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𝐎𝟑𝟔┃A la espera de un regaño

ִֶָ 𓂃⊹ ִֶָ CHAPTER O36 (💿)

✩。⋆ ⛓▞▞▞▞ (𝐇𝐔𝐍𝐓𝐄𝐑)🎀 ꏍ !❛ Una lucha de pulsos y un lugar peligroso...

― ¡PASEN, PASEN! ¡DIVIRTÁMONOS UN POCO CON UNA SUBASTA CONDICIONAL! ― Exclamó Jisoo, fingiendo tener un micrófono, utilizando una paleta que un joven de pelo blanco le había dado hace un rato. Poco a poco las personas se acercaban curiosas, escuchando el alboroto que se empezaba a formar en la calle.

― ¡Aquí tenemos lo ofrecido! ― Exclamó Leorio, con energía, junto a la pelinegra. ― ¡Un diamante de un valor de tres millones! Viene con la valoración de la tienda en donde lo acabo de comprar. ¡Una lucha de pulsos decidirá la oferta ganadora!

― ¡La primera persona en ganarle a este pequeño chico ganará el diamante! ¡Solo tienes que vencer a este niño! ― Asintió Jisoo, señalando al peliverde, quien se encontraba sentado frente a una mesa con su mano extendida y una mirada un poco apenada.

― ¡Pero primero, deben pagar una cuota de admisión de 10,00 jenni! ― Exclamó el mayor, con una sonrisa ladina. ― ¡Ahora, comencemos la subasta!

Las personas empezaron a acercarse con emoción, viendo a Gon con una mirada divertida, subestimándolo. En apenas unos segundos, bastantes personas empezaron a levantar billetes, ofreciéndose a pasar.

Leorio sonrió entusiasmado, observando cómo el público empezaba a amontonarse. Rápidamente, ordenó a todos en una fila, por otro lado, Jisoo se acercó al peliverde, posando sus manos sobre sus hombros por la espalda.

― Sé que le vas a ganar a todos, Gon. ― Exclamó con una pequeña sonrisa. ― Recuerda fingir un poco en tener dificultades, ajusta tu fuerza para igualar a la del oponente.

El chico asintió con una pequeña sonrisa nerviosa, mientras la ojirosa se alejaba acercándose al albino, quien se encontraba más alejado sosteniendo el diamante sin decir nada, con una ligera mueca.

Ambos jóvenes observaban como poco a poco cada vez más iban llegando personas de todo tipo, dispuestas a ganarle a Gon, quien lograba ganarle a todos, ganando dinero y atrayendo a más personas dispuestas a retarlo.

― ¡Maldición, un niño me ganó! ― Exclamó uno, frunciendo su ceño, pagando los jenni, dándole espacio al siguiente.

Jisoo ladeo su cabeza con una mueca cansada. Se estaba haciendo de noche, y durante ese tiempo no había parado de gritar junto a Leorio, atrayendo a más personas. Aunque el trabajo de atraer personas le quedaba perfecto por su carisma, empezaba a aburrirse.

Cansada, volvió a acercarse a Killua, con una sonrisa, notando como el joven aún permanecía aburrido con el diamante en sus manos.

― ¿Cómo puedes estar en la misma posición por tanto tiempo? ― Exclamó divertida, acercándose frente al albino, quien le ofreció una diminuta sonrisa. ― El diamante es muy lindo y se ve caro, con razón no han parado de llegar personas...

― Aunque estamos ganando dinero, no alcanzara. ― Respondió, soltando un suspiro, frunciendo su ceño. ― Para alcanzar los 8.9 billones, vamos a necesitar 889,999 victorias.

― ¿¡E-eh!?― Exclamó la joven, mientras su sonrisa desaparecía y se convertía en una mueca. ― ¡¿Tantas?! Gon ya parece agotado, ¡Y tú también! No podremos estar en este lugar por tanto tiempo.

― ¿No te cansas de gritar tanto? Ya parece que tienes sueño.

― Sí, ya me empiezo a cansar. Pero es mi trabajo, tengo que ayudar para conseguir el dinero. ― Con pereza, Jisoo estiró sus brazos, girando su cabeza de un lado a otro intentando despertarse. ― ¡No puedo rendirme!

― No te sobre esfuerces... ― Susurro, pero la joven se alejaba, sin lograr escucharlo. Bajando su mirada, negó levemente con un pequeño sonrojo. ― Siempre soy yo quien termina cargándola. Aunque, bueno, realmente no me molesta del todo...

Observando de reojo como la ojirosa continuaba atrayendo a las personas con energía, desvío la mirada, notando como Gon parecía empezar a sentirse mal por engañar tanta gente y ganar dinero fácil.

― ¡Bueno, aquí tenemos a nuestra primera retadora! ¿Cuántos años tienes? ¿De dónde eres? ― Exclamó el mayor, siguiendo a la joven, llenándola de preguntas, hasta que se sentó frente al peliverde.

Entre el público, una joven de pelo negro corto, piel morena, gafas y un collar con una cruz se agachó en una reverencia, ignorando al Leorio por completo. Jisoo no escondió su sonrisa sorprendida al ver a la primera participante, alzando sus brazos, empezó a hacer comentarios junto a Leorio.

― Tengamos una contienda justa. ― Dijo la mujer, frente a Gon,

― Oh, sí.

Ambos se tomaron de las manos, cuando el ceño del peliverde se frunció levemente, logrando sentir una suave aura salir de su contrincante.

― ¿Listos? ¡Ya! ― Exclamó la ojirosa, señalandolos con energía.

El combate empezó. Gon frunció sus labios, mientras que la chica frente el cerro uno de sus ojos, haciendo fuerza. Ambos parecían esforzarse bastante, y para sorpresa del grupo de amigos, Gon también estaba utilizando su fuerza a diferencia del resto de encuentros.

Finalmente, Gon logró ganar, empujando la mano de la chica con fuerza, tocando el otro lado de la mesa.

― ¡Oh, que lastima! ¡Perdiste! ― Exclamó Leorio. La chica se agachó en una reverencia, despidiéndose del peliverde para luego perderse entre el público.

Rápidamente, Jisoo y Killua se acercaron a Gon, quien consentía su muñeca con un semblante pensativo.

― Esa fue toda tu fuerza, ¿no? ― Inquirió el albino, agachándose para no ser escuchado por el público.

― Sí... Me pregunto quién es ella. ― Asintió, notando como la ojirosa dejaba una botella de agua sobre la mesa y le ofreció una sonrisa.

― Tal vez ¡La campeona de pulsos! ― Exclamó, con las manos en su cintura y una sonrisa, escondiendo su semblante adormilado. ― Eso fue increíble...

Ambos chicos se miraron entre ellos con una gota de sudor, notando como la joven, por más que se esforzara, parecía estar casi dormida.

Jisoo frunció su ceño, dejándose caer en el suelo. No podía estar cansada y permitir que el sueño le ganara, pues aquella noche pondría en pie el plan para cumplir la pequeña petición de su familia.

― ¡Quiero dormir!

(💿)

― ¿Por qué tienes que ir vestida de esa manera, Jisoo? ― inquirió Gon, con una pequeña gota de sudor y una risa nerviosa, siguiendo a la pelinegra.

Una chaqueta grande negra que impedía ver su cara y tapaba casi por completo su cuerpo, de su cuello hasta sus rodillas, y que también cubría por su largo cabello con la capota. Por último, pero menos importante, un tapabocas.

― En este tipo de misiones es mejor prevenir que lamentar. Es probable que estén esperando la llegada de una persona rubia y ojos dorados. Yo no soy así, si ven mi apariencia, habrá un escándalo.

Killua asintió dándole la razón a un lado de ella, notando como la joven mordía su labio con un semblante preocupado. Jisoo aún debatía si haber traído a aquellos jóvenes era buena idea o no.

Eran altas horas de la noche, casi mañana, y la ojirosa se había preparado para salir sin que se dieran cuenta, cuando para su sorpresa, el peliverde y el albino la descubrieron, y ahora allí se encontraban, luego de insistir querer acompañarla.

Escapando de la supervisión de Leorio, tres jóvenes de doce años caminaban por un barrio peligroso.

― De hecho, ¡ustedes también necesitan ropa diferente! ― Frenando en seco, la ojirosa agarró las manos de ambos chicos y se orillaron en un pequeño camino angosto entre dos apartamentos.

― ¿Ropa diferente? ― Pregunto Killua, con una ligera mueca. ― Pero tiene sentido, la idea es que no vean nuestra apariencia.

― Sí, debería explicarles bien lo que tengo que hacer en ese lugar. ― Susurro la joven, rebuscando entre una caja cerca de aquel sitio, encontrando algunas telas. ― El día que llegó la gaviota recibí una carta de mi familia, mi primera misión oficial, por así decirlo...

Con cuidado, luego de sacudirla para quitarle el polvo, Jisoo empezó a cubrir a Gon con una de las telas color café oscuro, procurando taparle la cara y el pelo puntiagudo.

El chico se limitó a ladear la cabeza con curiosidad y una gota de sudor, volviendo a notar su diferencia de altura.

― ¿Sabes qué miembro de tu familia lo envió? En caso de ser una trampa... ― Killua fue interrumpido al tomarse con la joven de frente, quien con cuidado envolvió parte de su cabeza. Un pequeño sonrojo apareció en sus mejillas, observando los ojos de su amiga.

― En realidad no, no venía firmada. La manilla de mi primo venía con la carta, tal vez se trate de Cisney-sama... ― Susurró, con una ligera mueca. ― Solo me dieron unos detalles, que son los que explicaré.

Con cuidado, cubrió al ojiazul, quien permanecía en silencio, desviando su mirada de forma apenada.

― No puedo crecer que esté utilizando una cortina como disfraz...

― La gran subasta de York Shin se acerca, y unos tipos raros con los que es mejor no meterse planean subastar la espada de Citrino. ― Explicó, con las manos en su cintura, asintiendo al ver a sus amigos cubiertos frente ella, quienes se limitaron a reír nerviosos. ― Mi trabajo es recuperar ese objeto y evitar que descubran mi apariencia, y más importante, que ustedes no salgan heridos.

― Y esas personas están alertas a la llegada de un Doragon. ― Asintió el albino. ― Por esa razón dijiste que esperaban una persona rubia de ojos dorados, y por eso no pueden descubrir tu apariencia.

― Si descubren tu apariencia, estarás en problemas. ― Gon posó su mano sobre su barbilla. ― ¿Por qué tu familia te da ese tipo de misiones? Se supone que nadie debe saber sobre ti.

― No tengo ni idea, pero tengo que hacerlo si quiero más información sobre Navier ― se lamentó la joven, ordenando su pelo en una coleta alta, escondiéndolo bajo su capucha. Su mirada se desvió al ruido de la calle donde antes caminaban. ― En el siguiente local se encuentra el bar donde encontraré mi objetivo. ¿Están listos?

Los tres asintieron al mismo tiempo, y caminando entre la gente, entraron al animado almacén sin dificultades.

La música resonaba por el lugar, mientras algunas parejas o grupos de mala apariencia descansaban en las mesas o se mantenían de pie, dispersados por el lugar, siendo iluminados por las luces de colores. La joven caminó entre ellos, siendo seguida por los chicos, quienes examinaban el lugar con cautela.

Jisoo bajo su mirada, frunciendo su ceño, fijando su vista en el hombre que atendía en el bar. Una sonrisa maliciosa, gafas doradas, y un arma en su bolsillo. Tal como le explicaban en la carta. Era fácil de reconocer.

― ¿Tenemos un plan? ― inquirió Killua. Una mueca apareció en su cara al notar como la ojirosa negaba apenada. ― Me lo imaginaba.

― Pero puedo pensar en uno. ― Exclamó en voz baja, frunciendo sus labios levemente. ― En la carta decía que solo necesitaba mostrarle al señor que está en la barra el sello de la carta, luego...

― ¿Y si algo llega a salir mal? ― Susurro Gon, provocando que Jisoo frunció sus labios pensativos y Killua cruzara sus brazos, asintiendo.

― Un plan de escape.

― Ya veremos qué pasa.

El albino y la ojirosa se miraron entre ellos de golpe, con el ceño fruncido. Una gota de sudor apareció en la frente del peliverde, quien negó suavemente.

Finalmente, los tres lograron estar de acuerdo con algo. Nadie tenía que poder ver su apariencia o permitir que alguien los viera salir con la espada que tenían que conseguir. Luego ya verían qué hacer.

A paso lento, los tres se acercaron al hombre del bar, quien arqueó una de sus cejas, fijando sus ojos verdes a las misteriosas personas frente él.

― La espada de Citrino es muy linda, ¿no? ― Exclamó Jisoo, deslizando por la mesa el sello de la carta, acercándolo al mayor, quien no escondió su semblante de sorpresa. Jisoo tocio en voz baja, haciendo un esfuerzo por sonar elegante.― Pero es más linda en la mano de un guerrero, y no en la de un sucio fanático del oro.

― Está en lo cierto, ¿señorita...? ― inquirió, agarrando el ceño entre sus dedos y devolverlo, deslizándolo por la mesa. ― Es increíble como un objeto de tal valor llegó a este lugar, pero usted está aquí, Doragon-sama.

― Así es, ahora dame la espada de Citrino, no me haga perder el tiempo.

― Aún no, no ha completado su parte del trato. ― Interrumpió, empezando a preparar un cóctel, intentando parecer más natural. ― No veo por ningún lado a la jovencita que prometió traer, y que según la carta, vale más que la espada de Citrino...

La piel de Jisoo se erizó al escuchar aquello, y sin poder evitarlo, sus pupilas se dilataron mientras su ceño empezaba a fruncirse, sintiendo un extraño desespero en su pecho.

Aunque prefirió creer que solo era un pensamiento suyo, al parecer se trataba de una trampa.

Con aquella conversación le quedaba más que claro. No podía confiar en nadie que se apellidara Doragon, pues aún intentaban acabar con ella. 

― Necesito que en este momento me des una prueba de que en verdad eres un Doragon, a no ser que en realidad tú eres-

El sonido de un golpe los interrumpió. A un lado, Gon golpeó la mesa con fuerza, logrando fracturarla levemente. La atención de las personas empezaba a desviarse hacia ellos.

― ¿Se atreva a dudar de la palabra de un Doragon? ― Inquirió, con voz seria. Jisoo frunció sus labios, agradeciendo mentalmente. El peliverde había interrumpido en el momento perfecto.

― Tan solo hablarle de esa manera a un Doragon merece la muerte. ― Asintió Killua, tronando sus puños, hablando de forma intimidante, levantando ligeramente su mentón. ― No nos obligué a utilizar la fuerza.

El hombre frunció su ceño levemente, sacando tres copas de cristal, sirviendo un líquido transparente espumoso. Su atención se fijó en los tres encapuchados.

El corazón del hombre empezó a latir asustado y su copa de cristal callo al suelo al ver los brillantes ojos rosas de Jisoo, quienes los observaban como un lobo a punto de atacar a un débil cordero.

― La espada de Citrino. ― Exclamó la joven, posando sus manos en la mesa, frunciendo su ceño. ― No me haga repetirlo.

― Espero que pueda perdonar mi falta de respeto, pero aún no se la puedo dar. ― El hombre bajó su mirada, sintiendo gotas frías de sudor recorrer su frente hasta caer por sus mejillas. ― Una niña de ojos rosas y fuerza monstruosa era la condición, y al parecer, usted cumple con esos requisitos... Entonces...

Los puños de Jisoo se apretaron con fuerza, mientras los dos chicos detrás de ella fruncía su ceño, sintiendo la atención de las personas. Soltando un suspiro, la ojirosa cruzó sus brazos.

― Entonces buscaré la espada por mi cuenta. ― Dijo, dándose la vuelta. Rápidamente, luego de darle una última mirada al hombre de gafas, los jóvenes siguieron a la chica.

El estruendoso sonido de un disparo frenó sus pasos. No paso mucho tiempo para que la mayoría de las personas empezaran a correr despavoridas, escapando del lugar.

― No puedo dejar ir la mercancía. ― admitió el hombre, con su brazo levantado y su arma en mano, apuntando a la joven, quien lo observó de reojo.

― En serio que no quería escándalos. ― Susurro, notando como los chicos frente ella asentía. Gon remango sus mangas y Killua acomodo su traje de cortinas, asomando una pequeña sonrisa.

― No me demoraré mucho, este tipo de personas dependen de su apariencia, no de su fuerza. ― Exclamó el albino, ladeando su cuello.

― Tengan cuidado, las personas de este lugar están armadas. ― Advirtió el peliverde, esquivando algunas personas que aún salían corriendo del lugar y se estrellaban contra ellos.

― Bien, yo buscaré la espada de Citrino. ― Jisoo acomodo su cubrebocas, frunciendo su ceño levemente. ― Tengan mucho cuidado, distraeré al señor que no ha parado de apuntarme.

Antes de que la joven pudiera alejarse del sitio, la mano de Killua sobre su hombro la interrumpió.

― No permitas que las balas te alcancen. ― Susurró, alejándose entre las personas junto a Gon, cubriendo el camino, evitando que las pocas personas que permanecieron en el local se acercaran a su amiga.

Jisoo camino con seguridad, acercándose al hombre aun detrás de la mesa donde servía las bebidas. No era la primera vez que se enfrentaba a un hombre armado.

Con facilidad golpeó la muñeca del señor, y parándose en la mesa, atrapó el arma del hombre, quien disparó varias veces, pero ninguna de las balas lograba tocar a la joven.

― ¡Dónde está la espada! ― Exclamó, golpeando el mentón del mayor, quien retrocedió con fuerza, estrellándose contra los platos en la vitrina.

― ¡Dime quién eres! ― Respondió, sintiendo un líquido rojizo gotear de su frente. ― Si eres un Doragon, ¿por qué tus ojos...?

― Eso no te debe interesar. ― La joven levantó el arma con ambas manos, frunciendo su ceño. ― ¿Dónde está la espada de Citrin-

Antes de que pudiera decir algo, una persona de gran estatura la empujó, casi atropellándola, provocando que cayera sobre una de las mesas y se golpeara su cabeza.

Por otro lado, el peliverde y el albino cerraron la puerta del local con seguro, evitando que más personas entraran, y así poder encargarse de las intimidantes personas de trajes negros que aún estaban dentro.

Un puño de Gon y un toque de Killua eran suficientes para que los hombres se desplomaran.

Los sonidos de los disparos se camuflaban con la música dentro y fuera del local, al igual que el ambiente animado de golpes no causaba problemas, pues el ambiente en aquel lugar acostumbraba a ser así.

― ¡Jisoo! ¿Estás bien? ― Pregunto el peliverde, esquivando el golpe de alguien, quien pronto recibió un puño por parte del albino, quien no tenía en problema en repartir golpes con una pequeña sonrisa.

― Eso me tomó por sorpresa. ― Susurro, levantándose de la mesa, notando como la persona de gran tamaño volvía a correr hacia ella. ― ¡No es nada, estoy bien!

Esquivándolo con facilidad, Jisoo lo tumbó al suelo con una zancadilla. A un lado de él, lo apuntó con el arma, y apretó el gatillo, rozando el hombro del mayor, quien abrió sus ojos con fuerza, y sin poder formular alguna palabra, se desmayó del susto.

― No sabía qué podrías utilizar un arma, teñida. ― Exclamó, con una mueca sorprendida. Gon se asomó curioso.

― Digamos que mi padre tenía algunos pasatiempos, y yo aprendí de ellos. ― Respondió, recargando la pequeña pistola. Aunque supiera usarla, nunca había tenido que disparar en una ocasión como en la que se encontraba.

El exagerado grito de un hombre llamó su atención. Para sorpresa de todos, el hombre de gafas cargaba una gigantesca espada dorada, casi arrastrándose, sin poder alzarla correctamente.

― ¡La espada de Citrino! ― Exclamó la joven con una sonrisa. Gon se acercó rápidamente junto al albino.

― ¡Se acerca a nosotros! ― El peliverde asomo una mueca preocupada, empezando a alejarse junto con sus amigos.

― ¡Nos está persiguiendo! ― Asintió el albino, quien parecía estar más emocionado que asustado. ― ¿Qué va a poder hacer un viejo con una espada que no puede cargar?

Los tres empezaron a correr por el local, esquivando a algunas personas que se encontraban en el suelo noqueados.

Killua golpeó el mentón del hombre, esquivando uno de los espadazos que se esforzaba por dar, por otro lado, Gon también aturdía al hombre con golpes en la espalda, despistándolo.

Pero más alejados de ellos, Jisoo retrocedía, sintiendo una molesta sensación al ver aquella espada. Su mirada se dirigió rápidamente a uno de los cuartos vacíos, escuchando suaves pasos que antes no había logrado sentir.

Había alguien más en el local.

El sonido de un cartucho provocó que su piel se eriza y sus manos temblaran con preocupación, pues el hombre le apuntaba a sus amigos.

― ¡Gon, Killua! ― Exclamó con fuerza. Rápidamente, el albino entendió qué sucedía, y no demoró en actuar, agachándose, empujando la cabeza de su amigo al suelo, cubriendo sus cuerpos.

Jisoo se acercó, corriendo lo más rápido que pudo para acercarse al hombre, empujándolo, logrando que el tiro fallara y se estrellara contra el techo.

Al mismo tiempo, le dio la oportunidad al hombre de la espada en acercarse, y sin perder el tiempo, logro hacer un corte. Jisoo sintió un líquido caliente empezar a escurrirse de su cintura, y un horrible dolor inundar su cuerpo, obligándola a retroceder.

El miedo de Jisoo se había hecho realidad.

Su cuerpo cayó al suelo, dejando escapar un fuerte quejido adolorido, mientras apretaba el espacio afectado y su ropa empezaba a empaparse de sangre.

Gon se acercó, dispuesto a socorrer a su amiga, quien permanecía en el suelo. El peliverde acercó una botella de agua, cuando la mano de la ojirosa lo detuvo.

― N-no va a servir. ― Aviso, respirando agitadamente, frunciendo sus labios, intentando reprimir un quejido de dolor. Una mueca confundida decoro la cara del peliverde.

― Maldición, Jisoo. ― Susurro Killua, acercándose sin pensarlo a los culpables, alejando al hombre de la espada con un fuerte golpe en el abdomen, sin medir su fuerza, empujándolo contra una pared, acorralando con su afilada mano.

Su ceño se frunció y su mirada se oscureció. Esta vez no se contendría, pero la débil voz de Jisoo provocó que su ceño se frunciera levemente y sus manos se apretaron con fuerza, sin esconder su confusión.

― No los mates. ― Susurro, sintiendo como el albino la observaba de reojo.

― Te hicieron daño y estás sangrando, intentaron asesinarte... ― Su mano permaneció quieta, haciendo leve presión con sus afiliadas manos en el cuello de uno de los hombres, demostrando que iba en serio.

― No quiero que una vida se pierda por mi culpa. ― Con fuerza cerró sus ojos, desviando su mirada a los hombres que retrocedían asustados. ― No tienes que matarlos, esa no es la solución... Aunque mueran, nada cambiará.

Alejando su afilada mano, Killua frunció su ceño con fuerza. ¿Por qué las palabras de aquella joven tenían tanto efecto sobre él? Resignado, se limitó a golpearlos con fuerza, provocando que perdieran la conciencia.

Rápidamente, se acercó a la joven, quien permanecía en el suelo, apretando el lugar afectado con sus ojos cerrados, dejando escapar bajas quejas sobre el dolor insoportable que sentía.

― ¿Por qué el agua no servirá? ― Pregunto Gon, con su ceño fruncido y una triste mirada de preocupación, quitando la capucha y ordenando algunos mechones de su amiga.

― Las armas de los Doragon son las únicas capaces de dañar a otro Doragon. El agua no tendrá ningún efecto, es como una herida normal que se cura con el tiempo... Hugh, no recordaba que doliera tanto...

― Necesitamos detener la hemorragia. ― Killua desabrochó la chaqueta negra de la joven, permitiéndole ver la camiseta blanca manchada de sangre. Jisoo aferró su mano en el brazo del chico, reprimiendo un quejido de dolor.

Sin dudarlo, el ojiazul quitó el cubrebocas de la joven, dejándole ver la mueca de dolor en la cara de su amiga.

Un extraño sentimiento de preocupación inundó su pecho, y sin poder evitarlo, su mano consintió la mejilla de la adolorida joven.

― Bien, yo me encargo. ― Gon rasgó parte de la tela que cubría su rostro, haciendo una larga tira. Con la ayuda del albino, rodearon a la joven con aquella tela. No era la primera vez del peliverde haciendo primeros auxilios, pero sí la primera vez que no lo hacía en animales.― Esto va a doler, Jisoo.

Con cuidado, el albino levantó la camiseta de la joven, observando un largo rasguño en su cintura. Gon tapó aquel lugar, haciendo presión, evitando que la sangre siguiera esparciéndose.

― Esto duele como el... ¿U-ustedes se encuentran bien?― Pregunto en un susurro, sintiendo las manos del ojiazul aferrarse a ella con cuidado, acomodándola, dejándola casi sentada, recostada sobre su brazo.

― Sí, no te preocupes por nosotros. ― Respondió Gon, ofreciéndole un intento de pequeña sonrisa a su amiga, pero su rostro no podía esconder su preocupación.

Killua alzó a Jisoo con delicadeza, intentando acomodarla lo mejor que podía, sin provocarle dolor. La joven escondió su mueca en el hombro del joven, quien permanecía en silencio, con un semblante preocupado, sintiendo la sangre manchar su ropa.

Gon cargaba la espada, cubierta con una tela, mientras permanecía con la cabeza agachada.

El sol empezaba a asomarse entre los edificios, y las llamativas luces alrededor empezaban a apagarse. Tres jóvenes curiosos caminaban entre las personas, con un semblante preocupado, desapareciendo lentamente entre la multitud que caminaba por el lugar.

Definitivamente, Leorio los esperaría con un fuerte regaño.

Un pequeño comic del papá Leorio jahsja

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