── ( 𝟬𝟯 )
ˏˋ🎈°•[ THE MIST ]*⁀➷ೃ
❝ ― No quiero ser la nueva Betty Ripsom ❞
Los perdedores se encontraban pedaleando a toda velocidad, apresurándose a llegar a algún sitio donde intentar curar a quien pronto se convertiría en un miembro más del club.
— Está bien ayudar al nuevo, ¿pero qué hay de nuestra seguridad? — pregunto Eddie rompiendo el silencio — está sangrando, y ya saben que hay una epidemia de SIDA en este momento. El amigo de mi mamá en Nueva York se contagió por un barandal sucio en el subterráneo, y se le metió sangre con SIDA por una cortada ¡una cortada!
— Cierra la boca, Eddie — le regaño Hockstetter — se está desangrando en mi espalda, no en la tuya, además dudo mucho que el amigo de tu mamá se contagiará por una cortada.
Todos giraron adentrándose a un callejón, mientras Kaspbrak seguía quejándose.
— Te pueden amputar las piernas, los brazos. Pero ¿cómo te amputas la cintura? Los callejones son famosos por tener agujas con SIDA.
— Eddie, si no dejas de parlotear tu serás quien necesite atención medica ¿entendiste?
El chico cerró la boca después de la amenaza de la chica.
— Alaska, quédate aquí, tú también Richie — ordenó el líder antes de correr junto con Uris Y Kaspbrak a la farmacia.
— Espera, ¿Por qué tengo que quedarme con él? — gritó, pero los chicos habían desaparecido — maldición.
— Oh, vamos cariño — le susurró Richie — Tienes todo esto para ti sola — señalo su cuerpo.
— Beep Beep, Richie — dijo con gracia mientras se sentaba al lado de Ben.
La ropa de aquel chico estaba hecha un asco, sangre, lodo, agua y un extraño bulto rojo —años más tarde la chica descubriría que era goma de mascar— se encontraban en su camiseta. Alaska sin permiso alguno levanto su camisa dejando a la vista una rajada en forma de H. Ben se limitó a mirar hacia a otro lado, pues le avergonzaba que una chica tan linda como ella mirara su regordete cuerpo.
Después de darle una última mirada a la herida, dejo caer su camiseta y miró al chico a la cara para hablar.
— Tienes suerte, seguramente olvido que después de la H sigue la E — dijo intentando ver el lado bueno — De lo contrario, ahora mismo y para toda tu vida tendrías el nombre de Henry Bowers marcado en tu estómago.
— Qué bueno que te conocí antes de que te mueras — interfirió Tozier mirando a Ben. Él lo miró mal, por lo que Tozier decidió alejarse lo suficiente de él.
La chica miro que dentro de la mochila de Hanscom se encontraba un curioso trozo de papel.
" Tu cabello es fuego de invierno,
Brasas de enero.
Allí arde también mi corazón "
Al pronunciar aquellas palabras, Ben la miró asustado. Lo había descubierto. Rápidamente se lo arrebato de las manos y lo volvió a guardar en su mochila.
— No sabía que eras poeta, Hamscom.
— N‑no lo soy.
— Oh, vamos hombre — dijo con obviedad — dudo mucho que alguien te escribiera «Tu cabello es fuego» así que dime ¿de quién eres admirador secreto?
Al ver que el chico se limitaba a mirarla asustado, le propuso algo.
— Bien, si tú me dices para quien es ese poema, yo te contare un secreto mío.
El chico lo pensó, pero antes de poder emitir palabra alguna la chica susurró un «soy adoptada». Una parte muy dentro del chico lo sabía, pero aun así aquella declaración lo dejo atónito. Aunque ¿cómo podrían culparlo? Todo Derry había escuchado más de una vez salir de la boca de la señora Hockstetter, que su hija era rubia por su abuela, y que Patrick era pelinegro por ella y su esposo.
— Mi madre — continúo Alaska — Tuvo otro hijo después de Patrick, un varón. Su nombre era Avery, Patrick debía tener unos 5 años aproximadamente... Murió, lo diagnosticaron como asfixia accidental.
« Creo que Patrick lo mató » pensó.
Ben se mantenía en silencio, escuchando atentamente las palabras de la chica.
— Mi madre quedo devastada, y decidió alejarse de Derry por unos meses. Al volver, regreso con una niña de 4 años en brazos. — Explicó mientras pateaba una pequeña roca — se las arregló para que todos en este maldito lugar creyeran que había nacido un año después de Patrick, pero por cuestiones de salud se había quedado con un pariente lejano en un hospital.
Pero en realidad aquella pequeña niña había pasado toda su vida en un orfanato de portland, hasta que una madre rota la tomo en brazos y la llevo a Derry.
— ¿Entonces...?
— Entonces mi querido Ben, ahora tienes que decirme para quien es el poema.
Ben suspiró y por lo bajo dijo BeverlyMarsh. Lo dijo exactamente así, en una sola palabra creyendo que la joven no lo entendería. Pero para su mala suerte, la sonrisa de la joven demostró lo contrario.
— ¡Oh dios, claro, el chico nuevo está enamorado de Beverly Marsh! — gritó por lo bajo.
— Por favor, no se lo digas a nadie — suplicó alternando su mirada en ella y Richie.
— Tranquilo Benjamín, mi boca está cerrada — hizo como si un cierre estuviera en su boca — ¿Se lo entregaras, querido admirador secreto?
— Aún no lo sé.
— ¡Oye, que rayos es esto Alaska! — gritó Richie mientras sacaba la tarta de su bicicleta — ¿Puedo comerla?
— Aléjate de ella Tozier, es mía.
La chica corrió para arrebatarle la tarta, comenzando una discusión que logro sacarle una pequeña sonrisa a Ben.
(...)
— Chupale la herida.
— Richie, por cuarta vez ¡no voy a chuparle la herida! — le reclamó la chica — Necesito concentrarme.
— ¿Concentrarte? — preguntó alzando una ceja.
— Sí, concentrarnos ¿puedes traerme algo? — pidió el castaño.
— ¡Dios! ¿Qué necesitas? — preguntó Richie.
— Ve por mis bifocales, están en mi otra cangurera — Indico Eddie, mientras inspeccionaba la herida de Ben.
— ¿Por qué tienes dos cangureras, Edds? — preguntó la rubia confundida.
— Es más organizado — respondió sin quitar la mirada de la herida.
La chica dejo que Eddie terminara de curar a Ben, al dirigir su mirada hacia el final del callejón, pudo ver a Bill conversando con una chica.
Era Beverly Marsh.
Apartó su confundida mirada rápidamente cuando los vio acercarse a ellos.
— ¡Dios! Esta sangrando — exclamó Stanley asustado.
— Tienes que chuparle la herida antes de ponerle la bandita, es lo básico — explicó Richie.
La chica pelirroja se acercó lo suficiente, mirando preocupada a Ben.
— ¿Estas bien? Seguro te duele — preguntó mirando su herida.
— Oh, no. Estoy bien, solo me caí — mintió mientras trataba de cubrir su herida.
— Sí, encima de Henry Bowers — dijo con burla el de lentes.
— Richie — le regaño Alaska por lo bajo.
— ¿Qué? Es la verdad — se defendió.
— ¿Seguro trajeron lo indicado para el niño nuevo? — preguntó sonriente la pelirroja, sin despegar la mirada de Ben, quien solo sonrió sonrojado.
— Escucha, nosotros lo va‑vamos a atender — le informo Bill — Y gracias Beverly.
— Claro, podemos vernos luego — dijo mirándolo.
— Sí, e‑estamos pensando en ir a la c‑cantera mañana, si quieres ir — la invito, ganándose una mirada confundida de parte de Alaska.
— Lo pensaré, gracias — dijo para después alejarse, llevándose consigo la mirada de todos.
— ¡Hola, Alaska llamando a idiotas! — gritó la ojiverde atrayendo la atención de los chicos — les recuerdo que tenemos a un chico con el estómago rajado.
— No debiste mencionar a Bower frente a ella — regaño Stanley a Richie.
— Sí, sabes lo que hizo — le apoyó Kaspbrak.
— ¿Qué hizo? — preguntó Ben con curiosidad
— Más bien a quien se lo hizo — rió Tozier mientras miraba a Ben — Escuche que la lista es más larga que mi pene.
— En ese caso, es muy pequeña — intervino la rubia ganándose una mala mirada por parte de Richie.
— Son s‑soló r‑rumores — defendió Bill a la pelirroja ausente.
— En fin, Bill tuvo que ver con ella en tercero — dijo Richie, mientras Ben bajaba la mirada — Se besaron en la obra escolar. La crítica decía que no finges esa pasión.
Alaska al ver la reacción de Ben decidido intervenir, para que nadie más hablara del tema.
— Bien, caballeros manos a la obra — dijo con tono bromista — tenemos que operar al joven Benjamín antes que se desangre y nos culpen de homicidio.
— Tiene razón. Vamos doctor K. ¡Salve a este pobre hombre! — motivó Tozier empujando a Eddie hacia el chico herido.
— Cierra la boca, Einstein. Se lo que hago — reclamó volviendo a atender la herida.
— Como ha sido un excelente paciente señor Hanscom, se merece una paleta — le dijo Alaska mientras buscaba su mochila — ¿Dónde diablos esta mi mochila, Tozier?
— ¿Qué, no lo sé?
— ¡Oh, mierda! La olvide en las cloacas, mi madre va a matarme.
Rápidamente corrió por su bicicleta y se encamino a la salida del callejón.
— E‑espera, ¿Iras a la ca‑cantera? — preguntó Bill interponiéndose en su camino.
— ¿Tú lo harás, Hanscom? — preguntó ignorando a Bill — ¿Iras a la cantera?
El chico confundido se limitó a asentir, pues nadie aun lo había invitado
— Entonces, yo también. Tal vez.
Y se marchó nuevamente hacia las cloacas con un solo pensamiento en su cabeza.
« ¿Por qué Bill miraba así a Beverly? »
Aunque muy dentro de ella, sabía la respuesta.
(...)
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Alaska se encontraba pedaleando lo más rápido que sus pies le permitían, deseando con todas sus fuerzas que su mochila aun estuviera ahí. Al llegar al puente de los besos, dejo caer su bicicleta y se echó a correr hacia los Barrens. Al llegar a las cloacas soltó todo el aire contenido en sus pulmones.
Su mochila estaba ahí.
Cuando estaba decidida a tomarla y volver a casa, escucho unos sollozos que provenían del interior de la cloaca.
— ¿Hola?
No hubo respuesta.
Si las películas le habían enseñado algo, era que jamás debía entrar a un lugar sola; sobre todo si presentía que algo malo podía pasar. Y a pesar de que esa voz le insistía que tomara su mochila y corriera lo más lejos posible, decidió tomar la linterna que tenía y adentrarse a la cloaca para descubrir que o quien emitía aquel sollozo.
« Podría ser Betty Ripsom » pensó.
Mientras más se dirigía a lo profundo de aquel apestoso lugar, los sollozos se hacían más fuertes. Sin embargo abruptamente se detuvieron.
— ¿H‑hola?-preguntó nuevamente — ¿E‑eres tu Betty?
Sobre sus pies una delgada capa de niebla se hizo presente y conforme la chica caminaba la niebla crecía, a tal punto que la cubría por completo. De la niebla, unos extraños sonidos comenzaron a salir, asustando a la rubia, que por instinto retrocedió.
Y deseo con todas sus fuerzas, jamás haber entrado en aquel lugar. Pues un par de enormes tentáculos comenzaron a emerger de la niebla; Alaska no podía moverse ni gritar y pudo ver como aquella cosa se retorcía, mostrando sus ventosas, abriendo y cerrando sus picos.
« Son dientes, ¡un tentáculo tiene dientes! » pensó alterada mientras caía al suelo.
Cuando su cuerpo reacciono, se arrastró por el suelo tratando de alejarse de la cosa, sus cuerdas vocales regresaron y gritó como jamás en su vida lo había hecho. Corrió sin quitar su vista de aquel tentáculo, hasta que su cuerpo choco con algo.
Era su hermano. Un Patrick asustado y cubierto de sangre la miraba en shock.
— ¡T‑tenemos que salir de aquí Patrick! — le gritó mientras lo jalaba del brazo.
Cuando retomaron su escape, uno de los tentáculos tomo a la ojiverde del pie dejándole una enorme herida. Gritó, gritó hasta que su voz se desgarro y se convirtió en un susurro. Podía ver como sangre brotaba de su pierna y se perdía entre las aguas bajo su cuerpo, mientras el enorme tentáculo se preparaba para terminar con ella, cerró sus ojos y acepto su destino.
« Moriré, Oh dios. Voy a morir y nadie encontrará mi cuerpo. Seré la nueva Betty Ripsom »
Sintió como unos brazos jalaban de ella, era Patrick, la tomo en brazos y corrió.
Detrás de ellos, los peligrosos tentáculos se meneaban de un lado a otro furiosos, uno de ellos los golpeo arrojándolos fuera de la cloaca dejando a los Hermanos Hockstetter inconscientes.
❧Voten y comenten✩
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