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Capítulo Ocho

Tzuyu sabe que no debería observar tanto como lo está haciendo ahora. 

Trata desesperadamente de arrancar su mirada de la omega con todas sus fuerzas, pero sus ojos de alguna manera encuentran su camino de regreso, como un instinto con el que no puede luchar, y antes de saberlo está asimilando todos los detalles del perfil de Nayeon; la manera en que su nariz baja casi como una línea recta, sus mejillas llenas cada vez que toma un bocado de su emparedado (Tzuyu nota como Nayeon tiende a morder más de lo que puede masticar, lo que hace que sus cachetes se vuelvan incluso más regordetes), sus labios llenos en forma de corazón y está a punto de subir a sus ojos cuando Nayeon repentinamente se gira y Tzuyu jura que su corazón se salta un latido, evitando sus ojos como si no la hubiera estado mirando todo este tiempo.

— ¿No vas a comer? — Nayeon pregunta, sus primeras palabras desde que se sentaron en las gradas del campo donde las porristas y el equipo de fútbol solían practicar. Está casi vacío ahora, pero es un espacio abierto que Nayeon escogió deliberadamente ya que la gente suele pasar por ahí muy a menudo, estando en medio del campus entre la universidad y la residencia de los omegas. De esa manera, si a la alfa se le ocurría hacer algo, podría pedir ayuda. 

— S-sí... — Tzuyu habla, ligeramente sonrojada por casi haber sido atrapada mirándola. Desenvuelve su propio emparedado del envoltorio con manos temblorosas, y sabe que no hay manera que su apetito se sacie con una porción tan pequeña pero no tiene el corazón ni el valor de decírselo a la omega, no después de que ella se hubiera ofrecido a pagarlo — G-gracias por la comida, por cierto. 

— Ni lo menciones — Nayeon vuelve a girarse entonces, fijando su vista en algún punto frente a ella, y suena apagado.

Están sentadas lado a lado, lo suficientemente cerca para que Tzuyu esté muy consciente del calor corporal emanando de la omega, sus muslos casi tocándose. La mano de Nayeon está rozando su pierna desde su posición en el banquillo, tan próxima que solo bastaría con un movimiento de la de Tzuyu para que se tocaran. Una parte de ella se pregunta cuál sería la reacción de la omega, cómo se sentiría su mano sobre la suya. Una parte más grande, la parte cínica, realista y sensata, le dice que el pensamiento de estar más cerca de la omega en cualquier forma es hilarante y francamente patético. 

No son amigas, después de todo. Nunca lo han sido y nunca lo serán.

Tzuyu termina su comida en dos bocados mientras Nayeon aún está masticando la suya, y las dos caen en un silencio que contra todo pronóstico, no es tan incómodo. Como un instinto, Tzuyu vuelve a mirar a la omega, esta vez no para analizar sus rasgos, si no solo para observar distraídamente. Es familiar y fácil y se siente correcto, por lo que sus ojos no dejan a la omega en ningún momento.

Nayeon es pequeña, Tzuyu nota. No lo había percibido bien antes ya que casi siempre se agachaba para estar a su altura, la primera vez esa noche cuando Nayeon cayó al suelo en su intento de escapar de ella, la segunda cuando la encontró intentando recoger sus libros solo para perder el equilibrio justo después, y la tercera luego de haber sido arrojada al suelo por esos dos desagradables alfas, pero ahora, sentada a su lado en plena luz del día Tzuyu puede darse una idea del reducido tamaño del cuerpo de Nayeon. Su cabeza está lejos, y ociosamente se pregunta cómo es que ve el mundo desde su posición. Tzuyu no está segura, pero piensa que tal vez es duro.

El recuerdo de los dos alfas de antes hacen que su sangre hierva, y es similar a cuando vio a Nayeon por primera vez siendo confrontada por Jeongyeon, su lobo interno avivándose después de tantos años con el único propósito de proteger a la omega. Solo que esta vez había hecho algo al respecto en lugar de solo ignorarlo. 

No puede recordar la última vez que usó su aroma, de hecho, no está segura de si alguna vez lo usó de la manera en que lo había hecho hoy. Por eso está tan intrigada en Nayeon, quiere entender qué hay en ella que le hace sentirse de esa manera. 

— ¿Por qué me ayudaste? — Nayeon habla de repente. Sus ojos nunca dejan aquel punto a la distancia, su cabello cae sobre su rostro y eso combinado con la diferencia de altura evitan que Tzuyu pueda seguir mirándola. De un modo, se siente como si se estuviera escondiendo. ¿Te estás escondiendo de mí?

— ¿A qué te refieres? — Tzuyu pregunta en confusión.

— Me devolviste el collar. Me ayudaste con los libros. Y ahuyentaste a esos dos alfas. ¿Por qué? — explica. El emparedado ahora olvidado sobre su regazo, y Tzuyu sabe que la omega ha perdido el apetito. 

— ¿Necesito una razón para hacerlo? 

— Sí. He sido una perra contigo. Lo soy con todos los alfas — Nayeon aprieta los puños a cada lado de su cuerpo — No entiendo por qué me ayudas... sabiendo que yo no haría lo mismo.

— Bueno, me compraste el almuerzo —  Tzuyu dice. Su voz suena inocente, como la de una niña solitaria.

Es una declaración simple que casi raya lo absurdo y Nayeon tiene que girarse a mirar a la alfa para asegurarse de que no sea una broma, y juzgando por su expresión seria, Nayeon sabe que está diciendo la verdad. Es una idea ilógica, disparatada, que un emparedado sea suficiente para que la alfa haga la vista gorda a su cruel trato y Nayeon no puede evitar la reacción que provoca en ella.

Tzuyu solo puede mirar con la boca semi-abierta en sorpresa la forma en que los labios de la omega se curvan hacia arriba y de repente, sus oídos están siendo bendecidos con el maravilloso sonido de la risa de Nayeon. Es ruidosa, estruendosa y un poco demasiado alta en tono, pero viene directamente del estómago de Nayeon, Tzuyu lo sabe, es una risa alegre, contagiosa, real. Todo lo que ve, todo lo que siente, todo lo que escucha es Nayeon, como si todo el mundo exterior se hubiera derretido y lo único que quedara es la omega frente a ella. En ese momento, nada más importa, y Tzuyu sabe que es un paisaje que no olvidará jamás.

— Eres extraña, Chou Tzuyu — Nayeon le dice cuando su risa para, pero su sonrisa sigue ahí, y su corazón se detiene por un momento porque es la primera vez que Nayeon se dirige a ella por su nombre. No es un insulto de ninguna forma, y su tono casi es juguetón, como si le estuviera hablando a una amiga. Tzuyu se siente cálida ante el pensamiento.

Sus ojos se encuentran, y Tzuyu no puede apartar la mirada esta vez. Miles de pensamientos surcan su mente, y quiere hablar, quiere desesperadamente decir lo que está pensando.

Quiero verte reír de nuevo. Quiero verte más. Déjame acercarme a ti. 

Lo que sale de su boca es más ambiguo, sin embargo.

— Wow. Tus ojos... son plateados — dice sin darse cuenta, y Nayeon frunce el ceño sin entender de dónde vienen sus palabras. Tzuyu nota la confusión en su rostro y se apresura a elaborar — Quiero decir, solo me sorprendí un poco. No los había visto tan de cerca. Son preciosos.

Al principio, Nayeon se ve incluso más confundida que antes, pero expresión se desvanece gradualmente y su boca se encrespa en una sonrisa de nuevo, esta vez un poco tímida. Esta vez es ella la que aparta la mirada, escondiéndose detrás de su propio cabello en un intento de ocultar el sonrojo que amenazaba con apoderarse de sus mejillas. Había pasado un tiempo desde que escuchó un cumplido tan puro e inocente, y es una sensación muy diferente a la que solía experimentar con los piropos desagradables que otros alfas solían arrojarle.

Realmente no sabe cómo sentirse alrededor de Tzuyu. Su mente es un desastre en este momento, por un lado, está aquella vocecita de su cerebro que le recuerda que la chica a su lado es nada más que una alfa, una amenaza, y que no puede confiar en ella ni bajar su guardia. Por el otro, hay un aullido desde lo más profundo de su ser que le dice que se deje llevar, que después de lo que ha visto no puede ser tan mala. Nayeon reconoce ese último aullido como el de su corazón, y recuerda haberlo escuchado antes, en el pasado. Recuerda el dolor que le trajo y sabe que no hay manera que pueda compensar las diferencias que hay entre ella y Tzuyu, y decide que tiene que tomar un paso atrás. No puede cometer el mismo error dos veces.

Tzuyu observa ahora con tristeza como el muro invisible entre ellas vuelve a subir, incluso distanciándolas más que antes. Es dolorosa la forma en que Nayeon pierde su sonrisa y lo peor de todo, siente que es su culpa.

— ¿F-fue demasiado? No quise incomodarte, solo... 

— No puedo enseñarte a ser una mejor alfa — Nayeon la corta de inmediato, cambiando de tema de forma tan brusca que Tzuyu tiene que tomarse unos momentos para procesar lo que ha dicho.

— ¿Por qué? — se encuentra a sí misma diciendo.

— Por que no soy una alfa. Nuestros puntos de vista son diferentes.

Tzuyu asiente a pesar de que no entiende sus palabras. ¿Era tan descabellado pensar que un alfa y un omega podrían tener los mismos ideales? ¿Acaso ser una alfa de inmediato la colocaba en una posición donde no podría comprender el punto de vista de un omega? ¿Era eso todo lo que ella era, una alfa? ¿Si miraras detrás de su título, no habría nada más dentro? 

Hay una verdad en todo ello, pero Tzuyu no quiere reconocerlo. 

— Entonces enséñame a ser una mejor persona.

Para su sorpresa, Nayeon deja escapar una risa corta. No es como la primera, esta no viene de su estómago y suena apagada.

— No puedo hacer eso tampoco. Para eso yo tendría que ser una buena persona. 

Tzuyu frunce el ceño.

— Creo que eres una buena persona.

— ¿Cómo puedes decir eso? Ni siquiera me conoces.

La alfa no sabe qué responder ante eso. Nayeon tiene razón, después de todo. No la conoce, lo único que ha visto de ella es su odio por los alfas y lo protectora que es con sus amigas omegas. Pero hay algo en ella que le dice que debe haber algo más. Y Tzuyu quiere conocerla. Saber qué hay detrás de aquella chica mezquina que de vez en cuando muestra índices de emoción. Sin embargo, no sabe cómo hacerle saber a Nayeon, la barrera invisible entre ellas deteniéndola y gritándole conoce tu lugar.

— Uh... Quizá si... — empieza a decir, intentando recoger el coraje necesario. Su voz es silenciosa y se maldice a sí misma por ello.

— Se está haciendo tarde. Debería volver a mi dormitorio — Nayeon interrumpe antes de que Tzuyu pueda siquiera elaborar. 

No es tarde, apenas es medio día pero Tzuyu sabe a lo que se refiere, entiende que es una forma menos grosera de decir no quiero pasar más tiempo contigo. Solo asiente, todo su valor esfumándose de inmediato, bajando la cabeza en derrota cuando la omega se levanta de su asiento y empieza a bajar las escaleras de las gradas.

Nayeon se está alejando cada vez más y Tzuyu mueve su pierna ansiosamente, sus manos moviéndose inquietas sobre su regazo porque no quiere que se vaya, quiere seguir hablando con ella, y no sabe de dónde viene este repentino interés pero su lobo se agita con desasosiego dentro de ella girando en círculos como un cachorro perdido al que le han quitado su juguete. 

Hay una voz que resuena en su mente, una voz peligrosa y amenazante que reconoce como la de su alfa interno, gruñendo y amenazando con tomar control de ella. No la dejes ir. 

— Déjame acompañarte — Tzuyu exclama, su tono desesperado, casi autoritario, y se encoje levemente en su asiento por que esa no es la manera en que quiso que las palabras salieran de su boca.

De todos modos, parece tener un efecto en Nayeon, quien se detiene en seco al escuchar la voz de la alfa detrás de ella. Tzuyu es completamente inconsciente del desastre que está causando en Nayeon, inadvertida de que la omega estaba escapando de ella porque se había dado cuenta de que sus barreras estaban empezando a caer ladrillo por ladrillo. 

Su plan original había sido solo comprarle el almuerzo a la alfa como agradecimiento, pero después se vio a sí misma comprando uno para ella, y no solo eso, también accediendo a comer juntas. Ya era bastante inusual (por no decir prácticamente nunca visto) en ella, y se había dicho a sí misma que la decisión de no volver a la cafetería solo era porque no quería ver a Jihyo en ese momento. Le aterra pensar que sus verdaderas intenciones habían sido estar a solas con la alfa, su omega manipulándola sin saberlo y odia ese sentimiento, el sentimiento de saber que no puede confiar en sí misma porque sus instintos siempre se pondrán en medio. Como ahora, su naturaleza interponiéndose en su intento de escape porque reacciona al comando de la alfa al instante. 

Le hace querer vomitar.

— No necesito que me protejas, si eso es lo que te preocupa — no se gira para mirar el rostro de Tzuyu, porque sabe que tendrá un efecto en ella y sucumbirá a aquel deseo que intenta guardar con desesperación. En el fondo, sabe que quiere que Tzuyu la acompañe al dormitorio, pero el solo pensamiento la hace temblar de miedo porque se supone que no debe querer eso. 

— N-no es que quiera protegerte — Tzuyu miente. Eso es lo que la está impulsando a hablar, la necesidad de custodiar a la omega y evitar que otros alfas se le acerquen, pero es un interés que le parece casi cavernícola, considerando que ni siquiera son amigas. No quiere pensar de sí misma de esa manera, por lo que no solo le miente a Nayeon, también se miente a sí misma, y si algo le han enseñado sus compañeras alfas, es que la mejor manera de mentir es mezclar un poco de verdad en sus palabras  — Solo quiero estar a tu lado por un rato más. 

Es un golpe bajo para Nayeon, y agradece enormemente no haberse girado porque puede sentir sus mejillas teñirse del tono más leve de rosa, el calor subiendo por su rostro ante lo que la alfa acababa de decir. Si bien Nayeon consideraba tener un autoestima alto, las palabras de la alfa le demuestran que había interiorizado alguno de esos comentarios (algunos más hirientes que otros) que le decían que era demasiado intensa y fastidiosa, porque por más que lo intenta no puede pensar en sí misma como alguien con quien otras personas querrían pasar el tiempo.

— Como quieras — hace su mejor intento en hacer que su voz suene irritada, como si solo hubiera aceptado por compromiso y no por algo más. No funciona.

Así, se encuentra a sí misma siendo seguida por Tzuyu por el camino que conducía a la residencia, y es una sensación extraña. La alfa no camina a su lado, sino detrás de ella, y se siente casi como si la estuvieran observando, recordándole la noche en que conoció a Tzuyu cuando pensó que iba a morir en sus manos. Eso había pasado en la oscuridad, y aún así, en plena luz del día, Nayeon no se siente segura. 

No esperaba que las palabras de Tzuyu fueran completamente literales porque no están hablando, hay un silencio ensordecedor entre ellas que Nayeon podría olvidar que hay alguien detrás si no fuera porque ese alguien fuera un alfa. Esta alfa definitivamente es extraña.

Hay un sentimiento de decepción dentro de ella porque de alguna manera esto no es lo que tenía en mente, y se regaña por siquiera tener expectativas. No le interesa esa alfa, no quiere conocerla, no está interesada en sostener una conversación con ella. Pero, ¿por qué se siente tan desilusionada?

Está tan concentrada en sus propios pensamientos que ni siquiera puede reaccionar cuando la alfa se coloca frente a ella, deteniéndola en seco e impidiéndole que siguiera caminando. Están tan cerca que el corazón de Nayeon se acelera, sin saber si es por miedo o por algo más, pero aún así el interés de Tzuyu no está en ella, sino en el piso. 

— Cuidado — Tzuyu habla, y su voz suena gentil, muy diferente al tono que había usado antes cuando le pidió acompañarla.

Nayeon frunce el ceño porque no ve ninguna amenaza frente a ella que requiera ser cuidadosa, y aún si la hubiera, le había dicho que no quería su protección, pero antes de poder hablar, Tzuyu se arrodilla y entonces es que Nayeon lo ve.

Un escarabajo marrón la saluda desde su estadía en el suelo, de alguna manera habiendo caído en su espalda y moviéndose en un intento de regresar a su posición natural, pero fallando en el proceso. Nayeon retrocede de inmediato, los bichos siempre le han dado asco y este no es ninguna excepción, y solo puede observar con una mueca de disgusto como la alfa lo toma en sus manos y lo mueve fuera del camino hacia un lado, donde el pasto es más grueso. 

Nayeon cae en cuenta que Tzuyu no estaba intentando protegerla a ella, sino al escarabajo, y si no la hubiera detenido ella inconscientemente lo habría pisado, matándolo en el acto. 

Con curiosidad, se acerca a la alfa que no se había movido de su posición en cuclillas, observando con intensidad al insecto que empezaba a caminar lentamente hacia un destino desconocido.

— Alguien más podría pisarlo — la omega habla. No tiene la intención de ser cruel al decirlo, solo quiere ser realista, tratando de excusarse a sí misma por casi haberlo pisado. Tzuyu ni siquiera se inmuta a sus palabras — Es demasiado pequeño.

— Va a morir aún así — Tzuyu responde, nunca mirando a la omega. Toda su atención está sobre el escarabajo que se aleja más y más — Su especie pasa casi toda su vida intentando escapar de bajo tierra, y cuando finalmente sale, muere a los dos días. Juzgando por su aspecto, diría que le quedan solo unas horas.

— Eso es triste. Su esfuerzo al final no vale de nada.

Tzuyu niega con la cabeza.

— Creo que son admirables. Se esfuerzan mucho solo para vivir como ellos quieren. Quizá nosotros los humanos no podamos entenderlo, pero estoy segura de que esos dos días se sienten increíbles para ellos — Tzuyu habla apasionadamente con un brillo entusiasta en sus ojos. Nayeon jamás la había visto de esta manera.

Nayeon se queda en silencio. No lo había visto de esa forma, y encuentra que le gusta más esa perspectiva la suya propia. De alguna manera, la curiosidad nace en ella y se coloca de cuclillas junto a la alfa para también mirar al escarabajo, ya no encontrándolo repulsivo. Aún no le gustan los bichos, pero puede mirarlo sin sentir desagrado, por lo menos.

— Así que te gustan los insectos — Nayeon dice en un tono bromista, soltando una risa. No puede imaginarse un interés más extraño, y tiene la intención de decírselo a la alfa — Eso es...

Nayeon se detiene cuando se encuentra con la expresión de la chica a su lado. Una sonrisa de adoración se asoma en los labios de la alfa, y es la primera vez que la ha visto sonreír, las palabras muriendo en su garganta que de repente se siente seca debido al semblante pintado en el rostro de Tzuyu. Dos adorables hoyuelos se asoman en las mejillas de la alfa, que no deja de observar hacia adelante con cariño, sus orbes dorados brillando más que nunca asemejándose a dos soles. 

Es entrañable, y Nayeon se encuentra a sí misma admirándola, una sensación de calidez se expande por todo su pecho e inconscientemente imita la sonrisa de Tzuyu, la única diferencia siendo que Nayeon la está mirando a ella y no al escarabajo.

— Son extraordinarios, ¿no? — Tzuyu se gira para encararla, y hace que el corazón de Nayeon lata más rápido al ser atrapada viéndola. La alfa no parece notarlo, afortunadamente.

— Lo son — Nayeon responde. Muy, muy en el fondo, sabe que no se está refiriendo al escarabajo.

(...)

N/A: Me di cuenta de que la historia es #1 en "natzu". Siento que podría llorar.

Espero que les esté gustando la trama hasta ahora. Sé que la forma en que Nayeon se comporta puede parecer un poco confusa a veces, pero todo tiene su explicación. Ya lo verán más adelante.

En fin, solo quería decir eso. Muchas gracias por leer, votar, comentar y apoyar la historia.  Significa el mundo para mí.

- pi <3

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