𝐎𝟒𝟒┃Amados y odiados.
𓂃⊹ ִֶָ CHAPTER O44 (💿)
✩。⋆ ⛓▞▞▞▞ (𝐇𝐔𝐍𝐓𝐄𝐑)🎀 ꏍ !❛ Una misión peligrosa y nuevas personas...
JISOO LEVANTÓ SU MIRADA, recibiendo las gotas de lluvia sobre su rostro. Empezaba a caminar por un pequeño sendero por donde el joven albino había desaparecido minutos antes, y ahora era el lugar por donde ella caminaba, dirigiéndose al carro donde sus amigos la esperaban.
El graznido de una gaviota resonó por el lugar, pero únicamente ella dirigió su atención al animal que se acercaba directo a su brazo, acomodando con una mirada curiosa.
― ¿Otra carta...? ― Susurro con pereza, frunciendo su ceño al ver el sello de su abuela en una pequeña carta. ― No se cansa de insistir...
Sin demora abrió el sobre, leyendo el contenido sin demorarse, luego de unos segundos lo guardó en el bolsillo de su pantalón con su ceño fruncido, refunfuñando en voz baja.
― Puedes irte, descansa un rato. ― Susurro al animal, consintiendo el pico de este mientras asomaba una pequeña sonrisa. ― Si quieres puedes escapar de esa insistente viejita, te utiliza todos los días sin descanso...
El ave extendio sus alas y alzó su vuelo, dejando por último un graznido que le dio la indicación a la ojirosa de continuar su camino, dirigiéndose a una misión peligrosa.
Por otro lado, todo era un desastre en una pequeña rama familiar de la poderosa y conocida familia de guerreros dorados, y todo por una pequeña niña que no estaba enterada de nada.
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La lluvia cubría la ciudad, mientras Killua buscaba su objetivo y el resto del grupo esperaba indicaciones en un carro gris, parqueados en un lugar despejado, donde Kurapika permanencia con una peluca larga color grisácea, un gorro, y gafas negras en el puesto de adelante.
El teléfono de Gon empezó a vibrar, y contestó rápidamente bajo la atenta mirada de todos.
― La mujer está aquí. ― Aviso Killua, refiriéndose a Pakunoda. Observando por unos auriculares, narraba lo importante. ― Está con sus compañeros. Son seis, se mueven juntos. Senritsu está aquí también. Una cosa más. Hay una persona que no estaba ayer. Probablemente es el líder.
― ¿Puedes describirlo? ― Pidió el chico de pelo puntiagudo.
― Lleva puesto un abrigo negro con la cruz de San Pedro en la espalda. Tiene el pelo negro peinado hacia atrás. No puedo ver su cara. ¡Y están muy alertas! Estoy demasiado preocupado como para dar la vuelta a su alrededor.
― Déjame hablar con él. ― Dijo Kurapika, y Gon le extendió el celular. Mirando un mapa sobre sus piernas, pregunto ― ¿Dónde estás ahora?
― En frente del edificio Motoba. Andan hacia el oeste, en la calle Continental.
― Hay una estación cerca, ¿puedes entrar en su tren?
― Depende de las circunstancias. Si está muy ocupado, puedo hacerlo.
Kurapika levantó su mirada, y asintiendo, observando a su amigo de corbata, quien comía un pequeño sandwich ― Leorio, llévanos al sur.
― ¡De acuerdo!
Pasaron algunos segundos, donde Jisoo observaba la ventana del auto con leve nerviosismo por la situación, notando como se adentraban a un lugar concurrido. Sus amigos discutían el plan y la voz de Killua por el celular inundó el carro, donde un ambiente tenso cubría a todos.
― Senritsu está en el mismo vagón que ellos. Este tren se dirige a Castor. Estoy en el último vagón.
― Castor... ¡Oh! ¿Ese no es el lugar de la subasta? ― Pregunto Gon, asomándose a un lado del espaldar del asiento con una mirada sorprendida.
Pero había un problema. El hotel donde Kurapika se quedaba con sus compañeros de trabajo se encontraba en aquel lugar, y eso significaba que corrían mucho peligro, pues al parecer Las Arañas caminaban con cautela por el lugar, y con ellos la mujer que podía ver recuerdos los empujaba por el barranco.
No tardó en llamar a su compañero Squala y avisarle para que saliera a tiempo del lugar. Mientras tanto, el grupo llegaba lentamente a su destino, cuando el carro se detuvo entre los carros.
― La estación está allí ¿No deberíamos acercarnos más? ― Pregunto Leorio, observando un gran edificio en la ajetreada ciudad.
― No. Si nos acercamos más, podrán sentir mi animosidad. ― admitió el Kurta, frunciendo su ceño. ― Gon, Jisoo, la distancia en la que deben estar es la distancia que hay desde aquí hasta la entrada de la estación. Deben atacar desde esta distancia si no quieren ser descubiertos.
Ambos menores asintieron con seriedad, fijando su vista en el lugar, con semblantes decididos.
―Tomará aproximadamente 0.5 segundos que el ataque impacte. Ese es tiempo más que suficiente para que ellos lo esquiven. A menos que estén distraídos...
Sus labios se abrieron, notando como del edificio salía la banda criminal como si nada, caminando entre la lluvia, haciéndose espacio entre las personas con sombrilla.
Las Arañas estaban en busca del hombre de ojos escarlata, un joven que sostenía el objeto que había comprado la codiciosa mujer para la que trabajaba por el momento.
Definitivamente, había sido un momento tenso para Kurapika, pero, aun así, no podía permitir que alguien estuviese en peligro junto con los ojos de sus camaradas aunque estuvieran en las manos de alguien más.
Su identidad podría ser expuesta muy fácilmente si lograban encontrar a su compañero.
De repente, empezaron a correr.
― ¡Están corriendo hacia el hotel! ¡Son muy rápidos!― Exclamó Kurapika, preocupado, frunciendo su ceño histérico.
― ¿Podemos ir más deprisa? ― Pregunto Gon, asomándose a un lado, escuchando como Leorio negaba mientras dejaba escapar una baja exclamación.
― En este momento no es posible. Podrían ir más rápido a pie. ― Desviando su mirada para avisarle a su amigo, noto como la puerta ya estaba abierta, y su amigo con larga peluca salía corriendo a toda velocidad sin esperar. ― ¡Kurapika!
― ¡Esperen aquí hasta que los contacte!
A pesar de sus palabras, los menores corrieron detrás de él, intentando alcanzarlo mientras eran golpeados por la lluvia, ignorando sus palabras y dejando a Leorio solo en el carro.
Con el celular en la mano, el rubio aún hablaba por teléfono con el albino, corriendo con todas sus fuerzas entre las personas, mientras su cabeza maquinaba a toda velocidad, concentrado en la tensa situación.
― Senritsu y yo estamos en la entrada de la estación. Esos seis corrieron hacia el noroeste.
― Sí, ¡Los estoy siguiendo!
― Espera, ¿estás corriendo detrás de ellos? ¡Es peligroso! ¡Te descubrirán! ¡Detente! ¡Hey! ... El muy idiota me colgó. ― Killua frunció su ceño con molestia, y sin demorar empezó a marcarle a Leorio, atormentándose con pensamientos que lo preocupaban. Tan pronto contestó su semblante volvió a volverse serio. ― Leorio, ¿Dónde están Gon y Jisoo?
Pregunto sin decir algo antes, con su semblante endurecido, rogando que su pensamiento no fuera cierto.
Pero para su mala suerte, sus amigos eran un niño curioso e imprudente, y una joven valiente e impulsiva, que seguiría al peliverde como una hermana mayor, dispuesta a protegerlo, sin importar que estuviese en peligro.
― Corrieron tras Kurapika. Me dijeron que esperara, pero no puedo quedarme de brazos cruzados. Estoy conduciendo hacia el hotel Beitacle, ¡Pero estoy atascado en el tráfico!
― ¡Agh! ¡Muy bien, vamos tras Kurapika! En serio... ¡Esta gente siempre hace lo que quiere!
Jisoo, Kurapika y Gon corriendo detrás de la banda criminal, quienes se libraban paso sin dificultad, haciendo más difícil seguirles el paso. De repente, luego de intercambiar algunas palabras, tres de ellos frenaron de golpe, mientras el resto seguía corriendo sin mirar atrás.
Los habían descubierto, o al menos, habían sentido su presencia.
No tardaron en actuar, y salieron disparados hacia lados diferentes, permitiéndoles ver a Las Arañas apenas una pequeña sombra a sus espaldas.
― No pude ver sus caras, pero uno está en el callejón. ― Aviso una mujer de pelo rosa desordenado y un traje tradicional más cómodo.
― Dos están en el basurero. ― Noto la de pelo corto y un objeto grande en su mano, como una aspiradora.
― Bien. Continúen usando Gyo.
El hombre de pelo negro y abrigo empezó a caminar por el andén, mientras las mujeres detrás del permanecían atentas a cualquier movimiento, acercándose a sus perseguidores.
Jisoo se recostó contra la basura con sus piernas arrodilladas, frunciendo su ceño. Por otro lado, Gon observaba a Kurapika con preocupación, notando como observaba sus cadenas.
Negando rápidamente, asomo una mueca preocupada, y sin demorar, Jisoo lo noto.
Kurapika planeaba pelear contras las Arañas con sus cadenas, pero eran tres contra uno. Estaba en desventaja, y no podía permitir que eso se saliera de control.
― Jisoo... ― Susurro, y observando con seriedad los ojos rosas de su amiga que brillaban de forma ansiosa, asintió suavemente. ― Es todo o nada.
La joven asintió, y se dejó guiar por su amigo. Ambos entrelazaron sus manos y salieron de su escondite, asomando sonrisas en sus labios, frente a los tres sueños imponentes.
― ¡Lo siento! Dejaré de seguirlos, ¿Pueden dejarme ir? ― Pregunto Gon con una mueca inocente, levantando sus brazos.
― ¡Nos iremos y los dejaremos en paz! ― Asintió Jisoo, imitando la mueca inocente de Gon. ― ¿Podemos irnos?
En el callejón, el rubio frunció su ceño con preocupación. Las Arañas se acercaban a sus amigos, y no podía hacer nada aún.
― ¿Otra vez ustedes? ― Pregunto la de pelo rosa con molestia, llamando la atención del que parecía ser el jefe.
― ¿Estos son los chicos que mencionaron? ― Dijo el de abrigo, observando a los menores con un semblante serio y las manos en sus bolsillos.
― El otro también está aquí. ― Noto la pelirrosa, observando el otro escondite, recordando al chico de pelo blanco. ― Muéstrate.
Para sorpresa de casi todos, Killua abandonó el escondite donde se encontraba Kurapika. Con las manos en sus bolsillos, salió lentamente, acercándose pocos pasos.
― ¿Qué quieren? La recompensa que nos puso la mafia fue anulada. ― Preguntó la mujer conocida como Machi, con las manos en su cintura y voz imponente, demostrando que no jugaba.
― ¿Q-qué? ¿En serio? ― Pregunto el albino con una mueca. ― ¿Por qué?
Ahora, los tres menores juntos, fijaron su mirada seria en el más alto sin titubear. El hombre de pelo negro los examino con la mirada, sin esconder su curiosidad por los más jóvenes.
― ¿Qué hacemos Danchou?
― Átalos.
Tan pronto dijo aquello se dio la vuelta, mientras la mujer se acercaba a ellos creando delgados hilos con sus manos. Sin demorar, ató las manos de los menores, inmovilizandolos.
― Phinks, soy yo. ― De fondo, Jisoo logró escuchar la conversación del hombre por teléfono. ― Necesito que vengas al hotel Beitacle.
En apenas algunos segundos colgó, y su atención se dirigió a los chicos, quienes permanecen juntos con sus manos atadas contra sus espaldas. La mujer de pelo rosa los vigilaba detrás de ellos.
― ¿No deberíamos simplemente matarlos? ― Pregunto Machi, frunciendo su ceño.
― No, confió en tus instintos. ―Aclaro con sencillez, guardando las manos en los bolsillos de su abrigo ― Si tienen alguna conexión con el usuario de la cadena, debemos mantenerlos vivos.
― Yo no confió en mis instintos...
― Tengo una pregunta para ti. ― La voz de Gon llamó la atención de todos, especialmente la del que parecía ser el líder. Fijando su vista en el menor, observó con atención sus brillantes ojos. ― ¿Cómo puedes matar a gente que no tiene nada que ver contigo?
Un rayo cubrió la lluvia y golpeó los postes que iluminaban la ciudad. De repente, la luz de los faroles se fundió, hundiendo la intimidante mirada del hombre en la oscuridad.
― Pareces muy hostil, teniendo en cuenta que te rendiste. ― Dijo, y levantando su mirada, observó el cielo, sin importarle ser golpeado por la llovizna. ― ¿Por qué, dices? ¿Por qué no tiene nada que ver con nosotros? ... No, pensándolo bien, no es así de simple.
Su mirada se desvió y se dio la vuelta, con un semblante pensativo mientras observaba lo que ocurría alrededor.
― ¿Cómo expresar verbalmente nuestros motivos...? No encuentro forma. Pero aunque parezca extraño... O tal vez no sea tan extraño ― Su mirada se perdió. ― ¿Esa es la clave para entenderme a mí mismo?
Sin poder evitarlo, una mueca apareció en los labios de Jisoo, quien no entendía a que empezaba a referirse el hombre. Parecía muy concentrado, cuando sin previo aviso se dio la vuelta, observándolos de reojo.
― Diríjase al hotel y esperen a Phinks y a los otros. Si intentan escapar, matenlos.
― Entendido.
Más alejados, Kurapika apretaba sus labios de forma furiosa, mientras a su lado una mujer de baja estatura y ruana color verde lo intentaba tranquilizar para que pensara con claridad.
― Ahora que están en estado de alerta, tenemos que mantener la distancia, o nos descubrirán. ― Aviso la mujer de suave voz, notado como su amigo respiraba agitadamente con histeria. ― Asegúrate de ocultar tu presencia.
― ¡Maldición!
― Debes ser paciente.
― ¡Lo entiendo!
― ¡No lo entiendes! Tu desesperada búsqueda los ha puesto en un grave peligro. ¿Sabes por qué se dejaron capturar? Si fueras atrapado aquí, ¡Nadie podría detener al Ryodan!
Chasqueando su lengua, relajó sus brazos, y la cadena en su mano poco a poco se desvaneció, mientras su respiración se relajaba al igual que sus músculos tensos.
― Lo siento...
― Los seres humanos tienen que bajar la guardia en algún momento. ― Aseguro con una pequeña sonrisa, pues su amigo empezaba a estabilizarse. ― Es una prueba de resistencia. Debemos esperar.
― Si... ― Asintió, ladeando su cabeza. ― ¿Dónde está Squala?
― No contesta el teléfono.
Muy lejos de ese lugar, el inerte cuerpo de un hombre joven descansaba en el suelo a mitad de la calle. Su carro abierto con todos sus perros dentro, tres desconocidos fuera, y tres miembros de la Araña con una reciente revelación en sus memorias.
Gracias a aquel hombre llamado Squala, compañero del Kurta, ahora esas tres personas conocían la identidad necesaria de Kurapika, el usuario de la cadena, y no descansarán hasta matar al vengador de sus camaradas de ojos escarlata.
(💿)
― Muy bien. Estaremos esperando en el vestíbulo del Hotel Beichitaku. ― El hombre colgó la llamada en su celular y observó a su grupo. ― Al parecer tenemos la identidad del usuario de la cadena. Aún tiene tres aliados más.
Los menores levantaron sus miradas rápidamente, dejando clara su sorpresa por las palabras del hombre. Ahora cualquier movimiento podría costar sus vidas. Kurapika tendría que actuar rápido, pues lentamente se acercaban a la batalla final.
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