Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗰𝘂𝗮𝗿𝗲𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝘂𝗻𝗼.

Otra llamada de su esposa que ignoró como casi siempre cuando quería estar en silencio en la completa soledad. Su cabeza era un manojo de pensamientos sin sentido, cientos en tan solo minutos sin detenerse en alguno en particular. El trabajo, su vida, su día a día, las reuniones, el funeral, la gente, aquella niña.

Suspiró mirando a través de la ventanilla de su Mercedes AMG GT, los edificios pasando rápidamente mientras conducía a una alta velocidad, afuera caía una ligera llovizna que derivaría en nieve los siguientes días. Había tardado más de lo esperado en la oficina, la excusa desenvuelta en papeles que firmar y chequear. En el líquido ámbar del whisky abrigando su garganta al beber sin siquiera haber probado bocado alguno en el transcurso del día. En el cuerpo voluptuoso de la secretaria de su padre.

Últimamente todo se había vuelto automático y monótono solo quería dejar de sentir. Su pie en el acelerador presionó llevando la velocidad a los más alto que el auto le permitía, las calles vacías parecían estar preparadas para su carrera hacia ningún lugar, doscientos metros y el chirrido de las llantas derrapando por el pavimento junto con el humo saliendo de las gomas frente a un semáforo en rojo.

Sus ojos se encontraban desorbitados, su respiración era una mezcla de agitación y jadeo, sus nudillos se encontraban blancos por la presión ejercida de sus manos alrededor del volante con material de cuero negro. Y en su mente... el repentino recuerdo de Park Hye-min apareció. Hacía casi cuatro años o poco menos no la recordaba, se había obligado a olvidarle, a encerrarla en lo más recóndito y oscuro de su mente. Sin embargo, ahí estaba, era como una abrupta fuga inevitable que lo sorprendió.

Pero solo por unos segundos, unos pocos, porque volvió a su estado lóbrego y apático al instante tomando control de su cuerpo y todo su alrededor.

Los siguientes minutos manejó con tranquilidad, como si la cordura fuera parte de él y su conciencia le dejara pensar en el otro. O tal vez, la sensación de querer llegar a su hogar no fuera la mejor idea en ese momento y haría lo que sea por qué eso no sucediera.

Suspiró cansado cuando aparcó en el estacionamiento subterráneo al lado de una camioneta todo terreno y una motocicleta. A pesar de que el lugar donde vivía era compartido, gozaba de los principales y mejores puestos, ser dueño del edificio le traía beneficios y dolores de cabeza.

Subió al ascensor marcando su piso privado, en su mano derecha traía su maletín, la izquierda desabotonaba el cuello de su blanca camisa. Contempló su semblante en el espejo. Lucia marcadas ojeras, nunca dormía lo suficiente. Estaba pálido signo de que casi nunca salía algún otro lugar que no fuere su oficina, algún bar o su casa. Su garganta picaba por un trago que sosegara su ansiedad.

Las tenues luces de la entrada lo recibieron advirtiéndole que Sana no se encontraba o que ya estaba durmiendo —algo improbable ya que siempre lo esperaba despierta— se descalzo dejando todo lo que le hacía peso. Caminó hasta una cómoda donde tenía una bandeja con lujosos vasos de cristal para licor, se sirvió uno bebiendo un sorbo rápidamente.

Fue hasta su habitación en la planta superior. El silencio aunaba el lugar, abrió con cuidado la puerta encontrando a la mujer en su cama con los párpados cerrados, su pecho subiendo y bajando lentamente por el sueño, no pudo evitar mirar la figura femenina en aquel vestido de seda casi transparente. A pesar de que no sentía nada por ella, el sexo entre ambos era bueno, lo cual ya no era muy cotidiano. Ya no lo sentía de la misma manera. Ni siquiera con Sonmi.

Volvió sobre sus pies hasta la planta baja, cerró la puerta de su despacho volviendo a beber otro sorbo del líquido mientras tomaba asiento en un sillón a un costado de la habitación, ni siquiera se había atrevido a encender las luces, prefería estar así, a oscuras, en silencio, solo en paz con sus pensamientos intrusivos invadiendo su cabeza. Uno detrás del otro sin darle tiempo a procesar.

━━━━━━✧❂✧━━━━━━


La reunión no iba por buen camino, faltaban detalles muy importantes para la inauguración del gran complejo de hoteles Begin en la Isla Jeju. El restaurante en el mismo sitio y con el mismo nombre no había acabado con sus decoraciones lujosas, escuchar que tendría que esperarse otro mes solo lo encabronó más.

Todos los presentes callaron abruptamente cuando vieron como el pelinegro miraba con ojos muy oscuros la mesa mientras su lengua empujaba las paredes internas de su mejilla, sus manos se encontraban entrelazadas sobre la mesa, resopló cerrando los ojos y girando en su silla para contemplar a través del ventanal la ciudad de Seúl desde las alturas.

—Quisiera gente competente a mi alrededor —musitó con voz neutra— doy tiempo hasta el fin de semana, sino tengo listo lo que pido pueden ir despidiéndose de sus puestos de trabajo —advirtió dando por terminada la reunión.

Todos fueron saliendo de a poco de la sala de reuniones más rápido de lo que podían, SeokJin fue el único en quedarse con rostro serio. Le molestaba que su socio no tuviera ni un poco de paciencia, que no tuviera el temple necesario para escuchar propuestas diferentes.

El pelinegro salió después, caminando con altivez y parsimonia por el pasillo con pisos de mármol blanco, la gente saludando en pequeñas inclinaciones cuando lo veían y se lo cruzaban, era como un monarca con mucha influencia, una influencia que intimidaba a cualquiera.

Entró a su oficina dirigiéndose directo a la mesada donde tenía una bandeja con una cristalera con coñac y sus vasos, sirvió uno bebiendo el contenido, luego sentándose detrás de su escritorio.

—JungKook —reprochó SeokJin acercándose rápidamente recargando sus manos sobre la madera del escrito — es muy temprano para que empieces a beber, ni siquiera has comido algo —no respondió, seguía perdido con sus ojos en los papeles sobre el mueble— JungKook...

—Sabés, anoche me acordé de Park Hye-min —confesó sin emoción en su voz, era como un triste murmuro de ensoñación, tomando por sorpresa al mayor— hace mucho que no lo hacía, tenía años.

Seokjin tragó saliva tomando asiento lentamente, cuando el pelinegro se volvía así de indiferente todo podría ser una sorpresa. Lo observó con atención sabiendo que no debía contradecirlo, solo unos pocos sabían sobre los ataques de pánico e irá que a veces lo tomaban por sorpresa. Solo él y Min Yoongi sabían siendo que ambos fueron testigos de dichos ataques en algún momento anterior.

—Tú pudiste...

—Juro que no pensé en ella sabiendo que está con Kim —bebió otro sorbo del whisky, sus ojos perdidos en algún punto— pero tampoco pude evitar sentir ansiedad porque sabía que ella estaría allí, muy en lo profundo quería verle, quería saber cómo se encontraba por eso me atreví a asistir a todo —terminó el contenido del vaso golpeando con el cristal en la madera.

De repente, su mandíbula estaba muy tensa, sus ojos volviéndose oscuros en tan solo segundos resoplando por la nariz con dificultad, SeokJin podía ver la fuerza que la mano ejercía alrededor del vaso vacío, un poco más y lo rompería.

Unos golpes a la enorme puerta de la oficina los sacó del tenso momento a ambos, JungKook volteó sobre su silla intentando tomar varias bocanadas de aire, cerró sus ojos visualizando tranquilidad, sus manos temblando débilmente. SeokJin se levantó de su lugar prestando atención al joven secretario de Jeon.

—Señor Jeon, lamento la interrupción —hizo una reverencia en saludo— quería entregarle los reportes que me había pedido —colocó sobre la mesa una carpeta marrón pesada— y avisarle que Beomgyu ya ha llegado.

JungKook giró con un semblante más relajado hasta una imperceptible sonrisa en la comisura de sus labios se había asomado. Tomó la carpeta leyendo muy por encima el contenido.

—Hazlo pasar a mi oficina y cancela todo lo que tenga desde ahora —se puso de pie llevando el vaso hacia un costado, arregló su saco con parsimonia mirando a SeokJin de repente concediéndole una sonrisa sosa. El mayor se relajó sabiendo que aquella visita le traería un poco de tranquilidad al pelinegro.

La puerta volvió a abrirse minutos más tarde dejando pasar a un Beomgyu sonriente con una mochila sobre su espalda. Hizo una respetuosa reverencia saludando a SeokJin siendo correspondido por este y corrió a los brazos de JungKook a quien abrazo con fuerza.

—Que bueno verte bebé —susurró acariciando la espalda del chico de ahora doce años.

—A mí también me da alegría verlo, hyung —respondió cerrando sus ojitos. El pelinegro borró su sonrisa cuando vio a su secretario parado en la puerta aún esperando indicaciones— puedes retirarte si no hay nada más.

—Si señor, no se olvide que en la noche tiene una cena con el señor Hyuk de BH Enterprise, la reserva es a las nueve de la noche en el restaurante de siempre y le dejaré los contratos sobre la mesa.

—Gracias DeaHan —el susodicho se sorprendió de que lo llamara de forma amable y por su nombre, muy pocas veces podía ver el lado suave de su jefe— BeomBe, ¿quieres algo de comer? Elige nuestro almuerzo.

El menor lo pensó por unos segundos— ¡Pizza! —exclamó contento mirando al chico— y kimchi también, por favor, gracias —agregó divertido.

El pelinegro asintió confirmando, el joven se despidió saliendo y cerrando la puerta detrás.

—Los dejare entonces, tengo algo que hacer antes de que nos encontremos con el señor Hyuk —Seokjin sonrió— me alegro haberte visto Beomgyu espero estés muy bien.

—Igualmente, ajhussi —hizo una inclinación luego tomando asiento en el sillón a un costado acomodando su mochila a su lado.

Se terminó de despedir del pelinegro y salió dejándoles solos. JungKook se dejó caer en el sillón al lado del niño.

—Podríamos jugar videojuegos compré uno nuevo que podría gustarte —comentó viendo el rostro sonriente del chico— pero antes —añadió y el rostro del niño se volvió serio— quiero saber cómo vas en la escuela y no quiero mentiras porque sabes que soy capaz de hablar con el director.

Beomgyu suspiró derrotado, sabía que a él no podría mentirle ni esconderle nada. Con JungKook debía ser sincero. En los últimos años, había visto el declive donde su hyung se volvió alguien poco tolerante a las personas. Le debía mucho ya que él se había vuelto el nuevo benefactor del orfanato, había conseguido que más de la mitad de los niños consiguieran buenas familias que los adoptasen, había ayudado a otros a que tuvieran la educación necesaria.

JungKook se había vuelto no solo su padrino, sino también su hermano mayor, como un padre, Beomgyu era el único cercano a él, el único que lo visitaba y pasaba tiempo a su lado, el que lo acompañaba cuando podía. Fue parte de la época oscura donde la castaña había desaparecido sin dejar rastros, dónde vio la tristeza y la depresión por la que su hyung había pasado. Fue muy duro, pero el tiempo los ayudó de a poco a ser cercanos.

━━━━━━✧❂✧━━━━━━


Revisó los contratos otra vez, estaba en camino al restaurante donde se encontraría con una posible nueva inversión siendo que el señor Hyuk era parte de una cadena de restaurantes muy conocidos por todo Corea.

Guardó los papeles dentro de una carpetilla color azul y los metió dentro de un pequeño bolso negro de cuero reposando a su lado, revisó la hora en su rolex alrededor de su muñeca, faltaban unos minutos para la hora de la reunión en uno de los restaurantes más lujosos y exclusivos de toda Seúl, tenía un cuarto comedor especial donde solía hacer sus reuniones cuando quería adular a los demás.

Jeon JungKook sabía cómo conseguir lo que quería, jamás le decían que no.

Acomodó su sobretodo gris bajando de la camioneta cuando el chófer le abrió la puerta de atrás, su sola presencia podía deslumbrar a cualquiera, llamaba la atención cualquier lugar al que fuere, pero llamar la atención del pelinegro si era difícil, no se deslumbraba ante nada, hacía mucho que nada lo impresionaba o sorprendía. Había perdido toda capacidad de asombro.

Entró al Hall siendo recibido por el maître del lugar con una amable y elegante reverencia dándole la bienvenida a uno de sus más estimados clientes. El pelinegro miró a su alrededor por inercia, sonrió ladino al encontrar los ojos de la recepcionista de la entrada sobre él, no estaba nada mal se dijo a si mismo, tenía unas piernas de infarto que no había visto antes, debía ser nueva. Lo cual le causó gracia y un tanto de diversión, tal vez ella podría ayudarle luego a bajar tensiones si las cosas en la reunión no iban como quería.

Caminó detrás del hombre que lo dirigiría a su mesa, pero su cabeza comenzó a dar vueltas al escuchar una voz lejana que supo reconocer entre medio de las demás, su risa también. Su cuerpo se tenso por completo buscando con la mirada algo que le diera una respuesta a su repentina ansiedad.
Su respiración comenzó a ser irregular, un calor latente comenzando a subir por sus extremidades deteniéndole en su lugar, su pecho dolía con un sentimiento extraño que hacía mucho no sentía, todo su alrededor se volvió negro, excepto la pequeña escena sucediendo unos metros más adelante.

La de una familia de tres cenando completamente felices.

💜💜💜

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro