Capítulo Diecisiete
N/A: ¡Antes que nada, quiero agradecer a la increíble @m-maritza quien me regaló esta nueva increíble portada que me encanta demasiado! ¡Es hermosísima! Jamás voy a poder agradecerle lo suficiente :(
Así que este capítulo va dedicado a ella, con mucho, mucho amor. <3
(...)
Aferrada a su promesa, Tzuyu aparece en la puerta del dormitorio de Nayeon al día siguiente, justo antes de que el sol se haya puesto en el horizonte.
Es algo bueno que Chaeyoung no haya regresado todavía, porque la omega de ojos plateados no sabría como explicarle el hecho de que ahora mismo se encontrara cambiando las vendas sucias de las heridas de la misma alfa de la que días atrás había dicho que no quería tener nada que ver.
Esta vez, Tzuyu está sentada en el borde de la cama de Nayeon mientras ésta, de pie, roza sus suaves pulgares en el corte sobre su ceja. Los largos brazos de la alfa descansan sobre sus rodillas, sin atreverse a tocar a la omega por más que es en todo lo que puede pensar debido a la cercanía.
— Sanas muy rápido — Nayeon murmura, trazando las yemas de sus dedos por el tajo ya casi cicatrizado de Tzuyu. Si no fuera porque ella había presenciado la forma en que sangraba la noche anterior, no creería que fuera una herida reciente.
Tzuyu asiente, sus propios dedos jugando entre ellos. Hay una petición en la parte posterior de su garganta, pero no se siente lo suficientemente confiada como para hacerla. En su lugar, mientras la omega trabaja en su rostro, se dedica a mirar distraídamente los alrededores de la habitación.
No puede explicar la forma en que su corazón dio volteretas dentro de su pecho o como su lobo aulló lo más fuerte que pudo cuando, al cruzar el umbral de la puerta, además del dulce aroma de la omega, su propio olor se había quedado impregnado dentro de la habitación de Nayeon, creando una exquisita mezcla de vainilla y canela que era una delicia para inhalar. No sabía si la omega se había dado cuenta de esto, pero el pensamiento de que su ángel se había quedado dormida rodeada de su aroma llena el pecho de la alfa hasta el borde de una especie de sentimiento de posesión. No como si fuera dueña de la omega, no. Sino como en saber que aún si no estaba con ella, todavía podría llevarla a todos lados.
— Te peleaste con Jeongyeon — Nayeon rompe el silencio. No es una acusación ni una pregunta, sino más bien como si simplemente estuviera señalando el hecho.
— ¿C-cómo lo sabes?
— Jihyo me contó. Está enojada contigo, sabes — la omega bufa, negando con la cabeza — Dice que dejaste a su alfa bastante tocada.
Tzuyu no sabe qué decir. No ha visto a su mejor amiga desde la noche anterior, y se pregunta si la alfa de ojos verdes también tuvo la misma idea que ella y se refugió en el dormitorio de la beta.
— ¿Sabías que ellas...? — Tzuyu pregunta, la oración muriendo en sus labios.
— No. Apenas me enteré — Nayeon hace una pausa — No entiendo qué le ve a esa alfa. Y tampoco sé por qué sigues siendo amiga de ella.
La omega reemplaza la vieja gasa con una nueva, presionando la cinta médica alrededor del golpe para asegurar que no se mueva de lugar. Tzuyu solo observa, sintiéndose culpable de la mirada pesada detrás de esos ojos plateados.
— Pero creo que entiendo lo que siente — Nayeon musita, posicionando sus manos a cada lado del rostro de Tzuyu — Yo también estoy enojada con Jeongyeon.
Un rayo de sol golpea el perfil de Nayeon mientras sostiene la cara de la alfa en sus manos. Solo de recordar el estado de Tzuyu la noche anterior siente que empieza a temblar, porque quiere que la alfa siempre esté sana y bien y que sus orbes dorados brillen al igual que la gran estrella que iluminaba el día.
Tzuyu mira con un corazón pesado como la expresión de Nayeon se entristece al mismo tiempo que delinea con sus pulgares los moretones en su piel.
— Ella te hizo esto... — la omega susurra con voz triste, ojos siéndolo aún más.
La alfa siente que puede desfallecer ahí mismo, y estaría feliz de hacerlo si es mientras disfruta de esas tiernas caricias. La atención que la omega le da es uno de los mejores y más intensos afrodisiacos, una droga de la que seguramente se volverá adicta si continúa a inyectarse en sus venas. Es un lado de Nayeon que pensó nunca poder experimentar, el contacto de las dulces y tersas manos de la omega sobre su magullada piel siendo la medicina más efectiva para su alma.
Pero odia verla tan afligida, así que una de sus manos sube para posicionarse encima de la de Nayeon, cubriéndola por completo de la misma manera en la que esperaba techarla y protegerla de todas sus inquietudes. Ama sentir la calidez de la omega contra ella, la forma en que sus largos dedos desaparecen debajo de su palma más grande.
— No volverá a pasar. Te lo prometo — Tzuyu asegura, su profunda voz enviando vibraciones por todo el cuerpo de la omega.
Y Nayeon, por su parte, tiembla un poco por la sensación de la mayúscula mano de Tzuyu sobre la suya, tan fuerte y estable contra la delicadeza de su propia piel. Eran manos que sabían cómo sujetar y al mismo tiempo liberarla, que la sostenían con veneración y respeto. Las mismas que habían ocupado todos sus pensamientos desde que despertó esa misma mañana, el aroma de Tzuyu tan presente junto a ella que por el segundo más corto de todos, pensó que la alfa se encontraba a su lado. Sorprendiéndose a sí misma por como se encontró reacia a dejar su cama por el mismo motivo, su omega más que cómodo envuelto en el olor a canela de la alfa cuando antes ni siquiera podía acercarse a uno sin tener náuseas.
Sabía que con Tzuyu era diferente. Tzuyu, en general, era diferente. Sus ojos dorados eran abiertos y honestos como cualquier niño, tan cálidos. Habían miradas que susurraban una promesa de protección; la de la alfa era eso y mucho más.
— Sí. No lo hará — Nayeon decreta sin titubear — Si queremos hacer las cosas bien, tenemos que poner reglas.
— ¿Reglas? — Tzuyu repite, desconcertada.
La omega deja ir el rostro de Tzuyu, sus manos cayendo flácidas a cada lado. La de la alfa la sigue sin dudar, nunca dejando la de Nayeon en ningún momento. Ha descubierto que cuando sostiene a su ángel, no tiene la necesidad de juguetear más con sus dedos nerviosamente como lo hacía antes, y sobre todo, prefiere palpar la tersura de las manos de su omega pues sosiega los aullidos de su lobo en todos los sentidos.
Nayeon asiente, su mano libre que no se encuentra aprisionada por el gentil agarre de la alfa alzando tres de sus dedos. Sus cejas se arrugan ligeramente hacia abajo, y es un gesto tan adorable que la única razón por la que Tzuyu no se derrite ahí y ahora es porque no quiere dejar de sentir a la omega en la palma de su mano.
— Primero, no más peleas — Nayeon enumera, su voz disciplinada y labios ligeramente fruncidos. Tzuyu se pregunta como se sentiría besar ese pequeño puchero en los belfos de la omega. Tira el pensamiento lejos, queriendo prestar toda su atención a lo que está diciendo — No quiero que te lastimes, ni que lastimes a nadie. Sin importar qué tan desagradable sea la otra persona, la violencia no soluciona nada. ¿Entendido?
Tzuyu ladea la cabeza, pero termina asintiendo. No es capaz de arrancar sus ojos lejos de la omega, su propia boca abriéndose ligeramente por lo bella que es.
Ojos plateados redondos como los de un bebé en un rostro igualmente como el de un bebé. Tzuyu podría escucharla hablar todo el día y lo consideraría una bendición.
— Segundo, no más gruñidos. No me gusta la forma en que me hace sentir.
Los labios de la alfa se aprietan en una línea, regañándose a sí misma por siquiera haber intentado gruñirle la noche pasada en su escenita de celos patéticos. Asintió con más fervor, no solo prometiéndole silenciosamente a Nayeon aquello, sino a sí misma también. Si quería proteger a la omega, no podía hacer lo mismo que otros alfas desagradables, y eso implicaba no gruñirle.
Quería construir una relación con Nayeon desde el respeto y la comprensión, no desde el miedo y la desconfianza, porque sabía que lo último era más que común en la sociedad donde vivían. Alfas desconsiderados que se aprovechaban de la sumisión natural de sus omegas, ella misma lo había vivido con sus padres. Lo que ellos tenía no era amor, o quizá lo fue en un principio pero para cuando ella había nacido lo único que presenció en esa casa fue un lazo de posesión y propiedad, como si su madre no fuera más que un objeto que a veces hablaba. Tzuyu no quería eso con Nayeon, y juzgando por la mirada de la omega, es claro que ella tampoco deseaba que ese fuera el caso.
— Y tercero... tienes que ser honesta conmigo. Siempre — Nayeon habla de forma solemne. Tzuyu siente que se le va el aliento cuando es la omega quien envuelve su dedo índice en su puñito, apretando una, dos, tres veces con ligereza, como si tratara de comunicarle un mensaje secreto — No quiero que me ocultes nada. Esperaré si no estás lista para contarme algunas cosas, pero cuando llegue el momento deseo que lo hagas. Y yo lo haré también.
Esta promesa silenciosa es una hermosa al mismo tiempo que aterradora para Nayeon; permitirle a la alfa entrar en el mismo corazón que antes había sido víctima de traición. Pero sabe que el de Tzuyu es igual, ambos corazones llenos de heridas y flechas que aunque no podían sanar mágicamente, podrían encontrar su camino con la ayuda del otro.
Y para Tzuyu significa más que el alfabeto completo podría formar en palabras que Nayeon esté tan dispuesta a intentar un posible algo, dispuesta a confiar en ella. Siempre pensó que la confianza debía venir antes de cualquier cosa, pero ahora, con Nayeon, está empezando a considerar que quizá cuando el amor se da así, inmediato, sin explicaciones, llega la confianza también. Tal vez por eso la gente aconseja precaución o lo llama tonto, pero para Tzuyu no lo es. Este nuevo amor es un regalo, una bendición de este ángel en tierra.
— De acuerdo.
Nayeon sonríe de oreja a oreja, pequeños y tiernos dientes de conejito saliendo de su madriguera para saludar a la alfa. Y Tzuyu no tiene el tiempo de reaccionar cuando la mano que sostenía la suya de repente es jalada hacia adelante, poniéndola de pie al ras contra el cuerpo de la omega. Por inercia, sus mano libre viaja hacia la cintura contraria, sonrojándose hasta las orejas cuando Nayeon se ríe un poco por la expresión desconcertada que seguramente se había pintado en su rostro.
— Pongámoslo a prueba, entonces — Nayeon habla con un leve tono divertido — ¿En qué piensas, en este momento?
Tzuyu no puede tragarse la respuesta, no cuando está presionada tan cerca de la omega que la mira con esos orbes grandes y plateados, lanzándole una mirada cautivadora desde detrás de sus largas pestañas. Si Nayeon quería que fuera honesta, entonces honestidad es lo que daría.
— En ti. Siempre pienso en ti — Tzuyu contesta casi como una respuesta autómata, las palabras deslizándose de su boca con la misma naturalidad con la que el sol brillaba.
Nayeon se ríe entre dientes de forma nerviosa, evitando los ojos intensos de Tzuyu a propósito a pesar de que su corazón parece olvidar cómo latir de forma normal, golpeando contra su pecho como si estuviera tratando de físicamente salir de su caja torácica y deslizarse en las manos de Tzuyu para que la alfa lo sostenga.
— Tzuyu... estoy hablando en serio — la omega susurra, sintiendo sus mejillas arder con vergüenza, cada vez más tímida.
Cierra los ojos con fuerza cuando la alfa busca su mirada de nuevo, inclinando su cabeza en su dirección de manera en que la nariz puntiaguda de la alfa gentilmente acaricia su mejilla. De manera instintiva, las manos de Nayeon se colocan en los amplios hombros de Tzuyu, sin saber si era para alejarla o por el contrario, para atraerla más cerca.
— Yo también hablo en serio — Tzuyu murmura.
Los labios de la más alta se rozan contra la mandíbula de la omega con cada vocablo que deja su boca. Ambas sienten un cosquilleo donde sus pieles se conocen en un efímero toque que dura menos de un milisegundo, pero que es suficiente para dejarlas con ganas de más.
— Te lo dije ayer. Desde que te conozco, no hago nada más que pensarte. Estás en mi mente desde que me despierto hasta que me voy a dormir.
La voz de Tzuyu retumba directamente en su oído, enviando pequeños terremotos por todo el nervioso cuerpo de Nayeon no solo por lo ronca que suena sino por la dulce miel que gotea de sus palabras, derritiendo más que su corazón. El sentimiento se intensifica aún más cuando la alfa se inclina un poco para regresar a aquel lugar en el que se había sentido más cómoda en mucho tiempo; la curvatura del cuello de la omega.
El pulso de Nayeon se acelera, sintiéndose mareada una vez que escucha a Tzuyu olfatear con presteza la misma zona que la noche anterior, buscando su olor. Y no puede pensar en nada más que proporcionárselo, su raciocinio olvidado en algún lugar lejos mientras se siente a sí misma deslizándose a ese estado mental dócil que le pertenece a su omega interior, sin querer nada más que complacer a la gran alfa que la sostiene con tanto cuidado y a la vez, gran posesión.
— Me encanta tu aroma — Tzuyu habla contra su piel, sonando ida, en una especie de trance provocado por la dulce esencia que invade sus fosas nasales y la envuelve en seda — Y-Yo... yo realmente no puedo tener suficiente de ti.
¿Cómo era posible que Tzuyu tuviera tanto efecto en ella? Un minuto está derritiéndola con sus ojos dorados y su rostro de cachorrito perdido, y al otro le hace temblar las venas y su pulso entero, yendo tan lejos como para ganarse un jadeo bajo de su parte cuando siente que los labios de la alfa se trazan débilmente sobre el cartílago de su piel con cada palabra que pronuncian.
Toda sensación se vuelve incluso más potente que antes porque ahora con la claridad del día, Nayeon sabe que esos finos cerezos esconden dientes caninos que podrían presentarse en cualquier momento y amenazar con morderla. Pero contrario a la primera vez que vio la afilada y peligrosa dentadura de la alfa, tenerlos tan cerca de su cuello provoca una embarazosa reacción en ella, inconscientemente inclinando más su cabeza para darle más espacio a Tzuyu, como si estuviera esperando algo de lo que no está enteramente segura de si quiere sentir todavía. Sus rodillas se vuelven hacia adentro y le toma un segundo darse cuenta de que están temblando, la única cosa que la mantiene en pie ahora mismo siendo los fuertes brazos de la alfa en su cintura.
Y por más que quiere tirar todo lo que ha dicho la noche anterior por la ventana, tan impaciente por aceptar de una vez a Tzuyu como la alfa parecía estarlo, tiene que mostrar un poco de resistencia, algo de control sobre sí misma. Esos dos orbes dorados eran tan atractivos como un fruto prohibido, pero no podía hundirse en ellos tan rápido, aún asustada de no saber cómo manejarlos en tan poco tiempo.
— T-Tzu, basta... — Nayeon se obliga a susurrar temblorosamente, empujando los hombros de la alfa para ganar una muy necesitada distancia entre ellas.
Tzuyu puede sentir un gruñido territorial subir a su garganta pero de inmediato lo traga hacia abajo, obligándose a separarse de su nuevo lugar favorito.
— Lo siento. ¿No te gusta? No lo haré más si te incomoda — la alfa habla, carraspeando un poco para hacer que su voz vuelva a la normalidad con el fin de no asustar a la omega por lo ronca que es.
A pesar de que odia el pensamiento de no volver a descansar en la curvatura del cuello de Nayeon, odia aún más la posible idea de poder estar lastimándola de cualquier forma.
— No es eso, es que... — Nayeon siente su rostro arder y, sintiéndose avergonzada por su desmesurada reacción solo por tener a la alfa tan cerca, sus manos cubren su enrojecida cara para ocultarse detrás — Me pones nerviosa cuando dices esas cosas.
Tzuyu siente una corriente de alivio cuando la omega dice eso, sus preocupaciones por pensar que estaba haciendo algo mal disminuyendo. Así que sonríe, sus propias manos ahuecando las de Nayeon sobre su rostro y colocándolas de nuevo sobre sus hombros, encontrando que le encanta estar en esa posición con la omega, donde la puede sentir cerca pero al mismo tiempo dándole las herramientas para alejarla en cualquier momento.
— No hagas eso. No te escondas de mí. Quiero verte.
Nayeon está segura de que su sonrojo se hace aún más profundo ante las palabras de Tzuyu, impulsándose hacia adelante para esconderse en el pecho de la alfa, sus palmas presionándose contra su torso.
— Me da vergüenza... debo estar como un tomate ahora mismo — sus palabras suenan ahogadas contra la firmeza de Tzuyu, la solidez y la fragilidad conociéndose una vez más como seguramente ya ha pasado antes.
Pero este momento es tan nuevo para ella como lo es para Tzuyu, y a pesar de que Nayeon ya ha sido sostenida por otras manos en el pasado, no son nada comparadas con el gentil abrazo de la alfa con la que está presionada ahora mismo.
Tzuyu le daba el respeto de un igual, pero la acunaba como la cosa más preciada del mundo. Eso es lo que sentía cuando se fundía en sus brazos. Incluso por el segundo más corto de todos, se sentía apreciada. Valiosa.
— Está bien. Mira.
La voz de la alfa envía cosquilleos desde donde su rostro está presionado en su pecho, y cuando gira la cabeza para ver lo que le quiere mostrar, su oreja se posiciona al ras contra ella. De esa manera, Nayeon puede escucharla respirar.
Una de las manos que antes descansaban en su cintura suben para permanecer frente a sus ojos, y solo entonces es que la omega se da cuenta de la forma en que aquella fuerte extremidad que antes fue capaz de sujetar todo su peso ahora tirita ligeramente. Preocupada, pensando que a Tzuyu quizá le duelen de nuevo sus heridas, mira hacia arriba solo para encontrarse con los luceros dorados de la alfa que la miran de la única manera en que saben hacerlo: con un creciente amor.
— ¿Ves como tiemblo? Es lo que me haces — la alfa suspira, una sonrisa dibujándose en sus labios carmesí — Me haces débil. Supongo que debería avergonzarme de eso, ¿no se supone que los alfas deben ser fuertes?
Pasa un latido. Es una pregunta retórica, Nayeon lo sabe. Tzuyu no está esperando por su respuesta. Así que no dice nada, abandonándose a sí misma mientras accede a perderse dentro de ese bosque dorado que la invita a desviarse del camino que ha seguido antes. El efecto que Tzuyu tiene en ella le recuerda a las arenas movedizas, arrastrándola hacia abajo lentamente, cada esfuerzo que hace para zafarse o escapar solo la hundiéndola aún más.
— Pero es diferente contigo — Tzuyu dice, invadiendo el silencio y partiéndolo en dos con un solo movimiento rápido y limpio. El corazón de Nayeon se salta un latido, inhábil de interpretar los ojos de la alfa — No me avergüenza ser vulnerable o débil cuando estás aquí. Tienes gran poder sobre mí, y no lo entiendo, pero ya no me importa entender. Solo sé que te siento.
Nayeon entiende ahora las palabras de Jihyo. Justo ahí, parada frente y al ras de la alfa, se siente lo más descubierta que ha estado en mucho tiempo, como si de repente todas sus emociones estuvieran a flor de piel, como si con solo una mirada Tzuyu pudiera despojarla de todas sus barreras y armaduras y tomar un buen vistazo a lo que realmente era. Entiende que Tzuyu es mucho más valiente que ella, lanzándose al barranco del que ella misma está aterrada como si quisiera mostrarle que es seguro saltar. No sabe lo que le espera debajo, y lo desconocido es aterrador, por lo que solo se oculta una vez más en el pecho de la alfa.
Tzuyu no lo toma personal cuando la omega no responde a sus palabras, el simple hecho de que esté ahora buscando refugio en sus brazos suficiente para decirle que no está enojada. Entonces se dedica a acariciar la delgada espalda de Nayeon en círculos, comunicándole un mensaje que espera que la omega entienda. Y por la forma en que sus pequeños hombros pierden tensión, su frágil cuerpo volviéndose blando contra ella, parece que puede comprenderlo.
No te preocupes. Tenemos tiempo.
Nayeon sonríe tímidamente contra su piel, sintiendo las palpitaciones del corazón de la alfa. Ba-dum, ba-dum, ba-dum, éste canta, la melodía embelesando sus oídos y calentando su propio corazón. Antes de saberlo, toma la mano derecha de Tzuyu en su izquierda, balanceándose ligeramente de lado a lado en un vals improvisado, con la única música siendo la balada de sus propios latidos que pronto se encuentran pulsando al unísono en la armonía de un nuevo amor. En ese momento, todo su cuerpo se sintió cálido.
— Tu corazón late muy rápido — Nayeon murmura con una risita.
Tzuyu solo deja salir un bajo sonido de afirmación, cerrando sus ojos por un segundo para disfrutar aún más ese momento con la omega, asegurándose solo por si acaso que de verdad estaba pasando y no era solo una ilusión de su mente. Cuando los abre de nuevo y baja la mirada, el suave cabello de Nayeon le hace cosquillas en su nariz, aún siente la ternura del cuerpo presionado contra ella, todavía puede dejarse llevar por la pequeña mano en la suya que guía cada paso en este compás que se las ha arreglado para encontrar. Y a pesar de que no sabe cómo, ella baila al ritmo que Nayeon dirige. La omega era la directora de su ópera, jugando con las cuerdas de su corazón como le nace. Y la alfa no tiene el poder ni la disposición para cambiar ese hecho.
— Estoy de acuerdo con las reglas — Tzuyu habla en su oído, el cambio de tema tomándola desprevenida. Nayeon no piensa mucho sobre ello, ha descubierto que la alfa acostumbra a dejar caer cosas así de la nada, y como casi todo sobre ella, también ha descubierto que le resulta tierno — Haré lo que sea para estar a tu lado, Nay.
Lo último sale más como un susurro al mismo tiempo que su mano se aprieta en la piel de la omega, y Nayeon tiene que sostenerse de los antebrazos contrarios porque Tzuyu la desarma tan fácilmente con una palabra que cree necesitar el apoyo extra para evitar caer. El sobrenombre, por otro lado, la derrite hasta la médula, la manera en que deja los labios de Tzuyu sintiéndose como si untaran bálsamo sobre una herida. Curativa, gentil, atenta.
Tzuyu es su escudo recién descubierto, así como ella era el de la alfa, una para proteger a la otra. En sus brazos encuentra la dulzura que había extrañado por tanto tiempo, en sus palabras, una cuna para su mente y corazón.
Nayeon se encuentra a sí misma moldeándose aún más con Tzuyu, sonriendo por los latidos de Tzuyu intensificándose aún más cuando en un capricho, decide dejar un tierno beso en el pecho de la alfa, justo encima de donde su corazón debería estar, un pequeño agradecimiento por lo que le hace sentir.
(...)
La voz de Nayeon, divertida y juguetona, suena majestuosa cuando está invadida por su risa, Tzuyu ha descubierto.
Están acostadas boca arriba, lado a lado, en la cama de la omega, los brazos de Tzuyu debajo de su cabeza mientras los de Nayeon descansan sobre su estómago, mirando al techo entretenidamente como si estuviera colmado de nubes o estrellas que giran a su alrededor. Es familiar, de alguna manera, la conversación fluyendo entre ellas como si se conocieran de toda la vida. De lo que hablaban no importaba para ninguna de las dos, solo disfrutando el hecho de que estaban hablando; pues la charla está plagada de sonrisas, miradas robadas de sus ojos cuando creen que la otra no está prestando atención, la naturaleza relajada de sus rostros haciéndoles perder la noción del tiempo e incluso, del mismo mundo que giraba sin ellas.
Debajo de las bromas y los 'oh por Dios, no puedo creer que no te guste la pizza con piña', hay un sentimiento escondido, implícito. Tan obvio como el sol del ocaso, evidente como que el cielo era azul. Les notificaba del amor que yacía entre ellas, paulatino, creciendo con cada regocijo de la omega y con cada sonrisa de la alfa. No había necesidad de hablar sobre él, pues lo sentían, y eso era suficiente.
— Es la primera vez que hago esto — la alfa rompe el silencio, nunca despegando sus ojos del tejado mientras lo observa como si fuera lo más interesante del mundo.
— ¿Qué cosa? ¿Hablar?
Tzuyu niega con la cabeza. Cuando la omega se gira para encararla, nota la expresión melancólica pintada en su rostro.
— Conocer a alguien de esta manera. Es... nuevo para mí. No tuve muchos amigos al crecer, si no fuera por Jeongyeon no tendría ninguno.
— Pensé que Chaeyoung era tu amiga.
Nayeon mira como los labios de la alfa se forman en una mueca. No es su intención mirarlos por mucho tiempo, pero no puede despegar su vista de ellos.
Tzuyu es muy hermosa. Sus rasgos faciales son fuertes, del tipo que era usual en cualquier alfa pero de alguna manera los de ella lo eran mucho más, con una solidez en ellos que hacía que cada uno de sus atributos fueran incluso más marcados. Su mandíbula viajaba en una línea recta, dura e inflexible, mientras que su nariz baja con un puente pronunciado y puntiagudo. Pero ninguno de ellos dos era tan vibrante como sus labios. No eran tan llenos como los suyos y estaban un poco agrietados gracias a las heridas de la noche pasada, pero era el tipo de boca de la que uno no podía apartar la mirada por más que lo intentara, hipnotizante, como si estuviera directamente conectada con su alma.
Nayeon trata de recolectar lo único que le queda de autocontrol para desviar sus ojos a un lugar menos atractivo e invitante una vez que la alfa vuele a hablar.
— Supongo que es cortesía llamar a alguien tu amigo solo porque lo conoces desde hace mucho tiempo. Y Chae es agradable, pero... no me conoce. No realmente. Aunque no es su culpa, fui yo... decidí que era mejor si mantenía mi distancia.
— ¿Por qué?
Los ojos dorados de Tzuyu vuelven a vestirse de aquella mirada pesada. A pesar de que está sonriendo levemente, la sonrisa no crea esos dos tiernos hoyuelos en los que la omega deseaba hundirse.
— La gente me tenía miedo — Tzuyu musita — Si... si Chaeyoung se hubiera juntado más conmigo, no hubiera podido hacer otros amigos. No quería eso para ella.
El corazón de Nayeon se hunde. Cada minuto que pasa al lado de la alfa, más descubre lo increíblemente abnegada que es, lo dispuesta que está a poner la felicidad de otros primero que la suya sin ningún tipo de consideración por lo que las consecuencias signifiquen para ella. Y podría ser encantador si no fuera porque es notable que ha ido demasiado lejos, entristeciendo a la omega porque no puede imaginarse lo sola que la alfa se ha sentido todo este tiempo.
— Lo siento.
— No fue tan malo. Poco después conocí a Jeongyeon, así que... — su voz se apaga.
Nayeon vuelve a dirigir su vista al techo. Las implicaciones de lo que aquello significa flotan en su mente sin quererlo, y realmente no puede evitar que la pregunta se escape de sus labios.
— Entonces... antes de mí, ¿no hubo otras...?
Puede escuchar a Tzuyu reír un poco y eso la hace sonrojar. Juega distraídamente con sus dedos en su estómago mientras espera por la respuesta, intentando calmar unos nervios que no sabía que estaba guardando hasta ahora. Ella misma había visto a Tzuyu de cerca, sabe lo agradable y cálida que es, por lo que no es muy descabellado pensar que ha salido con otras personas, incluso otros omegas. No es la gran cosa, y no, definitivamente lo que siente no son celos solo imaginándose que quizá otras han probado los cerezos de la alfa antes que ella.
— No — Tzuyu confiesa, y Nayeon siente que suelta un suspiro de forma involuntaria — Cuando me mandaron a la casa hogar en Corea, prácticamente viví rodeada de alfas.
La respiración de Nayeon se entrecorta cuando percibe que la cama se hunde un poco más de su lado, jadeando sin querer cuando la fuerte mano de la alfa se coloca en su cintura y la atrae hacia ella. No lo suficiente como para que estén presionadas juntas, pero sí para que pueda mirarla a los ojos.
Sus orbes dorados le dicen más de lo que sus labios podrían, está segura. Deslumbrándola al igual que dos faros en una tormenta, no puede apartar su vista de ellos y mucho menos cuando siente tanta tranquilidad solo mirándolos. No hay ningún sedante para sus preocupaciones que funcionara tan bien como los ojos de Tzuyu lo eran, con una sola mirada precisa para calmarla como a un niño pequeño.
No se detiene a pensar cómo o por qué funciona tan efectivamente, porque si lo hiciera, quizá descubriría una verdad de la que ha estado huyendo todo este tiempo. Su corazón le grita a todo pulmón pero su cerebro no quiere escucharlo. Una cosa es admitir aunque sea un poco que le gusta la alfa, y otra muy diferente es reconocerla como su alfa.
Pero es increíblemente difícil no sentir que ese es el caso.
— Nunca... nunca tuve a un omega tan cerca. Y nunca me sentí así por uno, tampoco — Tzuyu deja salir una risa avergonzada, pero se incorpora de inmediato para mostrarle a la omega que está hablando en serio — Eres la primera.
Y planeo en que seas la única.
Las palabras mueren ahogadas en su garganta. Es demasiado pronto para decirlas, y no quiere asustar a Nayeon con la intensidad de ellas, a pesar de que eso es lo que siente. Algo que va más allá del amor no podría ser catalogado como nada más que "intenso", este sentimiento de pertenencia y posesión solo con tocar la blanquecina piel de su ángel siendo tan apasionado que la ahoga con cada segundo que pasa a su lado sin reclamarla.
— Ojalá tú fueras mi primera — Nayeon dice sin aliento, arrepintiéndose de inmediato de lo que ha dicho cuando los ojos de Tzuyu caen.
Para la alfa, se siente como si alguien hubiera dejado caer un balde de agua fría en la cabeza. Es normal, se dice, que alguien tan increíble e impresionante como la omega tuviera un pasado con alguien más que no sea ella, pero la decepción no puede evitar arrastrarse por su cuello hasta mezclarse con algo que pronto reconoce como ira. El sentimiento es tóxico, envenenando su mente con diferentes escenarios que su mente se encarga de crear. Puede notar el gutural gruñido que amenaza con hacerse presente pero se lo aguanta, recordando las reglas y más importante, palpando la intranquilidad en los ojos plateados de Nayeon.
Respira un par de veces para calmarse de la misma forma en que la omega le había enseñado esa vez que no podía sacar las palabras de su garganta después del incidente del collar. Y el nudo en su cabeza parece desenredarse con facilidad, permitiéndole pensar con más lucidez. El pasado de Nayeon no afecta su valor de ninguna forma. Sigue siendo el mismo ángel que hace diez minutos atrás.
Dios, ¿por qué soy tan alfa a veces?
— ¿T-tenías a alguien? ¿Antes? — Tzuyu se esfuerza para hablar.
Nayeon asiente con la cabeza, sus ojos cayendo, avergonzados.
— No siempre odié a los alfas — admite, relamiéndose los labios de forma nerviosa — Les temía, como todo omega, pero no los odiaba.
Su labio inferior amenaza con empezar a temblar, cerrando los ojos para bloquear todos los recuerdos que volvían a ella como un regalo que nunca pidió. Pero es inútil, intentando con todas sus fuerzas no romperse una vez más. Quizá las heridas en su piel habían sanado pero nada nunca podría darle de nuevo la confianza que sentía antes de conocer a ese alfa.
— Pero después de él, yo...
Tzuyu puede sentirlo. Está en la forma en que la voz de Nayeon es apenas un filamento frágil, como su cuerpo tiembla bajo sus dedos. Hay algo increíblemente roto dentro del ángel que ha aprendido a apreciar, y por más que lo único que quiere es buscarlo y arreglarlo, sabe que no funciona de esa manera.
Sus dedos acarician suavemente en la cintura de la omega, intentando darle la misma emoción reconfortante que Nayeon le regalaba solo estando junto a ella.
— No tienes que decirme si no te sientes lista — Tzuyu asegura.
La tensión en los hombros de Nayeon disminuye, exhalando un suspiro tembloroso mientras su propia mano viaja hacia los antebrazos de la alfa, algo en su interior necesitando sentir su piel oliva en la de ella para asegurarse de que realmente se encuentra a su lado.
— L-lo lamento. Prometo que te contaré, es solo... muy difícil para mí — su voz todavía no ha recobrado su fuerza, pero ya no se siente al borde de un ataque gracias a los tiernos roces de Tzuyu en su piel.
— Por favor no te disculpes. No hiciste nada malo.
Nayeon apresa su labio inferior entre sus dientes, dibujando flojos garabatos en la piel cubierta de la alfa para distraerse un poco de la culpa inundando su pecho.
— Siento que arruiné el momento hablando de eso...
La alfa niega con la cabeza, tomando la delgada mano que jugaba en su bícep para darle el mismo tratamiento que en su cintura, arrastrando su pulgar a lo largo del dorso de la omega en círculos. Esto causa que Nayeon suba la mirada para encontrarse con sus ojos, las dos lagunas plateadas destelleando de la misma forma en que las estrellas en un vasto cielo oscuro lo hacían. Tzuyu nunca podría tener suficiente de ellas.
— No podrías arruinar nada, Nay. Estoy aquí para escucharte de lo que sea que me quieras decir. Puedes hablarme de todo, y de nada, también. Lo único que quiero es estar cerca, escuchar tu voz, escucharte a ti.
La profunda voz de Tzuyu era del tipo de la que es tan fácil embelesarse, un caramelo auditivo para sus oídos que una vez probado solo te dejaba con ganas de más. Nayeon siente que las lágrimas suben de nuevo a sus ojos porque está tan abrumada de la profunda felicidad que experimenta solo de escuchar esas palabras. Cuanto más Tzuyu le demuestra este tipo de cosas, más amor crece dentro de ella, vertiendo agua sobre la rosa que había florecido en su corazón.
— Gracias — susurra, parpadeando un poco para guardarse las lágrimas en sus vidriosos orbes. No quiere llorar, sobre todo porque eso significaría ver borrosa a la alfa que ahora mismo le sonreía con tanto cariño — Y... yo quiero decirte que no tendrás que estar sola nunca más. A partir de ahora, cuentas conmigo, ¿de acuerdo? Seré tu amiga.
La sonrisa de Tzuyu se hace aún más grande, revelando esos dos hermosos hoyuelos en sus mejillas. Quizá otra persona, otro alfa, se enojaría por ser considerado un amigo por la misma persona a la que su lobo percibe como su omega, y por más que parte de ella muere por ponerle un nombre a lo que tienen, preferiblemente uno donde pueda llamarla suya, está feliz con solo tenerla a su lado. Por ahora.
Y realmente no tiene ninguna queja cuando Nayeon entrelaza sus dedos con los suyos en un gesto tan íntimo que tiene a su cabeza dando vueltas, reciprocando su sonrisa, aunque Tzuyu alegaría que la de la omega es mil veces más hermosa.
— Pensé que ya lo eras — Tzuyu bromea.
La alfa ríe cuando Nayeon rueda los ojos de forma juguetona, golpeándola con sus manos entrelazadas en una atadura que es tan significativa para ambas como un lazo completo, y es que en sus palmas pueden sentirse conectadas como si de verdad fueran una sola, unidas quizá no por una mordida pero algo casi igual de potente.
— Sabes a lo que me refiero — Nayeon murmura, negando con la cabeza en broma.
Tzuyu asiente, deshaciendo la ancla de sus dedos juntos solo para subir la mano de la omega a sus labios. Nayeon siente que puede desfallecer en ese mismo instante, todo su cuerpo sufriendo una especie de cortocircuito acalorado cuando los belfos de Tzuyu se arrastran hasta la parte interior de su muñeca.
Era increíble como la alfa jugaba con la atmósfera entre ellas como si de un balón de fútbol se tratara, cambiando el ambiente de serio a juguetón a algo indescriptible mientras besa con cuidado el punto de pulso de la omega, nunca rompiendo el contacto visual en ningún momento. Nayeon agradece que estén acostadas porque no cree haber podido permanecer en pie ante eso, sintiendo el calor extenderse desde su pecho hasta su estómago e incluso un poco más debajo en su vientre al observar la forma en que los orbes dorados de Tzuyu se oscurecen con el tono más leve de gris, sus pupilas ensanchándose casi por completo por la reacción de la omega.
Y cuando habla, su voz profunda es como un imán que llega hasta el núcleo de Nayeon, como si pudiera resonar con sus adentros cuando otros apenas pueden lograr una fracción de eso.
— Lo sé.
(...)
— ¿Escuchaste sobre la fiesta? — la voz de Jeongyeon la saca de sus pensamientos.
Tzuyu parpadea un par de veces para regresar a la realidad, demasiado distraída recordando la hermosa tarde que pasó junto a la omega. Su omega. Se ha memorizado cada segundo, repitiendo todos los momentos en que la vio sonreír o sonrojarse por lo que le decía, como si de un disco rayado se tratase. Y no puede esperar para volver el día siguiente y hacerla reír de nuevo, o quizá solo tumbarse en el piso junto a ella mientras disfrutaban de la compañía de la otra. Tzuyu piensa que cualquier cosa, con Nayeon, sería una gran experiencia, y no tiene la fuerza para ocultar su sonrisa boba que crecía en ella solo de rememorar a su ángel.
Pero es forzada a salir de su trance cuando nota el ceño fruncido de su mejor amiga. Es la primera palabra que sale de su boca después de su riña y aunque no es la que se imaginó que sería, también sabe que unos golpes en su rostro nunca podría detener a Jeongyeon de ser tan aleatoria y honesta como siempre.
(Aunque cree que quizá sí le debe una disculpa a Jihyo después de todo. Jeongyeon se miraba incluso peor que ella, lo que era un logro en sí considerando que la alfa de ojos verdes no era débil de ninguna forma.)
— ¿Qué fiesta? — Tzuyu pregunta, desconcertada.
Jeongyeon sonríe, ese tipo de gesto dentudo que proclamaba una idea terrible maquinándose dentro de su perversa mente. Tzuyu ya la ha visto demasiadas veces.
— Sana y Momo convencieron a Mina de hacer una fiesta en su casa este sábado. Ya sabes que la condenada japonesa emo nada en dinero, y las otras dos son adictas al alcohol. Será grande, y genial. Deberías...
— No me interesa — la corta de inmediato.
Tzuyu nunca ha sido fanática de las fiestas en general. No entiende qué tiene de atractivo estar apretujado en un mar de gente borracha que sostenían el mismo vaso rojo en sus manos mientras se frotaban unos con otros al ritmo de una música que amenazaba con romper sus tímpanos en cualquier momento; ya ha estado ahí y no fue una grata experiencia. Recuerda como más de un omega, o beta, realmente no pudo saber porque todos los aromas se mezclaban entre ellos, se le habían insinuado para hacer algo más que beber y sobre todo recuerda la expresión molesta en el rostro de Jeongyeon cuando debido a ello había terminado vomitando por todo el suelo.
Así que sí, nada podría convencerla de asistir a una fiesta de nuevo.
— Nayeon irá.
Inmediatamente, Tzuyu gira su cabeza hacia ella con tanta fuerza que su cuello duele un poco justo después.
— ¿Qué?
— Lo que oíste — la alfa de ojos verdes canturrea, silbando como si la idea le divirtiera mucho.
Tzuyu entrecierra los ojos.
— Si este es un truco para hacer que vaya, te juro que...
Jeongyeon finge sorpresa, llevándose una mano a su pecho con una expresión ofendida que es demasiado exagerada incluso para ella.
— Me ofendes — chilla, riéndose por la expresión seria en el rostro de su amiga. Se incorpora de inmediato, sonriendo de forma ladeada — Bien sabes que yo nunca miento, además, ¿qué gano yo con que vayas? No es mi pasatiempo hacer de niñera.
— ¿Cómo sabes que irá?
— Jihyo me lo dijo, y si no me crees a mí, créele a ella, porque mi solecito no tiene ni un pelo de mentirosa.
Tzuyu cree que puede vomitar cuando escucha ese sobrenombre. Es extraño, porque se trata de Jeongyeon, la misma alfa que preferiría caminar sobre fuego antes de admitir que está comiendo de la mano de una beta. Porque lo está, y es más claro que el agua.
— ¿Solecito...? — Tzuyu murmura, y es su turno de reír cuando Jeongyeon enrojece un poco por la expresión disgustada en el rostro de su mejor amiga.
Jeongyeon se encoje de hombros, bufando.
— De cualquier manera, no te obligaré a ir si no quieres — dice, haciendo un gesto con su mano como si estuviera intentando quitarle importancia al asunto — Pero piénsalo. Es tu omega en una mansión repleta de alfas y betas. Los amigos de Sana y Momo irán, y ellos invitarán a más amigos. Quién sabe lo que podría pasar si tu no...
— Iré — la palabra sale de sus labios antes de que pueda detenerla.
El solo pensamiento de Nayeon compartiendo espacio con otros alfas la hace enfurecer. Ha notado ese pequeño detalle sobre sí misma, cuando está junto a su ángel, es fácil calmar su ira solo con respirar el mismo aire que ella, pero una vez que deja su lado todas las emociones en su pecho se vuelven diez veces más difíciles de controlar, y en ellas se encontraban los celos.
Incluso cuando Jeongyeon se ríe por su reacción desmedida, no puede pensar en nada más que no sea el hecho de que el infierno se congelará antes de que un alfa que no sea ella se le acerque a su omega.
Sus puños se aprietan con fuerza a cada lado. Pensó que podría soportarlo, pero en este momento no cree que pueda pasar otro día sin tener la certeza de que todo mundo sepa que Im Nayeon le pertenece a ella.
(...)
N/A: Quizá el próximo capítulo tarde un poco más de lo esperado, pero espero que esta combinación de cositas soft y un poquitititito de drama sea suficiente para que me perdonen ^-^
¿Será esto la calma antes de la tormenta...? Hehe.
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