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𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘁𝗿𝗲𝗶𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝗰𝘂𝗮𝘁𝗿𝗼.

La camioneta se detuvo frente a la residencia Jeon, JungKook bajó agradeciéndole a su guardaespaldas. Con el accidente de Hye-min tanto su padre como los de la chica habían designado dos o tres guardaespaldas para cada uno que los siguieran veinticuatro siete si era necesario, no querían volver a pasar por lo mismo o algo peor. Y aunque la policía aún seguía tomando declaraciones e investigando no se sabía a ciencia cierta la causa real de aquel repentino ataque.

—Sejin, por favor ten la camioneta lista, no me quedaré a dormir aquí hoy —avisó el pelinegro. El susodicho sonrió divertido. A pesar de que el hombre era mucho mayor que JungKook le permitía tratarlo de manera informal.

—No te preocupes, tendremos el auto listo para dirigirnos al apartamento de la señorita Park cuando lo indiques —respondió con las manos cruzadas detrás de su espalda y una curiosa sonrisa que el menor correspondió.

Entró escuchando voces de fondo, también había algo de música a un volúmen muy bajo. Caminó una vez se descalzo y quitó su chaqueta, se estaba acercando los días fríos. Una vez en el enorme salón encontró varios conocidos, eran políticos compañeros de su padre. Reconoció al señor Minatozaki entre ellos. Vislumbró también a lo lejos a su madrastra con algunas de las esposas. Para su suerte, Sana no se encontraba por ningún lado, últimamente no la había visto luego de aquella advertencia en el bar.

Saludó amable y con una reverencia, conversó animadamente de manera fingida como si estuviera realmente interesado. Su padre estaba muy alegre y permisivo con él lo cual se le hacía un tanto extraño, pero no presto tanta importancia porque pensó que su popularidad o algo más ajeno a su vida le había ocurrido de forma positiva.

Se dirigió a la biblioteca con intenciones de hablar por teléfono con Hye-min. Aunque ella se había recuperado muy rápido, no podía evitar preguntarle por su estado o qué hacía, o si había salido a dónde y a qué hora regresaría. Pasaba la mayor parte del tiempo en aquel departamento con ella y a pesar de que todo era involuntario la convivencia entre ambos era muy buena en todo sentido.

Una vez terminó de enviar el mensaje correspondiente en su móvil iría al comedor, pero unos brazos rodeando su cintura y su espalda lo sorprendieron causando que voltee de inmediato.

—Hola Guk-ah —ronroneó Moon Sonmi con una sonrisa ladina en sus labios de color rojo— te he extrañado mucho —susurró abrazándose al cuello del pelinegro en un intento por besarle en la boca.

—Sonmi no —quitó las manos de la mujer, está bufó en descontento mirándole con mala cara.

—Es por Park Hye-min, ¿verdad? —se cruzó de brazos indignada, el chico frunció el ceño ante el reclamo.

—Creo que te confundiste con todo esto.

—Si, claro que me confundí  —sarcástica— entonces, ¿tú y Park Hye-min no están juntos?

—Eso no te incumbe —respondió seco.

—Me entregué completa a ti —espeto con histeria.

—Sonmi, sabías que yo no me comprometería, sabés que entre nosotros solo era follar y listo.

—Y no me quejo de eso, lo que estoy intentando entender es porque me rechazas —manifestó intentando besarlo de nuevo obteniendo rechazo, otra vez.

—¡No! Entiéndelo, no te quiero —exclamó alzando un poco la voz.

—Esa maldita te separa de lo que tenemos.

—¡Hey! No la metas a ella en esto —la apuntó con un dedo— lo que yo tenga con Hye no te incumbe ni a ti, ni a nadie.

—O sea que ella es tu nuevo polvo hasta que te aburras y encuentres a otra que te abra las piernas mejor —expresó con desdén y sarcasmo— yo puedo darte mucho más que ella.

JungKook la miró con desagrado.

—Creo que no has entendido que lo nuestro es solo follar, no tenemos algo, ¿qué pensabas? ¿qué me casaría contigo? ¿qué sentaría cabeza y justo a ti te elegiría? Creo que deliras, además si así fuera, no podría meterme con una secretaria. Te lo dije, es solo follar.

—Entonces hagamos eso, te necesito, JungKook —la morena estaba al borde de las lágrimas y la desesperación.

—¡No, basta! Sabes qué, me cansé de ti, no quiero más, por favor déjame en paz, limitémonos a seguir tratándonos como debimos hacerlo siempre, con distancia.

Pasó por el costado de la fémina para salir de la habitación, pero las palabras que Sonmi dijo lo detuvieron por unos instantes.

—¡JungKook! —este volteó a mirarla, tenía una mano sobre el picaporte de la puerta— tal vez ella te merezca y sea la mujer perfecta para ti —murmuró con sus ojos fijamente en el suelo y sus manos echas puño a los costados de su cuerpo— pero tú no la mereces —levantó su cabeza para mirarlo directo a los ojos— ella jamás será tuya.


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La cena había sido larga y aburrida, JungKook volviendo a fingir interés en todo lo que aquellos hombres de índole importante decían y comentaban. Más que nada sobre el poder y las cosas que debían realizar para seguir manteniendo sus puestos de alto rango en el gobierno sin siquiera detenerse por un momento a pensar en la importancia real que tiene el pueblo, su gente y las necesidades.

La mención del Servicio militar también fue parte de la conversación, dónde el señor Jung-suk se veía entusiasmado por enviar a su primogénito con la ilusión de que sea el mejor. "Mi hijo JungKook hará maravillas, ya lo verán". Y no supo si aquellas palabras simplemente fueron una ilusión que su padre se había creado o era un anticipo de lo que pasaría y él no sabía.

Ansioso por marcharse de una vez de aquella casa —algo lo tenía nervioso— se detuvo un momento a revisar las notificaciones en su celular, mató el tiempo conversando trivialidades con su madrastra YangMi en lo que su padre despedía a sus invitados. Últimamente, esa mujer se había ganado su confianza.

A duras penas y luego de guardar algo de ropa en una mochila siguió hasta la entrada donde su padre se encontraba hablando con su secretaria Sonmi, la mujer ni siquiera lo miró siéndole indiferente. Observó el cuchicheo entre ambos acercándose a una pequeña mesa redonda de algarrobo color oscuro en medio del enorme Hall de entrada, un enorme florero de la dinastía Ming en el centro con decorativas flores blancas naturales.

Sobre dicho mueble yacían algunos papeles y sobres llamándole la atención uno con su nombre escrito allí en negrita. Lo tomó entre sus manos con extrañeza arrugando su entrecejo en lo que intentaba abrirlo para ver su contenido. Pero una mano ágil le arrebato la correspondencia encontrando la mirada, diría, algo nerviosa de su padre. JungKook percibió eso y no pudo evitar un mal presentimiento.

—Esto no te pertenece —espeto el señor Jeon flameando el papel en sus manos cambiando su semblante por uno muy serio y enigmático.

—Tiene mi nombre, abeoji, así que si me pertenece.

—Señorita Moon hágase cargo de esto —demandó entregando el sobre en la mano de la morena a su lado— hijo, intento hacer esto por tu bienestar, acaso no sabes las cosas que pueden contener esto —explicó con suavidad apuntando con un dedo en la dirección del papel— pueden ser mentiras, blasfemias, cosas sin sentido, deja de ser un caprichoso inmaduro, nos encargaremos nosotros.

Jung-suk comenzó alejarse subiendo las escaleras hacia su habitación, JungKook miró a la chica que tecleaba sobre la tablet ignorándole, miró hacia el sobre de manila intuyendo que era algo muy importante que debía de leer.

—Sonmi —llamó captando la atención de la susodicha— dame el sobre, por favor —pidió con tranquilidad tendiendo su mano en su dirección.

—¡No! —respondió contundente volviendo su atención de nuevo a la tablet.

Tensó su mandíbula harto de que todos se comportarán negativos a su alrededor. Acortó el poco espacio que había entre ambos dispuesto a tomar el papel entre las manos finas de la mujer, pero la morena fue más rápida cuando lo escondió tras su espalda deteniendo al chico en seco.

—¡Sonmi!, te lo ordeno, dame el sobre —enfatizó cada palabra con dureza.

—Tú no eres nadie para mandarme, al único que le debo respeto es a tu padre —murmuró reacia cerca de su rostro conteniéndose por abalanzarse sobre él. Sonmi sentía pena por el chico, nunca debió de haberla rechazado— Si me permites, debo seguir trabajando.

JungKook bufó conteniendo su ira, sintiendo que cada vez que quisiera avanzar algo lo hacía retroceder varios pasos atrás. El mal sabor de boca aún no desaparecía, era como si todo lo que últimamente ocurría era la antelación de algo mucho más grande que joderia su vida sin que él pudiera hacer algo. O tal vez solo eran alucinaciones suyas y aún seguía paranoico por el ataque a su novia.

Salió de la residencia más que contento de volver al departamento con la castaña, ella era su única vía de escape, su lugar seguro dónde podía ser él mismo sin miedo a que lo juzgarán. Solo quería paz, quería descansar, respirar y perderse en ella.

—No lo soporto más, estoy cansado —se lanzó al sillón perdido en un punto fijo con su molestia aún en su punto más alto.

—Kook.

—Mi padre sigue pensando que soy un niño estúpido —exclamó. Hye-min detrás llamándolo por segunda vez— siento que me sofoca, agradezco no verlo últimamente, me tiene cansado —negó con la cabeza mientras seguía quejándose sin escuchar todavía a la castaña quien se acercó deteniéndose casi a su lado.

—¡JungKook!

—¿Qué?

Las palabras le quedaron atascadas en la garganta cuando sus ojos recayeron en su chica, en su cuerpo semi desnudo, con tan solo una diminuta braga negra y una de sus camisas cubriéndole apenas los senos.

—Tienes que dejar que todo asunto de tu padre te afecte —susurró sentándose en los muslos masculinos con ayuda de sus manos posándose en los hombros. Él aún no podía hablar, estaba perdido en ella y la sensación de su cálido cuerpo sobre el suyo. La castaña acarició con su nariz la de él— sabes que lo hace para provocarte.

Asintió perdido, observando como sus manos vacilaban sin tocar los muslos o las caderas femeninas. Un jadeó sorpresivo salió de su garganta cuando ella hizo una leve fricción entre sus intimidades aún con sus ropas puestas, para Hye-min la sensación de la tela de los jeans de su novio bajó sus piernas la excitaban, para JungKook sentir la intimidad de su chica envuelta en esa diminuta tela casi transparente rozar la suya, aquella sensación lo estaba matando.

—¡Mírame! —demandó en voz baja logrando que JungKook mirase el rostro sonriente de Hye-min— tengo el remedio perfecto para relajarte, cariño —ronroneó, su lengua tibia hizo un lento recorrido por el labio inferior del chico provocando que el bulto dentro de sus pantalones golpeará dolorosamente, y soltó a propósito sobre los labios de este un gemido susurrante.

El detonante para que él devorará su boca con abismal hambre comenzando a tocarla por todas partes, impaciente y desesperado por sentirla y adorarla, también dejándose hacer.


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Hospital Haeundae Paik - Universidad de Inje. Busan, Corea del Sur.

El muchacho vestido de forma casual ingresó a la habitación privada del piso de terapia intermedia una vez se colocó el cubrebocas, caminó sigiloso hasta la camilla donde un hombre mayor yacía respirando con dificultad.

—Que bueno que estés aquí —la voz era como un susurro jadeante a través de la máscara de oxígeno que le ayudaba a respirar— dime qué haz podido hablar con él.

El muchacho de ojos rasgados parpadeó varias veces, un tic por mero nerviosismo que tenía. Sostuvo la mano fría y arrugada del mayor entre las suyas repartiendo caricias con sus pulgares, intentaba por todos los medios no soltar lágrima.

—He dejado los mensajes, pero como lo advertimos no le llegan, solo los tiran o él los ignora —avisó lo más neutral posible. El mayor suspiró buscando respirar mejor, su pecho dolía por el esfuerzo también al hablar— no se preocupe, he contactado con alguien más, es muy cercano al chico.

El mayor tosió, la máquina a su lado comenzó a pitar avisando que su corazón estaba muy agitado, debía calmarse.

—Señor Jang, le prometo por lo que más quiere que pronto él sabrá toda la verdad —dijo el chico apretando la mano del anciano, una lágrima traicionera rodó por su mejilla, suspiró y añadió— En unos días, Jeon JungKook sabrá toda la verdad sobre su familia.

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