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10. La angustia de Florian

Megan caminó por el pasillo en silencio, con la respiración algo temblorosa. Se detuvo frente a la puerta de Florian, dudando unos segundos, pero luego giró el picaporte sin pensarlo más. Entró despacio.

Dentro, el ambiente olía a perfume caro y un poco a champán. Georg dormía profundamente, desnudo, enredado entre las sábanas blancas, con una pierna sobre Florian que —para sorpresa de Megan— seguía despierto, con su celular brillando a poca luz y las uñas impecables apoyadas en su pecho desnudo.

Florian alzó la vista al verla y arqueó una ceja.

Florian: Mierda... ¿estás llorando otra vez? —susurró él, quitándose los audífonos y sentándose con cuidado para no despertar a Georg.

Megan negó con la cabeza, aunque sus ojos decían lo contrario. Caminó hasta su lado y se dejó caer junto a él en la cama, quedando frente a frente, casi como si volvieran a tener 13 años y se contaran secretos bajo las mantas.

— No puedo dormir —admitió ella, jugueteando con el dobladillo de la camisa que llevaba puesta.

Florian: Lo noté —respondió Florian con una sonrisa ladeada, tomándole una mano con delicadeza— ¿Pesadillas?

— No —murmuró Megan, mirando al techo— Es Bill.

Florian cerró los ojos un momento, como si ya supiera hacia dónde iba todo.

Florian: ¿Otra vez lo viste raro?

— Sí... entró al baño mientras yo estaba ahí. Dijo que yo le parecía "familiar", que sentía como si ya me conociera. Que algo en él... se movía cuando me veía.

Florian giró un poco para verla mejor, con el rostro serio.

Florian: ¿Y tú qué le dijiste?

— Lo evadí. ¿Qué más podía hacer? —dijo Megan, la voz rota por la impotencia— No puedo mirarlo a los ojos y decirle "Hey, tú y yo estábamos enamorados, pero luego casi mueres, me salvaste, perdiste la memoria y ahora estás con una chica y no tienes ni puta idea de quién soy".

Florian: Podrías. Pero no lo harías porque tú... siempre has sido demasiado buena con él —murmuró Florian, acariciando con el pulgar el dorso de su mano.

Megan giró la cabeza hacia él.

— Florian... ¿tú crees que hay una mínima posibilidad de que Bill esté empezando a recordarme? Algo dentro de mí lo siente. Como un déjà vu constante. Como si su alma... aún supiera quién soy.

Florian la observó largo rato. Luego, suspiró, dejándose caer de espaldas en la cama y mirando al techo también.

Florian: Bebé, aunque quisiera darte esperanzas... Bill no hizo caso a la receta del médico. —Su voz se volvió más seria— Lo hablamos. El golpe que recibió fue brutal. Había un tratamiento, medicamentos, un proceso para intentar estimular la memoria. Pero él... se negó. Dijo que si no recordaba era porque el universo así lo quiso.

Megan apretó los labios, tragándose el dolor.

— Entonces... no hay forma. No hay posibilidad. Solo es... mi estúpido corazón jugándome con recuerdos.

Florian giró hacia ella otra vez y la abrazó por los hombros, pegando su frente a la de ella.

Florian: Tal vez sí hay una forma. —Su voz era suave— No médica. No científica. Pero tú y yo sabemos que los Kaulitz siempre han sido raros. Místicos. Sensibles a cosas que no se ven. Si en el fondo él empieza a recordarte, no va a ser con un escáner cerebral... va a ser con el alma.

Megan sonrió entre lágrimas.

— Hablas como un tarotista barato.

Florian: Y tú como una viuda precoz —rió él— Vamos, cariño. No te desmorones esta noche. ¿Qué puedo hacer para hacerte reír? ¿Quieres que pinte una pija en la frente de Georg con delineador?

Megan soltó una carcajada sincera, cubriéndose la boca para no despertar a Georg.

— No, por favor. Ya casi me echan de la mansión con todas tus locuras.

Florian sonrió satisfecho, luego se volvió serio otra vez.

Florian: Escúchame, Meg. Si de verdad hay una oportunidad de recuperar a Bill, será poco a poco. Con paciencia, no puedes obligarlo a recordar, pero sí puedes volver a enamorarlo. Tal vez no recupere el ayer... pero puedes regalarle un hoy tan fuerte, que no pueda ignorarte.

Megan lo miró con los ojos brillosos y le besó la frente.

— Gracias... por seguir siendo mi hogar.

Florian: Siempre, bebé. Aunque Georg me robe media cama —dijo Florian abrazándola con fuerza— Siempre vas a tener una esquina aquí conmigo... incluso si vuelves a meterte con un Kaulitz.

Ambos rieron, y esa risa tejió un momento de calma en medio del caos.

. . . 

La cocina olía a pan tostado y café recién hecho.Megan, aún en pijama —una camiseta gigante con el logo de Tokio Hotel y unos shorts que apenas se asomaban por debajo—, cortaba fruta con gesto concentrado, mientras su cabello recogido en un moño improvisado le daba un aire desordenado pero encantador.

Sobre la isla de la cocina, había tres platos preparados con esmero: huevos revueltos, tostadas, frutas variadas y jugo de naranja recién exprimido. Megan, sin quejarse, había tomado la costumbre de hacer el desayuno desde que volvió. Tal vez era su forma de calmar la mente... o de sentirse útil entre tantos recuerdos.

Detrás de ella, Florian caminaba de un lado a otro con su teléfono pegado al oído, hablando en alemán a toda velocidad con su tono dramático tan característico.

Florian: Nein, Klaus, hör mir einfach zu... Ich kann das Shooting nicht verschieben... ja, aber... es ist meine verdammte Hochzeit! —resopló, llevándose la mano libre al cabello rizado, ahora perfectamente peinado hacia atrás— Ja, ja... ich verstehe. Danke. Bis dann.

Cortó la llamada y dejó caer el celular sobre la mesa con un bufido. Megan, sin voltear, deslizó uno de los jugos hasta él.

— Aquí tienes, Beyoncé de Berlín —bromeó con una sonrisa— Refresca esa cabecita.

Florian se pasó la mano por la cara, luego tomó el jugo y le dio un sorbo largo.

Florian: Dios... planear una boda es mucho más difícil de lo que pensé, bebé. —Se dejó caer en una de las sillas, mirando al techo como si esperara respuestas divinas— Entre Georg queriendo una ceremonia íntima en la playa y mi madre queriendo meter medio Berlín en un salón con candelabros de cristal... estoy a punto de fugarme como una princesa en rebelión.

Megan rió, sirviendo café para ambos.

— ¿Sabes qué necesitas? Una lista de prioridades. ¿Qué es más importante para ti: que todos lo vean o que tú y Georg estén felices?

Florian: ¿Es una trampa? —preguntó él, entrecerrando los ojos— Porque si digo lo que mi corazón siente, mi madre me deshereda.

— Florian...

Florian: ¡Georg! —gritó de repente, levantándose como si lo hubiera recordado— Dijo que quería rosas blancas, pero a mí me dan vibras de funeral. ¿Y si usamos hortensias?

— Relájate. Vas a estallar una vena en la frente —dijo Megan sentándose frente a él— ¿Has dormido algo?

Florian: ¿Dormir? No conozco ese lujo. Entre citas con proveedores, mensajes de mi agente y buscar el maldito smoking perfecto para Georg, estoy al borde de un colapso.

Megan lo observó con ternura. A veces olvidaba que Florian también tenía su propio mundo de exigencias, más allá del brillo, las cámaras y el sarcasmo.

— ¿Y si te tomo un día libre? Hoy no tienes nada hasta las cuatro, ¿cierto?

Florian: Solo una llamada con Vogue —dijo él dramáticamente, tomando un sorbo de café— Pero puedo fingir una crisis emocional. Lo hacen los modelos todo el tiempo.

Ambos rieron.

Florian: ¿Sabes qué me gusta de ti, Megan? —dijo Florian, mirándola con una sonrisa cansada— Que no importa cuántos años pasen, siempre sabes calmar mi caos.

— Es que somos almas viejas. Tú eras un faraón histérico y yo tu sirvienta resignada.

Florian: ¡Por favor! —rió él— Yo era claramente una Cleopatra con complejo de diva, y tú mi consejera fiel con pociones mágicas.

Megan le lanzó una servilleta.

— Tonto.

Florian sonrió, luego se puso serio un momento.

Florian: Gracias... por volver. De verdad.

Ella bajó la mirada, sonriendo con melancolía.

— Gracias por llamarme. No sé si estoy lista para todo esto... pero por ti, por ustedes... lo intento.

Florian se levantó y caminó hacia ella, besando su frente con cariño.

Florian: Eso me basta. Y hoy, solo por hoy, te perdono por haberte liado con un Kaulitz.

— Ugh, no empieces otra vez —murmuró ella, entre risas— Fue solo un desliz.

Florian: Un desliz con trenzas y tatuajes en sitios que prefiero no imaginar. —dijo él rodando los ojos, tomando su plato para ir al comedor— Anda, sígueme. Comeremos mientras planeamos cómo evitar que tu ex, su novia perfecta y el hermano sexy arruinen mi boda.

Megan lo siguió con una sonrisa.

— Qué bonito tenerte de vuelta, Florian.

Florian: Siempre he estado, mi amor. Solo estaba esperándote con una copa de champán y mi agenda de eventos.

La mañana avanzaba, y mientras Megan terminaba de colocar los platos sucios en el lavavajillas, Florian seguía caminando en círculos por la cocina como si estuviera resolviendo una conspiración internacional. Su bata de seda azul ondeaba con cada paso, mientras murmuraba para sí mismo cosas como "¿Y si mejor uso esmoquin con lentejuelas?" o "¿Y si alquilamos un caballo blanco para la entrada?"

Megan lo observaba desde el umbral, tomándose su café como si estuviera viendo un programa de televisión en vivo.

— Dios mío... —susurró— Esto ya no es una boda, es un episodio perdido de RuPaul's Drag Race: European Wedding Edition.

Justo entonces, Georg entró en la casa con el cabello húmedo, recién duchado y una bolsa de pan bajo el brazo. Al ver a Florian a punto de descomponerse, frunció el ceño y caminó directo hacia él.

Georg: Mi amor... ¿Qué pasó ahora?

Florian: ¿QUÉ PASÓ? —replicó Florian con dramatismo, como si Georg acabara de pedirle el divorcio en vivo— Todo pasó. El florista me dijo que las peonías están fuera de temporada. ¡Fuera de temporada, Georg! ¿¡Cómo me caso sin peonías blancas y rosas pastel!? ¿¡Cómo!?

Georg suspiró y dejó la bolsa sobre la mesa.

Georg: Ok, ok, vamos a calmarnos.

Florian: ¡No quiero calmarme! —Florian se dejó caer sobre una silla como si estuviera viviendo el colapso más intenso de su vida— Me estoy casando, Georg. No estoy actuando en un desfile de primavera. ¡Es real!

Fue ahí cuando Megan, sentada en la encimera con las piernas cruzadas y su taza de café en mano, no pudo evitar soltarlo.

— Georg, por el amor a toda tu descendencia... dale una buena mamada, a ver si se le baja lo dramático.

Georg se volteó lentamente, arqueando una ceja. Megan sonrió inocente.

— ¿Qué? Es el método infalible para relajar maridos histéricos. Estudios científicos lo avalan.

Florian le lanzó una cuchara.

Florian: ¡Megan! ¡Cállate! —aunque no podía evitar reírse.

— ¡Lo digo en serio! —siguió ella, encantada de hacerlos reír— Te relajas, Georg libera tensiones, y todos felices. Además, tú te casas con ese caos con piernas, deberías saber cómo apagar sus incendios.

Georg: ¿Tú me estás dando consejos de pareja ahora? —rió Georg, acercándose a su prometido para besarlo en la frente— Gracias por tu sugerencia, terapeuta sexual de cafetería.

— De nada. Acepto propinas y vino tinto.

Florian se levantó dramáticamente, fingiendo que se reanimaba con el beso de su novio.

Florian: Dios... no sé qué haría sin ustedes. Bueno, probablemente gritarle a la gente hasta que alguien llame a la policía.

Georg: Lo cual ya ha pasado —agregó Georg con tono seco.

Florian: Una sola vez —bufó Florian— Y ese DJ merecía que le lanzara la copa. ¿Quién pone Despacito en una fiesta gótica?

— ¿Y ahora qué necesitas que hagamos? —preguntó Megan— ¿Quieres que secuestremos a un florista ilegal? ¿O que robemos peonías de un funeral cercano?

Florian: ¡Sí! ¡Eso! —chilló Florian con los ojos brillando.

—No. —dijeron Georg y Megan al mismo tiempo.

Florian hizo un puchero.

Florian: Ugh, odio cuando se alían contra mí.

— Lo hacemos por amor —dijo Megan, bajando de la encimera y acercándose a abrazarlo—Nadie va a dejar que tengas una boda sin drama... porque, seamos honestos, tú sin drama no serías tú.

Florian se dejó abrazar, suspirando.

Florian: ¿Y si me da un ataque de ansiedad a mitad del vals?

Georg: Te cargo —dijo Georg.

Florian: ¿Y si me desmayo porque olvidé comer?

Georg: Te doy mi pastel.

Florian: ¿Y si lloro y se me corre el rímel?

Georg: Te limpio con mi manga.

Florian se le quedó viendo con ternura y luego suspiró profundamente.

Florian: Te amo tanto que me duele el alma, ¿lo sabías?

Georg: Ya me lo dijiste cuando me gritaste porque te planché mal la camisa.

Florian: ¡ERA SATÉN, GEORG!

Todos estallaron en carcajadas. Megan tomó su taza de nuevo y la levantó como brindis.

— Por los novios más disfuncionales pero adorables del mundo. Y por el drama que nunca muere.

Florian: ¡Y por las mamadas vamos! —añadió Florian levantando su copa de jugo.

—¡Salud! —contestaron al unísono, entre risas, justo cuando Tiana entraba a la cocina y preguntaba en voz alta:

Tiana: ¿Qué me perdí?

— Un colapso, un consejo inapropiado y un brindis raro —dijo Megan con una sonrisa.

Tiana: Entonces, un martes normal —dijo Tiana, sentándose.

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