
── ( 𝟬𝟰 )
ˏˋ🎈°•[ MEMORIES ]*⁀➷ೃ
❝ — ¿Los recuerdas? Aquellos días en que éramos felices, en los que éramos amigos ❞
Despierta.
Despierta.
¡Despierta!
Alaska despertó de golpe y desorientada ¿Qué había pasado? Como respuesta obtuvo un enorme dolor en su pierna, al mirarla recordó todo.
Asustada dirigió su mirada a la cloaca.
Nada, no había absolutamente nada en aquel lugar, ningún ruido, ningún tentáculo, ningún monstruo; simplemente el tétrico sonido de la noche. Con dificultad se puso de pie y tomo su mochila sacando un delgado suéter blanco que utilizaría para cubrir su herida.
Mientras intentaba amarrar las mangas alrededor de su pierna recordó a Patrick, su hermano la había tomado en brazos cuando intentaban huir de la cosa. Preocupada comenzó a buscarlo con la mirada, lo encontró unos metros adelante, cerca de unas rocas.
— Patrick, despierta — le susurró — Anda, levántate tenemos que volver a casa.
Un Patrick desorientado se sentó mirando a la rubia.
— ¿Qué mierda haces aquí, Alaska? — dijo poniéndose de pie- ¡Responde!
— ¿N‑no lo recuerdas? ¿No recuerdas a la...?
Las palabras se escaparon de su boca cuando miró detenidamente a su hermano, sus heridas, la sangre, habían desaparecido.
« Él no lo recuerda, ¡Dios! ¿Acaso estoy loca? » Dejó de lado aquel pensamiento, y se respondió a sí misma para tratar de tranquilizarse.
« Seguramente algún animal salvaje estaba en la cloaca y me mordió, ¡claro! Y gracias al miedo creí que Patrick estaba herido »
— Olvídalo- se limitó a responder.
Patrick la miró para después alejarse de aquel lugar. Lo último recordaba era perseguir al chico gordo, después todo se volvía borroso.
— Espera, ¿puedes llevarme, por favor? — le pidió la ojiverde.
El pelinegro la miró extrañado pues no pensaba cargar con ella, pero al ver la herida en su pierna —Aunque jamás lo admitiría— se preocupó por la chica.
— ¿Que rayos te paso? — preguntó tomándola del brazo.
— Me caí de la bicicleta — mintió la rubia — ¿Podrías llevarme en la bicicleta, Patrick?
Él no pensaba hacer aquello, jamás se rebajaría a subirse a una bicicleta para niños estúpidos y mucho menos para ayudar a su hermana. La miró a los ojos y pudo ver en ellos algo que jamás había visto.
Miedo
Su hermana jamás había tenido miedo, ni siquiera cuando Patrick se compraba como un completó maniático, ella siempre se mostraba fuerte ante cualquier situación, pero aquella noche todo era distinto. Alaska estaba asustada y parecía que se rompería en mil pedazos en cualquier momento.
— Bien, pero si le dices a alguien de esto, ¡Te mataré! ¿Entendido? — Alaska asintió — Andando — dijo retomando su caminata.
Al llegar al puente de los besos Patrick ayudó a Alaska a subir a la parte trasera de la bicicleta.
Y así, bajo la atenta mirada de la noche Patrick Hockstetter conducía una bicicleta para niños por las calles solitarias de Derry con una chica rubia sollozando en su espalda.
(...)
Alaska Hockstetter no había pegado un ojo en toda la noche, después de llegar a su casa y recibir una última mirada por parte de su hermano subió las escaleras y se encerró en su habitación. Retiró sus prendas sucias y rotas y entró a la regadera, cediendo ante el llanto.
Le preocupaba lo que había ocurrido, pensaba cosas como:
¿Y si realmente estoy loca? ¿Si esa cosa vuelve por mí? ¿Las personas tienen razón en lo que dicen acerca de mí? ¿Soy otra versión de Patrick?
Escuchó ruido en la cocina y supo que sus padres estaban despiertos, con pereza se sentó en la cama y al mirar su pierna no pudo evitar soltar un pequeño suspiro recordando lo sucedido en las cloacas.
— Alaska, cariño baja a desayunar — gritó la señora Hockstetter desde la planta baja — Y despierta a tu hermano, por favor.
Con pereza se levantó de la cama y se dirigió a su armario y tomo unos vaqueros holgados, pues quería que la herida de su pierna pasara desapercibida por sus padres. Al caminar sentía como si mil cuchillas pincharan su pierna, pero tenía que ocultarlo, no quería que nadie pensara que estaba loca. Al estar frente a la habitación de Patrick pudo escuchar unos leves jadeos que provenían del interior, la curiosidad fue mayor y silenciosamente abrió la puerta algo de lo cual rápidamente se arrepintió, el pelinegro se encontraba sentado en la cama con su pantalón caído y pudo observar que entre las piernas de su hermano colgaba lo que parecía un tubito, era grande y estaba rodeado de vello negro.
Alaska tuvo la sensación de que el cuerpo entero se le cubría de rubor, la mano de Patrick se encontraba entre sus muslos y masajeaba su cosa. Lentamente cerró la puerta y bajo lo más rápido que pudo las escaleras.
— ¿Levantaste a tu hermano?
— ¿Eh? Digo si, si, él bajara enseguida.
Tomó asiento en una de las sillas del comedor pensado en lo que había visto.
— ¡Cielos! Alaska estas muy roja — le dijo su madre mirándola, se acercó a ella — Y caliente, ¿Te sientes bien, cariño?
« Mierda »
— Si mamá, no te preocupes — mintió dándole un trago a su jugo.
Minutos más tarde, Patrick baja con unas pequeñas gotas de agua cayendo por su rostro.
« Se dio una ducha después de... »
— Buenos días, hermanita — le dijo mientras besaba su mejilla.
« ¡Oh dios! Su mano está en mi hombro, repito ¡Su mano esta en hombro! »
De golpe la rubia se levanta de su asiento, atrayendo la mirada de sus padres.
— Yo, yo no me siento muy bien — dijo torpemente — creo que iré a dormir un poco.
Antes de que alguien pudiera detenerla, subió las escaleras a un paso veloz y se encerró en su habitación, dejándose caer de cara en su colchón.
« ¿Qué mierda acabas de ver? »
Fue lo último que pensó antes de ceder ante los brazos de Morfeo.
(...)
Alaska despertó gracias al sonido a una voz que provenía de su walkie talkie, adormilada intentó ponerse de pie pero sus sábanas se enredaron en sus piernas haciéndola caer.
— Alaska, ¿estás ahí? — la voz Bill se hizo presente a través del aparato — repito ¿e‑estas...?
— Sí carajo, aquí estoy — respondió interrumpiendo al chico.
— ¿I‑iras a la cantera?
La chica se golpeó mentalmente, pues lo había olvidado por completo. No podía ir, la herida de su pierna no le permitiría entrar al agua y quería ahorrarse las preguntas de sus amigos, pues ¿Qué les diría? "¡Oigan, chicos! Unos enormes tentáculos casi me arrancan la pierna en la cloaca". No, no podía.
— No me siento bien, Bill — informó mientras se ponía de pie — pueden ir solo ustedes, no hay problema. Además tendrán a la pelirroja — dijo ¿molesta? Recordando que su amigo la había invitado.
— ¿E‑estas bien? Podemos ir a v‑visitarte si quieres.
— ¡No!-gritó — quiero decir, no es necesario solo tengo que descansar y estaré como nueva.
— ¿Segura? — preguntó no muy seguro — Puedo decirle a los c‑chicos que se po‑pospone la salida, hasta que te sientas m‑m‑mejor.
— No tienes que hacerlo, salgan sin mí — respondió mientras se ponía sus zapatillas.
— Sabes que jamás saldríamos sin ti — le dijo — estaremos en casa de Richie leyendo historietas, si cambias de opinión.
— Claro — fue lo último que dijo la rubia, antes de cortar la comunicación.
El sonido de un plato rompiéndose en la planta baja la hizo dar un brinco. Asomó su cabeza por la puerta y logró escuchar un par de risas. Al llegar al lugar de donde provenían, quiso escapar de ahí. Era Bowers, Bowers y sus estúpidos amigos.
— Pero miren quien está aquí, ricitos de oro.
— Púdrete, Patrick.
Intentó regresar por donde vino pero un cuerpo se lo impidió.
— ¿Te vas tan pronto? — preguntó Henry — La diversión aún no comienza.
— Suéltame, Bowers — exigió la rubia.
Él la observó sonriendo, sus ojos aún estaban hinchados mostrando que acababa de despertar, su respiración se había acelerado al sentir los brazos del chico sobre ella, sus labios estaban entre abiertos. Henry se inclinó un poco quedando a su altura.
— Más te vale que mejores tu tono conmigo, preciosa — susurró muy cerca de su oído, para que los chicos no pudieran escucharlo.
« ¿A quién engañas, Bowers? lo hiciste porque querías aspirar su aroma »
Aquello era cierto, el rubio amaba en olor de la chica —aunque jamás lo admitiría— ella siempre emanaba olor a lavanda, un olor casi hipnótico para aquel chico campesino, acostumbrado al olor de la tierra, tabaco y alcohol. Bowers sentía algo por aquella chica, algo que aún no podía descifrar. Era ¿Deseo? ¿Curiosidad? ¿Tentación? ¿Amor? Claro que no, Henry Bowers no amaba a nadie.
— Vamos a dar un paseo, linda. — Sugirió Belch acariciando el rubio cabello de la chica — Podemos divertirnos mucho.
Los chicos comenzaron a reír pensando en lo que había dicho su amigo, pues tenía razón, sería muy divertido disfrutar del cuerpo de Alaska. A sus 14 años su cuerpo ya estaba algo desarrollado, sus caderas se habían marcado dando paso a unas bellas curvas, sus pechos ( no muy grandes ) se hacían notar bajo su blusa, su redondo trasero lucia muy bien con cualquier cosa sobre ellos. Por lo que aquello despertaba la curiosidad de cualquier chico que la observara, incluyendo a Bowers y su pandilla.
— Váyanse a la mierda — respondió Alaska, recibiendo un "Uh" de parte de los chicos.
Los cuatro se miraron sonriendo entre sí, la rebeldía de la chica era otra de las cosas que amaban.
— Creo que no lo dejamos en claro, hermanita. Tú vendrás con nosotros te guste o no.
Alaska supo que ese era el momento para escapar, pero no lo logro, las robustas manos de Huggins la tomaron por los brazos mientras que los de su hermano y Criss se encontraban en sus piernas.
— ¡Suéltenme! Me lastiman idiotas — gritaba pero sus pedidos eran ignorados.
« Van a lastimarme, sé que lo harán. Estos malditos locos me matarán »
Sin cuidado algo metieron a la chica en el portaequipajes del auto de Belch, subieron al auto y comenzaron su recorrido. Alaska gritaba eufórica pidiendo ayuda, pues no sabía ni a dónde se dirigían ni que harían con ella. El auto comenzó a correr más rápido haciendo que la chica cerrara sus ojos con fuerza, arrepintiéndose de no haber ido a la cantera.
(...)
— Baja.
Alaska miraba molesta a Henry, el auto se había detenido hacía ya unos minutos y los chicos apenas se habían dignado a sacar a la joven. Salió del auto recibiendo la mano de Bowers como ayuda, pero la aparto de un golpe causándole gracia al chico. Al mirar a su alrededor pudo descifrar donde estaba, estaban en el vertedero. El vertedero no era tan feo; por el contrario, tenía cierto interés, pensó Alaska. Lo horrible ( lo que le daba un poco de miedo ) era el modo en que se había extendido.
Cuando era niña frecuentemente acudía a aquel lugar, al principio no había sino matorrales que brotaban del suelo esponjoso, pero de pronto, uno veía una lata oxidada o una botella de gaseosa, llena de líquidos desconocidos. Después, un brillante destello de sol, despedido por un trozo de papel aluminio que colgaba de un árbol, o algún hueso llevado por algún perro para mascar.
Comenzó a recorrer el lugar bajo la atenta mirada de los cuatro chicos, los rayos del sol hacia que sus ojos brillaran de una manera angelical, la leve brisa movía sus cabellos en una dulce danza y aún con unas pequeñas gotas de sudor cayendo por su frente, Alaska se veía hermosa.
Mientras caminaba los recuerdos inundaban su mente, todos aquellos bellos momentos de su niñez se hicieron presentes dibujando una enorme sonrisa en su rostro, pero uno en específico la hizo dar un salto de felicidad; corrió lo más rápido que pudo ignorando el dolor de su pierna y al verlo se detuvo. Seguía ahí, en la misma posición de siempre, completamente intacto.
De una gran rama de un viejo roble, un pequeño columpio colgaba dando movimientos leves gracias al viento. Con una enorme sonrisa se acercó y paso las yemas de sus dedos sobre la madera vieja de aquel bello recuerdo, con mucha delicadeza se sentó en el disfrutando de el momento.
— Parece que lo recordaste.
Alaska miró sobre su hombro, Henry se encontraba a su lado con su mirada seria puesta en su pandilla. Los chicos se encontraban muy entretenidos intentando meter unas pequeñas rocas en latas desde una distancia considerable.
— Lo había olvidado por completo — respondió sonriendo, pues Víctor había lanzado una roca que fue a dar en la frente de Belch — Extrañaba esto.
Henry la miró confundido, no entendía a que se refería la chica.
— ¿Qué? ¿Extrañabas estar rodeada de porquería? — preguntó mirando por fin a la chica.
— No tonto, extrañaba estar aquí con ustedes sin la necesidad de que me estén jodiendo la vida — dijo levantándose del columpio, para recostarse sobre el poco césped que había.
— Podrías estar con nosotros, pero elegiste a los perdedores — reclamó el rubio sentándose a su lado.
La rubia se apoyó sobre sus codos para mirar al chico, Henry había cambiado mucho, era un poco corpulento, aún para sus 15 años. Sus brazos habían adquirido algo de músculo con el trabajo de labrador; Su padre, que estaba loco, tenía unos terrenos y Henry pasaba al menos treinta horas semanales trabajando con la azada, sacando hierbas, plantando, recogiendo rocas, cortando leña y cosechando, cuando había algo que cosechar.
— ¿Qué pretendías? No me sentiría cómoda molestando chicos inocentes — se defendió — seremos perdedores, pero no malas personas. Deberías aprender de ellos.
— Oh, claro — soltó con sarcasmo — es increíble ser un perdedor.
El silencio se hizo presente entre ambos jóvenes, los chicos habían dejado de jugar con las rocas.
— ¿Los recuerdas?
— ¿Recordar que mierda? — preguntó Henry.
— Aquellos días en los que éramos felices, cuando éramos amigos. Antes de que me odiaras.
— No te odio — dijo mirándola a los ojos — simplemente me molesta que prefieras a los perdedores.
Se puso de pie y se dirigió hacia su pandilla, dejando a la chica confundida.
« Eres muy extraño, Bowers »
❧Voten y comenten✩
OK OK OK OK OK OK PERO MIREN EL HERMOSO CRACKSHIP GIF QUE addys_tar HIZO PARA ESTE CAPITULO AHHHHHH AMOOOOOOOOO
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