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05. Caos llamado fiesta

La música tronaba desde las bocinas ocultas entre las palmeras del jardín iluminado con luces de neón. El agua de la piscina reflejaba destellos violetas, verdes y fucsias como si alguien hubiese decidido mezclar los colores de un club nocturno con la calma de una noche estrellada.

Florian: ¡Muévanse, que la diva volvió! —gritó Florian con su voz cantarina, sosteniendo su copa como si fuera un trofeo.

Megan rodó los ojos mientras lo seguía, ajustándose la mini falda negra que cubría la parte inferior de su bikini morado. El aire nocturno le acariciaba la piel, pero no era el frío lo que la ponía tensa. Era esa sensación de estar en un lugar que ya no era el mismo... y rodeada de personas que tampoco lo eran del todo.

Florian: Mira... —Florian bajó la voz, inclinándose hacia ella— Desde que te fuiste hemos hecho muchos amigos. Hay para elegir: altos, bajos, guapos, más guapos, algunos estúpidamente guapos... Tienes dos opciones: uno, te ligas a alguien esta noche. Dos... vas directo con quien te come con la mirada desde que llegaste.

Megan se rió, tomando un sorbo de su bebida color azul neón.

— ¿Y quién me "come con la mirada", Florian? ¿Tienes cámaras ocultas o qué?

Florian: No, pero tengo ojos funcionales y sentido común. Mira a tu izquierda.

Ella giró el rostro lentamente.

Tom estaba ahí. Apoyado despreocupadamente contra una columna, con una botella en mano y sin camisa. Solo llevaba unos pantalones holgados y sus trenzas negras le caían por los hombros. Sus ojos se clavaban en ella con la intensidad de alguien que había esperado años para verla así de cerca otra vez. No había sonrisa, solo esa mirada directa, intensa, maldita... cargada de historia y de cosas no dichas.

— Me cago en todo —susurró Megan bajando la mirada rápidamente.

Florian: Y eso que no te vio agacharte aún —bromeó Florian justo cuando Georg apareció detrás de él, casi como si lo hubieran invocado.

Georg: ¡Meg! —exclamó Georg con esa energía cálida y segura.

Megan lo abrazó con fuerza. Él olía igual que antes, a colonia suave y algo de cerveza. Se rieron, intercambiaron algunas bromas y él la levantó un poco del suelo mientras giraban.

Georg: ¡Mira nada más, la madrina más guapa de Berlín ha regresado!

— Y tú sigues siendo un galán. ¿Dónde firmo para tener tu cutis? —bromeó Megan mientras se separaban.

Florian fingió ofenderse.

Florian: ¿Y yo qué? ¿Pintado con purpurina?

— Tú, mi amor, naciste con glitter en la sangre. Eso no se discute —le guiñó un ojo Megan.

El ambiente era ligero, risueño, incluso cómplice... hasta que la música cambió a una más sensual y la atención de Megan se desvió, inevitablemente, hacia el otro extremo del jardín.

Bill.

Estaba bailando. Lento, casi con elegancia. Su silueta destacaba bajo las luces tenues. Llevaba gafas oscuras, una camisa blanca abierta y cadenas alrededor del cuello. A su lado, Nessa, con un vestido rojo y sonrisa brillante, movía las caderas al ritmo de la música, completamente sincronizada con él. Bill giró sobre sí mismo y al hacerlo, sus gafas se alzaron un poco revelando apenas su mirada... que no era hacia Megan, pero aun así dolió.

Florian: Ignóralos —dijo Florian al ver el cambio en su expresión— No valen la pena tus pensamientos esta noche. Hoy eres la jodida protagonista.

Megan respiró profundo.

— Tienes razón... pero aún así, duele.

Florian: Lo sé —respondió Florian, tomándole la mano— Pero esta noche, no dejes que te rompan. Esta noche, tú decides.

Ella lo abrazó por un segundo. El tipo de abrazo que se da cuando no sabes si llorar o gritar, pero necesitas no estar sola.

Florian: Ahora —anunció él con una sonrisa— Baila, bebe, coquetea... y si te cruzas con Tom, solo no hagas lo que yo haría.

— ¿Eso incluye quitarle las trenzas una por una?

Florian: Mmm... depende. Si lo hace mientras te llama "princesa", sí.

Ambos rieron y aunque trataba de parecer tranquila, Megan no dejaba de sentir esa mirada persistente sobre su piel. A lo lejos, Tom seguía ahí, como un espectador en su propia fiesta. Como si no pudiera decidir si quería acercarse... o alejarse por completo.

Megan, con su trago en mano, observaba desde la orilla de la piscina. Florian estaba ocupado con Georg. Era su momento de moverse.

Caminó entre los invitados, con su mini falda flotando ligeramente sobre sus muslos mojados, los labios en curva pícara mientras sus pasos la llevaban directo hacia donde Tom estaba recostado en una tumbona, con una cerveza en una mano y un cigarrillo en la otra. Tenía sus trenzas algo desordenadas por el agua y aún no se había molestado en ponerse camisa.

La miraba como si la falda fuera un crimen contra la humanidad.

— ¿Se te van a salir los ojos, Kaulitz? —dijo ella con una ceja alzada, deteniéndose justo frente a él.

Tom sonrió, sin ninguna vergüenza.

Tom: No es mi culpa que aparezcas así vestida y pretendas que no pase nada. Esto es provocación de primer grado.

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Arrestarme? —replicó ella con sorna mientras se sentaba junto a él en otra tumbona.

Tom: No, pero tal vez te obligue a quedarte conmigo toda la noche. Como castigo —respondió él con su tono arrastrado y peligroso que usaba cuando coqueteaba sin filtro.

Ella se carcajeó, negando con la cabeza.

— Por favor. Si tuviera un euro por cada vez que usaste esa línea, podría pagarle a un terapeuta para que te arregle.

Tom se echó a reír, dejando el cigarro en un cenicero improvisado y levantando su botella.

Tom: Brindo por eso. Por mis traumas y por tu falta de filtro, Ortega.

Ella levantó su trago, chocándolo con el suyo.

— Y por tus trenzas, que siguen teniendo más vida social que tú.

Tom: Ey, mis trenzas han vivido más aventuras que la mayoría de los humanos.

— ¿Incluye algún intento fallido de stripper en Bélgica?

Tom: ¿¡Quién te contó eso!? —preguntó con fingida indignación, escupiendo algo de cerveza de la risa.

— Florian. Me mandó fotos y un video donde caes de una silla intentando hacer un twerk con la guitarra.

Tom se inclinó hacia ella, con los ojos brillando de pura vergüenza y orgullo al mismo tiempo.

Tom: Ese fue arte. incomprendido, sí, pero arte. A diferencia de tu sentido del ritmo que, por cierto, me sigue debiendo una explicación desde la última vez que bailaste reguetón como si estuvieras luchando con un espíritu.

— Fue una posesión demoníaca, Kaulitz. No se burlan de eso.

Ambos rieron, sin dejar de mirarse. La tensión no se iba, pero tampoco pesaba. Era como si se entendieran perfectamente dentro de su caos.

Tom: ¿Sabes? —dijo Tom, bajando la voz mientras jugaba con el borde de su botella— Extrañaba esto. Extrañaba... a ti. Tu forma de joderme la existencia en diez palabras o menos.

Megan se acomodó, mirándolo.

— Y yo extrañaba que alguien me mirara como si pudiera destruirle la estabilidad emocional con solo pestañear.

Tom: Te odio —murmuró Tom con una sonrisa torcida.

— Yo también te odio. Salud —dijo, y ambos bebieron.

Por un momento, se quedaron en silencio. El aire estaba cargado, pero no incómodo. Solo lleno de cosas no dichas. La música de fondo cambió a una melodía más tranquila, un remix suave que acompañaba la noche.

Tom: ¿Crees que... todo esto pueda volver a ser como antes? —preguntó él, sin mirarla directamente.

— No —respondió Megan con sinceridad, luego lo miró— Pero eso no es algo malo. A veces lo nuevo es mejor. Más caótico, claro, pero... mejor.

Tom asintió. Luego, sin previo aviso, se inclinó hacia ella y rozó su frente con la suya.

Tom: Tú y yo siempre fuimos caos. Pero del divertido.

— Y del peligroso —añadió ella, cerrando los ojos un momento.

Se separaron, y ella notó que sus mejillas se habían sonrojado un poco. Él la miró de nuevo, esta vez más serio.

Tom: ¿Y Bill?

— No me hagas esa pregunta esta noche, Tom. No arruines lo que queda de este maldito respiro.

Él la entendió. Como siempre.

Megan estaba recargada en la baranda que bordeaba la terraza, aún con la copa en la mano y los cabellos ligeramente húmedos por el chapuzón anterior. Tom, a su lado, estaba más cerca de lo necesario, pero ya había cruzado esa línea hace tiempo. 

Tom: ¿Sabes qué? —dijo Tom con una sonrisa torcida— Esta ciudad era aburrida sin ti.

— ¿Y tú cómo sobreviviste sin mis sarcasmos diarios?

Tom: Con terapia, obviamente.

Ambos rieron. Fue entonces, sin pensarlo demasiado, que Tom alzó una mano para apartar un mechón de cabello húmedo del rostro de Megan. Su sonrisa desapareció. La miró como si estuviera viendo algo que no había notado antes. Ella bajó un poco la mirada, pero no se apartó. Sus narices estaban a centímetros.

Y entonces ocurrió. Fue suave, no urgente. Tom inclinó el rostro y la besó. Los labios se encontraron con una familiaridad que dolía. Megan, por un segundo, pensó en detenerlo. Pero no lo hizo.

Se dejó llevar.

Fue solo cuando se separaron, respirando el uno frente al otro, que sintió esa incomodidad punzante en la nuca. Giró ligeramente la cabeza. Al fondo, en un rincón, Nessa los observaba con una ceja arqueada y una copa en la mano. Su expresión no era de celos... sino de observación fría. Como quien ve una ficha de ajedrez moverse en el tablero.

Nessa: Vaya —murmuró Nessa con voz casi divertida— Parece que tu hermano tiene buen gusto. Le gusta la amiga de Florian.

Bill, que estaba con ella, bebía lentamente. No despegó la mirada del lago hasta que su nombre fue mencionado.

Bill: ¿Hm?

Nessa: Tu hermano. Con Megan. —Ella señaló con la cabeza sin mucha delicadeza— Se ven... intensos.

Bill alzó la vista y los vio.

Tom y Megan aún estaban demasiado cerca. Sus ojos se quedaron fijos en la escena, pero su expresión no cambió. Ni sorpresa. Ni rabia. Solo ese rostro sereno que usaba cuando procesaba algo que no comprendía del todo.

Bill: Supongo que sí —respondió con una calma medida.

Nessa giró la vista hacia él. Lo observó por un momento, como si intentara leer algo en su rostro.

Nessa: Vuelvo en un momento, voy al baño. —Se acercó y le dio un beso corto en los labios— No te escapes, ¿eh?

Bill: No lo haré —respondió él, sin apartar la mirada del otro lado de la piscina.

Nessa se alejó.

Megan, por su parte, había vuelto a mirarlo. A Bill. Por alguna razón, aunque estaba lejos, podía ver perfectamente su silueta. Su postura. Su mirada.

Había algo en el que se sentía... familiar. No por las fotos, no por los conciertos ni por las entrevistas. No era esa versión pública de Bill Kaulitz.

Era la forma en que su sombra caía sobre el suelo, la forma en que sus dedos se enredaban en su cabello sin darse cuenta, o cómo ladeaba la cabeza cuando observaba a alguien fijamente.

Lo había hecho antes. En otro tiempo. Megan sintió que su pecho se apretaba.

Tom: ¿Qué pasa? —preguntó Tom, bajando la voz y tocándole la mano.

Ella parpadeó.

— Nada... creo. Solo que...

Tom: ¿Solo qué?

Ella no respondió. En vez de eso, miró a Tom con algo de culpa en los ojos.

— Creo que... conozco a esa chica. Nessa. —Tom arqueó una ceja— No personalmente, no sé... es solo una sensación. Como si ya la hubiera visto antes o como si me hubiese mirado de esa forma antes.

Tom: ¿Y qué forma es esa?

— Como si supiera algo que yo no sé. Como si estuviera jugando algo y yo no tengo ni idea de las reglas.

Tom entrecerró los ojos.

Tom: ¿Quieres que la investigue?

Ella soltó una risita.

— No, Kaulitz. No estamos en una novela de espías. Solo... tengo que mantenerme alerta.

Tom: Megan... —Tom se acercó un poco más, bajando el tono hasta convertirlo en un susurro ronco— Yo también siento que algo no cuadra.

— ¿Con Nessa?

Tom: Con todo.

Ambos miraron nuevamente a Bill, que seguía solo, bebiendo despacio, pensativo. A lo lejos, sonaba una versión acústica de Zoom Into Me que alguien había puesto por accidente o por destino. El cielo estaba estrellado, pero algo invisible parecía oscurecer la noche para Megan.

Porque por más que Bill no la recordara... ella sabía que la forma en que él la miraba no era vacía.

Solo... extraviada.

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