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2: Expedientes Escolares.






Dos: Expedientes Escolares.




Diez minutos tarde. 

No era exactamente como había planeado comenzar mi primer día de la semana. Un retraso así de garrafal y hasta podría costar mi vida.

Claro que podría parecer un poco exagerada, pero la verdad es que me quedaba corta.

En el ministerio de Magia no se permitía ningun tipo de error, todo estaba bien calculado y organizado. Si tenías un jefe flexible habías ganado la lotería. Sin embargo y para mí mala suerte, mi jefe no era así.

Yo solo me encargaba de llevar papeles, pasar recados, escribir informes, leer documentos, enterarme de uno que otro chisme y pasar el café. A veces hacia un buen trabajo dando sugerencias pero no era como que importara mucho mi opinión. En conclusión, tenía que ser una chica bastante competente, si no, Lucius Malfoy, podría atarme una soga al cuello.

Pero ¿Quien era Lucius Malfoy? ¿Y por qué pensaba que era un sucio tirano? Pues verán, Lucius Malfoy, viudo con un hijo, es Jefe del consejo escolar. Los que se encargan de dictaminar las reformas estudiantiles, escogen como se gastará el presupuesto del gobierno mágico en la única escuela de Magia y Hechicería en Londres, osea Hogwarts. Lo demás es historia.

Además Sirius Black, no es el único que esconde una sucia historia sobre su pasado con el que no debe ser nombrado. Ya que resulta y resalta que Lucius estuvo vinculado con el señor oscuro y sus fieles seguidores los Mortífagos. Aunque al final se descubrió que todo era parte del maleficio Imperius, un hechizo para obligarte a hacer cosas que no quieres. Gracias a eso salvó su pellejo y anda feliz de la vida como si nada. Sin embargo no todos le creen.

Cuando llegó a los sanitarios de damas, me meto a un cubículo y sujeto con fuerza mis pertenencias antes de poner los pies en la taza y jalar por la cadena. Al rato siguiente aparezco por las chimeneas del edificio y me dirijo hacia mi área de oficina.

—Buenos días señorita Dinkins —sonrio a la recepcionista.

Delia Dinkins es una señora que trabajaba aquí desde hace años, estaba aquí antes de que yo llegara. Era muy guapa y esbelta pero muy distraída a decir verdad.

—Buenos días —me dice moviendo la varita hacia el libro de registros —, ¿Tiene cita?

—Eh, no —contesto obvia.

—Lo siento. No puede pasar a las oficinas a menos que tenga una cita.

—Señorita Dinkins, trabajo aquí.

—No lo creo, linda.

—¡Señorita Dinkins soy yo, Sea! —exclame desesperada.

La rubia abre los ojos con sorpresa y acto seguido pone los lentes que tiene de adorno en la cabeza para poderme mirarme bien. Sonríe.

—¡Oh, Sea Grey! ¡Pasa querida! —dijo haciendo una seña —El señor Malfoy aún no llega, estás de suerte.

Sonrió un poco aliviada cuando me despido de la recepcionista y comienzo a correr por todo el largo pasillo hasta llegar a mi escritorio.

Era cierto, no había un alma por aquí.

Aprovecho para acomodar un poco mi apariencia, dejo mi abrigo en el perchero y acomodo un par de papeles mientras agito mi varita para preparar café caliente.

El silencio es sepulcral por unos instantes hasta que el sonido de una suela de zapatos contra el sólido suelo del edificio suena.

—Buenos días señorita Grey —se trata del cartero, sonriente —, menos mal he llegado a tiempo, antes que el señor Malfoy.

—¿Cómo sabe que el señor Malfoy no ha llegado?

—Porque no estás estresada —dice y me permito reír junto a él.

—En eso tiene razón, señor Hank.

—¡Lo sé! —exclama orgulloso para luego sacudir su bolsa de papeles —¡Accio expedientes escolares! Toma querida. Será mejor que le entregues esto al Señor Malfoy tan pronto llegue, es urgente. Cornelius Fudge lo mando está mañana.

Hank me entrega unos documentos que en realidad parecen importantes, así que los pongo hasta arriba de la pila y escribo el mensaje en una nota.

—Se lo haré saber —digo entregando otros documentos —. Puedes llevarte estos con los aurores que cuidan el andén 9¾ ¡Gracias Hank!

—Un placer señorita Grey. 

El señor Hank por fin se va. Dejándome sola otra vez con ese silencio. En muy raro que tenga un tiempo así para poder respirar. Por lo general ando de un lado a otro para procurar ser eficiente ante los ojos de mi jefe aunque nada funciona.

Tal vez después de todo el problema no soy yo.

Aún así con mucho cuidado me pongo a husmear entre los archivos de urgencia que mandaron. A veces encuentras cosas realmente preocupantes y otras simplemente estúpidas... porque ya saben, magia.

Abro los expedientes y me encuentro con Currículums de varias personas de entre 26 hasta los 100 años. Todos calificados para obtener un puesto en Hogwarts. Al parecer después de los tres últimos años cambian de profesor como los calzones.

Aquí hay un Robert Williams pero dice que se graduó en Ivermony osea que es Americano y no creo que eso suceda. También hay un tal Lancelot y aunque tenga una buena experiencia ya tiene como 99 años. Ninguno me parece muy agradable hasta que veo a un muchacho de unos 30 y tantos años, tal vez más joven con esa carita. Remus Lupin. No es excepcional pero parece carismático e inteligente...

Detengo mis pensamientos una vez que escucho los pasos apresurados de mi Jefe quien se avecina.

Por Merlín. Ahí viene Lucius Malfoy, el villano, el peor de los jefes en el planeta tierra. Su perfecto rostro enmarca molestia, está apresurado, seguramente estresado y de mal humor.

—¡Quiero mi café ahora y necesito que mandes los últimos expedientes! —grita en un tono muy fuerte, solo hace falta que escupa su pulmón sobre mi escritorio.

—Ya hice ambas cosas —digo sacudiendo mi varita para que la taza de café flote atrás del señor Malfoy.

No me contesta, sin embargo cuando está a punto de entrar a su despacho me lanza su maldita túnica a la cabeza y se cierra la puerta detrás de el.

—¡Ay pero que le pasa! —exclamo molesta quitándome la túnica de la cara.

Sip, en realidad cuando dije que era un tipo malvado no me equivocaba. Era tan fastidioso como prepotente y al parecer mal educado enfrente de las personas que no éramos de su rango social.

Pero no fuera Cornelius Fudge porque se la pasa risa y risa. Oh, esoe recuerda que tengo que entrar los expedientes ya que eran de suma urgencia. Así que los tomo y entro al despacho sin mucho que pensar.

Pues mala idea.

Lucius Malfoy, que es notoriamente más alto que yo por un buen tramo, se paró a la cercanía de la ventana con la misma expresión de siempre y aunque sea todo un idiota, no le quitaba lo atractivo. Su rostro era armonioso con tonalidades rosas y demasiado pálido como para ver las venas del rostro.

—Hum, señor Malfoy —carraspeo para llamar su atención.

Este se voltea molesto.

—¿Te pedí algo?

—No, es que...

—¿Te pedí permiso entrar a mi despacho o que?

Tragó saliva en seco.

—Lo que pasa es que esto es importante.

El señor Malfoy deja su postura frente a la ventana y camina hacia mi con un grado de enfado impresionante. Por supuesto que me initimido.

—Pues no recuerdo haberte dado permiso para entrar porque fuiste demaciado inutil para no tocar la puerta y avisar que se trataba de algo importante.

Sus ojos azules me miran severos, estaba dispuesta a bajar la mirada un poco insegura pero no lo hice. Solo me aguante, me agarre de la poca dignidad que me había dejado el día de hoy.

—Pense que si fuera algo importante no tendría...

—¿Que pedir permiso? —rie cínicamente, cruzado de brazos —Mejor sal de aquí y la próxima vez toca la puerta.

Solté un quejido, estaba indignada pero el señor Malfoy siempre se las arreglaba para ignorarme.

—¿Ahora? ¿Quiere que vuelva y le toque la puerta?

—Es lo que dije.

Ya no objete nada, si quería conversar este empleo tendría que calmarme. Ya había pasado por tantos trabajos que perdí la cuenta y si me arriesgaba con este, probablemente no tendría más opciones que lavar retretes en el caldero Chorreante. Así que me voltee sobre mis pies para salir del despacho asotando la puerta. Solté un suspiro y luego toque. La puerta de madera se abrió tan rápido como una ráfaga de viento. El señor Malfoy seguía en la misma posición. Ahora alzo la ceja retador mientras lo miraba furiosa.

—Aqui están los expedientes que mando el primer Ministro —dije entregando los papeles con fuerza.

—Ya puedes lárgarte —dijo con sus ojos intensos hacia mí —Vaya que eres una empleada incompetente.

Y así lo hice. Pero eso no fue lo peor del día. Cada hora que estaba aquí tenía que hacer esfuerzos para no explotar. Claro que con el magnífico salario no podría quejarme aunque mis prioridades fueran otras.

Tranquila Sea, tranquila. Tienes que aguantar para tener un empleo competente y parecer exitosa frente a la sociedad mientras mueres psicológicamente.

Aún así, mis motivaciones para terminar a tiempo mis tareas crecieron desde que tengo a Sirius en casa. Era como un secreto, un juguete nuevo... Es decir, en el aspecto que después de tanto tiempo algo interesante por fin me estaba pasando.

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