El Angel
—¿Por qué estás tan nerviosa, Génesis —preguntó mamá.
Fabri se echó a reír.
—¿Tu hermano cómo se llama?
—Angel.
—¿Y es un angel? —bromeó mi madre.
—Sí, un angel bien hijo de puta —dijo Fabri—: Ya le escribí y me dijo: «Esa chica parece una creída»
—Y ¿cómo sabe como soy? —pregunté.
—No sabe nada.
—¿Entonces? —exclamé.
—Le dije que sos la hija veinteañera de mi novia y que sos de una naturaleza muy peculiar.
—¡Qué gracia! —agregó mamá.
—¿Por?
—Tu hermano va a pensar de que tengo cincuenta años y yo apenas tengo cuarenta.
—Ya sabe que tenés cuarenta y que fuiste madre muy joven —dijo el muchacho.
—Mamá quiere ser joven eternamente, por eso usa esas cremas hidratantes y esos serum con ácido hialurónico —declaré.
—Génesis, te olvidas de las lociones de aceite de coco para el cuerpo y de la cantidad magistral de productos que usa para el cabello —bromeó Fabri.
—Ah, te olvidas de las vitaminas y toda la plata que gasta en ropa juvenil... —tercié—. Además de que se baña literalmente en perfume de 30 dólares todos los días.
—¿Cómo quieren que les diga que se callen? —chilló mi mamá, mientras doblaba las toallas sobre la mesada de la cocina.
—A tu madre le fastidia que le digan la verdad y nunca va a cambiar —me dijo él.
—¡Cierren el culo! —gritó mamá enfadada.
—¡Dios mío! ¿Estás segura? ¿Y si tengo ganas de hacer popó? —bromeó Fabri.
—Yo soy honrada, soy incapaz de fingir alguien que no soy. ¿Verdad, amor?
—Está bien... no te enojes, nena. Sabemos que sos muy coqueta y eso es todo —dijo el muchacho—. ¿Usted sabe que se vé increiblemente sensual?
Mamá ensanchó sus pulmones y dijo:
—Lo sé, pero ustedes me están volviendo loca. ¿Quieres poner la pava para el mate?
—Ok, mamá.
—¿A que hora vamos a comer hoy? —preguntó Fabri.
—Andá a comer a tu casa, bro —dije.
—En mi casa está mi hermano Angel... y hay un despelote bárbaro.
—Bueno, jodete, pidan pizza —sugerí.
—Mejor lo invito a comer acá.
Mamá negó con la cabeza diciendo:
—Pensé que..., que lo llevarías a casa de Raquel...
—¿Al club de lecturas? —dijo el muchacho esbozando una sonrisa sarcástica.
—Esa es buena idea —murmuré.
—Mañana es sábado, llévalo allá —terció mamá.
—Bueno —meditó—. Sí, claro está que no había pensado en eso.
—¿Por qué ponés cara de culo, Fabri? —exclamé.
Él se encogió de hombros.
—No sé con exactitud. Quizás sea porque él también escribe poesías y no quisiera que me opaque.
—En la app nadie le lee. Tiene dos seguidores y uno de ellos sos vos —dijo mi vieja.
—La otra es su ex esposa... —explicó y torció su sonrisa.
—Por favor, muchacho, sea bueno con su hermano... —dije.
—¿Y si viene Ray? —preguntó mamá.
—Ahí, cagamos... —agregó Fabri.
Al día siguiente mamá me acompañó al departamento de Raquel.
—No tengo plata; mi papá siempre me manda un sueldo —murmuró Raquel—. Mi viejo aún no me envió la guita y no pagué la cuota del WiFi.
—¡Qué cagada! Hubieses avisado antes y te pasaba la plata, ahora son las nueve de la noche —dije.
—Es tarde, ya no podemos hacer nada y todos están arriba —dijo mientras nos abría la puerta del edificio.
—¿Todo bien con mi hijo? —preguntó mamá sarcásticamente.
—Marcus es mi rey... no te preocupes. Vamos a salir más tarde a una discoteca.
Con razón me pidió plata ese energúmeno, pensé.
—Me alegro mucho por vos, nena —dijo mamá esbozando una sonrisa falsa.
Nos acomodamos y pronto apareció Fabri con su hermano Ángel. Montserrat enseguida se puso a hablar con él...
—Parece que tu hermano ya fue cazado por la veterana —bromeó mamá.
—Espera que llegue el gordo Beto, lo va a hacer volar... —dijo Fabri en un tono risible.
—Bueno, bueno, él es Angel, es mi hermano y en la app es @MajestadSatanica. Denle follow por favor.
Todos tomaron sus celulares y tabletas y se dieron cuenta que no había señal del WiFi.
—Chicos, no hay WiFi —anunció Raquel visiblemente avergonzada.
—¡Ah, que adorables! ¿Quién sos vos? —dijo Beto al llegar.
Yo me quedé temblando. Beto parecía celoso.
—Soy Angel, el hermano mayor de fabri —dijo el muchacho casi titubeante.
—Ok, sientate allá —ordenó Beto.
—¿Raquel, tienes champagne? —preguntó Montserrat.
—En la heladera. Ve y sírvete una copa —gritó Raquel, en medio del barullo.
La esbelta figura de Montserrat danzó hacía la cocina, con un fino vestido blanco que hacía que su minúscula tanga se trasluzca.
—Nena —gruñó mi mamá.
—¿Qué pasa?
—¿Viste lo que se puso la vieja loca?
—Lo vi, un hilo dental —dijo Fabri.
Mi mamá se puso roja como un tomate.
—¡Cállate! Y dejá de mirarle el culo a Monserrat —murmuró mi madre, visiblemente celosa.
—¡Jua!
—No te rías, estúpido —dije y lo codeé a Fabri.
—¡Pobre Beto, con una mujer así! —cuchicheó Raquel.
Tocaron el timbre y Raquel se levantó del sillón. A los cinco minutos apareció con Ray. Por dentro agradecí que no hubiese wi-fi para que no tenga que leer esa porquería de poemario.
—¿Qué tal? —dijo Ray mientras se quitaba su campera de cuero.
—Sientate —le dije.
Ray sacó su tablet de su morral y se dió cuenta de que no había conexión.
—¿Me pasas la contraseña, por favor? —me dijo.
—Hoy no se lee, no hay Wi-fi en este departamento —le dijo Fabri.
—¿Y por qué no me avisarte, Génesis?
—Si tenés algo que hacer, vuelve el próximo sábado. No te preocupes —murmuré.
—Ok, me voy.
Se levantó de la silla de mimbre y le pidió a Raquel que le abra.
—Ray se fue —dijo Fabri anonadado.
Fabri se puso de pie y dijo:
—Te presento a la hermosa Génesis.
Angel me clavó su ojos en mis ojos, parecía algo onírico, me saludó con un beso en la mejilla y no dijo nada. ¿Será que yo le gusté? Después él hizo una pausa artificial mirando mis labios y solté una risa sofocada. Miró a su hermano y movió la cabeza en sentido afirmativo. ¿Eso qué significa?
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