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𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘃𝗲𝗶𝗻𝘁𝗶𝗰𝗶𝗻𝗰𝗼 - 𝗫𝗫𝗩

Dahlia dejó escapar un largo suspiro al verlos a todos bien. Aunque era una forma muy rara de verlos. En el techo del tráiler de Eddie y a través de un portal. Bastante tétrico.

—¡Eh, Hola! —saludó el rizado.

Dustin reía como desquiciado al ver que la teoría de Lia y él era cierta.

—¿Cómo hacemos para que suban? Quiero decir, para que bajen —preguntó Lia.

Dustin sonrió en su dirección

—Tengo una teoría.

—¿Por qué no me sorprende? —rió la rubia.

Siguiendo las órdenes de Dustin los adolescentes fueron a por un colchón al salón y ataron varias sábanas para crear una cuerda por la que pudieran escalar.

Max y Lia fueron a la habitación de Eddie para traer el colchón, mientras que Dustin y Lucas fueron a por varias sábanas. Dahlia agarró un extremo y lo levantó pero se quedó confusa cuando no sintió a Maxine agarrar el otro extremo. Levantó la mirada para mirar a su pareja, quien ya la estaba mirando con ojitos enamorados y una pequeña sonrisita que causó un cosquilleo en el corazón de Byers.

—¿Qué pasa? —preguntó algo nerviosa.

—Nada, simplemente eres preciosa —dijo la pelirroja con una sonrisa

—¿Qué dices? —Lia rió tímidamente.

—¿Necesitas que lo repita?

Dahlia rodó los ojos y le lanzó un cojín mientras se sonrojaba y sonreía como una completa idiota. Max entre suaves carcajadas agarró el cojín antes de que impactase contra su cara y se dispuso a ayudar a su novia con el colchón. Los arrastraron por el pasillo. Lucas y Dustin ataban los extremos de las sábanas con firmeza. La pareja dejó el colchón en el suelo, justo debajo del portal. Dustin tomó las sábanas y se puso él también debajo de portal.

—No sé si la física funcionará. Pero... —dijo Dustin— De perdidos al río —lanzó la sábana por el portal—. Vamos allá —dijo él, sonriendo levemente—. Si mi teoría es correcta... —soltó la sábana y esta se quedó suspendida en el aire— Abracadabra.

—Joder —jadeó Max

Inconscientemente agarró la mano de la rubia mientras miraba hacia arriba. Lia la apretó de vuelta con la misma sonrisa de sorpresa.

—¡Vale! Tirad fuerte, a ver si se aguanta —dijo Dustin en voz alta.

Robin tiró de las sábanas con todas sus fuerzas. Dustin tenía razón. Él rió orgulloso de sí mismo. Max, con curiosidad, tiró ligeramente de la sábana.

—Es la mayor locura que he visto en toda mi vida —dijo Erica—. Y he visto cosas muy fuertes.

Dustin y Erica chocaron sus manos. Robin decidió ir primero y empezó a trepar por la cuerda improvisada de los adolescentes.

—Despejad la pista de aterrizaje —ordenó Henderson.

—Menos mal —exclamó Robin después de caer al colchón—. Es divertido.

Dahlia extendió su mano y ayudó a Robin a levantarse. El siguiente fue Eddie, que cayó bastante más brusco que Robin. Dustin fue quien lo ayudó a levantarse.

—Sí que es divertido —confirmó el azabache después de levantarse.

Después Nancy comenzó a subir por la cuerda, pero algo llamó la atención de Lia. Le había parecido escuchar algo cerca de la ventana, y asustada por ser atrapados se acercó a ella.

Diez...

La sangre se le heló por un momento. No había escuchado lo que creía que había escuchado, ¿Verdad? La voz sonaba extremadamente cerca. Se giró para confirmar si el resto también lo habían oído.

—Chicos, ¿Habéis escuchado eso? —cuando se dio la vuelta vio que ya no había nadie en el trailer—. ¿Hola?

Su corazón empezó a latir de forma acelerada y su piel se erizaba más por cada grito que daba.

—¡Max! —llamó desesperadamente mientras caminaba por la habitación— ¡Max!, ¡Dustin!

Diez...

—No... ¡No! —negó mientras sacudía su cabeza.

Corrió hacia la puerta principal y tiró de la manilla, pero esta simplemente no se abría. La forzó por unos segundos y después comenzó a darle patadas. Finalmente, extendió su brazo para usar sus poderes pero una mano pegajosa agarró su muñeca antes de que pudiera hacer nada.

—¿No recuerdas lo que pasó?

La rubia se quedó paralizada, incapaz de mirar a su derecha,

—¿Tan rápido lo has olvidado?

La puerta se abrió repentinamente, empujando a Lia hasta caer contra el suelo, solo que nunca llegó a tocarlo. Abrió los ojos para ver como caía en un abismo negro. No supo cuantos segundos estuvo cayendo hasta que su espalda tocó el suelo con una fuerza gutural. Comenzó a respirar con dificultad del dolor. Sin embargo, pudo ponerse de pie bastante rápido.

—¿Recuerdas lo que le hiciste a esos niños?

Lia no respondió. Miró a su alrededor tratando de identificar el lugar en el que estaba. Se dio cuenta de que estaba de vuelta en el laboratorio. Estaba todo bastante oscuro y había sangre por todas partes.

—No, no otra vez —murmuró mientras algunas lágrimas se escapaban de sus ojos.

Las luces parpadeaban y una fuerza invisible la llevó hasta la habitación del arcoíris. Las paredes estaban tintadas de sangre y el suelo estaba cubierto de niños con las extremidades rotas y las cuencas de los ojos metidas hacia le interior de la cabeza. En el medio de la habitación había un espejo, pero no veía su reflejo actual. Mirándola directamente a los ojos había una niña pequeña con la cabeza rapada.

Se acercó lentamente al espejo mientras la niña del reflejo imitaba sus movimientos.

—Diez, tu misma lo provocaste —escuchó la voz de Vecna a sus espaldas.

La respiración de Lia volvió a agitarse, pero esta vez pudo girarse para quedar cara a cara con aquella criatura. Daba mucho más miedo de como se lo había imaginado. No tenía nariz, su cuerpo estaba cubierto de esos gusanos y raíces que salían de los portales, sus ojos eran blancos y tenía garras en vez de uñas.

—Mi nombre es Dahlia —dijo firmemente recordando la imagen de Will en su mente.

El cuerpo de Vecna de pronto cambió hasta convertirse en una persona que asustaba incluso más a la rubia; el doctor Martin Brenner.

—¿Estás segura de ello? —dijo Brenner, mirando al reflejo de la niña en el espejo.

Lia inconscientemente miró al espejo, viendo a la niña ahora cubierta de sangre.

—¿O solo es una nueva identidad para olvidar lo que hiciste?

Las luces comenzaron a parpadear con más intensidad y la habitación se llenó de gritos y del sonido de huesos romperse. Lia cayó sobre sus rodillas frente al doctor mientras sollozaba.

—Por favor para —murmuró mirando al suelo, pero los gritos no cesaban—. ¡Para!

Un grito se escapó de su garganta mientras extendía sus brazos, alejando de ella todo lo que había a su alrededor. Cuando abrió sus ojos se dio cuenta de que ya no estaba en el laboratorio. 

Estaba en el mundo rojo que Max había dibujado anteriormente. Estaba frente a la puerta de la casa Creel.


[...]


Mientras que Nancy escalaba las sábanas para llegar hasta los adolescentes, Max miró a Lia, confusa al dejar de sentir su mano sostenerla. La rubia caminó lentamente hacia la ventana, deteniéndose a medio camino.

—¿Lia? —llamó Max, poniéndose frente a ella y agarrando sus mejillas con delicadeza.

La pelirroja entreabrió sus labios y dejó escapar un suspiro. Dustin miró a su amiga al ver como Mayfield la llamaba. Max comenzó a sacudirla suavemente y luego se fijó en los ojos de Dahlia. No tenían ese color azul claro que solían tener, estaban en blanco y parecían tener espasmos veloces. 

—¡Lia! —exclamó Max, sacudiéndola con un poco más de fuerza.

Nancy, después de caer en el colchón, se levantó a toda velocidad cuando escuchó la voz de Max.

—¿Qué pasa? —preguntó Lucas.

Ahora todos estaban mirando a la pareja con ojos llenos de preocupación.

—¿Lia? —preguntó Dustin— Lia.

—Lia, despierta. ¡Lia! —volvió a gritar Max.

Nancy se puso al lado de la pelirroja y agarró uno de los hombros de la rubia.

—Eh, oye, ¿qué pasa? —preguntó Steve desde el otro lado del portal— ¿Qué pasa?

— ¡Es Vecna! —gritó Max sin mirarlo.

Eso fue suficiente para que Steve escalase por la sábana sin perder más tiempo. Se levantó del colchón con la ayuda de Robin y corrieron hasta Lia, Nancy y Max. Se llevó las manos a la cabeza cuando vio como tenía los ojos. Recordó a Max con los mismos ojos cuando Vecna fue a por ella.

Dahlia se levantó del suelo y miró a su alrededor. Ahora, estaba en un lugar que reconocía gracia a los dibujos de Max. Todo era rojo, tal y como la pelirroja lo dibujó y describió. Sangriento. Horripilante. Habían trozos de esa casa flotando por aquel mundo extraño y varios relojes de péndulo.

Max seguía sacudiendo el cuerpo inmóvil de Lia y llamando su nombre junto a Dustin y Steve, mientras que los demás habían ido a la habitación de Eddie a buscar la cinta de "Take On Me", tal y como Mayfield les había ordenado.

—¡Lia, despierta! —dijo Dustin— ¡Vamos, despierta!

—¡Dahlia! —exclamó Max— ¡Despierta! ¡Lia!

—Oye, oye. ¡Lia! —llamó Steve dando palmadas en su rostro— ¡Dahlia! ¡Vamos!

—¡Lia! —volvió a decir Max, mucho más nerviosa.

La rubia se acercó a la puerta, sin embargo no tuvo que abrirla porque se movió sola, dejándola pasar. Dentro pudo ver a una niña rubia corriendo por las escaleras, estaba admirando el enorme tamaño de la casa mientras su madre la regañaba.

Pero detrás de la pareja de adultos había otro niño, uno que no parecía estar cómodo. Se acercó para ver su rostro y sintió una familiaridad extraña. Sabía quien era. Era Henry, el hijo mayor de Victor Creel, pero no sabía de que lo conocía.

"Igual que tú, yo no encajaba con los otros niños. Había algo raro en mí."

Henry levantó la mirada del suelo y Lia pudo sentir su vello ponerse de punta. Esa no era la mirada de un niño al que simplemente no le gustaba algo.

"Todos los profesores y médicos decían que tenía problemas. Eso decían. Mis padres creyeron que un cambio de ambiente, empezar de cero en Hawkins, me curaría. Es ridículo. Como si todo le mundo fuera a ser distinto aquí."

Lia siguió al chico por la casa, viendo como algunas luces parpadeaban levemente a su alrededor hasta que finalmente llegó al baño. 

"Pero entonces, para mis sorpresa, nuestro nuevo hogar me descubrió un nuevo propósito. Encontré un nido de viudas negras e un respiradero."

Henry se arrodilló y quitó las rejillas de un conducto para revelar un nido de viudas negras.

"La mayoría de la gente les tiene miedo, las odia. Pero yo las encontraba fascinantes, no solo eso, me parecían reconfortantes. Sentía afinidad. También eran criaturas solitarias y muy incomprendidas. Son diosas en nuestro mundo."

Ella observó atentamente al niño dejar que una araña escalase su mano, pero su atención se desvió por completo al escuchar a alguien corretear detrás de ella. Lia se giró, para darse cuenta de que era Henry de nuevo. Estaba en otro recuerdo.

¡Lia! ¡Lia! ¡Por favor Lia"

"Los depredadores mas importantes inmovilizan y se alimentan de los débiles trayendo equilibrio y orden a un ecosistema inestable."

Caminó hasta el ático, dónde Henry se había escabullido. Se acercó a él y se fijó en que estaba dibujando a la luz de las velas una viuda negra en su cuaderno. Parecía profundamente concentrado en ello.

"Pero el mundo humano alteraba esa armonía, porque los humanos son un tipo de plaga única, Se multiplicaba y envenena nuestro mundo mientras impone su propia estructura, una estructura completamente antinatural."

¡Lia, despierta!

"Dónde los otros veían el orden yo veía una camisa de fuerza. Un mundo cruel y opresivo dictado por unas horas inventadas."

La rubia bajó junto a Henry por las escaleras. Él se detuvo frente al reloj de péndulo que Max había visto antes. La mirada de Dahlia también fue al reloj, era exactamente el mismo que estaba actualmente en la casa de los Creel, solo que este si funcionaba y no estaba polvoriento. 

"Segundos, minutos,horas, días, semanas, meses, años, décadas. cada vida una copia peor y más diluida de la anterior. Levantarse, comer, trabajar, dormir, reproducirse y dormir. Todo el mundo está esperando a que todo termine de una vez, y eso mientras interpretamos una ridícula y mala obra de teatro a diario."

Henry cerró los ojos, todavía frente al reloj. De inmediato, este comenzó a retroceder. Sonaba terrible, como si los repiques del reloj estuviesen distorsionados. Lia jadeó suavemente y retrocedió, mirando a Henry profundamente. Sus ojos se movían de un lado para otro sin parar bajo sus parpados.

"Yo no podía a hacerlo. no podía cerrar mi mente y unirme a esa locura. No día fingir, Y me di cuenta de que no estaba obligado. Podía crear mis propias reglas, podía restaurar el equilibrio en un mundo estropeado. Un depredador para bien."

Lia escuchó un ruido a su espalda y cuando se giró para ver de donde provenía se dio cuenta de que ahora estaba en el patio trasero de la casa. Había un pequeño conejo tratando de correr mientras chillaba, pero la fuerza de la telequinesis de Henry no lo permitía. 

"A medida que practicaba sabía que podía hacer más de lo que imaginaba,"

El chico siguió usando sus poderes, el conejo comenzó a despedazarse, aún chillaba. A duras penas. Lia pudo escuchar con claridad como sus pequeños huesos se rompían. Uno por uno. Y como se abría y dejaba escapar sus órganos. Lia jadeó al ver al conejo muerto en el suelo y la mirada indiferente del chico.

"Podía acceder a los demás, a sus mentes, a sus recuerdos. Me convertí en un explorador."

No tuvo que pensar mucho más para darse cuenta de que aquel niño era Vecna, era él quien había estado atormentando a Max, y ahora la atormentaba a ella.

"Veía a mis padres tal y como eran. Ante el mundo se mostraban como buenas personas, normales. Pero como todo lo demás en este mundo era mentira. Una mentira horrible, habían hecho cosas terribles."

Se metió en la casa aún descolocada por el descubrimiento. Esta vez Victor Creel estaba solo en el salón leyendo un periódico. Delante de la chimenea, estaba una cuna en llamas. Los llantos rotos y desgarradores de dolor de un bebé que se estaba quemando vivo llenaban la casa.

¡Lia, vuelve!

Byers pudo ver todas las atrocidades que Henry iba cometiendo, desde atormentar a su familia con pesadillas y traumas hasta asesinar a pequeños animales inocentes que habían cometido el error de acercarse a la casa Creel.

"Les mostré quienes eran en realidad, los puse frente a un espejo. El ingenuo de mi padre creyó que un demonio los había maldecido por sus pecados, pero mi madre de algún modo lo sabía, sabía que era yo el que sujetaba al espejo, y por eso me despreciaba."

La chica salió del salón y fue hasta el comedor. Ahí estaba toda la familia Creel cenando en silencio. Una de las canciones que sus propios padres escuchaban cuando ella era pequeña, sonaba a través de la antigua radio. "Dream a Little Dream".

"Llamó a un médico, un especialista. Quería que me recluyeran, que me arreglaran, ye so que no era yo el que tenía un problema, sino ellos."

Henry comenzó a distorsionar la radio y su padre se levantó a tratar de corregirla. El chico miró a su madre con unos ojos llenos de odio y resentimiento.

"Por eso no me dejó alternativa, tenía que actuar, liberarme"

Las luces empezaron a parpadear descontroladamente tan pronto como Henry cerró los ojos. Virginia fue elevada en el aire, exactamente como le había pasado a Max. La mujer lanzó un grito ahogado. Sus extremidades se rompieron con gran facilidad, sus ojos estaban completamente blancos y sangre comenzó a deslizarse por sus mejillas. Su mandíbula se rompió y finalmente, sus ojos fueron succionados hacia dentro de las cuencas.

"Con cada vida que segaba me hacía más fuerte, más poderoso, masa para formar parte de mí."

Henry limpió la sangre que resbalaba por su nariz mientras veía el cuerpo sin vida de su madre caer sobre la mesa. Estaba inexpresivo, no había signos de arrepentirse de matar a su propia madre. Su padre lo levantó rápidamente de la silla.

En un pestañeo Lia estaba en la entrada de la casa. La pequeña Alice Creel yacía muerta en el suelo, con las extremidades rotas exactamente igual que su madre. Victor Creel fue arrestado por la policía, creyendo que él había asesinado a su hija y a su mujer. Mientras tanto Henry fue llevado a el doctor Martin Brenner.

"Pero yo seguía siendo un niño, no conocía mis límites, y por poco me mató."

—¿Estás segura de que no tienes la cinta? —preguntó Dustin apresurado.

—¡No! ¡No la tengo, Dustin! —gritó Max mirándolo— ¡Lia, quédate conmigo!

—¡Daos prisa con lo que estáis haciendo! —chilló Steve.

Erica captó el mensaje y corrió a la habitación de Eddie, dónde estaban el resto del grupo, buscando la cinta que salvaría a Dahlia.

—¡Steve dice que os deis prisa! —repitió la niña.

—¡Ya, No jodas! —gritó Lucas, girando su cabeza para mirarla.

Nancy buscaba junto a Robin cualquier cinta de Madonna, tal y como Max les había dicho.

—Venga ya, ¿qué es toda esta mierda? —dijo Robin con un puñado de cintas.

—¿A ver, qué estáis buscando? —preguntó Eddie.

—¿¡Madonna, Blondie, Bowie, Beatles!? —exclamó Robin— ¡Música! ¡Queremos música!

—¡Esto es música! —gritó Eddie arrebatándole la cinta de las manos.

Mientras tanto el chico estaba tumbado en una silla reclinable, con una bata de hospital y Brenner estaba tatuando un '001' en su muñeca. En un intento fallido de controlar al chico intentó reproducirlo de diferentes maneras. 

En ese momento la mente de Dahlia hizo clic, sabía por qué Henry se le hacía tan familiar, ella lo conocía. 

Empezó a respirar pesadamente al sentir todos los recuerdos llegando a su mente como puñetazos. Trató de caminar hacia la salida mientras sujetaba su cabeza con sus dos manos. No quería seguir viendo, no podía.

—¿A dónde crees que vas, Diez? —preguntó una voz reconocida a sus espaldas.

Cuando Lia se giró vio a Henry. No al pequeño niño al que había estado observando minutos atrás, ni a la monstruosa criatura a la que llamaban Vecna. No, era el Henry que ella había conocido.

—Déjame en paz —pidió la rubia con la voz temblorosa.

—¿Por qué dices eso? Esto es lo que siempre hemos querido, lo que siempre has querido —dijo mirándola fijamente.

—No, yo no quería nada de esto —negó en un sollozo.

—Ahora lo recuerdas todo, no vale la pena seguir engañándote —Henry dio un paso hacia Lia—. Siempre has intentado que estemos orgullosos de ti, era todo lo que querías.

—No —murmuró tratando de alejarse.

—Ahora tienes esa oportunidad, puedes ser la perfección que tanto buscábamos.

La rubia notó como algo apresaba sus brazos y sus piernas, y al buscar la razón de dio cuenta de que ya no estaba en el pasillo, ahora estaba atada en la silla en la que el pequeño Henry lo había estado unos momentos atrás. El aspecto de Henry cambió hasta convertirse en Vecna, que después de reconocer quien era ya no daba tanto miedo.

—Y para eso, solo tienes que hacer una cosa muy sencilla —acercó su mano a la cara enrojecida de Dahlia—. Quiero que le cuentes a Once todo lo que vas a ver, y después, quiero que me acompañes.

Un grito salió de la garganta de Dahlia mientras su mente se llenaba de las imágenes que Vecna le enseñaba. Las visiones iban demasiado rápido pero pudo ver los cuatro portales abriéndose y destruyendo todo a su paso.

—¡No! —chilló tratando de liberarse.

Lo siguiente que vio fue a todas las personas a las que alguna vez había amado muertas. Todas de la misma forma atroz en la que Vecna asesinaba a la gente. 

Max estaba muerta.

—Cuéntaselo...

Will estaba muerto.

—¡No! ¡No! —gritó con la voz rota

Once estaba muerta.

—Todo...

Jonathan y su madre estaban muertos.

—Y no lo olvides... —susurró acercándose a su oído.

Dustin y Lucas estaban muertos.

—¡No! —chilló de nuevo.

Nancy, Steve y Robin estaban muertos.

—Te vas a unir a mí.

Dahlia abrió los ojos de pronto mientras jadeaba incontrolablemente. Volvió a gritar, aún teniendo en mente las imágenes que había visto, y trató de retroceder para huir pero sus piernas fallaron en sostenerla. Por suerte, Max fue más rápida y pudo sujetarla antes de que cayera. Sostuvo a Lia entre sus brazos y comenzó a dejarla en el suelo delicadamente a pesar de las gritos de la rubia y los intentos por alejarse.

—¡Lia! Estás bien —dijo suavemente la pelirroja, tratando de calmar a su novia—. Estás conmigo.

Al escuchar esa voz Lia comenzó a tranquilizarse y dirigió su mirada a los ojos azules de Max, que no había dejado de sostenerla en ningún momento. 

—Es mi culpa —murmuró sin dejar de mirarla—. Lo siento

—No, claro que no, nada de esto es tu culpa —afirmó la pelirroja con seguridad, sin saber a que se refería Lia en realidad.

Puso su mano encima de la de Max y la apretó levemente entre temblores. Luego desvió su mirada hacia las otras personas que la miraban.

—Estamos aquí —dijo Steve agarrando su hombro.

—Estás a salvo —finalizó Nancy.

La pequeña Byers rompió a llorar, escondiéndose en Max, que seguía abrazándola con fuerza. Había intentado aguantarse el llanto pero simplemente no pudo. Sabía que las visiones no eran reales, pero su pasado si lo era, y eso era lo que más le aterrorizaba.

—Pero vosotros no —susurró para si misma.

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