𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘁𝗿𝗲𝗶𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝗼𝗰𝗵𝗼.
Miraba el paisaje de las calles a través de la ventana del living, llevó a sus labios la taza humeante de té caliente bebiendo un sorbo, las calles de Nueva York se encontraban abarrotadas de nieve por el crudo invierno azotando la ciudad.
La puerta principal se abre de repente haciendo que la ahora rubia volteara su atención en aquella dirección, dejó a un lado la taza de té para recibir en sus brazos y con una gran sonrisa a una pequeña niña.
—¡Omma, mira lo que me compró appa! —dijo mostrándole una muñeca 'american girl' de cabello marrón.
—¡Nam! —reprochó al hombre detrás— qué te he dicho de comprarle más juguetes.
El moreno suspiró extenuado dejando su gabardina en el respaldo de una silla de la sala, se veía abatido y eso llamó la atención de Hye-min cambiando un poco su actitud. NamJoon se acercó a la mujer y la niña siendo la última su panorama.
—Pequeña, porqué no vas a jugar a tu habitación, tu madre y yo debemos hablar —pidió con dulzura, la menor asintió alejándose por el pasillo luego de besar la mejilla del mayor.
Hye-min se acercó lentamente hasta NamJoon una vez solos, él cabizbajo metió las manos a los bolsillos de su pantalón.
—¿Qué pasa, querido? —preguntó ella colocando sus manos en los hombros de él masajeándolos.
—Acabo de recibir una llamada desde Seúl, mi padre falleció hace un rato de un infarto fulminante —reveló con lágrimas contenidas en sus rasgados ojos de dragón.
Hye-min totalmente perpleja se acercó lo suficiente para abrazarlo y contenerlo entre sus brazos, unas suaves caricias en su espalda y nuca jugando con su cabellos.
—Hye, yo sé que tú no...
—Estaremos contigo —murmuró separándose un poco para mirarlo a los ojos con una tenue sonrisa en sus labios— iremos a Seúl cuando tú lo decidas, cariño.
NamJoon colocó sus manos sobre la cintura de Hye-min para acercarla a su anatomía fundiéndose en un abrazo cálido. Realmente estaba agradecido de tener a una persona tan compañera como lo era ella para con él. Y Hye-min estaría a su lado sin importar qué.
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—Omma, ¿a dónde iremos? —preguntó la niña jugando con la nueva muñeca, sentada en el medio de su cama. Hye-min guardaba la ropa de su hija en una valija mediana, suspiró tomando asiento en la orilla de la cama al lado de la menor.
—Iremos a Corea por unos días, bebé —alargó sus brazos para que la pequeña se sentará en su regazo— tu abuelito estaba algo enfermo y él, partió a otro lugar —explicó acariciando los cabellos negros de la menor.
—¿Murió? —preguntó con cuidado a lo que la mujer asintió haciendo un ruidito de afirmación con la garganta— oh, jamás lo conocí personalmente, salvó cuando hablaba con él y la abuela por teléfono. Appa debe estar muy triste.
—Lo está, mi vida —dijo rodeando a la niña con sus brazos y apoyando su mejilla en la cabeza de esta— por eso nosotras vamos a acompañarlo y a estar para él.
—Hay que abrazarlo mucho y darle besitos y caricias —rodeó los brazos de su madre mientras ambas se sumían en un cómodo silencio que duró un par de minutos ya que la puerta de la habitación fue tocada con un par de golpes suaves.
—Permiso, ¿se puede? —la voz baja del mayor de los hermanos Park se escuchó llamando la atención de ambas.
—¡Tío JiMin! —gritó la niña, bajando del regazo de su madre para correr y lanzarse a los brazos del azabache.
—Hola mi princesa, pero que linda sobrina tengo, la mejor, la más hermosa —aduló él con algarabía.
—La única que tienes —bromeó ella con sus manitos sobre el hombro de este. JiMin besó sonoramente la mejilla redondita de la niña haciéndole reir y luego desvío la mirada hacia su hermana que seguía acomodando la ropa en la valija con aire distraído.
—Princesa, hazme un favor, tu tía Mónica está afuera, ve a saludarla y a hablar con ella un rato, ¿si? —la niña más que contenta asintió efusiva bajando de los brazos de su tío— me la cuidas, eh —el azabache al ver que la infante cerró la puerta detrás tomó asiento a un costado de la cama mirando fijamente a su hermana.
—Estoy bien.
—¿En serio lo estás? —ambos se miraron por unos segundos. Ella asintió fingiendo una sonrisa, fingir le salía muy bien. Jimin se levantó acortando la poca distancia, la estrechó entre sus brazos conteniéndola— ¿Tienes todo listo?
—Ya casi, solo falta terminar con la valija aquí, cambiar a mi bebé y listo, ¿vendrán con nosotros al aeropuerto? —preguntó separándose unos centímetros, levantó un poco la cabeza mirando el rostro de su hermano recibiendo la afirmación de este con un movimiento de cabeza.
—Si, los llevaremos y los despediremos —respondió conteniendo a la rubia entre sus brazos.
—Oppa, me estás asfixiando —sin siquiera contestar la estrechó más fuerte contra si mismo repartiendo sonoros besos en la frente de su hermana causando su risa.
Hye-min agradecía tener a JiMin con ella, era su más grande compañero y apoyo.
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Habían llegado al aeropuerto después de unas horas, JiMin y su novia los habían acompañado para despedirse de ellos. Tanto NamJoon como él trabajaban en una enorme e importante editorial teniendo ambos, cargos muy altos. JiMin había sacado varios libros a la venta dónde relataba historias de sus viajes, recomendaciones de lugares y momentos gratos y no tan gratos. En uno de sus viajes a Sudamérica había conocido a la que hoy era su pareja. Hye-min tenía un puesto en la embajada de Corea del Sur, trabaja muy bien y se mantenía lo suficientemente ocupada. Hacia cuatro años que trabajaba allí.
Tanto NamJoon como Hye-min tenían una vida hecha y establecida en los Estados Unidos.
Luego de hacer el check-in en las mesas centrales, de despachar por las cintas sus valijas, se despidieron en un ameno y reconfortante abrazo. No era un ambiente muy alegre para ellos, pero no podían no contagiarse del entusiasmo que la niña tenía al saber que conocería por primera vez el país donde sus padres nacieron.
La pequeña iba en brazos de NamJoon, ambos en una conversación entretenida en lo que caminaban por el pasillo en dirección al interior del avión. Hye-min detrás de ellos observaba lo felices que se veían juntos, se entendían tan bien que eran tal para cual, como almas gemelas. En su interior, no podía evitar sentir melancolía y una extraña sensación de tristeza.
Buscaron sus asientos correspondientes en primera clase, NamJoon tomó el asiento del lado del pasillo mientras que Hye-min lo hizo del lado de la ventanilla porque sabía que su niña querría ver las nubes una vez estén volando. Se acomodaron en sus respectivos lugares esperando al despegue.
Los nervios haciéndole doler el estómago acompañadas de unas repentinas náuseas tomándole por sorpresa.
—Mi vida, ¿te encuentras bien? —preguntó el moreno sujetando la mano de la mujer, ella volteó sonriendo restándole importancia a su situación. Lo menos que quería era preocuparlo con algo más.
—Si, de repente sentí náuseas —comunicó despreocupada y el hombre a su lado enarcó una ceja mirándole fijamente— tranquilo, no es nada, son los nervios por el vuelo —Namjoon asintió no tan convencido, pero no se movió ni un centímetro al darse cuenta de que ella no le soltaba la mano.
—Omma, tal vez deberíamos ir al médico —habló la niña poniéndose a horcajadas en la falda de su madre, su boquita de labios finos y rosados hacían un pequeño puchero adorable mientras tenía el ceño ligeramente fruncido a causa de la preocupación— no quiero que te enfermes.
—Estoy bien, mi bebita —murmuró Hye-min, dejando que su hija una su frente con la suya, conteniéndole el rostro con sus manitos.
—No estés nerviosa, omma bonita —respondió con un minúsculo besito en la nariz de su madre— yo estoy aquí para cuidarte si te sientes mal —sonrió.
—Lo sé, si te tengo a ti no hay nada que duela, te amo hija —susurró evitando soltar un sollozo besando la pequeña naricita.
—Yo aún más —contestó, escondiendo su rostro en la cuenca del cuello de su madre, cerró sus ojitos, una de sus manitos se metió dentro de la blusa de la mayor con la intención de sentir la piel cálida de esta. Era una maña que siempre tenía al dormir. Hye-min se acomodó mejor de modo que ambas pudieran dormir abrazadas, besó la mejilla sonrojada de su niña repartiendo caricias a su espalda y tarareó una canción de cuna.
NamJoon las veía con ternura desde su puesto, la relación que ellas compartían era tan intensa y profunda que las admiraba. Hye-min era una madre con todas las letras y no podía estar más orgulloso de ella.
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Habían sido un poco más de catorce horas de vuelo, los tres estaban muy agotados y con ganas de solo llegar para descansar. Una vez tuvieron sus valijas en manos salieron al exterior, en la zona más apartada una camioneta negra los esperaba. Mientras un ayudante subía las maletas, NamJoon se acercaba a abrazar a su madre y a su hermano, los había extrañado muchísimo y en tales circunstancias solo quería estar a lado de ellos.
Hye-min tenía a la niña dormida en sus brazos, pero eso no evitó cruzar miradas con su madre cuando está bajo del rodado, era como si miles de sentimientos se hubieran amortiguado con tan solo verla. Las dos se abrazaron fuertemente, sollozaban y sonreían porque a pesar de todo, la felicidad de volverse a ver después de tanto tiempo estaba allí.
Luego de más saludos y abrazos, dónde la felicidad de las abuelas fue mayor al ver a la pequeña en persona, se dispusieron a subir todos juntos. Por ahora, se quedarían en la residencia Kim, una casa lo suficientemente grande y acogedora para las visitas. Serían días muy movidos. Serían días donde las emociones iban a estar a flor de piel para la mayoría.
Hye-min se encontraba acomodando la ropa de ambos en perchas que irían directamente al enorme clóset. Se quedarían en la habitación que solía ser de NamJoon cuando vivía allí. No podía negar la nostalgia que la atrapó una vez tocó su tierra, eran miles de recuerdos que había dejado allí para evitar algunos sentimientos indeseados, sentimientos que había guardado bajo siete llaves y que le sorprendía no quisieran salir por ahora.
—InJae dice que saldrán con NamJoon y HyunWoo a ultimar detalles para el funeral, la niña está durmiendo en la habitación de enfrente —la señora Jennim abrazó a su hija y luego besó la coronilla de esta— no sabes lo que te he extrañado, mi vida.
—Fuiste para el cumpleaños de JiMin, omma, no exageres —rio por lo bajo, suspiró separándose, se acercaron a dos sillas cerca del pequeño balcón y tomaron asiento— ¿Appa vendrá a vernos?
—Si —asintió con una tenue sonrisa en sus labios— está muy contento de que estén aquí, a pesar de que también está triste, WooKyun era su mejor amigo.
Hye-min bajó su cabeza mirando el color blanco de sus uñas, tragó saliva con las palabras atascadas en su garganta.
—Toda la sociedad estará allí, Hye —comentó la señora Park respondiendo a una pregunta jamás cuestionada, pero con idea similar. La rubia solo asintió aún con sus ojos en sus manos.
—Creo que dormiré un rato, luego tendremos tiempo de seguir charlando, hay mucho de que hablar —murmuró tomando la mano de su madre en un apretón cariñoso— mañana será un día muy largo para todos.
Y no se equivocaba en ello.
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Durmió un par de horas, en medio de eso su hija se escabullo para dormir junto a ella, amaba dormir con su madre. Luego NamJoon también se acopló a las dos, lo abrazaron y llenaron de besos, el mayor había llegado con su rostro hinchado y colorado de haber llorado, por un momento no todo fue tristeza.
Hye-min miró a ambos dormir a su lado, la habitación se encontraba a oscuras, solo las luces de afuera y la luna alumbraba un poco, giró sobre el colchón mirando al techo, tragó saliva por un pensamiento intrusivo que hizo acelerar su corazón. Con cuidado se levantó tomando asiento en la orilla de la cama, bebió un vaso con agua que se encontraba sobre la mesa de luz dejándolo otra vez sobre la superficie y con mucho sigilo se dirigió al baño con intención de vaciar su vejiga.
Apenas había tocado bocado pendiente de su hija, la niña estaba fascinada con cada persona nueva, con sus abuelos, con su tío —hermano del moreno— y a pesar de que allá en Estados Unidos hablaba inglés como su idioma principal, el coreano estaba muy bien ingerido en su habla. Tenía ciertas dificultades, pero su acento sonaba muy bonito y tierno para los demás.
—¿Hye? —Namjoon entró con sus ojos achinados y su voz ronca por haber despertado recién, tenía su cabello algo despeinado. Se acercó a ella abrazándola por detrás— no has comido nada.
—No tenía hambre.
—No has comido desde que salimos de casa —sonó más a reproche, no hubo respuesta alguna, el hombre suspiró colocando su barbilla sobre el hombro de ella— mañana me veré obligado a hacerte desayunar muy bien, estaremos casi todo un día en el funeral de appa. Luego se hará una pequeña reunión aquí con los presentes.
Hye-min volteó escondiendo su rostro en el pecho de NamJoon y se abrazó a su cintura. Aspiró la suave colonia masculina cerrando sus ojos.
—No te preocupes, Nam, mañana comeré mucho para estar bien, solo son los nervios del vuelo, el cansancio y el estar pendiente de mi bebita —dijo siendo apretujada por los fuertes brazos del hombre.
—Hye, solo estaremos una semana —susurró cerca de su oído— no pasará nada, luego volveremos a nuestras vidas con normalidad allá en América.
—Ok —musitó, su cabeza comenzando a ser un tumulto de pensamientos y escenarios catastróficos.
—¿Estás segura de qué no quieres...
—No hagas esto, no me pidas que lo intente, no quiero hacerlo no me hagas hacerlo —sollozó rememorando un mensaje recibido en el pasado.
—Esta bien, no te preocupes, nena —besó su mejilla volviendo a contenerla— estaremos bien.
Con estos dos capítulo les he dado un contexto de lo que pasó. Se que suena muy loco, pero, ustedes armen sus teorías.
La historia se viene con todo, así que preparen sus palomitas y pañuelos.
Gracias, en serio, muchas gracias por leer y estar aquí, no saben lo feliz que me hace que les esté gustando.
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