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Mentiras y críticas mordaces

Ayer a la noche Clemente dejó un mensaje en mi tablero de mensajes. Dijo que se enteró que iba a ser padre, que se iba a mudar con su amiga y que iba a abandonar la escritura y el club de lecturas por tiempo indefinido, para ponerse a buscar trabajo. Me dió tristeza, él era como la estrella errante del club y no podría obligarlo a que concurra.

El sábado siguiente llegó y mi madre estaba dispuesta a ir a la juntada. Caminando hacia el domicilio de Raquel, no podía evitar sentirme nerviosa. Obviamente, que no había traído a Marcus, tal como ella había insistido, pero en su lugar venía con Julie, mi madre.

Mamá había decidido unirse al club y, a pesar de mi escepticismo inicial, parecía súper emocionada. Vestida con un jeans azul con roturas y una remera de Nirvana, nadie sospecharía que fuese mi madre. Su presencia y belleza definitivamente iba a causar alguna impresión.

—¿Estás lista, mami? —exclamé mientras nos acercábamos a la puerta del edificio de Raquel.

—Si, Génesis. No te preocupes —dijo, con una ímpetu envidiable.

Tocamos el timbre y Raquel bajó a abrirnos, ella parecía feliz, pero su cara cambió un poco al ver que Marcus no estaba conmigo.

—Hola, ella es Julie —dije, intentando mantenerme séria—. ¿Todo bien?

—Bienvenida —dijo y la saludó amablemente—. ¿Vendrá tu hermano?

—Él no pudo venir hoy —respondí, tratando de responder muy casual—. Pero vino conmigo Julie, ella es mi hermana mayor y también publicó una historia en la aplicación.

Mamá se mantuvo erguida y le sonrió.

—Encantada de conocerte, Raquel.

Raquel miró a mamá de arriba a abajo, era evidente en su expresión que no la esperaba, pero sin embargo respondió con una media sonrisa.

—Génesis, ¿cuál es el user de ella?

—Ella es @JulieylosFantasmas —respondí.

—Bien, luego veré su perfil —masculló.

—De acuerdo, Raquel. Sin problemas.

Pronto llegó el resto del grupo, que ya estaban acomodado el comedor de Raquel.

—Julie, él es Beto, él es Fabri y ella es Montserrat —le dije mientras la presentaba en sociedad.

—Falta Clemente... —dijo Fabri: Luego preguntó haciéndome asustar:
—¿Habrá tenido un accidente automovilístico y por eso tarda tanto?

Espantada, miré fijamente a Fabri y dije:

—Clemente se fue del club.

—Uh, abandonó el barco ¿por qué se fue? —protestó Beto.

—No sé, tiene algunos problemas personales, problemas de paternidad —respondí sin levantar los ojos.

—¿Qué? —gritaron al unísono.

—Me dijo algo sobre un embarazo y que tenía que buscar trabajo —les expliqué.

—Mal ahí... —susurró la pelirosa y comenzó a sollozar en voz baja.

Súbitamente me eché a temblar al ver a Raquel tan triste.

—Bueno, bueno, comencemos a leer —dijo Montserrat un poco desconcertada.

Las presentaciones fueron rápidas y por fortuna, nadie cuestionó la presencia de la nueva integrante del club.

—Bueno, amigos yo soy @Julieylosfantasmas en la aplicación —dijo con gran iniciativa—. Les contaré un poquito sobre mí. Yo estuve alejada de la escritura por un tiempo debido a... ciertos problemas personales.

Hizo una pausa semi dramática y se aseguró de captar la atención de todos.

—Seré sincera, yo tuve problemas con las drogas, y eso me alejó de la literatura —continuó—. Pero estoy aquí para volver a empezar y compartir mi novela con ustedes.

La revelación les cayó como una bomba. Vi como las expresiones sus rostros cambiaban de sorpresa a interés genuino. Julie había logrado su objetivo de captar la atención del grupo, pero yo sabía que esta historia era una falacia para parecer más interesante y provocar conversaciones entre los integrantes.

—¡Woww, Julie! —dijo Fabri, bastante impresionado—. Eso es muy valiente de tu parte.

—Sí, es admirable que quieras compartir tu historia con nosotros —añadió Beto.

Julie sonrió, complacida por las reacciones de todos.

—Gracias por oirme. Pero quiero escuchar de ustedes también. ¿Alguno ha tenido experiencias difíciles que quiera contar?

Hubo un silencio sepulcral, pero después de unos momentos Raquel abrió su boca.

—Bueno, yo tuve problemas de alcoholismo hasta hace unos meses —admitió—. Fue una época dura, tuve un padre que me obligaba a beber, pero logré superarlo con ayuda de mi terapeuta.

Medité y pensé que todos sacarían sus trapitos al sol.

—Y yo... —dijo Montserrat, sorprendiéndonos a todos—. Bueno, tuve problemas con la depresión. Fue un tiempo difícil, pero escribir me ayudó a salir adelante y a sentirme mejor.

Las confesiones continuaron, creando un ambiente de confianza que nunca habíamos experimentado en el grupo. Mamá había logrado su objetivo y ahora todos se sentían más abiertos.

—Gracias por abrirse así conmigo —dijo Julie con el rostro encendido—. Ahora, me gustaría leerles el prólogo y el primer capítulo de mi novela policial llamada: «Tiroteo en el barrio chino»

—Uhh, yo siempre voy a comprar cosas al barrio chino, me gusta —añadió Raquel.

—¡Qué título tan flashero! —dijo Fabri mientras reía.

Beto asintió y parecía listo para escuchar.

Mi madre sacó su celular de su bolso y comenzó a leer. La historia era agradable y no estaba tan mal, incluso parecía intrigante, con unos personajes bien desarrollados y una trama plausible. Cuando ella terminó de leer, hubo un aplauso general, excepto de parte de Montserrat.

—No me convence tu idea —dijo Montserrat, mientras encendía su cigarrillo electrónico —. Es que creo que tu narrativa es muy floja. Le falta fuerza, originalidad y drama.

El ambiente cambió. Mamá, que había mantenido una buena actitud hasta ese momento, frunció el ceño y respondió con frialdad.

—¿Perdón? ¿Qué dijiste? —exclamó, achicando los ojos—. Mi narrativa será lo que vos quieras...pero al menos no es una payasada de vampiros y hombres lobo. Es ridículo que algo así tenga éxito en la aplicación. ¡No te mereces tantos vistos!

Montserrat se puso de pie y parecía muy ofendida.

—¿Cómo te atreves? —gritó a viva voz—. Mis historias tienen más vistas que cualquier cosa que vos puedas escribir. ¿Quién te crees que eres para juzgar mi trabajo? ¿Quién sos? ¿Quién te conoce a vos?

—Yo soy una escritora amateur con criterio —respondió mamá friamente—. Y soy alguien que sabe reconocer una mala historia cuando la ve.

La tensión en el departamento era palpable. Fabri y Beto intentaron mediar, pero fue en vano. La discusión se volvió más controversial, con Montserrat defendiendo su trabajo y mamá arremetiendo con críticas horribles.

Finalmente, tuve que intervenir antes que pase a mayores.

—¡Basta! —grité, levantándome de la silla—. ¡Este no es el propósito del club de lectura! Nosotros estamos aquí para elevar nuestra confianza y no para destruirnos unos a otros.

Mamá me miró bastante sorprendida por mi reacción. Montserrat, aún molesta, cruzó los brazos y se sentó de nuevo, pero no sin lanzar una última mirada de odio.

—Tienes razón, Génesis —dijo Raquel con tímidez—. No deberíamos pelearnos así. Julie, Montserrat, ambas tienen su esplendor. Es normal tener opiniones diferentes, son diferentes géneros literarios.

Mi madre asintió, todavía estaba un poco irritada aunque se notaba que estaba más tranquila por haber disparado su veneno en el momento justo.

—Tienes razón, querida. Me disculpo por mi comportamiento, es tu casa y tú mandas.

Montserrat apretó sus labios, pero al menos se quedó en silencio. La reunión continuó, aunque el ambiente estaba raro. Entonces decidí que sería mejor cambiar de tema.

—Bueno, chicos, ¿qué tal si discutimos el próximo libro que vamos a leer? —sugerí, intentando desviar la atención de la discusión.

Cuando la reunión terminó, Raquel se acercó a mí.

—Génesis, ¿podemos hablar un momento?

Asentí, siguiéndola hacía su habitación.

—Mirá, entiendo que no hayas traído a Marcus, pero me hubiera gustado que me avisaras antes que ibas a venir con esta loca de Julie, que encima se hace la linda —dijo y me tomó por sorpresa.

—Lo siento, Raquel. No quería que te molestara. Pero mi hermana Julie realmente quería unirse al club y yo pensé que sería una buena oportunidad divulgar su obra.

Raquel suspiró.

—Está bien. Solo me sorprendió. Ella es muy linda y su actitud es muy pura y Fabri y Beto parecían embobados con ella —dijo mostrando que se sentía celosa.

Sonreí, no me había dado cuenta que los hombres estaban atraídos por mi vieja.

—Gracias, Raquel. Es bueno que digas lo que sentís en verdad —balbuceé.

Nos despedimos y volví a casa con mamá. En el camino, ella estaba más acelerada de lo habitual.

—¿Estás bien, mamá? —le pregunté.

—Sí, Génesis. Solo... que me dejé llevar un poco y mi actuación fue un éxito.

Pensé, que sabiendo que a pesar de las tensiones, el club de lectura estaba siendo más un circo que una experiencia literaria.

Cada reunión, nuestra pasión por la lectura se hacía más fuerte, siempre encontraríamos la manera de pasar el rato.

Al llegar a casa, mamá puso a calentar la sopa de verduras al fuego y luego se sentó en la cocina frente a su celular y comenzó a darle follow a todos, incluso a Montserrat. La observé por un momento, sintiendo alivio. Sabía que pronto su mundo estaría completamente cambiado y todos ellos serían sus amigos.

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