𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘀𝗲𝘀𝗲𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝘁𝗿𝗲𝘀.
Terminó la llamada con su madre, solían quedarse conversando un par de horas. Se encontraba sentada en la mesa principal con la laptop abierta, algunas revistas, una libreta y su agenda. Últimamente, tanto ella como su hija se quedaban en la casa de JungKook. Aunque lo siguiera negando al fin los cuatro estaban conviviendo juntos.
Tenía a los niños frente a ella en el living, Beomgyu jugando videojuegos en la enorme pantalla mientras Young-nam pintaba con sus crayolas de colores unos dibujos que había hecho. Era sábado por la tarde quedando en pedir comida. JungKook había salido con la excusa de que algo de último minuto se presentó en el trabajo y tuvo que ir a resolverlo.
Hye-min sintió que algo le estaba escondiendo. Suspiró mirando todo el desorden en la mesa porque a escondidas e inconscientemente comenzó a revisar y buscar detalles para una fiesta de casamiento. Jamás pensó que estaría en esta posición cuando hace poco la situación era muy diferente.
La puerta principal se abrió, al minuto en que se descalzo y acomodó, JungKook se dejó ver junto con un bolso mediano colgando de su hombro y un pequeño bulto entre sus brazos llamando la atención de los menores. Estos salieron corriendo a recibir aquella bola de pelos color marrón, era pequeño y sus ojitos avellanos muy inocentes.
—¡Sorpresa! —ambos niños tomaron asiento en el suelo, JungKook colocándose en cuclillas dejó al animal sentado sobre sus patas traseras, este con algo de temor olió las manitos de los menores que habían estirado en su dirección, observó su alrededor en busca de alguna amenaza, pero al sentirse cómodo movió su larga cola y trotó hasta ellos comenzando a jugar.
—JungKook, ¿qué es eso? —Hye se encontraba con el ceño fruncido unos metros más atrás teniendo las manos sobre su cintura.
—El nuevo integrante de la familia.
—¿Cómo se llama, appa? —preguntó, Nami, dejando que el canino le lama la mejilla por un breve segundo.
—Su nombre es Bam —tomó al cachorro de raza doberman, levantándolo entre sus manos para dejar en su cabeza un beso— Bam, te presentó a Beomgyu y Young-nam, tus hermanos.
Los niños estaban muy entusiasmados y felices con el nuevo integrante. El pelinegro se levantó y con unos pasos largos llegó hasta la rubia.
—JungKook, no me consultaste sobre traer una mascota aquí, sé que es tu casa, pero quedamos en que lo hablaríamos no puedes simplemente traerlo y... —calló, cuando él le rodeo la cintura apretándola a su pecho y la besó repentinamente en los labios.
—Quise que fuera una sorpresa, amor —ronroneó, cambió su posición sin soltar su agarré colocándose tras su espalda y su barbilla sobre su hombro— además, los niños se ven contentos.
—¡Muy contentos! —chilló sonriente, Young-nam, lanzando una pequeña pelota de goma hacia Beomgyu.
—Nos gusta, queremos quedárnoslo —acotó este, devolviendo la pelota a la niña.
JungKook soltó una risita nasalmente observando al canino jugar tras la pelota con los niños lanzando, Hye-min también los observaba de brazos cruzados aunque su apreciación hacia la imagen tirará más por algo negativo. Una mascota era una gran responsabilidad, era algo grande y significativo.
Suspiró, volteando hacia el pelinegro, besó la mejilla de este y se alejó en dirección a la cocina, JungKook iba a seguirla ,pero se entretuvo con la imagen de los niños riendo por algo gracioso que el cachorro había hecho.
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Esperó a terminar el almuerzo, a qué JungKook junto a los niños se marcharan con el nuevo integrante al parque, siendo primavera los días de sol eran hermosos. Tomó un baño organizando algunas cosas de su trabajo en la embajada y otras de la casa. Tenían a la señora Da-in que ayudaba en los quehaceres, pero debía hacer algo para que su mente dejará de pensar tanto.
—Ya suéltalo.
—Estoy dudando de si fue correcto aceptar la propuesta de matrimonio —confesó, con temor y nervios. SolHyun rodó los ojos a punto de reprocharle, Hye prosiguió— recuerda que él aún no está divorciado de Sana, ¿no lo crees precipitado? Podría tener problemas por mi culpa.
La morocha sin encontrar fallas a su lógica se encogió de hombros sin saber que responderle, su esposo le había comentado algo, pero todavía no estaba del todo seguro. Hye-min frunció el ceño resoplando y no hizo falta que su amiga dijera algo porque ella lo soltó por voluntad propia.
—JungKook adoptó un cachorro de doberman, lo trajo a casa con todas sus cosas y se lo mostró a los niños, ellos están contentos —suspiró, mirando al techo— días atrás, me preguntó que me parecía el adoptar una mascota, le dije que era una linda idea, pero que no era el momento —descansó su codo sobre el reposabrazos del sillón, su mejilla sobre la palma de su mano e hizo un puchero con sus labios— está en su departamento, pero aún así, no creo que sea lo correcto ¡aish! Ni yo misma me entiendo.
SolHyun dejó a la bebé acostada y encendió el móvil de cuna dónde sonaba una canción mientras ositos se movían en círculos. Tomó asiento al lado de Hye-min entrelazando sus manos.
—Sabes lo que pienso —la rubia la observó esperando a que continuará— que tienes miedo —frunció el ceño con aparente confusión— porque aquel cachorro que JungKook ha traído como un nuevo integrante solo dice que está comenzando a hacer cosas de una familia normal —hizo una pausa— Le temes a todo eso, le temes a la cuestión de la cotidianeidad, que JungKook duerma a tu lado sabiendo que tienes a tus hijos durmiendo en la otra habitación, le tienes miedo al hecho de que todos los días, desayunas almuerzas y cenas en compañía de ellos, le temes a esta nueva normalidad la cual se llama familia. Y por eso no aceptas aún al cachorro, porque sabes que él terminará cerrando ese círculo y tú caerás en cuenta de que al fin podrás ser feliz con lo que tanto haz soñado —Solhyun apretó las manos de Hye-min dándole apoyo— Hye, deja de comerte las cabeza con pensamientos negativos. JungKook te ama y tú a él. Tienes un futuro a su lado. No lo eches a perder por tus miedos, tontita. Está vez no lo perderás. Créeme.
El rostro de Hye-min era una mezcla de conflicto e incredulidad.
—Odio tu título y doctorado en sicología y detesto más que me analices y sepas lo que me pasa en realidad.
—Yo también te amo, amiga —la abrazó por los hombros, haciendo que sus mejillas de juntaran, Hye-min la rodeó con un poco más de fuerza, pero no por mucho porque el llanto de la bebé las hizo separar. SolHyun se levantó para sostener a su hija en brazos nuevamente y sentarse en la silla mecedora y darle de lactar bajo la mirada de la rubia— Y dime, ¿para cuándo otro bebé?
Si en ese momento Hye-min hubiera estado bebiendo algo lo más probable fuera que escupiera todo por aquella pregunta repentina que la sorprendió en demasía y que la hizo sonrojar.
—¡SolHyun!
—¿Qué? Yo solo digo —esta rodó los ojos y bufó— ay por favor, no me digas que no ha pasado nada de nada porque no te creeré —Hye desvío la mirada sin decir palabra negando lentamente la cabeza— no me mientas tontita, si se nota a leguas que irradias felicidad, tu piel se ve reluciente tu cabello igual, te mueves y luces diferente. Ya dime, ¿JungKook sigue siendo el mismo salvaje?
—Sabés qué, me voy, hablas disparates —besó la frente de su amiga y la manito de la bebé, tomó su bolso colocando la cadena en su hombro y antes de salir por la puerta dijo largando despacio un suspiro— no se que hacer para resistirme, no tienes idea de las veces que le he prohibido quedarse a dormir o las que fingí quedarme dormida o mejor dicho, no me deja dormir, me siento muy cansada y adolorida.
SolHyun se cubrió la boca con una de sus manos evitando reírse fuerte para no asustar a su pequeña, el rostro de Hye-min estaba de un rojo tomate mientras tenía su cuerpo medio escondido detrás de la puerta.
Debía admitir que dormir junto a JungKook tenía sus ventajas, pero también sus desventajas, ni siquiera le importaba que los niños estuvieran bajo el mismo techo cuando él aprovechaba bajo esas sábanas o cualquier otro conveniente instante y lugar a pesar de los reproches, es más, los reproches parecían animarlo a hacerlo más inflexible, indómito y atrevido.
Manejó hasta la casa con tranquilidad, había pasado a un supermercado para comprar algunos comestibles faltantes. Compró varios potes de helado porque hace rato no probaba uno y al verlos se le había antojado. A Young-nam y Beomgyu casualmente les encantaba de vainilla y chocolate, a ella frutilla y banana split. Al llegar al edificio debió cubrirse el rostro y el cabello puesto que aún había paparazzis cerca del edificio del pelinegro y había salido sin un guardaespaldas.
Al entrar fue recibida con alegría por el pequeño canino, este movió su cola contento de su llegada, aún tenía las palabras de su amiga en la cabeza. <<¿Ese cachorro era lo que les faltaba para llamarse familia?>>, se agachó, con una sonrisa haciéndole mimitos en la cabeza, volteó la suya en dirección a la entrada de la cocina. El plato redondo de metal de comida se encontraba vacío y el de agua poco lleno.
—Y así dicen querer tener un animalito y no están pendiente de ti —le hablo con voz infantil y melosa, recibió un suspiro del animal que le hizo sonreír— ven bebé, te daré algo que compré.
El can la siguió con pequeños saltos, Hye-min dejó las bolsas de compras sobre la isla de la cocina. Revisó de entre todas donde había comprado unos sobrecitos con comida para perros, lo abrió y sirvió sobre el plato mientras Bam esperaba paciente sentado sobre sus patas traseras y su larga cola se movía de lado a lado.
El cachorro empezó a devorar los bocados con gusto mientras ella le cargaba agua nueva y fresca. Bam la observó con aquellos ojos enormes e inocentes mirando con devoción a su otra dueña. Hye-min le sonrió y él movió su cola contento siguiendo con su comida.
Comenzó a acomodar los productos de la bolsa en su lugar cuando Beomgyu entró a la cocina.
—Noona, ya llegó, hyung estaba preocupado por usted —dijo, abrazándola por la cintura siendo correspondido.
—Lo sé, mi cielo.
Cuando ellos salieron a pasear no les avisó que saldría sola, recién lo hizo cuando recibió varios mensajes de JungKook estando ya en casa de Solhyun.
—Nami y yo estamos viendo una película. Se nos antojo algo de comer —contó el chico, buscando galletas en la alacena.
—Les haré palomitas. Compré gaseosa y algunos dulces —el rostro del menor se iluminó, ella le entregó algunas de las cosas— ve a la habitación, yo les llevaré el resto cuando esté hecho. ¿Y JungKook?
—En su despacho trabajando —se acercó a ella, susurrándole divertido— está ansioso esperándola.
Rodó los ojos viendo al menor marcharse en compañía de Bam. Suspiró, porque a pesar de haberle avisado dónde estaría, no fue suficiente, le había enviado varios mensajes cariñosos a los cuales ella contestó escuetamente al estar en ese momento confundida y recelosa.
Terminó de ordenar todo en la cocina, caminó por la sala con lentitud, se quitó el cárdigan gris de hilo que llevaba puesto quedándose solo con una blusa crop top de mangas cortas, todo estaba en silencio y completa tranquilidad, diferente de otras veces cuando todo era ruidoso por los niños jugando alrededor o la música que JungKook colocaba envolviendo el ambiente.
Ese departamento se cargaba de buenas vibras cuando estaban todos juntos allí, cuando recibían visitas de sus amigos y se llenaba de risas y buenos momentos. Hacia años que algo así no le pasaba, desde que vivía en Estados Unidos junto a NamJoon. Esa sensación grata de sentir tranquilidad y paz —aun así estuviera la situación del divorcio del pelinegro en curso— de sentir que todo estaba bien… como en familia.
Tocó la puerta del despacho con suaves golpecitos de sus nudillos observando el anillo en su dedo anular. Tenía una pequeña piedra en forma ovalada de color violeta —amatista— JungKook se lo había regalado.
Entró al interior observando todo, el silencio reinaba en el lugar. Lo encontró recostado sobre el sofá de cuero negro a un costado de la habitación, estaba descalzo, llevaba unos pantalones grises deportivos y una camiseta azul varios talles más grande. Verlo de entre casa era ver a otra persona diferente al JungKook de traje impecable de casi todos los días.
Lo vio con rostro cansado, tenía sus párpados cerrados, sus brazos lapsos a los costados de su cuerpo, la cabeza reposaba sobre el respaldo y parte de su cabello negro alborotado, sonrió enternecida al verlo vulnerable.
Se acercó a él despacio y se sentó entre el hueco que las largas piernas masculinas al tenerlas abiertas, colocó la cabeza cerca de la cuenca del cuello de este con la intención de oler su perfume, una de sus manos descanso en el brazo lleno de tatuajes delineando uno en particular, la de una flor naranja con pétalos abiertos. La otra se aferró con la palma abierta a la camiseta con la intención de sentir los latidos del corazón y su calor.
Se sorprendió un poco cuando sintió los fuertes brazos rodearla y apretarla a su cuerpo, los largos dedos de la mano acariciar la piel desnuda de su cintura. Cerró los ojos respirando su aroma cuando sintió que le besó la frente, sonrió y por primera vez descanso junto a él sin cuestionamientos.
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Jamás había sentido tanta felicidad porque llegará un lunes. A pesar de haber pasado todo el fin de semana disfrutando de su familia, del cambio tan repentino de alegría de Hye-min con el cachorro y de la noticia de que Sana al fin firmaría los papeles de divorcio. Sentía ansiedad, nervios y su estómago retorcerse. Realmente iba pasar, al fin iba ser libre. Y no lo podía creer.
Había llegado al lugar donde se llevaría a cabo el dictamen junto a Yoongi, su abogado. Sana se encontraba a unos metros más alejada con el suyo. Se sentía un tanto sofocado por la mirada fija de la ahora castaña. Observó de soslayo el rostro de la mujer, estaba más redondito y con mejillas abultadas, se veía molesta, pero segura, algo le decía que ella se traía algo entre manos.
La secretaria del juez los hizo pasar a una sala con una larga mesa de madera, ambos sentándose en lados opuestos junto a sus acompañantes. El juez de lo familiar se presentó cordialmente comenzando con lo protocolar de siempre. Los papeles ya habían sido firmados por JungKook, le sorprendió ver lo rápido que firmó Sana. Era como si no quisiera nada cuando hace días atrás le reclamaba a Hye-min delante de mucha gente.
Los papeles firmados volvieron a la máxima autoridad revisando que todo estuviera correcto y en orden, para luego de algunas palabras más, sentenció firme que el matrimonio de Jeon JungKook y Minatozaki Sana había concluido.
Él evitó saltar de la alegría solo por respeto aún teniendo la duda en su pecho.
—¿Puedo hablar un momento contigo?
Algo le decía que su duda sería respondida en minutos. Yoongi le tocó el hombro como advertencia, JungKook volteó apenas la cabeza mirándole asintiendo. Los dejaron solos.
—Y bien, que…
—Estoy embarazada —descubrió su larga camisa mostrándole la panza abultada a través del vestido— de cinco meses.
El rostro del pelinegro se torno pálido, el pánico envolviéndole de repente porque la última vez que estuvo con ella fue antes de que Hye-min y su hija aparecieran en su vida, más específicamente, hace cuatro meses atrás.
—Tranquilo, no es tuyo —susurró, con su voz quebrada, JungKook suspiró de alivio internamente.
—El padre…
—Si, lo sabe —murmuró, sobando su barriga, él tragó saliva al ver aquello— por esa razón te estoy dando en divorcio —lo miró a los ojos— quiero darme una oportunidad, le quiero dar la oportunidad a alguien más de amarme como yo te amo a ti.
—Sana…
—Déjame terminar por favor —manifestó, alzando las manos— sigo sintiendo cosas por ti, pero sé que tú no —hizo una pausa que se volvió extensa para ambos— siempre la quisiste a ella, desde que éramos adolescentes, incluso estando conmigo la mirabas y la buscabas todo el tiempo.
—Yo me enamoré de Hye mucho después, yo también sentí cosas por ti, Sana, fuiste muy importante en su momento.
—Pero no es lo mismo —esnifó, intentando hablar con voz estable— todos se daban cuenta menos tú, haz estado enamorado de Hye toda tu vida, solo eras demasiado egoísta e inmaduro para darte cuenta de ello —sonrió, se acercó a él al verlo distraído, apoyó sus manos en el hombro de este para impulsarse un poco y darle un beso en una de las mejillas— ella tiene mucha suerte, cuídala mucho, JungKook, no sabes lo peligroso que puede ser ahí fuera.
Miró aquel delicado rostro con el cual había despertado al lado tantas veces los últimos años. Sana era hermosa, era buena a su manera, pero no supo obtener su amor ni tampoco apoyarlo cuando más lo necesitó. Al igual que él, ambos merecían ser felices. Algo conmovido se atrevió atraerla a su pecho rodeándola con sus brazos, sentir el vientre abultado le hizo sentir un revoltijo de emociones. Sonrió tenuemente.
—Deseo que seas feliz, Sana —fue sincero, separándose unos centímetros para mirarse— gracias.
Ella sonrió, asintiendo apenas con lágrimas en los ojos, tomó sus cosas y se marchó.
Salió con una nueva sensación de libertad, con una tranquilidad que no sabía que podía existir. Le contó brevemente a Yoongi lo ocurrido dentro dejándolo asombrado.
—Te sigo, ¿irás a la empresa?
Se detuvieron al llegar al estacionamiento junto a sus autos. El pelinegro negó.
—Tengo algo que hacer.
Yoongi sonrió ladino.
—Irás a visitar a Hye y darle la noticia.
Volvió a negar evitando mirar los ojos de su mayor y el pálido puso su rostro serio. Observó con más atención a su menor, se veía algo nervioso y a juzgar por sus manos jugando con las llaves de su Mercedes podía jurar que algo más le estaba escondiendo.
—JungKook, ¿a dónde irás? —preguntó con demasiada cautela. El mencionado miró a su hyung, dejó salir el aire contenido en sus pulmones y le confesó.
—Antes de llegar a casa pasó a visitar a mi padre —hizo una pausa viendo el rostro neutro de su amigo— él está mal hyung, apenas recuerda las cosas, los últimos dos días pensó que yo era un impostor afirmando que su hijo tiene seis años aún.
No quería mostrarse débil, contuvo las lágrimas todo lo que podía, Yoongi decidió cambiar su rígida postura, le había molestado al principio lo que el pelinegro le había dicho, pero viendo que la situación parecía afectarlo de verdad decidió apoyarlo.
—¿Hye lo sabe? —negó cabizbajo, Yoongi suspiró— deberás decirle tarde o temprano si quieres que esta relación funcione. No arruines mintiéndole o escondiéndole las cosas, ella lo entenderá si le explicas todo y como te sientes —JungKook se veía en una batalla— ve tranquilo, si me preguntan estuvimos juntos hasta que te fuiste a la oficina, avísame cuando estés allá.
—Gracias hyung.
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Entró a su habitación, aún se sentía algo contrariado. Hoy su padre apenas lo había reconocido pensando que era el joven de veinticuatro años, en su cabeza seguía rememorando la amena conversación que tuvieron, le había pedido perdón por haber sido un mal padre. Lloró y por un momento cavilo la idea de enviarlo con los mejores especialistas, pero, en su interior aquel resentimiento seguía vivo sin dejarlo decidir del todo.
—Kook, ¿pasó algo?
La observó con aquel vestido negro ajustado a su cuerpo —la ropa de su trabajo— antes de llegar a lo que fue su hogar de niño, en una llamada le contó todo, lo de Sana y sus palabras, las visitas a su padre y que le escondió aquello por temor. Se alivió un poco al escucharla apoyarlo y ayudarlo en lo que necesitase, su hyung tenía razón y no podía estar más orgulloso de la mujer que había escogido para pasar el resto de su vida. Se disculpó con ella por hacerlo a través de una llamada cuando se merecía decírselo de frente.
Se acercó en silencio, acunó su rostro entre sus manos, las de ella pararon en su pecho. Acarició aquellas mejillas sonrojadas y con su pulgar su labio inferior. La besó de forma lenta, sintiendo y disfrutando la textura suave de sus labios, el sabor cuando su lengua se metió dentro de la cavidad bucal.
Se separaron cuando sintieron necesitar aire. Sus frentes se encontraban unidas. JungKook dejó un beso fugaz en los labios acolchonados de Hye-min y la aferró entre sus brazos, olfateo su perfume comenzando a acariciarle el cuerpo a través de la tela del vestido. Ella se dejó hacer porque si, porque aquellas simples e inocentes caricias la relajaban. Solo comenzó a quejarse cuando las manos atrevidas del pelinegro levantaron la falda con otro tipo de intención.
—¡Yah! No, Jeon —hizo un puchero mientras de su garganta salía un quejido lastimero por la negativa de la mujer.
—Hay que festejar que soy libre —de repente se alejó un poco, colocando sus manos sobre los hombros femeninos, miró al techo jugando con su lengua dentro de su boca— bueno, en si, no estoy libre, porque dentro de poco me volveré a casar contigo y libre, libre que digamos no estoy desde que me atrapaste.
Ella resopló, negando con la cabeza.
—Kook, no somos dueños del otros nos amamos y compartiremos una vida juntos, pero somos personas libres e independientes que...
Se detuvo viendo la sonrisita pícara y lasciva en aquellos labios finos y rosados sabiendo que alguna barbaridad diría.
—No desde que mi pene se enterró en ti —chilló escandalizada, fingiendo cubrir sus oídos— admítelo Hye, desde que follamos esa primera vez en tu departamento me tienes encadenado a ti. Eres una bruja astuta, ¡auch! —se quejó por el golpe que ella le propinó en el brazo, alejándose un poco— además, le gusta lo que le das, se para con tan solo verte —sonrió ladino— Admite que te encanta que te haga gritar.
Hye-min volteó hacia él chillando e intentando golpearlo de nuevo con un almohadón que tomó de la cama, su rostro era de un rojo fuego por la vergüenza. JungKook no ayudaba riéndose divertido, esquivó aquel almohadón que le fue lanzado. La atrapó entre sus brazos lanzándola a la cama con él.
—¡Eres un bruto!
—¡Y tú la bruja de mis sueños! La que me hechizo a mí y a mi pene.
Rio sin poder evitarlo.
—JungKook, qué diablos te tomaste.
—¿Quieres que te lo diga, cariño? Anoche estuve entre tus piernas y...
—¡Cállate! —le cubrió la boca con las manos, aún no se acostumbraba a las palabras en doble sentido, pensó por un momento que con la edad cambiaría, pero se dio cuenta que seguía siendo el mismo boca sucia de siempre. Y en el fondo, lo admitía le encantaba, le divertía y le excitaba, lo cual jamás lo sabría él— deja de decir tantas idioteces y mejor acompáñame a buscar a los niños a la escuela. Le prometí a Young-nam una salida de chicas.
—No puedo, amor —le besó los labios, fugazmente— debo ir a la oficina un rato, SeokJin me matará, he dejado mucho trabajo en sus manos. Beombe irá a casa de Yeonjun, Sejin lo traerá en la noche.
Ella asintió y antes que él se pusiera de pie lo atrajo hacia su cuerpo para besarlo.
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El auto se detuvo en la vereda enfrente al parque delante a la escuela primaria, la rubia miró buscando a un rostro en particular, lo encontró minutos después sonriendo más que satisfecha.
—Appa —llamó la mujer, con voz suave— ahí está la niña, está esperándonos —el hombre de avanzada edad la observó a ella y luego a dónde le indicaba— ve a verla, appa y tráela hacia aquí, pasaremos una tarde juntos.
El hombre miró a la mujer con una sonrisa en su rostro y luego miró a la pequeña a lo lejos jugando con sus compañeros. La rubia volvió a insistir y él bajó del auto sin apartar los ojos de la menor. Mientras más se acercaba su sonrisa se agrandaba, era muy parecida a su hijo, su cabello lacio azabache, su piel blanca y tersa, sus ojitos redondos y de irises pardos. Tal como su JungKook.
—Hola pequeñita —saludó, con una sonrisa amable en la comisura de sus labios.
—Hola —respondió Young-nam con su característica sonrisa amable, sus piecitos se balanceaban de atrás hacia adelante al estar sentada en un banco bajo un árbol. Llevaba su uniforme de la escuela, camisa blanca con pollera gris tableada, cárdigan bordo, medias blancas y mocasines negros.
Jung-suk la miraba embelesado, de repente su semblante cambió a uno muy serio perdiéndose por un momento en sus pensamientos deshechos.
—Se me hace conocido, ajhussi, ¿acaso lo conozco?
El hombre volvió a sonreír, colocándose en cuclillas frente a la niña.
—Claro que si, bueno, tú no me conoces, pero yo si a ti —sujetó las manitos de la niña acariciando su piel— yo querida mía, soy tu halabeoji.
Young-nam se asombro y emocionó a la vez ante el desconocido.
—¿En serio? Usted, entonces, es el appa de mi appa JungKook.
—Así es pequeña —rio alegre. Esa niña era hermosa. Y llenaba su corazón de regocijo y de un sentimiento extraño que lo entristecía demasiado.
—Soy el appa de JungKook, el único y verdadero padre que tienes y tendrás —ante el semblante sonriente de la niña, el hombre prosiguió— ¿Qué te parece, princesa, si tú me acompañas a tomar un helado?
—Mis papás no me dejan hablar con extraños, ajhussi.
Jung-suk de repente cayó en la realidad golpeando su cabeza con todo tipo de recuerdos, aquel sentimiento extraño y confuso de hace unos momentos se torno claro. Era un sentimiento oscuro, con su juicio nublado por la maldad y egoísmo. Aquella pequeña feliz tenía todo y más. Su hijo tenía todo y más. ¿Por qué él no podía disfrutar de eso también?
—Niña, soy tu harabeoji, no soy ningún desconocido —sonrió ladino— así que eso significa que puedes acompañarme sin problemas, más tarde llamaremos a tus padres para avisarles, ¿qué te parece?
Young-nam lo pensó unos instantes. Había quedado con su omma para una tarde de chicas, pero aquel hombre tan parecido a su appa Kookie le daba confianza. La forma en que le sonreía y le hablaba tan alegre y tierno. Después de todo, era su abuelo. Asintió contenta, tomó la mano del mayor mientras juntitos y en medio de una agradable conversación de alejaban en dirección a un auto.
19/06/23: Acabo de caer en cuenta que al editar ciertas partes, los comentarios desaparecen, se borran 🥺😭
Me da mucha pena, la verdad. Amo leer sus comentarios.
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