Las exigencias del club
Progresivamente, mis días comenzaron a ser más alegres. Después del desayuno con mi madre, Julie, tomé mi laptop y le enseñé a mi vieja los perfiles de los integrantes del club de lectura. Ella se hallaba sentada junto a mí en la pequeña mesa de la cocina. A mamá le interesó el perfil de Fabri y yo escuchaba a medias lo que me decía de él.
—Ves, Génesis, este muchacho
@Elpasadonomecondena, es poeta y trabaja para una empresa ferroviaria.
—Sabía que trabajaba... pero nunca leí eso de que trabaja con los trenes. Y ¿a quién le puede importar dónde él trabaje? ¿Te cae bien el chico o te gustan los que tienen un laburo importante? ¿Quieres que me invite a pasear en tren?
—Yo quiero para vos alguien inteligente, abierto y conservador, pero ¿él te gusta?
Mis lentes se deslizaron por el puente de mi nariz.
—No.
—¿No?
—No, mamá.
—Bueno, lo que te dije es mi deseo personal —reflexionó mi madre, en voz alta.
—¿Y este? —balbuceé, mientras cambié y puse el perfil de Clemente.
—¿Su user es @elreydelabanana? Horrible... dijo mi mamá, torciendo su boca.
—¿Por?
—Vamos, Génesis... en su bio dice que tiene 28 años, que juega a la pelota y que está desempleado —dijo mamá. Al mismo tiempo se acercó y me dijo: —Este señor es buen mozo. Se parece a Mel Gibson con sobrepeso.
Tragué saliva y dije:
—¿@Casadoconhijos666? Se llama Beto.
—Parece... caricaturesco y buena gente.
—¿Qué decís, mamá? —exclamé.
—Puedes decirle que soy tu hermana mayor, Julie... —susurró.
—¿Qué dices? —pregunté espantada.
Mamá me miró fijamente y dijo:
—Es lindo, según su bio tiene trabajo en la industria automotriz, tiene camioneta y es propietario...
—Tenés razón... pero no es mi tipo y yo no soy materialista —dije, mirando mi taza de mate cocido con leche.
—¿Sos boluda o te hacés? —exclamó mi vieja con los ojos abiertos.
—¿Qué te pasa, mamá?
—Digo que yo estoy interesada en Beto...
—....
—Lo de Beto está muy complicado, él está en la etapa de divorcio —expliqué.
—¡Ojalá todo le salga bien! —dijo y esbozó una sonrisa.
—Otra cosa, si quieres participar del club fingiendo que sos mi hermana mayor tienes que continuar tu novela en la aplicación.
—Tienes razón... hace un año que no escribo nada —dijo y llevó la punta de sus dedos a sus sienes.
—Pero ahora estás chispeando del entusiasmo por conocer al Beto. Así que ponete a publicar algo... —le propuse.
Ella frunció el entrecejo y puso su cuenta en la pantalla de su celular.
—Esta cuenta está muy muerta. Nueve capítulos, veinte visitas. Y seguramente que son visitas tuyas —refunfuñó, mientras comía su tostada con queso azul.
—Yo... yo, puedo entrar a tu cuenta y continuar tu historia mientras vos estás trabajando —le propuse. Pero mi mamá puso cara de culo y no se movía—. Por favor, eso es ridículo y es una actitud muy tramposa —repitió mamá y se levantó de la silla.
—Oh, entiendo... —dije y entrecerré mis ojos.
—¿Y ahora que estás pensando, Génesis?
—Pienso que quieres esforzarte para completar tu novela de asesinatos para impresionar a alguien... —dije mientras hacía un corazón con mis manos.
—¡Ja!
—Si a vos no te gusta el género policíaco, ni siquiera te gustan las películas de acción, mamá —Al oírme levantó sus cejas finas y me miró con desinterés. ¿Realmente era posible que mi madre quiera ponerse a escribir solo para estar en mi círculo social? Al fin, encontraría una razón para divertiste.
Se inclinó un poco de costado y me preguntó: —Para vos es muy fácil escribir novelas, porque la vida siempre fue fácil para ti. Me refiero al hecho de que todavía no te casaste ni tuviste hijos y yo a mis cuarenta años soy viuda.
Volvió a sentarse, sin dejar de mirar la foto de perfil del Beto en mi computadora.
—No tiene nada que ver que seas viuda, mamá. Todos tenemos problemas, por ejemplo el Beto, tiene 9 hijos...
—¿Nueve hijos? —Y al decir esto se levantó de un salto.
—La ex mujer ya tenía 8 y tuvieron un hijo juntos.
Mamá miró fijo el mantel rosa.
—¡Wow! No sé si quisiera conocerlo ahora. Creo que me voy a tomar un tiempo para meditarlo —dijo mamá.
—Mamá, vos tenés dos hijos, Marcus y yo. ¡No seas insensible por favor! —chillé.
—Pero tu hermano es independiente, estudia y trabajaba hasta hace poco —contestó mamá de repente— Supongo que los hijastros de Beto son pequeños de edad.
—¿Eso que importa? Los ocho restantes tienen padre —le expliqué.
—Ok, entonces haré de cuenta que solo tiene un hijo y san se acabó... —dijo y se sonrió mientras lavaba las tazas.
Los días pasaron y mi mamá venía de la dietética donde trabajaba y se ponía frente a su historia y digitaba rápido, parecía que estaba sumergida en su trama.
—Perdóname que te interrumpa, mamá... —dije.
—¿Qué pasa?
—Marcus quiere que lo lleves al club, hoy tiene partido de fútbol —le dije.
—Decile a tu hermano que camine, ya tiene 20 años, puede mover las patas hasta el club —chilló— que no cuente conmigo, si me levanto de la silla, de seguro voy a perder la inspiración y no voy a poder terminar esta novela de mier...
Meneé negativamente la cabeza. Mamá estaba cansada, nerviosa y excitada por tener algo decente que mostrar el sábado en el club de lecturas, pero... ¿a qué precio?
—Lo voy a llevar yo, quédate tranquila.
—¡Conduce con cuidado! ¡Mi auto es nuevo! —gritó por la ventana que daba hacía la vereda.
Cuando llegué al club, vi a la pelirosa haciendo ejercicio en la máquina de correr.
—Raquel, que gusto verte aquí —dije sonriendo.
Pero la pelirosa ni me prestó atención y contempló a Marcus con su mirada.
—¿Quién es el rubio? —murmuró.
—Ah, él es Marcus, mi hermanito. Tiene un partido amistoso y lo traje en el auto de mi vieja.
Ella asintió abriendo los ojos como dos naranjas. Olí su fragancia mezclada con su fétido sudor, parecía el aroma a flores marchitas.
—Tu hermano es bastante atractivo —murmuró mientras se secaba la transpiración de su rostro con una toalla de papel.
Inexplicablemente, tuve un miedo horrible. Raquel levantó por un instante sus ojos pardos.
—Dile que se una al club de lectura —me dijo ella cariñosamente.
—No, por supuesto que no, él ni siquiera lee —le contesté.
—Pero vos sos una magnífica escritora, ayúdalo, no me decepciones...
—Él es ruidoso, siempre se queja de todo y honestamente no quiero que esté en el club de lecturas —le dije, un poco vacilante.
—Pero yo pongo mi casa para la juntada y yo quiero que venga contigo —me exigió.
—No lo sé —dije con lentitud.
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