Capítulo Doce
Tzuyu se levantó más temprano de lo que solía acostumbrar en un sábado.
Con más entusiasmo del que se ha encontrado a sí misma sintiendo en probablemente toda su vida, salta de la cama y se apresura al baño para asearse.
Es hoy, es hoy, su lobo grita, corriendo en círculos dentro de su pecho con su cola moviéndose rápidamente de lado a lado. Trata de calmarlo, pero nada funciona.
Realmente no entiende qué es lo que la atrae tanto a esa omega de ojos plateados y sonrisa de conejito. Pero está extática, todo su cuerpo zumbando con emoción ante el prospecto de ver a Nayeon fuera del campus. Fue la razón por la que pidió un turno extra en su trabajo de tiempo completo a pesar de ser fuera de su horario usual de fines de semana, queriendo un poco de dinero extra para invitar a Nayeon a algún lugar lindo. No es mucho, pero espera que sea suficiente para darle una buena impresión.
Mientras se lava los dientes, encuentra la caja de supresores sobre el estante del baño. Su cuerpo entero se queda quieto por un momento, considerando si tomar o no una de las pastillas blancas. Recuerda lo que pasó esa vez cuando rompió el mármol debajo de sus dedos solo pensando en el aroma de Nayeon, el deseo profano que le nubló la capacidad de pensar correctamente, y sus manos pican por agarrar uno y garantizar la seguridad de la omega más que nada, pero por otro lado, las palabras de Jeongyeon resuenan en su mente.
No está en celo por lo que técnicamente hablando no está poniendo en peligro a nadie. No hay razón por la que podía perder el control alrededor de Nayeon. Pero dentro de ella, su alfa anhela. Anhela por ese ángel que había puesto su mundo de cabeza en tan solo cuestión de día, anhela por la omega que la había deslumbrado ese día en la cafetería. La anhela a ella.
Tzuyu sacude el pensamiento lejos y termina de lavarse los dientes. Mientras ignore el deseo que crece cada vez más dentro de ella, estará bien. Tenía el control. No había nada de que preocuparse.
No necesitaba un medicamento cuando se ha estado reprimiendo toda su vida.
Con eso, sale del baño, los supresores abandonados e ignorados en el estante.
(...)
Por su parte, Nayeon ha estado intentando escoger un atuendo adecuado por lo que parecía una eternidad. Claro, siempre le ha gustado verse linda, pero hoy es diferente. Por alguna razón, en serio quiere verse bien.
Se coloca frente al espejo y hace una mueca ante lo que encuentra. Sus piernas son demasiado delgadas, su cuerpo no tiene la masa corporal que se consideraría normal en un omega o en una persona en general. Nada preocupante, simplemente es la complexión de su cuerpo y no solía pensar demasiado sobre ello, hasta ahora. Odia lo que ve en el espejo, se concentra en cada pequeña imperfección mucho más tiempo de lo necesario y decide que no puede ponerse un conjunto lindo con ese cuerpo.
Con un suspiro, se coloca una camiseta un poco grande y unos pantalones holgados, todo para ocultar su pequeña figura de los ojos del mundo.
— ¿A dónde vas? — Chaeyoung le pregunta, mirándola lista para ir a algún lado.
— Fuera — Nayeon responde, y aunque sabe que no es una mentira no puede obligarse a mirar a la omega menor.
Chaeyoung le da un leve asentimiento, sus ojos nunca dejando su teléfono y sus siguientes palabras hacen que Nayeon se detenga en seco justo cuando va a dejar su dormitorio.
— Suerte en tu cita con Tzuyu — comenta con ligereza, como si solo estuviera dándole el pronóstico del clima. Nayeon no se detiene a pensar cómo su amiga sabe exactamente con quién va a salir, asumiendo que quizá no es tan buena ocultándole cosas a su compañera de cuarto como pensaba.
El corazón de Nayeon late como loco solo al considerar su salida con la alfa como una cita. Su omega tiembla con emoción, pero es rápida para detenerlo. Tzuyu no la está cortejando. Se niega a darle ilusiones a su lobo que está tan desesperado por el cariño de un alfa, cualquiera, en realidad.
Había estado pensando en ello toda la noche. La razón por la que su cuerpo reacciona de la forma en que lo hace no es porque le guste Tzuyu, solo es la falta de un alfa que su omega desesperadamente exige para vivir. Un alfa podría sobrevivir toda su vida sin pareja pero para los omegas vivir una vida sin una marca era, en la mayoría de los casos, un suicidio. No solo los convierte en presas más propensas a ser atacados por alfas que babean por aquellos aún no marcados, sino que llegada cierta edad, la mayoría de los omegas terminaban muriendo de la tristeza al no tener un alfa al cual pertenecer. Nayeon se pregunta si ese será su caso. En su mente, ese destino es mejor que depender totalmente de uno.
Entonces, aunque su omega llora dentro de ella, su rostro es impasible mientras habla.
— No es una cita — dice, girando el pomo de la puerta y saliendo sin decir ni una palabra más.
Baja las escaleras como si estuviera en un trance, ni un solo pensamiento en su mente. Pensar siempre le llevaba a lugares oscuros de los que no podía escapar. Como ahora, toda la emoción que había sentido en ese momento al hablar con Tzuyu se esfumó, reemplazada por pura inquietud. La ansiedad y el miedo siempre habían controlado su vida desde que tenía memoria, y era una tonta por pensar que esta vez sería diferente.
Eso es hasta que ve a la alfa sentada en la fuente a las afueras de su residencia.
Tzuyu está recargada sobre el concreto, mirando hacia un lado. Su perfil es fuerte, como todo sobre ella, con una mandíbula firmemente marcada en una línea que podría cortar hasta diamantes.
Es extraño. Cuando sus ojos se encuentran con los dorados de la alfa, se estremece. Es inconsciente, una respuesta natural de su cuerpo que la toma desprevenida. No sabe la razón; si es por miedo, por la forma en que los orbes de Tzuyu se iluminan cuando la ve, o una mezcla de ambos.
Tzuyu, por su parte, no puede moverse por más que lo intenta. Todos sus sentidos están concentrados en Nayeon, en su ángel, en la omega que vestía ropas al menos dos tallas más grandes que ella y la hacían parecer aún más pequeña de lo que era. No tiene forma de saber que Nayeon se está escondiendo porque en su mente, finalmente está viendo a la chica que ha construido un nido en su corazón y se ha negado a dejar los recovecos de su mente desde que la conoció.
Quería decirle, palabras ahogadas en su garganta que hablaban una verdad de la que Tzuyu no parecía consciente todavía.
¿Es posible sentir que le perteneces a alguien que apenas conoces?
El tiempo parece moverse más lento y sus pies cobran vida propia, llevándola frente a la omega que la mira intensamente.
— Nayeon — saluda, plantando sus pies en el suelo.
La omega tiene que alzar la cabeza para mirarla y enciende algo en Tzuyu que se siente casi incorrecto. No puede evitarlo, el sentimiento de poder que la recorre cada vez que nota la diferencia de tamaño entre ellas. Sabe que podría cargarla sin dificultad, protegerla, ocultarla de los demás y quedársela solo para ella. Aunque no lo haría. Porque el deseo es dolorosa e intrínsecamente propio de un alfa. Y Nayeon no le pertenece.
Su lobo gruñe dentro de ella. Nayeon no le pertenece.
— ¿Cuánto tiempo llevas esperando ahí? — Nayeon pregunta y obliga a Tzuyu a concentrarse en algo más que en la pequeña guerra interior que había estado teniendo consigo misma.
— Uh... no lo sé — Tzuyu se esfuerza para hablar, su voz ronca y carraspea un poco para regresarla a la normalidad — ¿C-como estás?
Nayeon sonríe cuando nota el leve tartamudeo de la alfa frente a ella. Es una de las cosas más interesantes sobre ella, el contraste de la forma en que se veía y cómo actuaba. Por fuera, Tzuyu es igual de intimidante como un lobo, pero cuando te acercabas lo suficiente, la alfa se parecía más a un cachorrito perdido y nervioso que a otra cosa.
— Estoy bien, Tzuyu — Nayeon responde con una sonrisa divertida. La alfa no parecía ser consciente de que todas sus emociones eran fáciles de leer con solo darle un vistazo a su expresión, y de una manera, es tierno.
La manera en que Nayeon dice su nombre con tanta facilidad, cayendo de su boca sin ningún esfuerzo, es música para los oídos de Tzuyu.
— Eso es bueno — Tzuyu suelta a pesar de sí misma, queriendo darse una bofetada ante lo incómoda que está siendo con la omega — ¿Nos vamos, entonces?
Nayeon asiente, dándole a Tzuyu una pequeña sonrisa tentativa. Tzuyu la devuelve con una propia, pero más grande.
Ambas empiezan a caminar hacia la salida del campus. Esta vez, Tzuyu no camina detrás, sino junto a ella, dando pasos pequeños para compensar la diferencia de tamaño. Requiere un poco más de esfuerzo que podría guardarse si tan solo diera las zancadas que estaba acostumbrada a dar, pero se dice a sí misma que hará lo que sea, incluso si es solo dar un paso cada vez que Nayeon da tres, si significa tener a la omega a su lado.
Es un día un poco nublado, no muy común en un mes como marzo, pero el clima es lo suficientemente agradable para que Tzuyu se sienta cómoda en su chaqueta. Se ve perdida en sus propios pensamientos, y Nayeon se encuentra a sí misma mirándola de vez en cuando. No había necesidad de negar que Tzuyu es bella, con un encanto tranquilo y suave que brota de cada poro, y no puede evitar preguntarse si hay otras personas, quizá otros omegas, que están interesados en la alfa.
Su lobo se queja ante el simple pensamiento, pero lo ignora.
Una vez que salen del campus, se ven arrastradas por el ritmo frenético de la ciudad de inmediato.
Es apenas medio día y las calles están llenas de gente, una mezcla de todo tipo de omegas, alfas y betas que caminan concentrados en sus propios asuntos, todos con sus propias preocupaciones viviendo unas vidas tan complejas como la suya.
Nayeon se tensa cuando un alfa pasa frente a ellas, el aroma siendo suficiente para ponerla en alerta a pesar de que él ni siquiera había volteado a mirarla. No acostumbraba mucho a abandonar la seguridad del campus a menos que sea para ir a casa durante el descanso de verano, y en ese caso tampoco solía salir a la ciudad, por lo que de alguna manera había olvidado lo que era el mundo real.
Vivir en el mundo real significaba tener que caminar entre ellos, sin una residencia ni segregación que los separe, siempre teniendo que soportar los fuertes aromas o las miradas lascivas sin poder hacer nada porque la diferencia de poder es demasiado grande. Ellos podían hacer lo que quisieran en el mundo real. Ellos controlaban el mundo real.
¿Cómo podría siquiera vivir en un mundo donde ya había perdido?
— El próximo metro sale en veinte minutos, así que... — Tzuyu señala, completamente inconsciente de la inseguridad de la omega a su lado.
— N-no puedo tomar el metro — Nayeon dice con un ligero temblor en su voz, volteando a ver a la alfa.
Tzuyu ladea la cabeza, confundida y un poco nerviosa por lo que Nayeon le está diciendo.
— L-lo siento, no puedo. Es demasiado para mí — la omega está inquieta solo al pensar en toda la mezcla de aromas que conllevaba un lugar tan pequeño como el metro, y sus ojos la delatan, casi rogándole a la alfa junto a ella que por favor, no me obligues a tomar el metro.
Afortunadamente, Tzuyu entiende el mensaje y exhala un pequeño suspiro. Los taxis son demasiado caros y pagar dos viajes, uno de ida y uno de regreso, es un golpe bajo para su cartera. Sabe que si lo hace apenas tendría dinero suficiente para comprarle un detalle a la omega y se siente triste porque sus planes de consentirla, al menos por hoy, para darle una buena impresión, están arruinados.
Pero no tiene el corazón de negarse, no cuando la omega la mira con ojos suplicantes. Es la primera vez que la ve tan vulnerable y todo lo que provoca en ella es la repentina necesidad de protegerla.
— Está bien — Tzuyu cede, mirando con una sonrisa cómo el agradecimiento se extiende por el rostro de la omega.
Así es como se encuentran sentadas lado a lado en uno de los automóviles amarillos, Tzuyu evitando con aprehensión la tarifa del taxímetro. En su lugar, se concentra en Nayeon, que se ve significativamente más tranquila.
— L-lo siento. Debí haberte preguntado antes — Tzuyu dice con un aura de arrepentimiento rodeándola.
El espacio es más reducido de lo que esperaban, sus cuerpos casi presionados juntos lado a lado y es suficiente para que Nayeon note un pequeño detalle sobre Tzuyu.
Cada vez que la alfa habla, un gruñido resuena en su pecho, llegando hasta su garganta. Su voz es profunda, tan gruesa con poder que con un solo comando tendría a cualquier omega (o alfa) de rodillas. Y aún así, la expresión que tiene en su rostro es todo lo contrario.
Es jodidamente confuso.
— En serio, tienes que decidir, — Nayeon murmura con cierta irritación — si eres sensible o insensible.
— N-no sé cómo actuar cuando estoy contigo... — Tzuyu admite, jugando con sus propios dedos — Estoy tratando de averiguar cómo puedo hacer que esto funcione.
— No intentes ser considerada ahora — Nayeon habla, y suena un poco enojada.
Tzuyu se sobresalta cuando siente un ligero golpe en sus costillas, y le toma unos segundos procesar que Nayeon le acaba de dar un codazo en el estómago. No para lastimar - aunque aún si lo hubiera hecho con esa intención duda que pudiera haberle hecho algún tipo de daño - sino más como un toque juguetón para hacer que volviera en sí. El rostro de Nayeon está adornado con un pequeño ceño fruncido y aún así, lo único que Tzuyu puede pensar cuando la ve es linda.
— Dije que iba a darte una oportunidad, ¿no es así? — Nayeon bufa, cruzando los brazos. Hay un adorable sonrojo en sus mejillas que pone el corazón de Tzuyu a mil por hora — Puedes ser tú misma conmigo.
Las palabras hacen que Tzuyu abra los ojos de par en par. Todo este tiempo, ha estado nerviosa alrededor de Nayeon porque no quiere que la atrape diciendo algo incorrecto y acabe arruinando las cosas. Y, sin embargo, aquí está ella, diciéndole que puede mostrarse como en realidad es. Porque a Nayeon no parece importarle cuando Tzuyu tartamudea, o cuando juega con sus dedos, o cuando no entiende ciertas palabras en inglés.
Aquí está Nayeon, diciéndole: te dejaré conocerme, a cambio, déjame conocerte a ti.
Entonces, solo puede asentir. Hay algo en la omega que hace que se sienta comprendida. Es una sensación nueva, pero agradable.
Tzuyu se pregunta si esto puede considerarse como Nayeon dando el primer paso en esta extraña y nueva relación en la que se han encontrado, como si fuera ella la que estuviera ofreciendo un paraguas para caminar juntas debajo de la lluvia torrencial que parecía rodearlas.
Es suficiente para que la alfa se sienta más confiada.
Solo tenía una oportunidad.
Iba a aprovecharla al máximo.
(...)
La barrera invisible que antes las separaba es mucho menos prominente ahora, y la prueba está en la conversación que ahora fluye entre ellas sin dificultad alguna.
Aún no han llegado a su destino gracias al gran tráfico de la ciudad, pero a ninguna parece importarle. Tzuyu se entera sobre la carrera que Nayeon está estudiando, lenguaje y literatura, y responde que ella está estudiando biología. Claro que lo estás, la omega había bromeado, haciendo luz en su evidente amor por la naturaleza y los insectos. El ambiente es ameno, amigable, y hay un evidente cambio entre ellas que Tzuyu disfruta cada segundo que pasa a su lado.
(No se pierde de la manera en que la rodilla de Nayeon roza la suya de vez en cuando, sus hombros tocándose de manera en que si tan solo se inclinara un centímetro más podría obtener otra probada del delicioso aroma de la omega, sus ojos dorados viajando cada tanto al cuello descubierto de Nayeon. En ese lugar, su piel es blanca como la nieve, sin marcar, inmaculada. Tzuyu se siente a sí misma salivar un poco ante la vista. Es incorrecto, pero no puede parar.)
— Ese collar... — Tzuyu señala el pequeño conejito colgando del cuello de la omega.
Nayeon parece sorprendida por alguna razón, pero sus ojos de inmediato se vuelven suaves y baja la cabeza, sosteniendo la pieza de joyería en sus manos.
— Es un regalo de mi hermana mayor — Nayeon dice con una sonrisa — Trabaja todo el día y toda la noche para que yo pueda estudiar, así que no la veo mucho. Es muy preciado para mí.
Tzuyu sonríe al ver a la omega sonreír.
— Suena como una gran hermana mayor — Tzuyu comenta.
Dentro de ella, está feliz de que Nayeon tenga alguien que cuide de ella, alguien que esté esperándola en casa. Ella nunca ha tenido eso, por lo que no puede entender completamente el sentir de la omega, pero está segura de que debe ser agradable. Nunca sentirse solo en este mundo.
— Lo es — Nayeon entonces voltea a verla, sus ojos plateados brillantes con cariño por pensar en su hermana — ¿Tú tienes hermanos?
Tzuyu niega con la cabeza, evitando la mirada de la omega y clavando su vista en sus zapatos. Considera la posibilidad de contarle por un segundo el pasado trágico de su familia.
— No tengo a nadie — se conforma con solo decir eso, ojos pesados con cada palabra que sale de su boca. No puede decirle nada más; es demasiado pesado para una primera cita.
La palabra "cita" carga con mucho significado. ¿Es esto una cita?, Tzuyu se pregunta. No está segura. No está segura de dónde está parada ahora mismo con Nayeon. Quizá la omega solo considera esto una salida entre dos amigas, pero Tzuyu ni siquiera está segura de que puedan ser consideradas amigas.
Las amistades entre omegas y alfas no existen.
¿Qué tanto de las palabras de Jeongyeon era verdad?
Nayeon nota la lucha en el rostro de la alfa. Nunca se había percatado antes de la pena que esos dos orbes dorados cargaban, quizá porque siempre parecían brillar cuando estaba con ella. Pero ahora mismo el destello no está, remplazado por un gris de pesadumbre que provoca más en ella de lo que se atreve a admitir.
Ahora que piensa sobre ello, Tzuyu siempre se ve triste. Como si siempre arrastrara un gran peso con ella que solo se volvía aún mas pesado con cada paso que daba.
No estás sola, Nayeon quiere decirle, pero finalmente decide en contra y se obliga a apartar la mirada.
El taxi se detiene poco después, y es un alivio para la omega que quiere escapar lo más rápido posible del deprimente aura que ahora las rodeaba. Apenas puede lidiar con sus propios problemas por lo que es inútil pensar que podía ayudarle a Tzuyu con los suyos, eso considerando que siquiera tenía.
Tzuyu paga el viaje con una mueca, y sale del automóvil sosteniendo la puerta para Nayeon. Cree escuchar un leve agradecimiento de la omega, su voz pequeña al igual que el sonrojo en sus mejillas, pero es suficiente para que el corazón de la alfa vuelva a latir.
Y el de Nayeon por su parte, se siente cálido cuando mira a su alrededor y cae en cuenta de dónde la alfa la ha llevado.
Pétalos de cerezo caen a su alrededor sin prisa, los árboles floreciendo en su punto máximo saludándola con sus ramas balanceantes. La brisa fresca mueve los frondosos arbustos y el sonido de las hojas frotándose una contra las otras es casi como una calmante canción de cuna, aún mejor cuando escucha el agua de un lago fluyendo con calma en medio de la sábana rosa. Un pequeño lugar mágico en el corazón de una ciudad tan atestada.
Es un paisaje que la deja sin aliento.
Empieza a caminar debajo de las copas asalmonadas perfectamente acomodadas unas a lado de las otras como una alfombra, creando un camino de pétalos bajo sus pies y sobre su cabeza.
Es un sentimiento que pensó haber olvidado hace mucho tiempo. El amor por este mundo. La belleza que ahora estaba frente a sus ojos recordándole que sí, hay mucho dolor en todas partes, pero también hay cosas bellas... solo había que buscarlas.
Por primera vez en su vida, no quiere huir. Por primera vez en su vida, quiere deshacerse de su miedo y permitirse a sí misma disfrutar de este cruel pero hermoso mundo.
A Tzuyu se le han robado las palabras. Está cautivada, extasiada y fascinada por la omega que camina frente a ella. Desde la distancia, su rostro no se puede ver, pero Tzuyu cree que todavía es hermosa. Sus movimientos son graciosos y elegantes, cada paso espontáneo y sencillo, como si el viento fuera quien la estuviera llevando más y más adentro de la arboleda. La expresión de su cuerpo es serena y en paz.
La máscara finalmente cae. Frente a ella, está la omega, en su estado más puro.
— Hay una vieja leyenda china, — Tzuyu habla detrás de Nayeon, y su voz es el perfecto acompañante de la escena mágica, lo suficientemente suave y callada, como si no quisiera perturbar a la naturaleza — sobre un ladrón que buscaba la absolución por sus crímenes. Nadie parecía creer que estaba realmente arrepentido por lo que fue obligado a abandonar su país. El ladrón entonces dejó de rogar clemencia y se escondió del mundo, convencido de que jamás encontraría el perdón.
La alfa está detrás de ella, sonando distante, como si simplemente estuviera hablando en voz alta. Nayeon no está segura de lo que quiere llegar con eso, pero aún así escucha con mucha atención.
— El ladrón vagó por el campo por meses, hasta que en un día de abril, se encontró con los árboles de cerezo — Tzuyu continúa con el relato, y aunque Nayeon no puede verla, sabe que ahora la alfa está sonriendo por el color de su voz — Algunos dicen que fue magia. Otros, una simple ilusión de su cuerpo moribundo. Pero en ese momento, halló el perdón en la naturaleza. Estaba curado. Seguía siendo un ladrón y nada nunca cambiaría ese hecho, pero pudo conocer finalmente la paz.
Nayeon no dice nada. Hay algo en las palabras de Tzuyu que le hacen creer que hay una verdad escondida entre ellas, un mensaje oculto que la alfa está intentando transmitirle. Pero nunca ha sido buena leyendo entre líneas, por lo que no puede descifrarlo.
Cuando se voltea, la alfa ya está ahí, alzándose como un rascacielos sobre su cuerpo. La diferencia de altura la hace sentir minúscula cada vez que está junto a ella, recordándole una vez más del poder que Tzuyu podría ejercer sobre ella en cualquier momento. Pero en ese instante, los ojos de la alfa no dejan ver nada más que pura docilidad.
Una vez más, Tzuyu le da esa mirada miserable que ponía cada vez que se sentía culpable. De qué exactamente, era aún un enigma.
— Nayeon... ahora mismo, ¿te sientes en peligro? — la alfa habla, y suena triste.
Nayeon no sabe qué responder ante eso. El gruñido que Tzuyu parecía poseer cada vez que hablaba es aún más prominente debido a lo cerca que están, lo que le pone los pelos de punta. Y como antítesis, estaba la forma en que Tzuyu la observaba con sus cejas ligeramente curveadas hacia arriba y sus dos piscinas de oro destelleando con pesadumbre.
¿Cómo puedes tener una voz tan profunda y aún así, una expresión tan amable?
Su corazón late con fuerza, uno de los primeros indicadores de su cuerpo cuando sentía que corría peligro. Pero su omega no está inquieto. Es algo más provocando que su pulso se acelere.
Nayeon se ve incapaz de contestar con sinceridad.
— Como te dije, tienes que decidir si eres sensible o insensible — bufa, alejándose de la alfa y siguiendo con el recorrido de pétalos del pequeño parque, dejando a Tzuyu sin una respuesta a la pregunta que la ha estado atormentando todo este tiempo.
Tzuyu suspira, sin más remedio que seguir a la omega y seguir carcomiendo su consciencia al no saber si Nayeon todavía la consideraba una amenaza. No quiere que le tenga miedo, quiere que confíe en ella, quiere ser aquella a la que acuda cuando se sienta insegura o en peligro, quiere ser la que proteja a la omega de la maldad de los alfas. ¿De los alfas como tú?, una voz dice dentro de ella.
El lugar no está vacío, hay niños y personas caminando aquí y allá, lo que es de esperar debido a la gran belleza del lugar. Una pareja pasa junto a ellas, demasiado ocupados en su propia burbuja de amor como para notar su presencia, y Tzuyu se les queda viendo por más tiempo de lo necesario. Sus manos están entrelazadas y el omega parece confiar plenamente en el alfa que lo acompaña.
Tzuyu siente un ardor en su pecho. Se dice que está bien con Nayeon sentada ahora al menos un metro lejos de ella. Por lo menos ahora están pasando tiempo juntas fuera del campus, hablando y tomando taxis juntas. Ahora Nayeon está dejando que la conozca, dando el primer paso en esta tentativa amistad que parecían estar formando. La distancia invisible entre ellas está acortándose, pero la física sigue ahí.
No es lo que su lobo quiere, pero Tzuyu nunca ha sido quisquillosa.
Lentamente, la conversación deja de girar en torno a la universidad y se centra más en ellas. Tzuyu descubre el amor de Nayeon por el color azul, por los niños, los perros y la música. Nayeon por su parte se sorprende con la cantidad de datos divertidos sobre la naturaleza que Tzuyu tiene bajo su manga. Es agradable.
— Entonces eres de Taiwán — Nayeon señala, y ahora se han movido para acostarse boca arriba sobre el pasto debajo de uno de los árboles de cerezo. Tzuyu asiente con la cabeza, dejando salir un pequeño sonido de confirmación cuando se da cuenta de que Nayeon no puede verla — ¿No lo extrañas, a veces?
— ¿Qué cosa?
— Tu hogar — la omega susurra, girando su cabeza para mirar a la alfa. Por primera vez, Tzuyu no la está mirando a ella.
Tzuyu hace una mueca. Recuerda los años que pasó ahí y es agridulce, por un lado, está la memoria de su madre enseñándole sobre los usos de las plantas en el jardín y su padre silenciosamente fumando un cigarrillo. Por otro lado, está el recuerdo de los gritos de su madre que desesperadamente intentaba ignorar cada noche colocando su cabeza debajo de su almohada, queriendo más que nada ir y defender a la única persona que alguna vez la ha entendido del abuso de aquel alfa que se hacía llamar su padre. Era su casa, pero no se sentía como un hogar. Era su sangre, pero no se sentía como su familia.
Un hogar debería ser cálido, un hogar debería ser seguro. Una familia no debía estar rota, un alfa no debía golpear a su omega.
En un hogar hay quietud, serenidad, paz. La sensación de que el tiempo se ha detenido y que por más que el tiempo pase, el sentimiento de que nada ha cambiado. Con Nayeon, siente algo parecido.
Los labios de Tzuyu se curvan en una sonrisa agria.
— Sí — responde, recordando la calidez que a veces sentía cuando estaba con su madre, una parecida a la que siente con Nayeon ahora — Lo extraño todos los días.
Tzuyu se voltea solo para encontrarse con los ojos de Nayeon ya viendo en su dirección. Detrás de ellas, pueden escuchar al resto del mundo girando sin necesidad de sus presencias. Se siente extraño tener una burbuja que es completamente suya, apartada de las de todos los demás, solo ellas dos y los cerezos cayendo a su alrededor.
— Mi padre solía llevarme a ver los cerezos con mi hermana cada año cuando éramos pequeñas — Nayeon dice de repente cuando siente que el contacto visual es demasiado para ella, fijando sus ojos de nuevo en la copa del árbol que ahora les hacía sombra — Pero ha pasado tanto tiempo desde que los vi.
La alfa deja salir un pequeño sonido bajo y constante.
— Tu padre... ¿es un buen padre? — Tzuyu pregunta.
— Lo era — Nayeon corrige, su sonrisa nunca dejando sus labios a pesar de que el tema puede ser considerado triste para algunos.
Tzuyu se siente agradecida de que Nayeon nunca haya tenido que pasar el mismo dolor que ella pasó con su padre, pero no puede evitar sentirse un triste porque no puede entender el amor padre-hija por más que lo intente.
— ¿Tu madre...?
— Murió cuando yo era una bebé. Como omega, su cuerpo era débil y no soportó mucho después de dar a luz — Nayeon habla con ligereza, aunque hay cierta pena en su tono — Al menos sé que heredé algo de ella.
La alfa sabe que es una broma, un intento de hacer que el aire sea menos pesado, pero no puede obligarse a reír.
— No creo que seas débil — Tzuyu murmura con un ceño fruncido, añadiendo después — No creo que ningún omega lo sea.
Nayeon ríe irónicamente.
— Te acabo de decir que mi madre murió porque su cuerpo era débil y...
— Y aún así, estás aquí — la alfa interrumpe sin pensarlo, cada célula de su cuerpo oponiéndose a dejar que Nayeon piense así de sí misma — Tu madre no era débil. Fue lo suficientemente fuerte como para tenerte.
El silencio las envuelve por unos momentos y es suficiente para que Tzuyu se de cuenta de lo que ha dicho. Mortificada, se apresura a hablar, incorporándose en su asiento.
— L-lo lamento. No quise, yo... perdóname. No fue mi intención hablar de algo de lo que claramente no tengo idea y... — las palabras salen su boca más rápido que un rayo, gesticulando con sus manos de la forma en que siempre lo hacía cada vez que estaba nerviosa. Nayeon rueda los ojos.
— Hey — la omega llama, y Tzuyu cierra los ojos con fuerza pensando en que definitivamente va a darle una muy buena merecida bofetada, pero el impacto nunca llega. En su lugar, se siente a sí misma siendo jalada de su chaqueta hacia abajo, obligándola a recostarse de nuevo junto a Nayeon — Cálmate. No estoy enojada contigo.
Tzuyu traga saliva, como si estuviera avergonzada e insegura de sus palabras.
— ¿No?
Nayeon deja salir una pequeña risa, negando con la cabeza.
— En realidad, nunca lo había visto de esa manera — admite. La melancolía invade su tono pero está acompañada de dulzura. Y Tzuyu lo entiende.
Es la misma forma en que ella recuerda a su propia madre. Triste por su partida pero feliz de haber compartido tiempo con ella. Por más corto que podía parecer.
— Tzuyu — Nayeon vuelve a llamar su nombre. Su nombre, en los labios de la omega, es como música para sus oídos.
Nayeon se estiró un poco, acercándose a Tzuyu y casi apoyando la cabeza en el hombro de la alfa. Casi.
— ¿Si?
Tzuyu quiere más que nada en el mundo acortar la distancia entre ellas, finalmente sentir la calidez de Nayeon bajo sus manos, pero decide dejar que la omega lo haga en su propio tiempo. Así que mantiene sus brazos asegurados a cada lado, sin moverse ni un centímetro.
— Gracias. Por pensar que no soy... que no somos débiles — murmuró, forzando sus ojos a mirar a la alfa para hacerle saber que lo decía en serio.
Tzuyu baja la mirada entonces, su corazón latiendo con fuerza en su pecho porque es lo más cerca que ha tenido a la omega y puede oler un poco de su aroma a vainilla. Sus pupilas se ensanchan ante tener de nuevo la agradable esencia y no pasa desapercibido para Nayeon, quien congelada en su lugar, observa como los ojos de la alfa se oscurecen.
La alfa no se pierde del ligero temblor presente en el cuerpo de la omega y es una señal para alejarse, pensando en que, una vez más, la ha empezado a asustar. Tzuyu no tiene manera de saber que lo que la está haciendo temblar no es el miedo, sino algo más poderoso.
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