𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘀𝗲𝘀𝗲𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝗱𝗼𝘀.
❝Sí, eres la única a la que alguna vez amaré. Sí, tú, si no eres tú, no es nadie. Mirando hacia atrás en mi vida, eres lo único bueno que alguna vez he hecho.
Sí, tú, si no eres tú, no es nadie.❞
━Anyone - Justin Bieber.
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No podía evitar sonreír tan abiertamente al ver las morisquetas que la bebé Min realizaba recostada en su carriola, le recordaba mucho a su pequeña Young-nam de bebé y una sensación de nostalgia la golpeó queriendo volver a pasar por todo ese proceso.
—Hye, ¿qué te parece? —volteó a ver a SolHyun con un vestido de gala puesto.
Habían ido a la casa de modas de una de las diseñadoras más exclusivas del país para terminar de arreglar los detalles de los vestidos que usarían la noche del evento por el aniversario del Museo Metropolitano de Seúl.
—Te queda hermoso, amiga. —elogió, observándola por un momento, momento que se vio interrumpido cuando el llanto de la menor les llamó la atención.
—Encárgate de mi bebé por un momento en lo que me quito esto —pidió, mientras bajaba la cremallera de la espalda con ayuda de otra persona.
Hye-min sujetó a la niña en brazos meciéndose con ella en brazos, le habló mientras acariciaba la diminuta manito llena de hoyuelos. La pequeña Hyungi era el vivo retrato de su padre Min Yoongi, hasta tenía su piel pálida. Tanto Hye-min como JungKook se deshacían de la ternura por su ahijada cada que la visitaban.
SolHyun salió con su ropa puesta, ocupando un asiento cómodo para sostener a su hija en brazos y darle de amamantar. La morocha observó a su amiga, los ojos almendrados brillaban al ver a la bebé.
—Hye, tontita, deberías ponerte en la tarea de buscar otro —comentó, juguetonamente dejando con la interrogación a la rubia.
—¡No puedo creer la clase de gente que permiten entrar aquí!
Las dos mujeres voltearon a ver a Sana Minatozaki indignada cruzada de brazos. Miraba con desdén y fuego en los ojos a Hye-min. Quería ahorcarla con sus propias manos por meterse en el medio de su matrimonio con Jeon JungKook.
—Querida tienes toda la razón, si hubiéramos sabido que vendrías tú aquí, ni no hubiéramos atrevido a pisar este lugar —dijo SolHyun, con aparente sarcasmo y fingido desconcierto. Hye-min cubrió su boca para no reír. La pelirroja ignoró a la otra mirando furiosa a la rubia.
—Eres la peor peste de este mundo, Park Hye-min —arremetió, furiosa— arruinaste mi matrimonio con JungKook.
Las dos amigas bufaron— Sana, querida, ese matrimonio jamás fue válido. —comentó Hye, con sarcasmo de brazos cruzados.
Las ganas de Sana por lanzarse encima de Hye-min y arrancarle los pelos eran abismales, pero solo se contuvo ya que había varios clientes alrededor observando.
—Lo único que haces es arruinar la vida de los demás.
—Me das pena, te llenas la boca de un título cuando todos sabemos que JungKook jamás te respeto como se debía —entrecerró los ojos— si hubiera sido yo en tu lugar, hace rato lo hubiera mandado a la mismísima mierda.
—Eres una ramera cualquiera —siseó, con sus manos hechas puños— no te bastó con mi marido, fuiste y te casaste con otro.
Hye-min intentó por todos lo medios no enfadarse, su mano picaba por darle una gran bofetada a Sana al nombrar en vano a su difunto esposo. NamJoon era alguien sagrado para ella y no permitiría que nadie le faltara el respeto. Solo se contuvo porque comenzaban a ser el centro de atención.
—No le daré a JungKook el divorcio para que se vaya contigo —murmuró, indignada.
—No se lo des —se encogió de hombros, desinteresada sorprendiendo a la contraria— así podremos disfrutar de nuestra sórdida y ardiente relación de amantes, lleno de sexo sucio y salvaje —susurró, solo para ellas dos.
Hye-min se regocijaba de ver el rostro iracundo y rojo de Sana, no podía evitar hacer esos comentarios fuera de lugar, quería pegarle dónde más le dolía.
—Sana, es mejor que te vayas —habló SolHyun, acercándose a ambas teniendo a su niña en su hombro— a ninguna le conviene pelear en estos momentos.
Advirtió, haciendo que ambas mujeres mirarán de soslayo las miradas curiosas y los murmullos observando el altercado.
—Sana no quiero pelear contigo, lo que decida JungKook no es mi problema, solo quiero estar tranquila con mi hija. Cualquier reclamo hazla con él, a mí no me molestes.
Volteó, dirigiéndose al rincón donde tenía su bolso y la carriola con la bebé. Sus ojos contenían lágrimas de rabia. Esto le demostraba que jamás sería feliz junto JungKook mientras haya gente que quisiera separarlos.
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Beomgyu esperaba sentado en la parte trasera de la camioneta, tenía su mochila junto a él, esa noche se quedaría junto a Young-nam y la niñera en casa de Hye-min. El chófer esperaba paciente en la parte de adelante. Sejin en el asiento de copiloto revisando su celular pendiente de la seguridad.
El chico miró hacia el suyo, el que le había comprado su hyung, uno muy moderno y genial a su parecer. Sonrió viendo la hora, el pelinegro estaba tardando más de lo esperado. De repente, se le ocurrió algo.
—Ajhussi —llamó despacio, al guardaespaldas— necesito que me haga un favor, ¿podría ayudarme?
—Dime, ¿en qué puedo servirte?
El chico se acercó para murmurarle al oído su idea con la intención de que si, JungKook aparecía no les escuchará.
Aunque era algo difícil que lo hiciera cuando estaba ocupado mirándose al gran espejo del elevador buscando algún detalle en su traje o aspecto que estuviera mal o fuera de lugar. Acomodó la solapa de su impecable traje gris a la medida, observó su camisa negra de seda con los primeros botones abiertos en su cuello y pecho, peinó su cabello hacia un costado. Estaba muy bien, estaba más que bien.
Bajó hasta el estacionamiento donde lo estaban esperando, subió suspirando de los nervios. Observó las notificaciones en su móvil, había unos mails de trabajo, algunos mensajes de sus hyung, de su madrastra y uno de Hye-min avisándole que casi estaba lista y esperándolo. Su corazón bombeaba rápido y no sabía porque.
Recordó el momento en que ella lo invitó al evento. Fue la misma mañana donde se había quedado a dormir con él. Mientras desayunaban los cuatro juntos se lo preguntó como si le preguntará sobre algo normal y cotidiano dejándole asombrado. No por la invitación en si —a él también lo habían invitado— sino porque se sintió bien saber que quería ir en su compañía. Obviamente le dijo que si.
Habían llegado en poco tiempo, JungKook y Beomgyu bajaron del vehículo para ingresar al edificio, el pelinegro ya sabía la contraseña de entrada y del departamento. Sintió una gota de sudor recorrer su nuca y espalda, el ascensor que subía al piso cinco de repente se le hizo demasiado lento.
Recorrieron tan solo unos metros hasta detenerse en la puerta, su mente se puso en blanco y solo tocó el timbre.
Beomgyu vio como su hyung se removió en su lugar nervioso, le causaba gracia su actitud, hacía mucho que no lo veía así y en su interior se alegraba en demasía verlo tan entusiasmado. JungKook ladeó la cabeza de costado y hacia abajo percatándose de un detalle. El chico llevaba un ramo de flores rojas en sus manos a la altura de su pecho.
—¿Le compraste flores a Hye?
—No, usted lo hizo —le entregó rápidamente en sus manos dicho ramo justo cuando la puerta se abrió dejando ver a Ga-yeon. Ambos entraron saludando con una amable reverencia y sonrisa.
—La señora Hye-min viene en un momento.
Young-nam apareció detrás saludando a ambos con un abrazo a cada uno. Ella estaba contenta de pasar una noche junto a su hermano.
—Ga-yeon, cualquier cosa que pase con Nami me llamas.
Dijo Hye-min haciendo su aparición y dejando deslumbrado a más de uno. Llevaba un vestido largo y ceñido a sus curvas color dorado, de mangas tres cuartos y con escote en V, su cabello rubio cayendo sobre su espalda llevaba ligeras ondulaciones y un maquillaje en tonos tierra.
—Noona —saludó, el adolescente, abrazándola— se ve bellísima —alagó, con una sonrisa mientras volvía al lado de la pequeña y su niñera.
Hye-min volteó hacia JungKook al igual que los demás. Él se había quedado totalmente estático en su lugar embelesado por la belleza de la mujer frente suyo, ante la risita baja de los niños, sus ojos recayeron en el enorme ramo saliendo de su ensoñación.
—Ahm, son para ti —tendió las flores acercándose a ella sintiendo su nuca y sien transpirar mucho más, ¿por qué de repente se sentía muy nervioso?
—Mas flores, Kook —reprochó suavemente, sonrió recibiéndolas y por unos cortísimos segundos sus manos se rozaron causando electricidad en ambos— me encantan —le dio un sonoro beso en el cachete dejándolo peor.
Hye-min le entrego las flores a la niñera, está se alejó unos momentos para ponerlas en un florero con agua. La rubia se sentó en el sillón del living junto a su hija.
—Si te sientes mal, me llamas ¿si? —eso alertó al pelinegro quien también se sentó junto a ellas con el ceño fruncido— no te preocupes, hoy amaneció con moquitos y con algo de fiebre —le explicó— pero le di unas medicinas y está mejor. Solo tiene mamitis.
La pequeña rio y abrazó fuerte a su madre.
—Debo ir a buscar mi bolso y nos vamos.
JungKook la observó alejarse, aquel vestido tenía una abertura en la espalda y eso realmente le encantó porque su mente comenzó a fantasear por los más recónditos deseos de su interior y que quería perpetrar.
La siguió detrás, excusándose con que iría al baño un momento. Entró a la habitación sin siquiera tocar, ella se estaba colocando algo de perfume.
—Estas preciosa.
—JungKook, me asustaste.
Sonrió acercándose a ella, sus manos rozaron la cintura femenina para atraerla a su anatomía dejando un beso cerca de sus labios y susurrarle al oído.
—Realmente bellísima.
Vio el sonrojo en sus mejillas y le dio tanta ternura que se la comería a besos allí mismo.
—Quise tomarme el atrevimiento de comprarte algo —murmuró, sacando del bolsillo interno de su chaqueta una caja rectangular de terciopelo azul oscuro con detalles en dorado, ante la atenta mirada de Hye, JungKook la abrió dejándole ver una hermosa, elegante y distinguida gargantilla de oro blanco con un diamante en forma de lágrima azul brillante.
—Esto es demasiado —exclamó embobada, mirando tal exquisitez de joya. El pelinegro sonrió quitando la pieza de su lugar, le hizo una señal para que volteará frente al espejo de cuerpo entero y así lo hizo. Le colocó la gargantilla sobre el cuello quedando a la perfección en contraste con el vestido dorado.
—Te mereces todo lo hermoso de este mundo, bonita mía —murmuró, besando el hombro poco descubierto de la mujer, mirándola a través del reflejo— quiero darte todo, Hye.
Ella giró sobre sus talones para enfrentarle, esos detalles tan extravagantes le incomodaban un poco, pero debía acostumbrarse a los regalos que le hacía y ser agradecida.
—Gracias —se elevó un poco sobre sus tacones para darle un beso cerca de la comisura de los labios.
—Quiero besarte, Hye —masculló, rodeándole con los brazos y sus rostros quedando solo a centímetros.
—Cada que dices eso terminamos cansados —sus manos se anclaron al cuello del pelinegro repartiendo caricias a su piel. Él sonrió pícaro.
—No me molestaría llegar tarde al evento.
Hye-min negó, soltándose y comenzando a alejarse en dirección a la puerta.
—No se puede y te diré porqué, mi cabello y maquillaje llevaron trabajo, los niños se encuentran en la casa y no te daré el gusto así que —le guiñó un ojo— sigue soñando, Jeon —se burló, saliendo por la puerta y dedicándole una sonrisa divertida.
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Iban en camino hacia el evento, habían acordado simplemente ignorar las preguntas que cualquier periodista o persona les hiciera en cuanto a su relación o el estado de está. Solo disfrutarían de una noche diferente fuera de la casa.
—Mirá esto, ¿qué te parece?
JungKook le mostró una imagen de decoraciones en la pantalla de su móvil.
—Esta bonito.
—He pensado que podríamos pedirle opinión a Young-nam, qué quiere para su fiesta de cumpleaños.
Eso la sorprendió.
—¿Quieres festejar el cumpleaños de Young-nam?
—Si, así es, falta un mes, ¿no? —ella asintió, y él vio la impresión en los almendrados ojos, suspiró guardando su celular— no estuve en ninguno de ellos, quiero hacerle una fiesta grande donde ella disfrute y yo pueda verla así.
—Perdón —chitó suavemente, acunando una de sus mejillas, acercándose a ella.
—Oye, bonita mía, no, no pidas disculpas por algo que no tuviste culpa. Los haz hecho muy bien. —besó su frente— Pero quiero hacer esto, claro tú deberás ayudarme o si quieres decirme lo que les gusta cumpliré sus deseos —sonrió, volviendo a su lugar mientras entrelazaban sus manos.
—No somos muchos.
—No hace falta —la miró— estarán las personas más cercanas, las que nos quieren, ella puede invitar a sus compañeros de escuela. Haremos que todo funcione y que Nami disfrute.
Hye-min asintió con una tenue sonrisa en sus labios, suspiró con algo que supuso era alivio, todo estaba más que bien, todo iba tomando su curso y no tenía nada de malo soñar despierta y disfrutar. ¿Por qué el mal presentimiento seguía allí, entonces?
Al llegar, el primero en bajar fue JungKook recibiendo el inminente ataque de los flashes de las cámaras, ayudó a Hye-min a bajar sonriéndole mientras entrelazaban sus brazos. Luego de darle unas indicaciones a Sejin que los siguió detrás unos metros, caminaron por la alfombra color beige pasando de las preguntas que cada vez se volvían más atrevidas ahondando en la intimidad de sus familias.
JungKook quería irse encima de todos ellos siendo detenido por Hye-min, fingiendo tranquilidad y una sonrisa. Debían fingir lo mejor posible, debían ignorar, sobre todo ignorar.
Luego de las presentaciones, de los saludos y algunas preguntas curiosas de algunos invitados y conocidos, estaban acompañados de Yoongi y SolHyun. El presidente de la Nación, Lee Hyun también se había acercado a saludar y aunque había sido muy amable y amigable con todos, a JungKook le dejó muy mal sabor de boca que haya abrazado a Hye-min con efusividad cuando se despidió.
Recorrieron las obras de arte observando, escuchando y debatiendo sobre ellas. En el camino, Yoongi se había encontrado con HoSeok, quien saludó a todos con alegría, inclusive había sido amable con JungKook dejándole asombrado, pero solo por unos segundos.
—Deja de pensar tanto —susurró Hye, cerca de su oído— verás que de a poco las cosas se arreglarán y cuando menos lo pienses Hobi y tú estarán hablando como los viejos amigos que eran —sonrió, y él suspiró devolviéndole la sonrisa de labios cerrados, besándole la mejilla.
Sonrió, arrugando levemente la nariz al verla alejarse, llevó la copa de champaña a sus labios bebiendo un sorbo del líquido burbujeante y vislumbrando a Yoongi llegar hasta él con rostro serio.
—Tienes que ver esto —dijo, situando disimuladamente su celular frente a él, este con el ceño fruncido en confusión lo tomó junto al auricular que colocó en su oído, luego apretando el botón dándole play a un vídeo.
Un vídeo donde se mostraba a Sana y Hye-min discutiendo, al principio no se entendía muy bien, pero por lo poco que se pudo grabar se interpretaba que la pelirroja inculpaba a la rubia de robamaridos y una mujer sin escrúpulos. La otra sin quedarse atrás no negaba ni afirmaba nada, pero si se defendía.
Chasqueó la lengua devolviendo el aparato a su mayor, esto era lo único que le faltaba. Ese video había llegado a manos del pálido antes de que se viralizará por internet.
—¿Puede usar esto en mi contra? —preguntó en voz baja, disimulando su rabia. Yoongi suspiró, mirándole— por lo que dice, podría acusarme de adulterio.
—Si, pero tienes puntos a tu favor. El acuerdo prenupcial que firmaron es por bienes separados. No tiene pruebas suficientes y si las tuviera eso sería suficiente para concluir el divorcio —explicó— realmente no le conviene, aunque si opta por demandarte, te quitaría una enorme cantidad de dinero.
—Hyung, el dinero no me importa, ya se quedó con el penthouse, solo quiero divorciarme para poder seguir mi vida junto a Hye-min y mis hijos.
—Tranquilo, haremos lo posible porque antes de que acabe el mes ambos firmen los papeles.
Estaba cansado de seguir luchando por su felicidad. De tener que lidiar con la gente que tanto le había hecho daño. Comprendía que en el pasado fue alguien egoísta y mezquino, que pensaba solo en él mismo, pero todo cambió cuando se enamoró de Hye-min, ¿qué crimen había cometido para que le pasará todo lo que pasó? Era un tanto injusto.
La observó, conversando con algunas mujeres de la sociedad, los padres de ella también se encontraban allí, los había saludado al principio prefiriendo dejarlos tranquilos porque aún intentaba ganarse la confianza de los mayores. Terminó lo que quedaba en su copa y caminó hasta la rubia sacándola a bailar.
Una lenta canción de jazz comenzó a sonar uniéndose ambos a las demás parejas. JungKook atrajó a Hye-min a su anatomía, le rodeó la cintura mientras su mano libre le tomaba la mano y la libre de ella rodeaba su hombro y cuello, moviéndose con lentitud, dedicándose sonrisas cariñosas.
—Bonita.
—Mmh.
Había cometido muchos errores en su vida, pero ella y su hija fueron el mejor regalo que la vida le pudo dar. Amarlas y protegerlas era su mayor prioridad, hacerlas feliz y en el trascurso serlo él también.
—Te amo —los ojos de Hye se agrandaron un poco, dejaron de moverse, pero aún se mantenían aferrados en la pista, JungKook acunó la mejilla sonrojada repartiendo caricias con su pulgar— no quiero seguir presionándote, no quiero que te alejes de mí por culpa de los demás, digan lo que digan y hagan lo que hagan no me van hacer desistir de querer formar una vida junto a ti. Quédate conmigo, sin importar cuan difícil sea, te prometo que buscaremos la manera de solucionarlo todo juntos —los ojos de ella contenían las lágrimas, los de él brillaban con ilusión— no pienso fallarte está vez, Hye, solo amarte y valorarte hasta que Dios me lo permita.
Dejó un casto beso en sus acolchonados labios apretándola contra él suavemente volviendo a mecerse al compás de la lenta canción.
Hye-min escondió su rostro en la cuenca del cuello masculino olfateando su perfume dulce y suave sintiendo en su cuerpo el del contrario, su calor y afecto. Dejándose llevar por ese momento y esos brazos.
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Hubo un cambio repentino a último momento, cuando se dirigieron de vuelta a casa pasada la madrugada una vez terminó el evento, pues a pedido de los niños que se encontraban allá porque había más espacio y sus habitaciones, se dirigieron al departamento del pelinegro.
Al salir ambos del ascensor, Hye-min gimió de la sorpresa al sentir como JungKook la abrazó por la espalda envolviéndola entre sus brazos.
—Ssshhh, no hagas ruido, bonita —siseó, por lo bajo cerca de su oído— despertarás a los niños.
—JungKook suéltame —dio unos leves golpecitos a las manos masculinas para que la soltase siendo imposible. Inclusive caminar normalmente cuando tenía un cuerpo de setenta kilos y metro ochenta sobre su espalda.
—Ya llegamos —susurró él, apretando su brazo derecho a la cintura femenina impidiendo el escape de esta mientras alargaba su brazo izquierdo y con dedos parsimoniosos metía la clave de acceso al departamento.
Ingresaron al interior entre risas bajitas y reproches dando tumbos. JungKook comenzó a repartir besos en la mejilla y cuello de Hye-min haciendo ruiditos tontos desde su garganta. Ella a duras penas prendió las luces de la entrada cambiando su rostro cuando encontró a Beomgyu acostado en el sillón jugando con su celular.
—Oh, ya llegaron —el chico se levantó, Hye se dio cuenta de su rostro algo preocupado. Se soltó mirando por instinto hacia la sala en dirección al pasillo donde se dirigía a las habitaciones.
—¿Pasó algo? ¿por qué no estás dormido? —preguntó con dulzura, peinando los cabellos alborotados del menor hacia atrás y acariciando sus mejillas.
—Es Nami —dijo, alertando de inmediato a los adultos— tiene fiebre y hace rato que no duerme, no quiso ir al hospital, estuvo llorando mucho y Ga-yeon intentó bajarle, pero no ha podido y las dos están muy nerviosas. Los hemos llamado muchas veces, pero no nos contestaron.
Hye-min salió trotando alzando el vestido entre sus manos para no tropezarse con la tela. JungKook sobó su rostro con su mano en acción frustrante, sabía que no debía apagar los celulares. Se acercó a Beomgyu y besó su frente dirigiéndose a la habitación de su hija.
Encontró a la niñera somnolienta sentada al lado de la cama de la niña mientras esta era reconfortada por su madre. El pelinegro se acercó a ambas sentándose frente a ellas, con su mano en la frente de la menor revisó su temperatura corporal encontrando más alta de la normal. Sus cachetes redondos y sus orejas se encontraban colorados, la niña lloraba y eso les partió el corazón a sus padres.
—Sabia que hoy no te sentías bien, no debí dejarte —Hye-min también parecía a punto de llorar. Besó la frente de su hija apretándola más a ella.
—Intenté darle medicamento, mucha agua y le puse paños templados, pero nada le baja —la niñera estaba nerviosa.
—Tranquila Ga-yeon —murmuró, con tranquilidad JungKook— nosotros nos encargamos, ve a descansar quédate es muy tarde —volteó, hacia el chico parado en el umbral de la puerta— descansen los dos.
Ga-yeon se levantó a duras penas no queriendo irse, Young-nam volteó apenas su cabeza para tomarle la mano a la chica y agradecerle con sus ojitos rojos por las lágrimas. Una vez los tres solos JungKook se quitó la chaqueta y arremango las mangas de su camisa hasta los codos. Se dirigió al baño que tenía la niña en su habitación y llenó la bañera con agua caliente tirando unas esencias.
Volvió a la habitación viendo cómo Hye-min se mecía con su hija en brazos mientras le cantaba una canción de cuna, la pequeña había parado de llorar, pero su rostro seguía húmedo y con una expresión de dolor en sus ojitos entrecerrados. Se colocó en cuclillas hacia ellas y miró a su hija a los ojos, sonriéndole.
—JungKook, tenemos que ir al hospital ahora, no quiero que le pase nada, por favor —suplicó, con su voz afectada.
—No es necesario, Hye —ante el ceño fruncido en confusión y desazón de la mujer, él añadió — intentemos algo y si vemos que no funciona te prometo que iremos urgente —ella asintió a duras penas y él se dirigió a la menor— Nena, vamos a darnos un baño, ¿quieres? —esta apenas asintió pasando a los brazos de su padre, este sobó su espalda con pequeñas caricias, se preocupo un poco al sentir el cuerpecito más caliente. Definitivamente sino funcionaba debían ir al hospital.
Con ayuda de Hye-min desnudaron a Young-nam dejándola en ropa interior. La metieron a la bañera, siendo JungKook quien la sostenía arrodillado al borde de la bañera, mojando con el agua tibia el cuerpecito afiebrado de la niña.
—¿Estás seguro que esto funcionará?
—Confia en mí, amor —Hye-min se arrodilló a orillas viendo como su hija tenía los ojitos entrecerrados y su cabeza se apoyaba en el hombro de su padre recibiendo caricias de este— recuerdo cuando era pequeño y mi padre estaba demasiado ocupado para cuidarme, aún no conocía a YangMi, enfermé terriblemente y la señora Minha quien fue mi nana por muchos años no tenía como llevarme al hospital —relató, bañando a la menor con suavidad— entonces me metió a la bañera llena de agua calentita con unas esencias extrañas que olían muy bien, me bañó allí hasta que la fiebre me bajo y a los veinte minutos ya andaba corriendo por la casa —sonrió, contagiando a Hye.
—Hay un aroma a eucalipto.
Él asintió.
—Todos los baños tienen esencias y aceites especiales —indicó refiriéndose a los cuartos del departamento— al ponerlos en el agua caliente la combinación del vapor en el aire subiendo hace que respiremos causando que nuestras vías se abran.
Hye-min miró atentamente a JungKook, la forma tan delicada con la que acariciaba y le hablaba a su hija, la forma tan tierna y dulce en que le sonreía cuando la menor le contestó. Su mente aún procesando que aquel hombre frente suyo sea el mismo que en el pasado fue un mujeriego egoísta, prepotente, frío y desagradable con cualquier persona y ahora se sentía orgullosa del hombre maduro y fuerte, un padre devoto cuidando de su niña.
Veinte minutos después, Young-nam tenía su pijama puesta al igual que sus padres, la fiebre había bajado y se sentía mucho mejor, pero seguía quejándose en brazos de su papá por culpa de su nariz tapada por los mocos.
—Ya va pasar, nena —calmó a la menor meciéndose con ella, observó de reojo a Hye-min preparando el humificador de ambientes en forma de koala celeste.
JungKook percatándose de que la pequeña ya estuviera dormida la depositó en la cama con suavidad cubriéndola hasta los hombros, dejó un beso en su cabello al igual que lo hizo Hye-min después y ambos salieron de la habitación dejando la puerta entreabierta. Estaban tranquilos porque habían dejado sobre la mesa de luz un monitor de audio para bebés con la intención de mantenerse atentos al estado de la menor.
Ambos se sentían más tranquilos alegrándose en partes cuando tocaron la cama y cayeron rendidos en los brazos de Morfeo.
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Abrió los parpados lentamente sintiendo una calidez envolverla, ladeó su rostro encontrando a solo centímetros el de JungKook. Uno de los brazos de este rodeaba su cintura con posesividad, una de las piernas hacia lo mismo apresando las de ella y por si fuera poco, podía sentir en su cadera las ligeras palpitaciones provenientes del bulto dentro de los pantalones de pijama de este.
Sonrió, comenzando a detallar con la yema de sus dedos cada facción del rostro masculino, su cabello negro caía largo en ondas —así como cuando era joven— sus tatuajes aún lo hacían ver rudo a pesar de la edad. Se sentía pequeña a su lado, pero muy protegida. Se colocó de costado volviendo a delinear las facciones maduras, ni siquiera tenía arrugas, excepto la de su entrecejo.
—¿Qué hacés? —susurró él, entre sueños haciendo que ella se sobresalté un poco. Rio bajito y se apretujo en el pecho masculino sintiendo su calor.
—Solo te miraba —devolvió ella, con voz ronca y una sonrisa. No esperó a que él le contestará con sarcasmo y besó aquellos finos y tentadores labios que tanto había extrañado— Kook, quiero que seas mío y quiero ser tuya —aquellas palabras lo sorprendieron en demasía causando que abriera sus párpados para observarla atentamente.
—Soy tuyo, nena, siempre lo fui.
—No —le besó succionando el labio inferior, metiendo su lengua para rozar la del contrario. Hye-min se atrevió a sostener entre sus manos el rostro de JungKook intensificando el beso, las manos de él se apretaron a las caderas de ella bajando hasta sus muslos haciendo que levantará un poco la pierna para rodearle parte de la cintura causando que sus intimidades se rozasen placenteramente— Si Kook, si quiero, si quiero casarme contigo —jadeó, en los labios, mirándole a los ojos— quiero una familia contigo, quiero todo contigo, lo quiero todo.
JungKook se levantó de la cama dejándola algo confundida, al instante en que lo vio poner seguro a la puerta supo que se traía entre manos, sobre todo cuando en el camino de vuelta se quitó la camiseta dejándola caer al suelo deleitando a sus almendrados ojos con aquel torso marcado, musculoso de piel bronceada y aquellos tatuajes en su brazo que la volvían loca.
Se subió a la cama colocando sus rodillas sobre el colchón, la sujetó de los tobillos arrastrándola un par de centímetros en su dirección y sin preámbulos le abrió las piernas para quitarle de forma ágil la ropa interior. Hye-min gimió de deseo y sorpresa al ver sus intenciones, una sonrisa pícara y divertida asomándose en sus acolchonados labios cuando sintió el cosquilleo por el cabello de este rozar sus muslos internos cuando la besó allí.
Y perdiendo la cordura en segundos cuando enterró su rostro en su intimidad.
—Ssshhh, sé silenciosa amor, no querrás despertar a nuestros bebés —su voz tan ronca con un tono sensual solo causó que ella sintiera una punzada dolorosa de placer en cada rincón de su cuerpo. No pudo evitar retorcerse entre las sábanas cuando JungKook comenzó con su juego oral, tampoco evitó disfrutar cada cosa que él le hizo esa mañana y que esperaba, todos los días de su vida a su lado.
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