𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘁𝗿𝗲𝗶𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗲.
El funeral del ex ministro de seguridad, Kim WooKyun había sido muy concurrido. Grandes personalidades de la política y sus familias estuvieron presentes, aún así, intentaron hacerlo lo más privado posible. No querían a los medios rondando las cercanías de la residencia Kim.
Hye-min había acompañado a NamJoon y su familia durante todo el funeral y parte del entierro. Por razones obvias, se había retirado antes, necesitaba ver a su hija por unos momentos antes de que la casa se llenará de gente. Para su suerte, la señora Kim se había tomado el atrevimiento de contratar una niñera para que cuidará y acompañará a la más pequeña en lo que los adultos se mantenían ocupados.
—Señora Park —saludó la joven con una reverencia cuando vio a la rubia entrar a la habitación— acaba de dormirse, no quiso antes por esperarlos. Almorzó y después de algunos juegos cayó rendida —comentó en voz baja.
Hye-min le susurró un gracias con una sonrisa, se acercó hasta la cama admirando a la menor dormir con un peluche bajo su brazo, besó su cabecita y repartió caricias en su cabello azabache, verla dormir era una de las cosas que más le gustaba, su pequeña era hermosa. Se quedó un par de minutos más, dejó algunas indicaciones a la joven niñera antes de irse a hacer acto de presencia en el salón de la residencia Kim.
La mayoría de la gente había llegado, en gran parte eran conocidos, a la mayoría había visto en el entierro y a otros recién se los encontraba allí. Era tanto el tiempo que había pasado lejos del país que muchos se sorprendían de verla tan cambiada.
—¿Hye-min? —volteó encontrando el rostro conocido de una mujer que ahora llevaba su cabello negro— ¡Oh, por Dios, Hye! —al segundo estaba siendo apretujada por los brazos de su amiga SolHyun, la rubia la rodeó con los suyos dándole ligeros golpecitos a su espalda, más atrás vislumbro el rostro de Min Yoongi con una sonrisa en sus labios— no sabes lo mucho que te extrañe, tonta —susurró en un sollozo.
—Yo también lo hice, Sol —se separó riendo mientras secaba las lágrimas de la otra con delicadeza— me alegra mucho verles.
SolHyun volvió abrazar a Hye-min sollozando un poco más, realmente la había extrañado, jamás supo porque su amiga se había marchado tan de repente al otro lado del mundo sin dar explicaciones, en realidad, tenía una idea de ello, pero aún así eran más las dudas no contestadas.
—Nosotros nos alegramos de verte a ti, ha pasado mucho tiempo —murmuró Yoongi posando la mano en la espalda baja de SolHyun. Fue allí y al separarse por completo que Hye-min reparó en la pancita abultada de la mujer. Sus ojos se abrieron de más al darse cuenta de la situación de esos dos.
—Aunque no hayas venido a nuestro casamiento —SolHyun secó unas lágrimas— te perdono y me complace decirte que serás tía —intentando no chillar de la alegría en medio del ambiente cabizbajo se abrazaron felices. La rubia estaba muy feliz por ellos dos y por todo lo que estaban pasando.
—Tenemos mucho de que hablar —la pareja se miró cómplice, Hye-min tragó saliva y fingió una sonrisa— vamos, quiero que Nam los vea.
Se dirigieron hacia un rincón de la casa donde se suponía se encontraba la familia Kim recibiendo a los invitados que iban llegando. NamJoon se alegró de ver a la pareja también, les agradeció su presencia y compartió algunas palabras con ellos.
—InJae, mi más sentido pésame —aquella voz grave y ronca llamó la atención de Hye-min, se encontraba un poco escondida entre el cuerpo de NamJoon y Yoongi, tragó saliva al encontrar la mirada del señor Jeon Jung-suk. El hombre saludó con una mueca de desconsuelo en su rostro a la señora Kim y su hijo menor, NamJoon se acercó a ellos cruzando unas palabras con el hombre y su esposa.
Más personas acercándose, el señor Jeon hizo una reverencia despidiéndose, volvió a cruzar una mirada cómplice con ella. Hye-min jamás bajo su rostro ni su mirada, jamás se dejaría intimidar por aquel hombre que le daba pena y asco, pero tampoco pudo evitar sentir miedo y pánico en su interior porque si ese hombre se encontraba allí, lo más probable era que alguien más cercano a este también lo estaría. Lo que implicaría un reencuentro que quería evitar a toda costa.
Todo fuera para el bien de todos.
Por un momento decidió salir de allí, prefería estar lo más lejos posible del centro de atención, se disculpó con la excusa de una llamada, se acercó por un momento dónde sus padres que también se encontraban al lado, por lo que su cabeza solo decidió que llamaría a su hermano para hablar unos momentos con él.
—Esto aún seguirá un rato más... ajam... Si, lo sé... nosotros también te extrañamos... está bien, te amamos —cortó la llamada luego de un rato de conversación sintiendo de repente una extraña sensación en su espalda, era como si una mirada penetrante la atravesará. Giró sobre sus tacones no encontrando nada fuera de lo normal solo la gente amontonada unos metros más allá.
Vislumbro al actual ministro de economía hablando con otro hombre, este estaba de espaldas a ella por lo que no podía ver su rostro, pero por un momento no pudo evitar mantener sus ojos en aquel desconocido por llamar su atención de una manera abismal. Su estómago revolviéndose de repente con algo extraño.
—Señora Hye —la niñera captó su atención, se veía agitada y su rostro tenía una mueca de inquietud, no le basto decir nada que la rubia ya sabía que se trataba de su niña.
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La pequeña abrió sus ojos encontrándose sola en medio de la cama, no había nadie a su alrededor, ni siquiera veía a su niñera en la habitación. Rodó por el colchón y con ayuda de sus bracitos colocó sus pies en el suelo, caminó dirigiéndose hasta la ventana, bostezó refregando sus ojitos con el dorso de su mano y removió las cortinas dejándole ver el movimiento afuera. Había mucha gente en la entrada, todos vestían de negro y estaban bien abrigados. Había escuchado que habría una reunión luego que despidieran a su abuelo, pero no pensó que sería con tanta presencia.
Volteó sobre sus talones con su mirada fija en el suelo perdida en sus pensamientos. Sus padres debían haberla despertado. Se preguntó si ya habrían llegado y si lo hicieron, ¿por qué no fueron a verle?
Caminó de vuelta en dirección a la cama tomando asiento en el suelo, se colocó sus pantuflas rosas afelpadas y una vez de pie caminó despacio a la puerta echando un último vistazo al interior, respiró fuerte sujetando la perilla y girándola con algo de dificultad por la altura. Cerró detrás de ella aventurándose escaleras abajo en busca de sus padres.
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JungKook suspiró revisando por décima vez su reloj de muñeca, no tenía el más mínimo interés de seguir allí, pero a petición de su madrastra hizo acto de presencia colocando su mejor cara de empatía.
Tenía mejores cosas que hacer que perder el tiempo, ya había estado presente en el sepulcro, era mucho esfuerzo extra el que estuviera en esa reunión. Además, no era como si aquel hombre y su familia fueran cercanos a él. Realmente no quería tener que ver con ellos, no quería tener que ver a nadie.
Suspiró alejándose un poco de su esposa y del grupo con el cual estaban platicando, sacó del bolsillo de su saco largo su teléfono celular entrando a las notificaciones de mensajes y notas. Siempre tenía su agenda con él por si acaso. Tenía una reunión para finalizar detalles de la inauguración del nuevo hotel en la isla. Realmente estaba esperando ese viaje para tomarse unos días lejos de la ciudad. Observó a su alrededor por un instante, ya era tiempo de irse.
Sus ojos recayeron de repente en la figura de una mujer de cabellera rubia, de vestido negro pegado a su torso y acampanado en la falda, estaba de espaldas por lo cual no podía verle el rostro, pero la luz del sol pegándole de lleno hizo que le llamé la atención de inmediato, a pesar de estar completamente de negro era como si tuviera una luz propia, una luz tan transparente, etérea y hermosa que no podía apartar los ojos de allí, una sensación tan agradable en su pecho de las que hacía años no sentía. No como con...
—¡JungKook! —volteó de repente al llamado de un hombre, fingió una sonrisa cruzando la mano con el ministro de economía— me alegra verte aquí aunque sea en una triste situación.
—Me alegra verlo, señor Hwang, si me disculpa debo irme de inmediato —ante la queja del hombre el pelinegro añadió con fingida amabilidad— debo seguir trabajando para inaugurar uno de los lugares que será epicentro de sus próximas vacaciones.
Sonrió, escuchando las palabras zalameras y falsas del hombre, Jeon JungKook fingía muy bien cuando le convenía. Se despidió queriendo llegar a su automóvil de inmediato, por un momento se detuvo por una llamada de SeokJin que no contestó, por un momento quería silencio.
—Disculpe ajhussi, podría ayudarme —volteó al sintió su pantalón ser jalado junto a la vocecita dulce de una niña, una niña de rostro redondito al igual que sus ojos que parecían a los de un inocente borreguito.
—¿Puedo ayudarla, señorita? —se agachó hasta estar a la altura de la niña, sonrió enternecido, era demasiado tierna y hermosa.
—Es que me perdí, no sé dónde están mi omma y mi appa —dijo con un puchero en sus labios mientras jugaba con sus manitos llena de hoyuelitos. JungKook comenzó a sentir una extraña calidez en su pecho al ver aquella niña de cabellos lacios y azabache.
—¿Qué te parece si te ayudo a buscarlos? No creo que estén tan lejos —sugirió levantándose sin dejar de mirarla— ¿Te parece, pequeña?
La niña asintió con una sonrisa en sus delgados labios, sujetó la mano del mayor haciéndole sentir un escalofrío recórrerle la columna. Sin quererlo, JungKook acarició la piel de los nudillos suave y tersa de la pequeña sintiendo electricidad y una melancolía instantánea. Tragó saliva intentando ignorar todo eso.
—Dime, ¿cómo te llamas, linda? —preguntó caminando con la niña de vuelta al interior de la casa deteniéndose cuando ella lo hizo para levantar su cabecita y mirarlo.
—Mi nombre es...
—¡Young-nam! —gritaron unos metros adelante haciendo que ambos prestarán atención a la joven que se acercaba corriendo en dirección a ellos— ¡Young-nam! No vuelvas a desaparecer así, me asustaste cuando no te encontré en la habitación —hablo la niñera una vez estuvo a la altura de la niña.
—Lo siento, Ga-yeon, ajhussi me iba ayudar a buscar a omma y appa —señaló aún con su manito en la de Jeon, quien se encontraba en un pequeño limbo al escuchar aquel nombre— muchas gracias por ayudarme.
JungKook salió de su ensimismamiento y se agachó hasta la niña, ella sonreía con una sonrisa muy familiar, una que años atrás admiraba fascinado al igual que a la dueña a quien debió dejar por su bien. Y aquella sensación extraña en su pecho comenzó a ser errantes latidos en su corazón.
—¿Te llamás Young-nam? —preguntó en un ligero tartamudeo.
—Si, mi omma me puso ese nombre —respondió alegre— muchas gracias por su ayuda —agradeció tomándose el atrevimiento de darle un beso en su mejilla.
La niña sostuvo la mano de su nana comenzando alejarse entre medio de una sería conversación.
Esa niña pequeña que desde el principio le causó ternura tenía el nombre de su madre, esa niña que le recordaba a él de pequeño, esa niña. Esa niña le recordaba mucho a Park Hye-min.
•••
5 años atrás - Nueva York.
Hye-min leía sentada cómodamente en el sillón morado acomodado estratégicamente al lado del ventanal de la habitación, su panza de ocho meses estaba a punto de explotar. Por recomendación del médico debía descansar en casa los últimos dos meses antes de la llegada del bebé. Ella no podía contener su emoción al saber que pronto tendría a su hija en brazos.
La puerta de la habitación fue golpeada con tres golpes suaves, la cabeza de una de las sirvientas se asomó avisándole a la castaña que tenía visitas.
—¿Visitas? No esperaba a nadie —murmuró para si misma mirando a la chica de rasgos occidentales.
—No quiso decirme quién era, pero de seguro es un familiar suyo, señorita Park.
Hye-min extrañada se levantó a duras penas acomodando su largo vestido color beige, una de sus manos sostenía su vientre en lo que caminaba con tranquilidad hacia la sala.
Se detuvo en seco profiriendo un jadeo de sorpresa, el terror invadiéndole cuando vio la sonrisa cínica que portaba los labios de aquel hombre mayor sintiendo las pataditas del bebé, ella sola no era la inquieta.
—¿Qué hace usted aquí? —su voz salió estrangulada por el nudo en su garganta.
—Felicitaciones, querida. Dime qué será un varón.
—Eso a usted no le incumbe —espetó con mejor voz— exijo que se retire y nos dejé en paz.
El señor Jung-suk sonrió divertido ante la situación, se levantó del sillón donde minutos antes había tomado asiento con sus piernas cruzadas. Ver a Hye-min embarazada le causaba cierta ternura al recordar a su esposa embarazada de su hijo JungKook, pero también sentía aversión hacia ella que no hizo más que alejar a su primogénito llenándole la cabeza de estupideces.
<<Ojalá me hubiera deshecho de ella antes>>, pensó en su interior el hombre acortando los pasos.
—Espero que nazca sano y fuerte sea lo que sea —miró con desdén a la chica, del bolsillo de su chaqueta extrajo un sobre de fino papel satinado de color marfil, se lo tendió esperando que lo tomará quedando su mano en el aire más tiempo del requerido— tómalo niña, es una invitación. JungKook se va casar.
Hye-min respiró varias veces intentando calmarse, fuertes calambres comenzaban a atacarla en la zona de su vientre. Quería llorar y gritar por la caradurez de ese hombre en aparecerse delante de ella. Tomó aquel sobre aventándolo con asco hacia los pies del mayor. No quería absolutamente nada de esa familia.
—Váyase —siseó entre dientes, el dolor solo aumentaba y sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas que escocían.
—Sabés, no fue muy difícil darme cuenta de lo influenciable que es mi hijo y del amor que siente por ti —metió sus manos en los bolsillos de su pantalón de pana terracota— con solo advertirle del peligro que corrías o podrías correr —señaló con obviedad— ha conseguido más de lo que hubiera soñado para él, lástima por ese Jeon —miró el vientre abultado— que no será un Jeon —añadió burlón caminando hacia la salida con una sonrisa triunfante— JungKook se irá al servicio militar después de casarse con Sana y todo será perfecto. Espero no te aparezcas nunca más en nuestras vidas, mientras más lejos estés mejor será para tu querido Kookie... y tu familia.
La puerta se cerró dejando entumecida y agitada a Hye-min, con su mano izquierda sostuvo su vientre mientras su derecha apretaba con fuerza el respaldo del sofá, el dolor aumentaba haciéndole inclinarse adelante. Un sollozo doloroso salió de sus labios dejándose caer lentamente al suelo. El dolor físico no se comparaba con el dolor que sentía en su corazón.
La foto en multimedia muestra como me imagino a la pequeña Young-nam, hija de nuestra Hye-min.
Anteriormente les había dicho que en los capítulos dejaba detalles, espero recuerden, sigo leyendo sus teorías y me gustaron algunas porque se acercaron un poco.
No olviden votar y comentar. Se los agradezco.
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