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𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙪𝙡𝙤 02| 𝘌𝘭 𝘷𝘦𝘭𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘨𝘢𝘯̃𝘰𝘴


El sonido del despertador rompió el silencio de la habitación, haciendo que el pelirrojo abriera un ojo adormilado en la cama. Bostezó y se estiró antes de darse cuenta de que estaba completamente desnudo, con un brazo envolviendo su cintura. Arqueó una ceja y siguió el brazo ajeno que lo abrazaba, buscando a su dueño.

Una sonrisa juguetona apareció en sus labios al ver el cabello negro de un joven a su lado, descansando. Inclinó ligeramente la cabeza al ver su torso desnudo, adornado con algunas marcas rojizas que recorrían su espalda. Se tomó unos segundos para apartar la mirada de aquel cuerpo que fue su compañero de aventura durante la noche y se levantó de la cama. Agarró su ropa interior y se puso unos pantalones cortos clásicos.

Pocos recuerdos de lo que quedaba de la noche anterior pasaban por su mente. Se rascó la nuca, tratando de recordar más a fondo lo que había sucedido después de invitarle unas copas al chico, pero su cabeza no le ayudaba en absoluto. Solo había fragmentos borrosos que le hacían dudar de su noche.

Suspiró y echó un último vistazo a la espalda del pelinegro. Caminó hacia la puerta de su habitación y salió cerrándola tras de sí. Se acomodó un poco el desordenado cabello rojo, peinándolo hacia atrás mientras recorría el largo pasillo de su apartamento. Se acercó a la sala y buscó con la mirada su celular, que encontró en la mesa del comedor. Lo desbloqueó y se dio cuenta de que tenía varias llamadas perdidas y algunos mensajes.

—Mierda… —murmuró al ver que algunas llamadas eran de su padre. Se apresuró a devolverle la llamada y, al tercer tono, respondió: —Padre.

Un suspiro brusco se escuchó al otro lado de la línea, haciendo que San se mordiera el labio inferior nervioso.

Te veo en mi oficina en 20 minutos —dijo su padre con voz cortante y fría, lo que hizo que San maldijera en su mente. La llamada se cortó segundos después de que su padre le dijera eso.

Apareció una llamada entrante en su celular, y San frunció el ceño al ver el número de SeongHwa, pero él nunca llamaba tan temprano. No dudó y contestó la llamada.

—¿Dónde diablos estás? —fue lo primero que salió del auricular.

—Buenos días para ti también, Park —respondió San de forma cortante mientras caminaba hacia la cocina y se dirigía al refrigerador para sacar una botella de agua.

San, ¿sabes qué hora es? ¡Es mediodía! Tu padre ha estado llamándome a mí y a YunHo para preguntar por tu maldita ubicación —se quejó Park desde el otro lado de la línea, elevando el tono de voz y haciendo que San rodara los ojos y cogiera una botella de agua del refrigerador.

—Sí, ya hablé con él. Lo veré en la oficina en 20 minutos —contestó San, llevándose la botella a los labios y bebiendo un poco de agua.

—¿A dónde te fuiste anoche? Desapareciste —inquirió SeongHwa.

San dejó de beber agua y sonrió al recordar al pelinegro descansando en su habitación.

—Encontré a la persona con la que quería terminar mi noche —dijo con voz orgullosa y una sonrisa radiante, aunque no recordara muchos detalles.

—San, eres un maldito por abandonar a tus amigos para irte a coger —se quejó SeongHwa.

—No te pongas celoso, fue solo una noche —rió San, saliendo de la cocina y caminando hacia el pasillo en dirección a su habitación.

Como sea, te veré en la oficina.

Dicho eso, colgó la llamada y abrió la puerta de su habitación, encontrándose con la mirada del pelinegro. San se apoyó en el marco de la puerta, mirándolo.

—Buen día —saludó San con una sonrisa amable.

El pelinegro lo miró con las cejas levantadas, sorprendido por su cortés saludo.

—Ya veo que no recuerdas nada —dijo este, levantándose de la cama y dejando al descubierto su cuerpo desnudo, lo que hizo que los ojos de San recorrieran cada centímetro con una sonrisa lasciva en sus labios.

—Te mentiría si dijera que sí —dijo San, entrando a la habitación y acercándose a él, pero el pelinegro fue más rápido y lo esquivó, rodeándolo.

—Me tomaré una ducha y me iré —anunció este, caminando confiado hacia el baño de la habitación y dejando a San confundido por su repentina actitud.

San soltó un suspiro y le lanzó una última mirada a la espalda del pelinegro. Caminó hacia el otro baño para tomar una ducha mientras él lo hacía en su baño.

Minutos más tarde, San salió de la ducha con una toalla enrollada en la cintura, el pecho húmedo y el cabello goteando. Se encontró al chico ya vestido en la habitación, arreglándose un poco el cabello negro.

—¿Te vas tan rápido? —cuestionó San. —¿No me dejas invitarte a desayunar?

—¿Por qué tan romántico? —atacó el pelinegro con una sonrisa coqueta en los labios, mirando al pelirrojo con el torso desnudo y mojado.

San sintió su mirada y respondió con una sonrisa coqueta.

—Bueno, pensé que te gustaría desayunar… —dijo San, llevando sus manos al borde de la toalla que rodeaba su cadera, atrayendo la atención del pelinegro.

Este soltó una risita sarcástica y caminó hacia San con los brazos cruzados.

—¿Sabes qué me causa gracia? Que sigas coqueteándome después de lo de anoche —dijo este. —Y lo que me parece aún más divertido es que no te acuerdes de absolutamente nada —añadió con una sonrisa, desconcertando a San.

—¿De qué hablas? ¿Pasó algo anoche? —preguntó San, curioso.

El pelinegro soltó una carcajada y acercó su mano a la mejilla del pelirrojo.

—Choi San… ¿De verdad no recuerdas nada? —susurró acercándose a su rostro, haciendo que el pelirrojo se lamiera los labios ante su cercanía.

—WooYoung, sería más fácil si me contaras lo que pasó en lugar de andar con rodeos —dijo San, con una sonrisa al final de sus palabras.

WooYoung hizo una mueca, encontrándose con los ojos de San. El pelirrojo frunció el ceño al notar un brillo familiar en ellos.

—¿Sabes qué? Mejor me voy… —dijo el pelinegro con un suspiro decepcionado, deslizando su mano por el pecho desnudo del pelirrojo.

San le agarró la muñeca y lo acercó a él, llevando su mano a la cadera del pelinegro para atraerlo más a su cuerpo. WooYoung se lamió los labios, mirando los ojos lujuriosos y llenos de deseo de San, haciendo que su corazón se acelerara. San acercó su rostro al de pelinegro y susurró cerca de sus labios:

—Jung WooYoung… —dijo, a unos centímetros de distancia, para luego darle un pequeño beso y alejarse.

—¿Qué? —fue la única palabra que salió de los labios de WooYoung. —¿Ya me conocías? —su voz temblaba al igual que su cuerpo, y sus latidos parecían querer salirse de su pecho.

San sonrió nuevamente, revelando sus hoyuelos característicos.

—Sé quién entra y sale de mi club. Soy el dueño —respondió el pelirrojo, alejándose un poco de él. —Además tu error fue decirme tu nombre, Jung.

WooYoung retrocedió unos pasos, mirando a San desconcertado, mientras lo observaba. Luego se alejó y salió de la habitación sin mirar atrás, cerrando la puerta de golpe, lo que hizo reír a San.

Este terminó de vestirse, cogió su celular y marcó un número. Al tercer tono, la voz de YunHo se escuchó al otro lado.

—Necesito que busques a alguien —dijo San, caminando hacia el pasillo, saliendo de su habitación.

—¿A quién? —preguntó YunHo al otro lado de la llamada.

—Jung WooYoung.

El silencio reinó en el auricular.

—¿Por qué demonios quieres que busque al hijo de los Jung? —susurró YunHo.

—Eso no te incumbe. Solo encuéntralo, quiero su número de celular y su ubicación —pidió San con un tono de voz firme y colgó, dejando a YunHo hablando solo.

Guardó el celular en el bolsillo de su pantalón, agarró un saco negro que combinaba con su pantalón y zapatos, cogió las llaves del auto y salió de su apartamento, cerrando la puerta tras de sí. Miró la hora en su reloj de pulsera y sonrió irónicamente al darse cuenta de que llegaba tarde a encontrarse con su padre.

San era el mayor de los Choi y tenía mucha presión sobre sus hombros, pero también había algo que disfrutaba hacer y era fastidiar a su padre en todo lo que podía. Sin embargo, cuando vio a WooYoung, contempló algo en su rostro que se convirtió en su salvación, o más bien, su perdición.

Aparcó el auto frente a la gran empresa de su padre, quien lo esperaba desde hace más de una hora adentro. El pelirrojo suspiró y se desabrochó el ajustado saco negro para sentirse más cómodo. Al entrar por las grandes puertas automáticas, fue recibido por algunos trabajadores con uniforme.

—Buenas tardes, señor Choi. —saludaron al unísono, bajando la cabeza en señal de reverencia y respeto.

San los ignoró y se dirigió hacia el ascensor. Lo llamó y esperó mirando su celular. Abrió la bandeja de mensajes y descubrió el chat con YunHo. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios al ver el número de celular de WooYoung en su poder. Apartó la mirada del celular cuando el timbre del ascensor llamó su atención, indicando que había llegado. Las puertas se abrieron, revelando un interior vacío y entró presionando el botón del último piso donde se encontraban las oficinas.

No tardó en llegar a ese piso, así que esperó mientras miraba el interior del ascensor en silencio. El timbre sonó falsamente nuevamente al llegar, y San salió con una de sus mejores sonrisas mientras avanzaba hacia las oficinas. Cruzó entre muchos trabajadores, ignorando su presencia y manteniendo la mirada en alto. Giró en un pasillo y se detuvo frente a una gran puerta de madera. Tomó unos segundos para tomar aire antes de llamar suavemente. Esperaba a que le dieran permiso para entrar, y luego abrió la puerta e ingresó a la oficina.

Lo primero que vio fue el ceño fruncido de su padre y unos documentos sobre una pequeña mesa de vidrio. Soltó un suspiro y cerró la puerta tras de sí. Se lamió los labios nerviosamente y se acercó a su padre.

—No me sorprende tu impuntualidad —dijo el hombre, estirando su brazo para coger el vaso con whisky que estaba en la mesa.

—Se me presentó un problema, por eso llegué algo tarde. —mintió San, tomando asiento frente a él. Cruzó las piernas y lo miró, haciendo que su padre levantara una ceja.

—Te pedí los documentos de los Park, ¿los trajiste? — preguntó el hombre tras dar un sorbo a su trago.

San suspiró.

—Aún no están listos. SeongHwa dice que le faltan algunas fechas, lugares e identificaciones —volvió a mentir el pelirrojo.

—Ya veo… —una sonrisa sarcástica apareció en los labios del hombre, haciendo que San se sintiera incómodo. El hombre puso el vaso en la mesa de vidrio y suspiró. —¿Puedo saber por qué estabas en el sur anoche?

—Salí a despejarme —respondió secamente.

El hombre asintió y se lamió los labios antes de levantarse del sofá en el que estaba. Camino por la oficina con las manos en los bolsillos, rodeando a San mientras asentía con la cabeza, creando una tensión incómoda por el silencio reinante.

—Si no me necesitas más, tengo cosas que hacer. —dijo San levantándose del mueble, pero la mano de su padre se posó en su hombro, obligándolo a sentarse nuevamente y haciendo que su corazón se acelerara.

Sintió el aliento de su padre rozarle la oreja, lo que hizo que su respiración se descontrolara por el miedo que le proporcionaba.

—Espero que no me estés ocultando nada, San… —susurró el hombre con voz ronca. —No me gustaría arrebatarte lo que has conseguido trabajando duro… —apretó el hombro de San, haciendo que este frunciera el ceño.

—No te oculto nada, padre. —respondió con voz firme y segura, aunque por dentro se sintió nervioso y sudaba frío.

—Espero que así sea. —respondió el hombre alejando la mano de su hombro, permitiéndole irse. —Vete, te veré más tarde en la cena.

—Sí, señor. —respondió San y se levantó del mueble con una expresión seria mientras caminaba hacia la puerta de la oficina. La abrió y salió, cerrando la puerta tras de él. A paso rápido, caminó mientras trataba de controlar su enojo. —Maldita sea… —murmuró.

Se llevó las manos a la cabeza y soltó un suspiro. Caminó hacia su oficina, sintiendo las miradas de los trabajadores en cada paso que daba. Llegó a la puerta, la abrió y entró, cerrándola tras de sí. Se acercó a su estante con licores y se preparó un trago en un vaso de vidrio, sin pensarlo demasiado, lo tomó de un solo trago para relajarse un poco.

Varios golpes en la puerta llamaron su atención, así que dejó el vaso en el estante, se quitó el saco y dio permiso para entrar a quien llamaba. Se desabrochó las mangas de la camisa y miró hacia la puerta para ver quién lo necesitaba.

El rostro de YunHo apareció cuando abrió la puerta, y San lo invitó a entrar con un gesto. El rubio entró, cerrando la puerta  y caminó hacia el mueble en el cual tomó asiento.

—¿Todo bien? — preguntó el rubio.

—Nada del otro mundo, solo que Choi JoonHo insiste en que mi vida le pertenece —respondió el pelirrojo, cansado, tomando asiento frente a él.

—No solo la tuya, también la de quienes trabajan para él —comentó YunHo con una mueca triste—. ¿Te sirvió el número que me pediste?

San recordó los dígitos que YunHo le había enviado por mensaje hace unos minutos. Sacó su celular nuevamente, buscó el número, lo guardó en sus contactos y miró a YunHo, quien lucía preocupado.

—¿Pasa algo?

—No, solo que no entiendo cómo te has enredado con uno de los Jung… —dijo el rubio, mirándolo seriamente—. ¿Estás consciente de qué te estás metiendo?

San sonrió de lado.

—No estoy haciendo nada malo —respondió—. Tengo el apoyo tuyo, de Park y de Song. ¿De qué debo preocuparme? —volvió a sonreír el pelirrojo, pero YunHo lo miró aún más preocupado.

—Mira, no entiendo cómo demonios terminaste con uno de los Jung, pero si te soy sincero, siento que es algo extraño. Los Jung no actúan solos, mucho menos envían a alguno de su familia, ni siquiera a uno de sus hijos —comentó YunHo, desabrochándose el saco y quitándoselo—. WooYoung es el menor de los hijos de Jung, además del último de los 4. Él es el único que va a heredar todos los bienes de su padre… —San ladeó la cabeza al escucharlo, mostrándose interesado en el tema—. Y es muy extraño que WooYoung esté tan cerca de ti, siendo tú el hijo mayor y el heredero de los bienes de Choi. ¿No te parece extraño?

—Tal vez tengamos problemas paternos y nos sentemos a hablar de lo mucho que los odiamos… —bromeó San.

—¡San! No tomes esto a la ligera. Te estoy hablando en serio —suspiró YunHo—. Si permites que WooYoung se involucre en algo relacionado contigo, ya sea tu casa, tu club o cualquier cosa, podría complicar todo lo que has construido por ti mismo todos estos años —advirtió YunHo.

San hizo una mueca triste.

—Se fue esta mañana de mi apartamento —fingió una sonrisa, sorprendiendo a YunHo.

—¡CHOI SAN! —regañó—. He estado hablando como un idiota cuando ya te has acostado con él.

El pelirrojo se encogió de hombros y sonrió.

—Mira, Jung. Sé cómo es la vida de los Jung. Desde que nací, mi padre solo me ha hablado de las posesiones que quiere quitarles. ¿Por qué cree que Eternumbría está dividida a la mitad? Ambos se apostaron sus vidas y una maldita ciudad, y por eso tú estás trabajando para nosotros. Porque sin nosotros, tu familia estaría muerta —el rubio apretó la mandíbula conteniendo la rabia—. Así que no me digas si estoy haciendo bien o mal. Sé por dónde me estoy metiendo, pero no sé quién será el próximo sorprendido. Eso lo dejo a la suerte.

YunHo soltó un suspiro, se frotó la sien, miró a San y agarró su saco del sofá. Sacó algunos papeles y los puso sobre la mesa de vidrio que estaba en el centro de la oficina.

—Aquí está su registro y vivienda —dijo el rubio con tono serio, provocando que San le respondiera con una sonrisa irónica—. Me iré, nos mantenemos en contacto —agregó antes de salir de la oficina y cerrar la puerta de golpe.

San se lamió los labios y miró su celular mientras tomaba los papeles de la mesa y abría la pequeña carpeta amarilla. Sus ojos se posaron en una fotografía del documento del pelinegro, y sonrió al leer toda su información, número de contacto y dirección.

—¿Qué estás tramando, Jung? —murmuró marcando el número de teléfono de WooYoung. Aceró el celular a su oreja y esperó a que respondieran.

Una risita burlona sonó por el auricular cuando contestaron.

Tardaste en llamar.

—Ya veo que tenías mi número guardado —respondió San al escucharlo.

—¿Qué quieres, Choi?

—Además de que me recuerdes lo bien que besas, tal vez un poco de información…

Un suspiro se escuchó por la otra línea, y San se mordió el labio inferior al recordar pequeños fragmentos de la noche.

—¿Qué? ¿Quieres saber por qué me acerqué a ti?

—Eso ya lo sé, lindo. Lo que quiero saber es por qué me has estado siguiendo todo este tiempo.

Un silencio hizo que San riera.

—¿Qué? ¿Creíste que no me daría cuenta? WooYoung, llevas detrás de mí un año y medio. Fingir que no te conocía en mi propio club era la forma perfecta de sacarte información, pero esa noche quería disfrutarla, así que lo dejé pasar…

—No es divertido que sepas las cosas que yo hago…

—Ah, ¿no? A mí sí me parecen divertidas. ¿Por qué no nos vemos más tarde?

No.

—Vamos, no te hagas de rogar. No creo que hayas esperado todo un año y medio para acostarte conmigo una noche. Es eso o en verdad estás tramando algo en mi contra, y yo me daré cuenta.

Una risita volvió a salir del auricular.

Espero que disfrutes tu regalo, Choi.

—¿Regalo? ¿Qué regalo? —cuestionó arrugando el ceño.

Unos leves toques en la puerta hicieron que San mirara confundido hacia la entrada de la oficina.

—Señor Choi, tiene un paquete —la voz de una de las secretarias se escuchó en el pasillo.

—¡Vaya! No sabía que los Jung eran tan detallistas.

—Y bastante. Nos gusta dar sorpresas y regalos a las personas que queremos tan cerca…

La voz melosa de WooYoung hizo que la piel del pelirrojo se erizara. Se levantó del mueble y caminó hacia la puerta. Al abrirla, vio el paquete en el suelo, tal como su secretaria había mencionado. Se agachó para recogerlo y regresó a su asiento, mirando el paquete con curiosidad.

—Ooh, qué lindo de tu parte, WooYoung. ¿Es esto una recompensa por la buena noche que pasamos? —comentó San, provocando la risa de WooYoung por la línea.

Ah, sí. Claro, espero que lo disfrutes. Te veo pronto, Choi San. —respondió WooYoung antes de cortar la llamada abruptamente.

San sonrió satisfecho y miró el paquete frente a él. Era pequeña, una caja de cartón con una cinta roja y un sello blanco de un caballo en la esquina de la tapa. Quitó la cinta roja y abrió la caja, encontrando fotografías, una invitación y algunos papeles firmados. Arrugó el ceño al ver que las fotos eran de él durmiendo con WooYoung, saliendo de su club nocturno y teniendo encuentros clandestinos con personas no identificadas.

San apretó la mandíbula al revisar los papeles. Eran copias de las firmas que había hecho para algunos trabajos y posesiones, pero había otra firma en esos contratos que llevaba el apellido Jung por delante. Su corazón dio un vuelco al darse cuenta de que una de sus posesiones ya no le pertenecía; ahora le pertenecía a WooYoung.

—Maldito… —sonrió irónicamente—. Así que así quieres empezar a jugar…

Luego pasó a la invitación. Un sobre dorado con el mismo sello del caballo blanco llevaba su nombre escrito en tinta negra en la parte trasera. Al abrirlo, encontró una USB y un papel con una dirección, hora, fecha, nombre de un hotel y un número de habitación. San se mordió el labio inferior encantado con lo que veía. Sentía la adrenalina corriendo por su cuerpo, pues WooYoung estaba tocando la parte más segura de San: su competencia.

Cogió la USB y se dirigió a su escritorio, encendió el ordenador y conectó la USB en uno de los puertos. Esperó a que se abriera y en la pantalla se desplegó una carpeta con varios documentos. Al abrir una de ellas, San se encontró con imágenes, videos, audios y documentos que mostraban a su padre en situaciones incómodas. La incomodidad invadió a San al preguntarse cómo WooYoung tenía toda esa información.

En ese momento, su celular sonó en el escritorio. Levantó el teléfono y abrió el mensaje entrante:

“Espero que te haya gustado tu regalo, Choi. Solo te envié lo más importante que creo que aún no conoces. Si quieres saber más, solo ven a verme…”

San apretó la mandíbula y volvió la mirada a la pantalla del ordenador. Marcó el número de WooYoung, pero no obtuvo respuesta. Intentó varias veces, pero seguía escuchando el tono de fuera de servicio.

WooYoung le había revelado algunos secretos sobre los Choi, lo cual fue una sorpresa para San. Si bien sabía que su padre tenía mucha influencia en asuntos financieros y ocultaba algunos secretos, lo que veía ahora le provocaba una sensación diferente. Sentía un deseo de arruinar lo que había descubierto, una urgencia por arrebatarle algo a alguien que él nunca había tenido. Cada vez que revisaba los archivos en esas carpetas, su curiosidad y ansias de saber más aumentaban. Todo lo que le habían ocultado estaba ahí, y parecía haber más información por descubrir. Sin embargo, lo que realmente quería saber era qué tenía que ver WooYoung con todo esto y por qué era él quien le proporcionaba la oportunidad de ver cosas que los Jung podrían usar en su contra para arruinarlos.

Muchas preguntas rondaban en la cabeza del pelirrojo, pero no encontraba respuestas. Se sentía al borde de la desesperación al darse cuenta de que WooYoung no le contestaría. Básicamente, él mismo se entregó una granada y le quitó el seguro. Se estaba consumiendo con mentiras y siendo testigo de situaciones violentas y documentos falsificados. Todo esto hacía que su deseo de traicionar a su familia creciera cada vez más en su interior.





Notita:

Ea, aquí el otro capitulo. Espero que les haya gusto y haya logrado plasmar la intriga sjsj, nos vemos pronto <3

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