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𝐎𝟏𝟕 ┃Una extraña mujer

☾⋆ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗢17 🗝️

☾⋆ 🕯️(𝐇𝐔𝐍𝐓𝐄𝐑) ꏍ !❛El deber de un guardia...

LA OSCURIDAD DE LA NOCHE LES HACÍA CASI IMPOSIBLE VER A SU ALREDEDOR, pero para su fortuna, cada vez se encontraban más cerca del lugar donde Zebro los había invitado a pasar la fría noche. Ya se encontraba bastante tarde y oscuro como para poder continuar caminando a mitad de un denso bosque.

― Este es el cuartel de los guardias. ― Avisó Zebro parado frente a la puerta, reposando su palma sobre esta y abrirla, produciendo un ligero estruendo. ― Adelante.

El grupo entró explorando el lugar con su mirada. Las paredes y techos eran de madera fina, los muebles eran simples y de colores neutros, la casa parecía ser bastante espaciosa e iluminada. Jisoo giró sobre sus pies con una mirada curiosa, y sin poder evitarlo dejó escapar un bostezo cansado.

― ¡Hola, ya estoy en casa!―Aviso el guardia entrando al lugar luego de que el grupo pasará.

― Vaya, que raro que traigas invitados. ― Dijo un hombre de cabello púrpura bajando del segundo piso con un cigarrillo en sus labios, frenando para poder examinar a los invitados con su mirada.

― Este es Seaquant. Trabaja aquí conmigo. ― explicó Zebro.

― Buenas noches. ―Exclamo Gon, aun así, el hombre pareció ignorarlo.

― Deben ser muy especiales para haber ganado la confianza de Zebro ― Dijo el hombre, pasando derecho, dirigiéndose a otra sala de la habitación mientras sacudía su mano de un lado a otro sin importancia. ― En fin, siéntanse como en su casa. Aunque no será sencillo en este lugar.

(🕯️)

― ¿Vinieron a ver al señorito Killua? ― inquirió Seaquant de brazos cruzados, apoyado contra la pared con una mirada sorprendida. ― ¡Eso es una locura!

― Lo sentimos. Pero lo decimos muy en serio. ― Respondió Leorio con seriedad. El grupo se encontraba sentado en una mesa mientras Zebro les servía té caliente.

Jisoo se encontraba recostada sobre la mesa, parpadeando lentamente, adormilada. El suave olor del té y el clima cálido, a diferencia del bosque en el que se encontraban, solo lograba darle más sueño.

― Entonces les daré un consejo: ― Ofreció el pelimorado levantando una de sus manos ― Ríndanse y vuelvan a casa ahora mismo.

― ¿¡Qué has dicho?! ― Exclamó Leorio con su ceño fruncido, dirigiéndole una mirada molesta al hombre.

― Zebro les ha contado sobre la Puerta de la Prueba, ¿verdad? Eso debería darles una idea de cómo es este lugar.

― Comprendemos que no va a ser sencillo. Pero aun así no pienso marcharme. ―Respondió Gon sin dudar.

― Yo no me voy de este lugar sin Killua, así que tú también deberías tener una idea de nuestra posición. ― Susurro Jisoo recostando su cabeza sobre su palma, ofreciéndole una corta mirada a Sequant.

― Cuando Killua tuvo problemas, no estuve ahí para él. ―Exclamó el peliverde bajando su cabeza, fijando su mirada entristecida a la mesa. ― ¡De haber estado allí, podría haberlo detenido!

Jisoo no pudo evitar sentirse aún más decaída que antes al escuchar las palabras de su amigo. Aunque ella estuvo allí presente, no pudo detenerlo ni evitar que se lo llevaran, no había ayudado en nada, y pensar eso la atormentaba demasiado. Tal vez esa era una de las razones por la que no podría perdonarse si se iba de aquel lugar sin el albino.

― Killua es un gran amigo nuestro... ― Susurro la joven desviando la mirada a un lado, apretando sus manos en puños, evitando decir más cosas.

― Lo comprendemos. Entonces, ¿qué tal si entrenan un poco aquí? ― Exclamó Zebro luego de unos segundos al notar el aura deprimente que se formaba, ganando la atención de todos allí.

― ¿Entrenar?― Repitió Gon ladeando su cabeza.

― Escúchame, Gon-kun. Pueden trabajar juntos para que entre los tres consigan abrir la puerta. Con un poco de entrenamiento podría ser posible. ¿Qué te parece?

― No me gustaría la idea de que me pongan la prueba...

― Pero si no hay otra forma.

― Tendremos que hacerlo.

― ¡Hagamos la prueba!

Exclamó el grupo más animado asintiendo entre ellos. Jisoo palmeo sus mejillas intentando mantenerse despierta, pues al parecer no dormirían en algunas horas, y aunque esa idea no le gustaba, no había otra manera.

― Entonces necesitaré que se pongan una cosa. ― Les avisó el guardia notando la actitud animada de sus invitados, pero estaba seguro de que eso cambiaría, tan pronto les entregará el material de entrenamiento, y tenía razón.

Leorio caminaba con dificultad mientras el sudor bajaba por su frente de a montones. Tapando completamente su pecho se encontraba una especie de chaleco color negro que le impedía caminar correctamente. El hombre terminó cayendo al suelo sosteniéndose con sus manos.

― ¿Cómo es posible que pese tanto...? ― Exclamó Leorio esforzándose por volver a levantarse.

― Pesa cincuenta Kilos ― Respondió Zebro alzando uno con tranquilidad ― Por favor, llévenlos siempre puestos, excepto cuando vayan a dormir. Les iré aumentando el peso según se vayan acostumbrando a él.

Explico dejando el chaleco que sostenía sobre las manos de Jisoo, quien casi se cae al suelo luchando por mantenerlo en sus manos. Con mucho esfuerzo y las mejillas rojas, la joven por fin logro ponérselo, caminando con dificultad, pero apresurada, hasta llegar a sus amigos, quienes se encontraban en la siguiente actividad sentados en la mesa.

― Tomen una taza de té ― Les pido amablemente Zebro, dejando los vasos sobre la mesa frente a ellos.

El grupo asintió poniendo sus manos sobre estos, notando como se encontraban bastante pesados al momento de intentar tomar un sorbo. La pelinegra frunció su ceño esforzándose por acercar el vaso a sus labios, pero todos sus intentos parecían inútiles.

― El vaso pesa veinte Kilos. La tetera pesa cuarenta Kilos. Todos los utensilios y demás objetos de la casa pesan de veinte kilos para arriba. ― Explicó el mayor alzando la tetera con una mano.

― Seguro que se rendirán en un par de días ― Susurro el pelimorado alzando sus hombros, escuchando como Leorio le respondía molesto, ya harto de sus comentarios.

― Sí, creo que tu turno ya ha comenzado ― Le aviso Zebro evitando que continuara.

― Oh, tienes razón. ― Dijo, antes de desaparecer se la sala como si nada, caminando apresurado a la salida.

― No es mala persona ― Les aviso el mayor al notar las muecas de disgusto en las caras de Leorio y Jisoo.

La ojirosa levantó sus hombros sin darle mucha importancia al pelimorado, volviendo a fijar su vista en los vasos de té. Su ceño se frunció levemente. Tenía sed y sabía que aún no lograría levantar el vaso, así que decidió acercar su cara al recipiente, ganando una mirada de reproche de Kurapika.

(🕯️)

― Kalluto-chan, abre la puerta ― Ordeno una señora con un largo vestido de la época victoriana, un gran sombrero con pompones, ventas por toda la cara, y unas gafas que tapaban por completo sus ojos.

Sus pasos resonaron por la oscura habitación del sótano, entrando a paso lento a un cuarto que apenas era alumbrado por algunas desgastadas velas, pero que le permitían ver a un joven albino colgando de unas cadenas atadas a sus muñecas con marcas en todo su pálido cuerpo.

A un lado de él, se encontraba otro joven de ojos y pelo totalmente oscuros, sosteniendo un látigo en sus manos.

― Kil, ¿todavía no has aprendido la lección? ― preguntó la señora con voz dulce, pero vacía, observando con atención las marcas en todo el cuerpo del peliblanco.

― Es inútil, mamá. No lo siente ni lo más mínimo. ― Exclamo el chico de pelo negro y gran tamaño, apretando el látigo con más fuerza mientras una vena molesta se marcaba sobre su frente. ― Necesitamos hacerlo sufrir más.

― ¡Milluki! ¡Cierra la boca! ― El sonido que provocó el golpe del abanico que la señora pegó sobre su propia mano calló las palabras del pelinegro, quien bajó la mirada rápidamente chistando en voz baja. La mirada de la señora volvió a dirigirse a su hijo, cambiando su voz para hablarle ― Kill, no seas terco y di que lo sientes de una vez.

Milluki frunció sus oscuras cejas observando al albino de reojo, ocurriéndosele una idea para molestar a su hermano menor. ― Oh, cierto... Esa chica... ¿Jisoo se llamaba? También ese amigo tuyo, ¿Gon? ― Las manos de Killua se movieron levemente al escuchar aquellos nombres ―Lo mejor sería que se marcharan de una buena vez, pero por lo visto quieren intentar abrir la Puerta de la Prueba.

― Están aquí... ― Susurró el albino en un casi inaudible hilo de voz aun con su mirada baja.

― ¡Milluki! ¡Hablas demasiado! ― Chilló la señora enojada al ver como su hijo reaccionó al escuchar esos nombre, su voz se volvió aún más chillona y le habló a Killua. ― Escúchame, Kill...

― ¿¡Y no me habían dicho nada!? ― Exclamó el albino molesto en voz alta, cuando un latigazo impactó en su cara.

― ¡No le grites a mamá! ― Reprendió Milluki sin perder la oportunidad de golpear al menor, pero termino siendo regañado nuevamente por la señora.

― ¡Te he dicho que sierres la boca! ― La señora se acercó un poco más al albino, levemente nerviosa, con sus manos pegadas a su pecho. ― No pensé que tuviera necesidad de decirte, Kill... Al fin y al cabo no van a poder abrir la puerta.

― Lo conseguirán.

― ¿Qué?

― Gon y Jisoo podrán abrirla.

― Oh, eso sería maravilloso ― Dijo la señora falsamente juntando su abanico a sus labios ― Pero aun así nunca llegaran hasta aquí.

― Gon y Jisoo... Llegará hasta aquí. ― Repitió. Su mirada se elevó por primera vez, y viendo fijamente a su madre dijo: ― Estoy seguro de que llegaran hasta aquí.

(🕯️)

― ¡Espera, Gon! ― Exclamó Kurapika acercándose al chico, posando su mano sobre el hombro de este― Primero deberías esperar a que tu brazo se cure.

― Si, Kurapika, Jisoo y yo logramos abrirla, no tendrás que preocuparte. ― Dijo Leorio agachándose levemente hacia delante ― ¡Deja que nos encarguemos de esto, Gon!

― Sí, entiendo. ― Contestó, no muy convencido, bajando su mirada.

― No pongas esa cara, Gon. ― Exclamó Jisoo acercándose a su amigo con una pequeña sonrisa. ― Encontrar a Killua es importante, pero tu brazo también lo es.

Gon asintió levemente, observando como sus tres amigos se acercaban a la puerta y pegaban sus palmas en esta, compartiéndose algunas palabras, dándose fuerzas entre ellos. Era evidente el gran esfuerzo que hacían los tres jóvenes, pero la puerta metálica no se movía ni un centímetro de su lugar.

― Es inútil... No se mueve ― Susurro Kurapika deslizándose hasta quedar sentado frente a la puerta.

― ¡Maldita sea! ― Exclamó Leorio recostándose en la pared ― Pero acabamos de comenzar con el entrenamiento. ¡Si nos esforzamos lo suficiente, lo conseguiremos!

― Ojalá pudiera ser tan despreocupado como tú. ― Respondió el rubio, escuchando como la ojirosa se quejaba en voz baja.

― Opino lo mismo... ― Dijo respirando agitadamente, reposando su brazo sobre su cara. ― Ojalá pudiera estar tan despreocupada, pero es muy difícil sabiendo que mi familia me espera desde hace algunos días, y que de seguro me espera un regaño.

Los entrenamientos continuaron el resto del día, donde levantaron aún más peso, ejercitaron sus brazos y piernas con diversos ejercicios y practicaron equilibrio. De vez en cuando, Gon insistía en también hacer los mismos ejercicios, pero por su brazo, aún seccionado, era peligroso que los intentara.

Jisoo logró acostumbrarse rápidamente al chaleco, consiguiendo seguirle el paso a los mayores, y sin darse cuenta, su fuerza y resistencia cada vez aumentaba, aunque los mayores no podían evitar preocuparse al verla hacer flexiones cargando con todo ese peso.

Leorio y Kurapika fueron a las habitaciones a descansar y a quitarse el chaleco, lugar donde se suponía que Jisoo también descansaba. Pues al momento de ver la cama de la ojirosa ocupada, y que esta no respondiera, Leorio supuso que su amiga ya se encontraba totalmente dormida.

Pero en realidad se trataban de dos almohadas bien puestas que simulaban ser ella.

― ¡Con cuidado, Gon! ― Exclamo la chica intentando no hacer mucho ruido, observando a su amigo con preocupación. ― Intenta esta vez más despacio, vas muy rápido, podrías lastimarte.

Como su amiga dijo, el joven empezó a hacer el ejercicio, esta vez más lento, teniendo cuidado con no utilizar su brazo vendado. Podía sentir la mirada nerviosa de la pelinegra, quien había accedido a ayudarlo a entrenar a escondidas.

Luego de unos minutos, Jisoo termino entrenando junto a él, siempre procurando que su amigo se encontrara en buen estado. Soltando un suspiro, recordó el momento en el que el joven se le acercó a pedirle que lo acompañara a entrenar. ¿Como negarse a una carita tan pura?

Luego de unas cuantas horas más, ambos jóvenes volvieron a las habitaciones y descansaron un rato, pero ese descanso no puedo durar mucho, o bueno, no duro para Jisoo, quien fue despertada para volver a intentar abrir la puerta metálica.

Como antes, a pesar de todos sus intentos, mover aquella puerta era demasiado difícil.

―Es inútil. No importa la cantidad de veces que lo intenten. Abran los ojos de una buena vez.― Exclamo Sequant acercándose. Sus brazos reposaban cruzados bajo su pecho, mientras los observaba sin ninguna expresión.

― ¡En tal caso, deja de observarnos y has tu trabajo! ― Respondió Leorio, consiguiendo que el pelimorado chistara y alejara la mirada.

― Gon y Jisoo son dos de nosotros. Y ellos quieren ver a su amigo. ― Respondió Kurapika bajando su mirada dejando de intentar abrir la puerta. ― Es lógico que queramos ayudarlos.

Jisoo levantó su mirada rápidamente, dirigiéndola al rubio, observándolo con una sonrisa enternecida y una mirada agradecida. Definitivamente, sus nuevos amigos eran muy buenas personas.

― ¡Muy bien! ¡Probemos de nuevo! ― Exclamó Leorio con fuerza.

Y así empezó a empujar la puerta junto con sus compañeros, pero esta no se movía de su lugar ni un centímetro, al igual que antes.

― En serio, no pueden empujar como si nada.― Dijo Sequant caminando detrás de ellos alejándose ― Sincronícense mejor. Tienen que empujar a la vez ambas hojas con todas sus fuerzas. De lo contrario, jamás se abrirá.

Los tres asintieron al mismo tiempo, y cuando Leorio termino de contar hasta tres, empezaron a empujar la puerta al mismo tiempo, tal como les había sugerido el pelimorado. Esta vez la puerta se abrió levemente, pero los tres dejaron de hacer fuerza por la sorpresa, siendo empujados hacia atrás cuando esta sé cerró automáticamente.

― ¡Jisoo! ¡Leorio! ¡Kurapika! ― Exclamó Gon acercándose rápidamente con una gran sonrisa emocionada.

― ¡Logramos abrirla! ― Anunció Jisoo con fuerza y sus mejillas levemente rosas. La mirada del peliverde se iluminó, también bastante emocionado, con una gran sonrisa.

Sin que el grupo o Zebro se diesen cuenta, Sequant se adentró en la caseta comunicándose con el mayordomo, informándole que el grupo había conseguido mover la puerta. Aun así, el mayordomo no pareció sorprendido.

Por otro lado, el grupo se encontraba frente a la puerta, estirando sus brazos y piernas listos para volver a intentar mover la puerta metálica, cuando Zebro les informo que no sería necesario utilizar los chalecos aquella vez.

Sin perder el tiempo, los tres se quitaron esos chalecos, dejándolos caer al suelo con sonrisas en sus caras, pues desde hace tiempo esperaban que Zebro les dijera aquello. Ahora todo tal vez sería más fácil, además de que con el entrenamiento, y luego de cargar esos chalecos por varias horas, se sentían más livianos.

― Bien, hagámoslo, Jisoo, Kurapika ― Exclamo Leorio pegando sus palmas a la puerta junto con sus compañeros ― ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!

Con fuerza empezaron a empujar siendo observados por Zebro, Sequan y Gon. Un fuerte estruendo sonó al momento de que la puerta se movió de su lugar hacia delante. Jisoo dejaba escapar bajos gruñidos cada vez haciendo más fuerza, pero la puerta no se movía más, quedándose estancada en el mismo lugar.

Gon noto esto, y sin pensarlo se quitó aquel chaleco negro y el vendaje de su brazo izquierdo, corriendo hasta donde sus amigos y ayudarlos a empujar la puerta. No podía quedarse viendo sin hacer nada.

― ¡Gon! ¿Qué haces usando el brazo izquierdo? ― Exclamo el hombre de corbata notando como el peliverde se colaba a un lado de él a ayudar.

― No pasa nada. Ya está curado.

― ¿Estás seguro, Gon? ― Inquirió Kurapika, recibiendo un asentimiento por parte del chico.

― En fin, tenemos que empujar todos a la vez, ¿verdad?

― ¡Bien, pues empujemos! ― Exclamo Jisoo sin dejar de hacer fuerza, escuchando como Leorio volvía a contar hasta tres.

Esta vez con el grupo completo, fue mucho más fácil lograr mover la puerta. Cada vez más esta se movía hacia atrás, dejando ver un ligero resplandor al otro lado. Luego de unos segundos de mucho esfuerzo, la puerta se abrió completamente.

Gon cayó al suelo del otro lado mientras pequeñas gotas de sudor bajaban por su frente. Rápidamente, se dio la vuelta observando cómo sus amigos seguían aferrados a las puertas de metal con miradas cansadas y sorprendidas.

Todo su esfuerzo había dado frutos.

― ¡La abrimos! ¡Sí! ― Exclamó el peliverde parándose rápidamente del suelo, elevando sus brazos con orgullo, mostrando una gran sonrisa.― ¡Lo conseguimos!

Jisoo se recostó sobre la puerta, observando el cielo sin poder dejar de sonreír. Sus compañeros festejaban por su reciente logro. Aquel sentimiento de haber logrado algo que antes parecía imposible, tal vez era una de las mejores sensaciones que la ojirosa había sentido.

(🕯️)

― Sigan el camino y diríjanse a la montaña. La mansión debe estar en alguna parte ahí arriba ― Les explico Zebro con las manos en su espalda y una pequeña sonrisa. ― Me avergüenza decirlo, pero aunque llevo veinte años trabajando aquí, nunca he subido a la montaña. Lamento que no pueda ayudarlos más.

― No, para nada. Le agradecemos mucho su ayuda. ― Respondió Gon haciendo una reverencia junto a Jisoo. ― ¡Muchas gracias por todo! ¡Adiós!

El grupo se alejó caminando por el camino que les habían indicado, desapareciendo rápidamente de la vista de Zebro y Sequant.

Jisoo caminaba observando el lugar con curiosidad, paseando su mirada por los árboles del lugar, mientras sus manos reposaban detrás de su espada con sus manos entrelazados. Los pasos de sus amigos frenaron, provocando que la joven despertara de sus pensamientos, notando como frente ellos se encontraba una joven de piel morena, pelo crespo, y un traje elegante.

― Váyanse de aquí. Están entrando a una propiedad privada ― Dijo la joven con postura recta― No puedo permitir que pasen sin permiso.

― Nos han permitido pasar. De hecho, hemos entrado a través de la puerta de la prueba. ― Exclamó Gon, acercándose a la chica.

― Los mayordomos no les han dado permiso para pasar.

― ¿qué necesitamos para conseguir permiso? ― Pregunto Jisoo, también acercándose, haciéndose a un lado de Gon.

― No lo sé. Nadie nunca ha conseguido permiso para pasar.

― ¡Entonces tendremos que colarnos! ― Exclamó el peliverde frunciendo su ceño levemente, con una mueca molesta.

― Supongo. En todo caso, esta línea es el límite. ― La mayordoma trazó una línea en el suelo de tierra, permitiéndole al grupo ver un largo bastón. ― Si dan un solo paso atravesando esta línea los echaré de aquí a la fuerza.

El ceño de Gon se frunció levemente, y observando de reojo a sus amigos, los detuvo con la mano, empezando a acercarse a la mayordoma lentamente.

Antes de que sus amigos se acercaran, tenía que averiguar qué sucedía si se cruzaba la línea a pesar de las advertencias.

Un golpe directo a su mejilla dado con el bastón contestó sus preguntas, mandándolo algunos metros lejos, hasta finalmente caer al suelo. Jisoo frunció su ceño al ver esto, fijando su vista en la mayordoma, y sin dudarlo se acercó a la mujer casi corriendo, ganándo también un golpe que la tomó desprevenida, provocando que se estrellara contra uno de los árboles.

Los mayores al notar esto no podían quedarse sin hacer nada, kurapika sacó dos largos palos de madera y Leorio un cuchillo, pero la voz de Gon los detuvo.

― No se metan. Dejen que yo me encargue de esto. ― Pidió el joven parándose del suelo, observando con sorpresa como Jisoo también se encontraba golpeada.

― Creo que ya es muy tarde para no meterme ― Respondió la ojirosa dejando escapar una risa nerviosa, notando como Gon la observaba con sorpresa.― Deja que te ayude, Gon.

La joven se levantó del suelo, inclinándose hacia atrás con sus manos en su cintura, dejando escapar un quejido de dolor.

― No pretendemos pelear contra ti. Solo queremos ver a Killua. ― Explicó el peliverde, acercándose nuevamente, intentando convencer a la joven mayordomo.

― Ay... mi espalda ― Susurro la ojirosa para luego estirar sus brazos, preparándose mentalmente para más golpes al escuchar las palabras de su amigo. Su mirada se dirigió a la mayordoma, notando cómo mantenía su semblante serio.

― No importa cuáles sean sus motivos. Yo solo sigo mis órdenes. ― Declaró la joven balanceando su bastón, notando como los dos menores parecían volver a intentar acercarse.

Ambos menores recibían golpe tras golpe, sin importarles que tan lastimadas quedaran sus caras y cuerpos.

La mayordoma tenía bastante fuerza, y no se contenía en absoluto, pero la insistencia de aquellos niños era increíble, ellos de verdad estaban dispuestos a cruzar sin importar qué.

― Pueden intentarlo todo lo que quieran. No permitiré que pasen.

― Te aseguro que pasaré... ― Respondió el chico levantándose, dejando ver algunas marcas en su cara ― ¡Voy a ver a Killua! ¡No dejaré de intentarlo hasta poder pasar!

Por otro lado, Jisoo apretó sus puños con fuerza, volviendo a acercarse, temerosa por el golpe que como siempre le llegaría, pero esta vez la mayordoma parecía levemente nerviosa al escuchar las palabras de los menores.

Intentando recomponerse, la mayordoma golpeo nuevamente a la ojirosa.

La joven cayó al suelo, apretando con fuerza su mandíbula, resistiendo el dolor que le provocaba aquel molesto ardor en su pomulo.

Por otro lado, Gon caminaba lentamente, acercándose nuevamente a la chica del bastón. Su cara se encontraba con varios golpes, además de que esta vez caminaba más lento, adolorido.

Aquello de cierta manera le provocaba miedo a la mayordoma, ver aquellos chicos que intentaban pasar para ver a su amigo sin importar los goles la lograba poner nerviosa.

― Detente ¡Aléjate! ¡Ya basta! ― Exclamó con pavor la mayordoma, notando como la pelinegra volvía a intentar pararse reprimiendo su mueca de dolor. ― ¿¡No se dan cuenta de lo inútil que es esto!? ― Su mirada se dirigio a Kurapika y Leorio, cada vez más apretando su bastón. ― ¡Y ustedes, deténganlos! ¿Acaso no son sus amigos?

Los mayores no dijeron nada, pues sus miradas totalmente serias decían todo. Ellos confiaban en las palabras de sus amigos, y como ellos dijeron, no interferirían. Jisoo respiro profundo antes de acercarse limpiando un hilo de sangre que se escurría por su frente.

― ¡Solo hemos venido aquí para ver a Killua! ― Exclamo con fuerza, pero el dolor en su pecho era insoportable, que le impedía caminar correctamente.

― ¿Qué ocurre? Solo estoy aquí para ver a mi amigo ― Lentamente Gon levanto su puño, acercándose cada vez más a la línea que lo separaba de la mayordoma, quien retrocedió levemente ― ¿¡Por qué tengo que pasar por esto!?

Su puño golpeó uno de los bloques de roca que se encontraban al lado de la mayordoma, rompiendo este en pedazos, al mismo tiempo que conseguía hacer que la dama retrocediera unos pasos más.

― Oye. ― Susurro Jisoo ganando la atención de la chica, quien noto como la ojirosa sonreía levemente. ― Cruzó la línea.

― ¿Eh?

― Que cruce la línea. ¿No se supone que tienes que pegarme? ― Gon levanto su mirada, notando como la mayordoma apretaba su bastón con nervios. ― Eres diferente de Mike. Puede que intentes esconder tus sentimientos, pero tienes corazón. Cuando mencione a Killua, tus ojos mostraron compasión por un momento.

La mayordoma bajo su mirada, aun sosteniendo el bastón con fuerza. Las palabras amenazaban con salir de sus labios y eso le atemorizaba, pero aun sabiendo que estaría en problemas, decidió decirlo. Lentamente, una lágrima se resbaló por su mejilla y pidió en voz baja.

― Por favor... Ayuden a Killua-sama.

Un horrible sonido similar al de una bala resonó por todo el lugar aturdiendo a Jisoo. Lentamente, la mayordoma calló al suelo al igual que su bastón, produciendo un ruido en seco al momento de caer.

― Rayos. ¿Se puede saber que balbucea esa chica? ― Se escuchó una voz chillona de entre los árboles, dejando ver una mujer con un largo vestido elegante y un sombrero que le impedía ver la cara completamente, además de que sostenía un arma entre sus manos. ― Lo dijo como si nos estuviéramos portando mal con Killua.

Rápidamente, el grupo se acercó a la mayordoma, y sin perder el tiempo, Leorio intentó atenderla. Jisoo rápidamente sacó de su mochila una especie de trapo para que su amigo de corbata detuviera la hemorragia.

― Tú debes ser Gon. Oh, y la de ojos rosas debe ser Jisoo. ― Dijo la señora observándolos con una pequeña sonrisa como si nada. Detrás de ella se encontraba un pequeño niño con kimono, quien se limitaba a observar todo en silencio. ― Illumi me ha contado mucho de ustedes. Killua sabe que están aquí.

Ambos menores dirigieron su mirada a la señora, cuya voz resonaba por el bosque de manera fría y vacía, aun así, manteniendo un semblante orgulloso.

― Tengo un mensaje para ustedes de parte de Kil... "Gracias por venir. Lo aprecio mucho. Pero ahora mismo no puedo verlos. Lo siento"


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