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𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘃𝗲𝗶𝗻𝘁𝗶𝘀𝗶𝗲𝘁𝗲.

Hipódromo de Seúl, en la ciudad Gwacheon, Gyeonggi-do, se estaba llevando a cabo el gran evento anual de carreras hípicas, el Derby de Corea. Uniendo así a las personalidades más destacadas del país y el mundo del deporte. El presidente Jeon Jung-suk era uno de los anfitriones e invitados de dicho evento exclusivo.

También se llevaría a cabo un juego de Polo dónde su hijo sería parte de uno de los equipos.

Él ya se encontraba en los vestuarios junto a los de su equipo, solo faltaban minutos para que salieran al campo de juego.

El pelinegro terminó de ponerse las botas marrón oscuro de caña alta sobre sus jeans blancos, era parte del uniforme, acomodó su camiseta polo de Lacoste color azul marino con el número tres en su espalda, su posición, dejó tres botones desabrochados de lo contrario, estos le causarían demasiada claustrofobia.

Acomodó con algo de hastío una falsa manga en su brazo derecho cubriendo gran parte de sus tatuajes, no era bien visto en un evento de esos. Se denotaba vulgar y de muy mal gusto, pero a él le resbalaba lo que la gente pensará solo lo hacía por respeto y porque no quería más escándalos. Estaba enfocado en terminar ese bendito juego, ganarlo y buscar a una determinada persona.

Hicieron la última llamada pidiéndoles a todos que salieran al campo de juego, allí los estarían esperando sus caballos listos para ser montados. JungKook no pudo evitar recordar la forma en que él la…

—Hijo —volteó para encarar a su padre, el hombre parecía de buen humor, siempre lo estaba en estos eventos sociales dónde podía presumir los dotes deportivos de su buen mozo y encantador hijo— ten mucha suerte en el campo, JungKook, sé que llevarás al equipo a la victoria como siempre.

JungKook hizo una leve inclinación con su cabeza acompañado de una sonrisa ladina. Él más que nadie sabía lo competitivo que era cuando se trataba de un evento deportivo de esos. Durante más de tres años consecutivos había llevado al equipo de polo a la victoria.

Entró al campo con la fusta en su mano dando ligeros golpecitos en la palma, iban enfundados en unos guantes blancos. Sonrió en grande cuando se reencontró con su caballo, una yegua de pura sangre de diez años de edad, de pelaje marrón oscuro, músculos muy potentes y un temperamento fuerte. Aunque JungKook sabía cómo domarla no había sido nada fácil al principio.

Hubo demasiadas caídas y malos momentos en que ninguno se toleraba, pero común pasaban los años de entrenamiento él supo ganarse el cariño y confianza de aquel animal temperamental, se entendían tan bien que parecían almas gemelas. Había sido un regalo por parte de su abuelo materno.

Desvió la mirada por un momento hacia los palcos superiores, pudo vislumbrar a su padre y madrastra sentados junto algunos ministros y sus respectivas familias, a la familia Park y a ella. Estaba enfrascada en el folleto del evento sin darse cuenta de nada. La observó con detenimiento, estaba bellísima, totalmente deseable. Algo que debía evitar por el momento para no arruinar la concentración que le había costado obtener.

Montó a la yegua luego de darle una cuantas caricias.

Izanami, hoy necesitamos ganar esto —habló inclinándose un poco cerca del oído del animal— así que hoy te dejo ser, muéstrame que tan salvaje y capaz eres, preciosa mía.

La yegua trotó sobre el césped verde adentrándose al campo relinchando en respuesta. JungKook se colocó en posición al igual que sus tres compañeros a sus costados enfrentando al otro equipo. Luego de presentarse el himno nacional, la chicharra sonó dando comienzo al juego.


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Las ovaciones y aplausos rugían en todo el campo festejando la victoria del equipo donde jugaba JungKook, había sido un partido muy parejo, pero en el último minuto todo se dio vuelta llevando a uno solo al éxito.

Bajó del caballo de un salto magistral con una sonrisa en el rostro, eran momentos de placer cuando ganaba, acarició y felicitó a su yegua despidiéndose con un beso en el hocico del animal saliendo a recibir a la gente que lo felicitaba. Uno de los asistentes le tendió una botella de agua que él agradeció para tomar con prontitud el líquido vital. Se limitaba a sonreír mientras lo alababan.

No se sentía tan bien como antes, no podía disfrutarlo en grande como solía hacerlo era un tanto extraño. Se había quitado el casco y los guantes acercándose a la mesa donde su padre y otras personalidades se encontraban sentadas. No pudo evitar cruzar miradas con Hye-min, quería hablarle, quería que lo felicité de mil maneras, solo la quería a ella en esos momentos.

—¡Felicitaciones, mi Guk-ah! —chilló Sana rodeando con sus brazos su cuello, JungKook no correspondió la felicitación, posó sus manos sobre la cintura de la chica en un intento por alejarla con cuidado. Sus ojos aún estaban en la castaña quien hablaba animadamente con NamJoon unos metros más lejos.

—Felicitaciones muchacho —el embajador Minatozaki le dió golpecitos suaves al hombro llamando su atención.

Su padre, al lado de este con una sonrisa abismal en su rostro, todos hablando a su alrededor de lo perfecto que era su hijo como atleta de lo bien que hacía las cosas y de lo bueno que sería el día de mañana como el futuro líder del país.

Fingió una sonrisa comenzando a caminar hacia su único objetivo, saludó alejandose de todos los que lo querían detener a felicitarlo o iniciar una conversación. Sana siendo la que lo detuvo en su lugar cuando se enganchó en su brazo.

—Oppa, por qué no vienes a nuestro palco —sonreía de forma angelical, tenía un vestido rosa que hacía resaltar las curvas de su cuerpo como su piel nívea y aquellos rizos rojos— o podríamos ir a otro lugar más privado a divertirnos —susurró coqueta en su oído.

JungKook tragó saliva, en el pasado hubiera aceptado sin chistar a la segunda opción, pero ahora le causaba algo de repulsión, no  por la pelirroja, sino lo que hubiera hecho con ella.

<<Pero bien que lo volverías a hacer con Hye>>.

—Lo siento, Sana, tengo algo muy importante que hacer —respondió quitando suavemente la mano de la chica de su brazo— luego nos vemos.

—¡JungKook, detente! —se detuvo dándole la espalda, suspiró cansado y apurado volteó a mirarla— ¿qué te pasa? Es por ella, ¿verdad? Me estás rechazando por… esa.

—Te voy a dejar algo en claro y espero que no lo vuelva a repetir jamás —masculló con seriedad— lo que haga con mi vida no te incumbe, nosotros no somos nada, solo follamos y ya. Si salgo con alguien o no tampoco es de tu incumbencia —dictó firme alejándose.

Tal vez haya sonado grosero, tal vez no era forma correcta de hablarle y terminar las cosas así. Pero en esos momentos no estaba listo para enfrentar algo más que no fuere la castaña.

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Luego de haberla buscado por todos lados, se adentro a los establos encontrándola junto a un caballo blanco, aún no se había dado cuenta de su presencia, se acercó todo lo que pudo sin intenciones de asustarla. La observó con atención, la manera tan delicada y desinteresada en que acariciaba al animal quien parecía muy cómodo ante su toque. La forma en que ella sonreía, tan brillante y encantadora sin darse cuenta que él también sonreía como tonto.

—¿Qué haces aquí, JungKook? —preguntó con cansancio en su voz, colocándose de brazos cruzados.

—Solo quería hablar contigo —masculló mirándola con atención el rostro, deteniéndose en los labios carnosos de esta. Hye-min resopló, rodó los ojos comenzando a alejarse, pero JungKook la detuvo del brazo sin ser brusco cuando quiso pasar por su lado— me gustas mucho Hye, te lo repito, me encantas.

—No te basto con follarme anoche, ¿necesitas otra sesión? —murmuró mirando hacia otro lado sintiendo su corazón latir como loco porque aquello había pasado— lo siento, Jeon, lo mío también es de solo una vez.

Hye-min logró zafarse del agarre, pero él fue más rápido al sujetarle de la cintura aferrándola a su cuerpo y estampando sus labios a los suyos. La besó de forma dulce, lenta, pero profunda, su mano libre acariciaba la mejilla de esta sintiendo una extraña sensación de placer en su interior. Pero no el placer de lo sexual sino de sentirse bien y cómodo, como nunca antes.

—Una oportunidad, bonita, dejémonos llevar por favor —murmuró rozando sus labios, sus ojos se mantenían cerrados, sus respiraciones erráticas eran compaginadas y sus frentes estaban unidas— quiero saber que es esto que siento por ti.

—Esta bien, JungKook —respondió dándole al chico una inesperada emoción de alegría— hagamos que esto sea divertido —no sonaba nada segura, pero se dejaría llevar.

Pensando en su mente que debía prepararse para cuando llegase el final entre los dos.

JungKook sonrió abiertamente, estaba feliz, era la primera vez que se sentía genuinamente feliz. Volvió a besarla de forma inocente por unos segundos más disfrutando la sensación de sus labios juntos, entrelazó los dedos de sus manos saliendo con ella de los establos.

Pararon en seco al encontrarse con la presencia del señor Jung-suk frente a ellos, Hye-min se soltó rápidamente dejándole al pelinegro una extraña sensación de frialdad, pero entendiendo muy a duras penas el porque.

—Señor Jeon —saludó la chica con una reverencia.

—Abeoji —saludó su hijo con una sosa inclinación de cabeza.

El hombre contestó a ambos con un asentimiento de cabeza.

—¿Qué te ha parecido la demostración de mi hijo, querida?

—JungKook siempre nos sorprende, señor —respondió tan formal y elegante como ella lo sabía hacer— realmente es muy bueno en todo lo que hace —enfatizó el todo con cierto tono doble en sus palabras. El chico escondió una sonrisa divertida al entender, quería comérsela allí mismo.

—Me alegra mucho —respondió mirando con atención a la castaña— debemos pasar al salón para la cena. Hay que festejar nuestra victoria.

El señor Jung-suk rodeó con su brazo el hombro de su hijo comenzando a caminar con él a su lado. Hye-min los siguió en silencio detrás cruzando de algunas miradas cómplices con el pelinegro. No podrían hablar ni estar juntos mucho tiempo, no con toda esa gente allí.


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Se levantó de la mesa excusándose por un momento, caminó entre toda esa gente con el objetivo de refrescarse un poco, se detenía de vez en cuando a saludar a la gente y conocidos, era una persona que todos estimaban. Era una jovencita muy amable y correcta.

Entró al baño saludando a otras dos mujeres conocidas, se metió a uno de los cubículos cerrando el pestillo disponiendo hacer lo suyo, haber bebido mucho líquido por culpa de los nervios no había sido buena idea.

Acomodó su ropa apretando el botón para que el agua corra en el excusado, abrió la puerta con la intención de lavarse las manos, llevándose una sorpresa cuando encontró al pelinegro recargado sobre el lavamanos de mármol.

—¡Me asustaste, JungKook! —sentía su corazón retumbar dentro de su pecho, el chico no contestó, solo se limitaba a mirarla fijamente— estás en el baño de mujeres por si no lo sabes —evitó mirarlo y se dirigió a abrir el grifo, agregó jabón en sus manos para lavarse. Él seguía en silencio observándola de reojo de brazos cruzados— ¿Qué haces aquí?

Hye-min se atrevió a mirarlo por unos instantes, ya no tenía puesto el uniforme de Polo, pero aquellos pantalones de vestir con detalles de cuadros negros y grises adheridos a sus muslos bien trabajados le quedaban muy bien y ni hablar de aquella camisa negra de botones que lo hacía ver imponente. Se veía extremadamente sexy dejando que su cuerpo musculoso llamara la atención, recordándole cuando sus manos tocaron cada parte de aquel cuerpo masculino a su lado.

Sino hacía algo enloquecería, iba a reprocharle aprovechando de marcharse, pero antes de siquiera pudiera sonar una palabra fuera de su boca, se encontraba sentada sobre el mármol con su boca siendo devorada por el chico, sus piernas abiertas y él entre medio de ellas. Las manos del pelinegro apretaron sus muslos, subían llevándose la falda en el proceso, las yemas de sus dedos sintiendo la tela del encaje de la ropa interior femenina.

Hye-min gimió en la boca de JungKook cuando sintió aquellos largos dedos rozar su zona íntima, sus manos se aferraban a la espalda ancha, se besaban con pasión como si se necesitarán con locura. Los delgados labios del chico pasaron a besar la piel del cuello de la castaña, bajó lento hasta comenzar a succionar la piel de los pechos femeninos, aquel escote en V le llamó la atención desde el minuto uno.

—Nos pueden descubrir —gimoteo ella mordiendo su labio inferior mientras él seguía besando su cuello y sentía como aquellas manos grandes le apretaban el trasero haciéndole sentir la erección que el pelinegro tenía dentro de sus pantalones.

—La puerta tiene seguro —respondió con voz ronca, mirándola a los ojos. Hye-min no pudo evitar jadear al encontrase con una mirada tan penetrante y oscura que sentía que se vendría allí mismo sin siquiera ser tocada.

Fue su turno de besarlo, acercando su intimidad al de él, quería sentirlo más de cerca. Mordió el labio inferior del chico metiendo su lengua dentro, sus respiraciones eran aceleradas, necesitaban aire, pero no podían separarse ni dejar sus manos quietas.

—Tiempo, tiempo —se alejó, intentando recuperar el aire, JungKook descansó su frente en el hombro de ella también recuperando el aliento. Dentro de sus pantalones tenía un asunto doloroso.

Besó castamente la piel del cuello de la castaña, su clavícula, su mejilla deteniéndose a mirarle el rostro y peinar unos mechones de cabello que se le pegaban a la frente, estaba con las mejillas sonrojadas y los labios abultados estaban rojos e hinchados.

Iba a besarla otra vez para no detenerse hasta llegar al final, pero soltó un jadeo de sorpresa rememorando algo.

—Hye-min, nosotros no… anoche no usamos, yo termine… —tragó saliva no pudiendo terminar la frase por lo aturdido que se encontraba. Ella suspiró acercándose a él con lentitud, rodeó su cuello con sus brazos y acercó su rostro acariciando con su nariz la del chico.

—Sabés, a veces pienso que eres tonto o que te haces… no te preocupes, Kook, tomó pastillas anticonceptivas, es imposible que pueda quedar embarazada —ante la seriedad extrema del pelinegro ella suspiró y acotó— me ayudan a regular mi periodo y los dolores que eso conlleva.

—Ok, entonces no debemos preocuparnos por nada, ¿entonces?

Ella negó, bajó del mármol comenzando a arreglar su ropa, los dos se miraron al espejo, estaban con las mejillas coloradas y algo sudorosos. Rieron por lo bajo cuando coincidieron sus miradas. Una vez listos, sacaron el seguro de la puerta del baño siguiendo la velada como si nada hubiera pasado.

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