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Capítulo Veintisiete

La habitación está empapada con un resplandor naranja cuando Nayeon se despierta.

Es temprano, al menos, eso es lo que su mente lucha por notar cuando los primeros rayos dorados del sol se deslizan y yacen tan suavemente debajo de su piel. La calidez la invade de la cabeza a los pies cuando se estira entre las sábanas y disfruta del agradable aroma irrumpiendo bienvenido dentro de sus fosas nasales. Es dulce, y Nayeon puede reconocer los hilos de su propia esencia a vainilla haciéndole cosquillas en la punta de su nariz, pero también hay algo diferente, algo persistente y cálido que se cuela en su interior y descansa en su estómago como un fuego lento. Un aroma que ella conoce muy bien.

La presencia de su alfa es palmaria, tan evidente como la de los mismos rayos blancos brillando a través de la ventana y la cortina de la misma manera, mostrando la belleza de los muchos tonos bronceados que se entrelazan para hacer la tela. Nayeon no tiene la necesidad de girarse para saber que Tzuyu se encuentra ahí, no cuando una constante, baja respiración se levanta y ablanda y el peso de otro cuerpo haciéndole compañía en lo que antes era un lecho glacial tocan la campana de sus sentidos.

La conciencia de estar despierta se suaviza, audaz y gentil, e incluso si la omega no tiene que darse la vuelta para ser tragada por esta nueva calidez, todavía lo hace.

En medio de la luz del sol naciente que brilla a través de las grietas de la aparentemente eterna noche, Nayeon ve los rayos ondeando con los pliegues ondulados que aterrizan justo en la superficie de esas dos estrellas personales, ya completamente despiertas, mirándola con los párpados medio cerrados.

El castaño del cabello de Tzuyu es tan variado como las dunas de arena al amanecer, tan bonito como la madera más clara que se lleva a tierra sobre las olas azotadas por el viento. Su piel aceitunada brilla con el reflejo de la luz, y por el momento más breve, Nayeon se sintió celosa de la forma en que esta alfa se veía perfecta incluso en sus primeros momentos de conciencia. Sin embargo esto solo dura un latido, y el resto del segundo, la omega está demasiado ocupada sintiéndose afortunada por despertarse junto a una vista tan hermosa.

— Hola — Nayeon es la primera en desafiar el magnífico silencio que ha reinado en la habitación por las últimas horas. Su voz percute entre las paredes y regresa a los oídos de la alfa como la melodía más armónica que ha tenido el honor de escuchar.

La sonrisa que tira de los labios de Tzuyu, aún somnolienta y visiblemente luchando para mantenerse despierta, hace que el corazón de Nayeon lata con más fuerza.

— Hola — Tzuyu murmura de regreso, la aspereza de las líneas acres pertenecientes a una persona recién levantada provocando que la omega se estremezca por lo ronco de su voz.

La plata se encuentra con el oro, y aunque ha sucedido muchas veces antes, todavía se siente como la primera. La intensidad, la curiosidad y la magnitud de ser consciente de que el ser frente a sus ojos no se parece en nada a ellas. Ambas son impotentes para resistir el impulso de no mirar hacia otro lado, ahogándose en todo lo que la otra es.

En el lavado de la nueva luz, Tzuyu observa como Nayeon, el rostro de su omega, adquiere la apariencia de una vieja fotografía, una de nostalgia, tan hermosa. La alfa mira como lo hizo los últimos dos meses, mientras enfoca su piel de leche, aún no animada con la calidez de quien es, luchando contra las fronteras de la tierra de los sueños.

Y para Tzuyu, en este momento no hay nada mejor que hacer que acercar tanto su cuerpo para que sus corazones se sincronicen, acariciando su cuello con la nariz, su boca contra el hombro delgado de Nayeon, respirando su aroma.

Las sábanas se mezclan en sí mismas al igual que sus extremidades se entrelazan con el cuerpo de la otra, las manos de Nayeon encuentran su camino para frotar la espalda de la alfa, su alfa, arrastrando tiernamente sus uñas desafiladas contra la tela de su camisa blanca y disfrutando de la sensación de piel cálida debajo de las yemas de sus dedos. Su pierna se envuelve alrededor de la cintura de Tzuyu para mantenerla aún más cerca y, a juzgar por el sonido profundo y resonante retumbando en su pecho, a la alfa parece encantarle la cercanía.

El momento es suave y gentil y hay una cierta sensación delicada al despertar con la persona que más amas en todo el universo. Quizás es por eso que el cuerpo de Tzuyu se siente como si estuviera floreciendo en el toque de su omega, o por qué hay una contracción repentina en su garganta y por qué sus ojos arden con lágrimas sin brillo. Desearía que no hubiera sido el caso, pero los rayos de la mañana brillaron sobre la verdad oculta de la que había estado escapando cuando se despertó más temprano y el brazo lesionado de Nayeon estaba allí, tallado con una cicatriz de moretones que le había dejado la noche en que todo se vino abajo. Y no había podido volver a dormir después de eso.

Nayeon siente el cambio en la atmósfera cuando Tzuyu se pone tensa en su agarre, cuando intenta presionar sus cuerpos aún más cerca cuando ya no queda aire entre ellas. Está en la forma en que Tzuyu se niega a dejar el hueco de su cuello, porque incluso si la omega sabía que a la alfa le encantaba sumergirse en su aroma, también sabía que cuando lo hacía, se derretía. Pero ahora, Tzuyu estaba tan rígida como una roca, sus anchos hombros duros con los contornos de los músculos de su espalda cuando Nayeon rozó sus yemas contra ellos.

Y puede ser por la falta de la luna azul y sus efectos, ahora descartados en algún lugar del otro lado del planeta, que la omega comienza a pensar de manera más racional. Es extraño, especialmente considerando que el día acaba de comenzar, pero la repentina, bastante oculta, incomodidad de la alfa hace que sus ruedas giren. Ella puede sentirlo. Ella siente a Tzuyu, incluso sin un lazo. Y por muy feliz que pudiera vivir atrapada voluntariamente dentro de la pequeña burbuja de amor que tenían tan solo unas horas antes, Nayeon también sabe que si quieren que las cosas fueran diferentes, que realmente funcionaran, necesitan hablar.

Ambas sienten cómo cambia la atmósfera, pero no es pesada. Es casi como si la noche aparentemente perfecta que pasaron juntas se despegara lentamente para revelar la realidad.

— ¿Pasa algo? — el susurro se desliza de los labios de Nayeon con cautela, consciente del volumen de su voz, de lo sensible de la pregunta. Lo último que quiere en este momento es desencadenar una mala reacción de la alfa, por lo que deja la cuestión al aire para que ella decida si responder o no.

Parte de Tzuyu quiere negarlo. Mentir, cubrir la verdad con una sonrisa para no romper el momento que están compartiendo juntas, porque es todo lo que siempre quiso y se odiaría más de lo que ya lo hace si se permite envenenarlo con su propia oscuridad.

Sin embargo, eso sería ir en contra de todo lo que le prometió a la omega la noche anterior.

Así que cuando siente las uñas de Nayeon acariciar su nuca, subiendo a su cuero cabello, rozando las yemas de sus suaves dedos en un arrullo alentador que provoca el dulce amor subir por su estómago, las palabras salen de su boca de forma casi automática.

— Lo siento.

No es más que un aliento haciéndole cosquillas a la piel delicada del cuello delgado de Nayeon al mismo tiempo que el agarre de la alfa se aprieta, sus hombros suben y su rostro se esconde en vergüenza imposiblemente más cerca del cuerpo de la omega, esta vez, junto a su clavícula. Nayeon se obliga a dejar de lado cualquier sensación que pudo o no haber sentido por la cercanía, enfocándose en lo que importa más en este momento.

— ¿Por qué lo sientes, Tzu? — ella vuelve a preguntar, observando cuidadosamente la tensión aumentándose en la espalda de Tzuyu que se encarga de deshacer volviendo a bajar sus manos para tranquilizarla.

Tzuyu no responde inmediatamente. En su lugar, cierra los ojos mientras deja que las hileras suaves de vainilla bailando a su alrededor tomen las riendas de su sentidos y sosiegue su corazón. Todavía late con incertidumbre, miedo, pero la reconforta sentir el tierno roce de la omega en ella, la consuela palmar su cálido cuerpo pegado al de ella. El aroma de Nayeon ayuda a que sus sentidos se concentren en una sola cosa, sin preocuparse por el constante sonido del ventilador sobre sus cabezas o por el mundo poco a poco despertándose en el exterior.

Ella solo puede concentrarse en este momento, ahora mismo. En la forma en que el colchón es demasiado blando, lo que hace que ella casi se disuelva sobre él y en los brazos de Nayeon, como hilo de caramelo al agua. Es familiar, el latido de un corazón golpeando suavemente contra su oído, su brazo entumecido bajo un cuerpo extraño, el retumbar de la respiración de la omega en su pecho. Demasiado real, demasiado vulnerable. Así es como se siente Tzuyu, incluso antes de hablar. Cruda y expuesta.

Sin embargo, debajo de todo eso, todavía se siente segura.

Nayeon la hace sentir segura. Protegida. Es un pensamiento extraño, después de todo, ella es la alfa. Pero Tzuyu se empapa del sentimiento, porque nunca lo ha sentido antes.

Su pecho se abre. Y mientras su corazón se derrama, nunca abandona el refugio del cuello de Nayeon, y Nayeon nunca deja de acariciar su espalda.

— Siento haberte hecho daño — la voz de la alfa es un murmuro ahogado contra ella, pequeña y débil y hace que su corazón se apriete por lo culpable que suena — Lo siento mucho.

La de ojos plateados va a hablar, decir que no debe sentirse de esa forma cuando todo está en el pasado, pero tan pronto como el primer vocablo sale de sus rosados labios Tzuyu se encarga de cortarlo antes de que siquiera pueda formar una sola sílaba. No es una interrupción descortés, sino se siente más como una corrección dolorosa.

— Sé que vas a decir que está bien, pero no lo está, Nayeon. Nunca debí haberte puesto las manos encima. Nunca debí haber usado la voz de mando contigo — el puro dolor en las palabras de Tzuyu y la grieta en su voz hieren a Nayeon de una manera que nunca pensó que fuera posible, porque sabe que tiene razón — Estabas asustada y todo lo que hice fue empeorar las cosas y... y no puedo perdonarme por hacerte eso.

Todo vuelve como olas para ambas. Los eventos de la noche en la que se habían desmoronado tan fácilmente, como una ramita, doblada por la despiadada tormenta de la ira de la alfa. La comprensión amanece en Nayeon. No pueden seguir ignorando ese incidente, ni sus consecuencias.

Así que, con la suavidad de miles de hileras de seda, continúa con sus ministraciones sobre la ancha espalda de la alfa. Nunca lo había notado antes, al menos, no tan cerca ni con tanta claridad, pero un solo vistazo a sus manos manos viajando sin rumbo fijo de un lugar a otro, desde los bordes de la camisa blanca de Tzuyu hasta la sensación de sus alas, le da una prueba de exactamente lo enorme que es la alfa. Casi ahogándola con su propio cuerpo, fuerte y firme contra ella.

— Sí, me lastimaste — susurra justo en su oído, Tzuyu tensándose visiblemente por las palabras al mismo tiempo que cierra los ojos en dolor — Pero sé que no fue tu intención. Estabas angustiada a tu manera, al igual que yo, y debí haber visto las señales antes...

— Por favor no digas eso — la alfa vuelve a interrumpir con un murmuro más firme, pero que no hace nada para ocultar la obvia culpa que se arrastra por su garganta — Haces que parezca que fue tu culpa incluso cuando no fue así. Esto debería ser sobre ti, no sobre mí. Esto debería ser sobre cómo te lastimé.

— Quizás. Pero como dije, no es como si estuvieras tratando de lastimarme — la omega habla, con esa voz que le hace pensar a Tzuyu que podría calmar a cualquier tormenta y que le hace relajarse aún cuando no sabía que estaba tensa — Lo vi, Tzu. No sé qué pasó, pero te perdiste. Y sé que no quieres que vuelva a suceder, y yo tampoco. Pero para hacer eso, necesitas ser honesta conmigo.

Los delgados dedos de Nayeon se retiran del cuerpo de Tzuyu solo para viajar a los lados de su cabeza, sosteniéndola con apacibilidad, una sencilla forma de indicarle que quiere sus ojos en ella. Y la alfa obedece, apoyándose en sus manos a cada lado del cuerpo de la omega para permitir que Nayeon la mire.

Cuando los ojos plateados de la omega finalmente se encuentran con los de Tzuyu, la mayor entiende por qué le había estado hablando a escondidas en su cuello. El hermoso rostro de la taiwanesa está lleno de vergüenza, ni siquiera del buen tipo, sino del que ardía de adentro hacia afuera con las llamas de la culpa. Lo que sea que Tzuyu estuviera escondiendo, las palabras que se estaba obligando a tragar, la estaban comiendo viva.

Sus suaves pulgares rozan los duros rasgos de Tzuyu, y los dóciles ojos de la alfa se derriten con charcos de oro que se acumulan alrededor de las esquinas de su visión.

— No puedes seguir ocultándome tu pasado y cómo te afecta — Nayeon susurra, nada más que un roto aliento de voz por la emoción pura pintada en el bonito rostro de la alfa, que solo incrementa cuando los finos labios contrarios se curvan hacia abajo en un esfuerzo claro para evitar llorar — Sé que te lastimaron, cariño, pero tienes que decirme dónde te duele. Ayúdame a ayudarte.

El dulce sobrenombre y las palabras hacen que el no derrumbarse se vuelva increíblemente difícil para Tzuyu. Siente que su corazón se debilita, porque Nayeon no la mira con juicio o molestia. Solo hay cuidado detrás de esos ojos plateados.

El dolor crece dentro de ella mientras su subconsciente le grita que no se lo merece. No después de lo que le hizo. No después de lo que le hizo a Elkie.

Tzuyu baja la cabeza, pero Nayeon está allí para empujarla suavemente hacia atrás para mirarla a los ojos de nuevo. No es invasivo, o como si estuviera fisgoneando. Su mirada es amable. Cariñosa. La alfa casi puede leer la pregunta en su iris brillante.

— Tengo miedo de que si te lo digo me verás de forma diferente — ella se sincera, respondiendo a las lagunas de plata donde se siente a sí misma cayendo, más no ahogándose.

Los labios en forma de corazón de Nayeon se abren en una pequeña sonrisa afectuosa, cepillando el cabello de Tzuyu detrás de su oreja. El toque se siente enriquecedor.

— Alfa — Nayeon suspira y los brazos de Tzuyu, tan fuertes como parecen, tiemblan por el cariño goteando de cada vocablo pronunciado — No tienes que preocuparte por eso.

El sol de la mañana golpea un cierto ángulo del rostro de Tzuyu que hace que las lágrimas en sus ojos resplandezcan con un brillo casi angelical. Y la omega, la cuidadosa y paciente omega que le pertenece, limpia una sola gota de culpa y oro líquido que cae por la mejilla de Tzuyu. Nayeon siente que comienza a llorar también, porque de alguna forma, puede sentirlo de la misma manera. La magnitud del dolor escondido dentro de su alfa. 

Solo se necesita un pequeño empujón más para que Tzuyu ceda. Viene en la forma de Nayeon, sus ojos plateados destellantes, ahuecando su rostro con ambas manos. Casi como si estuviera sosteniendo algo precioso.

— Amaré cada versión de ti, sin importar cuál de ellas me muestres. Así que lo más justo es que me des la real.

Después de eso, Tzuyu se rompe. 

Y le cuenta todo entre susurros entrecortados.

Le cuenta sobre Elkie, y su sonrisa y mejillas regordetas y de la forma en cómo se había acercado a ella con una gran sonrisa en su rostro que sorprendió a Tzuyu porque nadie realmente le había sonreído antes. Ella le cuenta que a la pequeña omega no le importaba que la pequeña Tzuyu fuera casi el doble de alta incluso cuando tenían la misma edad. Sobre cómo a su pequeña amiga no le importaba cuando venía con moretones y simplemente le tomaba la mano mientras la alfa, con once años recién cumplidos, hacía todo lo posible por no llorar. 

Tzuyu le cuenta a Nayeon sobre el día en que trató de marcar a Elkie en contra de su voluntad. Cómo ese incidente había cambiado su vida para siempre.

Sobre los ojos oceánicos de Elkie que la miraban con puro terror, cómo esa fue la primera vez que se sintió como una alfa, cómo no pudo obligarse a hacerlo y cómo los profesores las encontraron antes de que ella pudiera hacer cualquier otra cosa como disculparse. Cómo es su culpa que su madre muriera porque si hubiera tomado la noticia de su amiga como una persona normal, no dañada, entonces su madre no habría matado a su padre en ira por romper a su hija. 

Todo se derrama de su boca mientras su cuerpo tiembla porque nunca había tenido a nadie con quien hablar de eso. De los hogares de acogida por los que pasó cuando fue mandada a Corea, de los sentimientos violentos, los pensamientos violentos. De los días que pasó mirándose al espejo albergando tal odio que apenas podía mirarse a sí misma. Cómo no podía soportar estar en su propio cuerpo. El deseo de arrancarse la piel. Ser cualquier otra cosa de lo que era. Cualquier otra cosa que no fuera una alfa.

Tzuyu le cuenta a la omega cómo casi le hizo a Elkie lo que ella pasó con Chanyeol, hace dos años. Y cómo se vio a sí misma en él la noche en que todo se vino abajo.

Para cuando termina, no puede mirar a Nayeon a los ojos. Todavía hay tela cubriendo su cuerpo, pero Tzuyu se siente completamente expuesta. Como si no hubiera fronteras entre ellas, piel contra piel. No puede detener el temblor de su cuerpo mientras se agacha y esconde la cara en el colchón mientras las lágrimas caen de sus ojos.

— Lo siento — la alfa balbucea, una y otra vez, hasta que las palabras pierden el sentido, derretidas por su propio llanto silencioso y atronador.

Tzuyu no está segura de con quién se disculpa. Los recuerdos que se repiten en su mente van entre su madre, Elkie, Nayeon, Shuhua, Dahyun y todos los omegas que no pudo proteger durante su vida. Es doloroso, como si estuviera reviviendo los eventos al mismo tiempo, su propio cerebro bombardeándola con toda la culpa y la vergüenza que la han estado asfixiando desde la época en que se presentó como una alfa.

Todo lo que sabe, todo lo que siente es que no se merece esto. No se merece a Nayeon ni su calidez, no se merece sus suaves manos acariciándole la nuca, no se merece a la omega envolviéndola en un gran abrazo, acunándola como a un recién nacido. 

Pero Nayeon todavía lo hace.  Aún en estos momentos, cuando la cara de Tzuyu se dobla y las lágrimas ruedan sin control, abriéndose camino hasta su barbilla, Nayeon la abraza en un agarre que nunca quiere terminar, uno que le dice que todo estará bien. Meciéndolas, presionando el beso más suave contra su sien mientras sostiene el dolor de Tzuyu y lo almacena dentro de ella, hasta que no quedan lágrimas para llorar. Hasta que su alfa no es más que la niña pequeña con ojos dorados que fue juzgada con quizás demasiada dureza por todo aquel que cruzó caminos con ella durante toda su vida. Incluyéndola.

Es demasiado íntimo para Nayeon, en formas que ni siquiera el sexo podría compararse. Ver a su alfa desmoronarse en sus brazos y ser la que vuelve a unir sus piezas, mientras trata de descubrir el lío dentro de sí misma y cómo se siente acerca de la revelación que Tzuyu le acababa de dar. 

Pero ahora todo tiene sentido para ella. La culpa persistente en los orbes dorados de Tzuyu que siempre la miraban, miserables, avergonzados. La omega nunca entendió por qué la miraba como un cachorro perdido hasta ahora. Quizás la alfa ya no era un cachorro, pero todavía estaba perdida, atrapada en el laberinto de su propia culpa, tratando de hacer cualquier cosa para salir. Por eso le pidió que le enseñara a ser buena, por eso le costaba reprimir las emociones intensas como la ira y los celos. Nunca le enseñaron cómo hacerlo. En verdad, Tzuyu todavía era una niña, creciendo hasta adaptarse en su cuerpo adulto. ¿Cómo confiar en ella? ¿Cómo amarla?

¿Cómo no hacerlo?

El tiempo pasa mientras Tzuyu se queda sin lágrimas y el temblor de su cuerpo se detiene. Nayeon todavía arrastra las yemas de los dedos por sus grandes brazos, sintiendo que sus músculos pierden tensión. 

Todo sobre Tzuyu era enorme. Pero a los ojos de Nayeon, en este momento la alfa no podía parecer más pequeña aún si lo intentara. Escondida en su cuello, abrazándola como un niño pequeño acuna su peluche favorito en una noche de tormenta. Y cuando la alfa recupera su respiración, imitando el corazón de Nayeon, la omega comienza a hablar.

— Chanyeol intentó contactarme después de lo que pasó en la fiesta — Nayeon dice abruptamente, haciendo que la alfa alce la mirada desconcertada por completo.

Nayeon no la mira a ella, sino a la pared. Su rostro está relajado y nada tenso como Tzuyu esperaría que estuviera, incluso cuando sus ojos están distantes. Está a punto de preguntar por qué el repentino cambio de tema, pero luego las lagunas plateadas de su omega bailan con algo que la hace callar de inmediato. No puede descifrar lo que es.

— Bueno, no fue él. Fue su omega — Nayeon continúa — Trajo una carta, escrita por Chanyeol, donde explicaba todo lo que había sucedido después de que intentó... 

Su voz se apaga al final, aunque no hay necesidad de terminar la oración en absoluto. Ambas saben a qué se refiere. Y a pesar de que hace todo lo posible para reprimirlo, Tzuyu todavía siente la ira arrastrándose por su cuerpo ante la idea de el alfa que dañó tanto a Nayeon tratando de contactarla nuevamente.

— Decía que luego de lo sucedido no pudo evitar sentirse culpable; no podía dormir y tampoco podía comer. Comenzó a odiarse por lo que me hizo. Incluso me llamó su "punto de inflexión", lo que sea que eso signifique. 

Tzuyu no puede evitarlo; ella se tensa visiblemente cuando las palabras salen de la boca contraria. Tiene la más mínima sensación de saber hacia dónde va la conversación y la aterroriza tanto, que mira hacia arriba con violencia, usando una cara como si temiera el rechazo de omega, como si estuviera esperando enojo. Pero el rostro de Nayeon sigue siendo como una roca, e incluso si no calma las preocupaciones de Tzuyu, al menos la hace sentir un poco más relajada sabiendo que la mayor no está enojada.

— De todos modos, en la carta decía que empezó a ir a terapia por varios meses, y entendió las raíces de sus problemas... de ira. No hay necesidad de dar detalles, pero me imagino que sabes a lo qué me refiero. 

La chica de ojos dorados aprieta sus labios, mirando hacia abajo. Ella sabe exactamente de qué problemas está hablando la omega; los conoce con demasiada familiaridad.

Su corazón se siente pesado de nuevo, pero eso no impide que Nayeon continúe hablando. Tzuyu no sabe qué sentir, con un torbellino de emociones aún corriendo en círculos dentro de su pecho, tratando de averiguar lo que la omega está tratando de decirle con todo esto.

— Ahí fue cuando conoció a su nuevo omega, Baekhyun. El que me llevó la carta — el tono de Nayeon cambia significativamente cuando se refiere a éste último, lo que no pasa desapercibido por la menor — Dijo que significaría mucho para su alfa si podía perdonarlo, que podría ayudarlo a cerrar ese capítulo de su vida que lo atormentó durante tanto tiempo. 

— ¿Y qué dijiste? — pregunta Tzuyu, y por alguna razón que su mente no puede comprender, su voz vacila y su corazón comienza a latir con expectación.

Los orbes plateados de Nayeon caen, llenos de algo que Tzuyu no puede entender. Cuando su mirada vuelve a caer en su línea de visión, la alfa no sabe a quién está mirando Nayeon con las lunas en sus iris; a ella, o si está envisionando una cara diferente enyesada en la suya.

— Decidí que no iba ser yo quien le diera un cierre — Nayeon murmura — Me negué.  Chanyeol, él... no tiene el derecho de intentar hacerse la víctima de lo que me hizo. Lo odiaré por siempre. Nunca podría perdonarlo, no, nunca lo perdonaré, y él no tiene opción más que aprender a vivir con eso.

Tzuyu asiente, incluso si su corazón cae en su estómago por lo que la omega acaba de decir. Es un sentimiento extraño. Ella sabe que debería estar contenta, orgullosa, agradecida de que Nayeon no lo haya dejado volver a su vida (y realmente lo está, hay una parte de ella que solo quiere abrazarla y decirle exactamente lo increíble y valiente que es por enfrentarse a esa situación), pero también hay una más pequeña, pero por la misma razón, incómoda, como una pequeña piedra atascada en su zapato, que no puede evitar sentirse peor que antes. Ella comprende lo que Nayeon está tratando de decir. Y duele, porque sabe que es verdad. 

Entonces no dice nada por un rato, dejando que las manos de la omega vaguen por su espalda, frotando, tocando, fingiendo ser dos patitas caminando por la acera de su cuerpo, hasta que encuentra el valor para preguntar lo que la está atormentando.

— ¿Crees que Elkie siente lo mismo por mí? — susurra, cerrando los ojos por un momento. Los ojos azules de Elkie pintan en el lienzo de su memoria y las lágrimas vuelven, porque es algo en lo que Tzuyu nunca se atrevió a pensar — ¿Crees que ella me odia?

Y Nayeon tararea, como si hubiera estado esperando la misma pregunta todo este tiempo.

— No hay forma de que yo pueda saberlo, Tzu — Nayeon susurra dulcemente, y el hecho de que no haya ni una gota de ira o juicio en su voz hace que el corazón de Tzuyu ceda aún más — Aunque sí sé esto; tu vida sigue. 

Tzuyu se queda en silencio, capturando su labio inferior entre sus dientes. Sin embargo, lo deja ir una vez que la agudeza de sus caninos roza su piel. Escuchando el retumbar de la voz de Nayeon en su pecho desde donde está acostada.

— Parece cruel cuando se dice de esa manera, pero me di cuenta poco después de que eché a Baekhyun del dormitorio ese día — la omega relata, serena en su voz pero flaqueante en sus caricias — La vida de Chanyeol no se detuvo después de lo que me hizo. Fue injusto, sí, pero el mundo no se frena a hacer justicia para nadie. Y por mucho que lo detesto, por mucho que me gustaría sentarme aquí y pudrirme de resentimiento, ¿de qué me serviría eso?

Un suspiro profundo, algo resignado, sale de los labios de Nayeon. Sus manos dejan de acariciar la espalda de su alfa y simplemente las presiona contra ella, sintiendo la piel de Tzuyu debajo de su camiseta sin mangas, las cicatrices invisibles que aún deben estar presentes quizás no en su cuerpo sino en su alma.

— No podía... no puedo seguir apresando un odio así — continúa, la emoción corriendo profunda en cada sílaba, cada vocablo — He vivido infeliz todo este tiempo, aferrándome a este miedo, a este odio que me controló por tanto tiempo. Ya no puedo vivir de esa manera.

Las manos de Nayeon empujan la tela blanca que cubre el cuerpo de Tzuyu, tirando de ella hacia adelante, sin querer que la alfa se esconda más. Y como siempre, Tzuyu cumple sus deseos, hasta que la espalda de la omega está completamente presionada contra el colchón con ella alzándose sobre su cuerpo, entre las delgadas piernas de Nayeon, queriendo sentirse más cerca de su luna, fusionarse con su cuerpo. Ella es consciente de no aplastar la forma más pequeña con su propia figura, pero encuentra difícil para sus brazos no ceder cuando dedos largos sostienen su rostro con tanta precaución y amor, acercándola hasta que sus frentes se presionan juntas. Tzuyu cierra los ojos por instinto.

— Si quiero dejar entrar las cosas buenas, necesito dejar ir el pasado — las palabras no son más que un suspiro rozando sus labios, pero es todo lo que Tzuyu puede oír. Todos los sonidos, todos los ruidos externos se vuelven borrosos cuando sus sentidos solo se enfocan en Nayeon, en su omega, hablando con la verdad agridulce — Y tú también.

Sus ojos se cierran con más fuerza. En la memoria de su mente, puede retratar el rostro de su pequeña amiga, la forma en que el mar en sus ojos no fue nada más que una marea violenta ese fatídico día. Quema, y la tiene jadeando pesadamente, inconsciente de sus propias lágrimas volviendo a recogerse por las esquinas de sus párpados cerrados.

— No sé cómo puedo seguir adelante sin que Elkie me perdone — Tzuyu admite, con la voz cargada de grietas.

Nayeon niega con la cabeza suavemente, sonriendo contra sí misma cuando su nariz roza la contraria. Ella alcanza la parte de atrás de su cuello, acariciando los pequeños cabellos de la zona, consolándola.

— La única persona que puede perdonarte en este momento eres tú misma. Tienes que perdonar a la niña que todavía vive dentro de ti, porque ya no eres ella.

Sus ojos se cierran cuando un sollozo roto sale de los labios de la alfa ante sus palabras, quemando sus propias entrañas, haciéndola derramar lágrimas también. Pero Nayeon hace todo lo posible para calmar a Tzuyu, asegurarse de que su cuerpo no tiemble demasiado, hablándole a través de la batalla interna que parece estar teniendo consigo misma, guiándola con su voz para encontrar la salida.

— No puedes seguir castigándote por lo que pasó — más allá de sus propias lágrimas que amenazan con cerrar su garganta, Nayeon continúa hablando muy suavemente, en voz baja y solo para que Tzuyu la escuche, arrastrando sus manos hacia arriba y hacia abajo por sus brazos y los lados de su gran cuerpo — Necesitas salir adelante, con o sin el perdón de Elkie. Porque tu vida no se detuvo después de eso, ¿no es cierto? Todo, todo lo que pasaste te llevó a Corea y a mi puerta, a mi cama, te trajo aquí conmigo, y ahora que lo estás necesito que sepas que eres la mejor alfa que he conocido en toda mi vida y que te amo, Tzuyu.

— ¿Cómo puedes decir eso? — Tzuyu susurra, sus ojos que derraman lágrimas aún profundamente cerrados — Yo no... Yo no... 

No me lo merezco, ella quiere decir. Pero las palabras se atoran en su garganta por un llanto silencioso cuando Nayeon acaricia suavemente su piel, sintiéndola florecer bajo el toque.

— ¿Cómo no puedo decirlo? — Nayeon murmura de regreso. Sus propias mejillas están empapadas por lágrimas pero no son de tristeza, sino lágrimas producidas por la más poderosa conmoción — No quería vivir cuando te conocí, me sentía tan asustada, incapaz de amar... Pero tú me haces sentir de otra manera. Me haces sentir querida. Amada. 

Los dedos de Nayeon se sienten tibios cuando se arrastran por su rostro, sosteniendo los lados de su mandíbula y mejillas y acercándose, hasta que solo hay una pulgada evitando que sus labios se vuelvan a encontrar. Ambas temblando de emoción, de amor, sin dejar el abrazo de la otra por nada del mundo. 

Y cuando Tzuyu abre los ojos de nuevo, suavemente, la luna que pasó añorando todo este tiempo está justo frente a ella. Trayendo luz a su noche infinita. Alivia al lobo que se ha estado escondiendo casi avergonzado todo este tiempo, bajando las orejas a los deseos de su omega. Sometiéndose a ella. Sus respiraciones se sincronizan hasta que el temblor desaparece y las lágrimas dejan de fluir.

— Me devolviste el cariño que pensé haber perdido por este mundo — se escapa de los finos labios que se rozan con los de la alfa, derramando emoción con cada palabra — No importa lo que hiciste en el pasado, porque ahora mismo, en este momento, eres lo único que tiene sentido para mí. Y te necesito conmigo, alfa. Así que déjame curarte como tú me curas a mí. 

Nayeon es impotente para resistir mirar sin aliento los dorados soles en los ojos de Tzuyu brillando con tanto afecto, adoración y el amor más puro que su corazón haya tenido el placer de sostener. Hace que su piel se estremezca desde lo más profundo porque incluso en su estado más vulnerable, la alfa luce tan fuerte como siempre cuando presiona hacia adelante, imposiblemente más cerca de sus labios entreabiertos, dejándola flotando en una nube de canela que hace que sus dedos de los pies se encrespen.

— Tú ya me curaste — susurra Tzuyu en la quietud de la habitación.

Nayeon esboza una pequeña sonrisa, volviendo a cerrar los ojos. El movimiento de sus cerezos provoca que sus bocas accidentalmente se encuentren, y es como si el más simple roce mandara miles de descargas eléctricas a su corazón.

— Entonces no perdamos más tiempo sintiéndonos culpables por lo que no podemos cambiar — disfrutando las hileras de sus dos aromas tejiéndose entre ellos en una manta que las cubre de pies a cabeza, de la suave y constante respiración de la alfa en sus labios, la omega concluye en voz suave — Aprovechémoslo al máximo dejando entrar las cosas buenas. ¿De acuerdo?

Para Nayeon, las lágrimas que ya se están secando en sus cálidas mejillas valen la pena cuando la alfa corresponde a su sonrisa con otra, suave y gentil, justo como ella era, y asiente levemente.

— De acuerdo.

El día ha comenzado afuera. Pero Tzuyu cierra los ojos, todavía metida en los delgados brazos de Nayeon, y se queda allí. Respirándola. Rumiando. 

Nayeon la deja descansar, acariciando su cabello mientras su alfa se queda dormida de nuevo, demasiado exhausta después de que el peso emocional se le quitara de los hombros. Presionando un beso contra su sien mientras siente que ambas se están curando.

(...)

(N/A: Una disculpa por la tardanza, y por si este capítulo es un poco menos largo que los anteriores. O si se siente menos lleno que antes. Solo quería dedicar un capítulo completo a ordenar el pasado y el presente de Tzuyu, y creo que terminó siendo (para mí) uno de los capítulos más emocionales de escribir.

 Todavía hay más por venir - aunque diría que con capítulos largos, quedan alrededor de cinco o menos - así que intentaré que las actualizaciones sean regulares a partir de ahora. :D)

PS: ¡Normalicen a alfas vulnerables!

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