𝕦𝕟𝕠 | 𝕔𝕠𝕣𝕣𝕦𝕡𝕔𝕚𝕠́𝕟

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Solté un bostezo mientras observaba cansada como el líquido negro salía del la cafetera y llenaba una de las tazas. No había absolutamente nadie, como siempre a estas alturas de la noche, pero de igual manera tenía que quedarme.
Mis ojos comenzaron a cerrarse del sueño, estuve toda la mañana rindiendo exámenes, ya casi terminaba el primer año de universidad. Algo bastante sobresaliente con una rutina tan cargada como la mía, trabajar, estudiar y mantenerme sola, exhaustivo a los 18 años. Además me sobre exigía para tener mi licenciatura lo más pronto posible, claro que la conseguiría si no perdía toda mi cordura en el proceso.
Di un salto al escuchar el pitido de la máquina avisando que ya había concluido con su labor, genial, ahora me dolía la cabeza. Caminé unos metros más y tomé la taza apoyándome sobre la barra, ni siquiera en la calle había alguien, a penas pasaban dos o tres autos cada diez minutos.
Miré la hora en mi teléfono, casi la 01:00am hora de ordenar e irme. Limpié la barra y la desinfecté, luego lavé la taza y la guardé, el piso ya lo había barrido y trapeado un rato antes por el aburrimiento. Tomé mi bolso junto con las llaves y mis apuntes, caminé hacia la puerta, pero antes de oprimir el botón de apagado de las luces, algo se estrelló tan fuerte contra el ventanal lateral del lugar que causó una explosión, los cristales volaron, caí al suelo involuntariamente y sentí algo de ardor.
El mareo me consumía y estaba completamente desorientada, hasta había olvidado dónde me encontraba. Solté un quejido al apoyarme en una de mis manos, miré la palma de esta encontrando un tajo por aplastar unos vidrios debajo de mí. Escuché dos voces, ambas masculinas, por el tono estaban discutiendo pero no podía comprender lo que decían, era como si fueran muy lejanas a mí.
—Eres un idiota—dijo adolorido uno de ellos mientras se ponía de pie—¡Cómo se te ocurre meterte así! ¡Pudimos haber muerto!
—Tú caíste sobre mí y mi habilidad estaba activada—contestó el segundo sacudiendo los trozos de vidrio de su saco. Soltó un bufido y miró a su alrededor encontrándose conmigo—Que hermosura... —acotó al observarme con atención.
—Sí, sí, desenamórate porque nos vio y ahora hay que matarla—me alarmé al escuchar claramente eso, el pelirrojo se acercó a mí con desinterés—aunque... —sonrió y se volteó a ver a su compañero—no me quejaría si quieres morir junto a ella.
Al parecer era una broma interna entre ellos, yo estaba demasiado aterrada, shockeada y fuera de mí como para comprender lo que sucedía. Bueno, quizás entendía lo justo y necesario, me quieren matar, es lo único importante de su conversación.
Mi mirada se conectó directamente con los ojos azules del pelirrojo y una corriente eléctrica que jamás había sentido atravesó todo mi cuerpo. Una paz indescriptible me rodeó, repleta de sensaciones de satisfacción... de pronto había encontrado algo que no sabía que perdí. Varias frases volaban por mi mente, algunas jamás las escuché, como la que recité a continuación.
—Concesiones de materia oscura... no lo despierten nuevamente.
Ambos hombres parecieron sorprendidos ante la frase, la conocían y, al parecer por sus expresiones, les asustaba. Manchas negras que lentamente se bañaban en rojo comenzaron a esparcirse por el cuerpo del pelirrojo hasta hacerlo perder la cabeza.
No sabía lo que sucedía, tampoco lo que estaba haciendo, pero, por alguna razón, parar no era una opción.
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Dazai tomó el brazo de Chuuya al instante activando su habilidad, preguntándose qué sucedía. Pero aún así el aura roja cubrió a Nakahara como si lo repeliera, la confusión de Osamu fue tan grande que no llegó a defenderse y terminó tirado junto a la chica de la cafetería.
Las carcajadas de Chuuya retumbaron por el lugar, en sus manos comenzaron a formarse los agujeros negros que lo consumían cada vez que usaba la corrupción. Dazai observó a su alrededor desesperado, tratando de encontrar la razón de esta situación, si él usaba eso en medio del centro de la ciudad causaría otro cráter en Yokohama.
Fue así como sus ojos dieron con la chica a su lado, ella parecía perdida, con la mirada fija en su compañero. "Tiene que ser ella" sin dudarlo le tocó la mano, casi inmediatamente la corrupción abandonó a Chuuya y cayó exhausto de rodillas al suelo. Ella no tardó en desvanecerse sobre los brazos de Dazai.
—Creo que tenemos que contarle al jefe primero antes de matarla.
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