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𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗱𝗶𝗲𝗰𝗶𝘀é𝗶𝘀.

A través de la ventana del auto podía ver la enorme puerta de entrada al orfanato, cerrada. No sabía porque de repente se sentía tan nerviosa por entrar.

—¿Te sientes bien, cariño? —preguntó su madre apretando con suavidad su muslo izquierdo. Hye-min volteó a verla con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Si, omma, estoy bien —se despidió de ella con un abrazo y dejó que el chófer le abriera la puerta del vehículo.

Acomodó su vestido celeste floreado, al igual que la fina corres de su bolso en el hombro. No podía entender porque sentía esos raros retorcijones en el estómago si era otro simple día más. El guardia del orfanato al verla, le abrió saludándole amable.

Ese día había llegado un poco más tarde de lo normal. Tuvo pendientes de la universidad. Entró, percibiendo solo silencio a su alrededor. Dejó en el casillero su bolso, al salir encontrando en el camino a la directora Choi.

—Señorita Park, que alegría tenerla de nuevo, ¿cómo se siente? TaeHyung me ha comentado lo que le ocurrió.

—Estoy mucho mejor, gracias —habló apenada— siempre he tenido claustrofobia a lugares pequeños fue un descuido.

—Me alegró que el joven Jeon estuviera allí con usted.

—Yo también.

Caminaron por el pasillo mientras conversaban de temas variados, se detuvieron al llegar al jardín donde vieron como los varones mantenían un divertido juego de fútbol mixto mientras los que no los vitoreaban sentados a un costado.

Hye-min no pudo evitar sonreír y aplaudir cuando el equipo de TaeHyung metió un gol en el arco improvisado por piedras, se los podían diferenciar perfectamente ya que el equipo del chico de sonrisa cuadrada usaba en las camisetas banderines de color amarillo mientras que el equipo del pelinegro usaban de color naranja.

Todos estaban exhaustos y el calor del verano no ayudaba mucho. Tomaron un descanso en el que se acercaron a beber agua fresca, Hye-min repartiendo los vasos con jugo a los niños para saciar la sed.

—Gracias pequeña —agradeció Taehyung cansado, bebiendo de su agua mientras se sentaba juntop los demás niños.

—Hye, ¿cómo te sientes?

La cercanía de JungKook la hizo estremecer, su pregunta cargada de preocupación con un atisbo de ternura dicha con aquella voz ronca igual. Tragó saliva intentando sonreír y evitando no mirarlo directamente a los ojos, su cabeza rememorando la conversación con su hermano.

"No solo te gusta, sino que estás enamorada"

Carraspeó alejando esos pensamientos al tener al protagonista de ellos a solo centímetros de ella. Le tendió una botella de agua, él aceptando con gusto bebió una gran cantidad del líquido mientras era observado de soslayo.

<<Hye-min, deja de mirarlo así, maldita sea>>

—Estoy bien, en serio no es nada. Gracias.

JungKook la analizó como esperando algo más, tal vez aquello que le contestó no era suficiente para responderle, pero qué quería, que se arrodillara frente a él y le diera así las gracias.

<<Arrodillarte frente a él y darle las gracias de esa forma le encantara, tú sabes>>

Se removió inquieta al tener ese tipo de pensamientos, no es que no fuera normal tenerlos, la cosa era tener a solo centímetros a la razón de ellos, respirando con dificultad, transpirado, con su cabello negro despeinado dándole un toque salvaje, la nuez de Adán de su cuello moviéndose por la acción del agua bajando por su garganta. Se reprimió a si misma obligándose a mirar a otro lado.

—Noona, ¿está bien? ¿ya está mejor? ¿puedo hacer algo por usted? —las preguntas precipitadas e impacientes del niño hicieron sonreír a Hye-min.

—Tranquilo corazón, no pasó nada, estoy muy bien —contestó sonriente, tomando asiento al lado de Beomgyu— solo era cansancio y tengo claustrofobia.

—¿Qué es eso?

—Es un tipo de fobia que se desencadena por un miedo intenso a los lugares pequeños, como me pasó a mi al estar encerrada en una habitación sin ventanas. —explicó riendo un poco de la reacción del niño al decir solamente 'aaahhh'

—¿Hye? —volteó hacia el pelinegro, está vez escondiendo todo pensamiento irracional dándole pie a su actitud fría para con él— ¿podemos hablar?

Ella asintió levantándose para seguirlo, caminó detrás hasta ponerse a la par suya, JungKook se metió al pequeño baño de la habitación donde los trabajadores guardaban sus cosas, Hye-min se recostó en el umbral de la puerta del pequeño baño impactada cuando él se quitó la camisa delante suyo dejando expuesto su torso desnudo con una finísima capa de sudor.

Los tatuajes cubrían gran parte de su brazo derecho, desde la muñeca hasta el hombro; incluso pudo ver perfectamente la frase que tenía grabado en medio de la espalda. 'Show must go on'.

JungKook se lavó la cara y el cuello con agua fría ante la atónita y atenta mirada de la castaña quien no escuchaba lo que él le contaba. Tomó una toalla secándose con tranquilidad, el rostro, el cuello, el pecho.

-¿Estás bien? ¿te sientes mal de nuevo? —inquirió al verla con el rostro pálido.

Se acercó con intenciones de tocarla, pero ella salió disparada hacia los casilleros evitándolo. El cuerpo ente reaccionándole ante aquella tremenda imagen.

—S-si, estoy bien —se abanicó a si misma intentando mantener la compostura— disculpa, ¿qué me decías?

Volteó luego de componerse mentalmente. JungKook sacó de su casillero una nueva camisa limpia colocándosela, era una leñadora de mangas largas, a pesar del calor debía mantener su brazo tatuado cubrierto solo arremango la del brazo izquierdo.

—Te comentaba que los niños se preocuparon mucho por ti ayer, Beomgyu lloró bastante, he hablado con él y le he dicho que simplemente estabas cansada —explicó cruzandose de brazos y mirándole fijamente— se me ocurrió que podríamos hacer algunos juegos con agua, el calor pega fuerte y ellos no tienen una pileta, se me ocurrió comprarles de esas armas de juguete dónde tiran chorros de agua —gesticulaba perdido en su idea, se lo veía entusiasmado como un niño, pensó Hye-min quien lo veía atenta y divertida— ¿no sé que te parece?

—Si, me parece perfecto.

Por un momento, el silencio entre los dos se torno algo incómodo, como si hubiera demasiadas cosas por decir pero faltará valentía.

—¿Ya comiste algo? —preguntó de repente acercándose a ella.

—Ehm, si, desayuné con mi madre —él asintió, observando el rostro femenino no tan convencido de su respuesta.

—Ok, vamos —inconscientemente, tomó la mano de Hye-min sacándola del cuarto— los niños deben estar cambiándose ahora, el almuerzo estará en unos minutos.

Ella no supo cómo reaccionar, caminaba detrás del chico con los ojos en sus manos entrelazadas, perdida en el calor de aquella mano masculina que la sujetaba firmemente; dejándose llevar a dónde él quisiera.

Su cabeza era una rimbombante caja de voces e imágenes en escenarios utópicos que asemejaban a los que tenía cuando se dio cuenta de sus sentimientos por Jeon JungKook en su temprana adolescencia.

Llegaron de la mano hasta el comedor e inmediatamente, Hye-min se soltó al ver a la nueva visita. Llevándose así a la basura, echo añicos, todos esos escenarios y pensamientos. Un suspiro de su parte basto para que la Hye-min fría volviera.

—¿Dime la razón de por qué ella está aquí? —inquirió de brazos cruzados y cara de pocos amigos.

—No lo sé —la simple respuesta no respondió la duda de la castaña, pues la forma en que aquella mujer la había mirado cuando se dio cuenta de la presencia de los jóvenes denotaba otra cosa; algo muy parecido cuando Minatozaki Sana la veía.

—Pues parece que vino por ti —el pelinegro se encogió de hombros haciéndose el desentendido. La castaña resoplo en su lugar a punto de girar e irse. Pero simplemente entró dispuesta a ignorarlos.

—Sonmi, ¿qué haces aquí? —sujetó suavemente del brazo a la morocha para que volteara a verle, está sonrió con la intención de besar la mejilla del chico— ¿estás loca?

—Perdón Kookie, me olvidó de las cosas cuando estamos cerca —sonrió encantadora.

—Te pregunte algo, ¿qué haces aquí?

—Solo quise venir a verte y ayudar en lo que pudiera.

JungKook suspiró sin entender el motivo real de la presencia de Sonmi, pensó en su padre y alguna sucia artimaña para seguir jodiendole la vida. Quería seguir preguntando, pero el alboroto de los niños alegres comenzando a almorzar en medio de conversaciones a gritos por la cálida tarde que estaban pasando lo sacó de sus cavilaciones.

Al Igual que la imagen imponente de Kim NamJoon ingresando al comedor para dirigirse directamente a Hye-min y TaeHyung quienes ayudaban a servir la comida, fue cuando sintió en la boca del estómago un puño apretando fuerte. Desagrado. Sus pies se dirigieron automáticamente a ellos, colocándose al lado de la chica que pasaba los platos al azabache quien servía la sopa.

—¿Te podemos ayudar? —la pregunta repentina causó que todos lo mirarán sorprendidos, inclusive él mismo desconcertado por su intromisión sin motivo aparente.

—Muchas gracias, Jeon —contestó con ceremoniosa calma y una amable sonrisa en sus labios que a cualquiera dejaría hipnotizado. Como en ese momento dejó a Hye-min, sonriendo perdida en esos hoyuelos que le daban ternura. Eso a JungKook no le gusto, tampoco la sensación de no gustarle.

En completo silencio, con palpable tensión, se sirvió el almuerzo. Una vez los niños comenzaron a comer, los más grandes tomaron asiento. TaeHyung, NamJoon y Hye-min en una mesa mientras que en otra un poco más apartada se encontraban JungKook con Sonmi hablando.

De repente, vieron como el pelinegro se levantaba para atender una llamada que a cada segundo parecía confundirlo y hasta molestarlo. Cortó sin esperar y con semblante muy serio se dirigió a pasos agigantados hasta la mesa donde se encontraban los otros.

—Hye, necesito hablar contigo ahora —demandó.

La susodicha miró a sus compañeros de mesa con algo de extrañeza, dejó los palillos a un costado y con ayuda de sus manos sobre la mesa se paró para seguirlo, no sin antes tener una mirada de advertencia del moreno por si las dudas.

Se detuvieron cerca de la puerta que daba al jardín trasero. Allí nadie los molestaría.

—Hye-min, ¿qué le dijiste a Sana?

—¿De qué hablas?

—Tú le dijiste que pasamos la noche juntos —la estruendosa carcajada cargada de burla de Hye molesto mas al pelinegro que con el ceño fruncido la miraba con fastidio.

—Tu novia delira mucho —reía sosteniendo su estómago con ambas manos.

—¡Te he dicho que Sana no es mi novia simplemente es una amiga con derechos!, la pasamos bien, nos vemos ocasionalmente, sin compromisos.

—¿Por qué me das tantas explicaciones, Jeon? —quiso saber ella mirándolo al rostro. Aquella pregunta lo tomó por sorpresa.

—No sé porque lo hago —dijo sin emoción en su voz. Chasqueó la lengua pasando por al lado de la castaña.

—JungKook —se detuvo, volteando a verla— ¿por qué juegas con las dos? —inquirió haciendo más que obvia la pregunta.

—Yo no juego con nadie, Hye-min, ellas saben lo que obtendrán conmigo —explicó con seriedad y demasiada obviedad— allá ellas si se imaginan otro cuento, solo es diversión y punto.

Hye-min lo observó sin expresión alguna en su rostro, pero por dentro no podía evitar sentir su corazón saltar dentro de su pecho ante sus palabras carentes de sentimientos y empatía. Era muy bien sabido lo que Jeon JungKook hacia, no atarse a nadie y solo divertirse. Sería un grave error seguir con lo mismo de siempre.

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Los niños se encontraban en clases de pintura junto a TaeHyung, por lo que Hye-min se dedicó a ayudar con la ropa limpia, dejando las prendas dobladas y bien planchadas en las camas para que luego los más pequeños guardarán en sus respectivos lugares. Se dirigió hacia el jardín donde había otra tanda de ropa seca para descolgar encontrándose en el camino con el tedioso panorama de JungKook y Sonmi en la entrada principal hablando muy normal, nada del otro mundo.

Hasta que la morocha hizo contacto visual con ella. Pudo vislumbrar una sonrisita malévola en los labios de la mujer, acto seguido, Sonmi se inclinó hacia el chico colocando sus manos en el pecho de este para impulsarse y besarlo cerca de la comisura de los labios acción que él no rechazó. Los nudillos de Hye-min se tornaron de un color blanco cuando apretó con fuerza la canasta de ropa limpia, sintiendo en su interior la indignacion recorrerle el torrente sanguíneo.

Así que esto se iba convertir en un juego de caza dónde dos eran sus rivales. Y vaya que le empezaba a divertir todo aquello, porque si pensaban que Park Hye-min era la dulce y mojigata chica que no rompe un plato comenzarían a ver a la verdadera fiera, les daría a aquellas dos de su misma medicina.

Cuando la tarde noche llegó y vio a JungKook solo sentado en el salón de entretenimientos, suspiró colocándose frente a él dejando sobre la mesita una caja pequeña de leche de plátano y un muffin de chocolate, acto que lo había tomado totalmente por sorpresa, sus ojos negros contemplando aquella ofrenda y el dulce rostro de la chica.

Aquel femenino vestido de colores pasteles le quedaba tan bien, tan dulce y angelical como solo ella podría ser. Tan delicada que obligaba a uno a querer cuidarla de todo mal.

—¿Qué es esto? —susurró sintiéndose tonto al salirle la voz algo débil, carraspeó con fuerza. Ella rio bajito.

—Es una ofrenda de paz —llevó un mechón de cabello detrás de su oreja fingiendo timidez, y añadió con una sonrisa sincera— gracias por haberme cuidado, por haberte preocupado y no haberme dejado sola.

JungKook tragó saliva al sentirse, ¿intimidado? extrañamente bien.
Desvío la mirada hacia cualquier otro lado que no fueran los almendrados ojos de la chica que tenían un bonito brillo en esos momentos.

—No fue nada —le resto importancia, iba agregar algún comentario sarcástico que lo sacará de tan densa situación para que ella le contestará de la misma manera y así iniciarán una tonta pelea, pero.

—En serio gracias, JungKook —ella volvió agradecerle, sonriente atreviéndose a abrazarlo de sorpresa.

Él tensándose ante aquella muestra de afecto, se sintió demasiado abrumado y descolocado cuando Hye-min le besó la mejilla una vez rompió el abrazo, levantándose de la silla para alejarse caminando después.

Hye-min asombrada, triunfante y alegre por haber echo eso.

JungKook sintiendo su corazón bombeando con fuerza reaccionando ante aquella muestra de afecto que se sintió tan bien, tragó saliva por lo que esas palabras significaban para si mismo. Jamás había sentido esas sensaciones tan cálidas, salvó cuando su madre estaba viva.

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