𝐎𝟒𝟓┃Una posición peligrosa
𓂃⊹ ִֶָ CHAPTER O45 (💿)
✩。⋆ ⛓▞▞▞▞ (𝐇𝐔𝐍𝐓𝐄𝐑)🎀 ꏍ !❛ Un plan ingenioso pero muy inseguro...
EL AMBIENTE ERA BASTANTE PELIGROSO, todos permanecen alerta, en especial Las Arañas, quienes estaban atentos a cualquier movimiento extraño en el hotel donde esperaban a los demás integrantes.
A sus espaldas, los menores eran sujetados por la mujer de pelo rosa desordenado, a excepción de Jisoo, quien era agarrada firmemente por la joven de pelo corto oscuro.
― ¡Maldito! ¡¿Te das cuenta de la hora que es?! ― Un escandaloso ruido llamó la atención de todos. Los menores reprimieron una mirada de sorpresa al encontrar a Leorio sentando en uno de los sofás del lugar, gritando con el ceño fruncido. ― ¡Idiota! ¡Es el hotel Beichitaku! ¿¡Cuántas veces tengo que repetirlo!?
Los ojos de los jóvenes brillaron, ganando la mirada del mayor de corbata, quien hizo mala cara y levantó su mentón.
― ¿Qué están mirando, eh?
― ¿Debería deshacerme de él? ― Preguntó la mujer que sostenía a la pelinegra.
― Ignóralo. No lo mires. ― Respondió el líder, desviando su mirada sin darle importancia al asunto, escuchando como el hombre seguía armando un escándalo.
― ¡Esto no es ningún espectáculo! ― Exclamó a las personas que aún miraban, pero rápidamente alejaron su mirada. Killua no tardó en notar como su amigo empezaba a hablar en código. ― Maldición, mi futuro es oscuro debido a los incompetentes que trabajan para mí. ¡Escucha! Por esta vez, cerraré mis ojos como si no hubiera pasado nada.
Minutos después, Jisoo y Gon lo notaron, escuchando atentamente, uniendo cada palabra en código.
― Un error más, ¡y recibirás una buena...! Ahora escucha. Siete en punto. ¡Será mejor que estés en el hotel para entonces!
Ese era el mensaje, a las siete en punto utilizarían la oscuridad para tomar ventaja. Leorio se dejó caer en el sofá, soltando un suspiro agotado, observando un periódico en sus manos.
Killua movió su mano levemente, notando algo. Podría escapar fácilmente si deslizaba sus dedos, solo necesitaría menos de diez milisegundos, tendría bastante tiempo antes de que el Ryodan se adaptara a la oscuridad de la que hablaba el mensaje.
Esta es la hora de nuestra última canción. ¡Este pedido viene de parte de Kicchomu, Love letter de Yaosobi!
Solo faltaban tres minutos para las siete, cuando la canción terminara de sonar.
― Paku y los demás ya están aquí. ― Aviso Shizuku, desviando su mirada a la puerta del hotel, donde las miradas de los demás miembros se dirigen a los menores.
― ¿Y esto? ¿Fueron capturados otra vez? ― Nobunaga se acercó con una sonrisa divertida. ― Ya veo... ¿Cambiaron de opinión y decidieron unirse?
― No te creas tanto, ¡Nunca me uniría a ustedes! ― Respondió Jisoo, sacando una sonrisa al hombre que frenó sus pasos frente a ellos.
― No sabíamos que la recompensa por ustedes había sido anulada. ― admitió Killua, frunciendo su ceño.
― ¿Así que volvieron a meter la pata mientras nos seguían? ¿No aprendieron su lección? ― Respondió el hombre. ― Esto debe ser obra del destino.
Solo faltaban dos minutos.
― Bueno, seamos amigos. ― Dijo el hombre con una mirada amigable, recibiendo una mueca por parte del ojiazul.
― ¡Imposible! Solo los seguíamos por la recompensa. Ni siquiera quiero verlos a la cara.
Gon y Jisoo tragaron saliva nerviosos, asintiendo levemente. Su amigo era muy inteligente, estaba ganando tiempo mientras hacía menos sospechoso si cerraban los ojos.
― ¡Digo lo mismo! ― Asintió el peliverde, cerrando sus ojos mientras desviaba su mirada con disgusto.
Jisoo dejó escapar una exclamación de disgusto, cerrando sus ojos con una mueca molesta. Con las manos en su cintura, dejó escapar una risa y observó a su líder, quien examinaba a los menores en silencio.
― ¿Y bien, Danchou? ¿Tienen agallas, verdad? Su descaro me resguarda a Uvo.
― Eso es probablemente porque son niños. No conocen el miedo. ― Opinó la mujer de pelo rosa, desviando su mirada a Pakunoda. ― De todas formas, descríbenos al usuario de la cadena.
― Primero lo primero, Paku. ― El líder guardó las manos en sus bolsillos. ― Revisa a estos chicos de nuevo.
― Muy bien, ¿Qué quiere saber?
― ¿Qué están ocultando?
Los jóvenes permanecían con sus ojos cerrados mientras gotas frías de sudor bajaban por su frente, nerviosos por la situación. Esa era una pregunta muy buena que los podría meter en problemas.
Bueno, solo queda un minuto de la transmisión de esta semana.
Tendrían que ganar algo de tiempo, pues la mano de Pakunoda se dirige lentamente al rostro del albino, quien empezaba a ponerse nervioso.
― Es inútil. ― La mano de la mujer se detuvo al escuchar las palabras del menor. ― ¿Tu habilidad te permite obtener los recuerdos de aquellos que tocas, verdad? No estamos escondiendo nada y no sabemos na-
La mano de la rubia agarró la cara de Killua con fuerza, empujándola hacia atrás.
― Sabré la verdad dentro de poco. Cállate.
― Incluso si supiéramos algo, pensaríamos algo más, ¡Y lo esconderemos de t- ― Esta vez, la mano de la mujer agarró las mejillas de Gon y lo apretó con fuerza. Jisoo dejó escapar un suspiro nervioso que a los oídos de la mayor sonó burlón.
― ¿Se te acabaron las manos? ¿Ahora qué harás? ― Inquirió la ojirosa, recibiendo una mirada severa, pero como la menor acostumbraba, no bajó la mirada. ― ¡Nunca te diremos nada!
― Parece que se confunden. Yo saco la esencia más pura de los recuerdos humanos. ― Respondió, levantando a sus amigos lentamente, mientras observaba a Jisoo con una mirada aterradora. ― No navegó entre las imágenes dentro de su mente. Mi pregunta estimula sus recuerdos puros y sin alterar. Es imposible engañarme.
Nos vemos la próxima semana. Esto es JFN y son las 7:00 pm.
― Ahora, es momento de hacer mi pregunta. Y tú, niña, luego es tu turno. ― Susurró, frunciendo su ceño mientras apretaba las caras de los chicos, levantandolos del suelo. ― ¿Qué están ocultando?
Pakunoda dejó escapar una exclamación de sorpresa justo cuando las luces del hotel se apagaron por completo, perdiéndose entre la profunda oscuridad que sumió el lugar entero.
Ellos no podían verlos, era el momento justo. Killua deslizó su mano, quitando los hilos que antes lo cubrían. Levantando su mano, arregló sus huesos y sin demorar, golpeó el brazo de Pakunoda para zafarse de su agarre.
Antes de que pudiera actuar, la patada de Gon en su mentón la empujo, y seguido de aquello, Jisoo acomodo su pie para hacerla caer al suelo. Machi notó la ausencia de Killua, así que amarró aún más al peliverde, empujándolo lejos.
Por otro lado, Jisoo movió sus brazos de forma brusca, quitando las manos de la mujer que la sostenía, logrando zafarse. Su sentimiento de libertad duró poco, pues filosos hilos agarraron su cintura y la inmovilizaron.
Su mirada se dirigió al albino, notando como era agarrado por fuerza luego de haber intentado matar a Machi. Una mueca preocupada apareció en su rostro, y antes de que pudiera decir algo también recibió una mirada preocupada por parte del chico.
― ¡Killua! ― Los mismos hilos que la sostenían la volvieron a empujar de forma brusca, y no tardó en caer sobre los brazos de la misma mujer que la sostenía antes.
Sin poder evitarlo, soltó un suspiro molesto y adolorido, pues parecía que Shizuku la abrazaba como un peluche, solo que tenía la intención de sofocarla sin darle escapatoria.
― No te irás a ningún lado. ― Susurro la mujer, apretando, ignorando el quejido de la menor.
Un cuchillo rozó la mejilla de Nobunaga antes de enterrarse en una pared. La atención de todos se dirigió a la entrada, de donde había venido el peligroso artefacto.
― El tipo escandaloso estaba trabajando con ellos. ― Dijo Machi, agarrando al albino sin permitirle decir alguna palabra.
― ¡Olvídalo! Solo necesitamos a estos tres. Nuestros ojos se adaptarán en breve. ― Nobunaga, quien sostenía a Gon por los pies, le restó importancia.
― Sí. ― Shizuku, quien abrazaba a la ojirosa, asomo una mueca. ― Espera, ¿Dónde está el líder?
Un rayo cubrió la zona de repente. El hombre de la katana frunció su ceño, observando el objeto de reojo, y luego de unos segundos le pido a Shizuku que sostuviera al peliverde también.
― Paku, ¿estás bien? ― Pregunto la pelirosa.
― Me rompieron la mano izquierda y un diente... Los subestimamos. ― Respondió sin darle importancia. ― En fin, esto va a sorprenderlos. Estos niños son...
― ¡Espera! ― Nobunaga observó a la mujer mientras sostenía una carta enterrada en el cuchillo, alumbrando con un mechero. ― Pakunoda, esto es para ti.
Habla de sus recuerdos y lo mataré.
Utilizando su habilidad, las imágenes se reprodujeron en su cabeza al tocar la carta. Su líder envuelto en una cadena al lado de un extraño hombre que el usuario de la cadena había usado para camuflarse.
Su cabeza empezaba a formular muchas preguntas y empezaba a sentir los nervios invadir su cuerpo. Si hablaba, podría sacrificar a su líder o a sus propios aliados.
― Paku... ¡Paku! ― La mujer levantó su mirada rápidamente, observando a Nobunaga. ― No digas ni una palabra. ¿Entendido? Machi, concéntrate en tus hilos. Lo sostendré por ti.
Los tres jóvenes se observaron entre ellos. Kurapika lo había logrado. El hombre agarró a Killua de la espalda, mientras marcaba un número en su celular. ― ¡Phinks! ¡Apresúrate! El líder fue capturado.
Tan pronto colgó, levantó su mirada, frunciendo su ceño levemente.
― Ya que nos dejó un mensaje, se pondrá en contacto pronto. Hasta entonces, estos niños son valiosos rehenes.
La mujer de pelo rubio bajo su mirada, angustiada. Si el líder muere, una de las arañas tomará su lugar, pero no era así de simple, tendría que escoger entre el orgullo y la traición.
― Paku, no te preocupes mucho por ello. Solo mantén tu boca cerrada. ― Susurro su compañera de pelo rosa, cruzando sus brazos.
― ¡Phinks! ¡Apresúrate! El líder fue capturado.
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Un tono de llamada rompió el silencio que se formaba en el hotel, donde ya todos estaban reunidos, expectantes a cualquier cambio de la situación. Phinks, quien ya había llegado, levantó su celular.
― Es el líder.― Aviso, contestando la llamada y ganando la atención de todos. ― ¿Hola?
― Tengo tres peticiones.
― ¿El usuario de la cadena?
― La regla general es que mis peticiones son absolutas. Si no las obedecen, mataré a su líder inmediatamente. Primero, no me sigan. Segundo, no lastimen a los rehenes. Tercero, pon a la mujer de nombre Pakunoda al teléfono.
― ¿Puedo preguntar algo primero? Es sobre tu segunda petición, los tres rehenes empezaron un forcejeo así que tuvimos que romperles algunos huesos. ― Mintió, asomando una sonrisa.
― Entonces terminamos las negociaciones. ― Y se colgó, pero no se rindió, y volvió a llamar con una gota nerviosa de sudor. ― ¿Qué sucede?
― Lo siento, estaba mintiendo. Los tres están ilesos.
― Esta es tu última oportunidad. No bromees conmigo. Pon a Pakunoda al teléfono.
Tan pronto como la mujer agarró el teléfono, Phinks recibió un fuerte golpe en la cabeza por la pelirrosa y el hombre de la katana, quienes fruncieron el ceño con molestia.
― ¿Hola?
― Eres la única que debe escuchar lo que tengo que decir. Así que aléjate de los otros. ― La rubia bajó la mirada y nego, provocando que un hombre de baja estatura vestido de negro chasqueara con disgusto.
Pakunoda se alejó lo suficiente, escuchando la voz del hombre por teléfono.
― ¿Hicieron contacto con un hombre llamado Squalla?
― Si.
― ¿Entonces estás consciente de la mujer llamada Senritsu?
― Lo estoy.
― Entonces esto será rápido. Escucha cuidadosamente. Tienes prohibido comunicarte con tus camaradas. Nada de hacer gestos, hablar, escribir señales o incluso hacer contacto visual. Nada de eso está permitido. Debes venir sola al lugar que yo indique. Si tu ritmo cardíaco sufre el más ligero cambio, mataré al rehén. ¿Entendido? Ahora pásale el teléfono a alguien que no sea el tipo anterior.
Nobunaga paso al teléfono.
― ¿Diga?
― Me voy a reunir con Pakunoda a solas. El resto de ustedes debe volver a su escondite. Los diez miembros restantes del Ryodan deben de estar allí. Si solo llega a faltar uno de ustedes, matara al rehen. ¿Entendido?
― Si.
― Dame nuevamente a Pakunoda.
― Ven al aeropuerto de Lingon. Tienes hasta las ocho en punto. Y debes venir sola.
Esa orden generó mucha controversia entre el Ryodan, quienes observaban a Nobunaga con curiosidad, pues la rubia se había ido del hotel sin pronunciar alguna palabra.
― Deja que Paku vaya sola, nosotros volveremos al escondite. ― Aviso el hombre de la katana, deteniendo a Las Arañas que querían ir tras Pakunoda. ― Son órdenes del usuario de la cadena. Si desobedecemos, entonces él matará al líder.
― ¿Acaso eres estupido? Si eso pasa, entonces mataremos al usuario de la cadena y ese será el fin. ― Exclamó Phinks. ― Eso es lo que el líder nos diría que hiciéramos. Ahora debemos seguir a Pakunoda. ¡Es absolutamente necesario!
El grupo se dividió en diferentes opiniones, los que apoyaban la idea de dejar que Pakunoda fuera sola y siguiera las órdenes del misterioso hombre, y los que querían seguirla y de una vez matar al usuario de la cadena.
Uno de los teléfonos empezó a sonar, interrumpiendo la delicada situación que empezaba a formarse. Shalnark levantó su teléfono, notando como se trataba de su líder, pero como antes, la persona en hablar fue Kurapika.
― Yo contesto. ― Se ofreció Phinks, pero antes de poder decir algo, la voz del hombre lo interrumpió.
― Pon a uno de los rehenes al teléfono. ― El hombre hizo mala cara, acercándose al primero que vio, agachando el teléfono al joven de pelo albino, quien escuchó la voz de Kurapika. ― ¿Están todos ahí?
― Lo están ahora. Pero están hablando sobre ir tras Pakunod- ― El hombre alejó el teléfono, frunciendo su ceño, notando la mueca en los labios del menor.
― Cuidado con lo que dices, mocoso. ― Susurro, acomodando el teléfono en su oreja. ― ¿Hola?
― Tienen treinta minutos para volver a su escondite. Pueden intentar algún truco si quieren, pero su líder morirá. Volveré a llamar más tarde.
Ahora no tendrían otra opción más que volver a su guarida sin quejarse y esperar a que todo sucediera lentamente. Pakunoda se encontró con Kurapika, y luego de una tensa charla que puso en aprietos por un momento, logró encontrarse con su líder y llegar a un trato, todo como Kurapika lo planeaba para recuperar a sus amigos.
Porque él no perdería a nadie más...
En el escondite de las Arañas, todos se encontraban en silencio, observando con atención los profundos pasos de la mujer que hasta ahora llegaba, mirando a todos con seriedad luego de contarles lo sucedido.
No era difícil adivinar que no estaban de acuerdo.
― ¿De verdad espera que aceptemos esas condiciones? ― Se quejó Phinks, observando con atención a la mujer que acababa de llegar a la guarida luego de un largo tiempo. ― Dinos dónde está, Pakunoda. Mataremos a estos chicos y después al usuario de la cadena.
― ¿Sigues con eso? ― inquirió Machi de brazos cruzados.
― Así es. Si no nos lo dice, entonces no permitiré que te vayas.
― Me niego a decirte donde está, además llevaré a estos chicos yo sola. No interfieras.
El hombre no reaccionó bien, y Machi tampoco, quien estaba dispuesta a detenerlo y así dejar que su compañera cumpliera con sus palabras. De esa forma, el Ryodan se separó en dos opiniones diferentes.
― Apuesto a que fueron derrotados por el usuario de la cadena antes de que nosotros llegáramos. ― Dijo Feitan con las manos en sus bolsillos, observando a su grupo con molestia. ― Probablemente, estén bajo su control. Esto es una pérdida de tiempo. Yo los haré hablar.
― ¿Realmente es tan difícil de entender? ― Exclamó Gon con una mueca molesta, atado con cadenas a una roca, al igual que sus amigos. Rápidamente, ganó todas las miradas.
El joven estaba molesto con la situación, y lentamente empezaba a perder la paciencia al escuchar los comentarios de los mayores. Para él era todo muy claro, pero al parecer para ellos no.
― ¿No entienden por qué Pakunoda quiere ir sin decir ninguna palabra? ¿No entienden por qué Machi los quiere detener? ¿Realmente piensas que están siendo controlados? ¡Quieren rescatar a su líder! ¿Es tan difícil entender el deseo de querer salvar a un amigo?
― ¡Cállate, niño! ¿Acaso estás tan desesperado por quedar libre?
Gon rompió sus cadenas con facilidad y se levantó del suelo donde se encontraba atado, frunciendo su ceño y apretando sus puños. Jisoo y Killua permanecieron en silencio, observando la escena.
― No hago esto por mi bien. ¡Retira lo que dijiste! ― Exclamó el joven.
― Qué lástima. ― Susurro Killua rompiendo sus cadenas, observando a su amigo de reojo, preparado para cualquier cambio de situación como solía ocurrir.
― Me niego. ― Respondió Phinks, tronando sus manos. ― Si tienes un problema, ven aquí. En el segundo paso que des, te arrancaré la cabeza.
― ¡Entonces no me moveré!
― ¡Ja! ― Dejó escapar Jisoo con una sonrisa que lentamente cambió a una apenada, notando las miradas sobre ella. Aun sin soltar sus cadenas, bajo su mirada nerviosa.
― Kurapika no es como tú. ― Exclamó Gon. ― No importa cuanto odie a alguien, él no perdería el control y mataría sin misericordia. Si él hace una promesa, ¡Definitivamente mantendrá su palabra! Después de conocerlo en persona, Pakunoda sabe eso. Si siguen sus condiciones, ¡Regresar a su Líder!
― Es suficiente, chico. ¡No creas que puedes decir lo que quieras! ― El hombre de pelo claro frunció su ceño, negando, cuando fue interrumpido por otra voz.
― Deja que Pakunoda se vaya. ― El hombre de piel morada los interrumpió. Ignorando las palabras de Phinks, observó a otra persona. ― Shal, ahora mismo, ¿Cuál sería nuestro peor escenario?
― Que el Líder esté muerto, Pakunoda y los otros estén siendo controlados, que no podamos encontrar al usuario de la cadena, y que estos tres chicos escapen.
― Entonces, te has equivocado. ― Dijo el hombre. ― El peor escenario es que todos morimos y la Araña perece.
Con sus palabras, logró hacer que llegaran a una conclusión. Si la araña llegará a desaparecer sería la mayor traición al líder, si seguían discutiendo, eso podría suceder.
Lo harían como el usuario de la cadena pedía. Cambiarán a los tres chicos por su líder, pero si algo llegaba a salir mal, matarían a todos los que estuvieron dispuestos a esa opción, y volverían a construir la Araña como su Líder hace rato les había dicho.
El celular de Shal empezó a sonar y Phinks, quien aún lo tenía, contestó.
― Pon a los rehenes al teléfono. ― Con molestia se lo tiró a la ojirosa, quien rompió sus cadenas, preparada para atraparlo, acercándolo su oído con una mirada curiosa.
― ¿Están bien? ¿Están todos allí?
― Sí, estamos bien. Sí, sí lo están. ― Respondió, y a petición de su amigo, volvió a entregarle el celular al hombre de mirada severa, quien lo atrapó con una mano.
― Seguiremos tus órdenes.
(💿)
Los menores caminaban bajo la lluvia con la mujer detrás de ellos, quien permanecía en total silencio, ordenando los pensamientos que aún se formaban en su cabeza. Lentamente, empezaban a alejarse del escondite para dirigirse donde Kurapika y el Líder del Ryodan.
Jisoo examinó el lugar, notando como entraban a un aeropuerto, acercándose específicamente a una de las naves del lugar. Sus pasos se detuvieron al escuchar un celular.
Jisoo desvió su mirada, encontrando a Hisoka detrás de ellos, quien se acercaba con una sonrisa y el celular en su oído.
― ¡¿Por qué estás aquí?! ― Exclamó Pakunoda con furia y preocupación, notando como el hombre se acercaba cada vez más, limitándose a verla sin responderle.
― ¿Te escabulliste? ― Inquirió el rubio al otro lado del teléfono.
― No tienes que preocuparte... Deje a mi doble allá atrás. ― Respondió.
― ¿Qué es lo que quieres?
― Dejame abordar la aeronave con ellos. Si te niegas, entonces mataré a Gon, Jisoo y Killua.
― Bastardo...
― Mi objetivo es el lider. Una vez sea liberado, me bajaré de la aeronave. Quiero pelear contra él. Eso es todo lo que quiero.
Hisoka obtuvo lo que quería.
En una de las aeronaves se encontraban los menores, Pakunoda y Hisoka, dirigiéndose al lugar donde se haría el intercambio.
Jisoo se recostó sobre la pared de la nave, cerrando sus ojos por un momento. La rubia observaba al arlequín con disgusto, y Gon y Killua permanecían en silencio.
Las naves no tardaron en llegar, aterrizando en una montaña rocosa a mitad de la nada, asegurándose de no haber sido seguidos. Los cuatro bajaron, observando como al otro lado se encontraba el otro grupo, examinándolos desde la distancia.
El teléfono empezó a sonar provocando eco, y el oji azul contestó.
― Killua, pon el teléfono cerca de tu corazón. ― Pidió, y luego de que Senritsu comprobará que se encontraba normal, confirmando que no estaba amenazado o algo similar, el momento dio inicio― Muy bien, ¡Comencemos con el intercambio!
Gon, Jisoo y Killua empezaron a caminar dirigiéndose a sus amigos, mientras el líder se acercaba a Pakunoda con un semblante serio. Sin decir nada, ambos grupos se separaron, completando el plan de Kurapika, quien parecía estar bastante agobiado por la situación.
Los menores saludaron a sus amigos con felicidad, adentrándose a la nave, mientras que a diferencia de ellos, Pakunoda no podía decir nada, y sin ninguna expresión, se metió a la nave donde había llegado mientras su líder y Hisoka arreglaban sus cosas.
Gracias a la conversación que había tenido con el rubio que la mantenía en peligro había aprendido muchas cosas, pero no tenía forma de ayudar, pues si decía algo moriría.
El arlequín se llevó una gran decepción al enterarse de que el hombre no tenía Nen para pelear, así que sin quejarse se metió a la nave, entendiendo que todo se trataba por el rubio de ojos escarlata, quien se alejaba lejos de ese lugar.
― Lamento haberlos puesto en peligro. ― Fue lo primero que dijo Kurapika. Su semblante se encontraba cansado, con ojeras marcadas y mirada decaída.
Jisoo apretó sus labios, y sin poder evitarlo apoyó su cabeza en el brazo del mayor, ofreciéndole una sonrisa, intentando despejarlo, demostrándole que se encontraban bien.
― No te vayas a sentir culpable de nada, ¡Estamos bien! ― Aseguró la joven.
― Sí, no es nada. ―Asintió Gon, con una pequeña sonrisa. ― ¿Usaste tus cadenas en el líder, verdad?
Su mirada de entusiasmo le decía a Kurapika lo aliviado que se sentía el menor, pero lastimosamente aún no podían sentirse de esa forma, pues podrían estar en peligro, incluso más que antes.
― Sí, pero... Este no es el fin.
Esa misma noche, la valiente mujer de pelo corto de un suave color rubio, a pesar de la cadena que rodeaba su corazón al igual que su líder, disparo seis balas en total, cargada de sus sentimientos, recuerdos... Ahora la información que Kurapika había caído en manos del Ryodan, todo por una mujer que quería que todo terminara de una vez.
Falta solo un capítulo para la película Phantom Rouge! Estoy feliz :D Perdón los errores de narración, ortografía o coherencia TT
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