hacia la casa de Julie, empezando su jornada como todos los días, la Monstruo arcoiris le abrió, dando saltitos de emoción, el regalo, algo simple: un disco con música alegre y reconfortante, una revista de algún lugar desconocido, y una carta llena de palabras con un suave aroma a una cueva húmeda y familiar, junto con un pedazo de felicidad y dos Camelias, era todo lo que necesitaba Joyful para estar contenta, Home la veía como un alma simple, pura y apetecible, carente de sustancia pero agradable al paladar, movió sus ventanas como una forma de suspiro, había visto su rutina tantas veces.

Home era todo, era las nubes el cielo, los ojos que te miran sobre tu cabeza, la hierba, las flores, ella era todo y nada a la vez.

¿Así se sentirá Dios?

Eddie siguió hacia las siguientes casas, con los ojos de Home puestos en el, todo estaba perfectamente calibrado, cada costura sus "Títeres" sus centros algodonados, llenos con la chispa de vida que ella misma les otorgó, todo debía ser igual, días monótonos, almas inpolutas, tan fácil de comprender como difícil de descifrar, Home era como aquel perfeccionista que acomoda sus lápices por orden de antigüedad, con la sincronía de un reloj, los vecinos eran suyos, y ella jugaría como una niña caprichosa, obligandolos a cumplir la misma rutina, por toda la eternidad.

Pero incluso los dioses cometen errores, y el de Home fue dejar ese sobre rojo sobre la mesa de Wally.

A ella le gustaba mortificar a sus marionetas de vez en cuando, un arte de juego retorcido, los vecinos no eran conscientes de esta realidad alta en azúcares que ella había creado, y eso le permitía destruir sus mentes y devolverlos cuando quisiera, rebobinar el tiempo, aún quedaba algo levemente humano en sus almas, trazo de lo que alguna vez fueron, el paso del tiempo dulcifico sus mentes y los volvió dóciles, ya ninguno luchaba por escapar, todos eran sumisos a ella, tal cual torturador, les gustaba recordarles de vez en cuando su rango prisionero, hacerlos volver locos al darse cuenta de la realidad, y luego restaurar sus mentes, para que todo volviera a empezar.

Después de todo ¿Quien la detendría? Tal vez sus títeres tenían boca, pero no podían gritar.

Y ese era el problema, el pequeño dejo de consciencia en sus mentes, ese dolor humano, mataría por gritar.

Y ella, sin darse cuenta, le había dado una voz.

Home vio su mañana transcurrir normal: Eddie dió sus paquetes, sonriente como cada día, ella recordaba la vez que le hizo comer gusanos, correosos como cuerdas, solo por qué él pensaba que así podría morir, naturalmente, no lo logro, pero fue un espectáculo que a Home le gustaba recordar.

Algunas veces no tenía que hacer nada para que sus bestias sufrieran, ellas se torturaban solas.

El problema empezó cuando Eddie llegó a la casa de Frank, tocó una, dos, tres veces, pero no hubo respuesta.

Home empezó a preocuparse, es decir, ella quería mortificar a Wally dejando ese sobre dónde le revelaba su condición, dónde le decía que su vida era una mentira, lo vio salir de ella, con una mirada más perdida que otras veces, no le había tomado importancia, pensó que se mataría o algo así.

Ella sabía que si existía un dios, un dulce Jesús, era ella, y podría revivirlo cuando quisiera.

Pero mierda, no estaba en sus planes que matará al alguien que no fuera el....

Ella lo vio, apretando el sobre en su mano mientras salía caminando a pasos lentos de la casa de Frank, sus suelas llenas de una mezcla pegajosa y rojiza, escucho el grito de terror de Eddie al verlo entrar a la casa, hubiera sido placentero, si no tuviera los ojos de Wally clavados en ella.

El sonreía, y por primera vez en toda su vida inmortal, ella sintió miedo, no fue ese veneno alevoso, fue miedo puro y sin mezclar, un terror palpitante, una de sus creaciones se había revelado.

Wally le sonrió, con sus ojos tan hondos como un pozo igneo y oscuro, le había mostrado la carta a Frank y había decidido matarlo cuando vio que su cabecita no podía procesarlo, no se arrepentía de su pecado, por primera vez, sintió la maldad, y le gustó.

Ese fue el principio del fin....

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