Ray y Marcus
Estaba en un momento de ocio, tirada en el sillón del comedor, con mí celular, tratando de concentrarme, pero no se me ocurría nada, hasta que entendí que el texto puede tener su propia melodía, puede ser muy dulce o áspero o muy luminoso y tiene su propio ritmo.
Mi estado de concentración últimamente es demasiado frágil y gris, y no tengo la voluntad necesaria para continuar con mi historia.
Recordé que la semana pasada Raquel me había dicho que quería ir a un taller de narrativa creativa para conseguir inspiración, cuando me dijo eso sentí una gran alegría que me recorrió el cuerpo, como si un brillo alentaría a crear nuevas ideas, necesitaba ideas brillantes y así olvidar la inmunda realidad, pero ya no tenía la voluntad de seguir yendo a las juntadas.
De pronto vino a mí casa Ray y lo hice entrar a la cocina y dijo:
—Pasé por aquí y quise ver si estabas.
—¿Qué te sucede, Ray? —exclamé— ¿todos tus amigotes te dejaron solo?
—Mis amigos de la banda, no son mis verdaderos amigos, son una distracción. —Y mientras le servía un café, dirigía su mirada a su celular.
—¿Qué son? —interrumpí.
—Son pseudo amigos, hay momentos dónde hay que ensayar, supongo.
—Qué feo, che...
—Quizás sos muy intolerable y por eso no me entendés, Génesis —murmuró el pelirrojo.
—Me importa un huevo lo que la gente piense de mí. —Pero Ray abrió los ojos y sonrió con una mirada dubitativa.
—Toda la... música que tocamos y que creímos que era genial, pero me deja un vacío interno que me invade.
—Creo que te comprendo, Ray.
—Es como la oscuridad del poeta —contestó Ray—, ¿dime, tan caótico soy?
—¿Lo dices en serio?
—¿Quiero saber tu opinión —dijo el pelirrojo mientras encendía un cigarrillo —. Tu respuesta podría reforzar mi carácter de mierda.
—Yo si tengo verdaderos amigos y pienso que vos necesitas uno, Ray.
—Genesis, no lo necesito —dijo él—. Estoy re contra seguro que un día de estos tendré un golpe de suerte.
Presentía que quería darme alguna novedad y dije:
—No lo sé...
—¿Recuerdas nuestro último recital? —dijo y se rió, y palmeó amistosamente mi mano que estaba apoyada sobre mi pierna.
—Si, lo recuerdo —respondí fríamente.
—Esa gente cantaba nuestras canciones con nosotros. Fue ensordecedor pero me dió una ilusión —dijo sonriendo.
—Las letras de tus temas son poesía, pero en tus canciones no escribís con ritmo y rima...Sos raro, Ray.
—Más rara sos vos, comportándose como una inmadura por Angel. Soy intérprete, cariño, no un conductor de trenes, como esos dos mamarrachos —clamó.
—¡Madre mía! Otra vez empiezas con eso...
—Por nada...Esto es lo que debes entender...
“No todas las personas son genuinas, aunque parezcan geniales”...—Se interrumpió—. Hay mucha persona crédula que cree por ejemplo que Mahoma es el profeta de Dios.
—Lo que digas, Ray —dije pareciendo poco sociable.
El pelirrojo frunció el entrecejo e hizo un movimiento y chasqueó la lengua.
—Solo es un ejemplo —dijo Ray.
—Ahora dime por qué estás en mi casa.
—Te extrañé y tenía mucho de que hablar.
—Magnifico. Agradezco tu visita —dije—. ¿No podrías haberme avisado?
—Eso hice, pero no atendiste tu celu. Quería decirte que tendremos una entrevista en MTV —dijo súbitamente—. Oime, nena. ¿Quieres acompañarnos?
—Dejame pensarlo, Ray. Yo trabajo y ando ocupada...— murmuré débilmente.
—También hay una propuesta en Pelotas Records —agregó muy entusiasmado.
—No tengo ganas, Ray.
—Creo que deberías considerarlo. Yo quiero ponerle fin a mis frustraciones —explicó.
—No lo sé.
El muchacho puso una cara muy seria y me echó una mirada irónica.
—Aceptémolos. Nosotros ya no estamos mal con nuestra banda, tampoco vos y yo —dijo y le temblaba el cuerpo.
—¿Quieres decir que pronto serán famosos?
—Quizás, nadie sabe...—dijo y me observó diferente.
—No te preocupes, nadie tiene el destino asegurado.
—¿Y si vos estás en mi destino? —protestó el pelirrojo.
—¿De qué hablás, Ray?
—Debés tomar una decisión ahora que ya no está el pelotudo de Angel.
—¿Todo porque tendrás una audiencia televisiva global? —exclamé.
—Pst... ¿es un suicidio volver conmigo, Génesis? —dijo y se victimizó.
—No es eso. Estar con vos es... —le dije
—¿Qué soy? —reprochó
—No lo diré.
—Dilo, Génesis.
—Sos un egocéntrico y un metrosexual.
—Ok, lo lamentarás hasta el día de tu muerte y no pienso asistir nunca más al club de lectura —dijo en un tono lapidario.
—Por favor, andate de mi casa —le exigí.
Cuando se fue me dejó en la mesita de las llaves una nota, supongo que tenía dos, por las dudas si lo rechazaba. Era una carta de amor, de buenos pensamientos y de buenos deseos para cerrar con una despedida.
—Yo opino que es gay —dijo mi hermanito que estaba escondido trás la pared oyendo la conversación.
—¿Qué hacés aquí, Marcus? —chillé asustada.
—Raquel me echó de su casa.
—¿Por?
—Porque no tengo empleo —dijo Marcus y se encongió de hombros.
—Eso tiene lógica —asentí—. ¿Lloraste?
—¿Estás drogada...?
—¿Vas a decir que los hombres no lloran? —le pregunté a mi hermano, mientras me sentaba en el sillón para bajar las pulsaciones por el susto que me había dado.
—¡Medicate, loca! —dijo lanzando una risa maquiavélica.
—Fabri lloró por mamá, por eso va a volver y vivirá en esta casa, tarado.
—¿No te parece que es un fracasado? —dijo Marcus sin vergüenza
—No.
—¿Por qué?
—Fabri aún tiene el puesto de trabajo aquí, no lo perdió —la expliqué lo que había dicho mamá durante el desayuno.
—¿Vos y mamá son re interesadas?
—Sin plata no comés y no te vestís —dije.
—Mujeres...—dijo bufando.
—Para tener 24 años, está bien, yo que sé, no puedo opinar con franqueza porque es el novio de mamá —contesté.
—Mamá dijo que va vivir acá y eso me molesta, soy yo él que acaba de traer los bolsos con ropa sucia, porque la mugrienta de Raquel no lava ni una media —dijo con una mirada siniestra.
—Viviste de arriba gracias a Raquel, varios meses, no te querés, comías lo que querías, ella también te compraba ropa y zapatillas de marca —dije casi sin voz.
—Pero, digo, que ella no trabaja, no hace nada, su papito le envía la platita todos los meses.
—Porque ella tiene 19 años, es una adolescente —traté de explicarle.
—No, porque su papá está con una de sus novias de paseo en Montevideo —dijo y abrió los ojos como dos naranjas.
—¿Entonces tiene plata? ¿eso me querés decir?
—Tiene muchas novias, es una especie de Sugar daddy o algo así.
—¿Y a vos que te importa que haga de su culo? —le reproché.
—¿Y a vos porque andás atrás del culo de Ray? ¿te preocupa que se haga famoso o qué? —me preguntó y lanzó una risotada.
—Nada que ver, dejá de flashear confianza, hermano.
—Ojalá, así te deja de joder. Qué le lluevan fans y que se las meta en el orto —dijo mientras sacaba la ropa sucia de su enorme bolso.
—Marcus, me importa un huevo. Lo que si me importa es que ya que vivirás de nuevo en esta casa, vos y Fabri mantengan el orden,y que esto no se vuelva un cochinero.
—Pst... yo no soy tu mucama —dijo y se burló.
—Mamá se rompe el orto todo el día laburando en la tienda y yo soy docente, así que ustedes cocinan y limpian —le dije en un tono serio.
—Fabri va a trabajar y yo no pienso hacerles la cena porque están cansados.
—Bueno, cuando llegue al país, hablaré con Fabri. En esta puta casa se hará lo que yo digo —dije firmemente.
—Vos no mandás, manda mamá, en todo caso. Ni Raquel me exigía tanto...
—Arreglate con Raquelita, entonces y déjate de joder...
—Hermana, por qué no vas a leer esa cartita a tu cuarto y te dejás de hincharme las pelotas, eh.
Marcus sacó de su bolso una bombacha rosa y la olió.
—¿Usas tangas? —dije y me reí en un tono fuerte.
—Es de la sucia de Raquel —dijo y la tiró al tacho de basura.
—Bienvenido hermano, digo sirvienta.
—Yo estudio y tengo entrenamientos de fútbol, así que no me jodan.
—No todos los días... —balbuceé.
—Anda a lavar mi ropa y desaparecé de mi vista, Génesis. Me tenés harto... —dijo—. ¿Cómo mierda se abre este lavarropas del orto?
—¡Lavala vos y déjame de joder! —chillé.
Tomé su mano y apreté el botón que abría la puerta del lavarropas.
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