Capítulo Veintiuno
Una brisa de aire frío y el olor a detergente invadieron los sentidos de Nayeon al dar un paso en la enfermería del campus. Su mañana se había sentido más como un sueño de fiebre que como una realidad. En pocas palabras, estaba exhausta, sin apetito, y débil. Tanto, que uno de sus profesores tan pronto como vio a su pálida, casi amarillenta alumna entrar al salón de clases, la mandó inmediatamente a la enfermería para proteger al resto de la clase de algún tipo de gripe, o peor.
Y así fue como había terminado en uno de los banquillos examinatorios dentro de aquella sorprendentemente sanitizada enfermería. La mujer que le atendía, para el consuelo de Nayeon, se trataba de una beta sin ningún tipo de aroma intenso ni presencia poderosa, algo que ella agradeció enormemente pues sentía que cualquier sensación fuerte podría hacerla desmayarse sin ningún tipo de advertencia.
Vistiendo una bata azul y una expresión amable en el rostro que se convirtió en una sonrisa empática al notar el casi deplorable aspecto de la pequeña omega que había entrado a su consultorio, la enfermera se presentó a sí misma antes de preguntar qué es lo que la había llevado a la clínica. Escuchó mientras tomaba su pulso, palpaba su piel y pellizcaba el lecho ungueal de los dedos de sus manos y pies. De vez en cuando hacía una pregunta directa, pero aparte de eso, la charla fue lo suficientemente corta y no requería ningún esfuerzo mayor para la omega.
— La buena noticia es que no estás enferma. La mala, es que el problema parece ser un poco más complejo — la amable mujer le había comunicado, chasqueando la lengua. Se giró, colocándose sus anteojos y empezando a escribir algo en su escritorio — ¿Tiene alfa, señorita Im?
Nayeon se congeló.
En el instante que la palabra "alfa" llegó a sus oídos, su omega interior dejó salir un lloriqueo desconsolado al mismo tiempo que se retorcía dentro de ella. Y, tan renegado como siempre, su cerebro fue el que se encargó de darle una imagen de pantalla completa de la misma alfa que se había encontrado extrañando con desesperación. Cuando cerraba los ojos, podía sentir esas fuertes manos en su cintura de nuevo, sujetándola en un agarre gentil mientras una nariz le hacía cosquillas en el cuello y...
— ¿Señorita Im? — volvió a repetir la enfermera, efectivamente sacándola del pequeño recuerdo.
Ella tragó saliva.
— No — habló con una voz lánguida. Las palabras, aunque no decían nada más que la verdad, la dejaron con un agrio sabor de boca — No tengo.
La enfermera la miró por encima de sus rectangulares anteojos, casi como si no le creyera. Pero si ese fue el caso, decidió no llamarle la atención. Dedicándose a continuar escribiendo en su pequeña libreta mientras hablaba de forma automática.
— Su cuerpo está sufriendo síntomas de abstinencia — explicó con la misma profesionalidad, rayando a frialdad, que se esperaba de un médico — Es muy común en omegas que han perdido a sus parejas alfas, pero según me dices, ese no es tu caso.
Nayeon bajó la mirada.
Claro que era eso. El universo volvía a recordarle una vez más su posición en el fondo de la jerarquía social, como podía convertirse en una omega débil sin la capacidad de hacer las cosas por sí misma solo alejándose de una alfa con la que ni siquiera compartía un lazo.
¿Qué tan patética podía ser?
— ¿Tiene familia en casa? — la mujer detuvo su escritura, esperando por una respuesta con la ceja levantada. Por alguna razón, Nayeon se sintió sub-humana por la mirada que le estaba siendo lanzada, como si ya no calificara como persona debido a su débil estado.
— Sí... una hermana mayor — respondió sin hacer contacto visual en ningún momento.
La mujer asintió mientras tarareaba, dándole a su bolígrafo un par de movimientos rápidos más antes de girarse y ofrecerle a la omega la nota en la que había estado trabajando toda la consulta.
Nayeon le dio un corto vistazo, leyendo las palabras más grandes en la parte superior del delgado papel. Aviso de Incapacidad.
— Entonces mi única recomendación es que regrese a casa durante el fin de semana y descanse todo lo posible allí — indicó con una expresión seria, levantándose de su silla para lavarse las manos en el lavabo como si estuviera perdida en sus propios pensamientos. Nayeon supuso que eso era normal en una enfermera — Gracias a las feromonas que se emiten al estar en familia, su cuerpo podrá recuperarse más rápido.
La omega solo asintió distraídamente, levantándose del banquillo donde había estado sentada durante toda la consulta con ambos ojos aún pegados en el folio. No tenía ninguna queja sobre el, entre comillas, tratamiento que se le había sido recetado, pudiendo sentirse más tranquila al saber que estaría en compañía de su hermana mayor durante los próximos días. Además, mientras menos tiempo pasara en el campus, más sereno estaría su corazón. Lejos de Tzuyu y de cualquier cosa que le recordara a sus ojos dorados.
— Oh, y Señorita Im — la mujer llamó su atención justo antes de que se fuera — Esto es más un consejo que una recomendación, pero le sugiero que encuentre a un alfa lo más rápido posible. No solo por su seguridad... sino también por su bien.
Nayeon apretó los labios, respirando por la nariz temblorosamente. Quería decir algo, defender su mentalidad de no necesitar a ningún alfa, pero no pudo encontrar la energía ni el ánimo para hacerlo. En su lugar, agradeció en voz baja por la consulta y se despidió sin hablar ni una sola palabra más, alejándose con un ya familiar dolor en el pecho.
(...)
Nayeon se encuentra con su hermana mayor ese mismo viernes.
Y, a pesar de la constante fatiga acarreando su cuerpo, puede sentir el más mínimo atisbo de fuerza invadir su corazón tan pronto como esos delgados brazos la atraen en un dulce, nostálgico abrazo del que no quiere despegarse nunca.
— Vamos a casa, Nayeonnie — Jennie susurra en su oído, su voz siendo nada diferente de aquella adolescente demasiado madura para su edad que nunca le decía que no a su pequeña hermana, sin importar lo ocupada que estuviese.
Nayeon solo se funde aún más en el agarre familiar.
No sabía si era por el hecho de que se trataba de su hermana mayor, pero para Nayeon, Jennie era probablemente la omega más fuerte que había conocido en toda su vida. Adoptando más un papel maternal que el de una hermana mayor, Jennie fue y seguía siendo, el modelo a seguir de la omega de ojos plateados. Siempre calmada, serena y madura, a diferencia de ella. Su razón.
Y, mientras se alejaban más del campus en el automóvil de su hermana mayor, Nayeon pudo sentirse un poco más tranquila. Asemejándose a una dulce y tierna lavanda, el aroma de Jennie que las rodeaba era reconfortante.
— Entonces... — la omega mayor la miró con sus ojos pálidos, golpeando con su dedo índice el volante — Incapacidad, eh. ¿Todo en orden?
Nayeon se encogió sobre su asiento. El tono de Jennie no era invasivo, sino todo lo contrario, sonando más como una pregunta de la que podía sacudirse en cualquier momento.
Y, como buena hermana mayor, pudo leer el lenguaje corporal de su pequeña hermana.
— ¿No quieres hablar de eso?
La menor solo se hundió aún más en el asiento, mirando detrás de la ventana. Jennie captó el mensaje al instante.
— Está bien. No hablemos de eso — declaró con ligereza — Jisoo te manda saludos, por cierto.
Nayeon agradeció el cambio de tema enormemente, sin tener ganas de continuar pensando en lo mismo que no había abandonado su mente desde aquel día. Sin embargo, aún así no respondió. En parte porque no tenía energía para hacerlo, y también, porque hablar sobre la alfa de su hermana mayor tampoco la entusiasmaba mucho.
No era como si Jisoo fuera una mala alfa, o que ella no la aceptara para ser la pareja de su hermana. No se veían mucho, pero de lo poco que Nayeon podía ver de la pelinegra, Jisoo era decente y Jennie nunca se había quejado antes. Sino todo lo contrario, dejando ver la perfecta marca en su cuello para que todo el mundo la viera, usándola con orgullo. Nayeon supo entonces que su opinión no valía mucho. Además, en el fondo, estaba más tranquila sabiendo que había alguien en la que su hermana mayor podía confiar cuando ella estaba lejos.
Tú no tienes a nadie, una vocecita susurró.
— Me gusta tu conejito — Jennie se encargó de sacarla de su batalla consigo misma, sonriendo jactanciosa.
La de ojos plateados parpadeó un par de veces, intentando seguirle el ritmo a la conversación después de estar perdida en sus pensamientos. Apenas pudo registrar a su hermana apuntando al collar que colgaba de su cuello, mirándola altanera. El mismo collar que ella le había regalado.
— Quién sea que te lo haya dado, debe tener muy buen gusto — bromeó, su sonrisa de diamantes haciéndose aún más grande cuando su pequeña hermana río alegre.
— Eres insufrible... — Nayeon murmuró divertida, apoyando su rostro en una de sus manos.
Jennie solo le sacó la lengua, apretando su nariz de la misma manera en que lo hacía cuando eran más pequeñas. Probablemente su hermanita no lo recordaba, pero cuando era apenas una bebé, eso siempre la hacía reír como nada más lograba hacer que dejara de llorar. Cuando miraba a la hermosa, madura mujer en la que esa bebé se había convertido, Jennie siempre sentía un calor extendiéndose en su pecho.
— Me amas.
Nayeon dejó salir una risita.
En esa parte Jennie tenía razón.
(...)
Las dos hermanas se instalaron en un maratón de películas esa misma noche. Con Jennie pagando por las pizzas (realmente no tengo tanta hambre, Jen) y la menor escogiendo qué ver (Nayeonnie, no puedo creer que no quieras ver Crepúsculo), Nayeon pudo sentir que los ladrillos dentro de sus pulmones se habían disipado, reemplazados por el consuelo de estar de vuelta en donde pertenecía. Con su familia. En su hogar. Por primera vez en la semana, encontró su mente alejarse de cierta alfa. En su lugar, se concentró en la risa de su hermana mayor, sus horribles, horribles chistes, y en la calidez de sus abrazos. No necesitaba nada más en ese momento.
Mentirosa, la pequeña voz regresó. Solo estás mintiéndote a ti misma.
Nayeon siente un nudo en la garganta.
Excusándose para ir al baño, la omega menor camina por los pasillos de su antigua casa con el corazón pesado. Siente como si las paredes estuvieran cerrándose sobre ella, pero se obliga a ignorarlo. Su corazón nunca ha dejado de latir con fuerza por las dos semanas que ha pasado evitándola a ella, como si le diera aún más trabajo mantener a su cuerpo con vida.
Es muy común en omegas que han perdido a sus parejas alfas.
Sacudió la cabeza. No tenía que pensar en ella. No podía pensar en ella.
Respiró temblorosamente, deteniéndose a mitad del camino para calmar la agobiante sensación que empezaba a abrumarla. Se lleva una mano para descansar encima de su pecho, asegurándose de que todavía estuviera en su lugar. Sentía como si de repente un agujero se había hecho paso donde se suponía que antes estaba su corazón, un hueco que solo continuaba creciendo a medida que los días pasaban y que, como un hoyo negro, continuaría envolviendo toda luz a su alrededor sin dejar nada detrás.
Nayeon cierra los ojos solo para abrirlos de nuevo, posando su vista en una pequeña mesa que adornaba el estrecho pasillo del departamento. Descansando allí, debajo de un espejo, la omega se acercó curiosamente al notar un objeto cuadrado que no estaba ahí antes. Una fotografía.
Tomando las esquinas del marco, acercó el retrato a sí misma, mirando la imagen plasmada allí con una expresión en blanco.
Su hermana mayor estaba congelada en el tiempo haciendo una pose triunfante con ambos brazos levantados, mientras una mujer pelinegra abrazaba su delgada cintura con cariño desde atrás, posando su rostro sobre el hombro de la más pequeña y mirándola con tanto amor en sus ojos granates que físicamente, el pecho de Nayeon empezó a doler. La sonrisa adiamantada de Jennie nunca había sido tan radiante que en esa fotografía, luciendo tan diferente pero al mismo tan similar a la Jennie que Nayeon conocía.
La Jennie que Nayeon conoció durante su infancia sonreía solo para ella, porque incluso con nueve años, la pequeña Nayeon entendía que aparentar ser feliz era un gran gasto de energía que la mayor solo invertía en su pequeña hermanita. Y Nayeon lo sabía. Lo exhausta que en realidad su hermana mayor se sentía, tomando el papel de padre y madre ahora que los suyos ya no estaban. Estudiando por las mañanas y trabajando por las tardes para asegurarse de que a su Nayeonnie no le faltara nada. Educándola para valerse por sí misma a pesar de que ni siquiera ella podía con todo lo que la vida le arrojaba.
Y, sin embargo, en esa foto, Jennie parecía... feliz. Realmente feliz. Siendo abrazada por una alfa que la amaba, y que ella amaba, juntas en una burbuja de amor donde todo estaría bien mientras se tuvieran a la otra. Un amor tan completo que hablaba más de mil palabras solo con ser cristalizado en una fotografía.
Nayeon subió la mirada. Su propio reflejo la acogió de nuevo, y sin embargo, la pálida omega sin vida que la miraba de regreso no se sentía como ella. Las mejillas huecas y las bolsas debajo de sus ojos lucían como si le pertenecieran a otra persona, y los ojos plateados que hace dos semanas habían estado brillando más que la gema más preciosa ahora solo lucían grises y opacos. Todo en ella parecía tan... incorrecto. Fuera de lugar.
Esta era su casa, pero no se sentía como su hogar. Dirigiendo sus ojos de nuevo en la foto en sus manos, no pudo evitar sentirse como si Jennie hubiera encontrado el suyo en los brazos de esa alfa.
Nayeon saltó cuando escuchó la voz que se acercaba a ella por detrás.
— Cuando conocí a Jisoo, pensé que era solo otra alfa descerebrada.
Nayeon se giró. Jennie la miraba desde su posición apoyada en la pared paralela a donde ella estaba parada, una sonrisa leve bailando en sus labios. Nayeon no dijo nada. Por alguna razón, algo en su interior necesitaba escuchar lo que su hermana tenía para decir. Así que solo volvió a darse la vuelta, mirando la foto en sus manos. No podía apartar sus ojos de ella.
— No tuvimos un buen comienzo, para ser honesta — confesó. Su voz sonaba pesada, melancólica. Pero el buen tipo de melancólico, como cuando recuerdas algo que llenó tu corazón con cariño — Yo solía gritarle en cada oportunidad que encontraba y ella... se dejaba gritar, supongo.
Ahora, Jennie había avanzado para colocarse a su lado. Las manos delgadas de su hermana mayor trazaron el marco que Nayeon sostenía, haciendo círculos alrededor del rostro de la alfa pelinegra. Nayeon no tenía que subir la mirada para saber que Jennie estaba sonriendo aún más que antes.
— Mirando hacia atrás, fui una verdadera perra — hubo una pausa. El corazón de Nayeon latía con fuerza — Pero Jisoo no se rindió. Siguió siendo la misma alfa dulce que fue desde el primer día y eso de alguna manera, me asustaba.
Nayeon sintió una punzada en el pecho. Todavía estaba de pie en el mismo pasillo en el mismo apartamento donde se habían mudado desde que ella nació, pero parte de ella estaba congelada en el pasado, como una fotografía. Parte de ella todavía estaba en las gradas del campus, almorzando al lado de una alfa que la miraba de forma tan diferente a todos los que había conocido en su vida.
He sido una perra contigo. Lo soy con todos los alfas.
Y luego, una voz solitaria respondiendo con tanta naturalidad. Bueno, me compraste el almuerzo.
Sus ojos empezaron a picar, pero Jennie continuó hablando.
— Intenté auto-sabotearme muchas veces — otra punzada —. Porque así, cuando me dejara, podría culparlo en mis acciones y no... en mí misma.
El agujero en su pecho solo creció aún más. Nayeon sabía cómo Jennie se había sentido en ese entonces. Lo entendía tanto, que era casi aterrador. El sentimiento de alejar a todo aquel que quisiera acercarse a ella antes de que pudieran abandonarla. El miedo de ser conocida. El miedo de ser amada. Había pasado tanto tiempo sin serlo, que ya no sabía como aceptarlo.
Su vista se volvió borrosa, y por el más pequeño momento, pudo verse a sí misma en el rostro de su hermana mayor. No tuvo la valentía suficiente de dirigir su mirada centímetros más al lado, al rostro de la alfa que la acompañaba en la fotografía, porque tenía miedo de ver ojos dorados reemplazando a los granates que miraban con tanto cariño.
— ¿Y qué pasó? — forzó las palabras para salir de sus labios. Necesitaba saber. Estaba desesperada por saber.
Jennie soltó una risa baja. Sonaba cariñosa, llena de ternura. Nostálgica.
— Jisoo nunca me dejó — Jennie habló. Uno de sus pulgares recorrió la imagen de arriba a abajo afectuosamente, y el aroma a lavanda propio de ella se intensificó sin siquiera saberlo — Sin importar lo mala que fuese con ella, o lo insegura que estuviera conmigo misma, o lo aterrorizada que me sentía... ella caminó a mi lado. Y esperó a que estuviera lista.
Nayeon parpadeó, haciendo que las lágrimas volvieran a su cámara escondida para que nadie las vea. Girando su cabeza hacia su hermana mayor, pudo ver entonces como la mano que no estaba ocupada acariciando la fotografía en sus manos, se había posado en la cicatriz de su cuello, la intacta mordida que Jisoo había dejado en ella desde hacía unos años.
Jennie se volvió hacia ella. Con una sonrisa orgullosa en sus labios, usando la marca de su alfa con tanta honra. Nayeon no se pierde del brillo en sus ojos, y se pregunta internamente si ha visto todo el asunto de ser marcado por un alfa de la misma forma en que su hermana mayor parecía verlo. Porque Jennie no es tonta. Incluso, Nayeon alegaría que es más inteligente que ella. Entonces, ¿por qué se dejaría marcar?
Hay una respuesta flotando en su mente, pero la descarta.
— Nayeonnie, en esencia, los alfas son todos iguales. Jisoo no es perfecta, ni mucho menos. Todavía se comporta como una cavernícola a veces y puede ser un poquito territorial y posesiva — Jennie murmura con humor, rodando los ojos de manera juguetona solo para que después se enfoquen en su pequeña hermana. Hay algo en su mirada que Nayeon no puede descifrar, como si estuviera mirando a través de ella — Pero no se trata de encontrar a un alfa diferente. Es encontrar a uno especial. Uno que te quiera tanto, que esté dispuesto a cambiar por ti.
Nayeon se queda sin palabras. Su mente viaja a su mejor amiga, Jihyo, y a la alfa de ojos esmeralda. Jeongyeon no es perfecta bajo ninguna circunstancia, pero está aprendiendo. O cuando Sana y Momo se disculparon por la escenita que hicieron en la cafetería con Dahyun comprándole toda la tienda de regalos existente. Incluso las veces en que Chaeyoung lloraba por alguna estupidez que su alfa, Mina, le había hecho, solo para regresar el día siguiente feliz porque la nipona prometió mejorar. En ese entonces, no lo entendió. ¿Cómo podían ver más allá de sus errores y perdonarlas así como así?
Pero ahora, mirando la foto en sus manos, la sonrisa cegadora de su hermana mayor y el amor que Jisoo tenía en sus ojos solo posando su vista en ella, con el conocimiento de que su relación era demasiado similar a una que conoce muy bien, algo hace clic.
— ¿Nunca... te lastimó? — Nayeon pregunta, apartando la mirada.
— Nunca a propósito — los ojos de la menor se agrandan ante la confesión, pero la voz de Jennie nunca vacila ni pierde el tono dulce que ha estado usando — Pero trabajamos todos los días en ello. Nadie nace sabiendo cómo amar, Nayeonnie. Todos cometemos errores, lastimamos a las personas que queremos... así es la vida. Aprender de las cosas que hicimos mal es lo que nos hace crecer.
La boca de Nayeon está seca mientras las palabras de Jennie se repiten en su mente. Nadie nace sabiendo cómo amar.
— Ahora, ¿me contarás sobre la alfa que te tiene tan preocupada? — su hermana mayor saca el tema con tanta naturalidad que Nayeon casi deja caer la fotografía al suelo.
Por la seguridad del hermoso marco, y por la suya propia (Nayeon no puede empezar a imaginar lo histérica que su hermana se pondría si dejara caer el retrato, lo que quizá estaba justificado después de ver cómo hablaba de su alfa), Nayeon deja la fotografía de nuevo en el lugar que la encontró.
— ¿C-cómo sabes que...?
Jennie solo se ríe.
— Soy tu hermana mayor, tonta — dice, aterrizando un pequeño golpecito en la frente de su hermana menor quien frunce el ceño — Además, nunca has estado tan feliz que cuando me hablabas en el teléfono de esa Tzuyu.
Nayeon no puede evitar la reacción de su cuerpo cuando escucha ese nombre de nuevo. Ha estado huyendo de cualquier mención de esa alfa por dos semanas ya, sus amigas siendo más que cuidadosas en no dejar que esas dos sílabas se escapen por accidente de sus bocas y además, ha estado pasando los almuerzos en su dormitorio por su cuenta, todo para evitar encontrarse o siquiera captar un pequeño vistazo de esa alfa. Así que ahora, escuchando el nombre salir de los labios de alguien, ella se estremece.
— ¿Es sobre ella, verdad? — Jennie pregunta, esta vez de manera suave.
Nayeon baja la mirada de nuevo, apresando su labio inferior en sus dientes. Es un mal hábito que ha resurgido en esos días con tanta fuerza, que lo suelta de inmediato porque su piel arde con dolor solo de tener contacto.
— La alejé — habla, y su voz suena pequeña, débil, con un tono agudo que amenazaba su garganta cerrándose y lágrimas subiendo a sus ojos — Sigo diciéndome que fue la mejor opción, pero... No lo sé. Tengo miedo. Es decir, solo mírame. Estoy miserable y ni siquiera compartimos un lazo.
Jennie esboza una mueca empática. Ha estado ahí antes.
— ¿Qué es lo que te dice tu omega interior? — pregunta, genuinamente interesada.
Nayeon cambia su peso a su otra pierna, removiéndose incómoda. Ella puede escucharlo, fuerte y claro, pero lo que le dice le parece tan loco e irreal que se niega a hacerle caso.
— Eso no importa. No quiero oírlo. Lo único que hace es ponerme en peligro y...
— No, Nayeonnie. No te pone en peligro. Te advierte de él. Y el hecho de que tu cuerpo esté reaccionando así es la forma que tiene de decirte que hay algo que arreglar.
Nayeon evade la mirada de su hermana mayor. En el fondo, sabe que tiene razón, que por más que logre mentirle a su cerebro no era tan fácil engañar a su corazón, y mucho menos al instinto dentro de ella que aullaba todas las noches por volver al único lugar donde se sentía seguro. ¿Pero cómo podría hacerlo?
Jennie la toma de los hombros, agachando la cabeza para encarar a su cabizbaja hermana. Una vez que los ojos de Nayeon están enfocados en ella, habla.
— No puedes resolverlo todo con esto — dice, dando un toque a la frente de la omega menor —En su lugar, escucha esto.
El delgado dedo índice de su hermana mayor se posa en su pecho, justo donde su corazón latía debajo. Nayeon sintió su interior revolverse. Encima de todo, ella confiaba en su razón, no en nada más.
— Pero... — empieza, jugando con sus propios dedos. Sus uñas están maltratadas también por tanto morderlas, y lucha contra el instinto de llevarse una a la boca y volver a hacerlo otra vez.
— Lo sé — Jennie interrumpe de nuevo, pero Nayeon no se enoja. Por lo menos, su hermana parecía saber de lo que estaba hablando, mientras que ella solo se concentraba en sacar excusa tras excusa, todo para negar la verdad — Sé que estás asustada. Tienes miedo de que te hagan daño pero, Nayeonnie, tú te haces daño con tanto miedo.
La boca de Nayeon se cierra abruptamente. Y aún así, es incapaz de apartar la mirada de los ojos de su hermana mayor que la miraban casi severamente, pero sin llegar a ser fríos. De la misma forma en que una madre reprende a un hijo.
— No rechaces a tu lobo. No te reprimas a ti misma — Jennie dice, echando un mechón de cabello suelto detrás de la oreja de su hermanita.
El cariño y preocupación que solo podía ser dado por una hermana mayor brilla detrás de sus pupilas, y las siguientes palabras que salen de su boca son tan suaves que Nayeon siente el nudo en su garganta volver.
— ¿Qué es lo que tú quieres? ¿Qué es lo que sientes realmente?
Y con eso, las últimas barreras que le quedaban a Nayeon se ven destruidas en cuestión de segundos. Podría mentirse a sí misma, alimentar a su mente con excusas baratas para distraerla de la verdad, pero no puede mentirle a su hermana mayor.
Además, su corazón nunca miente.
Así que cuando las lágrimas vuelven a empañar sus ojos, esta vez deja que corran libres por sus mejillas, contrayendo su rostro en una mueca con sus labios frunciéndose hacia abajo y sus cejas arqueándose hacia arriba. Y Jennie no encuentra ninguna diferencia entre esta Nayeon y la pequeña niña que lloraba todas las noches si no leían un cuento juntas. Excepto, tal vez, las palabras que salen de sus labios temblorosos.
— La extraño — Nayeon solloza, todas las emociones que sintió en el momento que Tzuyu salió por la puerta de su apartamento regresando al mismo tiempo, todo el vacío, la pérdida, la confusión y el amor que aún ardía en su pecho esperando por ser liberado sacudiendo su cuerpo — La extraño demasiado.
Jennie atrae a su hermanita, que nunca se había visto tan pequeña como ahora, en un fuerte abrazo de oso que solo provoca que las lágrimas salgan con más fuerza.
— Está bien — la mayor murmura, dibujando círculos reconfortantes en la espalda de su hermana menor — Todo estará bien.
Nayeon respira bruscamente, su aliento saliendo en ráfagas que no puede controlar por más que lo intenta.
— ¿Y si no? — ella hipa, las palabras cayendo descuidadas debido a las lágrimas — ¿Y si... se encuentra a alguien más?
El solo externar una de sus tantas preocupaciones la desarma, admitir que el miedo que siente no es tanto por Tzuyu sino porque está tan aterrada de que se olvide de ella y la reemplace con alguien más es lo que la tiene tan miserable, sobre todo porque no puede encontrar ni una sola razón en su mente por la que la alfa de ojos dorados querría quedarse con ella después de todo lo que le ha hecho pasar.
Jennie niega con la cabeza, sosteniendo la parte posterior de la cabeza de Nayeon y apoyándola sobre su hombro. Hay un lugar húmedo en la tela de su camisa debido a las lágrimas que su hermana derrama con tanto dolor, pero a Jennie no le importa.
— Si es la indicada, todos los caminos que tome la traerá de regreso a ti. Y si no lo es, ten por seguro que este dolor pasará — Jennie dice, separándose un poco para tomar el empapado rostro de su hermana menor entre sus manos y limpiar sus lágrimas. La mirada de Nayeon le rompe el corazón, pero justo como cuando eran más pequeñas, Jennie le esboza una sonrisa — Y para ayudar con eso, me tienes a mí.
Los ojos de Nayeon se vuelven a llenar de lágrimas. Lanzándose hacia adelante, abraza a su hermana mayor con fuerza, intentando transmitir lo agradecida que está con ella con acciones porque no cree poder confiar en sus palabras ahora mismo.
— La luna no se equivoca, Nayeonnie. Síguela — murmura Jennie en su oído. Y por un breve momento, Nayeon siente el agujero en su pecho cerrarse un poco.
(...)
Tzuyu siente que todos sus huesos están haciendo el esfuerzo para hacerse aún más pesados. Eso, o está envejeciendo tres veces más rápido de lo normal, porque el cansancio que se aferra a ella sin querer dejarla ir la tiene exhausta.
Ese mismo día había sido peor que de costumbre. Tuvo clases desde la primer hora hasta la última debido a un cambio de horario, lo que la hizo llegar tarde al trabajo, y eso provocó que su jefe se enojara con ella y la hiciera trabajar horas extras sin ningún tipo de paga. Tampoco podía quejarse, porque el dueño del establecimiento donde trabajaba era un viejo cascarrabias que no dudaría en despedirla tan pronto como la más mínima queja saliera de sus labios. Y el universo sabía que ella realmente necesitaba el dinero.
Además, no había ni rastro de Nayeon en ningún lado. Y ya lo había probado todo. Solo era extremadamente difícil tener noticias sobre la omega porque Jihyo la fulminaba con la mirada cada vez que se encontraban y tenía la ligera sospecha de que Dahyun cambiaba de rumbo a propósito y caminaba un poco más rápido cuando la veía acercarse. Chaeyoung, por otro lado, directamente ignoraba sus mensajes y Tzuyu creyó oler el más leve aroma a miedo en ella la última vez que se topó con la pequeña omega.
Lo que, de nuevo, estaba completamente justificado. Pero de todas maneras, le dolía igual o incluso más que en las veces que no lo estaba.
Tzuyu suspiró. Habían pasado poco más de dos semanas desde que vio a Nayeon por última vez, lo que ya agregaba un peso más a sus hombros. Ya ni siquiera la buscaba para pedirle otra oportunidad. Ni para disculparse una y otra vez, esperando que la omega pudiera ver lo mucho que la quería y lo mucho que estaba dispuesta a ser mejor. Ahora, solo se conformaba con saber si su ángel se encontraba bien.
La alfa subió las escaleras hacia su dormitorio con la luna brillando detrás del gran edificio, que estaba casi en completa oscuridad debido a las altas horas de la noche. Lo único que quería en ese momento era desplomarse en su cama y poder dormir aunque sea un par de horas, si es que su cerebro decidía dejarla en paz.
Por eso, lo último que esperaba al abrir la puerta era encontrarse con cuatro alfas en el sillón de su sala de estar, y, en el centro, una pequeña omega pelinegra. El aroma a chocolate invadió sus fosas nasales tan pronto como Tzuyu cruzó el umbral del departamento, totalmente boquiabierta por la situación que se desarrollaba justo frente a sus ojos.
Jeongyeon era la que estaba más alejada de todo, sentada encima del brazo del sofá con ambos pies sobre el sofá, y por más que a Tzuyu le molestara ese hábito de su mejor amiga, eso era, por mucho, lo que menos le sorprendía. Mina tenía las piernas completamente extendidas descansando en la mesita frente al sillón, y Momo, por su parte, se encontraba sentada en el suelo con la espalda recargada en la superficie detrás de ella. Mientras tanto, Sana ni siquiera estaba sentada de manera correcta, boca abajo con los pies colgando fuera del sillón. Y sin embargo, la escena sería completamente normal si no fuera por la pequeña figura que se encontraba en medio de ese sándwich de alfas.
Shuhua estaba sentada con las piernas juntas y manos descansando sobre su regazo, luciendo tan cómoda charlando con las cuatro alfas que lucían muy interesadas en ella que Tzuyu no fue capaz de pronunciar ninguna palabra por varios segundos.
Este era el problema con la omega que le había estado acompañando todos los días en el almuerzo junto a Jeongyeon desde hacía un par de semanas. Agarraba confianza demasiado rápido.
La puerta se cerró detrás de Tzuyu por sí sola, y fue entonces que la atención de las cinco chicas se centró en la alfa que acababa de entrar en su departamento.
Como siempre, Shuhua fue la primera en hablar.
— Oh, aquí está — anunció, y Tzuyu frunció el ceño. ¿Estaban hablando de ella? — ¡Hola, Tzu-Tzu!
La voz de la omega era aguda, con el mismo tono aniñado que usaba cada vez que estaba realmente feliz. Pero ahora, acompañado por el francamente infantil apodo que usaba para ella, Tzuyu sintió algo cercano a la irritación. Podía echarle la culpa al cansancio por eso.
— Bueno, ha sido divertido, pero ahora que Tzuyu ha llegado yo... — Shuhua empezó a decir, con intenciones de levantarse de su asiento, pero tan pronto como lo hizo fue bienvenida con las quejas de cuatro alfas que si bien podían ser intimidantes cuando querían, en ese momento no eran más que cuatro cachorritos quejumbrosos.
— ¡No, quédate! — Sana pidió, acompañada por el coro de las otras alfas que decían lo mismo.
Shuhua esbozó una sonrisa amplia ante eso, sin pensarlo dos veces antes de volver a la misma posición atrapada en medio de aquel sofá, que ahora que Tzuyu lo observaba detenidamente, era demasiado estrecho para su gusto.
— Bueno, ya que insisten — dijo, sonando tan inocente que el estómago de Tzuyu se revolvió. Fue aún peor cuando Shuhua le dedicó una sonrisa a ella, palmeando la parte superior de la cabeza de Momo como si fuera un perro — Tzu-Tzu, tus amigas son muy agradables.
Tzuyu apretó la mandíbula casi inconscientemente. Algo dentro de ella se encendió solo de ver las expresiones satisfechas en las alfas mientras miraban a Shuhua. No era posesividad. No eran celos. En este momento, Tzuyu temía por la seguridad de la inocente omega que ahora mismo, emanaba un aroma tan dulce que podría atraer a cualquier alfa en la residencia.
Así que se acercó a Shuhua, tomándola de la mano y jalando de ella para ayudarla a escapar de esa peligrosa situación. Se aseguró de no usar fuerza (ya había aprendido esa lección dos veces), pero aún así, la omega se dejó llevar como una muñeca de trapo, lo que solo aumentó la preocupación burbujeando en Tzuyu.
— No, no lo son, y ahora nos vamos — dijo sin titubear ni en un latido, guiando a Shuhua a la puerta.
— ¿En serio? ¿A dónde? — Shuhua preguntó con un desconcierto tan puro que rayaba lo cómico.
Tzuyu soltó un suspiro de exasperación, frotándose el rostro con su mano libre. Tenía un dolor de cabeza masivo y Shuhua no entendiendo la situación que tenía en sus manos solo lo empeoraba.
— A ningún lado, yo... tú, necesitas irte. No puedes estar aquí.
— ¿Por qué? — la omega volvió a preguntar, deteniéndose en su pista con la cabeza ladeada.
Tzuyu quería golpearse la cabeza contra la pared.
— Porque no, ¿de acuerdo? — dijo de forma severa, abriendo la puerta de su departamento —Tienes que irte. Ahora.
Shuhua bajó la cabeza ante el tono utilizado, jugando con la gran mano que ahora cubría la suya. La alfa maldijo en voz baja cuando vio los ojos color rosa pastel de la omega convertirse un poco más brillantes.
— Pero... vine a verte... — la más pequeña susurró, frunciendo sus labios en un tierno puchero que amenazaba prontas lágrimas. Tzuyu hizo una mueca.
Toda la delicadeza de la situación se esfumó cuando desde la sala se escuchó un gran abucheo de parte de Momo, seguido por Jeongyeon y Mina que miraban con diversión.
— ¡Tzuyu, eres muy mala! — Sana gritó con ambas manos sobre su boca imitando un megáfono.
— ¿Qué? No, no lo soy — Tzuyu se puso a la defensiva, soltando otro suspiro de exasperación cuando las cuatro chicas solo empezaron a reír claramente entretenidas por todo eso. Y por más que tuviera ganas de ahorcar a cada una de ellas, solo subió una de sus manos para descansar en el puente de su nariz mientras se giraba hacia Shuhua — Solo estoy tratando de protegerte.
Shuhua pareció apreciar el cambio de tono en la voz de la alfa, porque su mirada pronto cambió de arrepentida a curiosa en tan solo unos segundos.
— ¿Protegerme? ¿De qué? — la omega preguntó.
— Sí, eso. ¿De qué exactamente estás intentando protegerla, Tzuyu? — Mina se incorporó en su asiento. Todo rastro de la diversión que había sentido antes se esfumó, y en su lugar usaba un ceño fruncido mientras le lanzaba a Tzuyu una mirada de desconcierto — ¿Qué estás insinuando?
Tzuyu miró a los ojos de Mina, sosteniendo la mirada mortal de la alfa con la suya. La tensión empezaba a construirse entre las dos como bloques de LEGO, en los orbes azules de la nipona Tzuyu podía ver lo ofendida que se sentía ante la declaración. Pero aún así, se mantuvo firme, apretando su agarre en la mano de Shuhua.
— Ven conmigo — le dijo a la omega.
Shuhua obedeció sin decir nada más, captando el cambio de ambiente a la perfección y dejándose llevar por la alfa en el departamento. Sintió que su pulso se aceleraba cuando Tzuyu la guío a lo que era su habitación, juzgando por el intenso aroma, pero no se atrevió a pronunciar ni una sola palabra por el semblante en el rostro de la taiwanesa.
— Quédate aquí, y no salgas hasta que yo te lo diga — Tzuyu habló, sonando más como una orden que una sugerencia.
— Pero...
— No hay peros — la alfa interrumpió, sonando realmente molesta. Lo único que quería era descansar y ahora estaba en medio de lo que sea que fuera ese desastre, y lo peor de todo era que tampoco podía echar a Shuhua sin más porque obligar a una omega a caminar sola en mitad de la noche no le sentaba bien... para nada — No puedo creer que... solo quédate aquí, ¿de acuerdo?
Shuha se tragó sus palabras de inmediato. Odiaba pensar que Tzuyu estuviera enojada con ella, porque en las dos semanas que habían pasado juntas la alfa no había sido más que amable y cortés. Viéndola de este modo le hacía sentir culpable. Por eso es que solo asintió como una perfecta muñeca, tragando saliva cuando la alfa soltó su mano y cerró la puerta frente a ella con un portazo.
Tzuyu estaba cansada, por lo tanto, su paciencia estaba hasta el suelo y tuvo que respirar profundamente para no asesinar a las cuatro alfas que ahora la miraban como si no hubieran hecho nada malo. Tan descaradas, ella pensó.
— Uhh, aquí viene la aguafiestas — Momo abucheó con voz aburrida, aún sentada en el suelo.
— Buuu — Sana se unió, lanzándole un pulgar hacia abajo mientras su otra mano actuaba como amplificador para su voz.
La alfa de ojos dorados negó con la cabeza, apretando los dientes.
— ¿En qué estaban pensando? — soltó. Su voz estaba llena de exasperación y cansancio, parada frente a las alfas que solo le daban miradas confundidas.
— Uh... eso depende — Sana hizo una pose pensante en su posición boca abajo en el sillón — Ahora mismo estoy pensando en que tengo mucha hambre. Hace unos minutos, estaba pensando en que eres una aguafiestas.
— Buuu — Momo abucheó de nuevo.
— No, me refiero a qué estaban pensando cuando dejaron que Shuhua viniera — en el pasado, mantener su voz baja nunca había sido un problema para Tzuyu, pero en este momento realmente le estaba costando no gritarles a su compañera de departamento y sus amigas.
Jeongyeon intercambió miradas con Mina.
— ¿Hay... algún problema? — su mejor amiga preguntó, ladeando la cabeza. No estaba fingiendo no saber nada, como lo hacía algunas veces para molestar a Tzuyu, esta vez lucía genuinamente ajena a la situación que solo aumentó aún más la frustración en la alfa.
— En serio pensaste que traer a una omega a un edificio lleno de alfas era una buena idea — reclamó, maquinando miles de escenarios en su mente donde Shuhua era una potencial víctima. Y quizá era su cansancio por la escuela en sí, por su horrible trabajo que tenía que soportar para sobrevivir o porque estaba tan exhausta por no poder dormir en dos semanas, pero la ira empezó a calentarse a fuego lento dentro de ella.
— Oye, tranquilízate, ¿de acuerdo? No está prohibido — Mina se excusó con una sonrisa desconcertada.
Tzuyu la ignoró y dio un paso hacia adelante. En la parte de atrás de su cabeza, había algo profundamente grabado en su alma, palabras que habían sido dichas con tanto dolor e ira ocultos que no podía deshacerse de ellas por más que lo intentara. Nunca sabrás lo que es estar siempre en peligro. Hubo un latido en su pecho.
Ella lo entiende ahora. Está en la forma en que todo el mundo ignoró el incidente del alfa que atacó a su omega en su propia residencia, como si estuviera destinado a suceder algún día. A esta escuela no le podrían importar menos los omegas.
Podría estar exagerando, pero no le importaba.
— La estás exponiendo. La estás poniendo en peligro — escupió las palabras sin tartamudear ni en un solo vocablo — Sentándose aquí rodeada de alfas, ¿crees que se siente segura?
— ¿Por qué no lo estaría? — Jeongyeon habló, y los ojos de Tzuyu se endurecieron.
— Tú lo dijiste. Los omegas siempre nos tendrán miedo y nosotros... ustedes, los ven como una presa — murmuró, asegurándose de no arrojarse en el mismo saco que los demás. No pasó desapercibido para ella la forma en que su mejor amiga apretó la mandíbula — Por eso es que... necesitan hacer que Shuhua se sienta cómoda primero, para después conocerla, y protegerla de...
Una serie de lentos aplausos interrumpió su discurso apasionado. A Tzuyu le tomó un par de segundos notar que venían de Mina, y otro par darse cuenta de que no eran exactamente aplausos de celebración.
— Y aquí está, señorita alfa perfecta, viniendo a salvar el día — Mina se burló, rodando los ojos.
La alfa de ojos azules se levantó, acercándose a Tzuyu con un semblante serio que empezaba a parecer amenazante.
— Tratamos bien a los omegas sin que tú tengas que decírnoslo — ella habló, quedando cara a cara con la alfa más alta que solo se dedicó a mirarla hacia abajo. A pesar de la diferencia de altura, Mina no se veía asustada ni intimidada. Sino todo lo contrario — Y es un poco irónico que de todas aquí, tú seas la única a la que los omegas evitan por lo que hiciste en mi fiesta.
Tzuyu sintió como si le hubieran dado una patada en el estómago.
— ¿Qué quieres decir? — fue todo lo que pudo murmurar, intentando tragar saliva para darse cuenta de que su boca se había quedado completamente seca.
— Quiero decir que eres una hipócrita.
Mina habla con tanta firmeza que por un momento, todo el valor que Tzuyu sintió antes se desvanece. Pero es rápida en no dejar que la alfa contraria se de cuenta, porque no está dispuesta a aceptar su derrota tan fácil. Y aún así, Mina es más rápida que ella.
— No eres la única que quiere que las cosas sean diferentes. No eres la única que quiere ser mejor alfa — ella dice, tomando un paso más cerca de Tzuyu quien contiene la respiración. El intenso aroma amaderado de Mina la golpea justo en la nariz, pero no es nada comparando con el impacto de sus siguientes palabras — Pero eres la única que no hace nada para mejorar.
Tzuyu aprieta los puños con fuerza. Mina no lo entiende. Nunca podría hacerlo. Tiene la vida resuelta, vive en su enorme mansión y no se preocupa por mantener una beca ni un trabajo que le paga menos que el salario mínimo en Corea. Es tan diferente a ella que a Tzuyu le parece inconcebible que quisiera hablar sobre "mejorar." A Mina no se le pedía mejorar. A ella, sí.
En el fondo, sabe que independientemente de su posición económica, Mina tiene un punto. Pero su cerebro está bloqueado, robándole la capacidad de pensar claramente.
Así que empuja a la rubia para ganar una muy necesitada distancia, de lo contrario Tzuyu no se cree capaz de decir algo más sin aterrizar un golpe en el presumido rostro de Mina.
— No tienes ni idea de lo que estás hablando — gruñe, todo su cuerpo temblando por la ira, frustración y la impotencia que siente ahora mismo.
Mina deja salir una risa baja, tambaleándose un poco por el repentino empujón de la alfa más alta pero negándose a retractarse.
— Incluso Jeongyeon es mejor alfa, no, mejor persona que tú. Hasta una cabezona como ella pudo disculparse con Dahyun. ¿Y sabes qué? Son amigas ahora.
Jeongyeon murmura algo que suena como "bueno, eso fue ofensivo", pero ninguna de las dos alfas le toma importancia. Tzuyu vuelve a gruñir, bajo y profundo, una amenaza para que la alfa de ojos azules pare de hablar, pero no funciona.
— Por otro lado, Dahyun te tiene miedo. Chaeyoung te tiene miedo. La única omega que no tiene miedo de ti es a la que casi echaste por la puerta hoy — Mina escupió con desdén, presionando su dedo índice contra el pecho de Tzuyu — Así que si crees aunque sea por un segundo que eres mejor alfa que cualquiera de nosotras, deberías verte al espejo y darte cuenta de que no eres nada diferente a los demás.
Tzuyu no puede responder. No sabe si las palabras se han quedado atascadas en su garganta o directamente su cerebro se ha quedado en blanco, incapaz de defenderse a sí misma de la hiriente realidad que Mina acababa de lanzarle al rostro.
Mina tenía razón. Inclusive desde antes, los omegas la evitaban como la peste, mirándola con ojos temerosos y murmurando entre ellos sobre lo escalofriante que se veía con esas sudaderas oscuras y rostro serio. Lo que no pasaba con ninguna de las otras cuatro alfas, ni siquiera con Jeongyeon.
En los ojos del mundo, ella solo era un monstruo.
A Tzuyu le aterraba pensar que quizá no estaban tan equivocados.
— De acuerdo Myoui, retrocede — Jeongyeon intervino, tomando a Mina por los hombros y jalándola lejos de Tzuyu que se veía francamente derrotada — Es suficiente.
Mina solo negó con la cabeza, tomando su abrigo del sofá y colocándoselo en la espalda.
— No, ya he terminado. Me voy — ella murmuró, caminando hacia la puerta y abriéndola en un movimiento rápido.
Tzuyu la miró sin decir nada. El silencio siempre había sido su mejor amigo después de todo, pues sin importar lo mucho que intentara defenderse a sí misma, parte de ella sabe que no tiene caso.
— ¿Sabes? — Mina llamó desde la puerta — Creo que Shuhua está más en peligro contigo que con nosotras.
Tzuyu inhala bruscamente por la nariz. Y aunque en otro momento de su vida se hubiera sentido ofendida, molesta por la sola insinuación de que podría hacerle daño a un omega, ahora sabe que con ella es una posibilidad. La lluvia siempre la seguiría donde quiera que fuera.
Momo y Sana se levantan lentamente del sillón, caminando hacia la salida con pasos ligeros antes de hacer una reverencia profunda hacia las dos dueñas del departamento.
— Gracias por la comida — ambas dicen al mismo tiempo, y desaparecen en el pasillo.
Hay un suspiro que le pertenece a Jeongyeon. Es suficiente para llenar toda la ahora vacía sala de estar, y la alfa menor sube la mirada para encararla.
— Deberías ir por Shuhua — Jeongyeon aconseja. Incluso en los ojos verdes de su mejor amiga, Tzuyu puede ver algo que se parece a la lástima.
Ella solo asiente débilmente.
— ¡Tzu-Tzu! — Shuhua le da la bienvenida con una sonrisa nerviosa mientras agita torpemente su mano en saludo — No sabía que te gustaban tanto los insectos. Es genial la colección que tienes, deberíamos...
Tzuyu puede leer la intranquilidad escrita por todo el rostro de la omega que si bien hace todo lo posible para actuar con normalidad, el efecto es todo lo contrario. Su voz es al menos dos tonos más alta de lo normal y tampoco se pierde la forma en que se balancea nerviosamente de lado a lado. La alfa entiende lo que ha pasado al instante, y ni siquiera trata de ser sutil en sus palabras.
— Sé que lo escuchaste todo — dice. No suena enojada, ni molesta porque hubiera fisgoneado en una conversación ajena como Shuhua hubiera esperado en un principio. Su voz es totalmente neutra, lo que calma un poco las preocupaciones de la más pequeña.
— Uh... sí — Shuhua admite, intentando hacer una pequeña broma para aligerar el ambiente — Paredes de papel, ¿no es cierto?
Sin embargo, el intento cae plano, cortado por la pesada aura que la alfa carga consigo. Tzuyu solo camina hacia adelante, sentándose en el borde de su cama de manera que está dándole la espalda a Shuhua.
— Puedes irte ahora si quieres. Ya no importa.
La omega aprieta sus labios juntos. Desde el primer momento en que vio a Tzuyu se dio cuenta de que su agradable paisana ocultaba un dolor que arrastraba a todos lados. Pero ahora, ese dolor está presente en cada átomo de la alfa en un paisaje tan desolador que Shuhua siente como si su blando corazón se apretara un poco.
— Tzuyu... Lo que dijeron...
— Mina tiene razón — Tzuyu habla en voz baja. Mira sus manos flojas en su regazo, apretándolas con fuerza. Se siente como si se estuviera ahogando de una forma, arrastrada por las olas del frío remolino que solo ella puede sentir. No quiere levantarse. No quiere moverse en absoluto — Estoy rota. Soy una mala alfa, una mala persona, soy... soy veneno. Todo lo que toco muere. No puedes seguir estando conmigo.
Un suspiro. La sensación azul la lavó como una ola no deseada, derribando sus castillos de arena. ¿Y ahora que? ¿Se suponía que debía volver a construirlos? ¿Sacar el cubo y la pala y volver a hacerlo todo de nuevo?
No podría haber llorado aunque quisiera. No había experimentado este sentimiento antes. La tristeza todavía estaba allí, pero ya no era pura, ahora era una infelicidad vacía, del tipo que ella no creía que se levantaría fácilmente. Sentía que podían sorprenderla con el perrito más lindo del mundo y no sentiría nada.
Tzuyu miró a su alrededor como si estuviera en un pozo. Su entorno era exactamente el mismo, pero no le producía ninguna emoción.
Hasta que siente una cálida mano sobre la suya.
Ella mira hacia arriba, sorprendida, y ahí está Shuhua con una expresión tonta en su rostro mientras hace una posición de pensamiento con sus manos.
— Hmm. Me estás tocando y no he muerto. Interesante — la omega habla con un tono exagerado, de esos que eran ya usuales en ella.
Tzuyu solo soltó otro suspiro. Si seguía de esa forma, se quedaría sin aire pronto.
— Shuhua, eso no es lo que quise...
— Hey — esta vez es el turno de Shuhua de interrumpir — ¿Todo lo que dijiste? No eres nada de eso.
— No lo sabes. No me conoces lo suficiente. Si supieras lo que he hecho...
— No necesito saberlo — Shuhua dice con firmeza — No me importa. Lo que hayas hecho en el pasado está, bueno, en el pasado. Lo que importa es lo que eres ahora.
Tzuyu se queda en silencio. La mano de Shuhua en la suya se siente ligera, como si a la omega no le pesara confiar en ella a pesar de todo lo que había escuchado esa noche. Solo hace que su corazón se sienta aún más pesado.
— No me gusta quién soy ahora — Tzuyu admite.
Shuhua esboza una sonrisa suave. Toma asiento a su lado, quedando hombro a hombro con la alfa que la mira casi asustada. Admira la sensación de la piel dura de Tzuyu contra la suya, como su palma se ve aún más pequeña en la de la alfa. Y mientras dibuja patrones el la piel áspera de sus nudillos, Shuhua habla con la voz más sedosa que Tzuyu ha escuchado salir de su boca.
— Entonces, cambia.
Hay silencio. Tzuyu no puede responder. Parte de ella ni siquiera quiere hacerlo. Porque ha sido una opción tan simple pero a la vez tan alejada de ella que siente como si fuera imposible lograrlo. ¿Cómo podría trabajar en sí misma? ¿De dónde sacar la fuerza para ello?
Dos ojos plateados brillan en los recovecos de su corazón.
Ella traga saliva. Nayeon tenía razón en decir que tenía problemas, pero ahora, Tzuyu cae en cuenta de que quizá la omega se lo dijo para que se esforzara a resolverlos.
— Estuve hablando con tus amigas sobre sus omegas — Shuhua la saca de su ensoñación, y a la alfa le toma un momento procesar lo que ha dicho — Es muy tierno ver a un alfa tan enamorado como tus amigas lo están, sabes.
Tzuyu hace una mueca. Ni siquiera se da cuenta de la forma en que sus manos siguen juntas, por alguna razón. Quizá es por la naturalidad y sencillez del contacto. O porque simplemente, no siente nada parecido a lo que sentía antes con Nayeon.
— No deberías dejarte llevar por tu primera impresión de un alfa, Shuhua.
La mencionada deja salir una risita, acercándose aún más al cuerpo de la alfa.
— Lo sé. Sé que soy un poco ingenua, pero... creo que el amor que tienen por ellas es puro — ella habla.
Tzuyu se gira para mirar el rostro de Shuhua. La expresión en el rostro de la omega es una que no puede descifrar, luciendo perdida en pensamiento pero al mismo tiempo sumamente consciente de sus alrededores. A pesar de eso, parece tranquila. En paz. Hay un ligero rubor adornando sus mejillas rechonchas pero Tzuyu no le presta mucha atención, y en su lugar, se concentra en sus ojos. El azul turquesa en ellos brilla con intensidad, y Tzuyu puede ver exactamente a lo que se refiere. Los ojos de Shuhua son inocentes, ingenuos, como si hubiera vivido toda su vida feliz y sin preocupaciones. Son los ojos de una niña pequeña.
— Ningún alfa es perfecto, Tzuyu, y tampoco lo es ningún omega. Somos muy, muy diferentes — Shuhua continúa. Toma la mano de Tzuyu y la voltea, trazando las líneas en su palma con naturalidad. La alfa no hace nada para detenerla, en parte porque piensa que sería un poco grosero — Pero la diferencia entre nosotros es fundamental para nuestras relaciones.
Los ojos de Tzuyu viajan a sus manos juntas. Sabe que la omega no está hablando directamente de las diferencias físicas, pero la pequeña y delicada mano de Shuhua sobre la suya hace un contraste tan fuerte que tiene que apartar la mirada por un momento.
— Los alfas no entienden a los omegas. No realmente. Y puede que nunca nos entiendan. Pero con tus amigas, su amor por sus omegas va más allá de su inhabilidad para comprender. Saben que no pueden cambiarlas. Así que se adaptan a ellas. Eso es lo que las hace tan... lindas.
Shuhua parece brillar en ese mismo momento. Era el brillo de una página fresca bajo el sol de verano, de esos que te hacen sonreír incluso cuando dejas que tus ojos descansen un momento. Era el tipo de brillo que encendía algo hermoso en su interior, algo puro, casi demasiado optimista.
En ese momento, Tzuyu no pudo evitar hacer la conexión. Si Shuhua era el sol, Nayeon definitivamente era la luna.
(Tzuyu sabe por cuál de las dos su lobo aúlla.)
Pero aún así, el calor es bienvenido en una noche como esa.
— Sé que Mina dijo lo contrario, pero yo creo que eres una alfa diferente.
Esto toma por desprevenida a la alfa, que se incorpora en su asiento.
— ¿En serio? — dice con emoción, y no puede evitar que su voz suene enlazada con esperanza.
Shuhua nota esto y ríe, lo que hace que Tzuyu se sonroje un poco por la vergüenza. Ladea la cabeza para sacudirse el bochorno, inclinándose aún más a la pequeña figura a su lado. Algo en ella necesita saber que es buena. Que aún después de todo, todavía la pueden considerar como una persona valiosa.
— Quiero decir, sí, puedes dar un poquitito de miedo por fuera, — los hombros de la alfa caen al instante, y la omega reprime una risita — pero también eres dulce, amable y te esfuerzas tanto en una manera encantadora.
Tzuyu se rasca la nuca con su mano libre, inconscientemente sintiendo el calor subir a sus mejillas una vez más. No puede evitarlo, porque todos los cumplidos que le han dado en su vida se pueden contar con los dedos de sus manos, y no está acostumbrada a recibirlos.
Las cejas de Tzuyu se alzan cuando los dedos de Shuhua se entrelazan con los suyos. Su corazón no late ni siquiera un poco más rápido, pero en su lugar, hay un sentimiento que la rodea cuando siente el contacto de otro ser humano en su piel. Es similar a lo que sintió la primera vez que Elkie le preguntó si podía jugar con ella, y muy diferente a lo que sintió la primera vez que Nayeon la tomó de las manos. Pero no puede averiguar exactamente qué es porque Shuhua continua hablando.
— Pero lo más importante es que te preocupas — entonces, la omega sube la mirada, y el mar turquesa en sus ojos golpea al duro oro en los de la alfa que puede verse a sí misma reflejada en ellos — Te preocupas si tus amigas me hacen sentir incómoda. Te preocupa mi seguridad. Te preocupa ser una mejor persona. Te preocupa cambiar. Todas esas cosas realmente te importan. No a muchos alfas les importa, sabes.
Tzuyu no puede apartar la mirada. Está impresionada por lo honestos que los ojos de Shuhua son, completamente limpios e inocentes de cualquier cosa mala en el mundo. Por lo que sus palabras golpean con mucha más fuerza, porque puede ver que Shuhua realmente lo dice en serio.
— Así que, sí — Shuhua susurra, su voz regresando a ser tímida y dócil — Creo que eres una alfa diferente.
— ¿Por qué me dices todo esto? — Tzuyu pregunta, completamente estupefacta.
Shuhua suelta otra risita, acercándose para apresar el brazo de Tzuyu con sus manos aún entrelazadas. Tzuyu se queda congelada cuando siente la firme presión de la cabeza de Shuhua apoyarse en su hombro, meneándose un poco para acomodarse aún más en el tierno agarre.
— Porque somos amigas.
La alfa se queda sin palabras porque no está segura de cómo un alma tan pura como la de Shuhua ha sobrevivido tanto tiempo en este mundo. No solo de corazón blando, sino lo suficientemente fuerte como para seguir así. Eso requiere una especie de valentía que todavía está procesando.
Pero cuando el cuerpo de la omega se relaja en sus brazos, Tzuyu lo entiende. Todo este tiempo, había sentido como si Shuhua estuviera hablando un idioma que no podía entender, mezclando la forma en que se sentía por ella por lo que había sentido por Elkie o Nayeon, pero se da cuenta de que la omega que apoya su cabeza en su hombro tan dulcemente no es ninguna de las dos.
Y la razón por la que no se siente como lo hacía con lo que eran las personas más importantes de su vida, era porque lo que se encuentra en su corazón por Shuhua no es el mismo amor cegado de una niña ni el devoto amor incondicional de un alfa por su omega.
Es un tipo de amor diferente, menos intenso, menos ardiente y más calmado, como el mar que descansaba en los ojos de Shuhua.
Es amistad.
(...)
(N/A: Amo a Nayeon, Tzuyu se está deconstruyendo de a poco, y quiero proteger a Shuhua de todo y de todos.
De todas formas, lamento mucho la tardanza, si me siguen sabrán que adopté un nuevo perrito que se enfermó recientemente, y es una pena decir que lamentablemente no sobrevivió a su enfermedad, por lo que estuve un poco desanimada. Encima de todo eso, volví a clases, y las cosas estarán pesadas de ahora en adelante... :(
Pero aprecio mucho su constante apoyo y amor. Me pone muy feliz. <3
Los quiero mucho, y nos vemos en el próximo capítulo.)
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