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Capítulo Uno

Durante toda su vida, Tzuyu supo que era diferente.

Era una alfa, lo que usualmente significaba que su naturaleza sería dominante, pero desde que era pequeña Tzuyu nunca tuvo el deseo de dominar a nada ni a nadie. Mientras otros niños alfas se entretenían peleando entre ellos para demostrar su jerarquía hasta que uno eventualmente se desplomaba por el cansancio, Tzuyu prefería escaparse al bosque a coleccionar plantas y escarabajos, lejos de toda violencia. Cuando los demás se burlaban de ella, no explotaba en rabia ni usaba su fuerza, en su lugar, aceptaba los insultos con indiferencia y dejaba que caminaran sobre ella, lo que no era divertido para los matones, que eran todos alfas como ella, y eventualmente la dejaban en paz al ver que no obtendrían ninguna reacción.

Mientras más crecía, más se le complicaba hacer amigos. Con cada año que pasaba se volvía más alta y por lo tanto, más intimidante, y aquello sumado a su mirada fría y al aroma tan fuerte que desprendía, provocaban que la gente estuviera asustada de ella, evitándola como a la plaga, pensando que era una alfa dominante y agresiva.

Tzuyu creía que era irónico. Por fuera, era el estereotipo de alfa, pero por dentro era lo más alejado de esa imagen. Estaba consciente de ello, y su físico solo era un recordatorio de su potencial desperdiciado como alfa, por si no era suficiente el hecho de que todos a su alrededor se lo recordaban como noticiero matutino.

— Solo digo que si realmente te empeñaras en ello, ¡podrías ser la alfa más fuerte de todo el campus! — habló Jeongyeon, sacando el tema por tercera vez en el día, algo impresionante considerando que apenas había comenzado.

Jeongyeon era su compañera de residencia y mejor amiga, una alfa completamente diferente a Tzuyu que había sido educada bajo los valores del "alfismo", por lo que estaba obsesionada con ser fuerte y veía a las demás razas, betas, omegas y deltas, como seres inferiores. Tzuyu no recordaba exactamente como se habían hecho tan cercanas, considerando que las actitudes de Jeongyeon eran, para Tzuyu, desagradables. Aunque para los demás alfas, Jeongyeon era genial.

— No me interesa ser fuerte — murmuró Tzuyu. Siempre le resultaba incómodo hablar sobre su fuerza.

Jeongyeon suspiró, dejando el tema para suerte de la taiwanesa. Caminaron en un silencio cómodo por los pasillos del campus, acercándose más y más a la residencia de los omegas.

A pesar de que las clases eran mixtas, las residencias del campus se dividían en omegas y alfas, mientras que los betas podían decidir en dónde hospedarse dependiendo de que tan cómodos se sentían, la gran mayoría de ellos escogiendo la residencia de los omegas, pues los alfas eran demasiado intimidantes y agresivos. Además, estaba prohibido para los alfas entrar en la residencia de los omegas de noche, mientras que durante el día solo podían quedarse si los omegas los invitaban con anticipación.

Esto no solo para dificultar cualquier tipo de lazo entre alfas y omegas, a pesar de no estar prohibidas, sino también por la seguridad de los omegas, que eran significativamente más débiles.

Mientras más se acercaban, Tzuyu podía notar un cambio en el ambiente. Se sentía observada, lo que siempre la ponía ansiosa, si fuera por ella pasaría desapercibida durante toda su vida.

— Oye... — se inclinó hacia Jeongyeon, quien ya estaba un paso delante y se había detenido en su paso, sus instintos en alerta.

— Lo sé. Hay algo extraño — habló con seguridad, peinando sus cabellos rubios hacia atrás, y Tzuyu se dio cuenta de nuevo que tal vez ella era fuerte físicamente, pero la fuerza de Jeongyeon venía de su interior, de su coraje y de lo fácil que era para ella no perder la calma bajo presión. Tzuyu no tenía eso.

— Hey, ¿qué está pasando? — una voz ruidosa llegó a los oídos de ambas, dirigiendo su atención a la entrada de la residencia de los omegas, donde una chica de pelo rosa junto a una de pelo negro parecían estar a a punto de pelearse con la seguridad. Tzuyu las reconoció de inmediato — ¡Tenemos cita para entrar!

— Lo lamento, pero no se admiten alfas en esta residencia hasta nuevo aviso. En ningún horario.

Eso definitivamente era extraño, Tzuyu pensó. Era sabido que los directivos no prohibían que alfas y omegas fueran amigos, incluso lo alentaban con cierta moderación, así que prohibirles la entrada cuando al parecer tenían permiso no tenía ningún sentido.

— ¡Sana, Momo! — llamó Jeongyeon una vez que las otras alfas se rindieron en intentar pasar, formando un círculo con ellas y Tzuyu — ¿Qué diablos está pasando?

— Ni idea. Todos están muy nerviosos desde la mañana — dijo Sana, pasándose los dedos por su cabello rosa.

— Sobretodo los omegas — susurró Momo, mirando hacia los lados para asegurarse que ningún omega la hubiera escuchado —. Desde que llegamos todos se nos quedan viendo y se alejan de nosotras.

Tzuyu agudizó sus sentidos, dándose cuenta de que lo que decía era verdad. Podía sentir las miradas de decenas de omegas sobre ellas, y vagamente pudo olfatear un aroma rancio que avisaba que no eran bienvenidas allí, pero desconocía la razón.

— Tienes razón. A Tzuyu y a mi también nos miran extraño — se unió Jeongyeon —. Es raro, incluso para los omegas. ¿Creen que...?

Antes de que pudiera terminar su oración, una voz se escuchó desde atrás de ellas, una que alertó de inmediato a Sana y a Momo.

— ¡Unnies! — llamó la dueña de la voz, una chica de piel blanca que ahora se encontraba corriendo en su dirección.

Tzuyu apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la chica, que vagamente pudo reconocer como Dahyun, una omega de primer año, se abalanzaba sobre las otras dos alfas quienes la atrapaban de inmediato. Tzuyu veía como aquella omega prácticamente desaparecía en el abrazo de las dos niponas, apenas registrando el hecho de que, como todos los omegas en ese momento, se veía bastante nerviosa.

— ¿Qué pasó, Dubu? ¿Estás herida? ¿Te sientes mal? — Sana y Momo se apresuraron a decir, sorprendidas por la muestra de afecto.

Dahyun miró hacia arriba desde donde estaba atrapada en los cuerpos de las alfas, y Tzuyu pudo registrar pequeñas lágrimas en sus ojos.

— Un alfa atacó a su omega anoche en la residencia — murmuró Dahyun, y entonces todo tuvo sentido.

Tzuyu miró a su alrededor, notando las miradas de los demás omegas, dándose cuenta que por alguna razón, todos habían escogido ignorar a las otras tres alfas y habían centrado toda su atención en ella. Quizá por ser la más alta, prácticamente siendo una torre al lado de las demás alfas y con una enorme diferencia de la pequeña Dahyun, quizá por la forma en que su cuerpo era visiblemente más fuerte que el de las demás, no lo sabía, pero se sintió extremadamente cohibida e incómoda.

Incluso cuando caminaron juntas para conseguir algo de comida, Tzuyu juraba poder sentir los ojos de Dahyun sobre ella mirándola de lado cuando pensaba que no se daría cuenta. Se conocían desde hace un tiempo y aún así, la miraba con miedo. Aquello era un recordatorio que sin importar lo que hiciera, los demás solo la verían como un monstruo, incluso si no era capaz de hacer ningún tipo de daño. Ese era el mundo en el que le había tocado vivir, el destino que le había sido dado, y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo.

(...)

La cafetería siempre era un caos, una mezcla de alfas, omegas y betas en su adolescencia que hacían un desastre a donde fuera que vayan. Siempre era un dolor de cabeza para Tzuyu, que preferiría comer en la comodidad de su dormitorio en completo silencio, algo que casi nunca se le concedía, ya que Jeongyeon prácticamente la arrastraba a todos lados como si de una mascota se tratase.

Fue así como terminó atrapada en una mesa con las otras tres alfas y Dahyun. Tzuyu no pudo ignorar notar las miradas de los demás omegas, algunos extrañados, otros preocupados por la pequeña omega, todos susurrándose entre ellos. Supuso que era normal, probablemente todos estaban demasiado asustados de estar en compañía de un alfa después de lo ocurrido la noche anterior.

— Fue horrible. Apenas pudimos reaccionar cuando escuchamos el rugido del alfa y los gritos de ese pobre omega — relataba Dahyun, mirando sin apetito la comida frente a ella —. Estábamos justo al lado... Y no teníamos ni idea de que un alfa se había colado en la residencia.

Todas escuchaban con atención, sobretodo aquellas dos japonesas que se encontraban a cada lado de la omega, como si quisieran protegerla de una amenaza desconocida.

— Eso es terrible, ¿se sabe lo que hizo el omega para que el otro lo atacara?

Ahí estaba. Tzuyu sabía que era cuestión de tiempo antes de que Jeongyeon dijera algo inapropiado, así que cuando lo hizo, no se sorprendió tanto como las otras tres chicas. Dahyun estaba horrorizada por el comentario, mientras que Sana y Momo le lanzaron una mirada que pedía que dejara de hablar.

— ¿A qué... a qué te refieres, unnie? — murmuró Dahyun con miedo reflejando aquellos ojos castaños, variando entre la alfa mayor y la taiwanesa quienes estaban en el otro lado de la mesa.

Tzuyu sintió lástima; sabía como Dahyun se estaba sintiendo ahora mismo. Casi podía oler su miedo, y no era para menos, estaba atrapada en una mesa con alfas que se podían convertir en una amenaza para ella en cualquier momento.

— Quiero decir, los alfas solo actuamos por instinto, saben. Tal vez se sintió amenazado porque el omega no acató sus órdenes — Jeongyeon seguía hablando con normalidad, como si no tuviera idea de lo que estaba provocando en la pobre coreana. O tal vez si sabía, y era lo suficientemente cruel como para dejar que eso no la afectara —. Hay una razón por la que los alfas tenemos tanto poder, los omegas no deberían joder con nosotros.

Tzuyu desvió la mirada. De pronto se sentía enferma, todo su apetito desapareció en cuanto aquellas palabras salieron de la boca de su amiga. A pesar de que toda célula en su cuerpo se ponía en contra de aquel discurso, sabía que era mejor solo asentir que llevarle la contraria a Jeongyeon. 

— Jeongyeon, basta — habla por fin Momo, mirando la incomodidad en el rostro de la pequeña omega.

— ¿Qué? ¿Me vas a decir que no estás de acuerdo conmigo? — Jeongyeon sonrió con arrogancia — No querrás que la pequeña Dubu sepa cómo ustedes hablan de ella cuando no está, ¿o si?

Sana fue rápida en ponerse de pie, amenazante.

— Cierra la boca — gruñó la pelirosa, y Tzuyu supo que la situación ya había escalado demasiado cuando Jeongyeon se levantó también de la mesa.

– ¿O qué? — Jeongyeon lo disfrutaba, la taiwanesa lo sabía, disfrutaba ese sentimiento de sentirse fuerte y poderosa, por lo que ya no había vuelta atrás.

— Unnie, e-está bien, no estoy enojada, no pelees, p-por favor — Dahyun estaba prácticamente rogando, tomando la manga de la camisa de Sana y jalando hacia abajo en un esfuerzo para hacer que se sentara de nuevo.

La mirada de Sana se suavizó por un momento al mirarla, pero aquel momento no duró mucho cuando Jeongyeon volvió a hablar.

— No te metas, omega — dijo la coreana con frialdad adornando su tono, mandando una serie de escalofríos por el cuerpo de Dahyun quien se congeló en su lugar.

Esa fue la gota que derramó el vaso para Tzuyu. No podía creer que le estaba hablando de esa manera a la pequeña Dahyun, que no había sido más que amable a pesar de que estaba aterrorizada de ellas.

Estaba a punto de intervenir en la discusión, de obligar a Jeongyeon a sentarse y enseñarle un par de modales si era necesario, cuando de repente una figura desconocida apareció detrás de la omega y la tomó de los hombros en un gesto protector.

— Jamás le vuelvas a hablar así — habló mirando directamente a la alfa mayor, quién se sorprendió de sobremanera cuando se dio cuenta de quién le estaba dirigiendo la palabra.

Esta vez Tzuyu fue la que se congeló. No pudo reaccionar, ni siquiera parpadear, mientras miraba a aquella chica que había decidido intervenir y ponerse en peligro para defender a Dahyun.

Era delgada, con ningún indicio de fuerza en su cuerpo, luciendo casi frágil a pesar de que sus ojos lanzaban dagas a través del cuerpo de Jeongyeon. Si las miradas mataran, todas las alfas de la mesa estarían tres metros bajo tierra, estaba segura. Vestía un collar dorado con un pequeño dije en forma de conejo, un adorable detalle que contrastaba enormemente con la mirada asesina que portaba sobre sus ojos.

Era hermosa, más que eso, era una belleza, pero eso no fue lo que hizo que el corazón de Tzuyu se acelerara.

Era una omega. Una omega que se estaba enfrentando a Jeongyeon.

La situación oficialmente se había salido de control.

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