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4: Insertidumbre


Cuatro: Insertidumbre.

—Asi que ¿Recuerdas el plan? —dijo Sirius mirándome detenidamente.

Estábamos sentados en el comedor, dejando que la magia fregara los platos sucios mientras teníamos una conversación sobre los próximos pasos que daría.

Yo le contesté alzando el pulgar de mi mano derecha y guiñando el ojo «Lo tengo». Black rodo los ojos pero al último sonrió ¡En verdad lo hizo!

—Llegar temprano, fingir que tengo una urgencia por ir al baño, bajar hasta la bóveda de los expedientes y buscar a Harry James Potter en ellos. Si alguien pregunta diré que mi Jefe los solicitó. Calabaza comida. 

—Mi discurso fue más complejo—se dió la importancia.

—Lo que pasa es que eres muy dramático —le señale divertida. 

—Si en verdad lo necesitas, puedo esperar afuera del Ministerio.

—Podria ser peligroso —le recordé —Hay un montón de Aurores y uno que otro dememtor. Sobre todo ahora que has escapado de Azkaban.

El castaño se cruzo de brazos.

—Ire en mi forma de animago, nadie se dará cuenta.

—¿Y si, si? —me cruze de brazos también —Estas hablando del ministerio de magia. Un perro esperando fuera ya es bastante sospechoso ¿No crees?

—No lo fue para los dementores el día que escape, Grey.

Bueno, es eso tiene razón. Pero si queríamos pasar desapercibidos, lo que menos necesitábamos es que se arriesgará de esa manera. Además, sería un día común de trabajo, no es como si estuviera haciendo malo. A menos que Sirius en verdad sea un asesino.

—¡No te preocupes! —dije más para mí que para el —Me las apañere. Se cuidarme sola.

—Lo dudo.

—¡Hey! Lo digo enserio, soy muy discreta y confiable.

—Te faltó lo torpe y distraída.

Black se levantó del lugar y le dió la vuelta a la sala de estar para estirar sus piernas. A puesto que estuvo todo el día en la casa averiguando cómo servía la ducha.

—Veras que traeré esa información mañana —rete bastante segura —Asi no tendrás ninguna duda sobre mis habilidades

—Es que no tengo ninguna duda —contesto sincero.

—¿A no?

—No —dijo parando en seco, sonriendo abiertamente —, porque si no llegas a obtener la dirección de mi ahijado, ahora sí podrán llamarme asesino y tú serás la primera víctima.

¡Por Merlín! Si no conociera la realidad, estaba segura que me moría del miedo en ese instante. Aún así mantuve segura de mi persona.

Creo que eso no les agrada a los matones... En dado caso que fuera uno de verdad.

—Bien pues, ya veremos qué pasa mañana —dije, dando la vuelta sobre mis talones —Es tarde, debería ir a dormir. .

—Yo no tengo sueño —susurro Sirius, aún parado en la sala de estar, mientras yo subía las escaleras.

Tragué saliva un poco, aún no procesaba el hecho que tenía a un hombre hospedado en mi casa de adulta mayor. Podría parecer otra cosa pero a estar fechas la gente de mi círculo social se pondría contenta en vez de oponerse.

—La gente que no trabaja difícilmente tiene sueño, Sirius —conteste obvia —. Así que suerte para dormir y buenas noches.

Esa noche yo fuí la que no tuvo suerte para dormir. Me desvelé pensando en Sirius pero no de la manera en que esperaba verlo enfrente de mi puerta queriendo matarme, más bien, pensé en él de otra forma. Solo que aún no la se.


Abrí mis ojos con pesadez y lo primero que pude ver fue el despertador. Ahora sí que era muy tarde.

Me levanté casi de un salto disparado hacia mi baño para poder alistarme. Escuché ruido abajo pero está vez ya no me preocupe mucho, sabía que Sirius estaba arruinando mi cocina pero por lo menos tenía magia para arreglarla. Así que lo deje en paz mientras me limpiaba de los olores corporales que pude expedir mientras dormía ¡Uno nunca sabe!

Cuando termine de asearme, me puse unos pantalones de vestir, mis tacones negros de siempre, una blusa con mucho encajar y me cepille el cabello. Algo demasiado discreto para pasar desapercibida. Hoy tenía mi primera gran misión como la cómplice oficial de Sirius Black... Corrijo el bueno y para nada asesino en serie Sirius Black. Mientras que para el ministerio es el criminal mas grande de los últimos tiempos.  Yo elijo creer la primera versión.

En fin cuando estuve lista baje las escaleras y encontré a Sirius saliendo y entrando de la cocina con una cara no muy agradable.

—¡Queme los huevos! —me dijo en tono avergonzado, sujetando la espátula —Solo hay tocino mega crujiente y zumo de calabaza para desayunar.

—Olvidalo — reste importancia, tomando mi túnica esmeralda del perchero —desayunare en el trabajo si es que me da tiempo. Deberías limpiar la cocina cuando termines.

No me dijo nada inmediatamente pero si se volteó a regañadientes y saco su varita para conjurar un hechizo, automáticamente la cocina había regresado a su estado original.

—¿Segura que no quieres mi ayuda? —pregunto esperanzado volviéndose hacia mi.

—¿Y que nos atrapen enmedio de una misión bastante sencilla? No.

—Esto no es un juego —inquirio con bastante seriedad que incluso me sorprendí.

Así que me acerque lentamente a él, mirándole a los ojos para acaparar su atención.

—Ya se que esto es importante para ti —mi mano hizo contacto su brazo derecho —Te prometo que no voy arruinarlo. Al menos dame el beneficio de la duda como te lo di a ti.

Lo deje sin palabras. Sabía que tenía que confiar en mi como yo lo hice con el, así que no tuvo ninguna objeción a ello y me dejó ir sola hacia mi trabajo mientras se las arreglaba para mantener en orden mi hulde hogar... o lo que fuera que estuviera haciendo.

Cuando llegó al centro de Londres dónde queda hubicado el ministerio de magia. Hago la misma rutina de siempre, formarme en una fila, pasar al baño, jalar del retrete y llegar al edificio principal. Al llegar a mi escritorio los nervios se me pusieron de punta. La túnica del señor Malfoy ya estaba en el perchero, además que escuchaba un par de ruidos extraños provenientes de la oficina.  Por lo que procedí a preparar café.

En unos minutos más, la presencia del señor Malfoy se hizo frente a mi escritorio. Su rostro parecía enfadado, tal vez un poco agotado o mejor dicho irritado. Las ojeras debajo de sus ojos azules se notaban más oscuras que el día anterior y esa energía por querer insultar y gritar a todos los que estuvieran enfrente habían desaparecido.

En miente solo pude preguntarme: ¿Algo andará bien con el señor Malfoy?

Seguramente es mi parte curiosa o mi parte amable en la que no resiste ver a las personas desdichadas. Quien sabe. Dudo que yo sienta algo por ese señor.

—Llegas tarde —me dice con el ceño fruncido —, necesito mi café.

Asiento rápidamente para extenderle la taza recién hecha.

—Siento el retrasó, hubo una fuga en los retretes —dije excusandome.

Esperaba que Lucius se pusiera a gritar, pero en vez de eso, cerro los ojos y tragó su café.

—Si fueras más responsable estoy seguro que una fuga en los retretes no sería un impedimento para llegar temprano.

Olviden lo que dije, el señor Malfoy siempre tiene una reserva de odio en su ser.

—¿Necesita algo más? —pregunte, ignorando su comentario.

—De hecho, si —el rubio se acercó a su túnica para ponérsela —Saldré por un rato, quiero que te quedes aquí por si necesito algo. 

—¿Tardará? ¿A dónde irá?

El señor Malfoy se detiene en seco y yo me levanto de mi silla para mirarle directamente. No lo estaba cuestionando, en cambio, para mí mejor si se va. Tendría más fácil el hecho de ir al sótano del edificio y conseguir la información de Harry Potter.

—¿Te importa tanto? —inquirio con la ceja levantada.

Con su belleza casi se me olvida que era un completo pedante.

—Lo digo por si alguien viene a buscarlo. Tengo que saber lo que diré —comente —La semana pasada vino Cornelius Fudge como tres veces.

Lucius se volteó por completo para quedar frente a frente. Tomándose unos segundos para pensar en una respuesta lógica.

La verdad es que el señor Malfoy casi no salía de su oficina. Incluso pasaba noches aquí desde que inicio el verano. A mí por supuesto me gustaba tanto mi casa que no me importaba irme y dejarlo aquí, pues mi horario de trabajo terminaba pero se me hacía extraña la dedicación que tomaba hacia su labor. Luego pensé que simplemente evitaba ir a casa. 

Pobre de su hijo.

—Di que visite a alguien del consejo —se alzo de hombros —no sé si tardaré, por favor mantente al pendiente de cualquier cosa.

—¿Entonces esto no tiene nada que ver con el trabajo? —deduje de pronto.

Lucius apretó su mandíbula. Mirando desesperado.

—Son asunto personales, Grey. Algo que evidentemente no te interesa —abri la boca para objetar pero me interrumpio hábilmente —. Solo quédate pegada en tu asiento y haz lo que digo.

—Si señor Malfoy.

Sus ojos azules me miraron por última vez antes de irse. 

No es como si ambos tuviéramos la mejor relación laboral del mundo, pero desde que entre como su secretaria hace algunos meses, juraba que me escondia algo.

Escondía algo en general y no quería saber si era bueno o malo pero me mantenía con la agonizante insertidumbre. Sobre todo porque fue un seguidor del señor oscuro hace años y eso siempre lo hacía sospechoso. 

Es que ya no pienso que esto sea un buen trabajo después de todo. 

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