|CAPÍTULO 23|
Hasta el profesor notó nuestra química durante la exposición. Solo un tonto negaría lo mucho que nos complementamos sin esfuerzo alguno. Y como el hombre maduro que soy, tengo que aceptar que ella no me corresponde, —aunque le siguió los besos—. De hecho, nuestra situación se tornó incomoda, por ello nuestra amistad se esta dañando. Y está bien, debo aceptarlo.
No, en realidad no estoy de acuerdo, pero tampoco cederé a mostrarme afectado frente a ella. No cuando una tranquila SunTae intenta normalizar como si no hubiera sucedido nada. Cómo si no le hubiera dicho que me interesaba como mujer, que la deseaba y que como amiga no podía verla. Parece que el mensaje no le llegó y por eso permanecí firme durante días en mantenerme distante como se lo prometí. No voy a molestarla, tampoco intentaré acercarme más allá de lo académico y la evitaré lo mejor que pueda ya que mi estúpido corazón no entiende de razones.
Detesto que a ella se le haga más fácil sobrellevar todo esto.
Y odio todavía más ser un blando.
—Oppa, ¿por qué tardas tanto?
—Ya llegué, estoy esperando a que salgas.
Sorpresivamente mi madre me pidió buscar a Ara a la academia. No pude negarme así que ahora la estoy esperando sentado en la banca de un parque con el frío calando mi piel. Ni loco pienso entrar.
—Entra, oppa.
—Aquí estoy bien, te espero.
La escucho suspirar del otro lado.
—Oppa, ¿qué dijimos? —ahora soy yo el que suspira mirando al cielo parcialmente nublado. No debí contarle lo que sucedió con SunTae, pero Ara supo al instante de verme llegar a casa que algo me sucedía, así que con su increíble persuasión logró sacarme que le cuente todo e intentó ayudarme a entender ambas partes— Es difícil pero debes seguir, tú tomaste una decisión y ella también. Deben darse tiempo y ocupar su mente en lo más importante. No siempre podemos ser correspondidos y está bien.
¿Cuándo tomó la personalidad de Yoongi psicólogo?
—No es fácil, enana.
—Mas fácil será que entres, me busques así más rápido nos iremos a por un chocolate caliente como me prometiste. —sonrío, me dispongo a caminar, cruzar la avenida reuniendo el valor suficiente y entrar— Ah, debes subir porque estoy en el tercer piso. —mi ceño se frunce, que yo sepa su clase está en el primer piso, agrega rápidamente— Hubo un inconveniente con nuestro salón y nos enviaron a uno vacío aquí. Ven, te espero.
Corto, no entiendo la exigencia de ingresar cuando ella ya terminó hace unos minutos y puede salir por si sola. Mantengo la capucha de mi hoodie sobre mi cabeza al igual que el cubrebocas sobre mi rostro. Veo a JiMin a lo lejos junto a un grupo de personas, parece apresurado, habla con todos dirigiéndose a uno de los ascensores. En otro momento lo saludaré. Ahora debo asegurarme de buscar a Ara e irnos antes de encontrarme con el caos principal de mi vida.
Llego al tercer piso. Es diferente a los demás, no hay salones de baile, es como un enorme espacio con cómodos sillones para descansar o esperar, vitrinas colmadas de trofeos, medallas, diplomas entre fotografías y obras de arte en las paredes de un color beige. En uno de los laterales logro ver un rejado de madera, es un palco dónde se puede observar desde una altura superior un salón en particular, el de danza clásica. En el cual SunTae es quien imparte clases.
Son niñas de entre seis y nueve años, también hay un par de niños. Todos se mueven en sincronía al compás de una canción suave de piano. SunTae marca los pasos, sonríe, gesticula con sus delicadas manos. Su forma de moverse frente al espejo es tan grácil y armónico como la de un cisne y eso que solo está caminando. Es la primera vez que la veo dando clases y al parecer es lo que ama, la pasión con que lo realiza, la suavidad pero firmeza con que se expresa o señala algo. Ese enterizo negro que tiene ciñéndose a su delgado y esbelto cuerpo o la falda rosa alrededor de sus caderas. Se ve… Preciosa.
—Unnie es magnífica, ¿no?
—Lo es.
Con un suspiro largo y profundo salgo del encantamiento de observar atentamente a colibrí y volteo a mi hermana a mi lado. Sonríe divertida, contemplando hacia la clase que parece concluyó, SunTae de cuclillas le habla a uno de sus alumnos de forma dulce, sujeta las manitos del infante y parece consolarle. ¿Por qué carajos no puedo apartar la mirada? Esa SunTae no es la que conozco, altanera y malhumorada, sino todo lo contrario. Los niños se le acercan sonrientes, la saludan con abrazos y ella les corresponde con ternura, se ríen a su alrededor y ella lo hace aún más, brilla.
Y me gusta todavía más.
Vuelve a la realidad, JungKook.
—Ella es la indicada —canturrea, Ara, a mi lado.
—No sé de que hablas, vámonos.
Comienzo alejarme, es demasiado para mi cordura.
—¡Oppa!
—¡Ara, vámonos!
La escucho suspirar a mis espaldas, me sigue segundos después queriendo detenerme al sujetarse con fuerza de mi brazo. Lo logra cuando me dice que dejó su bolso en el salón y que la espere en el hall de la entrada mientras lo va a buscar. Me causa ansiedad saber que podría encontrarme con ella, así que apuro a mi hermana para largarnos de una vez. Me mantengo apartado, hay muchos niños saliendo en grupos o en compañía de sus padres. Ara tarda un poco, estoy seguro que se quedó hablando con sus compañeros. Le envío un mensaje, veo que hay unos cuantos sin leer del grupo que tengo con los chicos, estoy algo disperso esperando por mi Ara.
Entonces escucho su voz entusiasta a lo lejos, risas y cuando elevo la mirada me encuentro con la traición. La traición de mi propia sangre acompañada de mi dilema amoroso.
Deja el dramatismo, hombre.
—Me encontré con unnie cuando venía para acá —explica la más pequeña. Mi respuesta es fulminarla con la mirada, disimuladamente porque como hermanos unidos tenemos gestos y expresiones que solamente ambos entendemos sin necesidad de palabras. Ara simplemente sonríe inocente. Le vale mierda que pueda enojarme.
—Hola —me sonríe SunTae cuando me saluda. Yo evitando sus ojos le correspondo.
—Hola.
El aire entre medio está enrarecido, es obvio que es por mi causa, e inevitablemente no puedo retroceder. Lo siento.
—Ara, debemos marcharnos.
—Esta bien. ¿Vamos unnie?
Voy a exigirle a papá que le quite la mesada durante un mes. No sé lo merece.
Soy el primero en caminar delante de ellas. Hablan de todo un poco y me sorprendo cada vez más de lo distinta que es SunTae cuando no está conmigo. Con los demás, es alguien risueña, conversadora y amable, incluso con los chicos, hasta cuándo le sigue las burradas a Mingyu haciendo reír a los demás. ¿Por qué conmigo mantiene la distancia? ¿Por qué lo hace? Jamás le hice nada para lastimarla, siempre traté de acercarme a ella como su amigo, en alguien en quien pueda confiar y mientras yo decidí abrirle las puertas a los sentimientos ella parece querer volverme loco con su contrariedad.
—¿Quieren que los lleve? —pregunta amable cuando estamos a un paso del estacionamiento.
—Si.
—No. —contestamos Ara y yo a la vez. Nos miramos reprochándonos.
—Para mí no es molestia.
No te entiendo, SunTae. Aceptaste mantener la distancia que propuse, pero por el contrario, haces todo por querer ser amable. Y no quiero pensar que es por pena porque eso me destrozaría.
—No te preocupes, nosotros...
—¡SunTae!
Me veo interrumpido cuando la aparición de una mujer impresionantemente elegante se posiciona junto a nosotros. Por instinto agarro a mi hermana de los hombros aproximándola a mi anatomía y a SunTae tensarse a mi lado.
—¿Halmeoni?
Es su abuela materna, el parecido que tiene con la señora SunJi es impresionante y me atrevo a decir que SunTae, quien está bastante sorprendida, también sacó mucho de ella. Excepto por su manera fría y crítica de mirarnos de soslayo aún cuando finge tener una tenue sonrisa en su cuidado rostro. Nos juzga, como si no fuéramos nada. Y se que Ara también lo percibió cuando su mano se apega a la mía.
—¿Halmeoni, qué haces aquí?
Se acerca a ella dándonos la espalda. La expresión en la mayor se suaviza y sostiene de los brazos a la pelinegra pretendiendo con disimulo apartarla.
—Vine a buscarte, mi amor. —peina un mechón suelto del cabello de su nieta, la repasa de arriba abajo conteniendo algún comentario que es obvio no caerá bien— Necesito que me acompañes a un sitio, —no puedo ver la expresión en el rostro de SunTae, pero parece no querer cuando la mujer insiste— Por favor, anhelo pasar tiempo de abuela nieta, hace mucho que no lo hacemos, concédeme ese deseo, mmh.
La dulzura que emana su voz suena bastante falsa y en vista de que SunTae se muestra dubitativa por un instante, termina aceptando al mover la cabeza en una afirmación. Entonces voltea a nosotros que nos mantuvimos al margen y en silencio y nos sonríe apenada.
—Halmeoni, ellos son mis amigos. Mi compañero de carrera Jeon JungKook y su hermana, Kim Ara. Ella es mi abuela, Lee Haneul —presenta, con una sonrisa— Ara, también viene a esta academia pero hace baile contemporáneo, ¿No es así?
—Así es. —contesta Ara, alegre— Encantada de conocerla, ajumma.
Se reverencia con educación, estoy por hacerlo también y pasa lo que me temía. Nos ignora olímpicamente. Así que exhalo todo el aire posible al sentir a Ara encogerse por tal nefasto rechazo evitando mostrar descontento o decir algo que pueda empeorarlo todo. No soporto a las personas que se creen superiores a los demás, no me interesa que sea alguien mayor. Qué me ignore a mí es una cosa, pero que lo haga con mi hermana pequeña quien no tiene maldad alguna, es suficiente para demostrarme que clase de persona es.
Y cuánto lastima siento por SunTae.
—Tenemos que irnos, vamos. —está por recriminarle la falta a su abuela, esta sin consideración ni delicadeza, la sujeta del brazo arrastrándola hacia un distinguido auto negro que tiene la puerta trasera abierta con un hombre, supongo el chófer, a un lado— Apúrate, SunTae.
Se deja llevar sin oponerse, consternada. Ara intenta soltarse. Le impido siquiera alejarse rodeando sus hombros con mi brazo. Y cuando decido que es suficiente, entrelazando nuestras manos para alejarnos otra ajena tomando mi brazo me detiene de inmediato.
—Casi me llevo el control del equipo de música. —de inmediato toma mi mano libre colocando un pequeño artefacto en la palma, frunzo el ceño al no entender de qué habla— Pueden devolverlo, por favor.
Sonríe, aunque creo que intenta comunicarme algo más con las expresiones de su rostro. Sigo sin entender cuando veo la llave codificada de su auto y no lo que mencionó antes. Confundido la miro otra vez, niego, se desespera, su abuela suspira fastidiada, casi que le grita para que se meta al auto. SunTae está perdiendo la paciencia y antes de que pudiera preguntar, Ara le tranquiliza respondiendo que ambos nos ocuparemos de devolver el control a su lugar. Luego, a duras penas, la vemos partir.
—Oppa, rápido, debemos seguirles.
—¿Qué?
—Para eso te dio la llave. Unnie estaba tratando de decirte que usarás su auto para seguir al de su abuela.
—¿Lo hizo?
Se golpea la frente resoplando mientras murmura algo que no logro escuchar. Se acerca tomando mi mano y me arrastra hasta el Audi blanco de SunTae aparcado en el estacionamiento.
—Ay, hombre tenías que ser, no captas nada.
—Oye más respeto.
—Bueno ya, vamos, en el camino te explico.
Rápidamente subimos. El interior está impregnado del perfume de SunTae e inevitablemente el recuerdo del beso viene a mi mente.
—Wuaaa, me gusta, —admira con asombro su alrededor— con más razón debemos rescatar a unnie, —la miro mientras enciendo el motor— y tú deberías comportarte con ella y no dejarla ir.
—¿De qué hablas?
—Que me gusta SunTae unnie como cuñada. —lo único que me faltaba— Ella nos va mantener, oppa.
Me cruzo de brazos.
—¿Desde cuándo te incluyes en mis relaciones?
Su atención va a su teléfono, pide el mío, se lo cedo sin preguntar. Ella lo levanta para desbloquearlo con mi rostro y rápidamente se mete a Kakao.
—Desde el día en que nací , me amaste incondicionalmente y decidiste que sería tu persona. —astutilla— Por lo tanto, si yo no acepto a la mujer que va ser tu novia barra prometida barra futura esposa y madre de tus hijos no es bienvenida.
Salgo del estacionamiento, niego soltando un bajo suspiro por tener que escuchar tremenda locura. Mi teléfono recibe mensajes y Ara desliza sus dedos por la pantalla accediendo al Naver Map, luego a la pantalla del tablero del auto donde aparece el mapa con una dirección en particular. Imaginando que es la ubicación en tiempo real de donde se encuentra SunTae y todo cobra sentido.
—Ves demasiados kdramas, peque. Eso no va suceder.
—Lo de los besos tampoco se suponía debía suceder y aquí nos ves, tú frustrado y unnie también.
Touche.
¿SunTae frustrada? Déjenme dudar de eso.
Llegamos tiempo después al condado de Gijang al norte de Busan, una zona rural y agrícola de casas bajas tradicionales. Es donde nos encontramos con Ara ahora, escondidos detrás de un paredón de concreto y un frondoso árbol como si fuéramos dos delincuentes mientras espiamos tratando de comprender qué demonios pretende la abuela de SunTae llevándola a una chamana. No debería sorprenderme, es una costumbre que los adultos mayores lo ven normal. Incluso los abuelos de Ara siempre hablan de su chamán de confianza y lo que les aconseja.
A juzgar por la postura de SunTae de brazos cruzados, arrodillada en la lona del suelo frente a una mesa alargada llena de ofrendas como flores, comida y bebidas, se nota aburrida y fastidiada. Esa si es la flaquita que conozco. Una vez más, se pierde en su abrigo blanco de peluche, en tanto la mudang ataviada en un enorme traje hanbok rojo llamativo también arrodillada frente a estatuillas de barro de algún Dios que no reconozco, recita algo en voz tan baja que no conseguimos escuchar.
Una vez termina sus plegarias se levanta, entonces el ruido sincronizado de unos pequeños bombos y tambores dan paso a que la mujer pase a un trance, se mueve en su sitio, los percusionistas empiezan a proferir un canto, la mujer mira al cielo, gira sobre sus talones alzando sus brazos como un águila. Sus ojos bien abiertos brillan, parecen perdidos, fijos mirando a SunTae y comienza a bailar. La piel se me pone de gallina, es todo tan tétrico cuando los golpes aumentan a un ritmo más veloz y el baile se vuelve más frenético. Cómo poseída. Nada de eso parece inmutar a la pelinegra, lo cual me hace pensar que no es la primera vez que pasa por algo así.
De repente, el ruido cesa, cada parte del cuerpo de la mudang está rígido mientras su cabeza doblada hacia atrás con su rostro al cielo permanece estático por tiempo indefinido. Entonces, cuando no puede volverse más aterrador comienza hablar sin cambiar su postura.
—A ti Todopoderoso omnipresente hemos invocado tu presencia divina para que nos guíes al camino correcto, —sus ojos se entrecierran, gruñe. SunTae suspira, indiferente mira al suelo— te ofrezco estás ofrendas comestibles, flores y hierbas para tu saciedad y a cambio te pido una revelación, una que nos permita traer el sentimiento de perdón y amor al corazón de esta necesitada que vino a pedir auxilio. —se sacude entera, y los bombos empiezan a sonar de nuevo. Vuelve a bailar, está vez alrededor de SunTae. Dos minutos más tarde se detiene frente a ella volviendo al silencio de nuevo y la observa— Tu existencia posee dos grandes caminos destinados los cuales se ven fuertemente atraídos hacia tu infinita luz brillante. Ambos anhelan ser parte y aunque son opuestos la proliferación de abundancia y riquezas constituirán un todo. —muge con ojos cerrados, sus manos se frotan y comienza a susurrar alguna oración que la llevan a bailar otra vez.
¿Cuándo terminará está farsa?
—Oppa.
Volteo mi rostro hacia Ara que ya no está sentada sobre la rama del árbol sino más alejada en compañía de unos niños que desconozco. Echo un último vistazo antes de prestar atención a los más pequeños.
—Les ofrezco dos mil wones a cada uno.
—¡Ara!
Me ignora, sigue expectante ante la respuesta de los niños que parecen dudar y sopesar la oferta.
—¿Qué les parece? —me miran, luego se miran a ellos, desde aquí se escucha los bombos y el canto. Los niños murmuran entre ellos, cubriendo sus bocas con las manos. No serán más que un año mayores que Ara. Y luego de un debate arduo, aceptan, a lo que Ara asiente, se gira hacia mí con su manito levantada pidiendo—: Oppa, préstame seis mil.
—¿Por qué seis, no eran cuatro mil en total?
Suspira de manera dramática, le pide a los niños que esperen y con un ademán de su mano que yo me acerque a su rostro.
—¿Quieres salvar a unnie de las garras de su abuela o quieres que siga ahí soportando a esa señora chillando como oveja adolorida? De seguro la mudang la va embrujar y terminará convenciendo de regresar con el ex.
Me convenció.
Saco de mi billetera los seis mil, ella le da a los niños lo que les prometió y entre ellos cuchichean alguna clase de plan que no me quieren contar. Yo vuelvo a subir sobre una de las ramas del árbol donde tengo vista completa de lo que ocurre en ese patio, sobre el ritual que ahora se volvió un tipo de alabanza. Veo la incomodidad en el rostro de SunTae, también algo de molestia por estar en la misma postura tanto tiempo y sus manos soban sus brazos en busca de calor. Ya no me gusta la situación, lo único que deseo es sacarla de allí.
Sin mover demasiado la cabeza comienza a mirar a su alrededor y supongo está esperando por nosotros. Escucho a Ara llamarme en el segundo exacto en que flaquita me encuentra. Consigo ver a través de sus ojos brillantes que está cansada, podría agregar también que asustada. Con un gesto le pido que aguante un poco más y bajo para reunirme con los más pequeños. ¿Eso que tienen ahí son petardos?
—La señora Chang es muy supersticiosa. —dice uno de los niños.
—Pues obvio, por eso es bruja, dah. —se burla su amigo.
—Chamana, es chamana. —les corrige, Ara. Se dirige hacia mí tomando mi mano— Oppa, debes seguir a Hayun, —señala al niño de mejillas rojas y anteojos, este me sonríe alzando la mano— él te ayudará a esconderte, nosotros procederemos a distraer entonces tú correrás hasta unnie y la sacas. Deben correr, no pueden detenerse por nada.
—¿Cómo sabré cuando debo correr a ella?
—Lo sabrá, no se preocupe, hyung.
Entre los tres se miran. Sonríen cómplices preparando las mechas y un encendedor, no se donde terminará pero todo sea por sacar a SunTae de ese lugar. Confiaré, permitiendo que estos diablillos hagan su gracia. Sigo a Hayun, Ara se queda con IlJoon preparando el maestro plan que no quisieron decirme. La mudang ahora reza arrodillada frente a la estatuilla cuando entramos a la propiedad, no veo cerca a la abuela de SunTae, de hecho me preocupa no verla, ¿dejó a su nieta sola a su suerte? ¿Qué clase de persona es para hacerle pasar tal cosa? Hayun con su mano me pide que lo siga, ahora agachados, usando la enorme distracción de los bombos sonando. Llegamos al costado de la vivienda y me indica que ahí me quedé hasta que sea el momento indicado.
—Sus destinos están enlazados desde que las estrellas en el horizonte colisionaron en su nacimiento. Si continuas negando tu propósito la fortuna cambiará y la basta maldición recaerá en tus seres amados. Debes aceptar tu destino, —el ritmo de los bombos aumentan. La voz de la mujer igual, los nervios, la incertidumbre, el grito desesperado clamando al cielo mientras el helado viento se levanta moviendo ciertos objetos que caen al suelo o salen volando— ¡Debes aceptarlo! ¡Debes aceptarlo!
Hasta que en el momento menos esperado, el estruendo de petardos, mezclado con la humareda blanca de una bomba apestosa y la luz roja de una bengala provocan que todos salgan corriendo entre gritos. Esa es, es mi señal para correr a SunTae y es lo que hago. Está tan desorientada como los demás, con sus piernas apesadumbradas que debo sostenerla de la cintura para sacarla de ahí. Veo a los niños correr cuando salimos por el portón principal. Lanzan otra bomba y salen corriendo hacia el lado contrario al que nos encontramos con SunTae.
¡Ara!
Cómo si la hubiera invocado grita mi nombre, está a unos cuantos metros más lejos. Nos exige con gestos que nos movamos, SunTae es quien comienza a correr con nuestras manos entrelazadas. Tose un poco pero en ningún momento me suelta o se detiene. Apenas llegamos hasta mi hermana también corre adelantándose. La adrenalina corre por mi torrente sanguíneo y solo deseo regresar a ambas a nuestro hogar. Solo cuando piso el acelerador del auto alejándonos es que el ambiente se llena de risas.
Estás dos no han dejado de parlotear durante todo el camino. De Ara preguntándole a SunTae porqué su abuela hizo eso.
“—Estoy acostumbrada, ya me trajo varias veces a esta chamana. Deje de creer cuando dijo que mi diabetes es solo emocional y que mis padres no durarían mucho. También que me casaría a los veintidós y a los veinticuatro sería madre”.
Luego despotricó un poco más contra la señora esa argumentando que tiene un par de demandas por estafas pero que a su abuela es a la única que si adivinó o cumplió sus deseos o mandamientos, por lo tanto, gasta mucho dinero tomando en cuenta cada palabra que le dice.
La emoción fue disminuyendo común llegábamos. La distancia invisible entre SunTae comenzaba hacerse más notoria y tenerla a mi lado se estaba volviendo una tortura. Agradezco que al menos Ara nos acompañará y mantuviera el hilo de la conversación. Hasta que cayó rendida en los asientos de atrás, y durante quince minutos en que tardamos en llegar, aparcar el coche en el garaje subterráneo de su edificio y descender el silencio se hizo insoportable.
Amablemente SunTae se encargó de llamar un taxi mientras tenía dormida en mis brazos a mi hermana. Vaya día.
—Quiero agradecerte por lo que hiciste.
No la mires a los ojos, no lo hagas. Mantente fuerte.
—No hay de que. Pero todo el crédito se lo debe llevar Ara.
—Mmh. Igual fuiste tú quien me salvó, quien me cuidó a distancia y esperó. Gracias.
La dulzura de su voz me tortura y lo único que quiero es estamparla contra una pared y besarla. ¿Por qué me lo hace más difícil?
Nos acompaña hasta la vereda donde el auto nos espera. No quiero seguir dilatando esto. Me ayuda a acomodar a Ara en el interior, volteo para pedirle que entre ya que hace mucho frío. Entonces, cuando pienso que está por marcharse así volveremos a la rutina de ignorarnos como venimos haciendo hace días para no admitir que entre los dos suceden cosas, hace algo que irremediablemente me deja completamente atónito.
Me besa.
Un choque limpio de nuestros labios, nada suave y con ruido incluido.
Luego con una sonrisa traviesa en sus labios que se los relame corretea hasta perderse al interior de su edificio. Yo, aún tratando de analizar lo ocurrido, perdido, mi cuerpo realizando automáticamente los movimientos me meto dentro del taxi para que pueda avanzar.
—No tienes porque. —dice Ara, sacándome de la perplejidad.
—¿No estabas dormida?
—Ah eso, —se acomoda mejor en el asiento— uno debe hacer lo debe hacer por causas especiales, de nada.
—¿A qué te refieres, enana?
—Ah oppa, no te hagas, —niega— es obvio, me sorprendes. Me hice la dormida para que puedas despedirte apropiadamente de unnie y veo que resultó como lo planee. —explica.
—¿Planear? —mi ceño se frunce— No sucedió nada.
—¿Seguro? —me mira divertida, sigo sin cambiar de postura, así que se dirige al conductor— Ajhussi, usted vio lo mismo que yo, ¿verdad?
Este se ríe, no quita la atención del camino y por el espejo retrovisor me mira.
—Lo siento, muchacho.
Niego, no me puede estar pasando esto. Mejor dicho, ¿qué mierda acaba de pasar? SunTae me besó, es más, me robó un beso, pero me rechazó cuando yo lo hice. Mi corazón desbocado traspasa su límite de palpitaciones convirtiéndose en una arritmia que amenaza con marearme. No sé si de la emoción o de la confusión.
—Ara. Olvídalo.
—Esta bien. —se encoge de hombros. El silencio se hace por unos minutos en que masajeo mi sienes con los ojos cerrados, añade tiempo después—: Fingiremos que no te mueres de amor por SunTae unnie y que tus orejas ahora no están rojas.
—¡Yah!
Descripción gráfica del beso que SunTae le robó a JK 🤭
Nuestra pequeña, traviesa celestina Ara en multimedia. 😍
Aclaro que trate de averiguar lo mejor posible como es esto de los rituales coreanos de chamanes, me guíe también por los pocos kdramas que he visto y por lo que leí en algunas páginas. Así que tengan consideración y finjan que así es.
El próximo capítulo será desde la perspectiva de SunTae y sabremos porque de ese beso al final. 😌😏
Espero lo disfruten. 💕
💜💜💜
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro