𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗰𝗶𝗻𝗰𝘂𝗲𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝗰𝘂𝗮𝘁𝗿𝗼.
Cuando era pequeña nuestros padres solían llevarnos cada fin de semana a una casa de playa que teníamos en Busan, la sensación de bajar del auto y salir corriendo hasta tocar con la planta de mis pies descalzos la blanca arena que comenzaba a calentarse por el sol, la brisa fresca y salada pegar en la piel, el ruido de aquel inmenso monstruo tranquilo de colores azules y verdes cristalinos romper sus olas espumosas en la orilla, todo eso me traía una calma y paz. Un lugar al que solía llamar paraíso.
Dónde podía olvidarme de los problemas, las inseguridades y las responsabilidades. Cuando comencé a tener más edad, me di cuenta de que el mundo era cruel con quién no fuera fuerte, con quien parecía soñar un mundo mágico o uno diferente. Uno en el que te preparaban para lo que según la sociedad decía debías ser.
La correcta y bien educada Park Hye-min, hija de un político y una CEO de la moda; hermana menor de alguien tan valiente que a pesar del que dirán vivía según lo que sentía. Pues, JiMin jamás había renunciado a sus sueños de viajar y escribir sus aventuras, de ser un soñador empedernido y de enamorarse de la vida según se le presentaba sin importarle el que dirán, ni siquiera de nuestros propios padres.
Yo era la hija ejemplar y perfecta mientras JiMin era la oveja negra. Sin embargo, yo lo envidiaba, quería ser como él, quería seguir mis instintos, mi corazón, solo ser.
Todo aquello pasó cuando me enamoré por primera vez, cuando el privilegiado era quien no debía ser, alguien a quien aborrecía, pero admiraba a la vez. Alguien que no se olvidaba de recordarme siempre lo simplona que era, lo pura y frígida, quien a pesar de todo eso siempre estaba conmigo, yo obteniendo su atención más veces de las que sus amigas o noviecitas temporales pudieran tener. Jeon JungKook.
Tenía quince años cuando sentí esa primera decepción amorosa, cuando mi amor unilateral por Jeon se vio manchada por su inconsciente actividad. Cuando presentó en sociedad a su primera novia, que irónicamente era Minatozaki Sana. Ahí entendí que jamás podría ser algo más de lo que la inocente Hye-min soñaba.
Así que me dejé llevar por las tentaciones de la vida jamás perdiendo mi frente, disfrutando a escondidas aún siendo la hija ejemplar. Demostrándole a Jeon que no podría intimidarme nunca cuando por primera vez teniendo diecisiete años le expresé sus verdades a la cara dejándolo en ridículo comenzando a tener peleas constantes cada que nos veíamos.
Quien diría que al final terminé obteniendo su corazón.
Porque creía que la Hye fuerte y poderosa no se dejaría caer con tanto, pensé que podría luchar contra todo peligro, contra cualquiera que quisiera poner en riesgo mis sueños.
Me rompieron el corazón y pensé jamás recomponerme, hasta que Young-nam estuvo en mis brazos, a pesar del dolor latente sentí una clase de amor diferente jamás sentido, intensas sensaciones aunque lindas al tener aquel pequeño humano junto a mí. Uno que me daba una razón de fortalecerme todavía más, de decirme que no importa lo que pueda pasar aún podía con todo y con mucho más.
Me duele el alma, me duele el cuerpo y la vida entera. Lo extraño, extraño mucho a NamJoon con todo mi ser y sí, sé que ahora lo que sentí por él fue amor, es amor, porque no he dejado de sentirlo. No importa que mi primer amor haya reaparecido, lo que sienta por él o lo que nos ligue para siempre, porque lo que tenía con NamJoon no se compara con lo que tenía con JungKook.
Nam me daba amor, seguridad, protección, independencia, fuerza. Él era mi alma gemela con quién podía contar siempre, quien sabía todo sobre mí y aún así no me juzgaba. Y no, no es la típica historia del chico enamorado de su amiga que no le correspondía, sino de una persona noble y pura siendo el compañero de otra.
Nos enamoramos con el tiempo nos acompañamos y apoyamos, quiero creer que fue aquel ser de luz que la vida nos da. Ese pequeño privilegio de aprender de alguien que sabes que siempre estará sin importar la distancia o el tiempo. Qué irónico que ahora deba dejarlo ir, que desista de un plan a futuro que me hacía feliz.
Me duele, no sé cómo respirar sin él, no se qué sentir o qué decir, no sé si seguir llorando o explotar. Quiero olvidar, quiero volver a aquel lugar llamado paraíso.
A dónde el sol caliente rozaba mi piel, la arena bajo mis pies levantándose cuando corría a mojarme con el agua de ese inmenso mar, dónde el recuerdo de niños jugando alegres y felices es lo único que me calma, donde existía paz, dónde no había dolor.
Solo quiero que deje de doler.
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Miraba a través de la ventana la marea de gente entrando y saliendo de la casa. Tenía unos simples, pero elegantes pantalones negros y una blusa de mangas largas. Su rostro estaba limpio de maquillaje, ni siquiera había comido desde hace un día, por más que su familia desde su propia hija hasta JungKook le quisieran obligar.
Había llorado sin descanso alguno, se sentía cansada mental y físicamente, ni siquiera podía emitir palabra alguna. Era como si su mente se hubiera apagado, como si todo ella estuviera dormitando y solo funcionará su cuerpo en modo automático.
Sintió la puerta de la habitación ser abierta, un suspiro y pasos casi inaudibles hacia su dirección, gracias a la colonia tan suave sabía de quién se trataba.
—Hye, debes comer, deberías tener algo en el estómago antes de bajar —quiso responder, pero su voz no salía— Hye-min, la señora Kim quiere que te alimentes, ni siquiera ella está tan mal como tú.
Volteó violentamente su rostro hacia su hermano mayor dejándole ver sus ojos rojos e hinchados. Jimin suspiró cruzado de brazos, sentía rabia por no poder hacer algo más, entendía el dolor de su hermana, pero su comportamiento se estaba volviendo absurdo. Tanto que no quería siquiera tener a su hija cerca.
—Así te enfermaras, ¿eso quieres?
Hye-min levantó sus piernas, llevando las rodillas hacia su pecho y rodeando con sus brazos. Quería estar sola, quería entender porque no podía sacar su dolor de forma normal. Lo único que había hecho era llorar y no hablar. Sabía que ellos tenían razón que estaba comportándose de forma errática, pero no podía evitarlo, no cuando sentía que le arrebataron su felicidad.
De reojo observó la puerta cerrarse y rompió en llanto de nuevo, a duras penas, con el cuerpo totalmente agotado por sus músculos rígidos caminó hasta la cama donde se hizo un ovillo cubriéndose con las mantas pensando que tal vez cuando despertará de nuevo todo habría sido solo un mal sueño.
•••
Despertó con los ojitos de su hija mirándole, sonrió y sin decirle nada acarició sus cabellos negros, ella también había llorado por la muerte de su appa Nam y Hye-min se preguntó qué tan egoísta estaba siendo al pensar solo en su dolor y no en el de su hija.
—Ten, toma cariño, esto te hará sentir mejor —murmuró, la señora Park llamando su atención y entregándole un vaso con jugo de naranja.
Hye-min se levantó como pudo, sujetando entre manos temblorosas el vaso, dándole un trago largo y sintiendo saciedad en su garganta, su estómago rugió por cuarta vez siendo la primera vez que le hacía caso a su hambre. No quería comer porque todo le causaba náuseas.
—¿Ya comiste? —preguntó con voz ronca y cansada a su hija, la niña asintió y se acurrucó en la almohada junto a su madre. Dejó el vaso en la mesita de luz y apoyó la cabeza en la almohada de costado, comenzó a cantar una canción de cuna con su voz hecha un hilo, no quería llorar de nuevo, pero su cuerpo reaccionaba por ella.
Jennim se sentó a orillas de la cama mirando la escena de su hija y nieta, era la primera vez en horas que hablaban o estaban juntas. El pelinegro había sido un aliado muy bueno y necesario para mantener tranquila a la menor mientras que los demás se encargaban de Hye-min.
Minutos más tarde bajó un poco más arreglada y con fingido interés por esa gente, por sus rostros abatidos y sus frases fútiles como si realmente supieran de su dolor dejando que su cuerpo tomará control sobre ella y su mente siendo la mujer recatada y correcta que todos veían y creían conocer. Cuando por dentro estaba gritando de dolor.
Cuando la gente se fue y todo terminó se encontró totalmente sola en medio de la habitación que compartía con NamJoon, su corazón retumbando en su pecho y sus ojos ardiendo por culpa de las lágrimas mientras su respiración era un desastre con su pecho subiendo y bajando. La puerta se abrió dejando ver a la pequeña Young-nam ingresando con una muñeca en su brazo.
Extrañaba mucho estar con su omma, quería estar solo en los brazos de su omma, su appa Kookie había estado todo el tiempo con ella y lo agradecía, pero necesitaba a su omma bonita.
—¿Cenaste? —preguntó, Hye-min, sin emoción en su rostro y voz, cruzada de brazos y mirando hacia las puertas del closet dónde la ropa de NamJoon aún seguía intacta. La niña negó queriendo acercarse a ella— baja y pide que te den de cenar, luego haz tu rutina y vete a dormir.
La menor sintió feo aquella forma y con lentitud y suavidad caminó acortando distancia entre ambas.
—Omma, comamos juntas —dijo enredando en su dedo el cabello de su muñeca— quiero que me ayudes a bañarme así dormimos juntas.
—Ve a cenar bebé, luego voy —respondió seca, lo que a la niña le resultó falso.
—Pero omma…
—¡Basta Young-nam! ¡Basta! Obedece de una vez y ¡vete a tu habitación!
Young-nam la miró estática en su lugar, sus ojitos se llenaron de lágrimas, era la primera vez que su madre le gritaba y le dolía, sollozó, cubriendo sus ojitos con su manos, dejando caer la muñeca al piso mientras se hacía presente JungKook al escuchar los gritos.
—Mi cielo, ¿qué pasa? —preguntó, arrodillándose y colocando a su hija entre sus brazos como acción de consolarla.
—Omma es mala, es muy mala, me gritó.
Hye-min sollozó también en su lugar, su corazón estrujándose de pena por aquellas palabras, había sido muy brusca con su pequeña y no había medido sus palabras. Desesperada se agachó intentando que su hija la mirase, está se mantuvo aferrada al pecho de su padre.
—Bebita.
—¡No quiero! ¡Déjame! —exclamó, sollozando y la presencia de JiMin entrando llamó la atención de los demás— tío Mimi, mi omma me gritó —corrió a los brazos de este siendo consolada, el azabache miró con reproche a su hermana y luego de forma cómplice al pelinegro.
Salió con la niña entre sus brazos mientras le repetía unas palabras dulces para calmarla y reconfortarla, JungKook se levantó tomando la muñeca del piso entre sus manos y pretendiendo ayudar a Hye-min, recibiendo rechazó de su parte, ella comenzó a caminar de un lado a otro insultándose por dentro.
—Debes calmarte, Hye, la niña no tiene la culpa de nada.
—¡Déjame en paz tú también!, no vengas a decirme que debo hacer —llevó sus manos a su frente intentando calmarse, la presencia de JungKook no le hacía bien— todo estaba bien, todo era bueno y tranquilo hasta que vinimos a Corea, inclusive el hecho de que tú supieras de la niña estaba bien —las palabras salían de su boca sin permiso desde el dolor y la ceguera— hasta que tú decidiste meterle a Nam esas cosas en la cabeza —el pelinegro solo la observaba y escuchaba con atención— si él no se hubiera metido en esta maldita mierda de tu padre él estaría aquí conmigo.
Al instante se arrepintió de decirlo, pero casi se arrepintió porque había una vocecita en su interior que le decía que el culpable de todo era ese hombre frente a ella. Lo miró directo a los ojos pudiendo ver en ellos dolor, incertidumbre, enojo y otras cosas más en las que no quería ahondar. Lamentaba decirle todo eso, pero no podía detenerse.
—Tienes razón, es mi culpa haberlo metido en esto —dijo con voz tan seria que a ella le causó escalofríos— prometo que...
—¡Maldita sea, JungKook! Cada vez que prometes algo pasa otra cosa peor, limítate a solo cuidar a tu hija. ¡Déjame en paz!.
Él no contesto, solo la observó con atención unos instantes en su lugar empujando su mejilla interna con la lengua, asintió, apretando la muñeca entre su mano. Hye-min lo miró sabiendo que no le había gustado absolutamente nada lo que le había dicho.
—Intenta descansar, me quedaré está noche en el cuarto de Nami, tengo permiso de las señora Kim —volteó caminando hacia la salida— no la dejaré sola, no te preocupes, me encargaré de mi hija.
La puerta se cerró y ella cayó de rodillas al suelo no importándole el dolor del golpe, sollozó desconsolada sin poderse entender a ella misma. Estaba enojada y dolida, triste y desbastada. Se sentía una mierda por no saber cómo reaccionar o por reaccionar de aquella forma.
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Una semana después las cosas seguían algo tensas, no solo le basto pelear con el padre de su hija sino también con su hermano. Estaba harta que le dijeran lo que tenía que hacer, no podía evitarlo, era como su mecanismo de defensa que la ayudaba a mantenerse a raya y no enloquecer, aunque no estuviera tan lejos de hacerlo.
Min Yoongi se había encargado de hacerle saber que había un testamento que NamJoon había realizado dejándole unas propiedades a su nombre y el de la niña. Es donde se encontraba en ese instante. Un departamento acogedor en una zona residencial de Seúl lo suficientemente grande para que ella y su hija vivieran juntas.
Se había negado cuando sus padres quisieron hospedarla donde siempre había sido su casa, incluso cuando la madre de NamJoon le dijo que no era necesario irse. Ellos adoraban a Young-nam a pesar de que no tenían relación de sangre y viceversa, pero Hye-min necesitaba irse, necesitaba estar sola y empezar de nuevo sin su compañero.
Volver a ser la misma que alguna vez fue y reunir la fuerza suficiente para seguir criando a su hija. Aún así tuviera mucha ayuda. Ella quería volver a levantarse como siempre lo había hecho en sus oscuros momentos.
Terminó de organizar algunas cajas, tomó el celular de la mesa de vidrio del comedor revisando las notificaciones, un mensaje de Kakao talk dónde el pelinegro le comentaba que Young-nam ya se encontraba con él y que no se preocupará por nada. Suspiró cansada, desde esa vez no se dirigían mucho la palabra, sabía que había sido brusca y grosera, no pudo evitarlo y no sabía porqué intentar disculparse se le hacía demasiado difícil.
Su hija aún estaba enojada con ella y con razón, jamás le había levantado la voz, jamás a pesar de sus berrinches que calmaba hablándole con respeto y cariño. Se sintió una mala madre, por eso no se negó cuando la niña le pidió pasar tres días al lado del pelinegro. Prefería mantenerse ocupada en la mudanza y en su duelo, en recuperarse para poder pedirle perdón a su bebita.
Sería un nuevo, amargo y largo comienzo desde cero.
Se que a muchas no les ha gustado lo que pasó en el capítulo anterior, pero así tenía que ser. Lo cual no quiere decir que los protagonistas quedarán juntos ya que tienen otras prioridades o que por la muerte de Nam, JungKook se quedará con Hye-min solo por eso. NO.
Desde ya les digo, antes de elegir el futuro de ese personaje ya tenía el final y va seguir siendo el mismo. No cambiaré nada. Solo espero que sigan leyendo y les guste a pesar de todo. Cosas buenas vienen y todo se va arreglar.
Y en serio, agradecerles a cada un@ estar aquí, leer, comentar y votar, en serio, me hace feliz leerles.
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