𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗼𝗻𝗰𝗲.
Había pasado el tiempo suficiente como para que Hye-min y JungKook se amoldaran al día a día del orfanato, cada uno llegaba a temprana hora de la mañana para comenzar la rutina que parecía mantenerlos en un lugar cómodo y estable, como lo era la relación que estaban forjando.
JungKook parecía dentro de su zona de confort, hacia todo con ganas, una sonrisa y sin rechistar. Ya no salía por las noches por fiestas, salvó a beber algunos tragos con sus hyung's; tampoco había tenido discusiones o encuentros desafortunados con su progenitor o siquiera tiempo como para una relación esporádica.
Aunque pareciera extraño, sin que él mismo se diera cuenta, su atención se mantenía enfocada en los deportes y el trabajo del orfanato.
—Eso es todo —suspiró descargando en el depósito un saco enorme de arroz— ¿Necesita algo más, ajumma?
—Oh no, muchacho, ve a descansar —agradeció con una sonrisa mirando como su hijo más atrás se acercaba con una canasta llena de verduras entre sus brazos.
JungKook dándose cuenta de ello ayudó al chico al instante. La relación de esos dos era mucho mejor que antes, tanto que era normal verlos conversar largo y tendido o pasen tiempo juntos sin razón alguna.
—Gracias JungKook-ie —peinó algunos mechones de su cabello azabache hacia atrás.
—Los niños ya están colocando la mesa para el almuerzo —avisó la castaña acercándose a ellos viendo en que más podía ayudar.
—El día está muy bonito afuera podríamos usar la mesa alargada y comer en el patio —propuso TaeHyung mirando a través de la ventana.
Tanto Hye-min como JungKook fueron a contarle a los niños sobre el nuevo lugar de almuerzo, ellos contentos ayudaron a colocar los utensilios y sillas en el nuevo puesto, afuera en el jardín en un día hermoso.
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Luego de finalizar el almuerzo, que cada niño haya ayudado en la higiene y limpieza del comedor improvisado del jardín, comenzaron a marcharse hacia sus actividades extracurriculares y sus clases del colegio.
Pero un alboroto en la entrada del orfanato llamó la atención de la mayoría.
—Ajumma, ¿qué es todo eso? —inquirió Hye-min a la señora Ye-Sol, la mujer la miró con seriedad también hacia el alboroto de gente desconocida entrar a la propiedad.
—Supongo que nuevos visitantes.
—¿La directora Choi? —la mujer con una señal de cabeza le indicó dónde estaba la susodicha quien recibía y hablaba sonriente con un par de personas.
Los tres jóvenes salieron al patio al escuchar los ruidos incesantes de voces y gente pasar al interior con lo que parecían equipos de cámara, luces y sonido.
—¿Qué está pasando? —inquirió TaeHyung confundido al igual que los otros dos quienes se encogieron de hombros.
JungKook dándose cuenta al instante. Viendo al equipo de publicidad de su padre entrar.
—Buenas tarde a todos —saludó Moon Sonmi con una reverencia a los jóvenes— JungKook, que alegría verte.
—No sé si decir lo mismo —murmuró para si misma Hye-min con cierto recelo ante el despliegue.
—Los niños —dijo el de cabellos azabaches corriendo hacia ellos, quienes se agolpaban en las puertas y ventanas mirando con fascinación absolutamente todo. La castaña sin chistar siguió al chico detrás para ayudarlo, pues los infantes ya comenzaban a alterarse un poco.
—Sonmi, ¿me puedes explicar qué hace toda esta gente aquí? —JungKook presentía lo que venía, pero quería confirmarlo.
—Tu padre dará una rueda de prensa aquí en el orfanato.
JungKook maldijo por dentro al ser sus sospechas ciertas, porque aquel interés repentino de su padre por aquel lugar no era más que con intereses egoístas y superficiales, de eso estaba muy seguro.
El inminente despliegue de gente arreglando cables, cámaras y micrófonos frente a una improvisada tarima dónde también se había preparado un atril de madera perfecto para que el presidente se parara a exponer su discurso, sillas estratégicamente colocadas con sus pequeños carteles con nombres sobre estos.
Daba a entender que no solamente ese discurso o lo que fuere, sería transmitido en vivo, sino que más gente importante y de la política estaría presente. Llevando a qué los niños fueran parte de esa tremenda pantomima.
JungKook bufó intentando contactarse con su padre, pero este no le contestaba la llamada. Resignado, decidió que mantendría a los niños adentro y prepararlos para lo que sea que llegase a venir.
—Hyung, ¿cree que me veo bien así? —el pequeño Beomgyu sujeto la mano del pelinegro para que volteara a verlo.
JungKook soltó una risita nasal al ver al niño vestido con jeans, camisa con estampas de superhéroes, zapatillas blancas y su pelo engominado.
—Estas bien, BeomBe —lo llamó por su apodo con dulzura— siempre te ves bien.
—¿Y yo, hyung? —chilló el otro pequeño, Hueningkai.
—Yo estoy mucho mejor, me he puesto camisa —expresó Yeonjun planchando con sus manitos la tela de su camisa blanca.
—Yo también tengo camisa de botones —comentó con gracia, el pequeño Taehyun, en compañía de Soobin.
Los niños comenzaron a discutir entre ellos, por la atención del pelinegro, haciendole sentir un tanto sofocado por tanto escándalo, extrañándole sobre todo, que ellos quisieran su aprobación. Y aunque él no quisiera verlo o lo negara, en el orfanato más de uno lo admiraba y adoraban.
Luego de calmarlos y elogiarlos por verse tan correctos, los junto con los demás niños quienes esperaban parados a un costado como si fueran la atracción del espectáculo.
La gente comenzó a llegar de a poco, la prensa estaba lista para comenzar a transmitir cuando les dieran la orden. Varios políticos saludándose, tomando sus respectivos puestos, ninguno volteando a ver a los entusiasmados niños. El primer ministro Park Myung-Back se sentó al frente junto a su esposa, Hye-min se sintió un tanto avergonzada porque no sabía absolutamente nada de eso.
Vislumbró a lo lejos a varios ministros, entre ellos, al señor Kim WooKyun y su familia; Kim NamJoon acercándose a ella a saludarla bajo la atenta mirada de TaeHyung y JungKook, este último con cara de pocos amigos, una razón más para aumentar su mal humor.
Cuando todo parecía listo, se hizo la presentación correspondiente ante las cámaras encendidas y los invitados, cientos de flashes cegando a más de uno y el presidente de Corea, el señor Jeon Jung-suk tomando el mando luego de haber saludado a todos con una respetuosa reverencia.
—Buenas tardes a todos los presentes, me complace que nos acompañen en este día tan especial —comenzó con voz amable su discurso sobre los recursos más importantes del país, sobre lo mucho que se trabajaba para conseguir tener una vida estable, las tradiciones y costumbres que jamás debían perderse.
—Wuao, es admirable tu padre, Kook-ah —alabó TaeHyung mirando embelesado al presidente seguir hablando.
<<Si tan solo supieras>>, se dijo el pelinegro en su interior.
—He tenido el honor de poder ayudar a lugares de bajos recursos, en este caso, al "Orfanato Seolchun" de proveerles no solo una ayuda monetaria como su principal benefactor, sino también traerles la oportunidad de que convivan con nosotros, con mi familia en este caso —JungKook bufó en su lugar conteniendo la risa y la rabia ante lo último dicho— mi hijo JungKook ha venido durante meses disponiendo de su tiempo para ayudar en este lugar en compañía de la señorita Park Hye-min, hija de nuestro benemérito primer ministro, Park Myung-Back.
Ambos estaban entre intrigados y estupefactos por lo dicho, puesto que aquel servicio lo habían echo casi obligados, aunque, para Hye-min no haya representado una molestia alguna desde el principio. JungKook totalmente indignado escuchaba como su progenitor se deshacía en elogios sobre su propia familia, como si lo que hacían fuera algo tan normal y simple.
Varios minutos más tarde, el señor Jeon era vitoreado con aplausos por los demás ante tan conmovedor discurso. La directora Choi obligó a TaeHyung y una de las chicas ayudante de cocina a acomodar a los niños al lado del presidente para una foto grupal. La inocencia de los infantes no les dejaba ver qué eran víctimas de ojos acusadores y críticos.
El señor Jung-suk se arrodilló teniendo a los más pequeños a su altura, las cámaras intentando juntarlos más para una fotografía de lujo. Tanto era el revoloteo que uno de los niños sin quererlo empujó por la espalda al presidente causando que este cayera sentado al suelo, las risas de los demás por ver la escena inocente y graciosa. Sin embargo, la mirada lúgubre que Jung-suk le dedicó al pequeño hizo que más de uno contuviera el aliento del miedo.
Ese señor era demasiado intimidante.
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El pequeño espectáculo siguió con el presidente recorriendo las instalaciones mostrando a los pocos empleados que trabajaban allí, exhibiendo algunas de las actividades que los niños hacían para las cámaras de los noticieros. Los nuevos regalos que, mágicamente se habían instalado. Cómo un equipo audiovisual para el entretenimiento infantil o las varias, nuevas prendas de los niños acomodados perfectamente en sus pequeños closets, entre tantas otras cosas, que antes no estaban allí.
Todo ese despliegue para luego terminar ignorando a las verdaderas y necesitadas razones del orfanato teniendo toda la atención sobre el primer mandatario, de más está decir que los ánimos de la mayoría no era positiva sentían que solo fueron parte de un show con incierto propósito.
—Crees que puedes venir y hacer lo que se te venga en gana —demandó el pelinegro con mucha molestia. Su padre se encontraba en la oficina de la directora Choi luego de que le pidió hablar.
—Puedo hacer lo que me plazca, soy el presidente de Corea, ¿recuerdas? —su tono burlón hizo bufar al chico— además, yo soy el primer benefactor del lugar.
—¡Eso no te da el derecho de incomodar a los trabajadores! mucho menos incomodar a los niños —remarcó con voz profunda recriminando con su dedo— ellos son los que menos tienen la culpa.
—¡Fíjate bien cómo me hablas, mocoso! —de un salto se acercó a su hijo de forma amenazante, él otro lo enfrentó sin echarse atrás, estaba harto de la actitud nefasta de su padre.
—Ya no soy un niño, abeoji, no puedes intimidarme como antes lo hacías —el señor Jung-suk resoplaba por la nariz como un toro furioso— tengo bastante fuerza física como para defenderme y si no he hecho nada es porque eres mi padre y te debo respeto.
El señor Jung-suk iba a gritarle otra sarta de barbaridades cuando la puerta del lugar fue abierta por una inocente y amable Hye-min disculpándose con una reverencia de noventa grados antes de hablar.
—Disculpen la interrupción, pero afuera hay gente que ha escuchado sus gritos —indicó dedicando unas miradas cómplices al pelinegro, quien intentaba tranquilizarse en su lugar— no quiero ser entrometida, pero señor Jeon, no quiero que los escuchen, terminaría por arruinar tanto trabajo que ha hecho hoy.
—Al fin alguien que piensa en este lugar —expresó como indirecta hacia su hijo— gracias querida —sonrió a la chica, está correspondiendo también— te veo en la casa, JungKook.
La puerta se cerró dejando a los dos jóvenes solos ahí dentro, JungKook en un ataque de irá lanzo a la pared los libros y papeles que yacían sobre el escritorio.
—Cálmate, ¿quieres? —la castaña se acercó intentando calmarle, pero él se zafo apenas le rozó la mano para mirarla con ojos fulminantes.
—¿Por qué mierda te metes, Hye-min? Mi padre humilló a todos aquí y tú lo justificas, ¿qué te pasa? —estaba furioso y consternado.
—No lo defendí, simplemente que todos se han dado cuenta de lo tenso que los dos se pusieron —explicó firme intentando que él la mirara— todos escucharon los gritos, los reclamos entre los dos —hizo una pausa para respirar— simplemente no quería que las cosas se fueran a los extremos.
El pelinegro resopló en su lugar comenzando a levantar lo arrojado al suelo, la castaña ayudándolo al instante, luego se deslizó sobre la pared hasta caer sentado en el suelo conteniendo sus rodillas entre sus brazos.
—Asustó a los niños y amenazó a Beomgyu por haberlo empujado delante de todos —murmuró con su ceño fruncido, sus ojos perdidos en algún punto fijo del suelo— siento que todo lo hace a propósito, que quiere hacerme la vida imposible, es la primera vez que hago algo con sinceridad y gusto.
—Todo va pasar, JungKook, no te preocupes —contestó ella con una tenue sonrisa, tomándose el atrevimiento de acariciar por sobre la tela de la camisa azul el brazo del pelinegro, tensándolo en su lugar al darse cuenta de lo cerca que se encontraban el uno del otro, pues la castaña también había tomado asiento a su lado.
JungKook carraspeó algo incómodo, levantándose para seguir acomodando lo que había tirado al igual que Hye-min, dejando todo en orden y en su lugar. Sin dirigirse la palabra salieron juntos de la oficina.
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