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Problemas superfluos

Brotan muchas preguntas con respecto a Ray y yo, y después veo a mi madre de cuarenta años a los besos con un pibito de veinticuatro años en mi cocina. Siento agobio e insatisfacción en mi vida.

—¡Buenos días hijastra! —bromea Fabri mientras toma un mate con mi madre.

—Buenas...

—¿Te pasa algo? —me preguntó Fabri.

Fabri cortó lentamente una naranja.

—¿Otra vez te quedaste a dormir aquí?

—Sí, ¿y cuál hay?

—Nada.

—No, no, decime si te molesta —imploró el muchacho—. Vos también puedes hacer la tuya...

—¡Yo solo salgo de casa para trabajar, yo no voy al teatro, no salgo a comer sushi, no voy casi nunca a ver a mis amigas, no pinto, no estoy escribiendo una mierda y tampoco cojo! —exclamé casi estallando de rabia.

—¡Jua! —soltó Fabri.

—¿De qué te reís, pelotudo?

—Dices que no salís a cojer... pero estás saliendo mucho con tu ex. —Y agregó—: Tienes que apresurar el poemario de ese tarado porque se atrasó todo en el club de lecturas para esperar a Ray.

Mamá lo miró asombrada y dijo:

—Creo que no es necesario que le hables así a mí hija; si coje o no coje con Ray, no es tu problema.

—¿Acaso es imprescindible que coja con Ray?

Fabri meditó y dijo:

—No, claro que no.

—¡Bueno, entonces no te entrometas. Yo voy a hacer lo que se me cante de orto!

—¡Génesis, la boca! —se quejó mi vieja.

Respiré, pero en vez de enojarme puse la cafetera a andar, para prepararme un expreso. ¿Por qué será que mi vieja siempre acapara la pava y el mate? Me subí a una silla para alcanzar el paquete de tostadas de la alacena de arriba. Fabri se puso en puntitas de pie y me lo alcanzó.

—Gracias —dije secamente.

—¿Sabías que Marcus no vino anoche? —dijo mamá.

—Sí, es que Raquel, me pidió su número y salieron...

—¿Raquel?

—Sí, la chica que tiene el pelo rosa... la dueña del departamento —le dije a mamá.

—¿Y cómo sabe de la existencia de tu hermano? —exclamó Fabri curioso.

—Un día Marcus fue a un club porque tenía un amistoso de fútbol y ella estaba ahí haciendo gimnasia, y simplemente lo vió.

—¿No me digas que se enamoró de Marcus al verlo todo sudado y con olor a muerto? —dijo Fabri y lanzó una carcajada.

—No sé, Cupido le clavó una flecha en su huesudo culo. ¿Entienden?

Mamá se levantó bruscamente indignada y fue a su habitación a llamar por teléfono a mi hermano. La situación era conflictiva puesto que mi madre era muy celosa con mi hermano, fundamentalmente era complicada su relación, porque mi hermano hacía lo que quería y mi madre siempre tuvo un miedo profundo de que él se contagie de alguna enfermedad sexual o que deje embarazada a una chica al azar.

—Dijo que está en su departamento —dijo mi madre indignada.

—¿Qué te preocupa tanto, nena? —preguntó Fabri rápidamente.

—Esa Raquel no me cae muy bien...

—Tiene 19 años, no hay nada que preocuparse, tranquilízate —dijo Fabri.

—Es que... yo vi... ¿ustedes no revisaron su mueble del baño?

—La verdad que no —dije frunciendo el ceño.

—Yo buscaba una toalla y cuando abrí el mueble vi que tenía unos... ustedes ya saben... ¡eran enormes! —suspiró con su rostro todo colorado por la vergüenza ajena.

—¿Qué? no entiendo nada —chillé.

—¿Cómo? Acaso dices que tenía penes de goma gigantes —susurró el muchacho.

Mamá abrió los ojos como dos naranjas, asintió y dijo:

—Eso mismo... y eran enormes —enfatizó.

—Perdona, pero no creo que los use con Marcus —balbuceé.

—Vos tenés una conducta muy rígida y muy dura con tu hijo, pero tienes que ser realista, hoy en día es algo normal —le dijo como pudo.

—Déjalo que se divierta. —Le dije a mi vieja para que se le quite el susto.

Mamá sintió una arcada y se tapó instintivamente su boca con el repasador. Apenas pudo correr hasta el baño. Vomitó una y otra vez, escuchaba los sonidos desde la cocina. Con mi cara le hice unos gestos a Fabri y pareciera que no entendía. Mamá volvió a la mesa con la cara enrojecida y la voz ronca. Se reincorporó en su silla y le pidió a Fabri un vaso de soda fría de la heladera. Parecía estar algo débil.

—Creo que los camarones me cayeron mal—dijo mamá.

Le fruncí mi nariz en un gesto. Fabri me miraba como un boludo y parecía que no entendía que mi madre podría estar mal del estómago. Decidí no insistir.

Después de media hora ...

Marcus llegó, estaba desalineado, con el pelo todo desordenado. Entró y le dió un beso a mamá. Él se disculpó con ella, por no avisar que iba a pernoctar en casa de Raquel.

—Tu amiga quiere ir a comer a un lugar muy caro, yo le dije que sería mejor pedir una pizza y una birra, y me puso cara de culo —me explicó mi hermano—. ¿Ahora que mierda puedo hacer?

Mamá resopló y dijo:

—¿Por qué no le dijiste que no trabajás?

—Es que no me dió tiempo, apenas llegué a su casa me besó efusivamente y me llevó a su habitación para chup...

—¡Marcus! —gritó mamá.

—¿Queee? —respondió mi hermano.

—No quiero saber que te hizo esa serpiente escuálida —gritó nuevamente.

Fabri lloraba de la risa.

—¡Qué pena! ¿Cuando vas a charlar antes de acostarte con vagabundas? —exclamé.

—No sé, me pareció linda, yo que sé...

—Génesis, vos le diste su número, ahora bancate las consecuencias —dijo Fabri.

—¡Mi hermana, me está cargando, ella me dijo que llame a la escuálida, ella me insistió! Encima que voy...

—¿Usaste protección? —preguntó mamá.

—Sí —afirmó dudoso.

—Hermanito, esta era una ocación para que conozcas a una chica linda, para que tengas esa sensación de tener una novia. Pero tu primera cita terminó siendo sexo casual.

—¿Qué querías que haga? Si me esperó con una bata blanca y abajo no tenía nada... che, después de todo soy un hombre.

—¡Ay! —chille.

—Bueno,Génesis, relajemos un poquito. ¿Quién sos? ¿La mujer antifiesta? Nunca estás, siempre con cara de culo desde que Ray te engañó con su esposa. Nunca una alegría, un momento divertido, algo que te haga cambiar esa cara de ojete bárbaro que tenés...—me dijo mi hermano con complicidad.

—Mi hermano se acaba de divorciar y también escribe en la aplicación —dijo Fabri con voz baja, inclinándose para agarrar su celular que estaba en la mesa.

—A ver... —dijo mamá.

—Es éste —me dijo mostrándome su perfil en su celular.

—¿@MajestadSatanica? —exclamé.

—Ese es su username. ¿Qué opinas, Génesis? —me preguntó Fabri.














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