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𝓔𝔁𝓽𝓻𝓪𝓼 (Último)

Advertencias: Lenguaje vulgar (poquito).

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El día había llegado, y Hanma no podría estar más nervioso, incluso si su cara no lo demostraba. “Arruinaré todo con ella, soy un idiota, claro que lo haré” pensaba y a cada momento su respiración fallaba. La última vez que se sintió así fue cuando creyó que Saori estaba en peligro hace doce años.

El salón era pequeño, quizás por eso se sentía asfixiado. Solo veinte personas estaban ahí, la madre de Saori, su cuñada, su sobrina Rin, amigas y colegas. Nadie estaba ahí por él. Apretó los labios y soltó un poco el moño que apretaba su camisa. Dios, sus palmas sudaban más y más. Su pie izquierdo se movía rápidamente contra el piso, necesitaba un cigarrillo urgente. La música de fondo solo incrementaba sus nervios.

Podía ver a Tenko conversar con Hiromi, su mirada ligeramente juzgona hizo que girara la cabeza hacía los papeles, en un tonto intento de distraerse. Quería huir, quería correr porque él no era una de esas personas que merecen la felicidad, no después de todas las tonterías que cometió en su adolescencia, de lo mentiroso que era, él era y seguía siendo un desperdicio de la sociedad.

Sus ojos ámbar alcanzaron a ver al fondo del pasillo a Saori del brazo de Keiichi y cuando su linda sonrisa fue dedicada a él contuvo la respiración. Su mano fue directamente a su propio pecho pues su corazón latía como loco solo por verla.

Ella lo hizo una mejor persona, y ni siquiera era consciente de eso, para Saori, Hanma siempre fue una buena persona. No importaba sí gritaba, y insultaba o agredía, para ella él siempre fue un pequeño rayo de luz.

Los ojos ámbar se pusieron rojos y unas pequeñas lágrimas se acumularon en sus pestañas, y cuando la vió acercarse más solo quería llevarla a casa y acostarse en sus muslos por el resto de su día. Nada, nadie le había advertido lo glorioso que sería ser suyo.

Sorbió su nariz y limpió sus ojos ásperamente con el dorso de sus dedos. Soltó una risita cuando ella se puso a su lado. Keiichi dejó la delicada mano de su amada en la suya, y por primera vez en mucho tiempo le sonrió sinceramente—. Sé que la cuidarás tan bien como lo has hecho hasta ahora.

Saori acomodo su ramo en una de sus manos y escuchó atentamente el sermón del padre. Pero Hanma no lo hacía, él la observaba con obsesión, solo existía ella.

No entendía cómo pudo pasar diecisiete sin ella, ahora con casi treinta no se veía nunca más solo. Saori lo hacía sentirse querido, cuando ella llegaba del trabajo agotada, todavía le dedicaba una mirada suave y besaba su mejilla.

Ella no quería cambiar su personalidad, pero sacaba lo mejor de él.

Captó como ella firmó el acta y luego le dió la pluma. Hizo lo mismo casi como un zombie, pues seguía mirándola fijamente, después repitió el proceso con otra hoja. Le puso el anillo y ella imitó su acción con más gracia.

El oficiador les sonrió y dió su bendición a la pareja, fue solo entonces que Hanma reaccionó; presionó sus mejillas con sus grandes manos y la besó prolongadamente, no fue nada más que el mismo beso que dió por primera vez, el beso que le dió sobre su cama, el que le dió en su graduación, el que compartieron bajo las sábanas en la mañana.

Se alejó lentamente abriendo sus ojos y la vió sonreír. Las manos de Saori viajaron a las mejillas de Shuji y limpiaron las pequeñas lágrimas que bajaban por sus pómulos.

—¿Estás bien? —preguntó con su dulce voz, la misma que hace años le preguntaba lo mismo cuando lo encontraba lastimado.

Hanma soltó un suspiro que se convirtió en una risa boba—. Por fin te atrape, no puedes huir de mí aunque quieras —juntó sus frentes, aunque por la diferencia de alturas tuvo que inclinarse más—. Eres mía, para toda la maldita vida.

La pelinegra soltó una carcajada—. Das miedo —susurró y tomó una de sus manos. El ruido y los aplausos de sus invitados la hicieron voltear avergonzada cubriéndose con el ramo.

El de traje negro la abrazó protectoramente y meció su cuerpo lentamente. Volteó hacia los invitados, y le mostró el dedo medio a su cuñado, mientras sacaba la lengua—. Te lo dije, ella sería mía.

Keiichi tenía la cara roja de coraje, pero solo por ese día no iban a pelear, lo había prometido y lo cumpliría.

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Al llegar a la pequeña recepción la cara de Saori cayó. Una lluvia torrencial arruinó todo. El jardín dónde sería la fiesta no tenía techo.

—¡Nadie dijo que en marzo llueve tanto! —se quejó contra los brazos de Hiromi, quien llamaba a los organizadores y les mandaba mensajes amenazando.

“¡El día de Sao-chan se está arruinando!”

“Contesten malditos, o morirán 😡”.

Hanma parecía imperturbable—. Solo es lluvia, esperemos que baje —eso no sucedió. Llovió el resto de la tarde, y siguió así hasta las once de la noche.

Algunos invitados tuvieron que irse, porque trabajaban por la mañana, se despidieron y dejaron sus regalos bajo la pequeña sombrilla del jardín. Saori ni siquiera podía disimular sus ganas de llorar, mientras Hiromi se disculpaba una y otra vez, pues ella fue quien recomendó al organizador.

—Cariño, iré mañana mismo a reclamarles, y tendrás una fiesta mejor y gratis —la rubia estaba en un nivel diferente de furia, sus uñas se clavaron en sus palmas—. Vayan a casa a descansar.

Tenko se acercó y le dió un abrazo a la de ojos oscuros—. Debo irme, el zoológico quiere que atienda una emergencia, pero si necesitan algo llámame —acarició su cabello una última vez—. Al menos tienes la ceremonia y los papeles firmados, podemos celebrar después.

Pronto su hermano también se fue, se despidió en silencio, no quería despertar a la niña dormida en sus brazos. Sayuri les deseo felicidad antes de subir al auto.

Hanma sacó un cigarrillo de la cajetilla en su bolsa, y lo prendió—. Es el mejor día de mi puta vida —se recargó en la pared justo junto a Saori.

La femenina le dió una mirada severa, pero no por mucho, pues sonrío—. Eres tan lindo, gracias por hacerme sentir mejor.

—Muñeca, en serio no se trata de hacerte sentir bien, de verdad fue es el mejor día de mi vida…nunca había sido tan feliz —comentó antes de dar una calada más—. Es como si la plenitud que siempre busqué en drogas y peleas no existiera, pero es mil veces mejor que eso…eres mi esposa, mi jodida esposa.

La menor se puso de pie y tomó sus manos arrastrándolo en medio de la lluvia—. Quiero bailar con mi esposo.

Hanma no se negó, ni rechistó cuando la lluvia fría golpeó su cara y su ropa comenzó a ser más pesada. Soltó una risa al verla tropezar, y la sostuvo por la cadera asegurando su equilibrio—. Y decías que yo era el loco.

Saori hundió su cara en el pecho de Shuji y sostuvo su hombro con una mano, mientras que enlazaba la otra con la de él
—. No importa cuánto tiempo pasé, tú eres el único que me hace sentir así.

Hanma alzó las cejas y se rió entre dientes—. ¿Mojada?

—Cerca, como si la luz invadiera una habitación a oscuras —dijo en un hilo de voz—. Tienes razón, es un día hermoso.

Hanma mecía gentilmente su cuerpo, él estaba tan encantado que no importaba que su cabello cayera en su frente. Ignoró que la lluvia hizo que el vestido blanco sencillo fuera transparente, su mano apretaba fuertemente su cintura y dejó caer la cara en su cuello—. Yo te agradezco no darte por vencida conmigo…aunque nunca lo hubieras hecho, eres terca e idiota.

Saori reprimió un lamento porque sabía que él no lo decía con malas intenciones. Asintió y siguieron así un rato.

Volvieron a casa pasada la media noche, y al estar en su hogar Hanma se encargó de embriagarla, trago tras trago la hizo ser más honesta, contarle cada cosa que él ya sabía, y a él lo volvió más risueño, sonriendo cuando ella se resbaló en el pasillo tratando de quitarse el vestido mojado. El gato los veía desde su cama con recelo por el ruido que hacían.

El mayor la cargó hasta la cama y le ayudó bajando el cierre de la prenda, incluso le cambió la ropa interior empapada y la metió así bajo las sábanas. Besó su frente y la observó tan pacífica, con ella siempre confirmaba que en el fondo era vulnerable, y dedicado. Antes de caer rendido vió el anillo en su dedo y lo dejó puesto.

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Bonus:

Dos meses después de la boda Saori se sentía fatal, comenzó a vomitar y alertó a Hanma, que sin dudarlo la llevó a urgencias.

—Todo es mi culpa, preparé la cena ayer —le dijo al doctor mientras la examinaba, lucía más desesperado de lo que debería.

—Señorita, acuéstese y descubra su abdomen —pidió el hombre de bata, pues los síntomas de Saori eran específicos. Una vez lo hizo puso gel en su abdomen y empezó un ultrasonido—. Ahí está, es de buen tamaño y está sano.

Hanma observaba el monitor asustado—. ¿Eso es un tumor? No puedes morir maldita se-

—Es un bebé, señor —el doctor soltó un suspiro—. Su corazón se escucha bien, tome sus vitaminas y no haga esfuerzos.

Saori estaba tan perpleja que apenas pudo separar los labios y articular un sonido vago. Shuji por su lado sonrío y beso su estómago plano por encima del gel, no le importaba—. Un hermano para el señor bigotes.

Ya acabó ahora sí, oficialmente y después de años de no escribir un extra para este fanfic lo doy por terminado.
Esta historia es como mi hijo favorito neta, los otros tardo meses en actualizar, pero ayer una persona me comentó que le gustaría ver la boda y embarazo de Saori y dije "la de chambear si me sé" y que sacó dos capítulos al día siguiente, soy cosas seria.
Nuevamente agradezco de todo corazón a quien leyó "Cigarette Daydreams" hace años que salió, y a las personas que lo leen recientemente, creo que nunca me imaginé que tendría este recibimiento que incluso ahora siguen leyendo actualizaciones.
Lo hice porque no encontré ningún fanfic de Hanma que me gustará, y decidí hacer el mío, fue la primera vez que escribí algo seriamente, y ahora no cuenta ha crecido y puedo escribir cosas más maduras, o igual de dramáticas y cursis.
Hasta la fecha Hanma es de mis husbandos favoritos, y me alegra haber escrito esto.
Literalmente estaba cumpliendo 17 años cuando publique el primer capítulo y ahora en pocos meses tendré 20.
Muchas gracias.
-Honey

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