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𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗱𝗼𝗰𝗲 - 𝗫𝗜𝗜

—¿Mike besa bien? —preguntó Max, recibiendo una vergonzosa mirada de Once.

—No lo sé, es mi primer novio.

—Ex novio —la corrigió.

Rápidamente una expresión triste apareció en la cara de Ce. Eso le confirmó a Lia que solo lo había dejado por impulsividad.

—No te preocupes, ¿Vale? Seguro que volverá arrastrándose pidiéndote perdón —dijo para calmarla—. Te garantizo que ahora estará nadando en la auto compasión y la miseria en plan: "oh, espero que me perdone". 

Dahlia no pudo evitar fruncir el ceño ante eso. No le estaba gustando la actitud que Max estaba teniendo hacia Mike, le parecía demasiado infantil y vengativa.

—Pues yo creo que deberías hablar con él —sugirió Lia, pero solo recibió una mala mirada de su novia.

—Dios, lo que daría por ver a ese par de idiotas.

Once la miró con una sonrisa. Podían hacerlo. Solo necesitaron la radio de Max y una cinta para taparse los ojos. La castaña se sentó en el suelo mientras que la pareja se sentó en la cama.

—¿Crees que funcionará? —preguntó Mayfield— Que fuerte, es un alucine.

—Max —la regañó.

—Perdón, me callo —dijo sin poder contener la emoción

—Ya los he encontrado —dijo después de unos segundos.

—¿Y qué hacen? —quiso saber la pelirroja.

—Comer.

"Aburrido" pensó Lia.

—Dicen que somos una especie —siguió contando.

—¿Qué? —preguntó Max ofendida.

—Emociones, no lógica.

—¡¿Qué?!

—¿Qué ha pasado? —preguntó Lia cuando Once se quitó la cinta, a lo que solo pudo reírse.

—¿Qué a pasado? —Max.

Sin poder evitarlo todas se empezaron a reír, la risa de la joven era muy contagiosa. Por un momento Lia se lo estuvo pasando muy bien, sin dramas ni discusiones. O al menos hasta que Max tuvo que volver a sacar el tema de Mike, criticándolo hasta más no poder.

—Ya vale Max —dijo la rubia molesta.

—¿Ya vale de qué? —cuestionó su novia bastante a la defensiva.

—De hablar así de Mike.

—¿Estás de su lado? —abrió los ojos con enfado.

—¿Podemos hablar fuera?

Ambas chicas salieron de la habitación para no discutir en frente de Once, pero eso no hizo que las cosas se calmaran más.

—¿Cual es tu problema? 

—No tengo ningún problema, solo estoy harta de que lo único que hagas sea despotricar.

—No puedo creer que lo apoyes a él —dijo cruzado los brazos—. Trata a Once como basura, no la merece.

—Podrían haberlo solucionado hablando, Max, comunicándose como dos personas maduras.

—Mike es un inmaduro.

—¡Ese es el problema! —dijo levantando la voz— No puedes ver nada más que lo malo porque estás enfadada con él. Todo esto no va de ayudar a Ce, va de satisfacer tu propia venganza.

—¡No tienes ni idea! Y si tanto lo quieres, ¿por qué no vas con ellos a llorar? Así podré estar lejos de la estupidez por una vez en el día.

—Lo dices porque estás enfadada, actúas por impulsividad. Quiero hablarlo contigo porque eres mi novia y te-

—Eras —la interrumpió—. Toma —le lanzó la chaqueta vaquera y su bolsa de compras.

—¿Estás hablando en serio? —preguntó Lia conteniendo sus lágrimas.

—Adiós —Mayfield volvió a la habitación con Once.

La chica no podía creer lo que acababa de pasar, pero no quería estar ni un minuto más en esa casa. Se puso la chaqueta y cogió su bolsa para después salir de la casa, encontrándose con los focos del coche que le iluminaron toda la cara. Era Hopper, quien acababa de llegar.

—¡Hola! —saludó feliz al bajar del coche.

—Hola —dijo después de descandar la bici y subirse en ella.

—¿No prefieres que te lleve? Está lloviendo bastante.

—No, gracias —dijo de mala gana—. Buenas noches, Hopper.

Sin esperar una respuesta pedaleó a toda velocidad lejos de ahí. Apenas podía ver lo que tenía enfrente, no por la lluvia, si no por las lágrimas que inundaban sus ojos. Tanto fue así que no vio un bache que la tiró de la bici, cayendo en todo el barro. Por suerte estaba cerca de casa y no pasaron muchos minutos hasta que pudo aparcar la bici en la parte trasera de la casa. 

Entró a la casa estando empapada, desde el pelo hasta las zapatillas, y era aún más deprimente verla por el barro que cubría su chaqueta. Joyce se giró en cuanto la vio, abriendo los ojos con sorpresa por lo demacrada que se veía.

—¡Cariño! —exclamó acercándose a ella— ¿Qué ha pasado?

—Max —se limitó a contestar mientras sorbía su nariz— ha terminado conmigo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No lo sé. Solo lo hizo porque su estúpido orgullo es más grande que ella. O tal vez fue por mi culpa. O ambas. No... No lo sé. ¿Qué está mal conmigo?

—Nada, cielo, nada —dijo abrazándola, sin importarle que pudiera mancharse la ropa—. No hay nada malo en ti, confía en mí.

Después de un fuerte abrazó Joyce le ayudó a guardar todo y le preparó un baño caliente para que pudiese limpiarse. Cuando cerró la puerta del baño tiró toda su ropa al cesto de la ropa sucia y se metió en el agua. A pesar de que estaba muy caliente, abrazó sus rodillas y las atrajo a su pecho. Las lágrimas no dejaban de caer por su rostro.

Tal vez todo habría estado mejor si no hubiese dicho nada. Al fin y al cabo no era su relación, y si Max quería meterse en ella no era nadie para detenerla. Es solo que le parecía tan injusto que la pelirroja usase la excusa de Once para cobrar su propia venganza que no podía imaginar quedarse callada. Porque ella no era así, no podía simplemente ver algo que no le parecía bien e ignorarlo. No podía.

Pero amaba a Max, la amaba con todo su corazón. Amaba cada pequeño detalle de su cara y de su cuerpo, amaba las pecas que tenía y los pequeños rizos que a veces se le formaban después de salir de la piscina. Amaba cuando se ilusionaba porque había aprendido un nuevo truco en el monopatín. Le encantaba escuchar historias sobre sus personajes de DC favoritos, y definitivamente le atraía su personalidad fuerte y su carácter. Una sola característica no iba a hacer que dejase de amarla.

Se levantó de la bañera con todo el agua bajando por su cuerpo. Agarró la toalla más cercana que tenía y la usó para escurrir su pelo. Después se puso su albornoz, era de color azul marino, su favorito. Se acercó al espejo y observo su cara con detalle. Tenía los ojos algo hinchados por llorar, y las mejillas algo rojas por quemaduras del sol. Su pelo le llegaba por debajo de los hombros, se había ondulado algo con el tiempo, y por el verano era aún más rubio. Solo que como estaba mojado, era de un color marrón oscuro.

Terminó de secarse y se puso una toalla en el pelo antes de volver al salón con su madre. Esta la esperaba con un hueco a su lado y un plato de patatas fritas en la mesa. Una leve sonrisa apareció en el rostro de Lia.

—¿Estás mejor? —le preguntó una vez que ambas estaban en el sofá.

—Un poco —dijo comiendo una patata.

—¿Quieres contarme lo que ha pasado? Si no, podemos ver una película.

—No, está bien —se animó a hablar.

Le contó que Mike había mentido a Once, y como eso produjo que las tres chicas pasasen un día en el centro comercial. Siguió contando como se habían encontrado con los chicos y Ce había roto con el azabache. Por último explicó la discusión que habían tenido antes de irse, y repitió las palabras exactas que Max había usado para dejarla.

—No lo entiendo —dijo con los ojos llorosos.

—Ella cree que está ayudando a Once, y que su venganza solo es secundario —supuso Joyce—. Se dará cuenta tarde o temprano.

—Pero yo la amo —sollozó.

—Lo se cariño, lo sé —la abrazó con una expresión de lástima—. Y ella también te ama a ti.

—¿Entonces por qué me ha dejado?

—Porque es impulsiva y estaba enfadada. Deja que las cosas se calmen, que piense en lo que ha hecho. Y ahí podréis hablar con más tranquilidad.

—Gracias —dijo apoyando su cabeza en el hombro de la castaña.

—No hay de qué, cariño —dijo con una sonrisa en su rostro— Te quiero.

—Y yo a ti, mamá.


[...]

—Lia... —leyeron Max y Ce al unísono cuando la botella paró en el nombre. 

Once miró a Max, preguntando con la mirada si la parecía bien. La pelirroja asintió, sintiendo algo de tristeza por haber mencionado su nombre. No quería pensar en lo que había hecho.

La pelirroja volvió a poner el canal difuso en la radio. No iba a mentir, estaba nerviosa por saber en que estado se encontraba su ahora ex novia.

Ce se puso la cinta en los ojos y en cuestión de segundos entró de nuevo en el mundo oscuro. Miró por todos lados, buscando a la rubia, hasta que escuchó unos sollozos detrás de ella. Se giró para encontrarse a Lia acurrucada en su almohada con el rostro enrojecido, y Will sentado a su lado. Se acercó despacio hacia ellos.

—Está llorando.

Está bien, Lia. No vale la pena llorar por ella —decía Will.

Pero no es verdad, en serio quiero estar con ella. Debería de haber cerrado la boca.

No es cierto, no es tu culpa.

—¿Ce? ¿Qué pasa? —preguntó algo desesperada.

—Está hablando con Will —informó—. Dice: "No es tu culpa".

Once se atrevió a sentarse en la cama. Incluso ella sabía que lloraba por Max, por la tonta pelea que fue causante de una ruptura innecesaria. Y también sabía que Maxine no se encontraba bien, que también quería llorar como una niña pequeña y lamentarse por haberla dejado de ese modo tan estúpido, por orgullosa.

Tal vez una partida de dragones y mazmorras te ayude —sugirió el chico.

De acuerdo... —dijo no muy convencida— Pero antes dame un abrazo.

El chico no dudó antes de envolverla con sus brazos, haciendo que el nudo en la garganta de Lia solo incrementase.

Prepara el juego, iré al baño de mientras.

Will asintió y la rubia corrió hacia el baño para poder soltar las últimas lágrimas que contenía. Agarró firmemente ambos lados del lavamanos y se miró en el espejo.

Eres fuerte, puedes hacerlo.

Se miró fijamente en el espejo durante unos segundos hasta que varias lágrimas se cansaron de esperar y escaparon de sus ojos, rodando por sus mejillas. La expresión de Lia cambió rápidamente y bajó al mirada hasta ver sus pies.

No puedo hacerlo —murmuró para si misma antes de estallar en lágrimas—. Soy un desastre.

Once se quitó la venda, con los ojos algo aguados de ver a su hermana tan destrozada, y a su vez limpió la sangre de su nariz.

—¿Qué pasó?

—No puede ser fuerte. Dice que es un desastre.

Max se dio cuenta de el gigantesco error que había cometido por culpa de su orgullo. Cerró los ojos con fuerza, no queriendo imagina el dolor innecesario que le había provocado a Dahlia. Sabía mejor que nadie lo frágil que era, que debajo de esa sonrisa segura de sí misma había una chica de corazón puro e inocente, y muy sensible. ¿Y qué hizo ella? Tomarse el lujo de abrirse paso por su corazón para después destrozarlo.

—¿Qué mierda hice? —susurró por lo bajo.

Ce con una expresión de pena en su rostro volvió a girar la botella. El próximo fue Billy.

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